TUS SUEÑOS MÁS SALVAJES

(Your Wildest Dreams)

Por Kristen Elizabeth

Traducido por Inuhanya

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Fin de la oración.

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Capítulo 1

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Se suponía que tendría que haber sido un simple viaje a África, planeado por su publicista como parte de su campaña para la Presidencia de las Naciones Unidas de la Esfera Terrestre. Se supone que iba a detenerse en la recién reconstruida Base del Lago Victoria por un día, cortado la cinta roja, dado un discurso sobre cómo planeaba continuar destinando fondos suficientes a los Preventivos para permitirles continuar su buen trabajo ante su elección, y luego volaría de regreso al Reino de Sanq para más carreras y reuniones.

Resultó ser una aventura que cambió para siempre la vida de Relena Peacecraft.

No tenía idea de qué sería mientras empacaba una simple bolsa con sus cosas la mañana de su partida. A los veintitrés años, Relena prácticamente era irreconocible como la joven e ingenua niña que había sido coronada Reina del Mundo. No sólo su cuerpo se había llenado, sus ideales y metas habían madurado en los siete años desde que la guerra había terminado. Mientras aún creía en la paz, Relena no protestaba más de la idea de que pudiera llegar sin ningún derramamiento de sangre.

La política, sin embargo, no estaba en su mente mientras doblaba un traje ligero en su maleta. La noche anterior, había salido a su tercera cita con el hijo del Embajador Trade, y aún estaba recuperándose de sus intentos por robarle un beso al final de la noche. Salir con alguien, especialmente alguien que definía la palabra 'asqueroso', fue idea de su publicista. Relena simplemente siguió el juego, para mantener la apariencia pública de que era una mujer normal, y no una solitaria adicta al trabajo. Si se hubiese salido con la suya, habría pasado la noche con un buen libro y una copa de vino.

Pausó por un segundo. Leer y beber sola. Era triste cómo eso podía constituir su idea de una noche divertida. Tal vez eso era por qué continuaba aceptando las citas que le pedía. Para convencerse de que su vida no era la más aburrida historia contada.

Alguien golpeó en su puerta, sacando a Relena de sus pensamientos. "Adelante."

"Estás lista?"

Su voz tenía el poder de agarrar su garganta y detenerla de respirar por varios segundos. Entonces, era algo bueno que Heero Yuy raramente le hablara excepto cuando fuese inevitable. Había sido su guardaespaldas Preventivo asignado desde que había sido elegida Ministra de Relaciones Exteriores cuatro años atrás, y desde entonces, probablemente tenían un gran total de tres horas dignas de conversación.

Relena cerró su maleta y la depositó en el piso. "Sólo unas cosas más, y lo estaré."

Desapareció en el baño que estaba adyacente a su espaciosa habitación. Cuando emergió un momento después con una pequeña bolsa llena de sus artículos de tocador, Heero aún estaba de pie en la misma e incómoda posición. Lo cerca suficiente a la puerta para hacer un rápido escape, y lo lejos suficiente de su cama para recordarle que nunca iba a estar en ella.

Haciendo una gran pretensión de añadir su maquillaje a la bolsa, Relena le dirigió una mirada a su guardaespaldas. Ella no era la única que había crecido desde la guerra. Heero siempre había sido inevitablemente agradable a la vista, pero ahora era peligrosamente bien parecido. La combinación de sus penetrantes ojos, el frunce que para siempre estaba marcado en su ceño, y los espesos mechones chocolate que medio cubrían ambos era inmensamente atractiva. Y cuando detallabas el cincelado cuerpo que estaba tan maravillosamente acentuado por su uniforme Preventivo… bueno, Relena vivía en el infierno cada día, queriendo pero siendo incapaz de tocar.

"Me acompañarás a África?"

Sus brazos estaban cruzados, y su respuesta fue un afirmativo gruñido.

"Nunca antes he estado ahí, pero de niña siempre quise ir a un safari."

"Hn."

Relena cerró la bolsa y la depositó junto a su maleta. "Aún me gustaría algún día, pero a lo mejor sólo tendré el tiempo cuando esté vieja, gris y retirada."

"Hn."

"No puedo expresarte lo mucho que significan nuestras conversaciones para mi." Ella se puso un abrigo color crema sobre sus pantalones y blusa. "Pero mejor ten cuidado, Comandante Yuy, o tendré que comenzar a llamarte 'Sr. Parlanchín'."

Él se adelantó y levantó ambas de sus bolsas en una mano. Sin otra palabra, o incluso tanto como otro gruñido, Heero dejó la habitación.

Relena masajeó su sien con un dedo. Iba a ser un largo fin de semana.

