Sidestory 14

UNA VISITA A ROZAN

Año 2002. Fragmento de un chat en el canal #santuario

PEGASO: Pues, la verdad, no esperaba que lográramos llegar todos hoy.

CISNE: Lo que me preocupa es si podré despertar a tiempo mañana, la diferencia de horarios no es de lo más agradable que digamos.

DRAGÓN: Es culpa nuestra, pudimos haber elegido todos la misma universidad o aunque fuera el mismo país.

PEGASO: Tal vez, pero tengo la ligera sensación de que no es saludable ir a la universidad en China. Remember Tiananmen.

DRAGÓN: Me estás ofendiendo.

*UNICORNIO has entered to #santuario*

*UNICORNIO was kicked by cHan (lo siento, no puedes permanecer en este canal)*

DRAGÓN: ¿Y eso?

PEGASO: cHan acaba de patear a Jabu XD

CISNE: ¿Quién lo baneó? Agh, no me contesten...

PEGASO: ¿Por qué todos me miran a mí? :(

DRAGÓN: Estás paranoico. Tu computadora no tiene cámara, ¿cómo podríamos verte? Y deja de morder ese lápiz.

PEGASO: ¡aaaaaarrrrrhggh!

DRAGÓN: Vas a gastarle los signos de admiración a ese pobre teclado...

ANDRÓMEDA: Creo que ya lo arreglé. Veamos si intenta entrar otra vez.

PEGASO: Aguafiestas.

ANDRÓMEDA: Haré de cuentas que no leí eso.

PEGASO: ¿Y por qué está Ikki tan callado hoy?

FÉNIX: Cuando tenga algo que decir, lo diré.

PEGASO: Pero q2ue car'09ct

PEGASO: Perdón, quise decir "pero qué carác'9

PEGASO: Rayos, otra vez, ya estoy hablando en vereniano.

ANDRÓMEDA: ¿En qué? Oo?

PEGASO: Es un nuevo idioma :P Me encargaré de que aprendas cuando consiga que me visites en España :3

ANDRÓMEDA: No estoy seguro de querer aprender, Seiya, necesito buena ortografía para los exámenes.

*UNICORNIO has entered to #santuario*

DRAGÓN: Hola.

CISNE: Hola.

ANDRÓMEDA: Bienvenido.

PEGASO: Ni modo, resignémonos.

UNICORNIO: Hola.

DRAGÓN: ¿Cómo están las cosas por las 12 Casas?

UNICORNIO: Sin novedad hasta el momento. Saludos para Hyoga de parte de Vega.

PEGASO: Wow! ¡Parece que sí va en serio el asunto!

CISNE: No te burles de mí, Seiya.

PEGASO: Aburrido.

DRAGÓN: Una pregunta.

DRAGÓN: ¿Alguno de ustedes me ayudaría a cosechar té?

PEGASO: ¿Y eso?

DRAGÓN: Shunrei me pidió ayuda. Tuvo la ocurrencia de plantar té para ser cosechado este año, y necesita ayuda para recoger las hojas antes de que dejen de servir.

PEGASO: Nunca he hecho algo como eso.

UNICORNIO: Todos aquí sabemos que nunca has trabajado.

PEGASO: En labores de campo, imbécil.

DRAGÓN: Tratamos de contratar peones en Rozan, pero todo el mundo está ocupado con sus propias cosechas. Yo puedo alejarme de la universidad unos días, pero Shunrei, Mylagros y yo solos no vamos a poder terminar antes de que tenga que volver a clases. Y si se pierde *también* esta cosecha, Shunrei me va a culpar a mí. La propiedad era del Maestro Dohko, es mi responsabilidad vigilar que esté bien atendida.

PEGASO: Pensé que se la había dejado a Shunrei.

DRAGÓN: Mitad y mitad, pero ella es soltera y yo soy lo más cercano que tiene a un pariente varón. La tradición aquí es que yo me haga cargo. Además, le prometí al Maestro que me aseguraría de que a ella no le falte nada.

FÉNIX: Y en este momento lo que le hace falta es unos cuantos trabajadores.

DRAGÓN: Precisamente.

ANDRÓMEDA: Con gusto ayudaremos. ¿Verdad, chicos?

UNICORNIO: Será.

FÉNIX: Sí, claro.

PEGASO: Si no hay más remedio ;D Todo sea por la sonrisa de una bella dama (y porque no te eche a ti a patadas, Shiryu).

DRAGÓN: Ella no me echaría a patadas.

PEGASO: Si pudo enfrentar a Máscara de Muerte, es mejor no tratar de averiguar cómo es cuando se enoja.

DRAGÓN: Cierto.

PEGASO: Y estando en China, tal vez podamos conseguirle novia a Ikki.

FÉNIX: ¡De eso, nada! Otra cita a ciegas planeada por ti y te juro que vas a lamentarlo.

PEGASO: Cualquier día de estos se te va a casar Shun. Y ya sabes eso de "hermano saltado, hermano quedado".

FÉNIX: Cualquier día de estos puedo aparecerme por España para darte una paliza, Seiya.

PEGASO: ¡Shun, tu hermano me está amenazando!

ANDRÓMEDA: Pues no lo provoques, o atente a las consecuencias.

PEGASO: ... ¿qué pasó con el pequeño adorable Shun que siempre buscaba la paz y el entendimiento entre las naciones?

UNICORNIO: Maduró y se dio cuenta de que ustedes no tienen remedio.

PEGASO: ... Y después preguntan por qué es que baneo a este equino...

UNICORNIO: ¡Acabas de confesar tu delito! Y no olvides que tú también eres equino, congénere.

PEGASO: Bueno, yo al menos progresaré un poco cuando obtenga la armadura de Oro...

UNICORNIO: Sí, entonces serás "solo" medio animal.

PEGASO: En cambio, tú serás degradado a insecto.

UNICORNIO: Arácnido, so ignorasno.

PEGASO: Lo que sea. Igual serás una plaga egipcia. Como siempre.

CISNE: Las plagas de Egipto no incluyeron escorpiones.

UNICORNIO: Y en todo caso es mejor ser un arácnido completo que ser un cuadrúpedo a medias.

ANDRÓMEDA: ¡Haya paz!

PEGASO: Ya habló el moderador del canal XD dejémoslo ahí, Jabu.

UNICORNIO: -** Agradece que esté el Mediterráneo de por medio.

PEGASO: Lo agradezco a diario :P Por cierto, una pregunta tonta...

UNICORNIO: Como la generalidad de las que haces.

PEGASO: Ejem. Un medio cuadrúpedo, como dijiste antes... ¿sería un bípedo?

UNICORNIO: ooU Er... supongo que depende de qué mitad sea.

PEGASO: XDD

UNICORNIO: ^_^U Tengo que irme. Nos vemos en China.

CISNE: Hasta entonces, pues.

ANDRÓMEDA: Pórtense bien.

PEGASO: No seas aburrido.

ANDRÓMEDA: Es que sale más barato, Seiya.

PEGASO: No sabía que fueras tan tacaño.

UNICORNIO: Si van a portarse mal, inviten.

*UNICORNIO has left #santuario*

*PEGASO has left #santuario*

*ANDRÓMEDA has left #santuario*

*CISNE has left #santuario*

FÉNIX: Una pregunta antes de que te vayas.

DRAGÓN: Dime.

FÉNIX: Recibí tu correo el otro día. Nunca había escuchado acerca de las Fuentes de la Tierra, pero mi Maestro me habló sobre los Elementales. Son una especie de espíritus de la naturaleza.

DRAGÓN: Sí, eso he podido averiguar aquí.

FÉNIX: ¿Los sigues viendo inquietos?

DRAGÓN: Yo no los veo, solo los oigo. La que puede verlos es Shunrei. Y es por eso que está tan preocupada últimamente. Dice que el Maestro Dohko le advirtió en varias ocasiones que un alboroto entre los elementales por lo general significa que algo altera el equilibrio de una fuente. Shunrei dice que los ve así desde que murió el Maestro.

FÉNIX: ¿Se lo mencionaste a Seiya?

DRAGÓN: No. Tiene suficientes preocupaciones como para cargarle además las mías. Se lo dije a Jabu.

FÉNIX: ¿A Jabu?

DRAGÓN: Es al único que visita el Santuario con regularidad. Él lo consultó con Vega y Vega le preguntó a alguien más.

