Saludos, espero que lean mi fic... lo escribí con mucho amor para el F4 que merecía decir algo más que frases de relleno... Kim Joon... ¿cómo surgió la idea? Ni yo misma sé, solo recuerdo que empecé a escribir y salió el primer cap... ¿Jin Hee...? creo que ella cobró vida sola.

No sé si es una regla decir que los personajes de BBF no me pertenecen, pero por si acaso...

Los personajes de BBF no me pertenecen ^^

Espero lo disfruten y dejen sus comentarios (=^.^=)


BOYS BEFORE FLOWERS

Song Woo Bin - El Príncipe de la Mafia

Capítulo I

"El hombre tiene muchos sueños, la realidad sólo tiene pesadillas" Julio Ricardo Zuna

Estaba de pie ante el altar, a punto de dar el sí, cuando el incesante sonido de su móvil lo rescató de aquella terrible pesadilla. Woo Bin lanzó un profundo suspiro, aliviado de constatar que aún se hallaba en su departamento de soltero y sin un anillo en el dedo que coartara su libertad. Libertad que en los últimos meses empezaba a rayar en el libertinaje. Ya bastante lúcido, buscó a tientas su móvil. Sabía que lo había tirado en alguna parte; pero no podía recordar donde. Finalmente, y para su disgusto, recordó que lo había dejado en la repisa del fondo. Si tan solo dejara de sonar podría volver a dormir. Conciliar el sueño era algo que se le daba con facilidad, especialmente porque era lo que menos había hecho en los últimos días. Dejó la cama con bastante pesar, solo para comprobar que la persona al otro lado de la línea era su padre. Estuvo tentado a silenciar su móvil; pero eso solo empeoraría las cosas. No podía huir de él para siempre. Pero... ¿qué podía decir? Padre, siento haber dormido con la esposa del inversionista norteamericano. No, de nada serviría pedir disculpas ahora. Por más vueltas que le diera al asunto, no sería fácil salir de ese embrollo. Ni siquiera podía negar lo sucedido cuando fue su propio padre quien los descubriera. Pero que la mujer en cuestión fuera una ex conejita de playboy tenía que contar. El estaba lejos de ser un santo, y ella era una verdadera belleza americana, un plato distinto que degustar. ¡Ah! Pero no podía decirle algo así a su padre. Se sentó en el borde de la cama, concentrado en la parpadeante luz de su móvil. Finalmente, y tras una breve cavilación, encontró el valor para contestar.

—¿Te he despertado? —escuchó el amable tono de su padre.

¡Eso sí que era una sorpresa! Y lejos de tranquilizarlo, acrecentó su temor.

—No tiene importancia —fue lo único que alcanzó a decir.

—Lo siento hijo, pero tu madre insistió en que te llamara temprano. Ha organizado una pequeña reunión, nada grande. Pero es muy importante que estés presente. Así que sea cual sea el plan que tengas para esta noche, cancélalo.

—La verdad es que no tengo ningún plan —mintió, pues todas las noches tenía un plan.

—Tanto mejor —exclamó su padre—. Entonces, en casa, a las seis, de etiqueta.

—¿Etiqueta?

—Si, etiqueta.

Woo Bin sintió una extraña opresión en el pecho. Tenía el presentimiento de que sus padres planeaban algo. Tanta amabilidad después de aquel incidente… Simplemente no era normal. Encendió un cigarrillo, y se dirigió al balcón para exhalar la primera bocanada de humo. Este era un hábito adquirido en los últimos años, y que sus más cercanos amigos censuraban. Pero encargarse de la empresa familiar resultaba estresante. Primordialmente, porque su padre era un perfeccionista, y como tal, esperaba grandes cosas de él. Por eso estaba seguro que el incidente con la ex conejita no sería pasado por alto. La primera regla que le enseñara fue precisamente, no mezclar el placer con los negocios. Y en más de una ocasión, había hecho caso omiso de esa regla. Prefería seguir su propio criterio, hacer sus propias reglas.

Regresó a la cama solo para comprobar que ya era imposible volver a conciliar el sueño. La extraña amabilidad de su padre, la llamada a deshoras le alertó… Algo andaba mal. Yi Jeong se lo había advertido. E incluso le había aconsejado buscarse una buena chica y sentar cabeza. Pero eso era algo para lo que no se sentía preparado. No cuando su corazón y su orgullo habían sido pisoteados por la única mujer que significó algo. No cuando aún conservaba las fotografías de Hye Sun en su móvil. No cuando pensar en ella seguía siendo doloroso. No cuando encontrársela en la calle podía arruinarle el día, y en el peor de los casos, la semana. La verdad, es que pese al esfuerzo de sus amigos, no podía eliminar esa sensación de vacío. El amor es el amor, y la amistad es la amistad, cada uno llena espacios distintos.

