Robotech y sus personajes son una propiedad de Harmony Gold USA Inc., Mass Effect y sus personajes son propiedad de Bioware. No se obtiene beneficio económico alguno de esta historia.


Sombras de los Segadores.

por Locke2564

If you want to read this story in English, please check "Shadows of the Reapers" in the same section: Crossovers: Robotech-Mass Effect.

Esta historia tiene lugar después de Robotech: The Shadow Chronicles. Para Mass Effect, la historia empieza después de Virmire...

Para facilitar la comprensión de mi estilo, la simbología es la siguiente:

– Esto es dialogo. (No necesito explicarlo mucho, ¿o sí?)

–[Esto es charla de radio]

"Estos son pensamientos".

A veces solía resaltar algunas lineas que consideraba relevantes con itálicas. Ya no lo haré mas, sin embargo.

Gracias a Relvain Jenafuse por la indicación.


Prologo:

Visitas Inesperadas

Locke Shepard se detuvo, sujetando fuertemente la baranda que delimitaba el corredor este. Metros atrás había quedado el ascensor interior que conectaba la almena Oeste de la fortaleza, con el pasillo interior y un atribulado Kaidan Alenko, quien defendía desesperadamente un desmontado núcleo de efecto de masa, modificado para explotar como una cabeza táctica nuclear de 20 kilotones, de un infaustamente aparecido puñado de enemigos sintéticos.

La torre de artillería Oeste, donde el puñado de operativos del Grupo de Operaciones Especiales salariano peleaba, atrincherado, estaba a su vez rodeado por un fuerte grupo de mortales soldados Geth. Y allí, peleando hombro a hombro con los alienígenas, estaba la mujer a quien le hubiera gustado conocer en otras circunstancias. Ashley Williams, quien no tenía ningún aprecio por los extraterrestres, había tomado con mucha -y poco usual- calma el hecho de que el Comandante le hubiera ordenando cooperar con ellos, todo con el fin de destruir las instalaciones del Turiano Saren Arterius en el planeta Virmire.

Ahora Shepard debatía con sus entrañas, al tener que tomar la decisión mas difícil que su larga y accidentada carrera militar le hubiera presentado. Salvar al amor de su vida o salvar a su buen amigo.

En el Ataque Skyliano las decisiones no fueron tan difíciles. Tenía que arriesgar su propia vida, hasta el extremo si era necesario, con tal de salvar vidas humanas. Los Batarianos no eran los grandes soldados, pero como la mayoría de las bandas de los Sistemas Terminus, eran numerosos y estaban bien armados. El comando aguantó, disparando todas las armas que tuvo a su alcance, no presentando un blanco fácil, llevando a sus enemigos a terrenos accidentados en los cuales perdían su ventaja numérica y de armamento, y haciendo que cada tiro contara. ¡Inclusive se dio el lujo de tirar dos o tres naves de transporte de tropas con tiros bien dirigidos de los lanza-misiles ML-77 que encontró!.

Sí... el ataque a Elysium había sido sencillo comparado con esto. Ahora, como el primer -y más reciente- oficial humano del grupo ESPECial de Tácticas y ReconocimientO, el peso de las expectativas de la galaxia entera -incluidos sus compatriotas terrestres-, había caído por entero sobre él. Sabía que la caza al "Espectro" renegado involucraría decisiones difíciles, pero no cayó en la cuenta de que tan drásticas esas decisiones habrían de ser, hasta que tuvo la más difícil encima, desgastando su consciencia.

Mientras se debatía con esa ardua elección, podía oír las voces desesperanzadas de Ashley y Kaidan, ambos tratando de hacer que eligiera al otro.

"¡Maldito par de idiotas!..."

Le molestaba la actitud resignada de buen soldado de Alenko, pero las ansias de martirio y redención de Williams también lo hacían sacar lo peor de él. Los odió a ambos por unos breves segundos, mientras su mente se movía a mil por hora tratando de evaluar todas las consideraciones posibles.

"Tengo que hacer una elección definitiva entre dos personas de mi equipo y no quiero discriminar a ninguna de ellas".

– Comandante, el tiempo se nos acaba...

La voz grave y reverberante de Garrus Vakarian lo saco de su ensimismamiento. El Turiano se había unido a ellos mientras estaban en la Ciudadela, la estación espacial en que residían los poderes políticos de la galaxia. Había pertenecido a Seg-C, -el cuerpo de policía de la Ciudadela-. Y en él había recaído la investigación para desenmascarar a Saren como el renegado que era. Pero las politiquerías y censura propias de la corporación lo habían desilusionado hasta el punto en que, siendo joven y aún impresionable, se había unido a ellos para escapar de las pobres expectativas de su trabajo.

– ¡Maldita sea!, ¡apresurate Shepard!, ¡no quiero convertirme en polvo junto con la ultima esperanza de mi pueblo!...

