Disclaimer: Los personajes aquí presentados, no me pertenecen, son propiedad de Nikelodeon y Craig Bartlett. Excepto claro, los creados por mí, para narrar la historia.

Espero que disfruten.

Rosas rojas

Capitulo tres: Y así…

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Advertencia, este capitulo comienza casi igual que el anterior pero tiene pequeñas diferencias que nos llevan al desenlace alterno, por cierto, no Arnold no se suicida, así que no se preocupen. ^^

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Helga sonríe en éxtasis, Gerald no podía evitar ese dolor en sus articulaciones y en su alma, la veía sonreír como no lo había hecho en 8 años de matrimonio, y era solo por él, por Arnold que de algún modo volvió a la vida, solo para fastidiar la suya.

– Esta vivo… Arnold esta vivo… – escucha a Helga decir, con un dulce tono al pronunciar el nombre de su amigo.

Gerald sabia muy bien que Arnold siempre seria el verdadero amor de Helga, por mas que él fuera su esposo, sentia que el único y verdadero dueño de su ser, era ese hombre rubio que había salido derrotado por la puerta hacia unos momentos, y sin embargo ella era su esposa, suya, lo podía comprobar por el anillo que llevaba en su dedo anular, una pieza fría de metal, pero que simbolizaba su unión para toda la vida.

– ¿Y que vamos a hacer? – dice Gerald sentándose a su lado.

Ella voltea a verlo aún sonriente. – ¡He sido una tonta, me desmaye como si hubiese visto un fantasma o algo así… en lugar de abrazarlo y darle la bienvenida… debemos ir a verlo, recibirlo como merece Gerald, esta vivo, te dije que yo sentía que estaba vivo, hay que hablarle a Phoebe y a los demás! – exclama feliz, levantándose apresurada de el sillón.

– Helga… – dice Gerald deteniéndola con su mano. Ella voltea a verlo y entonces nota la sombra angustiada en su rostro, regresa a su asiento, Gerald la mira con una profunda tristeza en su mirada.

– ¿Que pasa… no estas feliz de que él este vivo? – pregunta extrañada Helga.

– Lo estoy pero… ¿que va a pasar?

– No te entiendo… ¿que va a pasar con qué?– responde ella manteniéndole la mirada a su esposo.

– Sé bien lo que sientes por él aún Helga, no has podido olvidarlo… y menos podrás ahora…

– ¡Gerald eres mi esposo, el que él este vivo no cambiara nada! – dice acariciándole el rostro.

– Helga… – dice él tomando sus mejillas mirándola de frente. Los ojos de Helga lo miran dulcemente y él la abraza. – Lo sé Helga, lo sé… aún lo amas ¿no es cierto? – dice suavemente acariciando la espalda de su mujer.

– Gerald, eso no esta a discusión… él es tu amigo y eres mi esposo, ademas no sabemos como ha sido su vida, como es que esta vivo, debemos ir a verlo y decirle que estamos felices de que este aquí.

– Helga responde mi pregunta ¿aún lo amas? – ella lo mira con rareza – . ¡Helga por dios dime! ¿Aún lo amas? – repite él tomándola de los hombros.

– Es el padre de Arni, Gerald… como podría olvidar eso… lo amo, siempre lo he hecho y siempre lo haré, pero tú eres mi esposo y te amo mas de lo que quisiera admitir – dice sonriéndole y mirándolo con amor.

Eso es suficiente para Gerald, lo ha visto en sus ojos no tiene nada que temer, no tendrá que sufrir el dolor de perderla, eso seria terrible, ademas están sus hijos, cierto el mayor era hijo de Arnold, pero el mas pequeño era hijo de los dos, era hijo de su amor, y no era que él quisiera mas a su hijo porque no era así, Arnold era su hijo, tanto o mas que el mismo Romeo, pero ahora tendría otro padre, el verdadero y era ese hombre de rubio cabello que hacia unos minutos había estado ahí, parado frente a él.

– ¿Le dirás sobre Arni?

– Es su padre… merece saberlo…

– El lo noto Helga… esos ojos verdes son tan parecidos a los de él que lo noto… era imposible que no lo hiciera – vuelve a desesperar.

– Gerald, necesito que entiendas que no importa que él este vivo… te amo y nada va a cambiar eso, tenemos una familia y siempre estaremos juntos, no creo que él quiera algo mas – le explica ella viéndolo a los ojos.

