Disclaimer: Cualquier cosa que reconozcáis, no es mía; sino de la magnífica J. K. Rowling. El resto, es mío; aunque no saco beneficio alguno de ello a parte de el placer de escribir y ser leído. Por ello os pido que comentéis si tenéis tiempo, prometo contestar a todos al final del siguiente capítulo.

CAPÍTULO 1: Un viaje en tren y una advertencia

Albus siguió a su prima Rose por el pasillo del tren en busca de un compartimento libre. Al parecer, la mayoría de la gente ya estaba en el tren, charlando animadamente con amigos de cursos pasados; así que no fue hasta llegar al último compartimento, que encontraron dos sitios libres juntos. Albus abrió la puerta y dejó pasar primero a su prima, el compartimento estaba vacío.

Dejaron los baúles (Albus tuvo que ayudar a su prima a subir el suyo) y se sentaron el uno el frente del otro. Albus estaba deseando ponerse a charlar con Rose sobre lo que les esperaba aquel año; sin embargo, nada más se hubieron sentado, Rose sacó un libro de su mochila y se lanzó a la lectura como un león que devora su presa (muy típico de Rose -pensó Albus).

No obstante, no tuvo mucho tiempo de comentar nada, ya que en ese momento la puerta del compartimento se abrió dejando ver a un chico bajo, de pelo anaranjado y ojos azules, que parecía querer estar en cualquier sitio menos en aquel.

-Bueno... esto... yo... me pregun... -balbuceó el chaval.

-Suéltalo ya o lárgate - le soltó Rose, molesta por verse distraída de su lectura.

-Venga Rose, no seas maleducada, el chico solo es un poco tímido. Tú tranquilo, que aquí no nos comemos a nadie -le animó Albus con media sonrisa dibujada en la cara.

-Sí, quiero decir, no, bueno... es que no quedan sitios libres en el tren, ¿puedo sentarme con vosotros? -dijo el chaval un poco más seguro

-¡Claro! Mira, esta de aquí es mi prima Rose, y yo soy Albus. Encantado de conocerte.

-Es un placer, yo me llamo Nathan Foley -contestó el chico.

Ahora que le había escuchado decir una frase completa, a Albus le pareció que Nathan no debía ser de Inglaterra, tenía un acento que Albus no pudo sino encontrar cómico. No obstante, para variar, Rose se le adelantó y fue ella la que preguntó:

-Tú no eres de por aquí, ¿verdad?

-No -dijo Nathan ruborizándose un poco- la verdad es que soy irlandés, de Galway.

-Oh, y ¿cómo es que vas a Hogwarts? -pregunto Rose- pensaba que en Irlanda ibais al Trinity College, en Dublín...

-Así es, pero mi padre se ha tenido que mudar a Inglaterra por motivos de trabajo, y prefería que estuviese un poco más cerca -contestó Nathan- Ya sabéis, con eso de ser mi primer año... no sé quien está más nervioso, si él o yo -añadió Nathan con una sonrisa burlona, a lo que tanto Albus como su prima rieron.

-Nosotros también vamos a primero, seguro que seremos buenos amigos -dijo Albus, y tanto Nathan como Rose asintieron.

En opinión de Albus, aquel chaval, aunque un poco tímido, parecía muy simpático. Empezaba a alegrarse mucho de que hubiera decidido sentarse allí con ellos (su padre le había hablado de la importancia de hacer amigos en el primer viaje a Hogwarts; ahí se habían conocido él y su tío Ron), cuando Nathan lanzó la pregunta que tanto había estado temiendo Albus:

-Por cierto, no me habéis dicho como os apellidáis, ¿no? Tampoco es que tenga mucha importancia; siendo de Irlanda no puedo conocer a vuestros padres, pero bueno... por saberlo.

-Sí, ese ha sido el idiota de mi primo, siempre intenta esconder su apellido como si fuese para avergonzarse... -respondió Rose- Yo soy Rose Weasley, y éste de aquí es mi primo Albus P...

Pero antes de que pudiese terminar la frase, la puerta del compartimento volvió a abrirse y una chica delgada, rubia, de ojos castaños y estatura media entró sin preguntar. Desde luego, lucía mucho más segura que Nathan cuando hace apenas cinco minutos había entrado por aquella misma puerta.

-Perdonad -dijo la chica- estaba hablando con mi hermano Ignotus y no me he acordado de buscar sitio, así que... bueno, aquí me quedo.

Rose abrió la boca para protestar; pero Albus le lanzó una mirada cuyo significado estaba bien claro: "mejor no hacerla enojar", así que la chica continuó hablando:

-En fin, me llamo Anne, Anne Zabini, es un placer conoceros.

