Capitulo VIII

Dolor

Kaneshi se ofreció acompañar voluntariamente a Kaneshiro-sensei para la siguiente reunión. Okina había llamado a esta para discutir la forma en la cual se trataría la momentánea paz que a fuerza se había conseguido. Nobuhiro, de quién se decía era el más cercano a Matsuzawa fue en nombre de esta, así como Okina acudió en nombre de Misao. Kaneshiro en tanto representaba a la obvia facción que rodeaba a los "traidores" acuartelados en el Aoya. Todos acudieron con un soldado adicional, el de Okina fue Kuro y Nobuhiro se hizo acompañar por un muchacho llamado Taku.

Quizás fuera por lo ocurrido las últimas horas, pero a Ichikawa le pareció que Okina había envejecido de repente, rengueaba débilmente al caminar y se apoyaba en Kuro. Sin embargo para su jefe, Kaneshiro, aquello no era razón alguna para confiarse, y la prueba existente de ello había sido el terrible golpe que recibiera cuando en un principio se había negado a dejar que Matsuzawa se apoderara del Aoya. Imposición que al final Okina ganó cuando le derrotara en medio de la avenida frente a todos sus hombres, ahí también, el anciano había conseguido su herida. Pero, muy en contra de lo que se pensara Kaneshiro no se sintió avergonzado o humillado por ello. De hecho el que ocurriera de esa manera, le daba más tiempo, tanto a él para saber a qué se enfrentaba, como al mismo Aoshi para llegar y desatar aquél nudo político en el cual, sin querer, la mitad de los "niños" presentes se habían visto involucrados. No era correcto decir que había perdido a propósito, que era el rumor que algunos habían echado a correr. Había perdido en un combate justo frente al anciano que hacia él caminaba en aquél momento rengueando y luciendo como si los años de la nada se le hubieran venido encima.

— Kaneshi — llamó al muchacho que le seguía de cerca, este se adelantó y cerca de él habló:

— ¿Si?

— Nada de lo que se diga en este lugar es para repetirse ¿Lo entiendes?

— Hai Kaneshiro-sensei — giró entonces el capitán de grupo y miró al chico fijamente.

— Siquiera a Kaede-sama — Tanto Kaneshi como su sensei se detuvieron. Para el mayor no era desconocida la lealtad que Kaede había despertado especialmente en aquél jovencito.

Kaneshi, como muchos de ellos, había perdido a sus padres en los últimos años de la revolución Meiji y ya que el gobierno se estaba afianzando no necesitaba ni asesinos a sueldo, ni samuráis que defendieran su estabilidad. La familia Ichikawa, quienes habían sido grandes partidarios y amigos del Shogunato Tokugawa, recogieron a varios de estos niños que habían caído en desgracia. Fue así como Kaneshi fue criado como un miembro más de aquella familia. Cuando cumplió los diez años su instrucción fue encomendada a Hisashi, actual aliado de Midori, que a su vez había sido entrenado por Aoshi.

Cuando finalmente el grupo se disolvió, se creó el grupo de Kyoto bajo la dirección de Shinomori, otro en Niigata en la cual estaba al mando Miyabe Okotsu, en este destacaba Kaede Imoru quien había sido la mano derecha del jefe de Niigata por muchos años, mientras que a Matsuzawa se le consideraba una soldado de élite que hasta hace un par de meses había desaparecido.

Sería a su regreso que todo aquél infierno se desatara.

Kaneshi no había estado presente ni en las discusiones o en la acusación de la mujer, pues junto a un grupo de camaradas habían sido enviados a la escuela para perfeccionar los conocimientos ya adquiridos. Todo aquello siempre había sido idea de Kaede-sama, él había impulsado la educación de cada uno de sus soldados como un método para adentrarse en la modernidad y que el grupo no desapareciera en las sombras como partidarios de un sistema que en la actualidad se tachaba de obsoleto y dictatorial.

Por ello lo admiraba, Kaede Imoru, jamás había hecho algo que siquiera significara dañar la imagen o el honor de los Oniwabanshu, que era mucho más de lo que el real jefe de Kyoto había conseguido, por supuesto que no pensaba en Misao cuando lo decía, sino en Aoshi. Se decía que este se había vuelto esclavista y que debido a una adicción al opio terminó involucrándose con un traficante de armas. Hace unos años atrás una cuasi-guerra civil se había desatado cuando un ex imperialista quisiera realizar un golpe de estado, también en ese tiempo se escuchó mucho de Aoshi ya que los rumores lo colocaban a él como la mano derecha del antiguo enemigo y muchos otros decían que se había tratado de Shinomori en persona.

