Hola Chicos! Antes que nada un saludo a todos los que han seguid este fic hasta ahora, la verdad aprecio mucho sus reviews, favorites y followings de verdad y les mando un gran abrazo de agradecimiento nwn

Por que fue el Dia del amour y la amistad les dejo este nuevo capítulo que vaya que sigue la línea de esta romántca fiesta, espero les agrade!


La vida de Helga a través de los años

Arnold la miraba con mucha expectación y toda su atención estaba centrada en ella. Y solamente se podía describir aquella reacción como inesperada, ni en un millón de años ambos lo hubieran previsto. Helga parpadeó dos veces, paralizada. Una de las opciones era, por supuesto, seguir con su charla, pero tan solo lo pensó fue descartada, por lo cual no sabía cómo reaccionar y tan sólo parpadeó. Su único público esperó paciente.

- Pues... – la chica empezó a estrujarse los dedos. Arnold decidió ayudarle.

- ¿En dónde es? – La joven con nariz de papita dejó sus manos en paz, para cruzar una fugaz con esa mirada que la derretía. Rompió la conexión.

- En la secundaria..., no tiene mucho. Apenas un año, casi dos. – Respondió Helga tratando de distraerse con los coches que pasaban en su paisaje de la ventana. Arnold la imitó.

- Vaya – La chica retomó su atención.

- ¿Qué? – soltó simulando ser una pregunta al azar.

- Nunca me imaginé que te gustara el teatro. – Dijo al fin, con franqueza. – Bueno, sólo recuerdo una actuación tuya. De Julieta, y en verdad eras buena, pero nunca creí que ese consintiera en ser un gusto tuyo.

Helga soltó una graciosa risilla.

- Bueno, la verdad es que yo tampoco, es más fue mi maestro quien me hizo descubrirlo. – El muchacho sonrió presto para escuchar la historia completa. La ilusión romántica de Helga gritaba de locura al poseer toda su atención. "Y no quiero defraudarlo".

Cuando llegué a la nueva escuela, la verdad me sentía como una ostra, para nada sobresaliente, y más que otra cosa, intimidada. Tú sabes, después de toda la vida permanecer entre la misma gente, en los mismo lugares, una se siente con el control total. Pero en la secundaria nueva, ¡Cielos! Fue horrendo.

Las materias apestaban, los alumnos eran unos fracasados y los maestros me detestaban. No llegué a hacer verdaderas amistades, fue allí donde me di cuenta lo mucho que extrañaba Hillwood.

La mirada de la joven entonces se mostro taciturna, mientras recordaba sus otros días de escuela, y Arnold notó que su antigua compañera había descubierto lo que el refrán de "No valoras lo que tienes hasta que lo ves perdido", se sintió conmovido.

Durante un mes mi vida escolar fue como cuando ves un calendario en la pared. Los días tienen nombre y número, pero nada más. Hasta que cometí una falta en literatura y me mandaron a castigo. Y justo ese día era mi maestro de la materia quien supervisaba aquel día. Y andaba arreglando unos guiones, y los leía con interés, que claro no compartía conmigo y que en realidad no quería hacerlo. Por lo que me dediqué a lo mío, y en ello me metí...

Pero Helga se quedó en silencio, como si llegase a algo que le costaba en relatar. Arnold no entendía el por qué, sin embargo, guardaba esperanzas en que se contara. Tomó un impulso unos breves instantes después, como si la conciencia le diera un empujón de valentía.

Andaba escribiendo. Y la... la verdad estaba muy concentrada. Casi me da un infarto cuando ese sujeto me habla, pues yo ni cuenta de que se hallaba a mi lado.

"¿Qué escribes?" me preguntó. La verdad es que nadie se mete en lo mío y en la vida nadie me pregunta lo que hago, así que pues, tu imaginarás lo que sentí. Y si no pues... "Nada, nada importante." Le respondí, y tapé mi cuaderno ¿Qué se mete, no? Pero el tipo se encontraba bastante sereno, y aún mis groserías no lo evadían. "Pues, no te creo." Como buen maestro, me tomó el cuaderno, de una forma que ni siquiera me lo esperaba y... lo leyó.

