"Quizás….

Nosotros olvidamos el pasado, pero este nunca nos dejo"

Capitulo I

Quiebre

El comercio se había reanudado con fuerza, lo cual estaba convirtiendo Kyoto en una ciudad activa nuevamente. Muchas personas la preferían debido a lo agreste que se había vuelto la actual capital. Las familias más pudientes la consideraban excelente para criar niños ya que esta combinaba lo que era tradición con modernidad y por sobre todo calma. Las obras que se habían detenido con la muerte de Okubo, ya se habían finalizado, más escuelas y edificaciones, así como la finalización del tren. De momento la espera del otoño, hizo que Misao diera un profundo respiro, mientras observaba como la ciudad se movía en su rededor.

"Al fin tenemos paz"

Solía decirse, además la llegada de la nueva estación convertía a Kyoto en una ciudad pardusca y azul, junto con los vientos fríos que la azotaban anunciando que en unos meses más el invierno se haría presente.

De momento la muchacha se sentía inquieta ante la calma reinante en el Aoya, la omnisciente presencia de Aoshi, parecía haberlos vueltos a todos más callados de lo normal. En busca de algo de acción; salía a recorrer los mercados, pendiente de cualquier problema que se presentara, se hizo famosa capturando a ladrones por lo cual siempre contaba con la ayuda de la policía local. Pero además de aquello no era mucho lo que podía ver, se sentía algo desplazada en su época de nacimiento, a veces deseaba que el caos volviera solo para verse más activa, pero aquello solo eran sus deseos egoístas, todos deseaban aquella estabilidad económica y política que el gobierno había implantado a fuerza de mucha sangre, este era finalmente el respiro de la ciudad, era lo que se merecía. Y lamentablemente para ella, todos lo preferían así.

En tanto las cosas en el Aoya, no habían cambiado mucho. A Misao le parecía algo extraño como el resto de los agentes, había obviado la norma natural de hacerse de su propia familia en pos de la que ya poseían, es decir ellos. Aoshi, por otro lado, continuaba con su meditación y a veces se dedicaba a entrenar, Misao solía observarlo, pero no obtenía muchas respuestas de él. Seguía tan indescifrable como siempre lo fuera, silencioso y calmo, aunque el único cambio patente en él era lo brillante que se había vuelto su mirada, a veces Misao fantaseaba con que ella era la razón de aquél cambio. Aunque nunca tuvo el valor para acercársele y preguntar.

En ocasiones entablaban conversaciones, mas él era tan esquivo como siempre. Poco le importaba a la muchacha su opinión sobre el clima, quería saber de él, y por más que lo intentaba solo obtenía como respuesta "aún no nacías o eras muy pequeña" y se obviaba por completo el asunto. La única conexión que Aoshi parecía tener con el resto del mundo era a través de Okina, quién solo en aquellos momento actuaba como el adulto que era eximiéndola de todo aquello. ¿Acaso le molestaba a ambos el que ella tratara de inmiscuirse en aquellas conversaciones? Okina se encargo de esclarecerle sus ideas.

— No lo tomes a mal Misao, simplemente no comprenderías — nuevamente se le restregaba lo pequeña era en torno a ellos dos, parecía que el anciano olvidaba que ya había combatido y que podía cuidarse perfectamente de lo que fuera.

De todas maneras fue capaz de juntar el valor para preguntarle a Aoshi si es que podía entrenar con él, casi diría que vio una sonrisa al momento de preguntarle, cosa que le infundió aún más ánimo. Aunque Aoshi no le tuvo misericordia, una y otra vez le mostró la diferencia de nivel entre ambos y lo mucho que sobraba en aquél lugar. Cosa que no le amedrentó, pero todo cambio cuando en una ocasión, ella arrobada, no fue capaz de controlar sus emociones embargadas por el deseo. Cosa que espanto al muchacho. De alguna manera a pesar de la vergüenza que significo para ella el delatarse, se vio nuevamente con él al día siguiente en el dojo, solo para encontrar esta fría respuesta.

— No es necesario que sigas perdiendo el tiempo conmigo Misao— se lo dijo con una endeble sonrisa de disculpa que mortifico el corazón de la muchacha por completo.

