NdA:Bueno, como algunos ya sabréis por mi LJ, lo de los dos capis a la semana no va a poder ser. La vida real es así de mala :( Lo siento mucho porque sé que prometí una encuesta, pero realmente dos capis a la semana serían mucho trabajo para mí, con todo lo que tengo que hacer. Si os sirve de consuelo, dos capis a la semana tb significaría que acabaríamos en febrero, más o menos, y que luego os tocaría esperar hasta septiembre para la cuarta parte.

También me gustaría deciros lo importantes que son vuestros ánimos y vuestros comentarios para sacar adelante esta saga. ¡Os necesito! ^^ Este es un proyecto tan largo...

Y esta es la parte aburrida y reiterativa en la que declaro que los personajes de este fic no me pertenecen (bueno, algunos sí, en realidad, pero pongamos que no), sino que son de J.K. Rowling, y que además no obtengo beneficio económico alguno por su publicación.

Capítulo 1 La noticia del verano

Draco y Astoria habían decidido marcharse los primeros quince días de vacaciones a Grecia; a los niños les gustaba la playa, les permitiría recordar el griego que habían aprendido en visitas anteriores y desconectarían un poco del ambiente un tanto opresivo que se vivía ahora en Inglaterra, con todas esas medidas de seguridad.

La casa en la que se alojaban era una villa mágica de cinco habitaciones con una pequeña playa privada. Draco había descubierto ya de adulto que le gustaba nadar en el mar, un divertimento que sus padres no consideraban una distracción propia de unos sangrepuras. Pero ellos no estaban allí para opinar y a los niños también les encantaba la playa, así que esa mañana de principios de julio estaba dentro del agua, con Scorpius y Cassandra cerca, meciéndose al compás de las olas.

Astoria era la única que permanecía en la arena, resguardada del sol bajo una sombrilla. Probablemente se había quedado medio dormida. Astoria dormía nueve o diez horas todas las noches, pero nada le impedía tratar de ampliar esa cifra durante el día. Draco vio cómo una lechuza se acercaba volando. A juzgar por la hora, debía de ser El Profeta. Llegaba a media mañana, algo más tarde de lo que lo hacía en Inglaterra, pues el periódico era enviado al país extranjero por Red Flú, desviado a la oficina de Correos y desde ahí, mandado en lechuza.

El ave depositó el periódico en el regazo de Astoria, espabilándola. Draco pudo ver cómo su mujer se inclinaba de pronto hacia delante, como si hubiera leído algo en la primera página de vital interés. Casi al momento, empezó a hacer gestos con el brazo.

-¡Draco! ¡Draco, ven, tienes que leer esto!

Más que alarmada, parecía asombrada, quizás hasta divertida. Lleno de curiosidad, Draco salió del agua y se acercó a ella para ver de qué se trataba.

-¿Qué pasa?

-No vas a creértelo. –Entonces le tendió el periódico-. ¡Mira!

Draco lo hizo, tratando de no mojarlo demasiado, y en cuanto leyó el titular, la sorpresa fue descomunal.

-Hostia puta…

Astoria tenía razón, no podía creerlo, pero lo tenía delante, en las letras más grandes de las que disponía El Profeta. ¡Potter y su mujer se habían separado! ¡Y Potter pensaba pasar el ritual de divorcio en cuestión de días! Draco lo leyó a toda prisa, ansioso por enterarse de todo, mientras Astoria hacía lo mismo por encima de su hombro. Hablaban de diferencias irreconciliables –pero no explicaban cuáles- y contaban que Potter había vuelto a instalarse en Grimmauld Place. El artículo recordaba que Potter no había acudido a la fiesta del Día de la Paz con su mujer y que ya circulaban algunos rumores sobre sus desavenencias desde entonces, sobre todo cuando varias personas habían visto cómo se habían ignorado mutuamente en la estación de King's Cross.

-Un divorcio… -dijo Astoria-. Madre mía, no se tiene que estar hablando de otra cosa en Gran Bretaña.

Draco entornó los ojos, pensando en todos los chismes que se estaban perdiendo. Se moría por recibir la carta de Pansy, si es que ya había parado de reírse el tiempo suficiente como para sentarse a escribir.