FÉNIX: ¿A quién?

DRAGÓN: A Saga.

FÉNIX: ¡¿En serio?

DRAGÓN: Según él, cuando una Fuente está en una zona habitada, se establece una relación simbiótica entre la Fuente, los elementales y los humanos que la rodeen. Para que la Fuente pueda mantenerse equilibrada y aprovechar todo su poder, debe haber cinco personas que vivan a su alrededor y cuyos cosmos puedan sintonizarse con los de los elementales que cuidan la fuente. Personas a las cuales los elementales puedan acudir en caso de problemas.

FÉNIX: Intermediarios entre los elementales y los demás humanos.

DRAGÓN: Eso mismo. Saga piensa que el Maestro Dohko era uno de esos cinco, y que los elementales se calmarán en cuanto consigan un reemplazo.

FÉNIX: No debe ser fácil reemplazar a alguien que estuvo en su puesto más de doscientos años.

DRAGÓN: Quizá sea eso mismo lo que los inquieta. Pero de momento, lo único que puedo hacer yo es preocuparme por la cosecha de té, para que Shunrei se tranquilice.

Rozan, dos días después

-Pareces molesta –comentó Mylagros, que en ese momento no se atrevía a acercarse demasiado a Shunrei.

-Lo estoy –Shunrei arrancaba los hierbajos con más fuerza de la estrictamente necesaria.

-Er… sea lo que sea lo que haya hecho, estoy segura que el Maestro no quería enojarte.

-No, claro que no. Nunca es su intención.

-Shunrei…

-Vamos a perder la mitad de la cosecha.

-Pero el Maestro dijo que ya consiguió ayuda.

-A buena hora. No voy a poder vender esto por un precio tan bueno como podría alcanzar de haber cosechado las hojas en su mejor momento.

-No… no deberías dejar que algo así se convierta en un problema serio entre ustedes.

-No es más serio que cualquiera de nuestros otros problemas –Shunrei miró con extrañeza a la aprendiz-. Siempre tenemos diferencias de criterio, y más bien me considero afortunada de que él me permita expresar mi opinión. Muy pocos hombres aquí se toman la molestia de escuchar la opinión de una hermana menor.

-¿Hermana? ¿Ustedes son hermanos?

-Mi padre adoptivo consideraba a Shiryu como un hijo. Para mí ha sido siempre un buen hermano, aunque su vocación no esté en el campo.

-Pero todos están convencidos de que ustedes dos van a casarse –dijo Mylagros.

-Hablamos al respecto hace unos años. Acordamos que no era una buena idea, solo habría servido para facilitarme un poco las cosas con el pago de los impuestos –respondió Shunrei.

Mylagros realmente deseaba preguntarle por qué, pero se contuvo y siguió desyerbando en silencio. Si Shunrei quería hablar, lo haría a su propio ritmo.

-Él ya está casado con su trabajo –suspiró Shunrei luego de un rato. La expresión sorprendida de Mylagros la hizo sonreír un poco, con tristeza-. Shiryu viene a verme de vez en cuando, pero son visitas breves, se marcha enseguida… y siempre está listo para morir por Atenea. Así no se puede pensar siquiera en una familia.

Eso era algo que Mylagros podía comprender. De haber estado en el lugar de Shunrei, tampoco le habría gustado ocupar el segundo puesto después de la diosa. Precisamente, aquella era una de las razones por las que los Caballeros de Atenea rara vez formaban familias, especialmente con personas ajenas a la Orden.

-Un matrimonio con Shiryu sería como estar casada con un marino: pasaría mis días esperándolo y cada vez que se marchara, yo me quedaría preocupándome por el riesgo de perderlo en el mar. No tiene nada de malo ser un marino y estoy convencida de que las esposas de los marinos son una clase especial de mujeres, pero da la casualidad de que no pertenezco a esa clase. Soy campesina e hija de campesinos. Y en este preciso instante, preferiría un hombre al que le preocupara un poco más si va a llover o no esta semana, porque la tierra necesita agua justo ahora. Y me tienen preocupada las vacas.

-¿Uh?

-El dueño del toro no quiso tratar conmigo, dijo que no habla de negocios con mujeres. Por eso tuve que pedirle a Shiryu que viniera desde Pekín a cerrar el trato y por ese retraso las dos vacas quedaron preñadas en una fecha que no era la propicia. Se acerca la luna llena y temo que eso adelante el parto de una, o de las dos.

-Empiezo a ver que es un inconveniente para ti tener a Shiryu lejos.

-Cuando hay que lidiar con ancianos cabeza dura, sí. Debería casarme, pero, como ya te dije, con él, no. De nada me serviría si igual va a estar lejos.

-¿Y no hay nadie más?

-Sería motivo para un verdadero escándalo si yo misma buscara marido –Shunrei se armó de paciencia. Era realmente difícil explicarle las viejas costumbres a una estudiante extranjera, que ni siquiera era asiática-. Pero estoy seriamente tentada a proponerle a Shiryu que contrate a algún casamentero en su próxima visita.

-¿Un… qué?

-Una persona que se dedica a organizar matrimonios. Hum. Será mejor que vayas a vigilar el arroz, ya debe estar casi listo.

-Sí… claro.

Mylagros se dirigió a la casa con paso rápido.

Estaba por cumplir seis meses como aprendiz en la Orden de Atenea, y apenas estaba empezando a entrenar bajo la dirección del Caballero de Bronce del Dragón, con la esperanza de obtener alguna vez la armadura de Sculptor. Llegar hasta Grecia desde América del Sur no había sido fácil, y que de ahí la asignaran nada menos que a China, había sido todavía menos sencillo.

Para colmo de males, su Maestro (al que no le había servido de nada alegar que no se consideraba listo para ser Maestro de nadie todavía) era un estudiante universitario que, si acaso, visitaba Rozan un fin de semana de cada mes, sus propios estudios lo absorbían demasiado como para dedicarle mucho tiempo al entrenamiento de la muchacha, por no hablar de las múltiples necesidades de la pequeña finca.

Quizá todo eso mejorara cuando Shiryu se graduara. Mientras tanto, ella tenía que prestar atención a las ollas en el fuego… o quizá mejor primero debería saludar al Maestro Shiryu, que estaba en la puerta de la casa, todavía con la maleta en la mano.

-Lo que sea que estuvieras cocinando, se quemó –anunció él.

-¡Oh, rayos!

Mientras Mylagros intentaba rescatar algo del almuerzo, Shiryu decidió que era mejor esperar afuera. Se había adelantado al grupo para avisar a las chicas de su llegada, pero ahora los otros estaban tardando… Afortunadamente, al cabo de una media hora pudo ver un pequeño grupo subiendo por el sendero.

Había pensado que llegarían los cinco juntos, así que se sorprendió un tanto al darse cuenta de que eran solo Seiya, Ikki y Jabu, todos con caras muy serias.

-Tenemos un problema –dijo Ikki, sin molestarse siquiera en saludar.

-¿Qué sucede?... ¿Dónde están Hyoga y Shun?

-Shun está en la cárcel. Acababas de irte cuando se lo llevaron preso. Lo acusan de haber entrado a robar a la casa de un coronel de la Policía Armada.

En la pequeña cárcel del pequeño pueblo al pie de los Cinco Picos, Shun se preguntaba por enésima vez cuál era la causa de que lo hubieran arrestado.

-¿Y dónde está Hyoga? –preguntó Shiryu.

-Se quedó allá –gruñó Ikki-. Insistió en que lo más prudente sería que nosotros te buscáramos mientras él vigilaba que Shun esté bien. No entiendo por qué estos se dejaron convencer, podríamos arreglar todo rápidamente.

-Ikki, Shiryu vive aquí, no es buena idea causar problemas en la comunidad donde vive un amigo –le recordó Jabu con un tono que, repentina y curiosamente, era muy similar al que había empleado Hyoga, para decir casi exactamente lo mismo.

Ikki se mordió el labio inferior, pero no dijo nada.

Todavía sin poder creer lo que estaba pasando, Shiryu regresó al pueblo con los Caballeros.