El que había hablado era Wrex Urdnot, un mercenario y jefe militar Krogan que les había ayudado a forzar su entrada en uno de los bares de mala muerte de los Distritos, de nuevo en la Ciudadela, mientras cazaban a Saren. Wrex parecía una lagartija superdesarrollada, de dos metros veinte, con escamas fuertes y una estructura corporal masiva, cuya cúspide era una tremenda joroba. Era además marcadamente difícil de matar. ¡Había visto al miserable recibir un misil en el cuerpo y levantarse como si nada, devolviendo el fuego con el monstruo de escopeta que siempre cargaba!.

Los Krogan, su pueblo, eran criaturas sapientes que venían de Tuchanka, un planeta de ambiente extremadamente hostil, por lo cual su fisiología había evolucionado de manera acorde a las amenazas de su entorno. Tal fue su éxito, evolutivamente hablando, que, cuando las razas del Concilio los encontraron, se les proporcionaron armas y tecnologías, y se les utilizó como soldados en la guerra contra un enemigo implacable que asolo la galaxia hacia al menos 200 años. Una vez terminado el conflicto, los lideres Krogan voltearon a ver las posibilidades de riqueza que las estrellas les ofrecían y decidieron rebelarse. Las razas del Concilio se unieron contra ellos, y aún así los Krogan los hubieran aniquilado, de no haber aparecido los militaristas Turianos en escena.

Con la caída vino la Genofagia, una enfermedad diseñada en laboratorio específicamente para alterar la fertilidad Krogan y mantenerlos controlados. Esto propició la posterior declinación de la raza. Ahora los Krogan están divididos, reducidos a primitivos clanes y tribus, que se venden al mejor postor como mercenarios, o guardaespaldas. Su esperanza de volver a levantarse de sus cenizas se ha esfumado...

– ¡Cuida tu lengua, Krogan cara-limpia! – Garrus volteo intempestivamente hacia el corpulento lagarto, que le llevaba por lo menos veinte centímetros de altura.

– ¿O que boy scout con escamas?, ¿vas a matarme? – el lagarto se le acercó en pose desafiante, blandiendo su masiva escopeta Sokolov. Ambos alienígenas alzaron sus armas, apuntándose el uno al otro, sin reparar en el humano.

No extrañaba a Shepard el tono de reproche de Wrex. Saren había desarrollado una cura para la Genofagia en esos mismos laboratorios que estaban a punto de destruir, y el Comandante había tenido que echar mano de toda su persuasión y labia para calmar al gigantesco extraterrestre, y hacerle ver lo necesario que era destruir dicha cura. Las consecuencias, de no haberlo hecho, hubieran sido catastróficas para la moral del pelotón.

"¡Con un demonio!, ¡las consecuencias ya son catastróficas, sin necesidad de pegarse de tiros los unos a los otros!."

Había tratado de evadir esa decisión, consciente de que estaba caminando en una cuerda floja. Y ahora la cuerda se estaba rompiendo en el extremo mas débil. No podía quedar sin acción por un segundo más:

– ¡Ya basta ustedes dos!. ¡Wrex!, ¡Garrus!, ¡bajen sus armas ahora!

Los dos alienígenas voltearon a ver al humano, con semblantes culpables, como el niño que es sorprendido por su madre en un acto impropio. Las mandíbulas duales de Garrus oscilaron un momento, un reflejo de lo que el Comandante había aprendido a diferenciar como un gesto de extrañeza o nerviosismo. Aún y cuando no conociera la gestualidad, la mirada culpable en sus facciones avinas era mas que suficiente para delatarlo, no así a Wrex, cuyo rostro era una verdadera cara de poker.

– ¡Ya basta! – ordenó el recio espectro y después habló dolorosamente al micrófono de su omni-herramienta:

– Lo siento Kaidan... ¡aguanta Ashley!, ¡vamos para allá!

–[Estas tomando la decisión correcta, Comandante.]– dijo su compañero soldado sin ninguna clase de rencor en su voz.

"¿Porque será que no me lo parece?..."

– ¡Andando los dos! – sacudió a los alienigenas, que rápidamente olvidaron su rencilla y asintieron con la cabeza, echando a andar hacia la torre oeste.


Alenko se sumió en la cobertura, evadiendo una lluvia de disparos y recargó su arma por ultima vez. Su visión se estaba nublando a consecuencia de las ráfagas que habían penetrado en su armadura, y que su estropeado generador de barrera cinética no había podido repeler.

