Америка Линда, Little América
Hola a todos~ este es el final definitivo de este fic. Muchísimas gracias a tods ls lectors que me han seguido hasta ahora, hayan dejado o no review…pero quienes hayan dejado review se llevan una piruleta y el resto no ¬¬ XD Enserio, muchas gracias por animarme a seguir, es el primer fanfic largo que escribo y más aún, que termino… Gracias también a la gente que me ha ayudado a mejorar esto un poquito bastante -w- y sobre todo a mi beta, alias Kao-chan, que no me deja review nunca porque no me quiere ;_; xD Bue, precisamente por eso puedo hacerla sufrir con el fic sin remordimientos.
PD: Puf.. -_- estoy perdiendo facultades con esto del drama...
PD2:Este epílogo tiene final abierto, porque estoy pensando en una continuación… más detalles al final del capítulo.
Disclaimer: Hetalia no me pertenece,
Advertencias: Rusia x Fem!USA x UK + otras parejas (España x Romano / Francia x Canadá)
Rated: T.
Notas: 1. - Извините (Izvinite) - Lo siento. (Ruso)
~Epílogo~
Empacó todas sus cosas, tratando de dejar los recuerdos asociados a ellas fuera de la maleta. Echó un último vistazo a su habitación, ahora casi vacía, antes de que sus ojos se toparan con el último objeto que seguía en su lugar. Era una fotografía, en un simple marco marrón, situado en un lugar especial encima de su mesita de noche; sonrió con nostalgia, cogiendo el marco para mirarlo más de cerca. Si él se hubiera enterado de que tenía esa foto, se habría ganado un buen golpe…
Sacudió la cabeza, parando de pensar en ello -en él-. Cerró su maleta y salió de la habitación, dejando la fotografía en el mismo lugar. Al fin y al cabo, formaba parte de un pasado que había decidido olvidar.
-¡Bien! ¡Iniciemos esta reunión tratando el tema number ONE de la lista mundial! ¡Veamos, para solucionar la crisis pienso que China debería darme todo su dinero! ¡No aceptaré ninguna opinión en contra! ¡Ahahahahaha~!
-Estoy de acuerdo con America-san…
-¡Da tus propias opiniones, Japón!
-Ah…H-hai!
-¡No estoy de acuerdo, aru! ¡Además, devuélveme lo que me debes, aru!
-¡Ahahaha~! Never~!
- Ohonhonhon~ también podría prestarte dinero yo, mon petit Amerique~ y tu hermanito Mathew me lo podría pagar físicamente…
-¡Trato hecho, France!
-¡M-me niego!
-¿Quién eres?
-…s-soy Canadá…
-¡Dejaos de estupideces, bloody hell! Está claro que no podemos tener una junta pacífica…
-Ah~ es tan divertido cuando todos juegan tan animadamente… Seréis uno conmigo algún día, ¿da?
-¡Silencio! ¡Respetad el turno de palabra! ¡Cada intervención no deberá exceder los 8 minutos…!
Parecía que nadie era capaz de hacer oídos sordos al escándalo que se había formado en la sala de reuniones tras la vuelta a la rutina, todo el mundo participaba de una forma u otra en la discusión. Pero Lovino no escuchaba nada de eso, de hecho, no tenía ánimo de escuchar a nadie. Tampoco era como si alguien más quisiera hablarle, de todas maneras. Había pasado una semana desde la última reunión, y en todo ese tiempo no había visto al bastardo español ni una sola vez.
La última imagen que tenía de él era esa extraña despedida de la última vez. Porque ahora lo sabía, era una despedida, si no ¿por qué no aparecía ya? No había contestado a sus llamadas, y eso que se había dignado a llamarlo. Debería estar feliz de que el italiano lo llamara, pero ¡no! Ni siquiera había contestado al teléfono.
Incluso esa mañana se había rebajado a preguntarle a Bélgica por él, la cual negó saber nada del paradero del español. Vale, eso le había sonado a una mentira descarada. Sabía de sobra que el idiota de España siempre le contaba hasta que pie metía primero en el pantalón del pijama a todo el mundo, literalmente. Ya era extraño que nadie supiera nada, pero que Bélgica no lo supiera… eso era imposible.
