Le despertó el sonido de su móvil, "Rock of ages" sonaba con la misma fuerza e intensidad de siempre; pero después de la intensa noche que había tenido, no le hacía ninguna gracia el ruido. Cogió el teléfono y miró a quien tenía que gritar por haberle despertado y haberle recordado que tenía una tremenda resaca.

"Nick" ponía en el nombre, como no podía ser de otro modo.

"¿Se puede saber que es lo que quieres a estas horas de la mañana?"

"Dean, si te importa mucho dejar de hacer el capullo, sería una buena idea que te pasarás de una vez por la comisaría."

"¿Qué hora es?"

"Llegas media hora tarde, pero no te preocupes compañero, le he dicho al jefe que te encontrabas mal y que llegarías una hora más tarde." Dean escuchó con atención, pese a que el dolor de cabeza no le dejaba pensar con soltura. "Espero que la noche haya al menos, merecido la pena."

"Voy para allá ahora mismo, no te preocupes."

Dean se levantó de un salto. Cada vez que salía una noche y se levantaba al día siguiente con un dolor de cabeza como el de aquel día; Dean se prometía a si mismo que lo volvería a hacer, que no saldría de bares entre semana, que se volvería alguien sensato y responsable; pero la siguiente vez todo volvía a comenzar otra vez, el alcohol y la gente desconocida, perder varias horas de lo que había ocurrido y despertarse en la cama al día siguiente como le hubieran pegado una paliza.

Miró a su alrededor, ya no sabía cuantas veces había dicho que cambiaría la decoración, aunque más apropiado sería decir que tendría que empezar a poner algo de decoración, porque desde que vivía allí, al salir de la academia, en lo último que se había preocupado, era en lo que podía poner en las paredes o las fotos que podrían decorar las estanterías.

Una hoja de papel doblada sobre la mesilla llamó su atención. Lo cogió y desdobló con cuidado y curiosidad a partes iguales.

"Sigo teniendo curiosidad por tu historia, pero tengo irme al bufete, nos vemos más tarde. Llámame." Le seguía un número de teléfono que Dean no había visto nunca y que por más que lo intentaba no consiguió reconocerlo. Ya tendría tiempo más adelante, cuando no llegara tarde al trabajo.

"Hora de marcharse al trabajo."

Se dio una ducha, con agua fría para despertarse por fin, no se molestó en afeitarse siquiera, además las chicas de la comisaría le decían que la barba de dos días le hacía todavía más atractivo; no es que fuera un hombre vanidoso, pero no le importaba recibir algún piropo de vez en cuando, o varios a lo largo del día.

Se puso una camiseta negra y eligió rápidamente entre las dos primeras camisas que vio. Cogió las llaves del coche y bajó a la calle. Allí estaba el amor de su vida, su chica, como él siempre lo llamaba, el Impala del sesenta y siete de su padre. Desde que su padre, John se lo había dado al cumplir los veinte años, Dean lo había cuidado como si fuera su bien más preciado y ante la más mínima mancha o raya, lo llevaba al taller.

No tardó ni veinte minutos en llegar al trabajo, aunque si alguno de los guardias de tráfico de Manhatan, no haría más que ponerle multas, pero prefería eso, antes que la bronca podría echarle su jefe por llegar tarde; todo temía al jefe Singer, aunque en el fondo Dean sabía que se trataba de un buen hombre, las pocas veces que habían hablado en privado o fuera del trabajo o en privado en la mesa de un bar, el hombre le había dicho que le llamara Bobby y que le apreciaba, Dean creía que como un hijo.

"Dichosos los ojos." La voz de Nick le devolvió a la realidad, al mismo tiempo le lanzó una mirada a Dean hacía el despacho del comisario.

Nada más entrar en al comisaría, se encontró con su compañero Nick, su mejor amigo desde la academia y la única pareja con la que había investigado, se conocían perfectamente, una mirada significaba más que una conversación entera y de la misma forma, la sonrisa que Dean vio en los labios, le dijo que se había metido en problemas.

"Winchester." El comisario Singer salió de su despacho dando un grito. Todos se levantaron de sus escritorios, pues todo el mundo temía al comisario. "¿Se te han pegado las sábanas? Venga muchacho a trabajar, que ya tenéis un caso entre manos y ese tío puede volver a matar si no lo paramos."

"¿Asesino?"

"Eso es Winchester, asesino, ya ha matado a una chica y espero no tener que ver que mata a otras chicas más. Así que espero no hacerte hecho madrugar demasiado y puedas rendir lo suficiente. ¡Vamos todos trabajar!"

El comisario volvió a entrar en su despacho y durante un segundo la comisaría se quedó en completo silencio, los policías miraron a Dean y algunos sonrieron con malicia, estaban tan acostumbrados a escuchar aquellas broncas, que se las tomaban en tono de guasa.

"Vamos al coche y te cuento el caso por el camino." Nick le dio un golpecito en el hombro y se encaminó al coche.

Dean lo siguió, pensando en la nota que había en su dormitorio aquella mañana. Así que se había acostado con alguien la noche anterior, pero no se acordaba quien era; aunque al menos lo habían pasado bien. Por la noche, cuando terminara el turno llamaría a aquella persona y volverían a quedar, pero lo primero era el caso que Nick y él tenían entre manos.

No le gustaba nada el coche de Nick, resultaba una antigualla, que poco tenía que ver con los coches que le gustaban a él, pero a su compañero le daba igual que tipo de coche era, con tal que anduviera y fuera útil en las persecuciones por la cuidad, Nick tenía suficiente.