Quizás fuera irresponsable dejarse llevar por ese tipo de información, sobre todo cuando la fuente se había visto impedida de verificar sus datos una y otra vez.

Hace tres años, cuando todo ello ocurriera, Kaneshi recordaba que la situación, al menos al nivel del grupo se estaba volviendo muy tensa. Pero dejar que el nombre de un jefe se inmiscuyera en semejantes noticias no hablaba bien de la discreción del grupo de Kyoto. Ya que siendo así ¿Cómo es que nada se había dicho de Makimachi, o de Okotsu, o de Kaede? Solo ahora esa zorra traía todo ese caos para desarmar al grupo, quizás con qué fin y ensuciar la imagen de Kaede – sama ante ellos.

Pero realmente lo que más le molestaba estaba enfrascado en las dudas que los otros soldados tenían hacia este. Que Okina le diera aquel beneficio a esa mujer siendo que tenía sus órdenes o el mismo Kaneshiro, quien obedecía directamente a Imoru-sama, para él no tenía sentido. De hecho se trataba de un intento solapado de traición, por lo mismo que Kaneshiro-sensei le pidiera aquello, no solo lo involucraba sino que lo volvía cómplice en algo que no quería.

Pero, nadie en todo el grupo había deseado participar en toda esa revuelta.

Así como conocía a Imoru, conocía a Kaneshiro y a Hisashi, este último no había dudado en huir con Matsuzawa. Y ante todo aquello, el joven Ichikawa no pudo menos que preguntarse si es que en verdad conocía todas las aristas de esa rebelión. Viéndolo lo más objetivamente posible, ahí los únicos perjudicados habían resultado los de Kyoto. Es cierto que un asunto así, en la cual se asesinaba a un líder y se arrastraba a cientos de soldados, suscitaría un interés nacional del grupo, pero es que simplemente, no podía ser posible que los más antiguos soldados decidieran seguir al supuesto traidor solo por ansias de poder.

Nunca nada era tan simple y eso era algo que el mismo Kaede le había enseñado.

Algo más tenía que existir ahí, y Kaneshi no solo experimentaba la curiosidad de saber que, también experimentaba el miedo que significaba haber seguido al "malo" de toda aquella historia de manera ciega e ignorante.

Por lo tanto cuando Kaneshiro le indicara aquello, tardó un par de segundos, pero finalmente lo dijo:

— Nadie lo sabrá Kaneshiro- sensei

ŒΩŒ

Nobuhiro, según recordaba Okina, siempre había sido un muchacho altivo y desagradable, con una terrible tendencia a menos preciar a todos quienes le rodeaban, solo Matsuzawa y Aoshi habían logrado ponerlo en su lugar un par de veces, pero aun así siempre solía mantenerse distante. Como el mismo Aoshi, también era silencioso, menos abierto aunque igual de letal. Su Kaiten había chocado varias veces con el de Shinomori desde que eran pequeños, de hecho según lo relatado por Matsuzawa de esa manera se habían conocido, cuando Aoshi defendiera a Midori de su hermano, que atacado por la furia descargaba toda su ira en su pequeña hermana. Solo que en ese tiempo el muchacho era conocido como Noriyuki y era el mayor de los hijos que le quedaba a Seidama Mito, juntos y antes de que él llegara al castillo de Edo, habían aprendido de la espada junto al hijo de Nariaki-sama. Y si bien era una persona dura de corazón, siempre se sentía inclinado ante las razones y los buenos argumentos, al tiempo en que el mismo era capaz de hacer trabajar su cabeza para esgrimir los propios.

— Misao se encuentra bien— fue lo primero que dijo Okina quien agradeció el gesto de alivio que se pintó en la cara del muchacho Ichikawa.

— Recibimos el informe de que Aoshi ya se encuentre de regreso…— habló Kaneshiro.

