Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

Ha pasado demasiado tiempo y pido disculpas por ello. Así como también agradezco a los que han dejado su comentario, he leído cada uno de ellos y, como siempre, me han hecho muy feliz. Espero que éste capítulo sea de su agrado. Ya estoy escribiendo el siguiente aunque no sé cuánto tiempo me pueda tomar.

Un beso grande!

Y PERDÓN!


Campanadas.

Sintió los pasos de alguien acercándose, resonando en la habitación.

-Debes comenzar a prepararte –

Kiba alzó la vista y clavó sus ojos en el rostro de su amigo. Shino lucía igual de serio que siempre, inclusive, a pesar de llevar una yukata especial por el acontecimiento, usaba sus habituales gafas, esas que impedían ver sus ojos. Y por un segundo Kiba deseó poder usarlas él, para poder, al menos por unos minutos, esconder todo lo que sentía de los demás, para tener uno momento más para él.

-Ya lo sé –Dijo cuando Shino estuvo a punto de repetirse –Solo…

-¿Estás dudando? –Kiba lo observó horrorizado. ¿Cómo podía dudar? Ya no había tiempo para ello, y aún así, ¿cómo podía Shino hacer tal pregunta sin siquiera mutar su expresión? ¿Es que estaba seguro que eventualmente lo iba a hacer, dudar?

-¿Por qué dudaría? –Shino abrió la boca para responder pero Kiba lo silenció con un gesto de su mano -¿No tienes otra cosa qué hacer?

-Este es mi trabajo

-¿Asegurarte que no me escape por la puerta trasera? –Preguntó fastidiado, era la cuarta persona que entraba a aquella habitación preguntándole si todo estaba bien, y ya comenzaba a cansarse –Ve a asegurarte que todo esté en orden, no quiero que Hinata se tenga que preocupar por nada.

Shino asintió, no muy convencido, y volvió a salir de la habitación. Kiba observó el kimono negro que descansaba sobre la cama de su antigua habitación, su amigo tenía razón, debía comenzar a prepararse, no quería hacer esperar a Hinata. No quería darle motivos a nadie para dudar de su palabra, de su decisión. Había dicho que lo haría, le había dicho a ella que lo quería, no tenía dudas. No se echaría atrás, solo… Solo estaba recordando un poco. El camino, eso era, el camino que lo había llevaba hasta allí.

La observó hablando con Kurenai-sensei, se veía concentrada y quizás un poco agotada. Probablemente se hubiese quedado toda la noche entrenando esa nueva técnica que llevaba tiempo intentando. Kurenai le corregía un sello, moldeaba los dedos de Hinata. Tan largos, delicados… Se veían suaves. ¿Qué se sentiría sentirlos deslizarse por su rostro, por su brazo? Probablemente no debería estar pensando en aquello, se había obligado a sí mismo a no pensar en su amiga de ese modo, pero…

-¿K-Kiba-Kun? –Levantó la vista sorprendido y retrocedió uno, dos y tres pasos ante la próxima presencia de Hinata. ¿Cuándo se había movido? –E-Eh.. L-Lo s-siento yo.. y-yo…

-No te preocupes –Dijo sonriendo, recobrando la postura y haciendo, una vez más, lo que se prometió a sí mismo no hacer -¿Vas a hacer algo después del entrenamiento?

-¿A-Algo? –Preguntó confundida, sin siquiera llegar a imaginarse cuáles eran las intenciones de Kiba.

-¿Quieres que vayamos a comer? –Soltó sin ningún tipo de vergüenza, mintiéndose a sí mismo y pensando que los amigos podían comer juntos, que aquello no rompía las reglas que él mismo se había auto impuesto.

-Y-Yo… S-Sí… -Las mejillas coloradas y una tímida sonrisa adornando su rostro -¿L-Le d-decimos a Shino-kun?

-Ya lo invité –Se apresuró a mentir –No puede, tiene no se qué cosa con la gente de su clan –Continuó inventando, sin ningún tipo de remordimiento, ya ni siquiera se preocupó por convencerse que aquello no salía de las normas.