El resto de la tarde transcurrió en una negociación inútil. El robo había ocurrido la noche anterior y había un testigo digno de toda confianza que había visto al ladrón salir de la casa del Coronel Zhu Ya, la descripción dada por el testigo era demasiado precisa y coincidía claramente con la de Shun, el hecho de que su pasaporte indicara que él había entrado al país varias horas después del robo no parecía servir de mucho para convencer al Coronel, que estaba bastante molesto por la desaparición de algo que se limitó a describir como "su posesión más preciada".

Anocheció y no habían llegado a ninguna parte con el problema.

Ikki estaba sentado a la entrada de la casa, incapaz de soportar encontrarse dentro, con todos los demás hablando y hablando, dándole vueltas al mismo tema sin encontrar ninguna salida. En el momento en que se descuidaran, bajaría al pueblo y sacaría a Shun de la cárcel por las buenas o por las malas... probablemente por las malas.

Acababa de ponerse en pie, listo para marcharse, cuando descubrió que la aprendiz de Shiryu se dirigía a la casa, probablemente acababa de terminar su última sesión de entrenamiento del día.

-Hi! –saludó la joven-, ¿disfrutando el aire fresco y los mosquitos?

-Hn.

-Caray, podía saludar por lo menos.

-No tengo por qué saludarte, enana.

Mylagros miró hacia arriba para poder encontrar la mirada de Ikki. ¿Cuánta diferencia había? ¿Cincuenta centímetros o tal vez más? Quizá, pero eso no era suficiente motivo como para llamarla "enana".

Estaba a punto de responderle con muy poco respeto, y quizá el asunto habría llegado a ponerse realmente peligroso si no hubiera llegado alguien más a interrumpir lo que estaba a punto de convertirse en una pelea.

-Maestro Ikki, por favor...

Ikki miró con sorpresa al que le hablaba. A primera vista, no cabía duda de que se trataba de Shiryu... ¿pero qué hacía llegando por el sendero, si Ikki sabía perfectamente que estaba dentro de la casa, con los demás?

-Oh, pero...

-¿Qué pasa? –preguntó Mylagros intrigada-. Maestro, ¿desde cuándo le dice "Maestro" a él?

-¿Obsidian? –preguntó Ikki.

-Sí, Maestro.

-¡¿Podría alguien tener la bondad de explicarme lo que está pasando? –chilló Mylagros.

Ikki la miró de reojo.

-Ve a llamar a Shiryu, enana.

-¿Es broma? Pero si mi Maestro está aquí. ¿Qué, no lo ve?

-Yo no soy tu Maestro, niña –dijo Obsidian, apiadándose de ella-, sólo me parezco a él. Mi nombre es Obsidian.

Mylagros lo miró con mucha atención. Obsidian empezó a sonrojarse lenta, pero progresivamente, aquella niña estaba logrando que se sintiera como un insecto bajo el microscopio.

-¡Tiene los ojos de otro color! –exclamó Mylagros con deleite-. Y es más moreno. Lo que no entiendo es por qué el Maestro me dijo que no tiene hermanos. Ustedes dos tienen que ser gemelos.

-Ni siquiera somos parientes –ahora Obsidian estaba realmente incómodo.

-Pero…

-Deja la cháchara y ve a llamar a tu Maestro –gruñó Ikki-. Me figuro que Obsidian querrá hablar con él, ya que vino hasta aquí.

-¿Entonces... fue tu hermano quien cometió el robo? –Shiryu apenas podía dar crédito a lo que acababa de escuchar.

Obsidian bajó la mirada.

-No tengo palabras para expresar cuánto lo siento...

-No lo expreses –interrumpió Seiya-, simplemente haz que confiese para que dejen libre a Shun.

Obsidian continuó mirando hacia el suelo.

-No es tan fácil –murmuró-. Ónix ya ha cometido varios delitos en China, el castigo que le aguarda...

-No tiene por qué recibirlo mi hermano –interrumpió Ikki-, dile que confiese. Es una orden.

-Maestro, yo... –Obsidian suspiró-. Como usted ordene.

Por supuesto, una cosa era que Ikki diera la orden y otra era que Ónix fuera a obedecer... Ikki recordaba demasiado bien al alocado chiquillo que había sido el Andrómeda Negro como para simplemente dejar que Obsidian transmitiera el recado. Insistió en acompañarlo hasta el escondite del ladrón.

Contrario a lo que esperaban, Ónix no había hecho el meno intento por escapar, y cuando Obsidian empezó a hablar (en un esfuerzo desesperado por transmitir con alguna suavidad la orden de Ikki), simplemente se puso en pie de un salto, con una sonrisa despreocupada.

-A sus órdenes, Maestro.

Obsidian parecía realmente alarmado mientras caminaba junto a su hermano y siguiendo a los Caballeros de Atenea en dirección al pueblo.

-¿Es que no entiendes la gravedad de todo esto? –le preguntó a Ónix con un tono que era casi de súplica-. Eres un reincidente aquí y te vinculan con tráfico de antigüedades, de nada te valdrá ser extranjero si un tribunal decide que mereces la pena capital…

Eso le ganó una carcajada de parte del único hermano que le quedaba.

-Lo tengo todo bajo control –respondió Ónix finalmente-. Créeme, voy a salir de esto sin un rasguño siquiera. Es más, puede que al final me lo agradezcan.

El Coronel Zhu Ya, representante de la Policía Armada del Pueblo en la región de Rozan, entró a su oficina para encontrarse con un grupo extraño esperándolo. Lo primero que llamó su atención cuando el oficial de turno lo llamó a su casa aquella noche para anunciarle aquella visita no programada fue que se trataba de siete personas de apellido Kido, que estaban ahí por causa del prisionero de apellido Kido que había entrado a robar a su casa. Esperaba encontrar una familia completa (padres, abuelos, tíos, además del hermano de Shun que había conocido esa tarde), listos para suplicar y llorar pidiendo misericordia para el joven. Apenas logró disimular su sorpresa cuando en lugar de eso resultó que los siete parecían ser de aproximadamente la misma edad. Se apresuró a reacomodar sus ideas antes de saludarlos: Kido era un apellido japonés y en Japón no existe la ley del hijo único, así que todos esos debían ser hermanos (y tal vez también primos) del prisionero. De algo estaba seguro, el que parecía más joven tenía que ser gemelo del ladrón.

Disimulando un suspiro, ordenó que llevaran a la oficina al prisionero y al testigo del robo.

Los dos oficiales que escoltaron a Shun hasta la oficina intercambiaron una mirada de preocupación cuando Zhu Ya les indicó que se retiraran. Era una imprudencia por parte del Coronel quedarse a solas con los ocho Kido y sin más asistencia que el testigo, aunque quizá consideraba que diez personas eran ya más que demasiadas en aquel pequeño espacio.

-De acuerdo –empezó el Coronel, luego de observar atentamente a Shun y Ónix-. No son idénticos, pero sí hay una semejanza suficiente como para confundir. Lao Wang Yuga, ¿puede indicarme a cuál de los dos vio salir de mi casa?

Wang Yuga, un anciano comerciante, era una de las personas más importantes de Rozan. Había sido un verdadero dolor de cabeza para Zhu Ya desde el momento mismo de su ascenso a Coronel, tres años atrás: pertenecían a etnias diferentes y el anciano no se molestaba en disimular el disgusto que le significaba el estar bajo la autoridad de alguien a quien consideraba inferior. La juventud del Coronel tampoco ayudaba mucho, porque el comerciante estaba convencido de que no podía haber alcanzado su rango por sus propios méritos.

Zhu Ya sabía que no iba a facilitarle las cosas, pero el nerviosismo del señor Wang lo sorprendió. ¿Temería represalias por parte de la (numerosa) familia del ladrón?

El Coronel había descubierto el robo en el momento mismo de entrar a su casa el día anterior, el objeto en cuestión ocupaba un sitio de honor en el altar dedicado a sus antepasados y su primera acción al entrar era presentar sus respetos a los retratos de sus padres y a aquella pequeña figura que había llegado a considerar una especie de talismán protector, imposible no notar su ausencia.

Su reacción había sido salir de la casa en lo que, estaba seguro, era un esfuerzo inútil por localizar al ladrón. Para su sorpresa, encontró a un muy nervioso Wang Yuga en su jardín (donde, por cierto, no tenía ningún motivo para estar). Bastaron un par de preguntas para que el comerciante se lanzara a describir a un joven al que, supuestamente, había visto salir de la casa en forma muy sospechosa. Y menos de 24 horas después, la policía estaba arrestando a un turista japonés que coincidía con esa descripción.