-Un placer -contestó Albus sinceramente- nosotros somos... Pero Rose le cortó de mala gana, y Albus supo al momento lo que pasaba por su cabeza; ¡esta vez no iba a dejarle esconder sus apellidos!

-Yo soy Rose Weasley, encantada, éste de aquí es mi primo, Albus Potter, y el de al lado suyo es Nathan Foley; nos acabamos de conocer, es irlandés, ¿verdad, Nathan?

Pero Nathan ya no atendía a lo que Rose estaba diciendo, se había quedado mirando fijamente con la boca abierta a Albus, que hacía lo posible por mirar hacia otro lado. Siempre ocurría igual cuando Albus mencionaba su apellido, y aquello le desagradaba sobremanera. Había pensado que una vez llegara a Hogwarts sería Albus Potter, y no Albus, el hijo de Harry Potter; pero parecía que iba a hacer falta más para salir de debajo de la sombra de su padre. Pues costara lo que costase, Albus estaba determinado a hacerlo. Algún día a su padre le conocerían como Harry, el padre del gran Albus Potter.

-¿¡Cómo he podido no darme cuenta! -exclamo Nathan- ¡Si eres idéntico a tu padre!

-Ehh... sí, gracias -musitó Albus, que miraba alrededor suyo en busca de un sitio cualquiera donde esconderse. Gracias a Merlín, Anne no tardó en cambiar de tema:

-Yo empiezo este año, ¿y vosotros?

-Somos todos nuevos alumnos, sí -contestó Rose

El resto del viaje transcurrió sin mayores percances; aunque Nathan seguía empeñado en que Albus le contase todo cuanto sabía de su padre, Harry. Sin embargo, curiosamente, no parecía haber reconocido el apellido Weasley de su prima; probablemente en Irlanda sólo los Potter eran conocidos, a pesar de que allí en Inglaterra todos sabían del importante papel que tanto Ron Weasley como Hermione Granger (los padres de Rose) habían desempeñado en la caída de Lord Voldemort.

Anne en cambio pareció entender que a Albus no le gustaba hablar de su padre, y se dedicó a hablar de otros temas (como de Quidditch, la casa a las que iría cada uno, o sobre si habían aprendido ya a hacer algo de magia). Albus, acostumbrado a su tía Hermione, veía con curiosidad el entusiasmo que ponía Anne al hablar del deporte mágico por excelencia (si bien su madre Ginny había jugado de cazadora un tiempo en Hogwarts, nunca hablaba de ello con tanto interés). De hecho, Albus creía que su madre había entrado en el equipo en primer lugar por estar su padre en él; algo que en opinión de Albus, encajaba perfectamente con la personalidad de su madre.

A mitad de camino, mientras degustaban plácidamente las golosinas que le habían comprado a la señora del carrito, Rose pareció decidir que ya había perdido demasiado tiempo hablando, y volvió a enzarzarse en la lectura del libro que hasta aquel momento había quedado abandonado a sus pies. Esto obligó a Albus a dar tema de conversación a sus dos nuevos amigos él sólo; cosa que por otra parte no le importó mucho, pues tanto Nathan como Anne le habían caído muy bien; si bien ésta última a veces dejaba entrever un cierto aire de superioridad (que a Rose no parecía gustarle demasiado).

Varias horas después, el tren comenzó a pararse, y los chicos se lanzaron miradas de expectación; por fin había llegado el momento. Todos juntos, salieron del compartimento cargando con sus baúles, y se apresuraron a bajarse del tren. El sol se había ido ya, y empezaba a refrescar ligeramente; no obstante, ninguno de los niños pareció notarlo, estando como estaban, tan entusiasmados.

-¡Los de primer año, los de primer año por aquí! -dijo una figura gigantesca que Albus reconoció como Rubeus Hagrid, un gran amigo de la familia.

-Hola, Hagrid, ¿qué tal el verano? –preguntó Albus acercándose a donde el semigigante se hallaba esperando.

-¡Al! Bien, bien ¿qué tal tú? ¿Y tus padres? -respondió el gigante.

-Todos estamos bien, gracias. Mira, estos son Nathan y Anne, Rose y yo los hemos conocido en el tren -añadió Albus.

-Es un placer -dijo Hagrid mirando con interés primero a Nathan y luego a Anne- recordad que estáis invitados el viernes a tomar el té; que vengan también tus amigos si quieren.

Nathan parecía un poco atemorizado por el enorme amigo de Albus; mientras que por su parte Anne parecía disgustada por algo, y deseosa de largarse de allí cuanto antes. Albus lo atribuyó a que ellos no conocían al semigigante tan bien como él o su prima, y que les costaría tiempo adaptarse (si no fuese porque le conocía desde la cuna, Albus también habría salido corriendo ante su descomunal tamaño).