Sabía que el final se acercaba. Quedaba poco más de dos minutos y medio para la detonación. Ya había visto pasar la esbelta silueta de la Normandía elevarse, escapando de la gravedad de Virmire. Los sintéticos Geth que aún quedaban en píe, asediandolo, habían decidido re-agruparse y acercarse para rematarlo. Ya podía oír sus pasos metálicos acercándose hacia él. Apretó los dientes y con su ultimo aliento salió a afrontar su destino. Fue en ese momento, al levantar la cabeza, que supo que el rumbo que su suerte tomara acababa de desviarse de lo ordinario.

Las tropas hostiles yacían en el suelo, con agujeros humeantes en sus cuerpos, provocados por un arma de mediano calibre. Sus antes brillantes sensores visuales, estaban apagados ahora y lo único que quedaba en pie en esa escena de destrucción era la figura de una chica, arropada en lo que parecía la mas extraña armadura de combate, en colores azul, magenta y negro. No parecía de manufactura de la Alianza, no tenía casco, ni podía detectar una omni-herramienta:

"¡Diablos!, ¡parece mas el leotardo escotado de una bailarina exótica de los Sistemas Terminus, que un traje de combate estándar!".

Una cabellera lacia, de un rojo magenta que hacía juego con su traje, adornaba su cabeza, y sus grandes ojos de un color pardo revelaban una expresión triste, sin mucho lugar a dudas. Quizá su mente le estaba jugando una mala pasada, pero si estaba muerto de veras y esa escena ultima era el resultado de sus estertores de muerte, se dijo que era una visión muy agradable.

Puso una rodilla en tierra al tiempo que la mujer se acercaba hacia él. Su visión se estaba estrechando más y más. Muy pronto no podría verla ni conservar la conciencia...

– ¿Te encuentras bien?, – preguntó la joven acercándose a él. En su mano había una especie de arma cuyo diseño le pareció desconocido. Alenko solo atisbó a sonreír amargamente y señaló hacia la improvisada bomba cuyo tiempo aún estaba corriendo. Ella se acercó rápidamente y echo una ojeada al mecanismo. No se necesitaba ser un genio para saber lo que significaba...

Sin perder tiempo la mujer se concentró y haciendo un esfuerzo mental, contactó a su compañero, un hombre alto y bien parecido, de complexión media, que esperaba oculto en uno de los lugares cercanos.

– ¡Scott!, calienta los motores. ¡Tenemos que salir de aquí a toda prisa!

– ¿Que pasa Ariel? – la voz del hombre sonaba preocupada.

– ¡Te lo explico cuando llegue!.

La mujer se acercó al Teniente Alenko y lo tomó del brazo. Kaidan no se resistió, ni siquiera estaba ya consciente cuando eso sucedió. La chica hizo un gesto de concentración y un destello de luz emergió de ella, delineando su bien formada silueta. Otro gesto y la luz se expandió englobándola a ella y al soldado moribundo. De súbito ambos se desvanecieron en la luz y esta desapareció, dejando atrás el empinado patio interior de la sentenciada fortaleza.

Unos segundos después ambos aparecieron en la playa, justo en la entrada del farallón rocoso detrás del cual su nave estaba escondida. Era un jet de combate pintado en azul marino con vivos en blanco. A su impresionante tamaño de casi diez metros de largo destacaba otra extensión acoplada, cual si hubiera sido un enorme ladrillo con turbinas, acoplado al caza de combate. Los motores estaban encendidos ya. Al tiempo que se acercaba, una rampa salió de la parte trasera. Un hombre corrió hacia ella, enfundado en lo que parecía una armadura ligera. El visor del casco redondo estaba levantado y dejaba ver los rasgos masculinos de su portador.

– ¡¿Cual es la prisa, Ariel? – preguntó el Teniente Comandante Scott Bernard, mientras la ayudaba a meter al soldado humano dentro de la nave.

– ¡Hay una bomba plantada en el edificio de allá arriba!. A juzgar por el tipo, parece bastante potente. ¡Tenemos menos de minuto y medio para salir del aquí! – la voz de la mujer traicionaba un dejo de miedo.

– ¡Justo lo que quería saber! – comentó el soldado con una mezcla de vehemencia y un poco de sorna, mientras cerraba la parte trasera del complemento Beta de su nave y corría hacia la cabina frontal, librando los veinte metros de nave en una gran carrera. Dio un salto tremendo hacia la cabina del caza y rápidamente tomo posición en la silla de mando. Un par de movimientos y una presión a la palanca de vuelo y la nave se levantó verticalmente, mientras la cubierta se acoplaba y sellaba herméticamente, sus toberas direccionales elevando el artefacto lejos del suelo.

Scott adelantó la palanca, aplicando la potencia al máximo y el Veritech Alfa tomó una velocidad vertiginosa. Ariel mientras tanto, aseguró al teniente a uno de los asientos de la nave para evitar que chocara por acción de la aceleración súbita. Le tomó el pulso: Allí estaba aún, débil pero presente.