-Tiene que haber sido cosa de Potter. La chica comadreja nunca lo habría dejado escapar –dijo, despectivo, pensando en cómo había entrado en primero ya babeando por él.

Y era demasiado bueno, los Weasley quedándose sin un Potter del que presumir. Tenían que estar rabiando. Oh, qué pena no poder verlos por un agujerito.

-Da igual de quién haya sido la idea, Draco –replicó Astoria, con un poco de severidad-. Cuando uno se casa, es para siempre y punto. Y si pasa lo peor y realmente la convivencia es imposible, entonces uno lleva a cabo una separación discreta, pero no va por ahí montando un escándalo para que todo el mundo se entere de que no sabe sacar adelante un matrimonio y desde luego no va y se divorcia.

-Eh, pero si yo estoy de acuerdo contigo.

-Para poder casarse con otros, imagino –continuó, como si Draco no hubiera dicho nada-. ¿Quién querría casarse con ellos ahora que todo el mundo sabe que no respetan sus juramentos de boda?

-Hum, estoy seguro de que Potter tendrá ya una cola de fulanas dispuestas a ocupar el puesto de Elegida consorte.

En ese momento, Scorpius y Cassandra se acercaron a ellos, los dos con los labios ligeramente amoratados por el tiempo que llevaban dentro del agua. Como iban en bañador, los cambios de Scorpius eran visibles; su cuerpo empezaba a parecer ya el de un adolescente, alto y espigado. Daba un poco de pánico ver cómo pasaba el tiempo. No hacía mucho había sido una cosa pequeñaja que volaba a tres dedos del suelo sobre su escoba de juguete y llenaba de babas, mocos y besos a su pobre y sufrido puffskein.

-¿Qué ha pasado?

-Los padres de tu amigo Albus se han divorciado.

-¡Divorciado! –exclamó Cassandra, estirando el cuello para poder leer el periódico-. Pero ellos no son sangremuggles.

-Potter se crió en el mundo muggle con sus tíos –dijo Draco, fijándose en Scorpius con atención. No parecía nada sorprendido, sino como si acabaran de confirmarle algo que ya sospechaba-. Es como si fuera un sangremuggle.

-Scorpius, ¿pasa algo? –preguntó Astoria, quien al parecer también lo había notado-. ¿Sabías algo de esto?

Scorpius empezó a secarse con una toalla.

-Albus me lo contó en la carta que recibí hace un par de días –reconoció.

Draco lo miró con incredulidad.

-Tendrías que habérnoslo dicho –protestó.

-¿Por qué?

Por qué. A veces Draco no tenía muy claro cómo había conseguido su hijo terminar en Slytherin.

-Porque esa información es importante –contestó Cassandra por él-. ¿A que sí, papá?

-Claro que lo es –asintió Draco.

Scorpius se encogió de hombros mientras extendía la toalla en el suelo.

-Era un secreto. Yo no cuento sus secretos y él no cuenta los míos.

Draco iba a seguir discutiendo, pero Astoria le puso la mano en el brazo para indicarle que lo dejara. Aunque no entendía por qué, decidió hacerle caso.

-Imagino que estará destrozado, pobre niño –dijo ella-. Dale recuerdos nuestros cuando le escribas.

Scorpius asintió.

-Cuando volvamos a Inglaterra, ¿podemos invitarlo a pasar el día?

-Claro –contestó Draco, al momento. No iba a dejar pasar la oportunidad de poder enterarse de algún detalle de primera mano. Estaba absolutamente convencido de que sus padres no pondrían pegas esta vez a la visita; de hecho, ardía de impaciencia por recibir sus cartas comentando la noticia.

