De nuevo, !gracias por todas vuestras reviews! Son mi combustible para seguir escribiendo. Tengo que decir que no voy a alargar mucho más esta historia, tengo otras en mente que me gustaría empezar a escribir. Espero que este capítulo os guste, y a partir de ahora, las cosas se pondrán más interesantes. ¡Besos!

*Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer. El príncipe Edward es sólo mío...


Capítulo Cuatro: Una huída

Lo único que podía hacer era huir. Fue lo primero, y lo más cobarde, que se me pasó por la cabeza. Pero, ¿qué otra opción tenía? Alguien nos había visto en actitud poco decorosa en el bosque, en mitad de la noche. Y esa misma persona, había salido corriendo en cuanto lo amenacé con mi espada. Ni siquiera sabía si era hombre o mujer.

Cuanto más nos adentrábamos en el bosque, a lomos de mi caballo, más seguro estaba de que aquella figura desconocida era un enviado de Emmett para vigilar todos mis pasos. No era un secreto en la corte que mi hermano mayor estaba tratando, por todos los medios, limpiar su imagen a mi costa lanzando falsos rumores sobre mis particulares aficiones.

¿Qué motivos tenía? Principalmente un par de ellos: el trono y Rosalie. En ese orden de preferencias. Y eran dos cosas totalmente incompatibles. Sí quería el trono, debía renunciar a Rosalie. Si quería casarse con Rosalie, debía renunciar a su derecho como heredero. ¿Y qué pinto yo en todo esto? Pues que si Emmett renuncia a ser el próximo rey, el siguiente en la línea de sucesión soy yo, ya que mi hermana, por ley, no puede reinar. Y ni Emmett ni el resto del pueblo inglés me quería ahí. Si ellos sólo supieran...

He intentado por todos los medios hacerle entender que no quiero ser rey, que el trono me queda grande. Es una responsabilidad de la que llevo huyendo toda mi vida, tratando de evadirme de mis deberes como el hijo pequeño del rey de Inglaterra tantas veces como podía. Pero eso sólo consiguió aumentar la leyenda negra que tenía sobre mis espaldas. Cuando tenía tan sólo quince años, se empezó a decir por palacio que todas las noches hacía llevar prostitutas a mi habitación, y que nunca les pagaba. Lo que nadie sabía, ni siquiera mi hermano mayor, es que no vi una mujer desnuda hasta que cumplí los diecisiete. Peor fue la vez que escuché como dos de las sirvientas de Alice cuchicheaban sobre mi afición a visitar brujas y druidas por las noches, con la intención de crear un ejército oscuro y así derrocar a mi padre. Ese es el más reciente, y el más cómico, para que negarlo.

-"¿Edward? Necesito descansar un poco." - el ruego de Bella a mi espalda me sacó de mis pensamientos. - "Por favor."

Tiré de las riendas del caballo mientras le ordenaba con la voz que se detuviera. Estábamos ya bastante alejados de las propiedades de la palacio, muy cerca de los acantilados de Dover. Nos detuvimos a orillas del río y después de bajar del caballo, le tendí la mano a Bella para ayudarla a bajar. Todavía llevaba sus zapatos en las manos, y aunque estábamos en verano, por las noches hacia el suficiente frío como para pillar un resfriado.

-"Deberías ponerte los zapatos." - le dije al tiempo que los señalaba con el dedo índice. Ella miró sus pies, moviendo al mismo tiempo sus pequeños dedos y cuando volvió a levantar la cabeza, me miró con ceño.

-"Y tú deberías decirme cuál es tu plan." - Ahora era yo el que fruncía el ceño por el tono irritado de su voz. Lo cierto es que le debía una explicación. Llevábamos más de dos horas de trote sin parar ni hablar el uno con el otro. Arqueó una ceja ante el silencio que se formó cuando no supe que contestarle. -"¿Edward?"

-¿Sí?" - pregunté apretando los labios, tratando de formar una sonrisa que de alguna manera la calmara, pero la ira parecía que seguía creciendo en sus grandes ojos castaños.

-"á.. Ya sabes, estamos huyendo, seguramente ya hayan salido a por nosotros, yo no entiendo nada… Lo normal, vaya." - preguntó de manera irónica. Nunca antes la había visto hablando en ese tono, y la verdad es que tuve que reprimir la risa. Me hacía gracia la manera en que arqueaba una ceja mientras levantaba bastante la barbilla para mirarme a los ojos y hablar conmigo.

