Disclaimer: Naruto NO me pertenece.

Relato de un taxista

Se acomodó en el auto, dejando que sus pies se estiraran hasta tocar las palancas que mueven al coche y se recargó en el asiento; ya cómodo y establecido abrochó su cinturón y movió un poco el espejo retrovisor, acomodándolo de tal manera que fuera positivo para su visión a la hora de conducir.

Introdujo la llave y arrancó el motor comenzando a manejar por las estrechas calles de la abarrotada ciudad de Nueva York.

Era un taxista independiente, ya que era joven. En las empresas de taxis no aceptaban su edad por lo que decidió ser un taxista solitario hasta que cumpliera la edad requisita para entrar a una compañía bien establecida.

Con el paso del tiempo, notó las cosas positivas que traía consigo el hecho de ser independiente: no estaba al mando de una odiosa voz de una mujer aburrida, haciéndole viajar a casas para recoger gente. Por supuesto, se hizo más ágil; iba por la calle buscando gente que levantara si quiera un ángulo su brazo para pedir un taxi, entonces era cuando reaccionaba y se estacionaba gentilmente para que la gente tomara confianza.

Manejaba con cuidado por la famosa "Gran Manzana", observando las aceras y analizando a las personas. Entonces fue cuando divisó una jovencita, más o menos de su edad, con un bellísimo y finísimo vestido color azul rey y una chaqueta negra, de tez blanquecina que alzaba la mano sutilmente para tomar un taxi.

Sin pensarlo, condujo desde un extremo hasta el otro para poder llevarla hacia donde quisiera.

La chica entró al auto con un poco de desconfianza, a lo que le decepcionó, por alguna razón comenzaba a preocuparle mucho lo que ella pudiera pensar sobre su persona y su auto, y no tanto en el tono soberbio, simplemente le preocupaba.

—Buenas tardes —saludó contento divisándola desde el espejo retrovisor para encontrarse con unos ojos grisáceos hermosos. Tardó un poco en reaccionar para luego comenzar a reír disimuladamente, rascándose la nuca. Ella se sonrojó al verlo por el mismo espejo, encontrándose las miradas.

—Buenas… tardes —tartamudeó para luego bajar la vista la chica.

—¿A dónde se dirige? —preguntó el taxista con amabilidad.

—Por-por favor a la Avenida Madison, yo le diré dónde parar —pidió en un susurro lo suficientemente audible para que pudiera escucharla. Escondió una mueca de disgusto, quedaba bastante lejos desde donde estaban.

Arrancó con amabilidad para no espantarla, tenía un aspecto demasiado frágil, comenzándole a alterar; no quería que sus finas facciones se vieran afectadas por algún cambio brusco al cambiar las velocidades, por lo que iba un poco lento en comparación a como él solía manejar.

Muchas veces intentó comenzar una charla, tan siquiera simpatizarle un poco, pero se veía abruptamente nervioso al verla por el espejo retrovisor y observar su vista perdida entre los carteles vistosos de la ciudad… Aunque no pareciera que viese los carteles con interés sino más bien con un poco de nerviosismo ya que jugaba con sus dedos sin descansar y mordía su fino labio un par de veces, volteando disimuladamente con un sonrojo en sus mejillas que simplemente era encantador.

Rió con disimulo haciendo que sus facciones se volvieran estrechas, llamando la atención de la joven que de inmediato desvió su mirada sonrojándose.

—Hay muchos carteles, ¿no? —comentó mientras posicionaba sus manos en el volante. Si se ponía a analizarlo, era una de los comentarios más idiotas que jamás había hecho en su corta vida. Aunque para su sorpresa, a la chica pareció darle ternura.

—Vaya-vaya que sí… —respondió sonriendo para luego sacar de su bolsa una pequeña cartera.

Inmediatamente se sorprendió entrando a la avenida donde ella le había indicado. Sintió sus manos temblar, el camino se le hizo muy corto haciéndole sentir dolor por el simple hecho de que en unos minutos se estacionaría donde ella quisiera y la dejaría ir, como un ave que jamás en su vida volvería a ver.

Fue entonces cuando frenó un poco y comenzó a ir más lento, degustándose de un hermoso aroma que ella misma desprendía, un olor dulce pero no empalagoso; le observó todo el tiempo por el espejo, memorizando su rostro y sus facciones, no queriéndola jamás dejar, no queriéndola jamás olvidar.

—Para aquí… por favor —pidió cariñosamente. Obedeció a regañadientes estacionándose donde encontró lugar —. ¿Cuánto es?

—Eh… —miró rápidamente su taxímetro y observó los números—, son… Veinticinco dólares —dijo un poco apenado por tener que cobrarle tanto.

Ella sonrió y le dio el respectivo dinero en las manos, rozándolas por una fracción de segundo.

—Muchas gracias —dijo ella apenada para después cerrar la puerta del coche y encaminarse hacia su destino.

Se quedó varado, viendo cómo caminaba. Jamás en sus seis años conduciendo como taxista, se había encontrado con una joven tan linda, que pudiera hacerlo sentir millones de emociones en 15 minutos de viaje.

Suspiró y emprendió su viaje en busca de nuevos pasajeros, no sin olvidar aquellos ojos grisáceos que le hacían sonreír.

Continuará...

Bien, algunos se preguntarán, ¿qué jodidos acabo de leer? Bueno es algo un poco innusual; casi nunca ven a Naruto como taxista ¿o sí? Bueno esto fue para un concurso, así que espero que les haya gustado.

Dudas, sugerencias y assddf sería feliz si me dejan un comentario YAY!

Saludos