-D-De a-acuerdo -

Había pasado mucho tiempo desde que él la había invitado en innumerables oportunidades a pasar tiempo con él bajo las falsas intenciones de un amigo. Recordaba lo mucho que le había costado contenerse en más de una oportunidad, no robarle un beso entre bocado y bocado, no apresurar las cosas. Y quizás esa era una de sus hazañas más grande, el ser paciente con ella. Porque él mejor que nadie sabía que con Hinata todo se resumía a una distancia prudente, a tomar las cosas con calma. Después de todo, y aún cuando eso fuese una de las cosas que menos le gustaba de ella, Hinata era una Hyuuga, y como tal había sido educada para mantener las distancias, para observar detenidamente, pero desde fuera. Y aún cuando ella quisiese cambiar su forma de ser, la mayoría de las veces, al menos por aquel entonces, su educación solía ganar.

Observó el emblema de su propio clan bordado en la espalda del kimono que utilizaría para su propia boda. Aún cuando no había sido algo que había planeado, y aún cuando hubiese decidido no calificar a aquella unión como verdadera, debía admitir que se sentía demasiado bien consigo mismo ante el pensamiento de hacer a Hinata su esposa, de darle su apellido y de poder decir, finalmente y sin ningún tapujo, que ella era de él. Que era su chica y que sería la madre de su hija. Hija que tampoco había buscado, pero otra vez se sentía orgulloso de ello. Y esta vez el recuerdo del momento en que todo cambió no era de tan atrás, si no más bien de unas semanas antes.

-No logro hacerme a la idea –Soltó finalmente –No logro aceptar que voy a tener una hija y me molesta que tú lo quieras tanto –Hinata se alejó de él y lo miró a los ojos –Siento que no estoy en el mismo lugar que tú.

Lo había dicho. Finalmente. No tenía ya más sentido prolongar aquel momento. Hinata se merecía más que falsas sonrisas y sentimientos guardados. Aún cuando él no estuviese cómodo hablando de aquello, se lo debía. Era lo mínimo. Estaban allí, en su nuevo departamento, pasando la primera noche juntos y no quería irse a dormir con la sensación de estar mintiéndole. Y quizás lo había dicho por motivos egoísta, después de todo era él quien no quería sentirse mal por no hablar sobre el tema con Hinata, pero lo había dicho y quizás ahora podrían mejorar un poco la situación. Hacer de todo eso algo un poco más llevadero.

-No llores –Le pidió cuando vio deslizar una pequeña y solitaria lágrima por su rostro –No es mi intención yo...

-L-Lo s-se... –Murmuró limpiándose ella misma la lágrima.

-Lo siento –Se disculpó, porque sabía que lo que él le estaba diciendo no era lo que ella quería escuchar. Sabía que la lastimaba pero no veía otra forma de hacer aquello.

-C-Cuando m-me e-entere y-yo... Yo t-tampoco q-quería e-esto... –Murmuró llevando su mano a su abultado vientre, haciendo caer una vez más a Kiba en la realidad. Tendrían un bebé pronto, lo quisiera o no él –A mi... A m-mi t-también me c-costó a-aceptarlo... –Continuó –N-No s-sabía qué hacer, e-estaba s-sola y t-tenía m-miedo...

-¿Y cómo hiciste? –Preguntó exaltado -¿Cómo hiciste para quererla?

-Y-yo... –Pareció pensarlo un poco, probablemente ahora la idea de no querer a su bebé le parecía extraña, pero Kiba… Kiba estaba completamente en otro sitio –S-Supongo q-que c-comencé a a-aceptarlo c-cuando m-me di c-cuenta q-que era p-producto de n-nosotros... De ti y de mi –Dijo sonriendo –Y luego... Luego, cuando vi la primera imagen de ella, ahí me di cuenta de cuánto la quería, aunque por supuesto aún no sabía que era una niña –Kiba notó inmediatamente la soltura con la que comenzó a hablar, como sus ojos brillaban y como una tímida sonrisa se marcaba en sus labios.

-¿Imagen? –Preguntó Kiba -¿Tienes imágenes? –Todo el asunto asustaba un poco, al menos para él, pero Kiba nunca había sido del tipo que no enfrentaba sus problemas -¿Puedo verlas? –Hinata asintió y se puso de pie para comenzar a buscar algo dentro de la última caja que había cargado Kiba el día anterior. Allí se encontraban todas las cosas de Ashi.

Tomó la caja de madera y se encaminó de regreso a la cama, donde Kiba la aguardaba pacientemente, observando de reojo la caja rosada que ella tenía entre sus manos. Se sentó a su lado, siempre con movimientos suaves, cuidando el bienestar de su pequeña, tratando de encontrar una posición medianamente cómoda a pesar de su ya tan avanzado embarazo.