-"¿Me matarás si te digo que no lo se?" - pregunté utilizando el mismo tono que ella, y levantando la cabeza para imponerle más autoridad.

-"Eso sería magnicidio, y creo que ya tengo un par de delitos encima." - bajó la mirada al suelo, y dejó salir un largo suspiro. - "Pero supongo que podría aporrearte, dejarte inconsciente y huir con tu dinero a otro país". Terminó la frase sonriendo y levantando las cejas. Y sin poder remediarlo más, me eché a reír.

-"Bella, no tengo dinero". - le dije como pude entre carcajadas. Tuve que agarrarme el estómago con los brazos porque me empezaba a doler de tanto reírme. Pero a ella eso pareció no hacerle ni pizca de gracia, porque tan pronto como me puse de cuclillas en el suelo para cesar la risa, me agarró por el pelo y tiró con fuerza hacia arriba. -"¡Eh! ¿Qué puñetas haces?… Duele." - dije al final con cierto tono infantil.

-"¡Para ser un príncipe eres bastante tonto! ¿Me acabas de decir que no tenemos D-I-N-E-R-O? ¿Cómo se supone que vamos a ir a ninguna parte? ¿Y qué comeremos, o beberemos? ¡¿DONDE DORMIREMOS?¡"

-"Eh, más despacio Lady Swan, me acabas de recordar a Alice." - respondí con más calma mientras me frotaba el cuero cabelludo, todavía irritado por el tirón de pelos repentino. Bella se cruzó de brazos mientras se mordía el labio inferior, impaciente por mi respuesta. - "Vale, sí. Tú ganas. Soy tonto."

Puso los ojos en blanco mientras soltaba un gruñido de desesperación. Me senté sobre una gran piedra que había a la orilla del río y mientras ella daba vueltas, pensativa, sobre si misma, me tomé unos minutos para observarla; los rayos de luz de luna que se reflejaban sobre el agua del río, rebotaban y le daban en la cara, aumentando su palidez. El pelo le caía como una cascada de ondas sobre la espalda, pareciendo mucho más oscuro que de día, casi era negro, y acentuaba sus cejas también oscuras y sus brillantes ojos marrones. Se mordió repetidas veces el labio inferior mientras encaraba el río con la mirada perdida. El rocío de la noche comenzó a caer sobre nosotros, y sus pies enseguida se llenaron de pequeñas gotas de agua.

¿Dónde está el pintor de la corte cuando se le necesita? Tenía ante mis ojos una auténtica obra de arte.

Después de unos largos minutos, se giró para mirarme y se acercó a mi con decisión, todavía con esa arruga en la frente que me hacía sentir bastante intimidado.

-"He pensado algo." - me dijo mientras se arrodillaba sobre la hierba.

-"¿Y bien?"

-"Estamos huyendo de palacio porque alguien nos ha visto juntos…" - comenzó a decir algo indecisa, con tono calmado. Apoyé los codos sobre mis rodillas y asentí con la cabeza. - "… y no podemos volver porque a ti te desterrarían y a mí me cortarían la cabeza…" - Sentí como un escalofrío sacudía mi cuerpo ante esa posibilidad. Hice una mueca de dolor pero asentí con la cabeza. Ella siguió hablando cautelosamente. - "… y para más inri no tenemos ni una sola moneda de oro…"

-"Así es. No soy un experto en huidas repentinas, tienes que perdonarme."

-"… así que la conclusión que he sacado de todo esto, es que vayamos hasta Francia. Tu madre podría acogernos." - siguió diciendo, ignorándome por completo.

Me sobresalté en cuanto nombró a mi madre. No había pensando en ella. No en ese modo, claro está. No quería que se involucrara con esto, ya bastante tenía ella con su enfermedad. Eso podría ser un tema de estado, acoger en su casa a un par de fugitivos. Le podría costar hasta la vida.

-"No. Ni de broma, Bella." - le contesté rápidamente, poniéndome de pie enseguida y digiriéndome hacia mi caballo. Ella resopló y me siguió. Me agarró del brazo, haciendo que me girara hacia ella de nuevo.

-"¿Por qué no?"