Pero en algo tenía razón el hermano rubio del turista: Kido Shun no estaba todavía en China al momento del robo. Así pues, el señor Wang estaba confundido (a pesar de lo detallado de la descripción) o mentía… o el ladrón era alguien parecido a Kido. Y ahí había alguien muy parecido a Kido. Nada de eso, por supuesto, explicaba el nerviosismo del señor Wang.

-No sé a cuál de ellos vi –gimió el señor Wang-. Y… ¡y no tenía idea de que fueran hermanos de Xiao Kido!

El Coronel miró a su alrededor empezando a sentirse un poco frustrado. Todos ahí, incluyéndose, eran por lo menos cuarenta años (quizá incluso cincuenta o sesenta años) menores que el señor Wang, así que los ocho Kido cabían ampliamente en la categoría de "Xiao", es decir, "joven".

-¿De cuál "Xiao Kido" estamos hablando? –preguntó Zhu Ya con resignación.

El anciano gesticuló hacia los que sin duda eran otro par de gemelos, dos hombres de cabello oscuro y largo, casualmente los únicos del grupo de turistas que podrían pasar por chinos.

-¡Ya no lo sé, Coronel Zhu! –exclamó el señor Wang, desesperado.

En fin, podía irse olvidando de su testigo, no iba a ayudar en nada.

-Creo que Lao Wang se refiere a mí, Coronel –habló uno de ellos-. Soy Kido Shiryu, y soy el único de los ocho que ha vivido aquí. Lao Wang me conoce desde hace años, pero es la primera vez que se encuentra con… el resto de mi familia.

-¿Es ciudadano chino, Lao Kido? –preguntó Zhu Ya con calma. Nunca lo había visto, pero reconoció el nombre y supo de inmediato que el problema iba a ser todavía más grande y delicado de lo que había creído al principio. El Caballero del Dragón. Una persona venerada en Rozan, según había escuchado. Sin poder evitarlo, se había dirigido a él usando el honorífico "Lao", "anciano", una muestra de respeto que pareció aliviar un poco al señor Wang.

-Nací en China, pero fui adoptado por un japonés. Esa es mi nacionalidad ahora, sin embargo, tengo permiso de residencia aquí.

Adopción. Eso podía explicar la cantidad y disparidad de aquella familia.

-Está bien. Quizá sea mucho pedir que el culpable del robo se identifique a sí mismo…

-Ese soy yo –dijo el que parecía el más joven del grupo.

El Coronel lo miró con desconcierto. ¿Sería normal para los japoneses admitir un crimen con una sonrisa de oreja a oreja?

-¿Y su nombre es…?

-Kido Ónix.

-¿Admite haber robado en mi casa?

-¡Oh, sí! Por cierto, usted confía mucho en sus vecinos, si acostumbre dejar su casa tan abierta.

-Mis vecinos son gente honrada. Y me gusta que la casa esté abierta… crecí en una provincia de clima más fresco.

-¿El Tíbet, de casualidad?

-Tíbet, precisamente.

Ónix dejó de sonreír de inmediato. Solo había pretendido bromear, pero, por lo visto, el Coronel creía que trataba de insultarlo.

-En fin –continuó Zhu Ya -. Daré inicio al proceso y…

-Un momento, Coronel –intervino el señor Wang, retorciéndose las manos-. Debe haber alguna manera de arreglar esto antes de tener que acudir al Tribunal del Pueblo…

-¿Por qué, Lao Wang? Se trata de un robo común.

-¡Pero es el hermano de Xiao Kido! Esto… esto será un escándalo.

El Coronel enarcó las cejas. ¿Un escándalo? Sin duda alguna. Un escándalo miniatura, dadas las dimensiones de la aldea de Rozan, pero un escándalo a fin de cuentas, y con el potencial de escalar hasta convertirse en conflicto internacional, por no hablar del asunto religioso. El culto a la diosa Atenea no era precisamente una de las religiones autorizadas por el gobierno chino. Zhu Ya, que era un devoto budista (aunque demasiado prudente como para comentarlo en público) sintió un poco de simpatía hacia el representante de la diosa griega. No debía ser agradable ver la labor de toda una vida amenazada, aunque fuera indirectamente, por el comportamiento de la oveja negra de la familia.

Y, en realidad, no le interesaba propiciar una tormenta en un vaso de agua, mucho menos un huracán. Lo único que quería era recuperar el objeto robado. Significaba demasiado para él.

-Hay tres pecados graves y uno imperdonable –dijo con suavidad, dirigiéndose a Ónix. Era curioso cómo, en situaciones así, volvían siempre a su mente los proverbios que tanto le agradaban a su abuelo, y la ética clara que resumían-. En orden de gravedad, son el robo, la mentira, el asesinato y la traición.

Estaba a punto de decir que podía perdonar el robo, pero el señor Wang interrumpió de nuevo, casi como si estuviera aterrorizado.

-Los Cinco Picos de Rozan han sido el hogar del Caballero de Libra y sus aprendices desde tiempos inmemoriales –murmuró el anciano-. Xiao Kido proviene de una larga línea de personas honorables, este incidente…

Viendo que el anciano parecía quedarse sin palabras, el Coronel se permitió a sí mismo relajarse un poco. Aunque su expresión continuó impasible, los Caballeros de Atenea percibieron con claridad que algo había cambiado entre él y el comerciante: el Coronel acababa de darse cuenta de que tenía una ventaja con la que no había contado los tres años anteriores, durante los cuales el poco aprecio que le demostraba el señor Wang había llevado al resto de la gente de la aldea a tratarlo con abierta desconfianza, dificultando mucho su trabajo… pero ahora el señor Wang prácticamente estaba suplicándole que resolviera el problema.

Zhu Ya extendió una mano frente a Ónix.

-Puesto que no se ha lastimado a nadie, estoy dispuesto a llegar a un compromiso. Devuelve lo que robaste.

Shiryu frunció ligeramente el ceño al notar la expresión de sorpresa del anciano cuando Ónix asintió gravemente. Pero no fue menor la sorpresa del Coronel un instante después: en lugar de poner en su mano el objeto robado, Ónix lo depositó en la mesa, justo como si su intención fuera conseguir que todos pudieran ver claramente qué había causado aquel embrollo.

Contrario a la costumbre de Ónix, no se trataba de un objeto brillante, era una simple figurita de arcilla con la forma de un pequeño fénix, algo que cabía perfectamente en la palma de la mano y que no podía valer gran cosa.

Con todo, el anciano pareció al borde del infarto con solo verlo, por más prisa que se diera el Coronel para recogerlo y guardárselo en el bolsillo.

-Eso no es propio de ti –murmuró Hyoga, mirando fijamente a Ónix-. ¿Qué pasó con lo de "solo tomo objetos brillantes"?

-Como sea –murmuró Zhu Ya, a quien de repente le preocupaba más el detalle de que probablemente tendría que explicarle, antes de lo planeado, al señor Wang cómo había llegado a ser dueño de la figurilla-. Puedes irte, no habrá represalias contra Lao Kido, sea o no tu pariente, pero procura no volver a dejarte ver por aquí nunca más.

-Mi primera intención no era robar –Ónix se encogió de hombros, al parecer sin la menor prisa por marcharse-. Sé que no es valioso, solo lo tomé como recuerdo. En realidad me contrataron para colocar algo aquí dentro. Luego de hacerlo, entré también a colocar algo más en su casa… pero no terminé el trabajo ahí. Usted regresó un poco temprano. No se detuvo en el mercado como todos los viernes.

-¿Colocar? ¿Qué cosa? –preguntó Zhu Ya, sin advertir todavía que el anciano además de alarmado estaba poniéndose cada vez más pálido.

-Probablemente no lo sabe, porque el mueble ya estaba aquí antes de que usted fuera destacado en esta zona –respondió Ónix calmadamente-, pero hay un escondite secreto debajo de la gaveta central de su escritorio.

Los ojos del Coronel se agrandaron un poco por la sorpresa. Sin decir palabra, sacó la gaveta del escritorio y examinó el espacio hasta dar con el escondite, del que sacó un sobre marrón.

-¿Qué contiene? –preguntó, luego de dejarlo cuidadosamente sobre el escritorio.

