Fiebre

La primera vez que se vieron, Sugar metió a Kim en problemas. Le arrojó unas prendas robadas y corrió calle abajo, con un policía pisándole los talones y dejando una estela de perfume dulzón en el aire. Eso fue desde el principio, su relación con Sugar: un error que se evitó, convirtiéndose en un embarazoso intermedio, suavizado por el embeleso de una y el alivio (sorpresivo) de la otra.

La segunda vez, Sugar le dio un beso en la mejilla y la tomó de la mano, guiándole hacia el baño de mujeres, con una familiaridad cándida que Kim no concebía ni con la gente que le daba techo. Insistió en colocarle parte del maquillaje que llevaba en su bolso. La besó en ambas mejillas (de nuevo), la abrazó y estrechó contra su pecho (muy bien dotado, como no pudo dejar de notar una Kim sonrojada, con un enorme nudo en la garganta).

Hubo una tercera vez porque Sugar insistió en darle su teléfono celular. Comenzó a mandarle mensajes frecuentemente por la tarde, ni bien pasaba una hora del regreso de la escuela y le preguntaba qué hacía, con muchas faltas de ortografía que Kim no podía dejar de notar con una mezcla de desprecio y grandes deseos de castigarle por semejante atrevimiento. Empezó gradualmente. Como una fiebre y Kim no supo que estaba enferma hasta que tuvo que tocarse. La única medicina pensable eran sus labios.