El timbre de la puerta interrumpe la mirada entre los dos y esta vez es Gerald quien abre la puerta. Imaginaba quien era, lo conocía bien, él nunca huía a los problemas, los enfrentaba, y estaba seguro esta vez no seria diferente.

– Necesito que esto se aclare… necesito saber… – dice Arnold mirándolos con tristeza.

Gerald lo mira, agradece internamente el que sus hijos se hayan retirado a sus cuartos, así que lo deja pasar.

– ¡Arnold! – exclama Helga acercándose feliz a él y lo abraza

– ¡Helga! – expresa Arnold abrazándola con fuerza.

Gerald los mira, ve en ese abrazo la verdad de los sentimientos de Helga, nota entonces ese ramo de rosas rojas que lleva en la mano su amigo, «Las favoritas de los dos» recuerda en silencio.

– ¡Sabia que no habías muerto, perdóname por dejar de buscarte… perdóname – dice Helga mirando a Arnold con lagrimas en los ojos y acariciando su larga cabellera – Y mírate… aún con este feo corte de cabello.

Arnold sonríe un poco, la mira con vehemencia como si su sola presencia fuera la vida para él. – Solo estoy vivo por ti Helga, porque quería regresar a ti… – Arnold se da cuenta de que esta actuando mal y se retira un poco de ella, volteando a ver a Gerald, antes de ofrecer el ramo a Helga– ¡Son para ti!

– Gracias Arnold… – dice ella hundiendo el rostro para olerlas y luego yendo a la cocina a ponerlas en agua.

– Pasa y siéntate viejo… cuéntanos como paso todo – le dice Gerald haciéndole pasar a la sala.

Arnold espera a que Helga regrese con ellos y comienza su relato.

– Aquella noche en que el avión se estrello en la selva, hubo una tormenta terrible, mis padres y yo sobrevivimos como de milagro junto con otras tres personas, logramos salir del infierno, gracias a las lanchas salvavidas, pero el río cercano había crecido en su cauce y nos arrastro alejándonos del siniestro, así nos perdimos en la selva, vagamos sin rumbo por algún tiempo, solo tratando de sobrevivir, hasta que encontramos una tribu perdida en la jungla… ahí nos albergaron, mientras seguíamos esperando que alguien nos rescatara, no había forma de salir de ese lugar, mas que por vía externa… y así pasaron ocho angústiantes años en que no vi tu rostro, o tu sonrisa, o tu mirada, y ahora… – dice mirando a Helga con tristeza.

– ¿Como los rescataron? – pregunta Gerald tratando de parecer sereno, abrazando a su mujer en forma protectora.

– Hace unos días llego una expedición de Arqueólogos, buscando un asentamiento maya, así nos encontraron y fuimos rescatados.

– ¡Fue un milagro Gerald, fue un milagro que estén vivos! – dice Helga maravillada.

Gerald trataba de entender la euforia de ella y sonreía levemente, aunque le dolía sobremanera que ella demostrara tan abiertamente el amor que sentía por aquel, que parecía dispuesto a demostrarlo en la misma forma.

– ¿Como se llama su hijo mayor? ¿Cuantos años tiene? – pregunta inocentemente Arnold.

– Arnold… – contesta Helga–. Y tiene 8 años.

– ¿Como?

– Es verdad lo que piensas… él es tu hijo… nuestro hijo –. Arnold la observa y luego a Gerald que asiente a su amigo.

– Tengo un hijo… tenemos un hijo… ¿Porque no me lo dijiste?

– Lo supe unos días antes de que te fueras… no quería que te sintieras presionado, ya te había molestado lo suficiente con lo de tu viaje como para decirte que estaba embarazada, tal vez tú no me creerías.

– ¡Maldición! – exclama Arnold golpeando con el puño en el brazo del sillón –. ¡Tenias razón Helga, tu angustia era una antelación de la desgracia, si te hubiera hecho caso, esto no hubiera pasado!

– ¡No podías saberlo Arnold… – replica Gerald – para ti ese era solo un viaje mas de rutina con tus padres, no podías saber lo que sucedería!

– Lo lamento tanto Helga, lo siento… te amo, y quería volver a ti, pero el destino nos separo… y ahora eres su esposa… ¿cierto? – dice mirando las manos enlazadas de los dos.