Y esas cartas tardaron un par de días, pero por fin llegaron. Pansy estaba tan exultante que había vuelto a caer en su viejo vicio de abusar de las exclamaciones y subrayar las palabras importantes. Nunca había entendido tan bien un divorcio, decía; a ella le habría horrorizado estar casada con cualquiera de los dos y lo único que le sorprendía era que hubieran podido soportarse durante tanto tiempo. También le contó que ya se habían disparado los primeros rumores. Había quien decía que uno de los dos había estado teniendo una aventura con un famoso jugador de quidditch –hombre o mujer, eso nadie lo sabía-, quien aseguraba que Potter sólo había accedido a casarse con ella en primer lugar porque la había dejado embarazada y también quien creía que todo aquello era una artimaña para distraer al mundo mágico de la amenaza que se cernía sobre él. A Draco, más que rumores, le parecieron especulaciones. Pero parecía difícil no lanzarse a hacerlas, con un chisme tan jugoso.

Sus padres, Daphne, las amigas de Astoria… todos estaban entre escandalizados y muertos de la risa. La mayoría de ellos pensaban, como él, que era Potter quien había dado el primer paso y aunque no se privaban de criticarlo por ir en contra de la tradición, estaba claro que les encantaba pensar que Ginny Potter, que tanto se había envanecido de su matrimonio con el Chico-que-vivió, se había quedado ahora con tres palmos de narices.


De pie en el pequeño jardín trasero de Grimmauld Place, Harry observó al grupo de gente congregado a su alrededor. Le había costado encontrar gente dispuesta a hacer de testigo de su ritual de divorcio. Muchos de sus amigos se sentían entre dos aguas y temían indisponerse con Ginny si accedían a participar en la ceremonia; incluso Ron y Hermione le habían pedido que sólo recurriera a ellos si no tenía otra opción.

Pero al final lo había conseguido. Andromeda, Teddy, Seamus Finnigan, Dean Thomas, su mujer, Chloe Segal y Luna, que había vuelto a Inglaterra con Rolf para pasar allí el mes de julio. Luna había sido la única en ofrecerse voluntaria; al contrario que los demás, tenía una idea muy muggle del divorcio y, además, siempre había estado más cerca de Harry que de Ginny.

El círculo de testigos se abrió para dejar pasar al oficiante. Era un hombre alto, no mucho mayor que él, que llevaba una pesada túnica azul oscuro con runas dibujadas en los puños y en el cuello; quedó frente a Harry, mirándolo con expresión solemne.

-¿Quién me llama?

-Harry James Potter.

-¿Qué deseas?

Harry respiró hondo, esperando haberlo memorizado todo correctamente.

-En presencia de siete testigos y en nombre de la magia, pongo fin a mi matrimonio. Renuncio a los lazos que me unen a Ginevra Weasley Potter, así como a mis derechos sobre su patrimonio. Libero a Ginevra Weasley Potter de los lazos que la unen a mí y me opongo a sus derechos sobre mi patrimonio. Esta es mi voluntad y la expongo libremente.

El oficiante asintió.

-¿Qué dicen tus testigos?

-Esta unión está rota –dijo Andromeda, hablando la primera por ser la más mayor.

Uno a uno, empezando por su izquierda, repitieron la misma frase. Cuando todos terminaron de hablar, el oficiante sacó su varita e hizo un movimiento con ella. Harry dio un pequeño respingo al notar un pellizco en uno de sus dedos; era su alianza, que acababa de partirse. También la de Ginny se habría roto con el hechizo.

-La magia es testigo de tus palabras y en su nombre declaro rota la unión entre Harry James Potter y Ginevra Molly Weasley.

El oficiante hizo un nuevo gesto con la varita; Harry sabía que su firma había aparecido en el documento de divorcio. Y ya era definitivo, había dejado de estar casado con Ginny.

Mientras el círculo se rompía de nuevo, ya de forma más informal, para dejar salir al oficiante, Harry intentó discernir cómo se sentía. No muy distinto a una hora antes; irse a vivir a Grimmauld Place había sido una conmoción más fuerte. Todos se acercaron a preguntarle qué tal estaba y Luna se agachó a recoger los trozos de la alianza que habían caído entre la hierba.

-Da mala suerte quedárselos, Harry –dijo Andromeda-. Deberías deshacerte de ellos.

Harry miró a Luna con una muda petición en los ojos y ella sacó su varita y los hizo desaparecer por él.

-Gracias.