- ¿Y qué era? – preguntó el joven rubio, inmerso en el relato. ¡Cuánto temía Helga esa pregunta! La chica se quedó de piedra.

-unpoema. – farfulló, ensimismada en el sillón. Arnold parpadeó, como si con eso pudiese aclarar su galimatías.

- ¿Qué? – Helga resopló con acritud.

- Un poema- volvió a decir. Los ojos del muchacho se abrieron sobremanera. Un poema. Eso sí que era algo sorprendente.

- ¿Y qué pasó? – "Arnold era el sorprendente" pensó Helga, "Ni siquiera se apresura con sus comentarios". Por lo que se decidió en proseguir.

- Pues que lo leyó. ¡Dios, si tenía unas ganas de arrancárselo de las manos y decirle de lo que lo iba a matar! – Gritó la muchacha reviviendo sus emociones.

- Y lo hiciste. – Decretó Helga, porque así lo dijo, no sonó para nada como una pregunta. Era una afirmación.

- PFFF ¡claro que no! Tuve que sellarme la boca. – Dijo Helga con desinterés. ¿Le creemos? Porque Arnold no, y bueno la verdad es que acababa de mentir, pero sigámosle la corriente. – Pero fue el quien dijo algo ke no me esperaba.

'Está precioso' dijo el maestro, una vez que lo leyó. Yo no podía creerle. '¿Ah sí?' la verdad pensaba que me estaba viendo la cara. 'Sí, es muy bello. La pasión con la que escribes y la tragedia, además que tu lírica es excepcional. Tienes muhco talento, y se ve que posees cultura. ¿Te gusta leer poesía?' La verdad no respondí de inmediato, porque ¿Quién viene de repente a preguntarte esas cosas? NADIE. Pero, en fin. 'Pues así que sea poesía, poesía... pues no pero... he leído a Wilde, Poe, Shakespeare...' Y el tipo abrió los ojos como si estuviera pasando frente a el no sé, Angelina Jolie o alguien así, justo como tú en este instante. '¿Y dices que no has leído poesía?' 'Pues...' te diré la verdad, no conocía a nadie que leyera eso, así que lo mejor era el anonimato, pero en ese momento apareció él, que sí lo conocía. Dirás, pues es que s maestro, ésa es su asignatura, pero una nunca lo piensa asi, los maestros son ajenos a mí. 'Pues vaya que eres conocedora. Y ahora entiendo de dónde proviene tu hermoso vocabulario, pero tu talento es brillante. ¿Qué te parece que escribas uno para la siguiente clase, pero ésta vez con un tema que yo escogeré a ver que tal? ¿Crees poder lograrlo?' Obvio hubiera contestado que no, pero la cosa sonó a un reto, y no pude negarme. Así que me dijo de que andaba el asunto, y escribí una cosa de nada, con un poco de drama por allí. La verdad nada así que digas ¡wow, que prodigio!, pero sucedió que eso fue lo que dijo el maestrito este. Así de poco, me fue dejando más y más poemas, y sus clases empezaron a volverse interesantes, porque hablaba de varios literatos, con grandes obras. Pero cuando empezó con drama...Vimos Esopo, Moliére, Goethe, y por supuesto Shakespeare, quedé fascinada. Además de que el maestro, comenzó una cruzada para intentar animarme en la escuela, me prestaba libros enteros de los autores que veíamos, y por las tardes hablábamos de nuestras opiniones. Siempre fue muy amable, y tan atento, como t...Ejem, como nadie en el mundo, la verdad empecé a tomarle cariño... – suspiró profundamente mientras jugueteaba con una papa del plato. – Un día llegó como si nada y me dijo:

- ¿Te gustaría venir a mi club de teatro?

- ¿Tiene un club de teatro? – le pregunté, entonces sacó una hoja de color y me la extendió.

- Pues aún no, apenas lo voy a formar, hay varios interesados y estoy seguro de que con tu talento el club te quedará como anillo al dedo.

- ¿Y por mi talento porqué? – Digo, una cosa es escribir y otra MUY diferente actuar.

- Porque sé muy bien que los escritores, en el fondo, somos actores frustrados. ¿Qué dices?

