Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer

INFIERNO

Bella POV

Otro día más de sufrimiento. Odiaba mi existencia, fantaseaba con la idea de desplomarme en el suelo sin vida y acabar con todo. Pero yo era inmortal. Mis sueños nunca se cumplirían. Tendría que soportar toda la eternidad al lado de ellos.

-Date prisa, tienes entrenamiento-me gruñó Felix, golpeándome al pasar.

Mi vida me recordaba al acoso escolar. Todos me golpeaban cuando se cruzaban conmigo, se reían cada vez que me pasaba algo malo. Ni siquiera Aro, Marco y Cayo se preocupaban por mí.

Mi sufrimiento comenzó cuando estaba de viaje de fin de curso con mi instituto. Era mi último año, acababa de cumplir 18 y al año siguiente estudiaría Psicología en una universidad de California. Entre todos votamos ir a Italia, concretamente a una ciudad llamada Volterra. Allí conocí a la mujer que lo empezó todo.

Principio del Flash Back

Era el último día del viaje en Volterra. Nos habían dado la tarde libre para ir por tiendas y museos. Yo iba hacia la librería, ya que me había cautivado el nombre de un libro. Agradecí que sabía hablar bastante italiano, por algo me llamo Isabella, ¿no?.

Doblé la esquina y me encontré en un callejón oscuro. Pero no de esos aterradores de las películas. Era bastante hermoso y despejado. Había un montón de gente apelotonada alrededor de una hermosa joven. No, hermosa no era suficiente. Era algo sobrenatural. Era pálida, con el cabello negro cayéndole liso hasta la cintura. Llevaba puestas unas gafas de sol, cosa que no me extraño porque Volterra era bastante soleada.

-El viaje guiado empezará ahora mismo-decía la mujer.

Entonces inspiró y se tensó. Clavó sus ojos en los míos. Me dirigió una deslumbrante sonrisa y se acercó a mí.

-Hola, me llamo Heidi-se presentó, su voz era dulce y melodiosa. Me tendió la mano y yo se la estreché. Su tacto era frío como el hielo-. ¿Te apetece venir con nosotros? Es una excursión guiada.

Señaló la enorme catedral que había a un lado.

-Yo... no he pagado por e-esto-balbuceé.

Heidi soltó una risa angelical. Me dio una palmadita en el hombro.

-Me has caído bastante bien, así que te la daré gratis-me dijo-. Pero no se lo digas a nadie o me despedirán-volvió a reír dulcemente. Su risa tenía algo que daba escalofríos.

No sé porque no desconfié de esa mujer que me regalaba una visita guiada alegando que yo le caía bien sin siquiera conocerme. Pero parecía buena persona, por lo que me uní al enorme grupo.

Recorrimos enormes pasillos empedrados hasta llegar a una enorme sala donde nos esperaban unas treinta personas. Todas me recordaron a Heidi, pálidas y hermosas. Pero entonces vi que todos tenían unos penetrantes ojos carmesí. ¿Que era esto? ¿Una secta? ¿Iban a secuestrarnos?

Tres hombres estaban sentados en tronos. El del centro se puso de pie. Llevaba el pelo largo, con los mechones delanteros recogidos en una coleta.

-Buena pesca, Heidi.

Fue como una señal. Todos saltaron sobre nosotros. Vi a una niña con el pelo rubio recogido en un moño abalanzarse sobre la mujer que estaba en las primeras filas. Le torció la cabeza hacia un lado y hundió los dientes en su cuello. La mujer empezó a chillar y a pataleaba, pero la niña no se inmutó.

Entonces me di cuenta de que toda la sala estaba llena de chillidos y gritos de desesperación. Todas las personas pálidas se habían arrojado sobre los visitantes, mordiéndoles el cuello. Una palabra pasó por mi mente.

¡Vampiros!

Eché a correr hacia la puerta, pero el hombre que había hablado antes apareció de la nada frente a mí.

-¿Donde crees que vas?

Me cogió la cara entre las manos y me la torció hacia un lado, dirigiendo sus labios hacia mi cuello.

-¡No, por favor!-chillé, desesperada-. ¡No me haga daño!

Como si me hubiera hecho caso, el hombre apartó su boca de mí y me miró impresionado a los ojos. Me cogió con una fuerza increíble del brazo, haciéndome creer que me lo rompería. Me llevó a rastras hacia el centro de la habitación. Al mirar a mi alrededor vi que todo se había acabado. Todo el grupo de visitantes yacían muertos en el suelo, con enorme agujeros en el cuello, producto de los dientes de los "vampiros".

-Jane-llamó el hombre, que aún me sujetaba.

La niña se giró, centrando todo su atención en nosotros. Me lanzó una mirada sorprendida.

-¿Sí, amo?-le preguntó, haciendo una reverencia.

¿Amo? Tal vez esto sí era una secta. Un grupo de frikis de esos que jugaban a ser vampiros. Pero eso no explicaba la agilidad y la fuerza que tenían. Me puse a llorar.

-No puedo leerle la mente-dijo, lo cual me sorprendió. ¿Ese hombre podía leer la mente?-. ¿Podías probar tu don?

¿Don? ¿Que don? La niña llamada Jane clavó sus ojos borgoña, que brillaban más que antes, en los míos. No se cuanto tiempo pasó, pero Jane cada vez estaba más molesta.