-No hay de qué –dijo Luna-. Y no hagas mucho caso de lo que te digan; no tiene sentido mantener un matrimonio cuando el amor ha terminado.

Harry le agradeció ese gesto aún más que el anterior, porque estaba un poco cansado de ver a la gente hablar de ese tema con el mismo tono que usaban para hablar de lo de James, como si fuera algo desafortunado que se debía mencionar lo menos posible. La propia Andromeda miró a Luna como si pensara que había dicho una solemne tontería, pero no dijo nada. Harry suponía que si hubiera tenido intención de criticarle por lo que había hecho no habría aceptado ser uno de sus testigos.

-Si te apetece emborracharte alguna noche sólo tienes que avisarme –le dijo Seamus, dándole una palmadita en la espalda.

-Lo tendré en cuenta.


Aquel iba a ser el peor verano de su vida.

Albus, subido a la casa de madera que había en uno de los árboles de la parte trasera del jardín, había llegado a esa conclusión sólo una semana después de haber vuelto de Hogwarts y haber visto cómo sus padres se sentaban frente a él para decirle que ya no iban a seguir casados e iban a vivir en casas distintas.

Su padre había puesto mucho énfasis en explicarle que eso no era culpa de James o de él, que no se estaban separando porque hubieran peleado tanto cuando lo de Scorpius, pero Albus no podía evitar sentirse responsable y sabía que a su hermano le pasaba lo mismo. ¿Cómo no iban a tener la culpa? Si James no hubiera atacado a Scorpius y si él no hubiera delatado a su hermano, nada de eso habría pasado. Pero Albus también pensaba que la culpa era de su madre, que había sido muy injusta con él y con su padre, y hasta de éste último, si era verdad eso que le habían dicho sus primos de que se había acostado con alguien más.

Lo peor de todo, sin embargo, era darse cuenta de que casi toda su familia estaba ahora mucho más enfadada que antes con su padre. Su madre, o sus abuelos o su tío George se controlaban un poco cuando estaban él o sus hermanos delante, pero había pescado alguna frase suelta cuando creían que no los escuchaba y sabía que estaban muy disgustados con lo que había hecho. Si Albus había creído que había sido duro estar entre James y Scorpius, eso no era nada comparado con la desgarradora sensación de estar entre su padre y su madre.

No podía arrepentirse de haber ayudado a Scorpius, sabía que nunca podría arrepentirse de eso, pero ese verano el precio parecía muy, muy alto.

Albus miró a James, que también estaba en el jardín, charlando con Michael. Había vuelto de Estados Unidos de buen humor, pero el divorcio había sido un golpe duro para él. Cuando no estaba con sus primos, solía quedarse en su cuarto escuchando música. Cada vez que Albus había entrado lo había encontrado tumbado en la cama sin hacer nada o repasando sus nuevos libros norteamericanos.

Los ojos de Albus se dirigieron hacia los periodistas que pululaban por el perímetro de la propiedad, esperando alguna declaración, algún nuevo detalle. Su madre había lanzado un Fidelius sobre la casa, así que los periodistas no podían entrar ni ver lo que pasaba dentro. A veces era gracioso, porque podían acercarse a sólo unos centímetros de ellos y hacerles burla sin que éstos se dieran cuenta de nada. Otras veces, la mayoría, sencillamente le ponía nerviosos verlos por ahí.

Un revoloteo por encima de su cabeza le hizo alzar la vista y sonrió al ver llegar a Nemo, su lechuza gris, que regresaba de su largo viaje a Grecia con una carta de Scorpius. Albus le hizo unas cuantas carantoñas y la felicitó por su gran esfuerzo antes de abrir la carta.

"¡Hola, Al!

Espero que estés mejor que la última vez. No hagas caso de los periodistas. Mi abuelo Lucius siempre dice que son todos como buitres carroñeros. Ojalá te hubiera mandado mi Capa de Invisibilidad antes de marcharme, porque así habrías podido espantarlos. Habría sido divertido.