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Su discurso de campaña fue dado sin fallas, pero entonces sólo estuvo medio escuchándolo. La mayoría del tiempo que ella permaneció en el podio hablando, Heero se preguntaba cómo lograba mantenerse tan perfecta en el abrasador calor de Sudáfrica. Sin un cabello suelto o una gota de transpiración en su ceño, Relena cautivó a su audiencia con promesas y súplicas. De la boca de alguien más, podrían haber parecido falsas. Pero él la había conocido por mucho tiempo. Relena era una mujer de palabra.

Heero miró su reloj. Elocuente o no, sería mejor que su discurso encontrara pronto su final. Se supone que la tendría en el jet privado, y en camino al Cairo para alcanzar una conexión a Sanq dentro de la próxima media hora, y no iba a interrumpirla en orden de seguir la agenda.

Lo odiaría por tal vez unos minutos. Tan honesta como era, también era muy indulgente. Esa probablemente era la única razón por la que aún tenía trabajo como su guardaespaldas. Podría perdonarlo por ser incapaz de darle lo que necesitaba. Lo que merecía. Aunque veía tan indulgente su habilidad para corresponder a sus sentimientos.

Pero eso no era verdad. Sabía cómo sentía por él. Sabía cómo sentía por ella. Pero nunca lo sabría. Porque por todo el coraje que se supone debía tener, Heero no lo tenía para seguir su propio consejo y ser sincero con sus emociones.

Lo mejor que podía hacer era protegerla y cuidarla desde las sombras mientras era cortejada por cada soltero disponible con linaje. Algún día, probablemente se casaría con uno de ellos, y tendría una sucesión de bebés perfectos. Pero antes que eso pasara, había jurado retirarse. Podía soportar muchas cosas, pero verla casada y embarazada con el hijo de otro hombre era demasiado.

Su discurso estaba redondeándose y estaba aliviado de no tener que incurrir su ira temporal, aunque era divertido verla enojarse. Sus ojos destellaban, sus mejillas se sonrojaban, su voz pasaba de educada y contenida a apasionada e irritada; veía la verdadera Relena cuando estaba molesta, no la aguada política que le mostraba a todos los demás.

"Es mi intención…" anunció. "… asegurar que los Preventivos tengan los medios para continuar sus esfuerzos por mantener la paz indefinidamente, buenas instalaciones como esta base. Esta es mi promesa, la promesa de un mañana seguro para ustedes así como para futuras generaciones. La paz no es un estado del ser, sino un estado de creer. Y creo que juntos, podemos mantenerla. Gracias."

Entre muchos aplausos y gritos de los reporteros por fotos y respuestas a sus preguntas, Relena bajó del podio. Heero inmediatamente se movió a su lado, un escudo humano contra las multitudes. Su mano permanecía en el mango de su arma en la funda alrededor de sus caderas; sus ojos escaneaban la multitud por alguna señal de comportamiento agresivo.

Hicieron su recorrido hacia el jet que la esperaba; Relena hizo su mejor esfuerzo por sonreír y despedirse mientras era apresurada a subir las escaleras y entrar al avión. Él no pareció notar su frustración; podría luchar a su alrededor. Su seguridad era su única prioridad.

En la cima de las escaleras, Heero le dio un vistazo final a la base antes de seguirla. La aeromoza cerró la puerta tras ellos, sellando el avión para el despegue. Relena ya estaba sentada en una de las amplias sillas de cuero, manos en sus caderas. "Sabes, la política se basa mayormente en la opinión pública, Comandante Yuy. Y nunca voy a mantener una opinión favorable si no se me permite tener algún contacto con dicho público!"

Él tomó su lugar al otro lado; su portátil ya estaba esperando por él en la silla próxima. "Estoy haciendo mi trabajo."

"Mira, sólo porque no quieres hablar conmigo, no significa que a todas esas personas allá afuera no les guste. Tengo obligaciones." El avión comenzó a recorrer la pista. "Tal vez si hicieras mejor tu trabajo, la seguridad en funciones como éstas no sería un problema."

Ella golpeó ahí un nervio, y le dirigió una fría mirada. "Si no estuviera haciendo bien mi trabajo, probablemente estarías muerta."

El mentón de Relena se elevó un poco. "Te importaría si lo estuviera?"

"Hn."

Ella se sentó contra la silla de cuero con movimientos bruscos. Después de unos segundos de mirar por la ventana mientras despegaban del suelo, Relena lo miró. Él ya estaba mirando una red de seguridad en su computador, pero podía sentir sus ojos azules en él. "Realmente eres una persona muy dura para amar, Heero."

Él hizo una mueca; era la primera vez en años que lo llamaba por su nombre. Pero más que eso, había usado la palabra. Sólo la usó una vez antes, en la víspera de su cumpleaños falso, cuando había expresado sus sentimientos por él, y esperó por su respuesta. Y ella nunca la mencionaba desde entonces, en la partida de su silencio.