— Así es, tardaran al menos unos cuatro días en llegar — estimó Nobuhiro

— Es demasiado tiempo para mantener a Makimachi-san secuestrada — dijo nuevamente Kaneshiro –sensei

— Eso da lo mismo — cortó Nobuhiro — mantendremos el sitio hasta que Shinomori llegue

— Matsuzawa no puede ser intransigente…

— Lo será mientras no tenga la seguridad de…

— ¿De qué? — interrumpió Okina — con todo lo que ha hecho ya no puede asegurar nada, siquiera sabe si es que Aoshi le apoyará o no.

— Eso es cierto… yo que tú — volvió a señalar Kaneshiro — hablaría con ella para que al menos pensara en la rendición…

— Hablan como si no la conocieran… como si no nos conocieran a nosotros — entonces Nobuhiro se cruzó de brazos sobre el pecho y alzó el mentón en aquél gesto que diferenciaba a los miembros de Tokugawa de todos los otros señores, campesinos y soldados del Japón — A diferencia de ustedes, todos nosotros sabemos a qué nos enfrentamos y por qué estamos peleando, estuvimos ahí y alzamos nuestras armas para defender a nuestra líder… eso — y miró con desprecio a Ichikawa — es más de lo que todos ustedes pueden decir, siquiera tú Kaneshiro puedes declarar sobre lo que ha ocurrido como yo o Midori, no se equivoquen en este lugar los que deberían negociar son ustedes…

— Tal vez así sea — concordó Kaneshiro con frialdad — pero de todos nosotros, son ustedes los que han huido y se han ocultado, es Matsuzawa quién ha tomado prisionera a Makimachi –san, porque sabe que sus opciones son mínimas, ha forzado la situación al máximo, si negociara…

— La traicionarían como Imoru lo hizo…

— ¿Entonces continuarán con todo esto?

— En ningún momento se nos dijo que se negociaría la rendición, Matsuzawa no lo ha pensado y yo no estoy autorizado a tomar decisiones por ella— Nobuhiro miró entonces a Okina y este no pudo menos que encogerse de hombros.

— Nada se perdía con tratar

— Por favor Okina-san, la próxima vez no nos haga perder el tiempo — sin más que agregar Kaneshiro se volteó y con paso firme se dirigió a su base de operaciones.

Nobuhiro hizo lo propio y solo Kaneshi se quedó ahí mirando al anciano.

— Esto… — Okina le sonrió y el muchacho se inclinó en una reverencia algo forzada.

— Dime muchacho

— Okina-san, no le he agradecido… gracias a su intervención usted… me, me salvó la vida— Kaneshi no se esperaba realmente nada, así que cuando el anciano puso la mano sobre su hombro una extraña sensación de tranquilidad pareció adentrarse en él.

— Sea como sea somos compañeros de armas… — dijo el viejo y rengueando se alejó.

ŒΩŒ

Dentro del Aoya, Akira un muchacho alumno de Nobuhiro le esperaba. Hizo la reverencia correspondiente y le habló.

— Kaede Imoru se dirige hacia acá — Okina le quedó mirando a medias serio y estupefacto.

— ¿Cuándo lo supieron?

— El mensaje llegó cuando usted hablaba con Kaneshiro-sensei — sin decir más este se alejó. Seguramente iría avisarle a Matsuzawa, si es que esta no lo sabía ya.

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Hisashi le lanzó una espada corta al tiempo en que se sacaba de encima a dos "camaradas" de un solo giro. Aoshi alcanzó a coger esta para usarla en el mismo movimiento como un escudo frente a una patada giratoria que su actual oponente lanzó hacia su rostro. Así mismo por el rabillo del ojo pudo percibir un brillo letal que le hizo retroceder un paso para, finalmente, golpear al pequeño muchacho que anteriormente había curado sus heridas.

Quiso ir por él pero su oponente se lo impidió al lanzar el peso de una cadena directamente a su costado, nuevamente antepuso la espada y al quedar la cadena sujeta a esta, forcejeo un rato.

Los habían atacado en el barco, como soldado experimentado que era él había estado esperando la emboscada en tierra, pero no tuvieron ningún encuentro, siquiera con viajero alguno. Lo que le resultaba tremendamente sospechoso, sea quien fuera que planeó aquella travesía, había informado también que tomarían aquél barco.