-"Porque no pienso meter a mi madre en este embrollo. ¿Sabes que podría pasar si alguien se entera de que estoy, de que estamos, allí?" - le contesté casi gritando, mientras la arruga de su frente desaparecía para dar paso a una expresión de casi tristeza. Negó con la cabeza y miró hacia sus pies. - "Tú misma lo has dicho antes; a ti te decapitarían por desobediencia de tareas reales. A mi madre, la encerrarán para siempre en quién sabe dónde, ajena a todo. Y a mí…" - hice una pause para coger aire y tragar saliva con fuerza. - "… a mí me llevarían de vuelta a palacio, y no quiero volver allí."

Bella se quedó muda por un momento mientras me observaba con detenimiento. Bajé la cabeza, sintiendo como la ira hacía que mi sangre fluyera con más fuerza, podía escucharla resonar en mis oídos, y sentía como las venas de mis sienes latían apresuradamente.

-"¿Qué te pasará si vuelves?" - me preguntó Bella mientras daba un paso hacia adelante y me miraba con sus ojos bien abiertos y con gesto de preocupación.

-"Que seré nombrado heredero al trono."

La expresión en la cara de Bella se heló al escuchar mis palabras. Sí, a mi me pasaba lo mismo cada vez que lo pensaba.

La agarré con delicadeza por el codo y nos dirigí de nuevo a la roca para sentarnos. Lo cierto es que, ya que la había involucrado en todo esto, lo normal era que le explicara todo.

-"… y por eso, si Emmett decide finalmente casarse con Rosalie Hale, mi padre no tiene más remedio que hacerlo abdicar en mí."

-"Y por eso no quieres volver, porque sabes que Emmett elegirá a Rosalie…" - respondió Bella con un asentimiento de cabeza.

-"No sirvo para regir un país, no tengo ni la fortaleza de mi hermano ni la paciencia y sabiduría de mi padre. No quiero tener que vivir toda mi vida postrado en un trono mientras un grupo de desconocidos me hacen reverencias y conspiran a mis espaldas."

-"Suena peor de lo que parece…"

-"Ni siquiera podría casarme con quien yo quisiera. Hasta mi matrimonio sería un tema de estado." - respondí con una sonrisa tristona, mientras seguía arrancando hierbajos y los lanzaba al río. Bella apartó su mano de encima de su regazo y la colocó sobre mi brazo, acariciando dulcemente de arriba abajo. Sentí como el vello se me ponía de punta ante su tacto y giré la cabeza para mirarla.

-"No te preocupes, todo saldrá bien. Yo estaré a tu lado." - me contestó, dedicándome una dulce sonrisa que hizo que yo sonriera casi sin quererlo. Mantuve mi mirada en sus ojos durante unos breves segundos, y coloqué mi mano sobre la suya, asintiendo lentamente con la cabeza mientras apretaba los labios, sabiendo que era muy difícil que todo saliera bien. -"Vamos a tener que trazar un plan, Edward."

-"Supongo que lo único que podemos hacer es empezar una vida anónima en Francia."

-"¿A qué te refieres con anónima?."

-"Ya no podemos ser Edward Masen e Isabella Swan. Tendremos que cambiarnos los apellidos, buscarnos una profesión y… bueno…." - me detuve en cuanto esa idea cabalgó sobre mi mente. De hecho, me daba un poco de reparo proponerle algo así, pero no había más remedio si no queríamos ser descubiertos.

-"…¿Y…?"

-"Lo mejor es que finjamos que estamos casados." - le contesté intentando no mirarla a la cara. Incluso en la densa oscuridad de la noche, pude ver como su cara se enrojecía hasta casi volverse roja como la sangre. Agachó la cabeza y la esquina de sus labios se elevó para formar una sonrisa torcida.

De repente la tensión sexual se había vuelto insoportable…

Le di un par de palmadas en la mano que todavía tenía sobre mi brazo y volvió en sí. Nos miramos por unos segundos a los ojos y suspiramos a la vez, lo que hizo que se sonrojara de nuevo. Y yo dejé escapar una risa estúpida. Parecíamos dos adolescentes de las historias de los juglares; ridículos.

-"Debemos buscarnos un apellido." - le dije mientras sentía que el hambre me invadía, para evitar que Bella escuchara el incómodo rugir de mis tripas.

-"¿Qué te parece Collingwood?" - preguntó ella elevando la cabeza.

-"Muy largo."

-"¿Smith?"

-"Muy común."

-"¿Mullis?"