– Te buscamos en la selva por mucho tiempo… pero… para mi embarazada y triste fue muy difícil, Gerald estuvo a mi lado y cuando se dio cuenta de mi estado, me ofreció su nombre… y su cariño.

– Lamento esto viejo… yo la amaba y quería protegerla… – trata de explicar Gerald.

– Si lo sé… ya había notado lo que sentías por ella… – Gerald se asombra, pensó que sus sentimientos nunca le habían sido revelados a su mejor amigo – no te culpo, cualquiera se enamoraría de ella conociéndola bien – responde el rubio medio sonriente.

– Arnold… tienes un hijo, nuestro hijo, él merece conocer a su padre, ¿no lo crees? – dice Helga sentándose junto a él y poniendo una mano en su antebrazo.

Arnold la mira y luego a Gerald – Ese pequeño ya tiene un padre Helga, y es Gerald… no creo que…

– ¡Viejo, no! ¡Mira sé que suena tonto, pero recuerdas que tú querías conocer a tus padres cuando eras un niño, a pesar de que tenias al abuelo y la abuela, no puedes negarle eso a Arni! – dice Gerald poniendo su mano en el hombro de su amigo –. Ademas ese niño es mas inteligente que el resto de la humanidad, así que seguramente ya se dio cuenta de que algo pasa.

Arnold sonríe con melancolía y asiente a los dos.

Al poco rato Helga baja de la mano de sus dos pequeños, le ha explicado a Arni la verdad y él mira a su padre con interés.

– ¡Hola, ¿como te llamas? – le dice para romper el hielo, mirando al chico y revolviendo su cabello.

– ¡Arnold… pero me dicen Arni y tú eres el hombre del retrato rodeado de rosas que mis padres tienen en su cuarto! – dice emocionado, Arnold mira a sus amigos y ellos le indican que ya después le explicaran.

– También me llamo Arnold… y soy tu papá.

– Si… mi mamá me lo dijo… me alegra mucho conocerte – le dice dandole un suave abrazo – Ahora ya tengo dos papás.

– Mami, no es justo… yo quiero tener dos papás también – replica Romeo tan inocentemente que logra hacer reír a su padre.

Arnold se acerca a él, y le acaricia sus cabellos castaños, observando la mezcla de rasgos de dos de sus seres mas amados. – Si a tu padre no le molesta, seré también como un padre para ti.

Gerald ríe de lado. – Si tú me aceptas como padre de Arni, porque yo no lo haría con Romeo.

– Tienes una familia hermosa Gerald – expresa tristemente Arnold.

– También es tuya ahora Arnold… amigo mío – contesta el moreno ofreciéndole la mano.

Los dos hombres hacen su viejo saludo, en honor a volverse a ver, y luego un abrazo les hace confirmar su vieja amistad, no hay rencores, ¿porque los habria? Arnold no tiene la intención de romper su matrimonio, si ama a Helga pero observa que ellos se aman y tienen una bella familia, Gerald lo conoce sabe que no haría nada malo y menos en contra de ellos, por el simple hecho de que los ama y Helga, ella ama a su esposo y jamas haría nada para hacerlo sufrir.

Si, Gerald y Helga se aman, y no hay nada que pueda separarlos.

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El tiempo pasa muy rápido, los niños se hicieron adictos al Tío Arnold como lo llamaban, él adoraba a su hijo aunque no por eso el cariño que le daba al mas pequeño era menor, ir a la casa de huéspedes era para los chicos una aventura, esta había sido salvada por Helga y Gerald al quedar intestada al morir los abuelos y no tener herederos, cuando Arnold llego, se entero de esto y fue por eso que sabia que aún podía encontrar a Helga en su antigua casa, y así las cosas fueron.

Arnold se caso un año después con una joven llamada Elisa, que conoció en la universidad, Gerald y Helga fueron a su boda y estuvieron felices bailando, eran una pareja que se amaba mucho, y eso hacia feliz a Arnold, aún así la vida de este no fue tan fantástica como podría haber sido, su mujer murió al dar a luz, dandole con eso a Helga una hija mas, ella la cuido y la amo casi como si ella misma la hubiese parido, y así el tiempo transcurrió, mas y mas.

Luego una terrible enfermedad ataco al ser mas querido para Helga, su esposo Gerald, esta le llego de improviso, y lo acabo rápidamente cuando su hijo mayor estaba por cumplir diecinueve años. El día que sentía su muerte cercana, les pidió que se acercaran tenia algo que decirles.