Aun así, quería salir de dudas preguntándole a la única persona que seguro, y sin probabilidad de equivocación, sabría dónde estaba el bastardo español. No es que tuviera muchas ganas –ningunas, en realidad- de acercarse a menos de un metro del francés, pero era su única opción.
Así que, cuando la junta finalizó, frunció el ceño con profunda molestia y se acercó con paso receloso hasta Francia. Um, definitivamente cuando encontrara a Antonio le iba a exigir su peso en tomates.
América sonrió, suspirando con cansancio y felicidad, estirándose cuan largo era al levantarse de la silla. Se sentía genial siendo él mismo otra vez, recuperando su forma de pensar y de actuar, aunque a los demás pareciera no gustarle tanto el cambio. Volvía a ser el héroe de todos, y no podía estar más feliz por ello.
Metió una mano en su chaqueta para sacar una de sus preciadas hamburguesas, dispuesto a empezar a devorarla inmediatamente, pero se lo pensó mejor al echar un vistazo a la sala. Mirando el alimento con duda, decidió envolverlo y guardarlo de nuevo, dirigiéndose en su lugar hacia Inglaterra, el cual como después de cada reunión conversaba educadamente con Japón. Se acercó a la nación sin ser notado, envolviendo con cuidado los brazos en torno a su cintura desde atrás.
El inglés se tensó un momento ante el contacto, antes de notar de qué se trataba y relajarse un poco, frunciendo levemente el ceño por haber sido interrumpido en medio de una conversación. Sonrojado, el japonés murmuró una disculpa en su idioma natal y se retiró.
-Ya has espantado a Japón, git. –protestó el inglés, girando la cabeza para mirar al estadounidense, que había apoyado la barbilla en su hombro.- ¿qué quieres?
-Invitarte a comer.- el británico abrió la boca para protestar, pero Alfred lo atajó- Nada de comida rápida, pero tampoco comida inglesa; un restaurante normal. Terreno neutral, 'kay?
-Um…-el inglés depositó un pequeño y rápido beso en los labios del otro- De acuerdo.
Alfred le dedicó una sonrisa brillante, mientras el británico se soltaba de él alegando algo sobre unos documentos y su abrigo. Todo había vuelto a la normalidad, pensó el americano, mientras se paseaba por la sala con las manos en los bolsillos, silbando una cancioncilla alegre. Tan distraído iba que no se dio cuenta de que alguien más pasaba en ese momento frente a él, en dirección a la salida, chocando inevitablemente.
- Ah, I'm sorry…
-Извините…
Ambos levantaron la cabeza, viendo a quién tenían en frente. Era la primera vez que se veían directamente desde aquél día en casa del americano, cuando todo acabó. Alfred no sabía cómo reaccionar, si insultarle como siempre había hecho o irse de allí sin decir nada. Por suerte, el ruso decidió por él.
-Mira por dónde andas, capitalista. –le sonrió fríamente, cómo hacía antes.
-Oh, Rusia. Creía que eras parte del decorado, aunque ahora que lo pienso, no es Halloween.- contestó en el mismo tono de falsa jovialidad.
-No está bien confundir fechas, um...¿la grasa te habrá secado el cerebro? Que mal~ -contestó el ruso, con un tono de falsa preocupación.
-Al menos tengo cerebro- el americano sonrió con suficiencia- Tú tienes la cabeza llena de vodka.
-Cerdo capitalista.
-Comunista chiflado.
Era extraño cómo sus discusiones habían perdido la fluidez que tenían antaño. Ahora parecían más forzadas, como si el odio instintivo hubiera desaparecido y ambos tuvieran que esforzarse para recuperarlo y seguir con su normalidad. Se miraron, fulminándose el uno al otro, hasta que uno de los dos cedió.
-No voy a perder más el tiempo contigo, tengo cosas mejores que hacer.-El ruso se dio la vuelta, andando hasta la puerta y saliendo de la sala de reuniones.
Sí todo había vuelto a la normalidad. Pero simplemente no se podía borrar todo lo que había pasado. Y ambos países seguirían preguntándose durante un tiempo el porqué de esa sensación en sus estómagos cada vez que se cruzaban con el otro por los pasillos.
-No te incumbe dónde esté o deje de estar.