No volvieron a entrenar juntos.

Fue entonces cuando Misao se pregunto si es que acaso no era todo, meras fantasías suyas, ¿O es que él no sabría verla? No pudo evitar el observarle con el resto y descubrió que no, era él quién prefería mantenerse lejos de todos y de ella también. No podría culparse por eso, quizás había ido muy lejos al demostrarse así y era porque simplemente no estaba acostumbrado. Nunca había visto a Aoshi en planes románticos con nadie y a pesar de ser un buen indicio, realmente no sabía si tomárselo como una buena o mala señal.

Sin quererlo entonces, se vio sumida en un meditativo silencio de auto inspección. Pudo establecer sus propias normas de vida así como su direccionamiento; ella como mujer no podía serle indiferente a él como hombre, muchas veces se miró al espejo para notar que su apariencia ya había cambiado, no parecía un niño, mucho menos una niña. Para buscar la tranquilidad necesaria se escabullía a los jardines a respirar y sentir el frío aire del otoño, todo aquello parecía decirle que las cosas saldrían bien, que sus dudas eran normales. En cierto momento cuando ella se consideró demasiado ruidosa para él, había pensado seriamente en cambiar, mas en aquellas meditativas noches fue cuando notó lo despreciable de aquella idea, si Aoshi no le quería tal cual era, era un problema cierto, pero no cedería su ser solo por agradar al resto, aún cuando este resto lo formaba casi un cien por ciento el hombre que le quitaba el sueño.

Entonces nuevamente sus esperanzas se hicieron pedazos al comenzar el invierno.

Dentro de aquellos lapsus nocturnos de meditación. Misao decidió escapar a la cocina. Había sentido sed y de manera obvia marcho ahí. Sus pensamientos nuevamente se vieron entorpecidos al recordar lo torpe que resultaba ser en semejante lugar; el pulcro orden y sencilla clasificación de las gavetas que contenían los utensilios de la cocina, le llevaron una sonrisa a los labios, aquello era algo que ella si podría hacer y bien. Las tazas de porcelana oscura, detalladamente decoradas, los finos platillos y palillos de comida. Entre ellos estaba la vajilla que ella misma escogiera para Aoshi, separada del resto, en el rincón más oscuro. Algo molesta por aquella definición "oscuro", lo movió junto a la del resto. Oscuro era como podía llamarse a Aoshi en los días en que había decidido unirse con Makoto Shishio, pero no ahora, no cuando disfrutaba de toda aquella paz en aquél lugar en donde su mirada había recuperado brillo.

ŒΩŒ

Aoshi siempre se movía en silencio, su habilidad así se lo exigía. Por ellos se sorprendió al ver a la muchacha en la cocina, había creído que sería el anciano. Mas se trataba de ella, ensimismadísima, con un vaso en la mano. Seguramente también había ido por agua.

— ¿No es muy tarde para que aún estés en pie? — Misao se sobresaltó al verle y se alejó automáticamente varios centímetros de él. Trato de parecer serena, le vio estirar el brazo y coger su taza del resto, tal cual ella la sed le congregaba ahí.

— También estaba sedienta — contestó, Aoshi asintió sin parecer interesado y se limitó a beber en silencio.

Misao le observó detenidamente, el porte alto y soberbio se veía disminuido ante aquella calma y precisión de movimientos que era él. Tenía su Yukata blanco impecable y las arrugas de la posición de loto seguían desapareciendo contorneándose en sus formas. A pesar del frío parecía ser lo único que llevaba, se le veía el pecho desnudo. Misao bajo los ojos ruborizada ante aquella visión, la manzana se balanceaba firme y concisa con cada trago que daba. Lleno su taza dos y tres veces, antes de que Misao se diera cuenta de lo injusto de su posición; era mera observadora que no tenía la importancia suficiente como para influenciar en su vida, para entrenar con él, para hacerle sonreír. ¡Y él que tanto significaba para ella!