Ya me imagino que tener padres divorciados tiene que ser un asco. Antes de empezar en Hogwarts, mi padre se iba muchas veces a Inglaterra mientras mi hermana y yo nos quedábamos donde estábamos, con mi madre, pero siempre sabíamos que volvería al cabo de unos pocos días. Lo tuyo es diferente. Aunque lo de tener dos casas de pronto tampoco es tan raro. Nosotros tenemos varias. No pasa nada por tener dos, ahora las dos son tuyas.

Nosotros nos vamos dentro de tres días a China, así que es mejor que ya no me mandes a Nemo. Pero volveremos la primera semana de agosto. Estarás con tu padre, ¿no? ¿Por qué no le pides permiso para que te deje venir a pasar el día a mi casa? Él puede venir también, si quiere. Y si los periodistas aún te siguen molestando, podemos planear juntos cómo vengarnos.

Ayer me llegó una carta de Mei. ¿A ti te ha escrito? Dice que intentó conseguir un permiso especial del ministerio para hacer magia durante el verano porque quería seguir perfeccionando su hechizo para volar, pero que no se lo dieron, claro. ¡Si sólo tiene doce años! Pero si lo piensas bien son unos idiotas, porque Mei es más lista que ellos y habría sido genial poder volar sin escoba. Bueno, ya existe un conjuro que permite volar sin escoba, pero es de magia negra y muy complicado. El de Mei podría hacerlo cualquiera y es inofensivo (excepto por la parte de las explosiones, jaja).

Mis padres me han pedido que te diga que lamentan mucho lo mal que lo estás pasando y que si necesitas alguna cosa de ellos sólo tienes que decirlo.

Un abrazo.

Scorpius Malfoy."

Aunque con desgana, Albus sonreía un poco cuando terminó de leer la carta; era como si acabara de hablar con él un ratito. Entonces suspiró, deseando que su padre aceptara llevarle a Malfoy manor. Intuía que Scorpius ayudaría a aligerar el peso que sentía en el pecho.


El hombre que estaba de pie en su despacho con postura casi marcial era un BIM llamado Kayim Gowon. Su padre era de Nigeria, pero su madre era inglesa y Gowon había nacido en Inglaterra. Tenía treinta y dos años y estaba soltero, aunque había tenido una relación bastante larga con un tipo de Gringotts. Llevaba desde los veintiún años en la BIM y había demostrado ser un agente inteligente y competente; Harry confiaba en que fuera capaz de sacar adelante la misión que iba a encomendarle.

-¿Qué sabes de Fatou Diop?

-Es el muggle que capturaron hace unas semanas mientras perseguían a aquel monstruo, el que murió en el hospital. Era senegalés, había estado en el ejército de su país y su ficha policial abarcaba varios delitos graves, entre ellos tráfico de armas y pertenencia a banda armada.

-Sí, toda una joya. El problema es que podría haber muchos más como él. Existe la posibilidad de que los secuestradores estén reclutando gente en Senegal o, al menos, de que exista alguna conexión entre ellos y ese país. Nos gustaría que viajaras a ese país y trataras de averiguar algo.

Gowon no ocultó su sorpresa.

-¿A Senegal?

-Eres el único agente de los BIM que ha estado en África. Sé que Senegal y Nigeria son dos países distintos y que probablemente no tendrán nada que ver, pero eres nuestra mejor opción. Sólo queremos que vayas e investigues un poco de manera no oficial, sin meterte en líos. Si descubres algo y necesitas refuerzos, te mandaremos a alguien.

Gowon no parecía entusiasmado con la idea, pero tampoco parecía considerarlo una mala noticia. Harry supuso que cualquiera en su situación necesitaría unos segundos para ir asimilándolo todo.

-Está bien, jefe –dijo finalmente-. Lo intentaré. Pero… no sé nada de Senegal. Va a ser complicado.

-Lo sé. Pero inténtalo, ¿de acuerdo? Sé que tienes talento para la investigación y necesitamos atrapar a esos cabrones cuanto antes.

Gowon asintió solemnemente.

-Sí, jefe.

Harry ultimó los detalles con él y lo vio marchar después con una leve sensación de esperanza. Pero no tuvo tiempo para dejarse llevar mucho por ella porque casi inmediatamente Hermione asomó la cabeza por la puerta de su despacho.