A la respuesta le siguió un tenso silencio. La mayoría de los países habían abandonado ya la sala de juntas cuando el italiano preguntó al francés por Antonio. Sabía que lo más probable era que Francia le contestara con evasivas, pero definitivamente no se esperaba una respuesta tan fría. Lovino definitivamente no sabía qué contestar a eso.
-¿Qu-…?-a la sorpresa inicial le siguió el enfado. Estaba ya harto de que le contestaran con evasivas, de no obtener respuestas por parte de nadie. Quería saber de Antonio, y lo quería ahora.-¡Tú, maldito gabacho, dime dónde está España!
-Non. –contestó el galo, simplemente.
-Cazzo!-el italiano apretó los puños, temblando de rabia. Tenía unas ganas locas de estamparle el puño en la cara al rubio franchute ese y quitarle la mirada de superioridad de la cara.- ¡Dímelo de una puta vez, Francia!
El francés lo miró entrecerrando los ojos de forma pensativa, antes de sonreír de forma extraña.
-Muy bien. ¿Quieres saber dónde está mon ami Espagne? –el italiano aguardó a que continuara con los brazos cruzados. El francés sonrió de lado- No te lo voy a decir, no te hagas ilusiones. Solo tienes que saber una cosa, –hizo una pequeña pausa, mientras Lovino fruncía un poco más el ceño- y eso es que se ha ido.
-…¿ido?- el rubio sonrió más ante la pregunta del moreno.
-Oui. Antonio ha decidido irse por tiempo indefinido. –el francés se pasó distraídamente una mano por el pelo, acomodándoselo.- Y, básicamente ha sido por tu culpa. –Lovino fue a abrir la boca, pero el francés continuó hablando, mientras se dirigía hacia la puerta- No le busques más, Romanito. Es muy egoísta por tu parte obligarlo a aguantar tu presencia cuando no quiere hacerlo, non?
El sonido de la puerta al cerrarse fue lo único que contestó a la pregunta. Tenía que ser una broma. España no podía haberse ido, no podía haberse cansado de él hasta el punto de dejarlo todo para no verle más. Pero aun así las palabras de Francis no dejaban de hacer eco en su cabeza, moviendo sus pies. Antes de darse cuenta de lo que hacía, se descubrió a sí mismo rumbo a casa del español.
Habían sido alrededor de cinco horas de viaje, y eso que utilizó los medios más rápidos de los que disponía, pero allí estaba finalmente, delante de la gran casa en la que pasó su niñez. La fachada apenas había cambiado, solo un par de manos de pintura y quizá alguna que otra planta modificaban la visión de sus recuerdos.
Por lo demás, estaba como siempre, pero faltaba algo importante. Era solo una casa, sin nada que le diera vida, sin el idiota español en la puerta, invitándole a pasar, o en el huerto trasero recogiendo tomates. Era solo una casa, no un hogar.
Empezó a temer de veras que el francés tuviera razón y encontrar una casa vacía, con huecos en las paredes en lugar de muebles, en lugar de cuadros y fotos. Si fuera así no lo podría soportar. Respirando hondo, avanzó hasta la puerta y llamó unas cuantas veces. Nadie contestó, pero no fue una sorpresa. Probablemente habría salido a comprar algo, siempre que le visitaba pasaba lo mismo; luego el español volvía y lo encontraba esperando allí, enfurruñado, y para disculparse por hacerle esperar le regalaba un tomate. Esta vez, sin embargo, no podía esperar como si nada. Necesitaba entrar a la casa y cerciorarse de que todo estaba bien, de que todo estaba en su sitio y no había desaparecido. Rodeó la casa buscando alguna ventana abierta por la cual colarse. la mayoría estaban cerradas con las cortinas corridas, sin permitirle ver el interior. Al llegar a los grandes ventanales que daban al salón se detuvo. Conocía un truco para abrir esa ventana desde fuera, lo había hecho varias veces cuando de niño escapaba tras hacerle alguna travesura a España.