Heero la miró. "Duerme un poco. Es un largo camino al Cairo."

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La sacudida del avión bajo ella despertó a Relena de su muy necesitada siesta. Una cobija estaba extendida sobre su cuerpo; no había estado presente cuando se había quedado dormida. Se lo atribuyó al auxiliar de vuelo; Heero seguramente no habría pensado en si tenía frío o no.

Lo próximo que ella notó era que Heero no estaba más sentado a su lado. Levantó su cabeza y miró alrededor. La cabina estaba vacía. Incluso el auxiliar de vuelo había desaparecido. Relena retiró la cobija y desabrochó su cinturón de seguridad. Mientras se levantaba, el avión se sacudió otra vez, y cayó de nuevo sentada.

Lamiendo sus labios y sintiendo una repentina sensación de temor, trató de levantarse otra vez, y esta vez logró comenzar el corto recorrido hacia la cabina del piloto. Pero antes de alcanzarla, Heero salió, luciendo más afectado de lo que lo hubiese visto. Lo cual no era decir que parecía particularmente estresado o nervioso; simplemente parecía perturbado.

"Qué está pasando?" preguntó ella. "Turbulencia?"

"Regresa y abróchate el cinturón," ordenó él. "La situación está bajo control."

"Oh, entonces hay una situación." Relena tragó. "Comandante Yuy, si algo pasa seriamente, tengo todo el derecho a saberlo."

Heero tomó su brazo y comenzó a guiarla no muy gentilmente a su asiento. "Cuando necesites saber, lo sabrás."

Otra sacudida mucho más severa movió el jet. Relena alcanzó por el portaequipaje para anclarse. Nunca lo logró; sus manos rodearon su cintura por apoyo, y se encontró muy cerca y personal con su guardaespaldas. "Vas a decirme que no necesito saber qué fue eso?"

La auxiliar de vuelo salió de la cabina; la pequeña mujer los abordó. "El capitán lo necesita, Comandante Yuy!"

Heero liberó a Relena tan rápidamente como la había tocado. "Acomódela en su asiento."

Mientras regresaba por la isla, la mujer miró a Relena. "Por favor, Ministra Peacecraft."

"Quiero saber en este minuto qué está pasando."

La auxiliar retorció sus pálidas manos. "Hay un ligero… problema con uno de los motores."

El estómago de Relena se desplomó un par de pulgadas. "Qué van a hacer?"

"Están tratando de localizar el aeropuerto más cercano o una pista de aterrizaje, pero…"

"Pero qué?"

"Estamos volando sobre lo que podría llamarse el medio de la nada, señora. La última vez, el capitán dijo Botswana central. Exactamente no hay muchos lugares para aterrizar seguros." La mujer retrocedió. "Por favor, haga lo que pide el Comandante. Sólo está pensando en su seguridad." Con eso, se movió hacia la parte trasera del avión, presumiblemente a su propio asiento.

Relena se hundió, su mano apretando su garganta. Permaneció en silencio, aún cuando el avión continuó sacudiéndose y temblando, hasta que finalmente, Heero salió de la cabina.

Ella encontró su mirada, e instantáneamente temió por sus vidas. Los ojos de Heero estaban abiertos y preocupados; su cabello estaba desordenado como si hubiese estado tirando de él. Corrió hacia ella, se arrodilló a su nivel.

"Relena," comenzó. "Es tiempo que sepas… que este avión se va a caer. Uno de los motores se averió, y estamos perdiendo combustible. El piloto va a intentar aterrizar, pero porque está oscuro, no tiene una idea clara de dónde podría ser. Recuerdas qué hacer para un aterrizaje de emergencia?"

Ella asintió un momento, antes de que su cuidadoso tono comenzara a molestarla. "No soy una niña. Puedo manejar esto," frunció ella.

Heero se puso de pie. "Bien." Comenzó a alejarse, pero luego se giró. "Quiero que sobrevivas a esto, Relena. Y no sólo porque sea mi trabajo."

Él ya se había ido cuando susurró, "De verdad, Heero?"

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Todo pasó tan rápido. Un momento estaban volando por el cielo nocturno, y al siguiente estaban cayendo hacia la dura superficie de abajo. Fue casi antinatural lo rápido que el combustible se acabó, lo repentino que murió el motor. Pero Heero no tenía tiempo para contemplar eso. Su principal preocupación era ayudar al capitán a aterrizar el jet con relativa salvedad.

Tal vez esa misión hubiese sido más clara si no hubiese estado plagado con mil preocupaciones sobre la mujer en la cabina de pasajeros. Se veía tan pequeña e indefensa donde la dejó, pero sabía que debajo de esa fragilidad había una sobreviviente. Si alguno de ellos iba a lograrlo, sería Relena.