Aoshi dejo de beber, enjugó la taza y la colocó en aquél rincón alejado del resto, para Misao fue como una provocación. Aoshi se despidió con un gesto y procedió a retirarse, las palabras se agolpaban en el pecho de la muchacha al momento en que luchaban por salir de su boca. Podría, como siempre, tragárselas nuevamente y así tratar de entender, pero el esperar una explicación o que el tiempo arreglara todo en su favor, le pareció demasiado largo y tortuoso para poder aguantarlo ¡No! ¡Ella era energía y fuego! Encerrarlas sería como encerrarse a si misma y confinarse a aceptar aquella generosa indiferencia hasta que el tiempo la obligara a entender que eso sería lo único que obtendría de él. Se negó a hacerlo, ¡Si! ¡Tenía que hablar ya!

— Aoshi — dijo en tono alto pero calmo, olvido a propósito el san o sama. El no volteó, solo se detuvo observándole por encima del hombro, para Misao aquella era respuesta suficiente. Entonces toda aquella decisión y energía pareció abandonarle y le dejo plantada sobre sus pies, incapaz de moverse y hablar, quedó en blanco con todas las preguntas atravesadas en la garganta.

— ¿Que ocurre Misao? — preguntó Aoshi, sacándola de su momentáneo estupor. Misao parpadeó algo confundida, esta era una segunda oportunidad. Tragó saliva consiente de que talvez esa idea no era tan buena como ella creía, él se veía tan sereno.

— ¿Por qué… — dijo mientras sentía que el mentón estaba a punto de ceder — Que…. Querrías que yo fuera diferente? — finalizo sin el valor suficiente como para mirarle de frente. Aoshi bajo la vista en un gesto de vergüenza, aunque no se sabría definir si era hacia él o hacia ella.

— No Misao — contestó serenamente, aquella respuesta más que servirle continuó llenándola de dudas.

— Eso no me dice nada —dijo ella enderezando su rostro.

— ¿Qué quieres saber Misao? — Viéndolo ahí frente a ella tan erguido supo que corría un serio riesgo de que sus ideas flaquearan nuevamente.

¡No! tenía que obtener sus respuestas y este era el momento.

— Yo te amo...— declaró con voz trémula y ocultando los ojos bajo el flequillo, Aoshi quedó de una pieza, Misao no le dio tregua y nuevamente habló — Te amo desde siempre ¿Por qué tú no me amas? — la pregunta, obviamente le hizo cuestionarse lo mismo, además el hecho de que Misao revelara sus sentimientos hacia él le urgía a contestarle de manera inmediata…

Pero no sabía que decirle, trató de pensar en una respuesta asertiva, así como vino a su cabeza la idea de guardar silencio. Mas el solo hecho de tener que meditar la respuesta le dio a entender que su respuesta no era la que ella deseaba escuchar. Lamentaba herirla, pero no podía mentirle, no a esa muchacha quién quería demasiado. Ya bastaba de actitudes sin honor y el dejarla ilusionarse con alguna respuesta, sin dejar nada en claro, solo terminaría hiriéndola para cuando se enterara de la verdad, aunque jamás había pensado en decírsela y ahora no era el momento. Supuso que aquello se haría preciso para que ella entendiera sobre el por que. Aún así se mantuvo impasible y eso exaspero demasiado a la muchacha ¿Es que acaso no sentía nada?

— Ya te lo dije Misao… deja de perder tu tiempo conmigo — La muchacha no supo como tomarse esta respuesta, ¿Se habría como siempre equivocado al juzgar su situación? Tal vez no era ella quién no se merecía a Aoshi, si no que era él quién se veía demasiado "oscuro" para ella, quién al fin de cuentas era mucho más inocente de lo que nunca quisiera admitir.

En ese sentido era él quién se veía inferior, pero a Misao solo le venía una idea a la cabeza ¿Por qué?, pero aquello solo duro una milésima de segundo. Casi animada contra ataco.

— Quiero perderlo con usted…— carraspeó — contigo Aoshi Shinomori...te he amado desde… siempre — Aoshi se acercó a ella peligrosamente.