Helga extendió los brazos sobre la mesa, encogiéndose de hombros.

- Y el resto es historia. Acepté quedarme y conocí a varias personas agradables con las que actuaba, hicimos varias presentaciones en la escuela, sobre todo de Shakespeare. Y para serte franca el profe Will era como mi Sócrates... sólo podía admirarlo de lejos.

- ¿Te enamoraste de él? – Preguntó Arnold con una sonrisa. Para Helga lo siguiente no fue nada fácil, y en sí, ni siquiera en el momento lo fue, pues siempre le pareció como una traición a su corazón. Pero la vida es la vida.

- Sí. – fue liberador el afirmarlo. – Siempre quería estar con él, hasta me saltaba clases para verlo, y lo mejor es que nunca me decía nada. Sin embargo, era mayor que yo, no mucho, pero era sólo una niña y él tenía su vida, pero...- De pronto se quedó callada.

Para Helga, ese fue su primer romance. Solía con su William pasear por el parque de la escuela, deleitándose de su voz pronuncia los soliloquios de Hamlet, Macbeth o las bellos sonetos de Safo. Reía con él ante situaciones simples entre ellos, pero nunca sin conocer su vida, solo su persona. Fue Shakespeare quien hablaba por ellos. Cada vez que Helga se hallaba en el auditorio, y representaban alguna pieza, podía sentirse Cordelia admirando al rey de Francia, o dejarse caer en los brazos de mi Tristán sin ningún escrúpulo, y en ellos, su amor no la desentendía. Fue un amor discreto, pero vivido de todo a todo.

- Luego de eso, - retomó la chica, - uno que otro del teatro me invitó a salir, y pues aceptaba, pero ninguno fue como él. Claro que, fue algo efímero, y ambos lo terminamos tan solo con cerrar el telón.

- ¿Fue algo triste?

- Fue complicado. – Respondió Helga tras meditarlo. – Él tenía a su novia, que después de unos meses se casó con ella, y pues yo tenía a Shawn, y si no fuera por él, no sería la misma. Desde que lo conocí, ese fue amor a primera vista.

Terminó con una sonrisa, y miró a su oyente. Pero este se veía lejano.

Arnold yacía expectante y asombrado de toda la historia que Helga le contaba, anonadado de lo nuevo que en ella descubría. Casi como cuando tomas una geoda, que cuando la abres con esfuerzo, logras ver las piedras preciosas que esconde. Escuchar de ella que es actriz, y también poeta, fue maravilloso, pues tan sólo eso le dice que es una gran persona. Pero cuando comenzó a hablar de su profesor, su tono de voz cambió. Habló con anhelo y sinceridad, que no lo dejaba dudar por nada que le abrió su corazón. Y se dejó conmover.

- ¿Sabes? Desde que llegó Shawn a mi vida, se transformó por completo. – Declaró Helga como si nada, mientras comía unas cuantas papas. – A él le debo muchas cosas.

Arnold se sintió levemente confundido. Primero hablaba de un romance con un hombre mayor y de pronto le debía toda su vida a ese tal Shawn, ¿de qué se trataba? ¿Ahora resultaba que Helga Pataki era enamoradiza?

- Cada vez que lo veo, me llena de ternura todo lo que hace, y me fascina oírlo hablar, siempre me cuenta lo que ha hecho en su día, y si el mío fue un mugroso fiasco, su charla me alegra todo. Nunca pensé que sucediera que un niño como él me obligara a decir que sí a lo que me dice...a veces hasta pienso que me manipula, el condenado. – Rió cantarinamente. – A veces hasta me dan ganas de comérmelo a besos, pero su mamá no me deja, ella me gana en eso siempre y...

- Vaya... ese Shawn parece el tipo ideal para ti. – Soltó Arnold casi sin pensarlo. Helga lo miró sin entenderle. El sonido de la voz del muchacho sonaba ligeramente decepcionada, cosa que dibujó en la rubia una sonrisa un poco malvada. - ¿Y lo ves todos los días?

- A veces incluso por las noches. – Respondió la muchacha, mientras atacaba su hamburguesa con una enorme mordida. Arnold bajó la cabeza, ligeramente sonrojado. – Ese chamaco tiene como tres años que no me deja dormir toda la noche.