-T-Toma... –Dijo extendiéndole el sobre donde guardaba todas las ecografías que se había hecho.

Kiba lo abrió y dejó caer las imágenes sobre la cama donde se encontraban sentados. Sin reparar aún en lo que éstas mostraban revisó las fechas para encontrar la primera que Hinata se había realizado. Se tomó unos segundos para alzarla y observarla, porque sabía que en cuanto lo hiciese las manos le temblarían. Y aún cuando intentó calmarse, no lo logró. Se sorprendió cuando sintió las delicadas manos de ella sobre las propias, ayudándolo a mantener el pulso y señalándole en la confusa imagen lo que era su bebé.

Apenas si entendía algo, era diminuto y él aún no podía creer que eso fuese su hija. Sin embargo, a medida que fue observando las distintas ecografías, una sensación que nunca antes lo había embargado fue creciendo en su estómago. Se sentía extraño. Triste, feliz, impaciente, preocupado... Era un revoltijo de emociones. Y si bien no sabía cómo se sentía exactamente, sí sabía que no había nada de malo allí.

-¿Ésta es la última? –Preguntó tomando una en la que se notaba a la perfección la forma de un pequeño bebé.

-S-Sí... Es del d-día a-anterior a t-tú regreso –Kiba asintió.

-¿Cuándo debes volver a ir al médico? –Preguntó sin despegar la vista de la imagen que tenía entre sus manos.

-Mañana...

-¿Puedo ir? –Preguntó clavando su vista en Hinata.

-S-Sí p-pero.. N-No q-quiero q-que te s-sientas o-obligado o...

-Quiero hacerlo, quiero ir –Aseguró.

No se lo dijo a nadie, ni siquiera a Hinata, pero esa noche no puedo dormir pensando en su hija. Hinata había tenía razón, verla, aunque fuese en esas pequeñas ecografías, cambiaba las cosas. A partir de ese momento la idea de tener una hija había dejado de ser eso, una idea, completamente abstracta, para pasar a convertirse en realidad, su realidad. Se había desvelado con el pensamiento de que una vida dependería completamente de él. Y no se trataba de cualquier vida, sino de la de su hija, de la hija de Hinata y él. Y comenzó a preocuparse, ya no como lo había hecho hasta ese momento por garantizarle un futuro económico estable, si no por no saber cómo criarla. Como enseñarle todas esas cosas que su madre le había enseñado a él.

Kiba no sabía cómo ser padre. El miedo lo había invadido de repente. La realidad suya, el haber crecido sin un padre, sin un modelo masculino que le sirviese de ejemplo, le daba desventaja. Desventaja que no quería que su hija sufriese. Él quería ser lo mejor que pudiese para ella, quería poder cuidarla siempre y asegurarse que tuviese lo mejor de lo mejor. Y sin embargo, a pesar de esa noche haber creído comprenderlo todo, asimilarlo todo, su mundo volvió a sacudirse en la consulta médica del día siguiente.

Su corazón pareció paralizarse un segundo cuando escuchó los pequeños y rítmicos latidos de su bebé. Su mirada se dividía entre la imagen del monitor y el vientre de Hinata. Desde que había regresado de la misión, algunas semanas atrás, no había visto el abdomen de ella descubierto de ropa, ni siquiera lo había tocado. Había tenido miedo, lo tenía que admitir. Hacer cualquier de esas dos cosas hubiese hecho que la realidad lo golpease, pero ahora… Ahora la realidad estaba allí, frente a él y tenía ganas de golpearse fuertemente por no haberlo visto antes. Hinata estaba… no sabía cómo estaba. Radiante le parecía una palabra insignificante, pero no encontraba otra que se aplicase mejor.

Dudó, le daba un poco de vergüenza que Shizune siguiese en la habitación, le parecía que estaba invadiendo un momento privado, pero suponía que debía estar allí dado que era la médica. Sin embargo, tras analizarlo tan solo un segundo, y dedicarle una mirada especial a Hinata, acercó su mano a la tersa piel de ella. Y fue instantáneo. Él apoyó su mano en el vientre y la bebé se movió. Y aunque fuese vergonzoso, se asustó. Miró preocupado a Hinata y se relajó inmediatamente al ver su sonrisa. Volvió a colocar la mano que inconscientemente había retirado de sobre el abdomen de ella, y volvió a sentir a la bebé moverse.