Misao creyó todos sus deseo colmados cuando sintió la mano de él en una de sus mejillas, luego la otra aprisionándole el rostro, ella cerró los ojos preparada para besarle, más solo sintió húmeda la frente. Cuando los abrió Aoshi tenía la mirada fija en su rostro, se sintió avergonzada al mismo tiempo que dispuesta, quizás no sería nada honorable, pero cualquier cosa que el dijera en aquél momento ella estaba dispuesta a obedecer, sintió su cuerpo tenso contra el de él, así como noto que estaba en puntillas y que aún así quedaba muy por debajo de Shinomori, pero nuevamente todo fue solo un sueño, no había ningún tipo de lascivia o deseo en su mirar, solo una tranquila calma, la misma con la cual iniciaba su gesto de disculpa.

— Misao, diré esto solo esta vez — dio entonces un respiro y continuó — He pensado en ti desde que me marche… pero no estoy listo para darte nada más que eso, mis pensamientos. No te amo como mereces y no es adecuado que tu corazón se interese por el mío, como ya has comprobado de esto solo puedo salir daño…— todo aquello le pareció tan insulso, tan indignante que la rabia se agolpo en sus ojos llenándolos de lágrimas, Aoshi aún tenía su vista fija en ellas y estaba decidido a consolarla si era necesario, pero ella se aparto con fuerza, agacho la cabeza mientras que él veía como sus dientes se apretaban tratando de contener una furia tan reprimida como justa.

Para ella aquellas migajas no significaban nada o al menos así lo vio después de haber sentido como se le resquebrajaba el corazón. Un impulso egoísta vino a decirle que si no tenía todo de él, prefería no tener nada, se colocó entonces en posición de guardia y dijo:

— ¿Adecuado?... ¿Que clase de respuesta es esa?.. — con tono herido continuo —…¿Acaso nunca has sentido nada por nadie más que por ti?... Así nunca estarás seguro aunque lo creas… ¿Por que no te permites amar Aoshi? — Este abrió los ojos sorprendido por las palabras de Misao, no podía negar que estás tenían tanto de ignorancia como de aguda sapiencia, proveniente quizás del corazón más puro que jamás conociera.

En tanto ella ya había sopesado estos argumentos considerándolos demasiado crueles para tratarlos con él, pero ya que el destino había decidido partirle el alma no le pareció para nada injusto el saber por qué. Quizás le hubiera gustado una reacción positiva y bien sabía ella que esto le dolía más que cualquier herida, pero entendía que él fuera honorable, si no quizás no le amaría como lo hacía.

Aoshi tragó saliva y se alejó.

— Lamento haberte herido Misao — dijo mientras se retiraba de la cocina, con profundo pesar dejo en ella a la muchacha sollozando.

ŒΩŒ

Okina sorbió el té con más fuerza de la acostumbrada, no quería que el calor del brebaje se filtrara entre los pliegues de su lengua. Aún así se quemó, perdería el sentido del gusto algunas horas, de momento solo le quedaba intentar el aplastar esa sensación pujando la lengua contra el paladar, se llevó su pequeño bocadillo a la boca. Al momento en que Misao se hacía presente en el lugar. Todos le observaron, sus oscurecidas ojeras les dieron a entender que tal vez había llorado toda la noche, era muy poco lo que todos, excepto Okina, entendían sobre lo ocurrido entre la muchacha y Aoshi. Así que desayunaron en silencio y paulatinamente se fueron retirando a cumplir con sus deberes. Misao no tenía deseos de hablar, pero para el anciano era imperativo el cumplir con sus "ordenes". Carraspeó entonces y obtuvo la atención de la muchacha.

— Aoshi se ha ido — Dijo secamente el anciano, la impresión que esto causo en Misao fue tan aplastante como el rechazo del hombre. El no se lo había dicho, lo más probable es que pensara que ella estaría mejor sin él. Aoshi nunca actuaba sin considerar seriamente las implicancias de sus acciones así como argumentos, él pensar que quizás ella podía ser la razón de aquello mortifico aún más su ya caído espíritu. No solo le había recordado su posición frente a él al darle a entender que no era suficiente como para "perder el tiempo con él". Siempre había creído que a solo bastaba despertarle el "espíritu masculino", para así convertirse en la victima de sus ansias de hombre. Pero eso era calificarlo como a un hombre común más. Y eso había sido una torpeza de su parte. Sabía y lo había visto, que en aquellos años nunca había observado algún tipo de "aventurilla" romántica con nadie. Cosa que la esperanzo sobre sus opciones con él. Ahora entendía su frialdad, pero no conocía sus razones.