Le costó más que antes, pero finalmente la cerradura se abrió con un "click", dejándole abrir la ventana de par en par. El aire del exterior hizo ondear las cortinas granate, dejando ver el amplio salón. Lovino pudo sentir como su corazón se encogía paso por paso, como a cámara lenta, mientras sus pies se arrastraban dentro de la habitación; los muebles estaban apilados en un lado, cubiertos por una sábana blanca, para protegerlos del polvo que se acumularía allí tras una larga ausencia. Lovino sintió como el vacío comenzaba a devorarlo desde dentro; era verdad que se había ido.
No se molestó en buscar por la planta inferior, pues no quería torturarse más viendo el aspecto abandonado que tenía todo. Subió las escaleras rápidamente, rogando en silencio por que fuera todo una broma, que el idiota estuviese echando la siesta en su habitación por improbable que pudiera ser.
Abrió la puerta de golpe, mirando desesperado en el interior.
...
Debía haberlo sabido. Tener esperanza no servía para nada, una vez más. La habitación estaba aún más vacía que el resto de la casa. La cama sin sábanas, el armario sin ropa, el escritorio limpio de objetos personales. Sus pasos hicieron eco en las paredes desnudas mientras se adentraba un poco en la habitación, mientras el vacío que había sentido antes se lo tragaba por completo. Estaba solo. La única persona que permanecía a su lado se había ido dejándole solo. No podía más, simplemente no podía más...
Lovino se dejó caer sobre la cama, sentándose en el borde, notando sus rodillas temblar. Era su culpa, ¿verdad? Tal y como había dicho el francés. De verdad había forzado tanto su límite como para que se fuera. España había estado con él desde siempre, aguantándose su extraño humor con una sonrisa, pero al final había sido demasiado. Así como por muy dura que sea una piedra, se erosiona con el paso continuo del agua a lo largo de los siglos, por muy resistente que fuera Antonio, había terminado por desgastarse. Se había convertido en un borrón más en la lista de personas que habían pasado de largo en la vida de Lovino.
El italiano se encogió sobre sí mismo, agarrándose el pecho con una mano. Dolía. Quizá era porque de verdad pensó que España se quedaría en su vida siempre.
No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde; eso es lo que se dice. Y esa puta frase se estaba burlando de él en sus narices, restregándole el hecho de que una vez más estaba solo. No cómo pensó que se sentía, cuando no tuvo en cuenta que Antonio estaba ahí para él, sino la de verdad. La soledad y él volvían a encontrarse frente a frente, como una vieja conocida, y con ella la incertidumbre; el no saber qué haría al día siguiente, ni al otro, con quién hablaría o quién le miraría cuando nadie más lo hiciera.
Levantó la vista, pensando que nunca antes le había costado tanto hacerlo, y miró la habitación por última vez, tratando de recordar dónde estaba cada cosa antes de que España se marchara. Y encima de la mesita de noche, vio algo que le llamó la atención. Era una foto, en un marco marrón. Abrió los ojos por la sorpresa mientras agarraba la foto y la miraba de cerca; en ella salían Antonio y él, aunque no recordaba cuándo fue tomada, y era normal. Él dormía, probablemente en un sofá, aunque solo se veía su cara y sus hombros. El español salía a su lado, feliz, dándole un pequeño beso en la mejilla.
Se imaginó a Antonio tomando la foto a escondidas y guardándola como su pequeño tesoro, colocándola en su mesita de noche. Probablemente para verle antes de dormir, y al despertar. Probablemente pensaba en él todos los días… Y la había dejado atrás. Sabía de sobra lo que aquello significaba.
Lovino se levantó de la cama; ya no quedaba nada para él en ese lugar, como tampoco en ningún otro. Cogió la foto, y se la llevó a casa. Era irónico que esta vez sería él quien la mirara todas las noches.
Ahora si…FIN.
Gracias otra vez por haber leído hasta aquí~
Y ahora, como dije al principio del capítulo, os cuento: He dejado el final así porque estaba pensando en hacer una continuación, esta vez Espamano, que cuente la historia del regreso de España. Para los que se hayan leído esta historia sabrán sin necesidad de que lo explique que tendrá mucho drama, además de que saldrá Holanda –mucho-, Prusia, Francia y Canadá, además de la pareja –o trio- principal de este Fic.
Opinad, ¿leeríais una continuación o ya es demasiado? La voy a escribir de todas maneras xD la cosa es publicarla o no…
¿Review? :3