Esa era la conclusión a la que había llegado.

Cerca del mediodía cayó en casa de Ji Hu. Últimamente estaban muy conectados, sus vidas profesionales podían ser exitosas; pero la sentimental era todo un caos. Aunque, a diferencia suya, Ji Hu se refugiaba exclusivamente en el trabajo. No solo había reabierto la clínica de su abuelo, sino que había mejorado el servicio. Ahora, él, Jan Di y otros dos médicos, se dividían el trabajo. Incluso, se tomaba el tiempo para supervisar la fundación. Toda su vida giraba alrededor de los sueños de su abuelo, que con el tiempo, habían llegado a ser los propios. Sin embargo, continuaba sin superar sus sentimientos por Jan Di. No era un secreto para nadie; pero este era un tema del que él prefería no hablar, y que Woo Bin nunca se atrevió a tocar, comprendía a la perfección sus sentimientos. Pero trabajar con Jan Di, verla al lado Jun Pyo, eso debía ser difícil. En su lugar, él no lo habría soportado, habría puesto mar y tierra de por medio.

—Parece un mal presagio —dijo para sí.

A pesar de que inicialmente el día prometía ser soleado, la lluvia caía a cántaros. Algo que ni el más erudito de los meteorólogos podría haber previsto. Era una lluvia fuera de temporada, un caso rarísimo.

—¿Cómo lo haces? —preguntó Ji Hu, tras una sonrisa.

Después de seis años Ji Hu era casi el mismo. Un toque de madurez… algunas libras más; pero básicamente, había cambiado poco.

—¿Hacer qué? —preguntó Woo Bin, alejándose de la ventana.

—Quedar en tan buenos términos con tu padre después de aquello.

—¿Buenos términos? —dijo el otro, un tanto sorprendido—. ¿Qué quieres decir?

Ji Hu respondió lanzándole un sobre que él interceptó al instante.

—¿Qué es esto?

—¿No lo sabes?

—¿Debería?

—Tratándose de una cena en tu honor… sí.

—¿Te burlas de mí?

Ji Hu volvió a sonreír.

—Deberías leerlo tú mismo.

Woo Bin estaba perplejo. ¿Cómo era posible que sus padres realizaran una cena en su honor, y justo después de aquello? Simplemente, no tenía lógica. No, a menos que se tratara de la última cena de un condenado. Lo habían citado en casa; pero en la invitación que recibiera Ji Hu, estaba impresa la dirección de uno de los principales hoteles del Grupo Shin-Hwa. Ahora estaba seguro que debía prepararse para lo peor.

Cerca de la hora citada, y vestido de Giorgio Armani, Song Woo Bin insistía en sacudirse una inexistente mota de polvo. Entonces, casi de repente, su rostro se relajó en una sonrisa. Tal vez estaba preocupándose demasiado. Tomó las llaves de su última adquisición, un BMW Z4 M de color negro, un auto capaz de quitarle el aliento a cualquiera, y se dirigió a casa de sus padres. Ubicada en lo alto de una colina, la residencia de la familia Song es una verdadera fortaleza. Cuenta con una férrea vigilancia, y un estricto protocolo de seguridad que incluye cámaras de vigilancia, guardaespaldas experimentados. Y, aunque ocultos al público, hombres fuertemente armados. En fin, todo lo que se esperaría de una familia, cuyas actividades extracurriculares están conectadas con la mafia. En cuanto a la arquitectura y el diseño, podría catalogarse de vanguardista. Una verdadera joya de la arquitectura moderna.

—¡Oppa! ¡Oppa! —gritaron la gemelas, al tiempo que se aferraban al cuello de su hermano mayor, y con tal presión, que a duras penas le permitían respirar.

—¡Oppa, estamos tan feliz por ti! —dijo Sun Ah, apartándose para mirarlo a los ojos; pero Jung Ah la interrumpió intencionalmente.

—Lo que quiere decir Sun Ah, es que estamos felices de que estés aquí. Desde que te mudaste te vemos poco _finalizó, haciendo una de esas muecas que solían utilizar para conmoverlo.