En minutos desde el momento que el motor comenzó a fallar, el jet privado aterrizó en tierra africana, deslizándose sobre colinas y a través de bosques con aterradora velocidad. Todo el mundo pareció temblar, y todo lo que Heero pudo hacer fue aferrarse a los controles y mover su cabeza para evitar el mortal rociado de vidrio cuando las ventanas de la cabina se rompieron ante el impacto.

Y luego, todo se detuvo. Heero levantó el mentón de su pecho. Arbustos que habían sido forzados en el avión llenaban el área a su alrededor. Miró hacia el capitán. El anciano estaba caído en su asiento, mantenido en su lugar por su arnés de seguridad. Un tremendo golpe en su cráneo había sido su final.

Ignorando sus propias heridas, Heero deshizo su cinturón y salió de la silla del copiloto. Cuando sus pies tocaron el piso, el avión se movió, y escuchó el distintivo sonido de agua moviéndose. Sus ojos se fruncieron y se asomó por la ventana sin vidrio. Todo lo que podía ver era oscuridad, pero no le tomó mucho adivinar que habían aterrizado en agua.

"Mierda."

Con cuidado, Heero dejó la cabina. Podía sentir el avión hundiéndose; el tiempo se acababa. "Relena?"

Su rubia cabeza apareció sobre una golpeada fila de asientos, y casi suspira en voz alta con puro alivio. "Heero?" Mientras se acercaba, podía ver sangre en su rostro, brotando de una herida en la cabeza. Aún, todo lo que le preocupaba eran los otros. "El capitán?"

"Muerto." Después de asegurar que al menos era capaz de moverse, Heero continuó pasándola y agachó su cabeza en la parte trasera. La auxiliar de vuelo estaba en una posición similar al capitán. Un carrito de bebidas se había soltado y estrellado directamente en su estómago.

Relena se levantó. "Está…?"

Él bloqueó su vista al agarrar sus hombros. "Tomaré algunas provisiones; tú abre la salida de emergencia e infla el deslizador."

"Heero, dónde estamos?"

"Lo averiguaremos después. Ahora me gustaría que este avión no se hundiera hasta el fondo de cualquier río o lago que sea, con nosotros en él. Está bien?" Ella asintió, de repente aún más pálida. Él alcanzó por su encantador rostro, y limpió la sangre que lo coloreaba. "Ve. Rápido."

Cuidadoso de evitar a la mujer muerta, Heero reunió tanta comida no perecedera como pudo encontrar, junto con latas de jugo y botellas de agua. Lo metió todo en una bolsa de basura, junto con un kit de primeros auxilios, dos linternas y una cobija. Colgó la bolsa en su hombro, y sintió para asegurarse de que su funda aún estaba en su lugar.

Cuando regresó a la cabina, pudo ver que mientras Relena había abierto la compuerta, estaba teniendo problemas con el deslizador inflable. Su bolso de mano estaba cerca a sus pies; no podía creer que se hubiese molestado en recuperarlo del maletero.

"Toma." Él le alcanzó las provisiones y tomó su lugar en la escotilla. El agua estaba casi a nivel con el fondo de la abertura. El deslizador iba a terminar siendo más una balsa. Se infló con un fuerte tirón en su cuerda y golpeó el agua con un terrible splash.

"Sube," le dijo. Cuando alcanzó por la bolsa, sacudió su cabeza. "Sólo vamos a llevar lo que es necesario."

"Y esto es necesario," le informó Relena. "Mi pasaporte está aquí, créditos internacionales. Pasta dental. No voy a irme sin eso."

El agua estaba subiendo muy rápido para discutir con ella. "Está bien. Pero tú la cargas." Sin responder, Relena tomó un profundo respiro y subió al brillante deslizador amarillo. Heero se le unió un momento después, y alcanzó para desabrochar los sujetadores que fijaban su balsa al avión. Se separaron justo cuando el agua inundó la aún iluminada cabina. Y mientras se alejaban, observaron al jet hundirse más y más bajo la superficie hasta que sólo era un resplandor bajo el agua.

Relena tembló; el aire nocturno estaba frío. "Contactaste a alguien… para enviar nuestras últimas coordenadas?"

"No. No había nadie."

"Entonces nadie sabe dónde caímos. Ni nosotros."

Heero escarbó en su bolsa, tratando de no mover mucho el bote. No había que decir qué había en el agua a su alrededor. Sacó una linterna y la encendió. "Eso lo resume mucho."

Ella asintió apretadamente. Desviando la mirada de él, dejó salir las lágrimas que había logrado contener durante todo el accidente. Atrapada en medio de África sin ayuda en el inminente futuro… con Heero Yuy.

Su simple viaje se había vuelto una pesadilla.

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Continuará…