— Es mi deber el darte consejo, Misao— habló nuevamente el anciano, al ver que la muchacha guardaba aún más silencio.

— De momento estoy vetada para aceptar nada más que mi pena — contesto Misao llevándose el té a la boca, no es que quisiera beber, pero necesitaba sacarse el nudo de la garganta.

— No puedes cerrarte a esa como una opción válida, aún eres muy joven…— Misao le miró de manera acusadora, tanto, que el anciano se incomodo.

— ¿Muy joven para qué…para luchar, para amar? — Okina había errado sus palabras, el calificar a Misao sin experiencia, era como decirle a él que era un anciano sabio y tranquilo — No puedes obligarme, con ningún tipo de "consejo" — continuó la muchacha — el que quede sin sentirme mal por lo ocurrido, además ahora se ha ido, esperas demasiado de mí, si creías que hoy estaría mejor — dicho esto se colocó de pie y se retiró.

No podía evitar el sentirse culpable. Supuso que a Aoshi, no le interesaría en lo absoluto el esgrimir sus razones para rechazar a Misao, llevaba años sin nombrarla, lo que en su momento le dio a entender que talvez Aoshi había girado la página. Por ello nunca censuró a Misao, creía firmemente que ella era la cura perfecta para él, le debía una disculpa a ambos, había esperado mucho de él y tan poco de ella.

Era propio de Okina el recordar todos los sucesos, pues él había estado ahí. Tenía la carta que Aoshi le entregara guardada entre sus ropas, tal cual años atrás; otro corazón destrozado, otra escena llena de lágrimas.

Cuando abrió los ojos no estaba solo en la habitación, su cabello aún no encanecía del todo y un Aoshi de diecinueve años estaba sentado frente a él, al costado de ambos otro Oniwabanshu

¿Qué harás entonces? — preguntó al agente desconocido, este tomo su taza de té y le sonrió a Aoshi.

Por ahora nada... — luego volvió la vista a él, Okina esperaba reconocerlo, pues le conocía tan bien como a Aoshi, más por alguna razón se le hacía imposible el vislumbrar las facciones de aquél rostro — Aoshi esta cansado — contestó finalmente el agente, volteó entonces al interpelado — Te dejare descansar — Aoshi no lo evidenció pero su mirada se volvió fría y helada así como el rictus de su cara.

Okina lo intento una vez más, pero la luz de un día de verano perdido en muchos años atrás le impedía notar el rostro de aquella figura conocida. Entonces nuevamente este habló.

Podríamos aprovechar el día ¿no te parece? La ciudad se ve bastante interesante…aún no conozco bien Kyoto...Pasear por ella...

Okina volvió al presente, a aquél apagado día de otoño, tomó la carta entre sus manos, habían trascurrido siete años, le pareció una ironía del destino que él y Misao sufriera lo mismo a la misma edad ¿sería tal vez el Karma? Suspiró y se colocó de pie, de pronto volteó asustado al sentir otra presencia en el cuarto, ahora nuevamente la luz formaba una imagen en particular… pero no podía recordar su rostro.

— Tenías que volver ahora Natsuko — dijo con molestia — ya había olvidado tu rostro…— terminó susurrando para si.

ŒΩŒ

Aoshi abrió los ojos azotado por un suave viento de otoño que le hizo detenerse un momento. No había recapacitado muy bien sobre la "discusión" que le había obligado a marcharse aquél día. Viéndolo fríamente, para él siempre había sido evidente el trato diferencial que ella siempre le daba, hasta el punto de sospechar, que quizás, tal vez ella veía en él algo más que un maestro. Debió de haberlo entendido cuando Misao decidiera recorrer el Japón buscándole. Pero estaba demasiado abstraído en devolver el honor a sus compañeros caídos. Por algún motivo, después de la muerte de estos, llegó a la sencilla conclusión de que su muerte no debía de ser en vano (el haberle protegido a él, difícilmente lo consideraba una razón loable) tenía que justificarla como diera lugar, aún si eso significaba abandonar su camino como Oniwabanshu y dedicarse a labores reprobables. Ahí fue cuando se enteró de que Misao le buscaba, mas su meta no era tan ordinaria o vana, como ara dejarla de lado solo por los caprichos de una niña, aún cuando la quería y se preocupaba mucho por ella. Por otro lado, llevaba la vergüenza arrastrándose bajo su sombra, pudriéndole con odio y deseos de venganza, lo mejor era que Misao no le viera, dejarla desarrollarse lejos de su nefasta presencia.

