Disclaimer: Ninguno de los personajes descritos en esta historia me pertenecen ni obtengo beneficio económico alguno por su uso.
Timeline/universe: Movieverse.
Estoy algo así como ATERRORIZADA de publicar esto. Lo escribí de paso, un día que tenía un ataque de amor por Iron Man y ahora me ha dado la locura de querer publicarlo. No tiene beta, y como dije, esto fue escrito con prisas, así que si hay algún error, pues bueno, lo siento muchísimo.
(El título es parte de una canción de U2. No se me ocurría más nada, vaya.)
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Oh, you, look, so, beautiful tonight.
Pocas veces se queda a dormir. Generalmente, llega muy temprano y se va tarde. Muy tarde. Pero no tan tarde como para que más que culminar sus horas de trabajo, el abandonar la mansión Stark resulte un acto de suicidio. De cualquier forma, siguen siendo pocas, poquísimas tal vez, las veces que le ha visto dormir en su casa.
Siempre que se queda, utiliza una de las habitaciones para invitados; a pesar de sus numerosas protestas (y propuestas), y siempre que se queda, la ve desaparecer tras la puerta de la susodicha habitación, con su traje formal y sus tacones altísimos y cerrar la puerta tras ella. No sabe si duerme desnuda o qué, pero a la mañana siguiente está tan impecable como siempre. A veces cree (y si no le resultara paranoico hasta a él juraría que) se levanta muy temprano en la madrugada y conduce hasta su casa, solo para arreglarse con una de sus faldas ridículamente entalladas y sus chaquetas con botones justo por debajo del nivel de sus pechos, y luego se cuela sigilosamente de nuevo en la habitación como si nunca se hubiera ido.
Honestamente, él siempre ha tenido una especie de curiosidad mezclada con morbo respecto a ese asunto, a la combinación de Pepper y las palabras sueño y dormir. Probablemente por el hecho de que no puede concebir a su eficiente e invencible secretaria haciendo algo tan humano como dormir. Eso es para los mortales, ella está en otro apartado mitológico, como con los dioses que podrían dominar el mundo con una simple palm o algo. Siempre lo pensó así, o por lo menos, lo hizo hasta esa noche, cuando después de una de sus misiones regresó abollado, golpeado y, principalmente, agotado y la encontró durmiendo en el sofá de su garaje.
Pantalones de chándal y una camiseta de tirantes negra que resaltaba el tono blanco de su piel y las pecas en su escote. Él, con una sonrisa inmensa en su boca no puedo hacer otra cosa más que acercarse a ella y cubrirle con una manta. Y, claro, quedarse observándole durante, al menos, quince minutos. Bajo la luz azulada que despedía su pecho, ella descansa apaciblemente.
Con manos un tanto temblorosas y conteniendo el aliento, le acaricia la mejilla y retira un mechón de cabello de su rostro. Cuando ella se mueve en sueños, y por el momento en el que cree que la ha despertado, su corazón se salta como tres latidos para luego trabajar al triple de su potencia cuando ella susurra en sueños.
— Tony – dice en un tono tan bajo que, de no haber estado a menos de cinco centímetros de su rostro jamás habría escuchado. — Tony – repite y él siente que el corazón le crece lo suficiente como para romper balanzas, en plan Grinch y eso.
No es que Tony sea hombre de chorradas filosóficas y creencias estúpidas del tipo "el amor lo cura todo" y "la felicidad alivia todos los dolores", pero puede que comience a creer en eso de "Sarna con gusto no pica" porque cuando se acomoda a los pies del sofá, y se duerme con el cuello formando un ángulo imposible en un intento de recibir absolutamente todo el olor a vainilla y canela de su cabello, puede jurar que el dolor de sus moratones, heridas y cortadas no es ni la mitad de fuerte de lo que era cuando Jarvis finalizó de quitarle el traje.