1. Encuentro después de una golpiza.
Abrió los ojos en medio de un pánico infernal mientras se le escapaba todo el aire en forma de burbujas y sólo podía ver blanco y acuoso a su alrededor. Sentía el rostro helado, su cuerpo se retorcía desesperadamente, pero aquellas manos fuertes no cedían, no querían soltarlo y continuaban presionándole la cabeza para que no saliera del retrete. Lo dejó respirar un par de segundos para volver a sumergirlo sin piedad. Kyle ni siquiera lo escuchó reír, ya todo le daba igual, por inercia y no porque lo estuviera pasando bien.
Como todos estaban en la cafetería del primer piso almorzando, no había nadie para socorrerlo ni encontrarlo de casualidad. Únicamente estaban ellos dos, en una situación cotidiana y odiosa, en una tortura que se volvía interminable con cada día que pasaba. Incluso se había resignado a la idea de que alguien pudiera interrumpir todo aquello. ¿Qué iba a hacer?, ¿enfrentarlo? No. Claro que no, y lo entendía perfectamente pues nadie quería tener problemas con una persona como Steven Gray.
—No quiero que vuelvas a hacerte el valiente conmigo, ¿quedó claro, judío de mierda? —desafió, levantándolo por el cuello del abrigo y lo estampó contra la pared, apretando los nudillos sobre su cuello, casi asfixiándolo. Kyle tosió y escupió un poco de agua—. Y si el cabrón de Marsh vuelve a salirte de guardaespaldas, esto sólo es un juego a comparación de lo que te espera.
Steven le dio un fuerte puñetazo, dejándole la nariz sangrando, y se retiró. Kyle caminó hasta el retrete, bajó la tapa y se sentó. Pasó la manga del abrigo por su rostro goteando y la nariz sangrante, reteniendo las ganas de llorar por la rabia e impotencia.
Jamás pensó que podría llegar a odiar tanto a alguien, ni que alguien podía odiarlo a él sin sentido alguno. Era un odio que no se comparaba al que tenía su ex-compañero de clase, Cartman.
Ex-compañero porque, por razones desconocidas para Kyle, Cartman tuvo se cambió al turno de la noche junto con Craig y Kenny. Se veía con ellos cuando había alguna fiesta o la preparatoria organizaba eventos así que ya no tenían mucho tiempo para agredirse, apenas intercambiaban saludos, Cartman hacía algún que otro chiste racista y le decía que su madre era la puta de siempre.
Kyle nunca se había imaginado cuánto podría llegar a «extrañarlo», por decirlo de alguna manera.
Al comienzo, su vida tomó un curso distinto y maravilloso: no tenía ninguna voz molesta insultando o burlándose de él; hasta que, el año siguiente, ingresó Steven Gray, un chico no tan grosero como Cartman pero sí muy violento y terriblemente orgulloso. El problema comenzó cuando quiso postularse como presidente de la clase, compitiendo contra Wendy y Kyle lo desafió por sus muy egoístas y pésimas propuestas. Además, ambos tenían muy buen promedio y Gray no estaba dispuesto a competir con él.
A partir de allí, Kyle se transformó en su chivo expiatorio y de forma tan inteligente como disimulada. Siempre lo atacaba en lugares solitarios, nunca tenía pruebas más allá de sus propias heridas y testimonio. No podía defenderse, porque físicamente no tenía posibilidad alguna de ganar; le comentó a Stan del problema y no sirvió de nada, además le causaba vergüenza tenerlo detrás suyo como un perro guardián.
Así que se resignó a tener la cabeza dentro del retrete, a volver a casa con un ojo morado o el estómago destruido, el bolso desgarrado junto con sus papeles esparcidos, la billetera vacía y una incertidumbre y depresión que iban acrecentándose casi sin que él mismo lo notase.
Una vez recuperado el aire, Kyle salió del baño, decidido a faltar a las clases de la tarde y regresar a casa, dormir un buen rato y aprovechar la noche para estudiar física. Saldría por la puerta trasera, no tenía deseos de atravesar el comedor y que Stan o los demás le preguntaran por qué tenía todo el rostro empapado. Quedaban veinte minutos de almuerzo, los pasillos aún deberían estar vacíos.
