¡Hola a todos! Bueno, he decidido estrenarme en esta página escribiendo un pequeño fic dedicado a Sheik, uno de los personajes que más me gustan de tooooda la saga Zelda. Como es el primer que hago, seguro que cometo un montón de errores, así que si alguien lee esto (Aunque no sé si alguien se habrá dejado caer por aquí xD)… ¡por favor, criticad, criticad y criticad! ¡Despacháos a gusto! (Pero no seáis crueles, que una tiene su corazoncito ^o^) Sólo así mejoraré. Y no me enrollo más, que si no el capi no empieza nunca. ¡Disfrutad!

*** : Cambio de escena

Trarará: Pensamientos

PRÓLOGO

El silencio que inundaba la campiña de Hyrule fue roto por el aullido de un lobo solitario, y más tarde por los ansiosos y rápidos pasos de un viajero.

Acurrucándose en la gruesa capa blanca que cubría su cuerpo, aquella figura atravesaba la nieve a tanta velocidad que un espectador distraído ni siquiera hubiera reparado en su presencia.

Las únicas pruebas de su paso eran sus huellas; juntas, poco profundas… demostraban que pertenecían a alguien menudo y no muy alto, quizás demasiado frágil para atreverse a viajar solo.

Fue por eso por lo que el bandido, que se había mantenido hasta ese momento a una distancia prudencial del viajero, decidió salir de su escondrijo.

Será pan comido – Se dijo mientras sacaba de su bolsillo una nuez deku, un curioso fruto que, al estrellarse contra el suelo, producía tanta luz que podía cegar fácilmente a cualquiera – Primero lo asusto y luego… ¡ZAS! Un buen golpe en la cabeza, y adiós a sus rupias. Y a sus joyas. Y a cualquier cosa que lleve encima.

El ladrón estaba tan concentrado pensando en su victoria, que no se percató de que su víctima se estaba acercando cada vez más y más.

Tuvo que contener un grito de sorpresa cuando una mano tocó su hombro.

– ¿Por qué me estás siguiendo?

El ladrón, al girarse, se topó con la envuelta figura del viajero. No se podía distinguir nada debajo de tanta ropa, ni siquiera el tono de su pelo, ya que lo llevaba completamente oculto bajo la capucha. Lo único en lo que pudo fijarse fueron sus ojos: valientes, peligrosos… y de un rojo tan profundo como la sangre.

Creo que me he equivocado de víctima…

– Contesta! Exigió el viajero acercando peligrosamente su cara a la del bandido ¿O es que ya no eres tan valiente sin tus sucios truquitos?

Tras decir esto último, golpeó la mano del hombre, que al no esperarse el gesto soltó la nuez deku sin ningún tipo de resistencia.

No entendía lo que ocurría… ¡El era el gran Sakon, el bandido más peligroso de Hyrule tan sólo superado por las gerudo! ¿Por no podía moverse? ¿Por qué su corazón latía tan rápido como si estuviese viendo a la mismísima Din en persona?

– Espero por tu propio bien que estés pensando en dejar de atacar a la gente que toma estos caminos Continuó diciendo el viajero ante el silencio del ladrón Más te vale hacerlo…

Mientras hablaba, el joven de los ojos granates fue desprendiéndose poco a poco de su capa.

El ladrón, que no entendía muy bien las intenciones del viajero, se temió lo peor.

Seguro que debajo de toda esa ropa tiene una espada… ¡Seguro! Ay, viejo Sakon, qué destino tan terrible para alguien como tú…

Pero lo que el bandido descubrió bajo aquella prenda no fue una espada. Tal vez lo hubiese preferido.

El joven era un sheika. El ojo con la lágrima que destacaba en el pecho se su mono lo demostraba.

¿Y había algo peor que haberse metido con nada más y nada menos que uno de los guerreros más poderosos de Hyrule?

– Más te vale hacerlo porque este ojo te estará vigilando, día y noche, cada segundo de tu miserable vida El sheika se inclinó hasta rozar con sus labios la oreja del ladrón, que ahora temblaba como una hoja en mitad de un huracán Y cuando cometas un error, por pequeño que sea… mi espada estará gustosa de probar tu sangre.

Dicho esto, el joven se acomodó la capa y se puso de nuevo en camino.

Por su parte, el ladrón se quedó sentado en la nieve, completamente derrotado. A sus oídos llegaron unas últimas palabras:

– Me llamo Sheik. No lo olvides nunca.

Luego, se levantó y comenzó a correr hacia el lado contrario a tanta velocidad como se lo permitieron sus agarrotadas piernas.

El sheika sonrió para sus adentros, alejando el recuerdo del insignificante ladrón de su mente. Podía sentir el olor del rancho en las inmediaciones. Estaba a punto de conseguirlo.

Pronto – Pensó aumentando progresivamente la rapidez de sus ya veloces pasos – Pronto podré verla… Malon…

Pero le quedaba tan poco tiempo…