-Los dejaré unos minutos solos –Se excusó Shizune.

Kiba ni siquiera se volteó a mirarla, estaba demasiado fascinado con lo que acababa de descubrir. Y hubiese mantenido la mano allí indeterminadamente si no hubiese observado la mueca de dolor que cruzó por el rostro de Hinata cuando la bebé hizo un fuerte movimiento.

-Lo siento –Se apresuró a disculparse, retirando inmediatamente la mano -¿Duele mucho?

-U-Un p-poco –Dijo relajando el semblante –E-Es q-que ahora ya no t-tiene mucho l-lugar para m-moverse –Le explicó –P-Pero n-no… N-No me m-molesta q-que lo haga –Se apresuró a añadir.

Y sí, desde ese día todo había cambiado. La idea de ser padre seguía preocupándole pero tan solo era necesario sentir a Ashi moverse dentro de Hinata para que dejase las preocupaciones de lado y disfrutase de la bebé. Solía hablarle, contarle cómo le iba en su día, en las absurdas misiones que tenía que hacer y narrarle anécdotas de Hinata. Esta última le había asegurado que la bebé podía escucharlo así que Kiba no perdía tiempo y siempre que podía le hablaba solo para obtener como respuesta algunas fuertes pataditas que terminaban por agotar a Hinata. Y aunque Kiba no quería provocarle dolor a ella, era Hinata quien insistía en que le hablase a Ashi.

En realidad Kiba sentía que habían avanzado mucho en poco tiempo. Algo que por las noches solía inquietarlo un poco. No se arrepentía de nada de lo que había dicho u hecho, pero era extraño, al menos cuando él lo pensaba detenidamente, que en tan poco tiempo todo hubiese cambiado tan drásticamente. De todas formas, aún cuando él no fuese el mayor fan de los cambios, no había hecho más que aceptarlos e intentar hacer lo mejor en todo. Y la boda, la cual estaba a punto de ocurrir, era una de esas cosas que le correspondían a él. Debían casarse antes de que la bebé naciese y solo había que mirar el vientre de Hinata para notar que no faltaba mucho tiempo para ello. Los líderes de sus respectivos clanes estaban presionándolos constantemente para que cumpliesen con lo pactado y Kiba personalmente no había querido darles más motivos para molestarlos.

¿Tenía dudas? No, ciertamente no las tenía. Como se lo había dicho en una oportunidad a Hinata el casamiento con ella era algo que había considerado, aunque por supuesto lo había hecho para un futuro mucho más lejano. No creía que hubiese mucha diferencia, no demasiada. Ya vivían juntos y tendrían una hija dentro de muy poco, el título de marido y mujer era algo que lo tenía sin cuidado, al menos considerando que él le había dicho a Hinata que no lo tomase como verdadero. Tal vez por eso fuese que estaba tan tranquilo, o quizás era esa extraña sensación de júbilo por hacer tal cosa. No sabía con certeza, no sabía si estaba dando aquel paso realmente o no, de todas formas se había prometido no pensar en hacer aquello de corazón hasta que con Hinata hubiesen logrado establecerse. Era propio de él precipitarse con todas las cosas, pero, y dado que debía comenzar a pensar y velar por otras personas, esta vez quería estar completamente seguro antes de comprometerse de tal forma.

-¿Inuzuka-san? –Lo llamó alguien al otro lado de la puerta –Ya es la hora.

-De acuerdo –Dijo mirando el kimono que aún no se había colocado –En seguida salgo.

Los ayudantes del templo eran demasiado molestos, pensó para sus adentros al mismo tiempo que comenzaba a deslizar la prenda por su cuerpo. No era suficiente con que sus amigos y familia desconfiaran de él si no que ahora también lo hacía el sacerdote. Había dicho que se casaría con Hinata y no tenía ninguna duda o arrepentimiento sobre ello.

Finalizó de vestirse, se observó en el espejo para asegurarse de estar presentable y salió de la habitación. Shino lo estaba esperando a un costado, a su lado Akamaru estaba recostado en el corredor que llevaba a la parte delantera del templo donde se realizaría la ceremonia.

-Te has demorado –Dijo escuetamente Shino mientras los tres comenzaban a avanzar por el pasillo.