-Drogas, fotografías de niñas secuestradas aquí para ser vendidas en el extranjero, y documentos relacionados con la venta de las niñas.

El Coronel apretó los labios. Ónix siguió hablando.

-Las drogas son para asegurarse de que los perros entrenados descubran el paquete durante la inspección…

-¿Qué inspección?

-La inspección sorpresa que realizarán sus superiores dentro de tres días –sonrió Ónix-. Van a hacerlo al mismo tiempo en zonas escogidas al azar por toda China, nada más para asegurarse de la confiabilidad de los oficiales de la Policía Armada del Pueblo. La persona que me contrató pagó muy bien para asegurarse de que su nombre estuviera entre los seleccionados.

Los ojos del Coronel se entrecerraron peligrosamente.

-¿Quién? –preguntó con una calma que solo podía ser el resultado de un autocontrol realmente grande.

El señor Wang se sentó, parecía que empezaba a faltarle el aire.

-Chen Bao –respondió Ónix.

El señor Wang levantó la cabeza de repente y contempló a Ónix con sorpresa. El Coronel asintió gravemente.

-¿De dónde sacó Chen esto? –preguntó.

-De su propiedad personal. Le gusta tener archivos actualizados de sus negocios. Si gusta, puedo dibujarle un plano de su casa, y señalar ahí sus escondites más interesantes.

El Coronel le ofreció de inmediato papel y tinta. Mientras Ónix se afanaba dibujando, el Coronel cerró los ojos y respiró hondo durante unos segundos, haciendo un visible esfuerzo por recuperar el balance mental.

-Le debo una disculpa, Lao Wang… -empezó, y miró al señor Wang, que seguía sentado y, aunque ya parecía estar mejor, todavía tenía bastante mal aspecto-. ¿Se encuentra bien, Lao Wang?

El señor Wang agitó una mano.

-No es nada, solo un leve mareo… a veces olvido lo viejo que soy…

-¿Puedo ofrecerle agua?

Ikki, que no perdía de vista a Ónix, frunció el ceño observando la forma en que el ladrón trataba de contener la risa mientras el Coronel se concentraba en atender al anciano.

-Como estaba diciendo, le debo una disculpa –continuó Zhu Ya, una vez que se aseguró de que el señor Wang estaba recuperándose de lo que fuera que lo había afectado-. Yo…

-No, no me debe nada –interrumpió el anciano.

-Claro que sí. Usted denunció varias veces las actividades ilegales de Chen Bao…

-Sin aportar ninguna prueba, ni testigos. Usted mismo me lo señaló.

-El dinero y las amistades influyentes de Chen Bao acallaron a la mayoría de los que podían atestiguar en su contra, el miedo y la vergüenza acallaron a los demás –dijo el Coronel, con amargura.

-¿Cómo…? ¿Usted sabía…?

-Lo investigué desde su primera denuncia –el Coronel enarcó las cejas, sorprendido de que el señor Wang encontrara eso sorpresivo-. Ninguna de las familias de las niñas quiso o pudo respaldar su denuncia, Chen Bao amenazó de muerte a todos los que no pudo comprar, y sin testigos ni pruebas, yo tenía las manos atadas. Pero eso terminará hoy mismo, si depende de mí. Me disculpo por haber tardado tanto, Lao Wang.

-Xiao Zhu, no tiene nada por qué pedir perdón –suspiró el señor Wang-. La ley es la ley. Me bastará con ver a ese maldito ejecutado.

-No es lo más habitual, pero puede arreglarse –el Coronel sonrió, y por un instante resultó evidente que no podía tener mucha diferencia de edad con los Caballeros, pero la sonrisa desapareció de inmediato cuando examinó el plano dibujado por Ónix-. ¿Por qué traicionaste a tu cliente?

-No me agradan los que abusan de niños –replicó el ladrón de inmediato-. Si me hubiera negado, él simplemente habría contratado a alguien menos escrupuloso, así que me pareció mejor aceptar y luego entregarlo. Creo que eso hace menos imperdonable mi pecado imperdonable.

-Cuando se corra la voz, nadie querrá contratarte –señaló el Coronel.

-Oh, tal vez nadie en China, pero no me faltará trabajo en el resto del mundo.

Zhu Ya suspiró y sacudió ligeramente la cabeza. No sentía la menor envidia por los otros Kido, si eso era el comportamiento típico de Ónix.

-Tu testimonio en el caso de Chen Bao sería de utilidad, quizá lo bastante útil como para perdonar delitos anteriores.

-Oh, ¿me ha investigado?

-Investigué el apellido Kido. Me llamó mucho la atención la semejanza entre una persona llamada Kido Shun, sin ningún registro policial, ni siquiera una multa de tránsito, y un criminal buscado en varios países, llamado Kido Ónix, que ocasionalmente usa el alias de Ónix Black.

-¡¿Cómo? –exclamó Shun, sin poder evitarlo-. ¡Usted sabía que yo no…!

-Desde que vi la hora de entrada en el pasaporte –sonrió Zhu Ya-. Pero me figuré que si lo retenía el tiempo suficiente, su hermano se dejaría caer por aquí.

-¿Y si le dijera que no somos hermanos? –replicó Ónix, visiblemente molesto.

-Respondería que, dado el resultado final, les falta poco para serlo.

-¿Puedes explicarte? –demandó Ikki tan pronto como salieron del edificio-. ¿Por qué hiciste esto?

Ónix le dedicó una sonrisa burlona.

-Tráfico de drogas, ser parte de una organización criminal, secuestrar niños y venderlos fuera de China son cuatro delitos que se castigan aquí con la pena de muerte. Y si los cuatro delitos están relacionados entre sí, se agravan mutuamente –Ónix sacó de un bolsillo un papel doblado que entregó a Shiryu, que era el único del grupo que podía leer en chino-. Esto tenía que estar también en el paquete, es una carta de Chen a su proveedor de drogas, encontrarla ahí crearía la impresión de que Zhu es parte del grupo criminal, por lo que sería condenado a muerte en un par de meses. Incluso sin la carta, no le valdría de mucho alegar inocencia. Y con la carta, Chen también sería ejecutado. La persona que me contrató en primer lugar quería hacer caer a Chen, el Coronel Zhu sería simplemente daño colateral.

-¿Cómo? –se sorprendió Jabu-. ¿No fue el propio Chen el que te contrató?

-No, soy un ladrón con honor, jamás delataría a mi cliente… eso sería cometer el pecado imperdonable del que habló el Coronel –Ónix se echó a reír-. Quien me contrató fue el señor Wang. ¿No viste la cara que puso cuando empecé a hablar sobre mi supuesto contratante? ¡Creyó que iba a delatarlo a él!

-Pero… ¿Por qué haría algo así el señor Wang? –Shiryu no podía creerlo-. Siempre lo consideré una buena persona.

-Lo es, pero también es una buena persona que está desesperada. ¿Sabes que en China nacen 119 niños por cada 100 niñas?

-Claro que lo sé, soy de aquí, por si no lo has notado. Es por la política de un solo hijo en áreas urbanas, y dos hijos en áreas rurales siempre que la mayor sea niña. Hay muchos abortos selectivos de niñas, y abandono de recién nacidas.

-Y por lo mismo, para los hombres chinos es cada vez más difícil conseguir esposa. Traficar con niñas fuera de China es realmente antipatriótico.

-Estoy empezando a sentirme ofendido. ¿Vas a llegar al grano alguna vez?

-Ya casi, ten paciencia, que es una historia larga, pero vale la pena. Chen Bao ha estado traficando con niñas de las aldeas cercanas a Rozan, y del propio Rozan. Empezó comprándolas, pero es codicioso y no tardó en empezar a robarlas. La gente de aquí aprecia mucho a sus niños, sean mujeres o varones, y los padres están atemorizados. El señor Wang denunció el tráfico de niñas a Zhu, que es la mayor autoridad de la Policía Armada en esta región, y se desesperó porque no vio resultados rápidos. Planeó inculparlo, y me contrató para sembrar las pruebas en su oficina, en un intento por conseguir que Chen Bao cayera también. Dos pájaros de un tiro.

-Entiendo lo hacer caer a Chen –interrumpió Seiya-, ¿pero por qué perjudicar a Zhu? No parece una mala persona.