La pelea había dado inicio hace un par de minutos, cuando caminando entre los pasillos de la tercera clase una mujer se lanzara por su garganta, siendo esquivada y golpeada en el acto. Esta había retrocedido y deshecho se sus ropas, evidenciando el uniforme Oniwabanshu. Entonces notó que no era una mujer sino una niña y el recuerdo de Misao le golpeó con más fuerza, urgiéndole a no matar a aquella mujer y apresurar su regreso.

Cuando volvió a su camarote la lucha ya se había desatado en toda la tercera clase, de la cual, al menos ellos eran los únicos pasajeros. Colocándose a la cabeza del grupo, dio la orden estricta de no matar a nadie, aún le pesaban aquellos chicos que habían ido por él hace algunos días. Y entre más los veía moverse con mayor claridad entendía que se trataba solo de niños.

Pero ahora que el combate había subido al resto de las clases todo se complicó aún más. Habían dado muerte –no sabía si sus hombres o el resto- a tres pasajeros, dos marinos y al segundo a bordo. Aunque también habían logrado que la tripulación y los pasajeros se mantuvieran en sus camarotes, prácticamente encerrándolos. No sabía que tan lejos estaba de la costa, ya que había dormido un par de horas cuando abordaran, así que a riesgo de tardarse un poco más, tendrían que acercarse a donde fuera para evitar a la policía en la bahía de Wakasa, así como para despistar al traidor que seguramente ya había informado su destino.

Desenfundo la espada y el muchacho de la cadena se alejó, pero Aoshi utilizó la vaina de esta para enganchar la cadena y atraer a este hacia sí, al mismo tiempo en que conectaba el mango de su espada contra el cuello de su contrincante. Este cayó tratando de recuperar el aire y Shinomori le pateó la cabeza dejándolo inconsciente de inmediato. Solo entonces giró hacia el pequeño Magoro. Pero este ya estaba de pie combatiendo aunque con dificultad retrocedía y lanzaba sus kunais como si la vida se le fuera en ello, tras él le esperaba otro quién parecía bastante dispuesto atravesarlo por la espalda. Aoshi gritó, pero el muchacho pareció no escucharle, corrió entonces los pocos pasos que les separaban y se lanzó contra el sujeto; ambas espadas chocaron en un movimiento demasiado conocido por Shinomori y sacando luces azules de ambos sables se separaron, Shinomori miró su hoja y esta se había mellado, mientras que la de su enemigo se mantenía intacta; eran las desventajas de usar la espada de otro.

Volvieron al ataque y en esta ocasión Aoshi giro sobre sí mismo para cambiar la dirección del ataque del cuerpo a la cabeza, pero en cuanto su mano se acercó al rango adecuado una patada sobre su brazo, dada por otro soldado le hizo retroceder con fuerza, inmediatamente fue embestido por otro y cuando lo notó al menos cuatro trataban de someterle, mientras que entre sus golpes y esquives vio como Magoro se distraía de nuevo y era atravesado por el pecho de lado a lado.

La furia se encendió en él.

El haber tenido tan presente toda su vida pasada los últimos días, le hacía volver a los campos de batalla que soportara cuando era un niño y soldado, la muerte de Magoro también le traía los recuerdos de las batallas en las cuales niños como él lo era en ese tiempo, vivían y morían bajo un ideal demasiado complejo para entenderlo, solo que en aquél tiempo estaban unificados como un grupo de hermanos. Ahora eran estos los que se mataban entre sí.

Al parecer era muy importante que él no llegara a Kyoto. Pero toda aquella "aventura" ya había cobrado más vidas de las que él quisiera aguantar.

En ocasiones, cuando vagaba a solas, antes de relacionarse con Shishio, se dejaba vencer por la necesidad de la nada, por el encanto del vacío absoluto; en donde todo era simplificado al extremo de la nulidad eterna. Todo y nada en el mismo lugar, tiempo y espacio. Su vida dejaba de tener sentido como la de un ser humano y solo pasaba a ser algo que en algún momento existió para respirar y morir. Con el tiempo descubrió que al dejar de lado todo; su vida, su salud, su mente y a los suyos, era absolutamente libre para hacer lo que quisiera, para no limitarse ante lo que podía hacer: cosas maravillosas o terribles, el poder siempre había estado de su lado y solo su mente y sanidad lo habían mantenido dentro de un margen en el cual ese poder servía a todos. Pero le limitaba, era similar a la lucha de Himura en contra del Hitokiri, en la cual todo tenía que volverse nada para que el poder saliera y se expresara.