-Hola, Harry. ¿Estás ocupado?

-No mucho –contestó, haciéndole una seña para que entrara-. ¿Qué pasa?

Hermione se sentó en el sillón que había frente a él y lo miró con expresión dudosa. Harry se puso ligeramente en guardia, suponiendo que no iban a hablar de su inminente cumpleaños ni de nada igual de inofensivo.

-He escuchado una cosa por ahí. No creo que sea verdad, pero… supongo que es mejor que sepas lo que dicen.

-¿El qué?

-No te enfades, ¿eh? Dicen… dicen que tienes un lío con otro hombre. Con Broderick, el secretario de Kingsley.-Harry abrió la boca para decir algo, pero se había quedado en blanco. Sin embargo, el simple hecho de que no lo negara automáticamente hizo que Hermione sumara dos y dos-. ¡Oh! ¿Es que es verdad?

Harry comprendió que sólo podía admitirlo. Una cosa era callarse o hacerse el loco; otra, mentirle abiertamente a sus amigos. Podía estar dispuesto a lo primero, pero no a lo segundo.

-Sí.

Hermione lo miró con asombro.

-Vaya… Pero… ¿desde cuándo te gustan los hombres?

Eran las preguntas que, en cierto sentido, había echado de menos con Ron, pero ahora que tenía que contestarlas le daba bastante corte.

-Pues… desde siempre, supongo. Pero estaba enamorado de Ginny así que no pensaba mucho en eso.

-Entonces, ¿eres bisexual?

-Sí, supongo que sí.

Hermione se quedó en silencio unos segundos, tratando de asimilar la noticia.

-Más o menos el cincuenta por ciento de los magos con ambos padres magos son bisexuales. Dicen que hay relación. Entre los sangremuggles y los mestizos la proporción es más parecida a la de los muggles.-Si las estadísticas la ayudaban a aceptarlo, Harry no tenía nada que objetar. No es que hubiera esperado que Hermione lo rechazara por algo así, pero una buena confirmación nunca venía mal-. Pero, ¿por qué nunca has dicho nada?

-No sé, Hermione. Ya te lo he dicho, prefería no pensar en eso. Estaba con Ginny, no es como si acostarme con otras personas entrara en mis planes.

Ella asintió, comprensiva.

-Ya... Pero no creo que debas preocuparte. Ya sabes cómo son los magos. Ron y los demás no le darán ninguna importancia.

-Sí, lo sé, lo sé. De hecho… bueno, cuando Ron vino a verme el día que dejé a Ginny le conté que me había acostado con un hombre, aunque no le dije con quién.

-¿Se lo dijiste a Ron y a mí no? –exclamó, sonando esta vez un poco ofendida. Harry le mandó una mirada de reproche y ella reculó-. Vale, vale, tienes razón, eso no es lo importante ahora.

-Sé que el detalle de que sea un hombre y no una mujer no va a importar –dijo Harry, continuando como si no hubiera pasado nada-. Pero no quiero que la gente sepa que se trata de Cavan y empiecen a pensar que él tiene la culpa del divorcio y cosas así. Te aseguro que no la tiene-Se mordió los labios, preocupado-. ¿De verdad la gente está diciendo que tenemos un lío?

-Sí. Marcus Belby me lo ha contado hace diez minutos; no sabía si decírtelo o no. Se ve que alguien oyó cómo quedabais hace unos días en su casa y están hablando de miraditas, sonrisitas y cosas así.

Harry hizo una mueca de disgusto. Había querido evitarle a Cavan todos aquellos problemas con la prensa, pero al parecer iba a ser imposible. Si los rumores ya habían empezado, era cuestión de tiempo que llegara a oídos de algún periodista. Y luego, aún más disgustado, se dio cuenta de que, en ese caso, tendría que hablar con sus hijos del tema.


Aquella noche, después del trabajo, Harry fue a casa de Cavan y le contó lo que le había dicho Hermione.