-Y no lo es. De hecho, es una excelente persona. Pero el señor Wang pertenece a la etnia han, y el Coronel Zhu es de la etnia pumi, una minoría en este país, por eso al señor Wang no le importaba ensuciar al Coronel si por ese medio lograba deshacerse de Chen. Además, Wang creía que Zhu le daba largas al asunto porque no le importaba lo que pasara con niñas han, y asumió que si Zhu cayera en desgracia, el gobierno chino probablemente enviaría a alguien de la etnia han para reemplazarlo; desde su punto de vista, un han se preocuparía más por la seguridad de los han. Hay un poco de racismo en este asunto, además de todo el enredo. Por supuesto, Wang estaba demasiado angustiado como para darse cuenta de que Zhu no podía hacer nada legal para detener a Chen… y recién hoy estará empezando a comprender que Zhu es totalmente incapaz de hacer algo ilegal.

-¿Y por qué tomarte la molestia de echar a perder ese plan? –preguntó Shiryu-. ¿Eres amigo de Zhu Ya?

-No lo había visto en mi vida, ni había oído hablar de él hasta que el señor Wang me contrató.

-¿Entonces?

-¿No me creerías que fue un ataque repentino de nobleza?

-No –respondieron a coro los Caballeros de Atenea.

Ónix sacudió la cabeza con enojo.

-Está bien, confieso, alguien pagó un precio mejor por evitar que Wang inculpara a Zhu.

-¿Quién?

-Wang Xia, la hija menor de Wang Yuga. Está enamorada del Coronel… y cuando supo lo que planeaba su padre, me pidió que ayudara a su novio. Me dijo dónde encontrar la figurilla, eso y todo lo demás fue su idea. Para que funcionara, tenía que entregarme y confesar el robo, ella iba a encargarse de que su padre estuviera presente para que me viera devolver el fénix, pero no hizo falta porque Zhu se dio cuenta demasiado pronto y encontró a Wang en su jardín, ese viejo impaciente estaba esperándome ahí para asegurarse de que cumpliera mi trabajo y Zhu lo pilló. Probablemente el Coronel habría creído que Wang había entrado a su casa para recuperar el fénix como una manera (un tanto retorcida) de darle a entender que se alejara de su hija, pero Wang se asustó tanto que le dijo lo primero que le pasó por la cabeza y describió al ladrón. El pobre viejo es capaz de ser astuto en ocasiones, pero estando nervioso no puede mentir, y me describió demasiado bien, así fue como se mezcló Shun en el enredo. Por cierto, tiene una historia divertida ese fénix de arcilla.

-¿Ah, sí? ¿Qué tal si la cuentas de una vez? Esto está empezando a convertirse en una novela –preguntó Ikki.

-Vale, ya voy. La madre de Wang Xia le regaló el fénix a Wang Yuga cuando se comprometieron. Y cuando la señora Wang murió, el señor Wang se la dio a su hija mayor como un recuerdo de su madre y le hizo prometer que solo se la daría a alguien a quien amara de verdad. El caso es que parece que el Coronel corresponde a los sentimientos de Xia, porque le importaba más recuperar la figurilla que resolver el caso, y cuando el señor Wang se dio cuenta de que el fénix de su hija es algo que el Coronel atesora, debe haber comprendido que le interesa mucho asegurarse de que Zhu conserve su honor y su puesto, eso, claro, si es que le importan los sentimientos de su hija. Sospecho que va a pasar el resto de su vida tratando de compensarle al Coronel el haber estado a punto de cometer en su contra todos y cada uno de los cuatro pecados del proverbio.

Ikki dejó escapar una risita.

-Cuando pusiste el fénix en la mesa, pensé que el viejo se desmayaría.

-También yo. No debe ser cosa de todos los días estar a punto de provocar una tragedia griega. Creo que mereció cada segundo de angustia que pasó entre eso y que todo el asunto quedara resuelto. Y lo mejor es que el Coronel no sabrá nunca lo cerca que estuvo su futuro suegro de conseguirle un pelotón de fusilamiento, justo cuando él lleva meses negociando con su familia y sus superiores para que sus abuelos puedan venir desde el Tíbet a pedir la mano de Xia. Harán un viaje bastante largo los pobres viejos, y sería una crueldad que llegaran aquí nada más que para encontrar a su único nieto ejecutado por culpa del padre de la chica que les ha ponderado tanto.

-¿Te das cuenta de que vas a cometer falso testimonio en el juicio de Chen Bao? –dijo Obsidian de repente.

-Solo en forma parcial. Realmente saqué las drogas y todo lo demás de su casa, luego de explorarla de arriba abajo para ubicar todos sus escondites. Lo que van a encontrar ahí va mucho más lejos de lo que soportaría tu inocente corazón, hermano –respondió Ónix sin preocuparse-. Chen Bao tiene gustos poco honorables.

Obsidian suspiró con resignación.

Shunrei no estaba en la casa cuando llegaron, se había quedado en el pastizal, comprobando algo relacionado con la salud de un par de vacas, o eso le había parecido entender a Mylagros. La única forma que encontró Shiryu de hacer callar a su aprendiz fue encargarle buscar acomodo en la casa para Obsidian, ya que Ónix en el último momento había sido invitado a quedarse en la casa de Zhu Ya, probablemente para prevenir cualquier intento por desaparecer misteriosamente.

Mientras Hyoga y Seiya empezaban a preparar una cena tardía para reemplazar el almuerzo que nadie había podido probar, Shiryu buscó a Obsidian, que tenía todo el aspecto de encontrarse incómodo. No debía haber sido agradable pasar por toda aquella situación. A diferencia de Ikki, Shiryu conocía bien las leyes chinas, y había comprendido de inmediato que el Caballero del Fénix no tenía idea de lo cerca que había estado de condenar a muerte a Ónix al ordenarle que confesara. Por el camino se había quedado atrás con Ikki para explicarle lo que había hecho y eso le había valido el ser testigo de un fenómeno poco frecuente: Ikki palideciendo. A pesar de todos sus alegatos, el mayor de los Caballeros de Bronce nunca había dejado de apreciar a los Caballeros Negros, y todavía se preocupaba por lo que pudiera pasar con los dos sobrevivientes. Era una verdadera fortuna el que, por una vez, el ladrón hubiera tenido buenas intenciones.

Shiryu fue hasta el rincón que ocupaba el antiguo Dragón Negro y trató de hablar con él.

-¿Cómo te sientes?

-Aliviado.

-Tu hermano madurará tarde o temprano. No es una mala persona, solo es impulsivo y tiende a no medir las consecuencias de lo que hace.

-Lo sé, pero esto al menos ha servido para darme cuenta de lo cansado que estoy… ya no puedo más. He perseguido a Ónix por medio mundo durante demasiados años. Creo que lo mejor será establecerme. Cuando me necesite, él sabrá encontrarme.

-¿Regresarás a la isla? –preguntó Ikki, que se había acercado a ellos sin que lo notaran.

-Con todo respeto, Maestro, ni loco que estuviera.

Ikki sonrió a medias. Recordaba perfectamente el temor que sentía el Dragón Negro hacia el volcán de la isla y los temblores que provocaba su actividad.

-¿Tienes a dónde ir? –preguntó Shiryu de repente.

-No lo he decidido todavía…

-Entonces, podrías quedarte aquí.

Ambos miraron con sorpresa a Shiryu, que siguió hablando sin inmutarse.

-Esta casa y el terreno que la rodea eran propiedad de mi Maestro. Ahora nos pertenecen a Shunrei y a mí, pero ella lleva el peso de las responsabilidades. Yo casi nunca estoy aquí y Shunrei y mi aprendiz no pueden solas con todo, además, Mylagros tiene que entrenar. No nos vendría mal algo de ayuda con los cultivos y los animales.

-¿Me está ofreciendo trabajo como peón agrícola, señor Shiryu? –preguntó Obsidian, enarcando las cejas.

Shiryu lo miró a los ojos.

-Te he ofendido –dijo, lentamente, ni afirmando ni preguntando del todo.

Obsidian negó con la cabeza.

-El trabajo honrado nunca es una ofensa, pero no estoy seguro de que quedarme aquí sea una buena idea.