Él había atravesado ese umbral muchas veces, de ida y vuelta sin jamás entender en qué momento había vuelto a cruzarlo. Todo aquello era respuesta a la impotencia y a la ira que de esta nacía. Ahora estaba furioso y como respuesta a ello su mirada perdió el brillo; entonces todo comenzó a fluir de una forma tan pausada y lenta, en la cual fue capaz de ver y moverse entre los ataques de esos niños que habían ido por su vida.

Al extender una mano y cerrarla el vacío se llenó con lo que le pareció una muñeca fina y delgada, era de una mujer y aquella imagen le trajo el recuerdo de Kohei Ikazumi, la primer espía a la que dio muerte. Atrajo ese brazo hacia él y lo fracturó de manera rápida y eficaz, escuchó el quejido y luego se giró, propinó un fuerte rodillazo en la espalda de mujer y esta se estrelló con dos de sus compañeros, por el rabillo del ojo vio una hoja acercarse y se agachó al mismo tiempo en que cogió a su atacante del cuello y lo alzó para luego estrellarlo en el suelo, una vez ahí lo golpeó en la frente y saltó por sobre él, cogiendo su espada y atacando a otro.

ŒΩŒ

Eran tres samuráis de Chosu, los habían seguido tal cual como se les ordenó. Debido a su edad fácilmente lograban pasar por niños y llevando a una raquítica Natsuko con ellos, simplemente parecieron huérfanos, pobres y perdidos en el camino.

Fue por lo mismo que los hombres no les prestaron atención, de saber que entre ellos se encontraban dos nietos de Nariaki-sama, padre del shogun hubieran direccionados sus espadas sin mediar gesto alguno.

Recordaba aquél día, porque todo se había salido de control.

Después Natsuko lloraría sobre él disculpándose, nuevamente como lo había hecho de niña, por Noriyuki. Terminada aquella misión de espionaje. Un hombre había tratado de arrinconarlo para llevarlo a las sombras. Aoshi era inocente en aquella época, pero no ingenuo. Nenji u Okina, como le gustaba que le llamaran, ya los había llevado a recorrer la capital y hablado sin tapujo alguno de los vicios de los hombres y mujeres. A diferencia de lo que él creía, ninguno de los hijos de Seidama-sama se escandalizó. Con el tiempo entendería que ellos los habían visto en su propia familia.

Natsuko que había mostrado una habilidad excepcional para recordar lugares y caminos, así como para dibujar mapas y rostros, siempre les acompañaba. Aquél día había hecho una lista de enemigos y aprovechando su apariencia los había retratado sin levantar sospecha alguna.

Habiendo entregado el informe correspondiente, Okina los dejó para que estos regresaran a solas. El intrincado sistema para llegar a la base de los Oniwabanshu, había sido diseñado por el Hiroshi-san, hijo de Kisho Mikimachi. Y considerando el entrenamiento que ya realizaban el trabajo de cruzar los muros del Castillo de Edo, solo significaba un ejercicio para no perder la costumbre.

En aquellos años, Aoshi estaba aprendiendo el Kaiten y Noriyuki se había especializado en el combate de espada. Muy diferente de lo que ocurría con Natsuko que ya había adoptado el estilo ninja. Sin embargo solía tomar adiestramiento junto a los jóvenes que seguían a Hiroshi-san, el tiempo le revelaría que se lo hacía para aprender la misma técnica que él, solo que imperturbable como los tres se habían vuelto, nunca ninguno de ellos se lo diría al otro.

En la posada de Eikia cambiaron sus ropas y pidieron algo de comer, poco antes de retirarse un hombre se acercó. Por apariencia Noriyuki era el mayor de todos, siendo dos años mayor que Aoshi, representaba más edad que sus trece años, siempre había sido elegante y discreto y a diferencia de varios del clan Mito de Tokugawa, había crecido alto y el tiempo le haría crecer aún más.