A lo lejos, Albus vio a su hermano James dirigirse acompañado de su primo Fred hacia los carruajes que los llevarían a Hogwarts; los de primer año, no obstante, eran dirigidos por Hagrid montados en botes. En la distancia, cerca de donde se encontraban su hermano y su primo, Albus creyó vislumbrar una figura negra, alada y con forma de caballo; pero antes de poder ni siquiera pensar que podía ser, Hagrid llamó:

-Bien, pues vamos allá. Al, tú y tus amigos podéis tomar ese bote. ¿Todos listos? -preguntó- Bien, pues adelante -dijo sin esperar respuesta, con lo que los botes empezaron a moverse como tirados por cadenas.

El viaje en bote fue relativamente apacible, a pesar de las inclemencias del tiempo. De todos modos, el hambre, el frío y las ansias de saber a qué casa pertenecerían, les hacían desear llegar cuanto antes al castillo. Cuando por fin desembarcaron, la mayoría echaron a correr hacia las puertas sin siquiera esperar a las instrucciones de Hagrid.

-Sí, eso, id yendo hacia el castillo -dijo Hagrid, que no parecía en absoluto molesto por la escasa atención que le dedicaban los alumnos.

Albus, seguido de su prima, Nathan y Anne, marcharon hacia el enorme castillo, que desde el primer momento causó una magnífica impresión en todos ellos. Para cuando entraron en el Hall, otro conocido de Albus ya les estaba esperando. Neville Longbottom se hallaba al pie de una gran escalera, con una amigable sonrisa dibujada en la cara. El resto de alumnos ya se encontraban alrededor suyo, así que Albus se unió a la multitud.

-Enseguida comenzará la ceremonia de selección -estaba diciendo Neville- Cada uno seréis puesto en una de nuestras cuatro casas. Vuestros compañeros de casa serán como vuestra familia durante los años que estéis aquí en Hogwarts. Cualquier logro importante que consigáis, hará ganar puntos a vuestra casa; mientras que el romper reglas, os hará perder puntos. Al final del año, la casa con más puntos gana la Copa de las Casas; así que os recomiendo que os esforcéis al máximo y os comportéis como se espera de vosotros.

Neville no parecía muy cómodo, y los alumnos no parecían tomarse muy en serio lo que les estaba diciendo el profesor. Albus entendió, pues a él le pasaba parecido, que no le gustase dar esos discursos; además de que en la personalidad de Neville (o de "su tío Neville", que era como Albus pensaba en el, a pesar de no ser en realidad su tío) no entraba el adoctrinar a los niños; sino que por el contrario solía ser afable y despreocupado. Neville, comprendiendo que no se hallaba precisamente en su elemento, decidió cambiar rápido de táctica:

-Bueno, y ahora que ya os he aburrido lo suficiente -dijo con media sonrisa dibujada en la cara- vamos para adentro, que si no la profesora McGonagall me va a dejar la cara llena de arañazos. Pronto entenderéis el chiste -añadió Neville, viendo que nadie reía ni daba señales de haber entendido el comentario. Ahora, ¡vamos a ver de qué pasta estáis hechos!

Cruzaron las puertas y se encontraron con un salón enorme iluminado por velas que parecían flotar en el aire. El techo imitaba a la perfección el cielo de la desapacible noche que hacia fuera. Los alumnos de cursos superiores se encontraban ya sentados, distribuidos entre cuatro grandes mesas alrededor de las cuales había varios bancos. Al fondo, los profesores esperaban, sentados a lo largo de otra mesa en butacas que se veían mucho más cómodas que los bancos de los estudiantes.

En frente de la mesa de los profesores, sobre un taburete, había un sombrero andrajoso, que alguien debía haber olvidado ahí, a la vista de todos. Antes de que Albus pudiera preguntarse qué hacía allí, una hendidura en su ala se abrió, y el sombrero empezó a recitar:

Ya diecinueve años han pasado,

desde que murió el Señor Tenebroso.

Mas, demasiado hemos celebrado,

pues se aproximan tiempos escabrosos.

Alguno hay, que esta desentrenado;

pensó que el Mal se había esfumado.

Pero yo os digo muy preocupado:

¡Ay! ¡El Mal solo se hace el derrotado!

Venid pues, mentes ávidas de saber;

y yo os diré, a dónde pertenecéis.

Podéis ambiciosos y astutos ser,

en cuyo caso a Slytherin merecéis.

¿Ecuánimes y no os gustan los líos?

Huffepuffs sois, no os quepa duda alguna

Pero si no teméis los desafíos,

bravos Gryffindors, sois desde la cuna.

¿O leéis mucho y sois inteligentes?

¡Un buen Ravenclaw a estudiar se mata!

Probadme, veo dentro de vuestras mentes,

os diré el color de vuestra corbata.