Para la comunidad 10pairings
Bleach y sus personajes no me pertenecen, sólo recurro a su universo y personajes para dejar volar mi imaginación.

Título: Veo Veo
Autor:
Florceleste
Fandom: Bleach
Personaje: Sado Yasutora
Pareja: 7/10 Orihime Inoue
Género: Romance, Hurt/Comfort.
Rating: M
Advertencias: Ubicado después de la batalla final contra Aizen. Con spoilers (uno chiquitito) sobre los personajes de la última saga. Descripciones subidas de tono. Algunos delirios no-canon de mi parte y un posible OoC (depende de su impresión de la saga HM).

Notas: Algo bizarro de escribir y que no es del todo mi estilo, pero esa era la idea. Quedo raro y algo oscuro, la verdad. No sé si termina de entenderse o de convencer. Pero tiene algo que me gusta, así que me decidí a compartirlo con el mundo tras arreglarle un par de oraciones groseras. Espero disfruten.


Veo Veo

Inoue sabe más del mundo de lo que el mundo cree.

Y yo sé de ella más de lo que ella cree.

Cuando ella pasa caminando, siempre hay alguien que se voltea a mirarla. Vaya por donde vaya, deja tras de sí un halo de miradas cómplices, guiños y murmullos. Ella no las escucha, metida en sus cosas, pero yo sí. No falta quien agregue un gesto grosero para ser más explicito.

Cuando habla con otros por primera vez, algunos la subestiman. Es fácil verla venir, con su sonrisa, su andar bonito y con su cuerpo, y dar por hecho que clase de persona es o que tanto sabe del mundo. Existen otros que son incluso peores, que no le miran la cara o los ojos, sino más abajo. Me provoca golpearlos.

Y cuando va por la calle es un peligro. Ella sabe cuidarse y no es tonta, pero el resto del mundo la ve y piensa lo contrario. Algunos le gritan cuando pasa, a veces cosas más o menos tolerables, otras veces cosas demasiado groseras. Los peores son los que la frenan en plena calle para invitarla a algo, creyendo que ella les dirá que sí sin más.

Es cosa de todos los días. Inoue o está acostumbrada o simplemente ni las nota. Sigue tranquila su camino como si nada. Pero yo no puedo hacer lo mismo.

Debe ser lo único por lo que agradezco ser tan intimidante. Cuando yo la acompaño, son pocos los que se atreven a molestarla. Una mirada mía y todos se silencian, miran a otro lado, y el que estaba por hacer un gesto guarda de una sacudida la mano. Mi presencia impone el respeto que la suya no puede.

Ella se da cuenta de lo que hago, del efecto que tengo en los demás, y encuentra la forma de retribuírmelo. Porque lo que gano en respeto, lo pierdo en cercanía.

Cuando ella anda conmigo el mundo parece suponer que yo no soy tan malo. Si una chica tan dulce y cándida está conmigo por su propia voluntad, no puedo ser alguien malvado ¿no? Gracias a sus sonrisas, ese pobre hombre dejó de pensar que quería robarle y pudo al fin servir los helados. Cuando le pagué y le di las gracias, pude ver que el hombre ya no tenía ninguna impresión negativa de mí, salvo quizás que debería cortarme el cabello. No era una mala persona, simplemente supuso mal.

No es fácil lidiar con los prejuicios. Y los dos lo sabemos.

Los dos sabemos que yo sé cosas de ella que ninguno de los que le gritan puede imaginarse.

Que nadie más puede imaginarse.

Sé, por ejemplo, que durante varios días, una vez al mes, Inoue no puede tolerar sus raras combinaciones de sabores de siempre (como atún y mayonesa y chispas de chocolate) y lleva comida "normal" para el almuerzo. Pero claro que casi todas sus compañeras saben eso.

Conozco su cara de frustración, de los tiempos en que entrenábamos juntos, cuando aun no era capaz de invocar sus poderes. Cuando hacíamos todo lo posible para ir lado a lado con Ichigo y sin embargo no conseguíamos alcanzarlo, siempre bajo su eterna sombra protectora. Claro que también Yoruichi conoce esa cara.

Percibí el lío de emociones que sentía, tironeada por todos lados al ver a Ichigo y Rukya juntos otra vez. Pensé en decirle que estaba bien, que no había lugar para la culpa, que estaba bien sentir celos. Pensé en decirle que yo me sentía igual.

Pero estaba demasiado confundido y la guerra se cernía sobre nosotros.

Sé todo lo que ocultaba detrás de su sonrisa cuando regresó de Hueco Mundo. No fui el único que notó que en esa felicidad y naturalidad estaba su disfraz. Ishida y Arizawa también se turnaban conmigo para intentar sacarle la verdad. No es que ella estuviera triste por haber regresado, pero parecía que algo se había perdido en el camino.

Pronto se sumó el asunto de Ichigo y de mis propias pesadillas, y de la posibilidad de que él recuperara sus poderes. Si ese era el caso, nosotros debíamos estar listos. Inoue se mostró decidida y yo percibí su espíritu más seguro que nunca. Una señal más, me dije, de que algo en ella había cambiado. Como si ella resurgiese renovada para empezar un nuevo ciclo.

Al principio, no pude saber qué era, qué se escondía en su sonrisa. Ishida me narró la batalla en lo alto de Las Noches. Di por hecho que eso era suficiente para traumarla, pero no terminé de convencerme. Algo más había en ella.