-Es mi boda, puedo llegar tarde si quiero –Le contestó infantilmente mientras sonreía abiertamente.

-Son las novias las que pueden llegar tarde, no los novios –Kiba rodó los ojos, Shino no lo dejaría en paz ni siquiera el día de su casamiento.

-Como quieras, solo apresúrate o Hinata tendrá que esperar –Shino iba a añadir algo más pero en ese momento atravesaron la puerta y estuvieron frente a la poca gente que habían invitado para el evento.

Por supuesto se encontraban allí el padre y la hermana de Hinata, Neji, la madre y la hermana de Kiba, Inumaru, Tenten, Shino, Kurenai con el pequeño Asuma, y Tsunade. Habían decidido hacer la ceremonia lo más íntima posible. Después de todo ninguno de los dos clanes estaba complacido con esa unión, y a ellos no les apetecía celebrar algo que no había sido elegido con plena libertad y algo que habían decidido no considerar más que un mero trámite.

Se detuvo frente a todos, hizo una pequeña reverencia y luego puso toda su atención en la puerta ubicada al final del pequeño corredor. El sacerdote colocó una mano sobre su hombro y la puerta se abrió. Hinata entró por ella. Llevaba un kimono blanco que se ceñía a su cuerpo. No parecía algo que ella hubiese elegido, más aún con su embarazo tan avanzado, pero la hacía lucir bellísima. Llevaba el cabello sujeto en un medio recogido, con unas flores blancas sirviendo de broche y algunas ondulaciones sueltas sobre sus hombros. Apenas tenía un poco de maquillaje y Kiba pensó que podría contemplarla por siempre.

El orgullo de saber que en pocos minutos se apellidaría Inuzuka lo invadió de lleno y lo hizo olvidarse por el momento que aquello no era más que un simple trámite. El kimono de Hinata no tenía ningún emblema bordado en él, luego de la ceremonia y tal como su madre lo había arreglado, Hinata saldría del templo con una mantilla blanca con el emblema del clan Inuzuka bordado en ella. Debía admitirlo, lo emocionaba la idea de casarse, pero una cosa era admitirlo para sí mismo y otra muy distinta era exteriorizar esos pensamientos.

-K-Kiba… -Susurró ella cuando estuvo a su lado, trayéndolo nuevamente a la realidad y haciéndole prestar atención a las palabras que el sacerdote estaba recitando.

Y en algún momento luego del discurso del sacerdote, de los votos de Hinata y los de él, las campanas del templo sonaron y, tal como la tradición lo decía, una nueva pareja acaba de contraer matrimonio.

Observó a Hinata, se veía un poco cansada, probablemente por estar tanto tiempo de pie, pero aún así seguía sonriendo. Solo para él. Volvió a observarla, seguía luciendo increíblemente bien y ahora era su esposa. Y si bien habían decidido no hacer ninguna celebración, pues no tenían mucho que celebrar, le pareció un completo desperdicio verla tan arreglada para tan solo volver a su departamento a descansar. Le sonrió con descaro, como solo él podía hacerlo. Se acercó demasiado, casi rozando sus labios, unos segundos sincronizando respiración, dirigió sus labios a su oído, mordisqueó su lóbulo y luego susurró:

-Déjame hacer algo especial hoy…

Hinata sintió sus mejillas arder de una manera avasallante. Kiba seguía a unos escasos centímetros de ella, aún sentía su respiración contra su oído y el calor de él. De reojo observó la espalda de su padre alejarse del lugar. No esperaba menos, no dada la situación. Sin embargo, el resto de las personas, salvo Inumaru y la Hokage, seguían allí. Por ellos. Aún cuando sabían que ese matrimonio no era más que un requisito que habían tenido que cumplir.

Tenten le sonreía, alentándola a que le diese un beso a Kiba. Shino estaba, al igual que siempre, inmutable. Neji se encontraba un poco más alejado del resto junto a Hanabi, esta última también sonreía. Neji, por su parte, no dejaba que ninguna expresión se trasluciese en su rostro. La madre y la hermana de Kiba seguían allí por ellos, sin importar que ninguna de las dos estuviese del todo complacida por esa unión. Y Kurenai, al final de todos, junto a Asuma, cerraban el círculo de las personas que más importaban en su vida.

-Hinata… -La llamó Kiba al oído -¿Vamos? –Dijo alejándose apenas y extendiéndole la mano para hacer su primer paseo como marido y mujer.

