El 6 y el 9 de Agosto de 1945 se llevaron a cabo los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki respectivamente. De 1910 a 1945 la península coreana estuvo bajo el dominio japonés.

Este es un pequeño fanfic que nos relatada la perspectiva de Kiku Honda e Im Yong-Soo sobre estos dos acontecimientos. Los personajes aquí presentes son ficticios y la historia tiene como fin unicamente el entretenimiento.

^^ Espero sea de su agrado.

Quemado

Se preguntó quien era aquel hombre cubierto de sangre y heridas malolientes que estaba parado frente a él, no fue sino hasta el instante en que sus miradas se cruzaron que descubrió su identidad. Era tan obvio, sabía que en el mundo no existía nadie más que poseyera aquellos ojos, incluso a pesar de su condición aquella bravura encerrada en el misterio de su mirada enigmática podía advertirse.

Su respiración se aceleró, tan inmóvil como él no supo que decir, en toda esa escena había demasiada gloria, el dulce sentimiento de venganza era palpable en sus labios, sin embargo, aquello no era como le había soñado: al verle así, no podía evitar sentir pena y lástima, aquel hombre orgulloso había caído tan profundo hasta convertirse en un amasijo de carne viva que apenas se podía distinguir como humana.

Japón le esperaba, estaba tan seguro de que Corea aprovecharía el momento para darle el golpe de gracia. 'El esclavo se revela contra su amo', pensó aun creyéndose el gran imperio, a pesar que el dolor punzante de sus heridas le recordaba que ya no era nadie. No podía defenderse, aunque quisiera empuñar su espada, el cuerpo ya no le respondía. 'Morir con honor', no se atrevía aceptar que era lo único que le quedaba, sino le mataba Corea en aquel momento, lo harían el resto de sus enemigos.

-No te perdono, juro por mi gente que en lo que me reste de vida te odiaré con todo mi corazón- dijo firmemente Corea cuando unas lágrimas afloraban de su rostro mientras caminaba hacia él.

Kiku cerró los ojos hasta que se produjo algo inesperado.

Un abrazo, apenas imperceptible le acogía, Yong-Soo con cuidado le levantaba en brazos y le conducía hacia un rumbo que ni él conocía. Ahora los dos lloraban en silencio, Yong-Soo le percibía tan débil que pensaba que si sus caminos hubieran sido distintos, seguramente él habría hecho todo lo posible por protegerle, tal vez amarle.

Y Kiku, que ya había olvidado como se sentía ser protegido, pudo sentir aliviado el peso de sus heridas, ya no era un imperio, entre los brazos de su hermano podía sentirse solamente como un hombre que podía ser amado.

El camino que siguieron fue largo y silencioso, pero no hicieron falta las palabras habían encontrado el entendimiento que durante tantos siglos les hizo falta. Heridos por la guerra habían perdido todo, sólo les quedaba su compañía. Corea le abrazó un poco más fuerte mientras Japón posaba su cabeza sobre su pecho, el camino pronto terminaría, cuando llegasen al final, aquel precioso que en silencio había logrado se acabaría prometiendo nunca volver.