La noche que apareció en mi casa, supuse que iba hablar sobre eso. Estaba temblando y llorosa, y terriblemente fría. Me preparé para ser lo que ella necesitase que fuera, para escucharla hablar o sólo para abrazarla mientras lloraba. Pero no era eso lo que buscaba, ni fue necesario que hablara para que yo entendiera que se había perdido en Hueco Mundo. Esa noche supe algo que nadie más en este mundo sabía sobre Inoue. Y sentí el deseo egoísta y animal de guardármelo sólo para mí.

Desde esa noche, ella volvió a mí muchas veces. Yo era, siempre lo supe, un parche para su dolor y un alivio para su necesidad. Debería haberle puesto un alto, debería habérselo contado a alguien. Pero ahí estaba mi egoísmo, disfrutando de ese cuerpo que se entregaba desnudo entre mis brazos.

Logré que me hablara, y ella me narró su estadía en Hueco Mundo con todos los detalles. Temblaba al recodar y yo sentía escalofríos al imaginar. Me sentí además asaltado por la culpa. ¿Cómo podía el sexo conmigo hacerla sentir mejor? Pero Inoue sonrió y tomó mi rostro para besarme y susurrarme un suave "lo siento". No lo entendía, pero sabía que Inoue necesitaba de mí, me necesitaba para eso y nada más que para eso. Accedí a prestarme, siempre que significara menos dolor para ella.

Menos dolor para ella y más satisfacción egoísta para mí.

Como un animal que gruñía en mi interior pidiendo su cuerpo.

Su cuerpo, su glorioso cuerpo. Cada curva, cada tramo de piel, carne y vello. Sus cabellos pegándose a su espalda, sus ojos nublados y aun así brillantes, sus labios finos retorciéndose para dejar escapar un gemido que me llevaba al cielo. Su rostro distorsionado por el placer, de una forma que sólo yo en este mundo había visto.

Alcanzaba una mordida en el cuello para que empezara a gemir y yo ya estaba duro como una roca, incapaz de detenerme. Su vagina era cálida y pequeña, cubierta apenas por el vello y húmeda, y ella brincaba cada vez que mis dedos la tocaban. Sus pezones bailaban al ritmo de cada embestida, cada vez que yo entraba con fuerza en su interior y ella empezaba a balancearse.

Y junto con el cuerpo, estaba Orihime. La Orihime de siempre, que me sonreía, que me incitaba con sus suaves miradas y sus actitudes aun ingenuas. La Orihime de la sonrisa torcida y los ojos cerrado, que me pedía que fuera más fuerte, más duro, más profundo. La Orihime que llegaba al climax, que parecía que iba a disolverse entre mis manos, así que se aferraba a mí con uñas y dientes, mientras yo me hundía aun más en su cuerpo. La Orihime que se despertaba junto a mí con cara de silencioso agradecimiento.

La Orihime que entrenaba conmigo, que me acompañaba a tomar un helado o a ayudar a patrullar con Ishida, la que veía todos los días en la escuela, la que cuando estábamos acompañados aun debía ser Inoue.

Esa y todas las Orihime se entregaban a mí en esas noches. Y una de esas noches no se resistió a pedirme disculpas, no llorando pero casi. Decía que me usaba, que no era justo, y yo sólo le besaba la frente. Le repetía que estaba bien, que no pasaba nada y que dejara de disculparse. Porque el verdadero dolor me lo causaban esas disculpas. Orihime no sabía que era yo quien más dependía de esos encuentros, quien más los buscaba, quien más los rememoraba durante el resto del día. Para lo que ella necesitara yo estaba entregado en bandeja. Tener su cuerpo era ya tener mucho, tener su agradecimiento y su amistad era impagable. No podía saberlo porque nunca se lo había dicho, pero también porque ella jamás lo notaría. Inoue, que siempre andaba en las nubes pero cuando se trataba de sus personas más queridas podía saberlo todo, simplemente no era capaz de ver a través de mí.

Y yo no había visto del todo a través de ella.

Inoue sabía de mí más de lo que yo creía.

Creía que ella se recuperaría y dejaría de necesitarme. Ella se recuperó, volvió a sonreír de verdad, se hizo más fuerte. Pero a pesar del año y medio que pasó desde la guerra, nunca dejó de buscarme. Y yo nunca deje de abrirle la puerta.

Aun se sonroja cuando se trata de Ichigo, aun se preocupa por él y aun busca protegerlo con todo su corazón. Pero soy yo al que ella se aferra para no terminar de caer. Es mi nombre el que gime por las noches, al tiempo que suelta una orquesta de suspiros. Son mis labios los que la rozan despacio cuando ella lo pide.

Es mi mano la que sostiene la suya mientras caminamos hacia el escondite de Ginjo. Ella me regala una sonrisa, una de esas que sólo me dirige a mí.

Existe una Orihime sólo para mí.


Notas Finales: De nuevo, intenté experimentar con un Chad un poco más oscuro. Espero el resultado sea medianamente convincente.
Admito que Orihime es un personaje difícil para mí. Me cuesta encontrar una forma de encarar su personalidad y sus acciones. En este caso, se me cayó en un OoC extraño. Pero justificado, en mi humilde opinión. Quisiera saber cómo la perciben ustedes. ¿Me fui muy al carajo?
Quizás...
En fin, espero que de todas formas hayan disfrutado la lectura y desde ya se les agradece por pasarse. Críticas y comentarios sean bienvenidos.