Una y otra vez se había maldecido por haberse involucrado con Kanryu Takeda, aquello había dictaminado el final de su grupo; hombres tan valientes y honorables, sus hermanos. Y él los había dejado morir a todos.

Una experiencia así podría determinar el cambio de una persona, y en su caso así fue, aunque nunca pudo entender que fue lo que le llevo a perderse aún más, en busca de una explicación válida que dar cuando le pidieran explicaciones. ¿Cuántas, a quién? ¿A los Oniwabanshu, a Okina, Misao? La frustración se apodero de él, al entender que nadie las merecía, ellos no les habían visto morir, no fue Okina, quién los guiara a aquella muerte innecesaria, y que aún lamentaba. Todo ocurrió así debido a que él era su líder, él y nadie más.

Entonces ya no tuvo vuelta atrás y como un adicto al opio, se dejo involucrar con Makoto Shishio en un afán por encontrar un camino hacia su "venganza" finalmente ¿Que era el título del más fuerte? Una excusa que solamente a él interesaba. Notó muy tarde que todo aquello iba dirigido solo contra él, que la explicación solo era válida para él. Nuevamente estaba siendo egoísta pero solo así se sentía tranquilo consigo mismo y al menos podía dormir sin ser atormentado por el recuerdo de sus ingratas muertes. Que al resto se los llevara el diablo, debía de una vez dejar de lado las tibiezas del alma, sobre quién se interpusiera en su camino. Así a fuerza de resolución decidió que más que una meta, sería la razón de su existencia. Aquella era la convicción al momento de enfrentar a Okina, cuando empuño su Kaiten para darle muerte, sonó como el murmullo de un recuerdo perdido en su cabeza.

"¿Estás cansado Aoshi?"

A penas vio a Misao, supo que no podría cumplir su palabra. Por ello era mejor que le olvidaran y que borraran para siempre su recuerdo de la existencia.

El combate con Himura, era un asunto pendiente entre ambos, era una feliz casualidad el ver que había conocido a Misao.

"Lágrimas tan grandes como la Luna"

El escuchar aquello de otra boca, solo afirmo las dudas que poco a poco venían carcomiéndole ¿Estaba dispuesto a matar a sus antiguos camaradas? El hacerlo hubiera significado su muerte absoluta. ¿Desde cuando la injusticia se había convertido en su estandarte? Él que había luchado por lo justo en su infancia, se trasformo en un cobarde y estúpido que fuera de arrastrar a sus soldados a la vergüenza y la muerte. No era capaz de aceptarlo como su única y verdadera culpa. En vez de establecer una expiación, se dedicó a derramar sangre para trasformarse en el "más poderoso" para entregarles ese "titulo" como si hubiera algo de justo en aquel acto.

"¡Despierta Aoshi!"

Fueron las palabras del samurai, pero más que despertar debía de abrir los ojos, estaba caminando ciego en la oscuridad.

Entonces nuevamente llegaba a el aquellas palabras.

"¿Estás cansado Aoshi?"

El bálsamo de la derrota le mostró finalmente lo errado de su actuar. El reivindicarse sería un camino tan largo como el que había llevado hasta su perdición, si era necesario rogaría por el perdón, que sabía no merecía. Pero nadie esperaba sus disculpas, lo recibieron como a uno más, como si nunca se hubiera marchado; llenos de alegría, contentos de que él volviera a ser el que habían conocido.

El primer día en que se despertó en el Aoya, una extraña paz le rodeo el corazón con una tibieza que no sintiera en años. Era acogido finalmente, pero aún así, no se había vuelto capaz de perdonarse, al parecer cuando una pena tan grande como la que él cargaba era llevaba uno se acostumbraba a sostener ese peso como algo intrínseco en su vida, la sola idea de dejarla de lado, le resultaba extraña. Después de haberlo entendido, solo le bastaba aceptarlo y restablecer por completo su estabilidad mental re-sensibilizarse y el proceso debería durar lo que fuera necesario.