Por lo tanto no aparentaba sus años, sino más. El aún se mantenía bajo en comparación a Noriyuki, aunque le alcanzaría y qué decir de Natsuko que aún no llegaba a los diez años. Era común en aquella época que los jóvenes pobres pero hermosos fueran destinados al comercio sexual. Y en Kyoto, nadie reconocería a un Tokugawa a menos de que fueran resguardados por el Shinsengumi o por sus propios samuráis. Noriyuki no traía ninguna de las dos escoltas, llevaba dinero y vestía de manera lujosa.

Lo cierto es que Aoshi no escuchó las palabras que el desconocido le dirigió, pero si le molestó la cercanía que demostró, así como la lasciva mirada que lanzaron a Natsuko. Noriyuki jamás había sido alguien que reaccionara por instinto, después de ignorar al hombre simplemente había pedido la cuenta y ordenado el retiro a él y a su hermana.

Los sorprendieron en la calle y ya no estaba aquél hombre solo iba con dos sujetos más, a él lo cogieron de los hombros y lo arrastraron junto a Noriyuki. En aquella época y siendo principiantes de espías, no era bueno darse a conocer, por lo mismo parecieron aceptar en silencio lo que les ocurría. Cuando Aoshi giró vio que Natsuko le miraba interrogante.

El sabía lo que estaba por ocurrir y el rostro de su amiga no le preguntaba por ella, sino que lo hacía por cuándo y hasta cuánto tolerarían. Siquiera tuvo que dar respuesta alguna, cuando sintió los gritos de los hombres, el barro bajo sus pies y las maderas moviéndose para caer y demostrar que ante ellos había una pelea.

El hombre le soltó a él y a Natsuko lanzándolos al suelo. Aoshi se acercó a ella y le ordenó ir por ayuda, orden que Natsuko no se hizo repetir. Fue la primera vez que ambos pelearan, obviamente en fuerza eran superados, pero así mismo Aoshi recordaba haber cogido una muñeca delgada que no tardó más de dos movimientos en ser quebrada, era el segundo hombre al que golpeaba y frente a él, las luces de un choque de espadas le indicaban que Noriyuki seguía en la lucha. El hombre quiso sujetarlo de su hakama, pero se deslizó rápido y raudo fuera de su alcance, el hombre se paró y siendo casi del doble de su tamaño Aoshi no tuvo problema alguno en lanzarle una patada y golpearlo directo en el rostro. Con ello el hombre quedó en el suelo, entonces giró decidido a ayudar a Noriyuki y su rostro fue golpeado con la fuerza suficiente para hacerle perder el conocimiento.

Y Natsuko le había esperado hasta verle despertar. En donde ella se desarmaba llorando sobre su pecho, pidiéndole disculpas por que terminara así. En aquél ataque había recibido la primera cicatriz que mantuviera toda su vida. Cuando se volvieran amantes, Natsuko solía acariciarla; estaba escondida tras su oreja y bajaba por el borde de su mandíbula, gracias a ello no pudo hablar por varias semanas, lo que le sirvió para escuchar y ver con mayor atención todo lo que ocurría a su alrededor, fue en esos días en los que descubrió el romance que mantenían Nanaka y Hiroshi Makimachi.

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Pateó a su ultimó contrincante en el pecho, cuando otra mujer se lanzó con kunai en mano hacia su cuello, volvió a cogerla como lo había hecho con aquél samurái y le quebró la muñeca en dos. Hisashi llegó tras él para advertirle.

— Creo que tenemos en traidor… — Aoshi asintió — Será mejor que se marche señor…— Aoshi alzó el mentón.

— ¿Sabes quién es?

— Tengo mis sospechas, pero… — Hisashi bajó la vista — son mis hombres y por cómo han ocurrido las cosas no puedo juzgarlos sin conocer sus motivos

— Te han puesto en peligro— Hisashi negó

— Eso lo han hecho con usted…— Aoshi dirigió la vista sobre Hisashi para ver como los hombres de este apilaban a los heridos en un rincón del barco.

— ¿Qué harán con ellos? — Hisashi los miró.

— Nada, solo los llevaremos a Kyoto

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Okina no se había esperado semejante conversación, de hecho al momento de acudir a la cita con Midori, esperaba que esta girara en torno a las recientes noticias de Aoshi y Kaede, en las cuales, ambos se dirigían a Kyoto. Lo que si o si auguraba un enfrentamiento entre alguna de las partes. Seguramente Matsuzawa también había llegado a esa conclusión, pero al preguntarle sobre esa faceta de su pasado no pudo menos que sentirse descolocado y muy furioso.