"De verdad, tío, ¿Por qué no te cambias de coche de una vez? Además, con esa gabardina que siempre llevas, pareces Colombo, ¿Algún día vas a decidir a actualizarte? Vivimos en el siglo XXI."

"Dean esta gabardina me la regaló mi padre, que sabes que fue mejor policía de esta comisaría, hasta que desapareció, necesito llevarla siempre conmigo, al igual que el coche, para recordar que mi padre todavía sigue ahí."

Nick bajó la mirada; sus ojos azules siempre se entristecían al pensar en el padre que había perdido como si nada, que un día había desaparecido sin dar señales de vida y que no esperaba volver a ver nunca.

"Bueno, no te pongas así, que sólo me estaba metiendo contigo. Venga, lo siento tío." Dean le dio un nuevo golpe en el hombro y se metió en el coche; esperó a que su compañero subiera y puso en marcha el coche.

"Además, ya verás como tarde o temprano tu padre aparece, no ha podido marcharse así como así."

"Eso espero Dean."

La radio del coche interrumpió su conversación. El hombre al que buscaban, del que Dean todavía no sabía nada, había sido visto no muy lejos de la comisaría desayudando.

"Será cabrón." Dijo Nick. "Vamos arranca, no podemos dejar que se marche otra vez."

Dean arrancó y un momento más tarde se volvió hacia su compañero.

"Vale, que tal si me pones un poco al día sobre lo que ha hecho ese tío."

"Se trata de un tipo despreciable, si hubieras visto las fotos de cómo dejó a esa pobre chica. Estaba totalmente desangrada y parecía que ese tipo estaba siguiendo algún tipo de ritual o algo así. No sabría que decírte. Sólo te puedo asegurar que está completamente loco y que no voy a dejar que ponga las manos encima a otra pobre chica."

Dean continuó preguntándole a su compañero.

"¿Has dicho ritual? ¿Qué clase de ritual?"

"No lo se, pero había muchos símbolos, todavía no he tenido tiempo de investigarlos, pero estoy seguro que te gustaría echarles un vistazo, a ti te encantan todas esas cosas raras."

"Sobrenaturales." Dijo Dean al mismo tiempo que daba un volantazo al coche.

"¿Cómo dices?"

"Que son sobrenaturales y no "raras" como tu dices, porque todo eso es completamente real, bueno puede que no todo, pero muchas de las cosas que hemos archivado…"

"Dean ¿de verdad crees en todas esas historias? La mayoría no son más que leyendas, con suerte y en el peor de los casos son locuras de gente que se aburre y quiere tener un poco de fama."

Dean bufó con fuerza, pero se mantuvo en silencio. Algún día le demostraría a su amigo que tenía razón, algún día Nick se daría cuenta que no todo eran cuentos e historias, que había cosas que estaban más allá del conocimiento humano. Sólo esperaba que ese caso no fuera una de esas realidades, porque de tratarse de un verdadero ritual, sin duda aquella primera chica muerta no sería la última.

- o -

Sam entró en su apartamento. Le gustaba realmente aquel lugar, pues era lo más parecido a un hogar que había tenido en mucho tiempo. Durante sus años en la universidad, tan sólo había pensado en sacar buenas notas y ser el mejor de la clase de derecho.

Apenas había estado con chicas, pues no era su mayor prioridad ligar, a diferencia del comportamiento que tenían el resto de sus compañeros, que siempre estaban pensando en lo mismo.

Tal vez ahora se sintiera un poco mal por ese comportamiento tan abstraído, pues ahora no tenía pareja, no tenía a nadie que le esperara al volver a casa y le diera un beso de bienvenida. Pero no le parecía demasiado mal, pues al menos al abrir la puerta, alguien si que se sentía feliz de verle.

"Hola Bones." El muchacho se agachó frente al labrador que se había acercado y le olisqueaba la mano en busca de comida. "¿Ya tienes hambre? Espera que voy a preparar el desayuno para los dos."

Dejó el maletín sobre el sofá y se fue al dormitorio para ponerse ropa limpia, no le gustaba nada ir al bufete con la misma ropa del día anterior, sobretodo para evitar las habladurías de sus compañeros. Se dio una ducha rápida, bien caliente, como a él siempre le gustaba, tanto que los cristales del espejo terminaban por empañarse.

Se puso un traje limpio, como de costumbre dejó de lado las corbatas y volvió al salón, donde su mejor amigo le esperaba para tomar un buen desayuno. Un momento antes, comprobó el teléfono móvil, no había llamadas. Tampoco esperaba recibir una llamada tan pronto, tal vez ni siquiera se hubiera levantado todavía. Tan sólo esperaba que pese a la resaca, su amante de la noche anterior, se acordara de él, porque sin duda Sam, se iba a acordar durante mucho tiempo.

Desayunó rápido, no tenía mucho tiempo antes de ir a la oficina y dejó el bol de agua y comida preparados para Bones. El perro no tardó en acercarse, oler su comida y comenzar a comer. Sam le acarició la cabeza y se dispuso a marcharse de vuelta al buffete.

Una vez en el coche, justo antes de arrancar, tomó la decisión; ya había perdido demasiadas opciones de estar con alguien, por miedo, por vergüenza o simplemente porque el trabajo había sido demasiado importante para él. así decidió cometer una tremenda locura.

Cogió el móvil y escribió el mensaje más atrevido de toda su vida.

"Lo de anoche fue genial, Dean, llámame por favor, quiero volver a verte. Espero que te acuerdes de mi. Sam."

Lo mandó sin pensar, aunque un momento más tarde ya se había arrepentido, pero ya no había marcha atrás, ahora ya sólo quedaba esperar, con el corazón en un puño, a que su amante todavía se acordara de él y sobretodo, que quisiera verle.