—Además —continuó la otra con la misma expresión—, ya no hay quien nos consienta.

—Ni quien nos defienda de mamá.

Eran unas verdaderas maestras de la manipulación; pero... desafortunadamente, sus trucos habían dejado de funcionar con su madre.

—¡Ah! —exclamó Woo Bin con una sonrisa ligeramente ladeada—. Si no hicieran tantas travesuras, no necesitarían mi ayuda. Y pensándolo bien… tal vez sea mejor para ustedes no tenerme cerca.

—¡No digas eso! —gritaron aferrándose nuevamente a su cuello—. Te extrañamos muchísimo.

Sung Ah y Jung Ah eran como dos gotas de agua, hermosas y de temperamentos vivaces. Prometían ser un futuro dolor de cabeza para sus padres. Incluso, para su hermano mayor, a quien desde pequeñas, habían convertido en su adoración. Ahora, sin embargo, pasaban juntos poco tiempo. El tiempo que Woo Bin dedicaba a su familia se limitaba a celebraciones especiales.

—¡Mamá! —exclamó Sung Ah, soltando a su hermano.

—¿Ya nos vamos? —interrogó Jung Ah, haciendo lo mismo.

—En un minuto —dijo la señora Park—. Ahora niñas —agregó, mirando a su hijo mayor—, déjenos a solas.

Las niñas se abalanzaron una vez más al cuello de Woo Bin, luego se retiraron entre risillas y una mirada de complicidad que él no pudo dejar de notar.

Park Min Ah bajó los escalones que faltaban y se acercó a Woo Bin. A simple vista, nadie los creería madre e hijo. A sus cuarenta y tantos, Min Ah seguía tan hermosa como el día que cautivó el corazón de Song Myung Ho. Aunque, con un aire de elegancia y una madurez, de la que careció en sus primeros años como madre y esposa.

Conoció a Myung Ho cuando aún estaba en la preparatoria. Un año después, estaban casados y una enfermera ponía a su primer hijo en brazos.

—Mamá —dijo Woo Bin con su voz profunda—, ¿qué es todo esto?

Min Ah lo miró con ojo crítico.

—¿Así saludas a tu madre?

—Lo siento —se disculpó, dándole un beso—; pero todo esto me tiene algo nervioso. ¿Cómo estás? —agregó, en un tono más dulce.

—¡Feliz, ahora que estás en casa! Aunque sea solo por unos minutos. Nos iremos en cuanto baje tu padre.

—Mamá, antes, ¿podrías decirme que sucede? Quiero decir… ¿por qué esta celebración? Ni siquiera es mi cumpleaños.

—No hay tiempo para explicaciones —intervino el señor Song desde lo alto de la escalera—, ni tú estás en posición de exigirlas. Solo limítate a seguir nuestras instrucciones, como sucesor de Construcciones II Shin, tienes un destino que cumplir.

—Padre yo…

—Ni una palabra más, ya dije que no hay tiempo, debemos marcharnos.

Woo Bin guardó un respetuoso silencio. Después de todo, su padre tenía razón. Él no estaba en posición de exigir nada. Ya era bastante vergonzoso que hubiese descubierto a la esposa de Mr. Richardson en su departamento, y en pleno striptease. El señor Song se había enterado de sus amoríos con la dama en cuestión, y quiso corroborarlo con sus propios ojos. Sin duda esa sería la escena más bochornosa de su vida. Vestida con lencería francesa, Karissa se movía sugestivamente, mientras dejaba al descubierto sus exuberantes pechos. Fue en ese preciso instante, y justo cuando Woo Bin atrapara la prenda, que se abrió la puerta de su departamento. Su padre, Karissa semidesnuda en medio de la sala, él... Los tres en la misma habitación era una escena a la que deseaba dar delete.

Llegaron al hotel en limusina, y bajo la estricta protección de un séquito de guardaespaldas, que sospechosamente, estaban más pendientes de él que del resto de la familia. Pero, no fue hasta que llegaron al salón, que tuvo la certeza de lo que estaba a punto de ocurrir. Tanto lujo, tanto derroche, tanto misterio solo tenía una explicación.

Un recuerdo del pasado vino a su mente, la madre de Jun Pyo haciendo un anuncio inesperado:

"Todos han esperado mucho. Ahora, les daré el anuncio más importante, uno que sostiene el futuro del Grupo Shin-Hwa… la joven que es la prometida de Goo Joon Pyo y que será la futura directora del Grupo Shin-Hwa se encuentra aquí…

La heredera de la compañía de inversiones de nivel mundial el Grupo JK, Han Jae Kyung."