– Mi amor no hables, estas muy cansado – dice Helga limpiando con cariño la frente de su esposo.

– Debo… hacerlo, es importante… amor mío – dice él pausadamente tomando su mano.

– Hermano… no te esfuerces, ya nos dirás lo que quieras cuando estés mejor – dice Arnold optimista.

– Igual de optimista que siempre… chico… – dice mirando con afecto a su mejor amigo –. Pero esta vez… se que no… hay modo de evitarlo… y quiero pedirles que estén juntos… cuando yo no este.

– Claro que estaremos juntos Gerald, somos amigos – expresa Helga con los ojos llenos de dolor.

– N…no.… me has dado los mejores años de tu vida Helga… me has dado tu amor… y una familia adorable… pero se que ustedes dos son… el uno para la otra… tuve una buena vida… me gusto vivirla a su lado… pero este es el final.

Helga no puede evitarlo y llora tristemente siendo abrazada por su esposo, sus hijos están detrás de ellos mirando la escena, ya no son unos niños, ahora entienden de lo que habla su padre.

– Shh, ¿sabes que… te amo verdad?

– Si… y yo a ti – expresa ella, acariciando su rostro.

– Prométanme que serán felices – les dice y ambos asienten – si… sean felices… los amo a los dos… y a mis hijos – estos se acercan y se abrazan a él, incluso Ariadna la pequeña hija de Arnold que tiene un cariño muy especial por papá Gerald, como lo ha llamado toda su vida –, si… fue divertido, pero ya no puedo mas… – dice con su ultimo suspiro, cerrando los ojos con serenidad.

– Mi amor… – dice Helga, abrazando fuertemente el cuerpo de su esposo, su amado esposo.

Arnold abraza a los chicos, mientras Arni llora junto a su madre.

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Y así el tiempo llega…

La boda fue gloriosa, llena de felicidad, Ariadna estaba bellísima, su padre la entrego con sumo orgullo, mientras sus dos hermanos mayores reían, mientras estaban junto a su nervioso novio.

– Te ves igual de hermosa que tu madre el día de nuestra boda – dice poco antes de entregar su mano a su futuro marido, ella le sonríe y busca con la mirada a Helga.

– Espero que te refieras a mamá Helga – dice bromista la chica de bellos ojos verdes y rubio cabello, dandole un beso en la mejilla y tomando de la mano a su novio.

Arnold se sienta al lado de su ahora mujer, hace solo unos días que acepto ser su esposa y se han casado de inmediato, diez años han pasado desde la muerte de Gerald, ella no quiso aceptarlo antes, pues sentía que debía serle fiel a Gerald, pero el amor pudo después de todo, y ahora estaban ahí entregando a la ultima de sus hijos frente al altar, orgullosos y serenos, disfrutando del amor que les fue arrebatado, y que gracias al tiempo y al destino ahora estaba en sus manos.

Arnold la toma de la mano, ella le sonríe, esa mano es todo lo que necesita para sentirse viva, y ademas siempre sentirá la presencia de su amado Gerald para acompañarle, miran con gusto la escena frente a ellos, la novia lleva en sus manos un hermoso ramo de rosas rojas, símbolo del corazón sincero y apasionado, símbolo de el amor eterno.

Owari!

Fin.

Okey por fin termine de pasar esto a la computadora, he andado muy ocupada y extraña estos días, por eso no he podido actualizar ninguna de las otras historias, pero les prometo que voy a continuar pronto, bueno ahora ya conocen la versión final de esta historia, la verdad este era el final original, si Helga y Gerald se quedan juntos, pero nada es para siempre y el destino elige, así que aunque Helga se quedo con su esposo, Arnold y ella al final de la historia están juntos como debe de ser, porque ellos están destinados, no hay nadie mas para ellos, y Gerald siempre lo supo, aunque no por eso dejo de disfrutar la vida al lado de la mujer que amaba y también lo amaba, se que parece un poco complicado, pero como dije así es la vida, espero que a pesar de todo este fic les deje un buen sabor de boca y no sea demasiado dramático. Por cierto ellos no son muy viejos al termino de esta historia dado que Helga tuvo a su primer hijo a los 19 años, así que hagan sus cuentas. ^^

Muchos saludos y gracias por leer. ^^

Sayonara

Atte. Rei Hikaru Chiba.