Creía firmemente que el cambio de una resolución avalado en una batalla no era suficiente para obrar en un alma como la suya, que había visto, tolerado y perpetrado todo lo que un hombre puede aguantar en días desesperados y perdidos. En ese tiempo, una y otra vez oía esa voz perdida que le decía "¿Estás cansado Aoshi?" la respuesta siempre era la misma, pero el no merecía descanso. Quizás fue lo único que le mantuvo cuerdo antes de caer en la miseria, a veces, en las noches aquél murmullo le despertaba recordándole ensoñaciones de su infancia y juventud, en donde aquellas palabras provenían de un corazón y alma similar al suyo.

Había sobrevivido a tanto que el que Misao le viera como una figura romántica le pareció el colmo de la crueldad, y es verdad, no podía ser más idílico, al menos para ella. Al tenerle de vuelta, veía en su rostro una alegría tranquila y solemne, quizás preocupada por establecer ante él una imagen de seria. Lejos era ruidosa y bromista; un torbellino que cruzaba todo el Aoya, que ayudaba, descomponía y corregía a su gusto, el resto le llamaba "jefe" en son de broma y a la vez en serio. Todo aquello era mucho para él, no es que no le gustara, simplemente no se veía ahí, él tenía que ser observador para que el cuadro fuera perfecto. Aquella señal de incomodidad solo le indico que debía de meditar más.

En un principio ella era paciente, le esperaba solo si era necesario, le llevaba su té y aguardaba en silencio a que él terminara. Muchas veces se preguntó si es que acaso la muchacha no se hartaba, Misao ya estaba en una edad de conocer muchachos, pero solo le veía cerca de él. Fue así como poco a poco fue perdiendo su timidez. Primero con cosas triviales, después con largos cometarios sobre cualquier cosa que llamase su atención. Era una verdadera dicha el tenerla ahí narrando su día, con una puntualidad de hierro, iba, le llevaba su comida o lo que fuera y ahí se quedaba con él, el efecto entonces fue mutuo, y pronto el se vio inmiscuido en las conversaciones de la muchacha. Mas siempre había un punto en el cual él solía dar todo por terminado y eso ocurría cuando ella quería saber cosas de su pasado, de lo que era de él, antes de convertirse en líder y durante el Bakumatsu no Douran. En otras ocasiones insistía en acompañarle a meditar para finalmente caer dormida. Cuando él lo notaba simplemente le arropaba y continuaba en silencio. Todo iba muy bien hasta que ella quiso acompañarlo a los entrenamientos. Ahí las ideas de Aoshi se vieron trastocadas al notar las intenciones de Misao. Cuando terminó aquél enfrentamiento, la muchacha quedó jadeante en el suelo del dojo. El se colocó de pie de inmediato, turbado por aquella visión, lo había olvidado.

Misao ya era toda una mujer.

Aquella idea le hirió profundamente, cuando entendió lo mucho que se esperaba de él y lo poco que estaba dispuesto a que las cosas ocurrieran así. Siempre había pensado que un día despertaría y la vería comprometida con alguien, pero al verle así. Notó que quizás él era su elección. Cosa que le complicó adustamente. Los celos naturales que se forjan en semejante relación, le exigían indiferencia a quién llegase al corazón de ella. Jamás habría creído que sería él. Era como trastocar sus planes de manera mórbida y agredirle en un punto que no sabía le dolería. Cortó entonces por lo más sano y la eximió de los entrenamientos y las meditaciones, así como se limitó a guardar silencio durante las conversaciones. No la estaba castigando, la estaba protegiendo de lo que sabía, le rompería el corazón.

Entonces vino esto. Dio un hondo suspiro antes de mirar al cielo nuevamente, vio como la llovizna caía suave y lenta, eso le indicaba que todo era pasajero, que todo saldría bien. Si, así debía de ser, ya llevaba mucho tiempo detenido en aquél lugar, era hora de buscar su camino y finalizarlo todo, las lágrimas de Misao se lo habían hecho entender.

"¿Estás cansado Aoshi?"

Sonrió para si y asintió en silencio.