- Hablas como si vivieran juntos...- Bromeó el muchacho tomándole al refresco.

- De hecho, así es – Afirmó la chica, sorbiéndole al suyo. Arnold quedó mudo, con mirada de salmón en venta. Helga le entraba con ganas a su almuerzo, en tanto que a su acompañante se le fue el hambre.

- Aunque agradezco que su madre se la pase la mayor parte del tiempo en la casa, porque si no, ni siquiera podría hacer la tarea, aunque... por su culpa unas veces estuvo llena de leche.

A cada palabra que Helga mencionaba, Arnold reflejaba un poco del desconcierto que el joven iba acumulando, tratando de imaginarse el que Helga viviera con un muchacho a su edad. Hasta que escuchó la última frase

- ¿Cómo que de leche?

- Sí, una vez le estaba dando su biberón y haciendo la tarea, y no sé porqué los bebés son así; que si el aire se les atora todo lo que acaban de ingerir lo echan para fuera. – Arnold estaba atónito. – Sí, cuando era más pequeño mi sobrino vomitó mi tarea.

- ¿O sea... que estabas hablando del hijo de tu hermana Olga?

- PFFF, claro. ¿Tú qué pensabas, eh? – Helga la miró pícaramente, mientras tomaba su refresco, y alzaba una ceja, acusadoramente. De pronto, el muchacho se interesó en su comida.

- En nada, - dijo al fin, desinteresadamente. – ¿Y porqué dices que cambio toda tu vida?

Tras sorber de nuevo el popote, retomó su narración.

-Porque lo hizo, - declaró. – Desde el momento en que supe que llegaría, todo cambió.

Cuando mi padre se enteró de que Olga estaba embarazada, no estalló por que Dios es muy grande...y porque la ama demasiado, pero esa vez sí que dudó de toda la dedicación con la que idolatraba a mi hermana, así que lo único que supo hacer para mostrar la poca misericordia que tuvo con ella era dejándola vivir en nuestra casa. Su esposo, Tom, con quien se casó como dos meses después, trabaja para papá en su "emporio de los localizadores". Y lo más irónico del asunto es que el sujeto resultó bueno para la chamba. Siendo honestos, trata a Olga como si fuera una joya y no es que sea un snob idiota y pedante, es todo lo contrario. El hombre trabaja casi todo el día y había momentos en que la casa (quitando a Miriam, claro) sólo quedábamos mi hermana y yo. La verdad a mí me daba igual si estaba o no, hasta que un día vi en mi horrible bolsa de papel del almuerzo que no estaba una lata de sopa Campbell, sino que en su lugar descubrí un sándwich de jamón con lechuga y una soda de dieta. Hasta creí que me encontraba dormida, entonces al llegar a casa decidí averiguar que pasaba.

"Muy bien, ¿quién tomó mi almuerzo?"

"¿Tu almuerzo?"Me preguntó mi hermana.

"Sí Olga mi almuerzo, me equivoqué y tomé el de tu viejo Tom"

"No, yo hice uno para cada quien"

"¿Qué?"

"Sí, preparé un emparedado para Tom y uno para ti, espero te haya gustado" Y me dedicó una de esas chocantes sonrisas suyas. Sin embargo, no lo podía creer.

Al principio imaginé que sería pura condolencia suya, pues es muy de ella sentir lástima por la gente, y lo dejé con que no volvería a pasar. Pero me equivoqué. Resultó que diario me ponía mi almuerzo, y siempre era diferente. Pero la cosa no acabó allí, hubo una noche que salí tarde de un ensayo y cuando llegué...

"¿Qué pasó?" me lanzó no más toqué la puerta.

"¿Qué pasó de qué?"

"Pues no llegabas y ya es muy tarde".

"Estaba ensayando hermana, actúas como si me hubiese atropellado algún camión, ¿Qué te pasa?"

"Es que...estaba preocupada por ti."

