¡Hola!

Ahora les hago entrega de la corrección de una de mis antiguas historias que en el pasado se llamaba Vida en pareja: Rojo. Decidí que el título era un poco aburrido, por lo tanto lo traduje al inglés para que sonara un poco más interesante.

Espero que les guste esta nueva versión.

Sin más por el momento, los dejo disfrutar de su lectura.

Declaración: Las PPG no me petenecen (Si fuera así se habrían casado con los RRB y habrían adoptado una vida hogareña en lugar de una eterna lucha contra el crimen infructuosa), le pertenecen a Cartoon Network y a su autor Craig McCracken. Las utilizo sin fines de lucro, mero entretenimiento.

Advertencias: Universo Alterno, Out of Character, Vida ordinaria y quizá un poco aburrida.


Life as a Couple: Red

El día era espléndido. Un cielo despejado, una suave brisa, el clima templado y una larga lista de tareas que debía de cumplir. Sí, eso era lo único que arruinaba su día. No obstante, había decidido no hacer caso a sus obligaciones e ir a disfrutar del día con su familia. Subió al auto, arrojando su maletín al asiento trasero y colocándose detrás del volante. Sacudió su cortó cabello rojo con una mano antes de decidir quitarse el saco formal que cubría sus ropas, dejándolo en el asiento del copiloto y por fin, introdujo su llave en la marcha del auto, para echarlo a andar.

Condujo sacando el auto del aparcamiento en el que lo había dejado para ir a la oficina, pagó el monto necesario en la caseta y siguió relajadamente por las calles de la ciudad. Tuvo que parar en una de las intersecciones pues el semáforo había encendido en rojo, igual que sus ojos. Mientras esperaba, dirigió sus orbes carmesí al cielo, donde se detuvo a mirar las pocas nubes que había en ese momento.

Que no daría por salir del auto y volar hacia esas nubes como lo hacía en sus años de juventud. Recordó con lucidez como él y los canallas de sus hermanos volaban por aquel cielo azul, cómo robaban cosas que les eran totalmente inútiles solo por el gusto de ver a las heroínas de la ciudad buscándolos con el fin de darles su merecido. Por un momento, deseó volver a esos tiempos, en donde nada importaba, donde podía quebrar lo que quisiera sin tener que pagarlo, cuando no tenía que trabajar una jornada diaria para solventar el gasto familiar. Quiso estar en aquellos ayeres en donde podía hacer todo por diversión. Pero como miembro de la sociedad bien formada no podía hacerlo. Su mujer lo mataría en el intento.

Cuando el semáforo cambió su luz a verde condujo de nuevo, recordando, nostálgico, aquellos días en los que vivía en libertad, sin prisas ni preocupaciones. Y así, sin darse cuenta, llegó a su casa: Un recinto grande y sofisticado a las afueras de la ciudad, donde podía vivir en calma con su mujer y su hijo.

Aparcó el auto en la entrada de la cochera, sin abrir el portón y bajó de él, junto a su maletín y saco. Subió las escaleras del pórtico de la casa y entró.

− ¡Ya regresé!− Anunció en cuanto entró a la casa. Dejó las llaves del auto en el bol que había en la mesita al lado de la puerta, colgando luego su saco y maletín en el pequeño armario que estaba también allí.

− Bienvenido a casa, cariño− Le saludó la hermosa mujer de brillantes ojos rosas y radiante cabello rojizo, que asomó a penas su cabeza desde la cocina al corredor principal de la casa.− ¿Qué tal tu día en el trabajo?

− Todo bajo control, la oficina es una locura en estas fechas. Mañana tendré mucho trabajo. – Mencionó el pelirrojo, sonriéndole a su mujer y adentrándose un poco más en la casa, pasando por la sala, donde una voz ligeramente chillona le llamó la atención.

− ¡Papá!− Exclamó un pequeño niño que estaba sentado en el sillón. El mayor giró su rostro para encontrarse con los ojos rojos carmesí, como los suyos, a unos metros. Vio como el niño saltó del sillón y caminó hacia él haciendo una de sus manos hacia su cabeza para desordenar su corto cabello rojo. El hombre sonrió, y se inclinó un poco sobre su espalda para verle más de cerca.

− ¡Hola, Break!− Sentenció el padre con la sonrisa más amplia en su rostro. Llevó una mano hacia la cabeza del niño y le ayudó a desordenar su cabello en un gesto cariñoso. – Ahora sí, es igual al de tu tío Butch. – Murmuró haciendo referencia a su hermano menor. El infante esbozó una sonrisa muy amplia y asintió con la cabeza, feliz.

