+Prologo+

Cerró los ojos con fuerza en un intento desesperado por ignorar la imagen que por más que llorara no iba a desaparecer. Los problemas no se van arrastrados por las lágrimas, no importa cuánto llores, simplemente, no se van, solo terminan por crecer.

Sigue caminando

Esas fueron sus últimas palabras, no un "adiós", no un "te amo", ni un "hasta pronto, nos volveremos a ver", solo, sigue caminando. Esas fueron las últimas palabras del hombre que le había devuelto la vida, y que ahora, moría por salvar la suya.

El pequeño, pasó las mangas del abrigo que llevaba, estaban sucias y le quedaban algo grandes, pero aun así, podía secar sus ojos, y así lo hizo, de manera descuidada, dejando pequeños rastros de lágrimas y unos otros de tierra. No sabía cuánto tiempo llevaba así. Hacía frío, como todos los días en este nuevo mundo, el cielo estaba gris, como lo era desde que tenía memoria, y ya sentía las piernas entumecidas. No había cambiado de posición desde lo ocurrido hace algunas ¿horas?, quizás fueran días, no importaba, el tiempo se había congelado en el mismo momento en que Mana había dicho esas últimas palabras, para luego perderse con el viento, para luego caer en el silencio de los que se van. Pero Mana no sabía, que con él, se había ido una parte de Allen también.

Si tan solo hubiera corrido en vez de quedarse allí quieto, entonces ese árbol no le hubiera caído encima a Mana, y Mana no habría tenido que sufrir días y días aplastado allí porque Allen no tenía la fuerza suficiente para sacar ese gran árbol, no habría tenido que consolarlo y decirle que no llorara, que no era su culpa, que era el terremoto. No, nada de eso habría pasado, y todo era culpa suya. No sabía qué hacer, era muy difícil encontrar a otra persona que le ayudara a sacar a Mana de allí, al menos para que tuviera una sepultura digna y no se tuviera que quedar allí, aplastado por el árbol.

No quería dejarlo allí, solo, pero sus últimas palabras se repetían en su cabeza una y otra vez, y como todo hijo obediente, aunque no lo fuera de sangre, sentía por instinto un lazo con su padre que le obligaba a obedecer.

-Pero… aún no, Mana… déjame, solo un minuto más…

Le pidió al cuerpo frio, tieso y sin vida que yacía junto a él, acurrucándose hecho un ovillo a su lado, pasando uno de sus delgados brazos por el cuello del hombre, dejando una suave caricia en las frías mejillas que le causo un escalofrió. No había notado antes lo frio que estaba, tan muerto, y esa frialdad en el rostro inmóvil, era una prueba más de lo que quería negar. Lamentablemente los hechos no se pueden negar. Dejo caer algunas más de ésas salinas gotas de sus ojos, permitiéndole recorrer libremente su rostro, que ya le empezaba a arder, y siguió así, llorando hasta que su vista se nublo, y el mundo se volvió negro, para luego desaparecer.