-S-Si… -No pudo evitarlo. Aún cuando supiese que aquello no era verdadero, Kiba era demasiado bueno en pretender que lo era. Y ella simplemente no quería ni podía resistirse a la pantomima. Después de todo se sentía bien, demasiado bien.

-¿Debo decir felicitaciones? –Preguntó Tenten cuando la pareja se acercó a los pocos invitados que había.

Hinata lo dudó por unos segundos, pero Kiba simplemente sonrió y enroscó su brazo alrededor de la cintura de ella –Por supuesto –Dijo –Un regalo no vendría mal tampoco…

-¡Kiba! –Lo reprendió Hinata.

-Tiene razón –La contradijo Tenten –Felicitaciones, el regalo se los debo –Se excusó -¿Seguro que no quieren hacer aunque sea una pequeña celebración?

-No, estamos bien así –Respondió apresuradamente Kiba. Lo cierto es que sí quería celebrar, pero no quería hacerlo con todos ellos molestándolo, quería estar con Hinata, a solas.

Se demoraron unos minutos más en saludar a todos y agradecerles. En especial a Tenten y a Shino quienes habían firmado, además de los respectivos líderes de sus clanes y del sacerdote, como testigos de la ceremonia. Y luego salieron del templo. Kiba agradeció que su madre le hubiese insistido en contratar un carro que los llevase a su departamento. No podía imaginarse haciendo que Hinata caminase de regreso a casa luego de haberse casado. Primero porque su estado no se lo permitía y segundo porque hacer aquello sería casi un crimen. Hinata estaba, para la propia seguridad de ella y de Kiba, demasiado hermosa. Aún con su gran vientre y esa sutil expresión de cansancio, era increíble lo mucho que lucía el kimono blanco.

El poco tiempo que duró el trayecto al departamento, ambos se mantuvieron callados. La sensación, aún cuando ambos la encontrasen excitante, era un poco extraña. O quizás no lo era tanto la sensación si no el choque entre lo que se suponía que debían sentir y lo que sentían. Aquello no era verdadero, o eso era lo que habían dicho, lo que habían pactado antes de entrar a ese templo, y sin embargo se sentía tan real. Se sentía bien.

Cuando el carro se detuvo, Kiba se apresuró a salir primero y ayudar a Hinata a descender de él. Akamaru, quien había presenciado la ceremonia pero que no había viajado con ellos, ya se encontraba en la puerta del edificio moviendo su cola y ladrando alegre. Hinata sonrió y se inclinó un poco para acariciarlo detrás de la orejas tal como al can le gustaba.

-Necesitamos algo de privacidad –Le dijo Kiba a Akamaru, provocando que las mejillas de Hinata se tiñesen de un intenso carmesí y que sus manos comenzasen a moverse nerviosamente.

El perro ladró, asintió con la cabeza y salió corriendo en dirección al parque más cercano. Kiba, sonriendo de lado, observó a Hinata y no pudo evitar dejar escapar una risa.

-N-No… No te r-rías –Le reprochó Hinata, con un sutil crispamiento de sus ceja y una expresión que Kiba encontró de lo más divertida.

-¿Recién nos casamos y ya me estás mandonéando? –Bromeó mientras buscaba las llaves del departamento.

-Y-Yo… L-Lo s-siento Kiba… Etto… -Kiba se detuvo por un momento y la miró a los ojos, serio.

-No tienes que disculparte, solo estaba bromeando –Se aclaró, a lo que Hinata asintió un poco mas relajada -¿Puedo pedirte algo? –Le preguntó, logrando que los ojos de ella se clavasen tan intensamente en los suyos que Kiba sintió su cuerpo literalmente estremecerse. Era como si con aquella mirada le estuviese diciendo que podía pedirle lo que quisiera, era si como si le estuviese otorgando absolutamente todo en aquel preciso instante, y todo aquello con una simple mirada–Yo… -La intensidad del momento le había hecho perder el hilo de sus pensamientos, algo que últimamente le sucedía mucho, pero no hizo falta mas que observar nuevamente como el vestido blanco se ceñía al cuerpo de ella para que recordase qué era lo que le quería pedir –No pienses… Solo disfruta, ¿si?