− Gracias, papá. Qué bien que ya estés de vuelta. ¿Me acompañarás a mi entrenamiento? –Preguntó con la inocencia normal de un niño de su edad.

− Claro que lo haré pequeñín, pero primero hay que recargar el tanque. – Repuso el hombre, sonriéndole a su hijo y llevando una de sus manos hacia su estómago. Estaba hambriento. Se giró sobre sus talones y caminó hacia el comedor, siendo seguido de cerca por su hijo.

− Huele bien, ¿Qué cocinas, amor?−Indagó el pelirrojo mayor, viendo desde el comedor a su mujer. Ella esbozó una radiante sonrisa y le miró.

− Lo sabrás cuando comamos. Tendrás que esperar un poco.− Respondió Blossom mientras le guiñaba con naturalidad un ojo. Él, embelesado por la actitud de ella, sonrió con ánimos.

− ¿Para qué tanto suspenso, linda?− Caminó hasta la cocina donde su mujer estaba y sonrió al verla fijamente, con ese vestido suelto tan lindo, las zapatillas casuales y el delantal cubriendo la parte posterior, en donde a la altura de su vientre se podía notar un pequeño bulto, que enmarcaba los 4 meses que tenía de embarazo.

− Para que te sepa mejor la comida cuando esté lista. – Contestó hablando bajo, como siempre lo acostumbraba cuando estaban cerca. Él sonrió y sintió que su hijo se posaba a su lado, por lo que inconscientemente llevó una de sus manos hacia el hombro de él y lo rodeó con cariño.

− ¿Y cuánto falta para que esté listo?− Preguntaron padre e hijo al mismo tiempo, tan coordinados como siempre. La mujer levantó la vista y la dirigió a los dos varones de la casa. Bufó un poco conmovida y negó suavemente con la cabeza.

− Solo un poco más.− Musitó como respuesta, volviendo a agachar la mirada y clavándola en el tablero donde picaba verduras distintas. – En lugar de presionarme, deberían poner la mesa, pillos.

Ambos obedecieron la orden. Limpiaron la mesa para que no estorbara nada, pusieron el mantel, los platos, vasos y cubiertos para tres, dejando espacio al centro para la comida, y ansiosos, se sentaron a esperar. Luego de unos minutos, la bella mujer salió de la cocina, llevando entre manos una cacerola, sonriendo al ver aquella escena.

− Ya está listo, caballeros.− Anunció la mujer, dejando la cacerola en medio de la mesa y regresando a la cocina por la otra. Luego, cuando todo estuvo servido en la mesa, les sonrió. –Ya pueden comer. – Les dijo, viendo como los dos abrían las cacerolas, se servían y la miraban encantados.

− ¡Esta delicioso, mamá!− Exclamó el niño sonriendo mientras comía. La mujer comenzó a comer también, complacida por la reacción de su familia.

− Exquisito, como siempre, Blossom− Soltó Brick sonriendo y provocando un leve sonrojo en el rostro de ella; a él le encantaba todo lo que hacía. Y fue entonces cuando recordó el pasado, la libertad no tenía nada que ver con aquellos momentos en familia. Por nada del mundo cambiaría lo que tenía en ese momento: Una esposa hermosa, el amor de su vida junto a él; un hijo maravilloso, atlético e inteligente; y un bebé que estaba en camino todavía. Era feliz y es por eso que prefería caminar todos los días, pasear en su auto y comportarse como parte de la sociedad que años atrás tanto odiaba; antes que perder lo que lo hacía feliz. Rió por lo bajo, siendo observado por su familia. No podía contener tanta felicidad.

− ¿Qué pasa, Brick?− Preguntó Blossom, dejando de comer para levantar la mirada hacia él y observar como reía por la nada.

− Nada, solo que recordé cuanto te amo.− Habló con una sonrisa, viendo feliz a su esposa, ella sonrió sutilmente ante sus palabras. Le encantaba su vida tal cual era, y no cambiaría por nada del mundo lo que tenía. Ni aunque le propusieran regresar 7 años, y seguir libre como el viento.

− Ah, ¿No pueden esperar a que termine de comer antes de que se pongan una escena para mayores de 18 años?− Exclamó su hijo, viéndolos mientras fingía una cara de asco.

− ¡Oye! ¿Quién te enseño eso?− Regañó Brick, observando a su hijo con el entrecejo fruncido, pero conteniendo una risa en su interior. Amaba a su familia.

¡Fin!


Bien, esta era una historia pequeña desde el comienzo, pero decidí alargarla un poco.

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¡Saludos!