Era ya bastante tarde y Shunrei no regresaba con las vacas, Mylagros estaba empezando a sospechar que la predicción de Shunrei había sido cierta y una de las vacas tendría a su ternero antes de tiempo, por lo que salió de la casa para ver si podía prestar alguna ayuda. No llegó muy lejos, porque encontró a Obsidian junto a la huerta, contemplando el paisaje nocturno con el aspecto de alguien que trata de resolver un rompecabezas demasiado complicado.

-Buenas noches –saludó ella-. Mi Maestro dice que tal vez te quedes aquí –si eso era cierto, tal vez podría reclutarlo para ir a ayudar a Shunrei con las vacas… el ganado no solía llevarse muy bien con ella.

Obsidian sacudió la cabeza.

-Lo dudo. He sido niñero de mi hermano durante demasiado tiempo. No deseo pasar a ser ahora el niñero de la hermana pequeña de tu Maestro.

-Pero ellos no son hermanos –protestó la aprendiz.

-Su esposa, entonces. Peor aún.

-No están casados.

-… ¿Su novia?

-No, nada de eso –Mylagros estaba empezando a acalorarse-. Shunrei es la hija adoptiva del Maestro Dohko, que fue el Maestro de Shiryu. Ellos dos han sido amigos desde niños. Son como hermanos.

-Volvemos entonces al punto de partida: sería el niñero de su hermana pequeña.

-Eres imposible, ¿lo sabías?

Obsidian no se dignó responder. Con una rodilla en el suelo, tomó un terrón y lo desmenuzó lentamente.

-Buena tierra –comentó al cabo de un rato.

-¿Uh?

-La isla de la Reina Muerte es casi totalmente estéril. Mantener una huerta ahí es una verdadera tortura. Pero esta tierra es fértil y sana, puede dar buenas cosechas… desea dar buenas cosechas.

-¿Tú sabes acerca de esto? Quiero decir, ¿sabes de agricultura?

-Un poco. Ignoro si mi Maestro se lo habrá comentado al tuyo en algún momento, pero mi gemelo y yo éramos responsables de cultivar lo que se pudiera para alimentar a nuestro grupo. No era un trabajo fácil, pero algo lográbamos.

-¿Tienes un gemelo?

-Tenía –Obsidian le dedicó una sonrisa que estaba muy lejos de ser auténtica-. Él y yo luchamos una vez contra tu Maestro y sus amigos, y perdimos. Koku no sobrevivió.

-Mi oferta no es una compensación por la muerte de tus hermanos, si es eso lo que estás pensando.

Mylagros se sobresaltó al darse cuenta de que Shiryu estaba a pocos metros de ellos. Obsidian no parecía sorprendido. ¿Cuánto de lo que le había dicho a ella en realidad estaba dirigido al Caballero del Dragón?

-Mylagros. Déjanos solos –indicó Shiryu.

La aprendiz obedeció sin replicar, lo cual era casi algo novedoso.

-No es una compensación para mí –declaró Obsidian sin moverse de donde estaba, arrodillado en el suelo y desmenuzando lentamente un terrón tras otro-, pero sin duda es una compensación para alguien. ¿Para mi Maestro o para la señorita?

Ikki tenía razón: parte de lo que había impedido a los Caballeros Negros alcanzar el nivel de los Caballeros de Bronce era la propia isla de la Reina Muerte. Desde donde estaba, Shiryu podía darse cuenta de que el cosmos de Obsidian era afín al elemento tierra, a diferencia del suyo, que era más cercano al agua y al aire.

El antiguo Dragón Negro tenía potencial, pero la esterilidad de la isla en la que había entrenado se había encargado de inhibir ese potencial, buena parte de su fuerza espiritual debía haberse gastado, inadvertidamente, en calmar el dolor de un pequeño espacio de terreno para conseguir el milagro de unas pocas hortalizas raquíticas en una isla cuyos habitantes sobrevivían gracias a la pesca porque el terreno, inestable y árido, era demasiado seco y caliente como para que las raíces de casi ninguna planta pudieran sobrevivir ahí. La carrera criminal de Ónix tampoco ayudaba mucho: quien tiene un cosmos afín a la tierra, por definición necesita estar ligado a un territorio, los viajes constantes tratando de salvar a Ónix no le permitían alimentar su propio cosmos.

Era obvio que Obsidian no lo sabía (para ello primero tendría que alcanzar el sétimo sentido), pero el simple hecho de estar en Rozan, tan cerca de una de las fuentes de la Tierra, estaba actuando sobre él. La tierra (a la que parecía estar acariciando, sin darse cuenta) reaccionaba con su cosmos y cada uno aumentaba la fuerza del otro. Si Obsidian fuera un dragón auténtico en lugar de un humano protegido por la constelación Draco, no podría marcharse de ahí aunque quisiera, porque Rozan lo reclamaría para sí… de hecho, todo indicaba que eso era justo lo que iba a suceder, por muy humano que fuera.

Las leyes del equilibrio exigían que alrededor de toda fuente estuvieran representados los cinco elementos, como un enlace entre el mundo de los humanos y el de los espíritus de la naturaleza, y Obsidian estaba demasiado cerca de calificar como guardián del elemento Tierra como para que las fuerzas naturales dejaran de percibirlo. La invitación de Shiryu era apenas una formalidad, porque los elementales que estaban rodeándolos en ese mismo instante, justo al borde de los sentidos, se encargarían de impedirle marcharse (amablemente, claro, haciéndolo parecer una serie de curiosas casualidades, pero con la firmeza de lo inevitable). Y Shunrei, que poseía un cosmos de fuego y había aprendido del Maestro Dohko más de lo que el propio Dohko llegó a imaginar, se daría cuenta de inmediato: antes de que transcurriera un año, Obsidian estaría tan unido a Rozan como ella misma. No había nada de malo en hacerle las cosas un poco menos difíciles.

-No intento comprar el perdón de nadie –declaró Shiryu-, pero hay un equilibrio del que no puedo formar parte.

-Oh, ¿y yo, sí?

-Mejor de lo que crees.

-No comprendo.

-Llegarás a hacerlo.

-No estoy seguro de querer hacerlo.

¿No? Era posible. En ese momento, claro, aunque la mayor parte de las dudas del antiguo Dragón Negro eran simplemente orgullo mezclado con buenos modales tratando de impedirle aceptar de inmediato. No podía verse a sí mismo como lo veía Shiryu: con su propio cosmos entretejiéndose sin esfuerzo con el de Rozan, echando raíces.

-En cualquier caso –dijo Shiryu-, lo mejor que puedes hacer por tu hermano es dejarlo solo. Nunca madurará si no empieza a afrontar por su propia cuenta las consecuencias de sus actos –Obsidian lo miró por primera vez, sorprendido de ese giro repentino en la conversación-. Medita durante esta noche. Mañana me dirás tu decisión.

Los espíritus invisibles del mundo natural susurraron aprobando aquello. Esas pocas horas serían más que suficiente para que la tierra sagrada de los Cinco Picos reclamara un nuevo guardián. Obsidian inclinó la cabeza aceptando la sugerencia de Shiryu sin imaginar que acababa de sellar su destino.

A pesar de las advertencias de Shiryu de que no perdiera de vista la casa, Obsidian, que estaba seguro de no poder dormir esa noche, siguió explorando los alrededores y encontró de nuevo a la aprendiz, que en lugar de regresar a la casa, caminaba en dirección al río.

-¿No es un poco tarde para que estés fuera? –preguntó él.

-Shunrei no ha vuelto, voy a ver si necesita ayuda con Lala y Flor.

-¿Quiénes?

-Las vacas. Están preñadas y a ella le preocupan mucho.

Sin detenerse a pensarlo, Obsidian la acompañó. No recordaba haber visto jamás una vaca, exceptuando en fotografías, y pudo más la curiosidad.

Lo que no esperaba era el detalle de que pasaría el resto de la noche haciendo de veterinario improvisado, porque, tal como había sospechado Mylagros, el ternero de Lala había tenido la ocurrencia de llegar antes de tiempo.

-¿Vivirá? –preguntó Obsidian, ya al filo del amanecer, mirando preocupado al ternero, que luchaba por ponerse en pie.

-¿Uh? –replicó Shunrei, distraída.

-Mylagros me dijo que es prematuro.

-Sí, un poco. Pero si logra alimentarse por sí solo y la madre no lo rechaza… -la voz de Shunrei fue muriendo lentamente cuando empezó a haber suficiente luz como para permitirle ver más claramente con quién estaba hablando-. Usted no es Shiryu.