-Sorprendente-murmuró el hombre que me sujetaba.

Jane quitó su mirada de la mía. Otro de los hombres que se sentaba en un trono me miró especulativamente.

-¿Aro, vas a transformarla?-le preguntó al hombre que me sujetaba, Aro. Qué nombre tan extraño

¿Transformarme? ¿En vampiro? Dudé seriamente. Tal vez sí eran vampiros de verdad. Oh, vamos, Bella. Los vampiros no existen. Aun así no estaba convencida.

-Creo que sí, Cayo-murmuró Aro-. Podría sernos útil se don-se giró hacía mí-. En serio, niña, espero que lo soportes.

Volvió a girar mi cabeza y clavó sus dientes en mi cuello. Chillé de dolor, lanzando puñetazos y patadas contra Aro, pero solo conseguí hacerme daño a mí misma. Luego Aro me soltó.

Caí al suelo, retorciéndome mientras sentía llamaradas de fuego recorrer mis venas. El dolor duró tres días. Cuando desperté, Aro me lo explicó todo.

Y ahí empezó mi suplicio.

Fin del Flash Back

Me dirigí con la cabeza gacha hacia la puerta que tenía a la izquierda. Entré y vi a Jane y a Alec practicando pelea. Casi gemí. Me tocaría a Demetri. El más malvado de todos.

-Llegas tarde, estúpida-me gritó-. Los Vulturis hemos de ser puntuales.

Se acuclilló frente a mí. Imité su posición.

-A ver si hoy demuestras más talento-se burló Demetri.

Se abalanzo sobre mí. Lo esquivé con agilidad y salté por encima de su cabeza, poniéndome detrás de él. Intenté subirme a su espalda, pero él agarró mi brazo y me lanzó contra la pared. Aún no había chocado contra ella, Demetri me cogió por el cuello y me estampó contra el suelo, haciendo que se agrietara.

-Muerta-dijo Demetri-. Otra vez.

-No, por favor-supliqué sollozando, a sabiendas de lo que venía a continuación.

Demetri me ignoró. Se inclinó hacia mí, me cogió del brazo y tiró con fuerza. Oí el espantoso crujido que eso provocó antes de sentir el dolor. Lancé un grito desgarrador, acurrucándome en un fallido intento de buscar consuelo al dolor de la desmembración. Casi todos los días era los mismo. Desde el primer día que perdí una pelea me arrancaban una extremidad y luego dejaban que me la volviera a unir. Desde ese día, en cada pelea, me colapsaba al pensar que me iban a volver a desmembrar otra vez, por lo que nunca gané una batalla. ¿Consecuencia? Más dolor.

Demetri me lanzó mi brazo con asco a la cara mientras yo seguía sollozando en el suelo.

-Te transformamos por tu don-me susurró con desprecio-. Pero no compensa. Eres mediocre peleando. Intentaré convencer a Aro que la próxima vez me deje arrancarte la cabeza y acabar contigo de una vez. Aro estará encantado de librarse de ti. Todos lo estaremos.

Estuve a punto de decirle que yo también estaría encantada de que todo se acabara. Pero en ese momento Gianna, una de las pocas humanas que sabían nuestro secreto, apareció en la puerta.

-Los amos desean reunir a la familia-dijo, haciendo una reverencia. Luego se fue.

-Bueno, pues vamos-animó Alec, ya todos se miraban entre sí confusos-. Tú, arréglate el brazo. No aparezcas hecha un guiñapo delante de tus amos-me gruñó.

Cogí débilmente mi brazo y lo junté con mi hombro. Pude ver mi piel retorciéndose para ligarse con el brazo. En pocos segundo estuvo unido.

Llegué a la sala de reuniones moviendo mi hombro para comprobar que seguía funcionando. Ara mi miró burlonamente.

-¿Otra vez, Bella?-se regocijó.

Agaché la cabeza mientras Cayo y Marco reían.

-No deberías haberla transformado, es penosa-protestó Cayo.

Aro le hizo una señal para que guardara silencio. Luego se levantó y se dirigió a nosotros.

-Como ya sabéis, los vampiros vegetarianos son cada vez más numerosos-comenzó Aro-. Nuestro reino y nuestra tranquilidad se ven amenazados, ya que ellos continúan intentando fingir que son humanos. Muchos incluso trabajan-añadió con desdén. Debemos acabar con ellos y empezar a formar nuestro propio imperio, donde todos seguirán nuestras costumbres. Y así se acabarán los problemas.

Entonces la cúpula que había sobre nuestras cabezas se resquebrajó. Vi dos sombras que cayeron sobre nosotros. Dos vampiros. Cayeron sobre Alec y Jane y, antes de que pudieran reaccionar, arrancaron sus cuellos con la boca. Mis dos "hermanos" cayeron al suelo.

Aterrorizada, alcé la vista para ver a los dos vampiros, que estaban a unos quince metros de mí. Uno era alto, con el pelo rubio y rizado. El otro era enorme, moreno y con rizos.

Pero lo que me sorprendió fueron sus ojos. Ojos dorados.

Creo que ya se imaginan quines son, ¿no? Bueno espero que os haya gustado el primer capítulo del fic. Espero vuestras opiniones. ¡Besos!