Esto era peor que ser desheredado, sus padres habían arreglado su compromiso, no tenía dudas.

—¡Madre! —Woo Bin habló casi entre dientes; pero Min Ah percibió su tono de reproche.

—Sonríe —le ordenó, al tiempo que ella hacía lo mismo—. La decisión está tomada.

Los invitados llegaban en rápida sucesión, uno tras otro, cada uno, extendiéndole sus más cordiales felicitaciones, mientras él se veía obligado a sonreír y agradecer los buenos augurios por su próxima boda.

—De más está decir —agregó su madre sin dejar de sonreír—, que retractarte sería como… renunciar a la familia. Y de paso, a esa colección de autos deportivos que tienes.

—¡Mamá...!

—No olvides sonreír… ¡Oh! ¡Mira quienes están aquí! So Yi Jeong y su encantadora prometida.

—Esposa —corrigió Yi Jeong con una sonrisa, mientras que Ga Eul se limitaba al saludo tradicional.

Aún le intimidaban este tipo de eventos. Llevaban apenas unos meses de matrimonio. La ceremonia, aunque pequeña, fue todo lo que Ga Eul soñó. Se llevó a cabo en una propiedad de Construcciones II Shin, ubicada en la isla Jeju. Mientras que la luna de miel se inició en Nueva Caledonia. Con sus hermosas playas de arena blanca y lagunas color turquesa, encerraba un gran valor sentimental para ambos.

Ji Hu llegó sin compañía, algo típico, tratándose de él.

Jun Pyo y Jan Di fueron los últimos en unirse al grupo; pero los primeros en enterarse del verdadero motivo de la celebración.

—¿Ya lo saben? —preguntó Jan Di, ocupando su lugar.

—¿Saber qué? —preguntó Ga Eul.

—Que Woo Bin se casa —respondió Jun Pyo, en un cargado tono de protesta—. Al paso que van las cosas yo seré el último de los F4 que se case.

Aunque Jan Di había aceptado la propuesta matrimonial de Jun Pyo, y no existían obstáculos para su unión, ella seguía sin fijar una fecha. Lo que en el fondo, daba ciertas esperanzas a Ji Hu. Y probablemente, le impedía continuar con su vida. Sin embargo, y a pesar de aquella renuencia, los sentimientos de Jan Di por Jun Pyo no solo seguían intactos, sino que se habían hecho más profundos con el paso del tiempo. Simplemente, aún no estaba preparada para casarse.

—Así que era eso —dijo Ji Hu, refiriéndose al compromiso de Woo Bin.

—¡Se casa! —exclamó Yi Jeong—. Pero, ¿con quién?

Se miraron unos a otros en busca de una respuesta; pero la identidad de la futura esposa del heredero de Construcciones II Shin, era un secreto tanto para ellos, como para el resto de los invitados. Incluso, para él mismo. Sus padres se habían encargado de todos los preparativos, sin dejarle saber nada. No tenía idea de quién sería su futura esposa, ni que tan cercano estaba ese acontecimiento. Lo cierto, es que negarse estaba fuera de discusión. Su padre había dicho algo innegable, él tenía un destino que cumplir.

—Padre —dijo, cuando tomó su lugar en la mesa de honor—, al menos, es bonita.

—Bonita, fea, da lo mismo.

Woo Bin tragó saliva, esa respuesta no era nada alentadora.

—Tranquilo, Oppa —susurró Jung Ah, haciéndole un guiño—, su madre fue miss Corea.

Un punto a su favor, pensó Woo Bin, la manzana no puede caer muy lejos del árbol.

Siendo el sucesor de una de las compañías más importante en el negocio de la construcción, en aquel recinto estaba reunido lo más selecto de aquel mundo. Ejecutivos de alto nivel, directores, presidentes… en fin, todo el que era alguien en el negocio de la construcción, estaba presente. Incluso, extranjeros. Entre ellos, inversionistas norteamericanos y de medio oriente.

—Me pregunto —dijo Yi Jeong, reflexivamente— si entre los invitados estarán los suegros de Woo Bin. Imagino que será alguien importante. El de aquella mesa por ejemplo, es el presidente Choi, del Grupo MS. Él tiene una hija de nuestra edad, bien podría ser ella.

—¿Te refieres a la señorita que está a su lado? —preguntó Ga Eul, echando un vistazo a la chica.