Habiendo conocido a la mujer desde niña, solía olvidar el papel que esta desempeñaba en la actualidad. Era la jefa separatista del Oniwabanshu y hasta donde había logrado comprender no solo los había dividido a ellos sino que estaba en plan de arrasar con todo el orden establecido en aquel mundo que ellos habitaban. Lo peor de todo es que no podía negarse a hablar de ello, era el derecho de Misao conocerlo y esa mujer le había manipulado de tal manera que la muchacha prácticamente le miraba con un gesto llenó de acusación y suspicacia. Suspiró con fuerza y dirigió la mirada hacia Matsuzawa. Esta pareció notarlo y le sonrió con sinceridad, solo que para él era mucho más fácil no creerlo así, en aquellos momentos, en que ella era atendida por Nobuhiro, era el ser al que más detestaba en el mundo, tras Misao y de manera estratégica Akira le observaba. Era un muchacho silencioso y sombrío que les había acompañado durante la cena bajo una sola orden; matar a Misao si es que él o ella hacían algo sospechoso. Okina no estaba dispuesto a poner en duda la lealtad de aquél muchacho intentándolo.

— ¿Es algo vergonzoso cierto? — preguntó de pronto Misao sacándolo de sus cavilaciones, Okina parpadeó.

— ¿Por qué lo crees así? — replicó de inmediato. Misao bajó el rostro.

— Hasta hoy, jamás nadie lo había mencionado o mencionado a mi madre, aunque si hablaban mucho de mi abuelo, solo que nunca por su nombre— Okina se suavizó de inmediato y dejando escapar un tranquilo suspiró le sonrió a la muchacha.

— No debes preocuparte Misao, lo que fueran tus padres jamás te marcará a ti de esa manera… — Okina vio como Matsuzawa negaba, al mismo tiempo en que dirigía una mirada Misao, esta se había vuelto pálida y su boca parecía querer decir algo mientras que una fuerza invisible lo evitaba.

Un quejido de parte de Matsuzawa los distrajo.

— Por favor viejo, dale a la niña lo que quiere… ¿Acaso no es tu consentida? — dicho eso la mujer sonrió para luego volver a quejarse, mientras su hermano parecía absorbido en curar sus heridas.

— No te metas en esto Midori, ya has hecho suficiente— otro quejido de parte de Matsuzawa, solo que este terminó en una contenida risa.

— Que mojigato… ella ya no es una niña… ¿hasta cuándo vas a protegerla? Por si no te has dado cuenta tú eres el viejo ahora…

— ¡Ya basta! — exclamó Misao, logrando el silencio en la habitación, mantenía sus manos empuñadas sobre los muslos y el flequillo ocultaba sus ojos — Por favor Matsuzawa - san… deje a Okina hablar— este dirigió una mirada llena de compasión a la muchacha, pero se encontró con sus ojos firmes y serenos esperando que él dijera lo que ella esperaba.

Lo cierto es que Nenji no había tratado de manera cercana a Nanaka, pero a Hiroshi le había conocido desde niño, así como a Aoshi y a Misao.

¿Cuántas generaciones habían nacido y muerto mientras él aún vagaba en la tierra?

El que Misao llegara a aquella conclusión sin que nadie dijera nada era sencillamente como tratar con ese muchacho, quién había peleado a su lado, de quién Misao había sacado los reflejos azules de sus ojos. Podía verlo frente a él; caminando entre el crepitar de las llamas sujetando lo que era la cabeza de un enemigo, mientras sin trastabillar o ralentizar su paso, arrastraba aquél cuerpo. Lo veía frente a él con una mirada serena y cautiva, lo veía erguirse desafiante para enfrentarlos a todos, lo veía saltar como el verdadero prodigio que había sido, lo veía huyendo por su vida cuando su propio padre ordenara la caza en su contra.

Finalmente habló.

— Tienes razón Misao, no hablamos de tu padre, porque tu padre fue un traidor.


N/A:

Agregué con rapidez este capitulo por Okashira, Kassandra y Wendy. Espero lo hallan disfrutado.