¿Te das cuenta? ¡Me dijo que estaba preocupada por mi! ¿Desde cuándo le importaba lo que yo hiciera, estuviera o dejara de hacer? Y no fue la primera vez. Cuando salía, me llamaba por celular para ver si había llegado bien, y me decía que me cuidara, cuando llegaba me preguntaba como me fue y si sentía algún síntoma fuera de lo común, era primera en asistirme. La verdad no me lo podía creer, pero al parecer el instinto maternal la obligaba a actuar de esa forma. Y por primera vez en mi vida, una persona me procuraba.

Helga dibujó una sonrisa en su rostro, que describía perfectamente lo inexplicable que ello la hacía sentirse, pero que al mismo tiempo le demostraba afecto. Tras un largo suspiro continuó.

Pero cuando nació su niño...Creo que nunca lo voy a olvidar. Eran como las tres de la mañana, cuando rompió aguas, aparte de que fue as-que-ro-so, todos andábamos en pijama y corrimos como desquiciados al auto, llevando el ajuar del niño y con el marido y la madre exhalando como si fueran un par de sopladores de hojas descompuestos. Aunque... no puedo dejar de decir, que sí me sentí angustiada. Pero cuando al fin nació, y me lo presentaron... fue como amor a primera vista. Esa cosita fea, arrugada y roja era tan linda, que hasta dudé que Olga fuera su madre. Y así empezó mi vida como tía: cuidando al escuincle, cambiando sus pañales (que no fue para nada placentero) y dándole de comer. Fue como una odisea, pero, bonita.

Sin poderlo evitar, Arnold lanzó una carcajada que no veía fin, y Helga lo miraba sin comprender qué era lo gracioso.

- ¿Porqué te ríes? – Su voz denotaba un tanto de molestia.

- Lo... lo siento – Volvió a reír. – Pero es que no puedo concebirte cambiando pañales y arrullando bebés.

- No eran bebés, era sólo uno. No seas tan payaso, después de todo soy una chica ¿no? – Objetó Helga. Arnold intentó cortar sus carcajadas.

- Lo sé, pero es que te esforzaste por tanto tiempo en ocultar eso, que ahora suena extraño. – La chica se quedó pensando. Era cierto, su niñez la vivió bajo una máscara de brutalidad que parecían más las de un niño, que incluso sus ompañeros eso ya lo pasaban por alto.

- Para que veas todo lo que logró Shawn en mí. – Dijo tras sus meditaciones. Tomó de nuevo el refresco y le sorbió. – Y también, Sharon cuando llegó hizo de las suyas. Les debo a ambos mucho, y Shawn se convirtió en mi mejor amigo, el que más me escuchaba y que estaba conmigo más que nadie. Por eso lo amo.- Terminó de decir.

Arnold sonrió como un niño, al oír esto último y también quedó en silencio. Repasó todo el relato y con satisfacción pudo concluir lo siguiente:

- Veo que la vida a través de estos años, para ti ha sido muy buena. – Helga se encogió de brazos.

- Podría decirse que sí, entre esas cosas hubo una que otra que le echaba caca al pastel. – El joven suspiró. Helga y sus hermosas frases. – Pero sí en gran medida fueron buenos.

La muchacha posó sus brillantes ojos en el amor de su vida. En su corazón tenía dispuestas las palabras que deseaba preguntarle, pero muy en el fondo temía conocer su respuesta. Ella se había enamorado, efímeramente y nada posible, pero al fin, sucedió un romance, dejando de lado al amor de su vida. Tenía miedo de que Arnold le dijera que tenía novia y más que fuera... ¡Ugh! A Helga la recorrieron los escalofríos.

- ¿Qué tienes? ¿Te dio frío? – Preguntó Arnold al verla temblar.

- No, ehm fue por los hielos, - Sonrió nerviosa, - ¿Y tú? ¿Qué ha sido de ti en estos últimos años?

Arnold de pronto se fijó en ella, y sus dedos golpearon la superficie de la mesa, como si de un teclado se tratara. El joven pasó saliva y la memoria comenzó a dar reversa.

El joven abrió la boca y comenzó a hablar.


Aquí termina este capítulo y después de tanto amor tan inusual en la vida de Helga luego veremos lo que cuenta Arnold n-n

Dejen reviews, por favor pues son la verdad los que me animan a seguir con esta historia y de nueva cuenta agradezco a los lectores!