—Esa —respondió Yi Jeong con una sonrisa_, es su esposa.

—¿Qué? —Jan Di dejó escapar una exclamación de sorpresa, luego agregó en un tono más bajo—. ¡Pero si es al menos veinte años menor! Me pregunto que pudo haber visto en un hombre que puede ser su padre.

—No lo imaginas —intervino Jun Pyo—. Una cuenta con muchos ceros influye en el corazón de algunas mujeres.

—Dudo mucho —dijo Ji Hu, después de inspeccionar el salón—, que la prometida de Woo Bin esté entre esta gente.

—¿Qué quieres decir?

—Si se fijan —continuó—, no hay ninguna chica especialmente nerviosa. En cambio Woo Bin… solo mírenlo.

—Cierto —dijo Jun Pyo, entre risas—. Parece un cerdo a punto de ir a la guillotina.

—A punto de ser destazado —corrigió Jan Di.

—Es lo mismo —se quejó Jun Pyo.

—¿Cuándo creen que hagan el anuncio? —dijo Yi Jeong, después de la cena—. Se hace tarde, ¿no?

—Especialmente para alguien que aún está de luna de miel.

—¡Jun Pyo! —lo reprendió Jan Di.

—¿Qué…? Solo he dicho la verdad… Si yo estuviera en el lugar de Yi Jeong, ya me habría marchado.

—¡Jun Pyo…!

—¡Ya…! ¡Está bien, no seas tan quisquillosa!

Justamente, Woo Bin se sentía como un cerdo a punto de ser destazado, o como Luis XVI camino a la guillotina. En cualquiera de los dos casos, el resultado era el mismo. Su corazón palpitaba con tal fuerza, que le era imposible controlar sus pensamientos. Sabía que esta noche se decidiría su destino, y como el rey de Francia, no podría escapar de él. O simplemente, no tenía una razón para hacerlo.

—Llegó el momento —le anunció su madre, poniéndose de pie—. Es hora de que conozcas a tu prometida.

—Vamos hijo —agregó el presidente Song—. Y por favor, intenta parecer feliz… Cualquiera diría que vas a la guerra.

Eso no suena tan mal, pensó para sí Woo Bin.

Y tal como hiciera la presidenta Kang años atrás, el padre de Woo Bin se dispuso a dar su discurso introductorio. Posteriormente, anunció al que sería su consuegro. Fue una gran sorpresa para todos. El presidente del Grupo MS, Choi Do Young se puso de pie. Las exclamaciones de asombro, y los aplausos, no se hicieron esperar. Se trataba una muy importante fusión. Ventajosa para ambas partes. Tan significativa como habría sido la del Grupo Shin-Hwa y el Grupo JK en su momento. La familia Song sería lo suficientemente poderosa, como para que a alguien le importara su más de cincuenta años de historia en la mafia. O, se atrevieran siquiera a hacerles un desaire por esa causa. Cuando cesaron los aplausos, el presidente Choi tomó la palabra, y después de elogiar a su futuro hijo político, presentó a su hija:

—Agradecemos su paciencia —dijo lleno de orgullo—; pero finalmente tengo el gusto de presentar a mi hija Choi Jin Hee, heredera del Grupo MS, y prometida del Director de Construcciones II Shin, Song Woo Bin.

Dicho esto, las cortinas de detrás de ellos se abrieron con lentitud, hasta que Jin Hee quedó expuesta a la vista de todos.

Hubo un silencio sepulcral.

Woo Bin la miró de pies a cabeza sin dar crédito a lo que veían sus ojos, ni en sus peores pesadillas, había visto una chica tan desastrosa como aquella, ni tan carente de atractivos.

—Padre —dijo entre dientes—, ¿Realmente esperas que me case con eso?

Su padre estaba tan conmocionado como él. En todas sus entrevistas, el presidente Choi aseguró que su hija era el vivo retrato de su difunta madre. Pero... lo que tenían frente a ellos, simplemente no tenía nombre.

Choi Jin Hee se adelantó, y sin ningún tipo de complejos, sonrió e inclinó la cabeza reverentemente. Woo Bin respiró hondo, e hizo lo mismo. Pero, cuidándose de no desairarla con algún gesto involuntario. Una proeza, tomando en cuenta la aversión que le inspiraba.

Se colocaron uno al lado del otro, y el sonido de la sucesión de aplausos inundó la sala.


Leído y corregido noviembre de 2014. Lean y comenten que pronto habrá actualización.