—¿Kyle? —llamó una voz familiar. Kyle se sobresaltó y se giró enseguida, chocando con los ojos azules de Kenny—. ¿Qué carajo pasó contigo?, ¿decidiste darte una ducha? —bromeó, riendo. Pero al ver la mirada de su amigo, se puso serio en seguida.
—Tuve… problemas, no es nada, Kenny —mintió—. ¿Y qué haces aquí tan temprano?
—No tienes cara de «nada importante» —interrumpió, sin creerle nada—. Vine a presentar un trabajo al profesor de física, como no vendrá en la noche, me pidió que se lo diera en el turno de la mañana. Ahora hablemos de ti: no te ves nada bien, ¿quién fue?
Era mucho más fácil mentirle a Stan que a Kenny. Si le contaba todo, se arriesgaba a que el secreto llegara a los oídos de Stan, aun así decidió ser sincero con él, luego enfrentaría las consecuencias.
—¿Recuerdas que tuve problemas con el chico nuevo?
—Ese hijo de puta de Steven —dedujo en seguida, adoptando una expresión cargada de desprecio—. Deberías hablar con el consejero, sino siempre será como él quiere. Yo no le contaré nada a Stan —se anticipó, leyendo sus pensamientos—, es obvio que no quieres, pero… no puedes dejar que siga así por más tiempo, Kyle, tú no eres así, cuando Cartman-
—No entiendes, Kenny —lo interrumpió—. Steven no se compara al culón: me odia y de una manera muy seria. Creo que no le importaría si me deja medio muerto en el pasillo y si lo expulsan por eso. Sólo tengo que pensar en una manera astuta de arreglar toda esta mierda.
Salieron de la escuela y caminaron hasta llegar a aquella cancha de basquetbol en la que jugaban de más chicos. Kyle intentaba cambiar de tema, estaba lleno de evasivas y parecía muy interesado en cómo estaban Craig y Cartman, en si Kenny tenía novia estable; también le contó sobre los que cursaban en la mañana con él. Kenny lo escuchaba atentamente, percibiendo un deje melancólico en sus ojos verdes. Las cosas realmente andaban mal para su amigo y lo más frustrante era que Kyle no daría el brazo a torcer hasta que se diera cuenta, por las malas, que necesitaba ayuda. Claro, si ese momento llegaba.
Todo lo vivido en la primaria parecía tan lejano, casi irreal, como si se tratara de una película que vieron hace millares de años. Nunca tuvieron otro profesor de mente tan abierta como el Sr. Garrison ni un consejero que hablara como el Sr. Muckey. Con el tiempo, las cosas se tornaron monótonas: Kenny moría cada vez menos, Cartman no hacía tantas estupideces y Butters no terminaba en problemas tan extraños. Kyle sentía que el pasado estaba hecho de arena que se perdía entre sus dedos, imposible de retener salvo en el recuerdo. Se preguntó si era el único que pensaba de aquella manera, aunque no se lo diría a nadie, le parecía vergonzoso, significaría admitir que extrañaba. Que extrañaba los días llenos de sinsentido, de malos entendidos, de adrenalina, de Cartman.
El jodido Cartman. No tan jodido como Steven.
Pasada una hora, Kenny lo acompañó hasta la puerta de su casa, prometiendo que cuando todos tuvieran un sábado libre, saldrían de juerga. Kyle sonrió, recordándole que el cumpleaños de Stan estaba a menos de dos semanas y habría fiesta, obviamente estaban invitados él, Cartman y Craig. Le dio las gracias por haberle hecho pasar un buen rato en aquel día tan frustrado y, antes de que cerrara la puerta, Kenny preguntó:
—Kyle, ¿tú le tienes miedo a Gray?
Kyle tragó en seco, sin mirarlo a los ojos. No estaba muy seguro; si llegaba a tenerle miedo, era un miedo extraño. Había algo más en todo aquello, pero como parecía una mezcla caótica de sensaciones, recuerdos y problemas, no podía separar una cosa de la otra.
—No, Kenny, al menos no a él —respondió finalmente—. Nos veremos.
—Nos veremos.
Entonces sí, cerró la puerta y fue a refugiarse bajo las sábanas, a dormir un largo rato.