-"¿Me tomas el pelo? ¿Mullis? ¿En serio?" - le pregunté arqueando una ceja y soltando una larga carcajada. Bella también se rió, y siguió pensando en apellidos. Yo ya estaba bastante ocupado pensando como iba a ganarme la vida a

partir de ahora, y en como hacer que nadie nos descubriera.

-"¿Prothero?"

-"Bella, empiezo a pensar que te estás riendo de mí."

-"¡Está bien! Está bien…." - dijo evitando reírse y levantando las manos en al aire a modo de inocencia. Después de un largo suspiro, miró al cielo y siguió hablando. -"¿Qué te parece Cullen, majestad?

-"¿Cullen?" - repetí sus palabras mientras fruncía el ceño. Lo repetí mentalmente una y otra vez. - "Cullen… Edward Cullen…. Bella Cullen… Señor y Señora Cullen…" - bajé la mirada para observar a Bella, que esperaba impaciente mi decisión final. Sonreí y ella sonrió triunfadora, sabiendo que había vuelto a ganar.

-"Entonces seremos los Cullen, y venimos de Canterbury. Es una ciudad bastante grande, nadie se tomará la molestia de preguntar allí por nosotros…" - contestó muy resuelta. Yo sólo podía sonreír mientras observaba su entusiasmo. - "¿En qué trabajarás?"

-"Ehmmmmm…. No he pensado todavía en eso." - le contesté confuso.

-"Pero, ¿sabrás hacer algo, no? ¿O es que los príncipes no hacéis… nada?"

-"Se leer y escribir. Puedo redactar y acuñar títulos nobiliarios sin consigo lacre, tinta y papel."

-"¿No sabes hacer nada más… simple? Quiero decir, eso está muy bien, pero wow… salta un poco a la vista que no eres un plebeyo."

La tensión sexual iba en ascenso. No sabía porqué, pero cada vez que se metía en su papel de mandona y sabelotodo, me excitaba de sobremanera. Sólo quería chocar mis labios contra su boca para hacerla callar.

-"Supongo que podría trabajar en la construcción. Aunque no lo parezca, estoy bastante fuerte." - le dije llevando su mano hasta mi bíceps y haciendo fuerza con él. Bella enseguida volvió a su estado habitual de sonrojarse hasta el extremo y me mordí el labio para evitar echarme a reír.

-"Ehm, sí. Vale. Lo pillo, Edward." - dijo separando su mano para abanicarse la cara. - "Bien, entonces serás constructor. Yo puedo montar un pequeño taller de costura."

-"Uhm… las mujeres no trabajan, Bella." - respondí, iluso de mí. Bella abrió los ojos ampliamente y me miró como si acabase de soltar la blasfemia más grande sobre la Tierra.

-"Cierto, solo traemos niños al mundo y os damos de comer." - respondió poniendo los ojos en blanco. -"Empiezo a pensar que tu vida en palacio te ha dejado un poco tocado del ala."

Seguimos hablando y discutiendo detalles sobre nuestra nueva vida anónima, o debería decir que ella afirmaba, yo opinaba, y ella sentenciaba. Y cada vez que le llevaba la contraria y se mordía el labio para reprimir sabe dios que clase de insultos e improperios, sentía como algo se removía en mi interior, algo que me gritaba para que le arrancara el vestido y la hiciera mía allí mismo.

Pero no fue necesario arrancarle nada con mis propias manos.

Porque mis pies se encargaron de ello.

Tan pronto como se puso de pie, y efusivamente se encaminó hacia mi caballo, la tela de su falda, que yo tenía enganchada bajo mi pie, se desgarró por completo, y se llevó consigo parte del corsé. Ninguno de los se había dado cuenta de que mi pie estaba pisando la tela, y tampoco nos percatamos de lo sucedido durante milésimas de segundo que parecieron horas.

No estaba desnuda, pero la tela rota dejaba al aire gran parte de su torso y sus piernas por completo. Me levanté lentamente mientras era incapaz de apartar la vista de su cuerpo, bañado por la luz de la luna. Su pecho subía y bajar con pesadez debió a su respiración acelerada, pero no se inmutó por taparse. Sus ojos también estaban clavados en mí. Con pasos lentos llegué hasta ella y levanté un brazo para acariciar sus hombros son el reverso de mis dedos.