Obsidian sintió como si lo hubieran hecho volver a la realidad de un tirón y tomó conciencia de que había pasado al menos cinco horas tratando de salvar a un ternero que había estado atascado en el canal de parto, sin más ayuda que las instrucciones angustiadas de una muchacha que, aparentemente, lo había confundido con Shiryu hasta ese momento. Al menos eso explicaba por qué ella había esperado que entendiera de inmediato cuando le dijo que tenía que ayudar a acomodar el ternero porque los brazos de ella no eran lo bastante largos.

Ambos parecían sobrevivientes de algún desastre, el barro y el estiércol del rincón que Lala había elegido para ese trance (¿por qué justo ahí, si cualquier otra parte del pastizal estaba más seca?) parecían haberse confabulado con el curioso detalle de que los dos habían elegido usar ropa de colores claros ese día. Por su parte, Mylagros, que había permanecido a prudente distancia todo el tiempo, no tenía ni una mancha de barro.

-No soy él –dijo Obsidian, finalmente.

A eso siguió un silencio incómodo, que fue interrumpido por la voz de Mylagros.

-Pues, si gustan, yo los puedo presentar. Obsidian, ella es Shunrei; Shunrei, él es Obsidian. El Maestro quiere convencerlo de que se quede aquí, con nosotras.

-Oh –Shunrei apartó la vista, decepcionada-. Eres otro Caballero de Atenea.

-No pertenezco a ninguna Orden –respondió Obsidian de inmediato-. Estoy buscando dónde establecerme y el señor Shiryu me ofreció trabajo.

Shunrei meditó unos instantes.

-De vacas no sabes mucho –señaló.

-Puedo aprender.

-El trabajo del campo es duro.

-He pasado por cosas peores.

-… ¿Hay algo peor que enderezar a un ternero dentro de la vaca?

Obsidian tuvo que admitir para sí que todavía no podía sentir el brazo izquierdo, pero sonrió de todos modos y señaló con la cabeza a la vaca y al ternero, que parecían encontrarse bien.

-No me parece que haya sido realmente malo –comentó.

Shunrei le dedicó una sonrisa.

-¿Alguna vez has cosechado té?

Año 2003. Fragmento de un chat en el canal #santuario

PEGASO: ¿Cómo está eso? Pensé que te quedarías en el Santuario unos días más. ¿No se supone que tienes que presentar a tu aprendiz con Saori? Para eso tienes que esperar a que ella vuelva de Japón.

DRAGÓN: El caso es que necesito volver a China antes del día 29.

PEGASO: ¿Por qué esa fecha en particular?

DRAGÓN: Es por lo de la fecha propicia. El señor Wang tuvo la gentileza de contratar de mi parte al mismo astrólogo que buscó la fecha propicia para el matrimonio de su hija, y el sujeto en cuestión dijo que debo estar ahí antes del 29 para la petición de mano, o habrá que esperar hasta el próximo año.

PEGASO: Oh, ¿y la pareja está impaciente?

DRAGÓN: Obsidian dejó claro desde el principio que le incomoda lo que pueda decir la gente sobre Shunrei por su causa. No es muy común aquí que una mujer soltera viva bajo el mismo techo que un hombre soltero sin un parentesco que los ponga a salvo de las malas lenguas.

PEGASO: ¿Es por eso que el pobre va a cumplir un año de vivir en el establo?

DRAGÓN: ¿Quién te dijo eso?

PEGASO: Tu aprendiz.

DRAGÓN: Mylagros lo hace sonar como si lo obligáramos a dormir con el ganado. Tiene una habitación ahí.

PEGASO: Dentro del establo.

UNICORNIO: Con las vacas.

CISNE: ¿Eso no es dormir con el ganado?

DRAGÓN: Él lo quiso así. Nada le impedía usar mi habitación.

CISNE: Aparte del hecho de que es *tu* habitación.

DRAGÓN. Como sea, el 29 me pedirá la mano de Shunrei. Fijaremos la fecha de la boda. Firmaremos el contrato. Y dejará de dormir en el establo.

PEGASO: Corrección: y ya solo tendrá que dormir en el establo si hace enojar a Shunrei.

FÉNIX: ¡Juas!

CISNE: LOL!

UNICORNIO: Je je je…

ANDRÓMEDA: XD

DRAGÓN: -*

ANDRÓMEDA: Entonces, nos veremos de nuevo en China… ¿Van a necesitar ayuda otra vez con la cosecha del té?

DRAGÓN: No, ya está hecho eso.

ANDRÓMEDA: ¿Esta vez sí pudieron encontrar peones?

DRAGÓN: Zhu Ya y Xia se ofrecieron a ayudar. El señor Wang se horrorizó tanto de imaginar a su hija cosechando té que envió a algunos de sus empleados a ayudar también. Con eso bastó.

ANDRÓMEDA: Me alegro, aunque no me molestaría ayudar de nuevo el año próximo, fue divertido.

PEGASO: Habla por ti. A mí me picaron las avispas.

UNICORNIO: Para mí, esa fue la parte divertida.

PEGASO: ¿No pasó ya tu hora de irte a dormir, Jabu?

UNICORNIO: ¿No pasó ya tu hora de irte a clases, Seiya?

PEGASO: Oh, ratas. Hasta otro día.

*PEGASO has left #santuario*

UNICORNIO: Y pensar que no lo dije en serio. ¡Adiós!

*UNICORNIO has left #santuario*

ANDRÓMEDA: Debo irme yo también.

CISNE: Nos vemos en China.

*ANDRÓMEDA has left #santuario*

*CISNE has left #santuario*

FÉNIX: Una pregunta, ahora que no nos oyen.

DRAGÓN: Tú dirás.

FÉNIX: Hace un año me hablaste de los elementales y un desequilibrio. ¿Recuerdas?

DRAGÓN: Sí. Tenías razón. Los elementales se calmaron ya. Creo que reconocieron a Obsidian como una persona afín al elemento Tierra tan pronto como llegó a Rozan. Shunrei dice que algunos espíritus lo siguen a todas partes, igual que a ella, pero no los mismos.

FÉNIX: ¿Él los ve?

DRAGÓN: aparentemente, no. ¿Podía verlos u oírlos cuando entrenaba contigo?

FÉNIX: Que yo sepa, no. Tal vez requiera un esfuerzo consciente de su parte.

DRAGÓN: He tratado algunas veces de convencerlo de elevar su cosmos. Siempre me responde que no recuerda cómo hacerlo.

FÉNIX: Crees que está mintiendo.

DRAGÓN: Creo que teme que le pida que vuelva a la Orden si logra hacerlo.

FÉNIX: ¿Lo harías?

DRAGÓN: Solo si Atenea lo necesitara.

FÉNIX: Hazles un favor a él, a Shunrei, a Saori y a ti mismo: deja eso por la paz. Puede ser más útil garantizando el equilibrio de la fuente de Rozan que siendo un Caballero de bajo rango y escasa vocación.

DRAGÓN: Probablemente estás en lo cierto.

FÉNIX: De algo tiene que servirme ser el mayor.

DRAGÓN: Gracias por tus consejos, oh sabio y decrépito anciano.

FÉNIX: De nada, pequeño saltamontes.

DRAGÓN: LOL!

FÉNIX: :D Hasta pronto.

DRAGÓN: Hasta pronto.

*DRAGÓN has left #santuario*

*FÉNIX has left #santuario*

Fin

Notas:

Xia = resplandor del amanecer

Ya = amable

Yuga= amigable

Bao= Respetable

Zhu, Chen y Wang son apellidos comunes en China.

En China, por lo general, el nombre de pila es usado solo por la familia cercana. En cualquier otra situación, lo correcto es dirigirse a la persona por su apellido. Ocasionalmente se antepone "Lao" ("anciano") o "Xiao" ("joven") al apellido, dependiendo de si quien habla es mayor o menor que la persona en cuestión. Es por eso que Wang Yuga se refiere a Shiryu como "Xiao Kido", y Zhu Ya, en cambio, lo llama "Lao Kido".

Tanto los pumi como los han son dos de las 56 etnias en las clasifica el gobierno chino a su población. Mientras que los han son el grupo mayoritario, los pumi son una de las minorías, y son originarios de la región del Tíbet, aunque en la actualidad habitan también otras regiones.