-Ya me parecía a mí que la gente me estaba mirando raro…

No parecía muy feliz con la noticia. Harry lo entendía. Cavan había podido ver con sus propios ojos cómo le agobiaban con lo del divorcio y podía hacerse una idea de lo que le esperaba a él. Harry, que se sentía responsable, le dijo que quizás era una buena idea que dejaran de verse durante algún tiempo.

-Sería lo mejor –dijo Cavan, un momento antes de deslizar su mano por la bragueta de los pantalones de Harry-. Lo que pasa es que me gusta demasiado follar contigo.

Harry echó la cabeza hacia atrás con un jadeo y se permitió gozar unos segundos de la sensación antes de reaccionar y buscar sus labios para besarlo. Cavan abrió la boca, apretándose contra él.

-¿Estás seguro? –quiso saber Harry, antes de que Cavan hiciera alguno de sus trucos y él perdiera temporalmente la capacidad de habla.

-Casi del todo –contestó Cavan, entre beso y beso-. Al noventa y nueve por cien. Así que… ¿por qué… no me follas… ahora mismo… para que… podamos llegar… al cien por cien?

Harry sonrió mientras sus manos se deslizaban por debajo de la camiseta de Cavan.

-Creo que podemos arreglarlo.

Ahora que ya había atraído su atención, Cavan optó por tumbarse lánguidamente y dejarse hacer. Harry le desabrochó los pantalones y liberó su ligera erección. La primera vez que le había hecho una mamada a Cavan le había parecido extraño y a la vez condenadamente sexy, pero ahora ya se había acostumbrado y pensaba que le gustaba tanto hacerlas como que se las hicieran. Sin demasiados preámbulos se la metió entera en la boca y la sintió hincharse contra su paladar mientras Cavan se arqueaba hacia él.

-Oh, Merlín, Harry… -dijo, entre dientes-. Te gusta… ir al grano, ¿eh?

Harry hizo un ruidito de asentimiento que hizo gemir a Cavan de nuevo, pero no se molestó en detenerse y siguió chupando con fuerza, deleitándose en su sabor, en su olor áspero, en los jadeos entregados que provocaba en su amante. Su propia polla estaba ya dura, dolorosamente aprisionada contra sus pantalones, pero prefería concentrarse en la que tenía dentro de la boca.

Cavan le estiró débilmente del pelo mientras trataba de advertirle de lo cerca que estaba ya de correrse y Harry se detuvo. Con un movimiento de varita hizo desaparecer las ropas de ambos y con otro, que el mismo Cavan le había enseñado, lo dejó limpio y lubricado. Cavan le pasó la mano por la nuca y lo atrajo hacia él para besarlo con fuerza y necesidad, sus cuerpos tan pegados que Harry temió llegar al orgasmo sólo con la fricción. Después, Cavan se arrodilló frente al sillón y se inclinó hasta que su pecho descansó en el asiento y su culo quedó expuesto, una visión irresistible. Harry se colocó de rodillas también, entre sus piernas abiertas, guió su dura erección hacia su entrada, y le dio un beso cariñoso en el cuello antes de penetrarlo poco a poco. Aquella estrechez sí era algo a lo que aún no se había acostumbrado y tuvo la impresión de que estallaban lucecitas blancas debajo de sus párpados cerrados.

-Oh, joder…

Enterrado ya todo lo que podía, empezó a moverse poco a poco, tratando de alcanzar su próstata. Cavan se movía también, buscándole, acoplándose a su ritmo. Cada embestida parecía hacer vibrar su cuerpo y no tardó en notar el orgasmo creciendo dentro de él con una fuerza imparable.

-Sí, más rápido, más rápido –gimió Cavan.

Harry obedeció mientras empezaba a masturbarlo, perdido en el placer y en el ruido de la carne chocando contra la carne y se corrieron casi a la vez entre gruñidos ahogados. Jadeante, Harry se quitó de encima de Cavan y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en el asiento del sillón.

-¿Qué, convencido al cien por cien? –dijo, casi sin aliento.

Cavan, ahora tumbado boca abajo, alargó el brazo para darle la mano y le dio un apretón cariñoso.

-Al cien por cien.

Continuará