Sentí como se le ponía la piel de gallina, y cerró los ojos cuando con la otra mano acaricié su mejilla colorada. Me acerqué más a ella y me incliné hacia abajo, levantando su barbilla, y puse mis labios sobre su frente con delicadeza. Seguí bajando con mis labios por sus sienes, párpados, nariz y finalmente sobre sus labios. Me separé ligeramente para ver su reacción, no soportaría un rechazo por su parte, o que huyera, dejándome solo en la estacada. Pero a pesar de que seguía con los ojos cerrados, sus labios formaron una pequeña sonrisa, y volví a repetir el mismo proceso; frente, sienes, párpados, nariz y labios. Esta vez separé un poco los labios, obligándola a que ella hiciese lo mismo. Capturé su labio superior con los míos y succioné despacio. Aquel primer tacto me impulsó a apretarme más a ella, sujetando su cintura contra mi cuerpo. Sus pequeñas manos agarraron mi pelo, evitando que pudiera separarme lo más mínimo de ella. Aquello me animó a profundizar más, y abrí más la boca, tanteando sus labios con la punta de mi lengua. Y cuando la suya rozó la mía, supe que sería incapaz de parar. Nunca.

La agarré por las caderas y la subí, mientras ella rodeaba mi cuerpo con sus piernas, y a tientas conseguí llegar hasta el tronco de un árbol, haciendo que su espalda chocará casi de manera dolorosa contra el. No hubo queja, así que comencé a desabrocharme la camisola rápidamente, haciendo que algunos botones salieran volando. Sin separar nuestras bocas, Bella acarició mi torso con timidez, y poniendo mis manos sobre las suyas, la guié hasta la hebilla de mi cinturón.

El mundo había dejado de existir. Ya no podía escuchar el sonido del agua en el río, ni el murmullo de las ramas de los árboles meciéndose por el viento. Tan sólo el sonido en mis oídos de la sangre fluyendo con furia, y la respiración entrecortada de Bella. Apreté mi pelvis contra la suya, intentando liberar así algo de la tensión que se estaba formando en esa zona, y que comenzaba a resultar insoportable. Ella respondió con un leve gemido, pero imitó mi movimiento, haciendo una deliciosa fricción.

Sin embargo, cuando mi mano subía por su muslo, el carraspeo de una garganta a escasos metros de nosotros me sobresaltó. Me separé rápidamente de Bella y me coloqué delante de ella, sujetando con una mano su cintura, en un intento por protegerla.

Estreché la mirada para intentar adivinar quién era aquella persona. Y en cuanto lo hice, dejé salir todo el aire de mis pulmones, sintiéndome aliviado.

-"Jasper…" - dije soltando a Bella y caminando hacia él. Jasper abrió sus brazos y nos fundimos en un gran abrazo. Jamás había estado tanto contento de verlo. Mi confesor, mi protector, mi mejor amigo.

-"Vengo a avisarte, Edward. Te has metido en un buen lío." - respondió una vez liberado de mi abrazo. Miró por encima de mi hombro e hizo una leve reverencia con su cabeza. -"Lady Swan."

Bella se acercó tímidamente hasta nosotros y se colocó a mi lado, deslizando su mano por mi brazo hasta alcanzar mi mano. No pude evitar entrelazar mis dedos con los suyos, algo temblorosos, bajo la curiosa mirada de Jasper.

-"Escucha Jazz, Bella y yo estamos pensand-" - comencé a decir mientras acariciaba los dedos de Bella con mi pulgar, pero Jasper levantó la cabeza para mirarme fijamente.

-"Edward, tu padre está furioso. Tu hermano Emmett va diciendo por ahí que esta mañana le has presentado tu renuncia. Dime que no es verdad…" - contestó haciendo una mueca de dolor.

-"Es verdad…" - le contesté agachando la cabeza y apretando con más fuerza la mano de Bella. Jasper soltó un gran suspiro y sacudió la cabeza.

-"¿Es por ella?"

Se hizo el silencio ante su pregunta. ¿Qué podía responder a eso? Llevaba desde que era un crío pensando en Bella, y desde el día en que la vi, supe que pondría todo mi empeño en estar con ella. Esa misma mañana había ido a hablar con mi padre, estaba decidido a decirle la verdad, y sabiendo que era un hombre comprensible, pensé que estaba todo hecho. Sabía de sobra que mi padre se inclinaba más por Emmett que por mí, pero al parecer, me equivocaba; mi padre enfureció en cuanto le dije que quería que Bella fuese mi esposa. Se negó a darme su aprobación, y para más señas, también me indicó que Emmett iba a casarse con Rosalie, lo que significaba que yo sería el rey. Aquello me sacó de mis casillas, y después de un largo rato discutiendo, salí de allí corriendo, dejando a mi padre con el mayor enfado de toda su vida. Podía escuchar como gritaba a mis espaldas, preguntando al aire que había hecho él para que sus dos hijos lo decepcionaran de esa manera.