Hinata mantuvo la mirada unos segundos más y luego asintió. No era realmente buena en aquello de no pensar y solo sentir, pero si había ocasiones en que lo había logrado, había sido junto a él. Siempre con Kiba.

Juntos entraron al departamento en el que hacía ya unas semanas convivían. Hinata intentó prender la luz del living pero Kiba no se lo permitió y en su lugar la guío hacia el dormitorio. Las ideas de lo que podía ser algo especial para Kiba comenzaron a formarse dentro de la mente de Hinata y casi inmediatamente sintió su pulso acelerarse y sus mejillas arder con fuerza. Agradeció que las luces estuviesen apagadas pues no quería ser causa de risas. Realmente no debería continuar dándole pudor aquello. No estando embarazada y, ahora, casada con Kiba. Pero el pensar en ello le producía inmediatamente esa reacción.

-No estás cumpliendo con lo que te pedí –Se quejó Kiba, susurrándole en el oído, soplándole con su aliento y provocando que se le erizasen los vellos de la nuca –Solo relájate, ¿si?

Hinata asintió, pero nuevamente era mas fácil decirlo que hacerlo. O al menos para ella. De todas formas Kiba la conocía, y si había alguien que sabía sacarla de su lugar seguro era él. Y eso él también lo sabía, conocía, y daba gracias, de su capacidad para, en algún nivel, descontrolarla.

Así que, aún con la luz apagada, y ya en la comodidad de su cuarto, se colocó detrás de ella, todo lo cerca que pudo, y besó su cuello. Una de las pocas partes de su nívea piel que el kimono no cubría. Y la envolvió en sus brazos, procurando posar sus manos sobre su vientre, provocando que Ashi se moviese, dejando a un lado el choque de sentimientos, y acariciando con suavidad sus curvas. Aquellas delineadas por la suave seda de la prenda. Prenda que parecía querer fundirse con cada recodo de su delicado cuerpo.

-Estás hermosa –Suspiró tendidamente contra su cuello, apartando a un lado su larga cabellera y procediendo a humedecer aquella porción de su piel –Deliciosa… -Murmuró aspirando aquel perfume tan particular de ella que simplemente lo volvía loco.

-K-Kiba… -Su nombre se escapó de entre sus labios casi como un suspiro. El aire había comenzado a resultarle insuficiente y de pronto sentía su piel arder allí donde él la besaba o tocaba.

-Permíteme –Hinata volteó su cabeza un poco para observarlo pero se quedó a mitad de camino cuando lo sintió abandonar su espalda –Creo que estás muy formal para estar en casa –Hinata sonrió mientras veía a Kiba de frente a ella, con sus mejillas también algo enrojecidas y su respiración alborotada.

Tomó el obi que entallaba la cintura de ella y con mucho cuidado y lentitud comenzó a aflojarlo. La paciencia no era lo de él, aquello era algo que tenía bien claro, pero así como sabía que no era lo suyo, también sabía que en ocasiones la lentitud tenía muchísimas mas recompensas. Así que se tomó su tiempo. Removió el obi hasta dejarlo deslizarse al suelo. Y luego se permitió probar sus labios. Sentir la suavidad y el calor que ellos siempre le otorgaban. Sentir aquella dulzura y aquel cosquilleo que sus besos le regalaban.

Y luego, lentamente, repartiendo algunos besos a medida que iba haciéndolo, comenzó a remover el kimono desde sus hombros, permitiéndose observar cada centímetro de su nívea piel. Enloqueciendo con cada roce, con cada suspiro que escapaba de los labios de ella. Perdiéndose en sus curvas, en cada extensión de su piel que se erizaba tras su toque.

No había forma de ocultarlo, su cuerpo la extrañaba. Había pasado demasiado tiempo desde que habían estado de ese modo, piel a piel, entregándose completamente el uno al otro. Y aunque la espera había resultado casi dolorosa, Kiba sabía que no podría haber sido mejor de otra manera, que ese preciso momento, después de haber pasado por tantos problemas, los ayudaría a seguir adelante. A comenzar de cero, si es que algo así se podía. A olvidarse de las tristezas, de los miedos, de las inseguridades, a comenzar a disfrutar realmente a su hija. Aquella que aún no nacía, pero que desde hacía un muy breve tiempo, los llenaba de felicidad.

-¡Kiba! –Exclamó Hinata, mordiendo su labio inferior para acallar su propia voz. Perdiéndose en él definitivamente.