El piloto aceleró el artefacto para acometer la ascensión y sintió la presión ejercida sobre la nave incrementarse violentamente, golpeando sin misericordia su cuerpo. Vio un destello y le llegó un sonido de estruendo. Una turbulencia violenta hizo retumbar la nave de combate. El soldado batalló con varios botones y controles, aumentando la potencia de las turbinas y asegurándose de mantener la aeronave en el aire, mientras su compañera y su invitado permanecían asegurados a las sillas. Un minuto después el cielo azul que observaban por la cabina desapareció, para dar paso a la negrura del espacio.

Una vez que la sensación de peligro se fue, el hombre se dio el lujo de relajarse en su asiento un momento, notando cierta cantidad de nerviosismo presente en el ligero temblor de su mano. En la parte de atrás, mientras tanto, la muchacha se dirigió al botiquín medico de abordo y tomó una inyección de epinefrina, administrándola directamente al corazón del herido. La fuerte y gruesa aguja atravesó el traje de polímeros y la sustancia penetró en su corazón casi imperceptiblemente. Después verificó sus signos vitales de nuevo y constató que sus latidos eran notoriamente mas perceptibles.

Un mensaje en la radio interrumpió las cavilaciones de ambos.

–[¡Vigilante uno!, ¡Vigilante uno!, este es el Arcángel llamando a Vigilante uno, ¡¿me escucha?]– una voz femenina que sonaba preocupada los saludó.

Scott dejo escapar una sonrisa y abrió el canal de video, comentando sin prisa:

– Aquí Vigilante uno, adelante Arcángel – la imagen de Maggie, la controladora de vuelo de la nave Arcángel, de cabello corto, lentes pequeños y rasgos coquetos, fue sustituida apresuradamente por la vista de un hombre de fuertes rasgos negroides, ojos profundos y un corte de pelo negro, estrictamente militar. El Capitán Vincent Grant se había decidido a inquirir el mismo.

–[Comandante Bernard: Detectamos una detonación nuclear de baja intensidad en el sector beta del planeta, casi en el centro del área de operaciones. ¿Puede explicarnos que pasó?]– la voz del militar retumbó en el sistema de audio de la pequeña nave.

– Me temo que mi información es limitada Capitán... – mencionó Scott volteando a ver a la imagen de las cámaras traseras, a la atractiva pelirroja que era su compañera, con un gesto de ligero reproche. A una seña de ella agregó:

– ...Sin embargo es mejor que preparen una unidad médica para... – un destello blanco desde la cámara lo interrumpió. Su compañera y el otro soldado habían desaparecido.

–[La princesa Ariel ya llegó al puente, Comandante. ¿Porque no dijo que traía un invitado a cenar?]– la voz profunda en la radio le pareció condescendiente, incluso amistosa, a pesar del recordatorio innecesario de su rango:

–[¡Muévanlo al área de urgencias médicas!, ¡a paso redoblado!]– oyó ordenar al oficial, para después voltear a verlo de nuevo:

–[Su amiga Invid no deja de sorprenderme...]–

– Comparto el sentimiento Capitán. – dijo el joven soldado con una sonrisa:

– Este "invitado" nuestro parece parte de alguna milicia de este universo, por lo que es muy probable que pueda darnos inteligencia valiosa, acerca de donde estamos y que pasa por aquí. Eso siempre y cuando viva para contarlo... – comentó mientras ajustaba algunos mensajes desplegados en la pantalla de la nave.

– [Nos aseguraremos de ello. ¡Arcángel fuera!.]– el canal de video se cortó, dando por terminado el mensaje.

Scott Bernard se relajó unos minutos y miró a las estrellas a su alrededor. Se perdió unos momentos en el brillo pálido de las luminarias y después soltó un suspiro, mientras ponderaba como los sucesos de hacía pocos días se habían dado tan rápido. Los Invid abandonando la Tierra hacia algún lugar perdido de la galaxia, llevándose todas las formas de protocultura con ellos. La traición de sus aliados Haydonitas y su primera victoria contra ellos, a costa de destruir la Estación Espacial "Libertad".

Y después el viaje a través de ese puente dimensional...

Le preocupaba que la Fuerza Expedicionaria Robotech hubiera entrado en un territorio posiblemente hostil, sin un mínimo de información de antemano. Eso significaba arriesgarse a hacer estallar otra guerra sin sentido contra la humanidad. Pero el Almirante Hunter seguía perdido, junto con la matriz de protocultura del SDF-3. Los Haydonitas no iban a esperar a que las fuerzas de la Tierra estuvieran listas para un nuevo ataque, y si era necesario agitar un nuevo nido de insectos para encontrar al viejo oficial y su nave...

Scott ya había adquirido mucha experiencia lanzando piedras a los avisperos...


Bueno: Ahí está el prologo. Dejen sus revisiones. ¡No sean tímidos!. No los voy a morder.