Esa misma tarde entré en palacio a hurtadillas, evitando encontrarme con ninguno de los ayudantes de mi padre. Por suerte, Jasper me encontró primero, y me contó que mi padre había decidido expulsar a Bella de la corte en cuanto saliera el sol a la mañana siguiente. Aquello era más de lo que podía soportar; no volver a ver a Bella era el peor de los castigos. Tenía que hablar con ella, así que le escribí una carta con una excusa para encontrarme con ella a medianoche y poder avisarla, dejarle un caballo y hacer que huyera lejos, a algún sitio donde yo pudiera ir a verla después. Con lo que no contaba es con que alguien nos hubiese seguido.

-"Sí, es por ella." - respondí a Jasper después de un largo silencio. Sentí como Bella se sobresaltaba, quedándose totalmente inmóvil por mis palabras. Seguí acariciando su mano con mi pulgar para tranquilizarla mientras seguía hablando con Jasper. - "Jazz, alguien nos vio. No se quién era, pero alguien nos vio cuando hablábamos y después huyó en dirección a palacio."

-"Lo se…" - dijo Jasper con un hijo de voz. - "Era Alice."

-"¡¿Qué?¡ Cómo…" - apenas fui capaz de elaborar una pregunta coherente. Mi corazón subió hasta mi boca en cuanto escuché el nombre de mi hermana. Bella seguía estática a mi lado, con la mirada perdida.

-"Tu padre le ordenó que te buscara. De alguna manera se imaginaba que harías alguna locura, así que le pidió a tu hermana que hiciera todo lo posible para encontrarte y traerte de vuelta. Pero… ya conoces a Alice." - hizo una pausa mientras una sonrisa se formaba en sus labios. Yo sabía de sobra que Jasper y Alice llevaban años de romance furtivo, con la suerte de que ella podía enamorarse de quien quisiera. - "Os escuchó hablar, y decidió que no iba a ser la culpable de romper ninguna relación. Volvió corriendo y vino a mi habitación para decírmelo; el amor debe prevalecer por encima de todo, me dijo." - terminó de hablar todavía sonriendo y poniendo los ojos en blanco.

-"¿Me estás diciendo que casi le clavo una espada a mi hermana?" - Jasper soltó una pequeña carcajada, y Bella se tapó la boca con su mano libre para evitar soltar otra.

-"Alice me ha pedido que te ayude.-" Jasper se dio la vuelta y se dirigió a su caballo. Recogió una gran cesta de su lomo y volvió hasta nosotros, dejando la cesta en el suelo. - "Aquí tenéis comida, agua y algo de ropa de abrigo para ti y Bella. ¿Habéis pensado a dónde ir?"

-"Francia." - respondí escuetamente mientras inspeccionaba el contenido de la cesta.

-"Había pensado que lo mejor será mudarnos de pueblo cada poco tiempo." - dijo Bella por primera vez. Levanté la cabeza para mirarla desde el suelo y sonreí. Ella hizo lo mismo y Jasper asintió.

-"Tengo un buen amigo que vive en la Bretaña. Se llama Jacob Black. Decidle que vais de mi parte, os acogerá sin problemas."

El sol comenzaba a salir de nuevo, y supe que era hora de partir por fin. Recogí la cesta y caminamos hacia mi caballo. Ayudé a subir a Bella, y después de subir yo, Jasper me entregó la cesta, que colocamos entre Bella y yo, para evitar que se cayera.

-"Jazz, jamás podré agradecerte esto." - le dije antes de despedirnos. Jasper se limitó a sonreír y asintió lentamente.

-"Me contentaré con volver a verte alguna vez."

-"Dale un gran abrazo a mi hermana, dile que la echaré de menos."

-"Lo haré. Cuidaos. Los dos."

Clavé las espuelas de mis botas en el caballo y comenzamos el camino hasta el puerto más cercano. Ahora ya no había vuelta atrás. Nuestra nueva vida juntos acababa de comenzar; Bella y Edward Cullen.