Promesas
Por DarkCryonic
Cerró los ojos al notar la luz de lleno en el rostro. Volvió a entreabrirlos al notar la brisa marina invadir su cuarto. Levantó una de sus manos como visera y observó el mar frente a él.
La inmensidad del mediterráneo por las tardes era una imagen que le dejaba sin respiración, era tan bello y tan nostálgico. El brillo del sol sobre las olas, las pequeñas embarcaciones en la costa, los riscos y blancas casas… el murmullo de la tranquilidad.
-No te muevas tanto, Hayato. — Dijo la voz de su hermana a su lado, sacándolo se su ensoñación. Esta le miraba desde una pequeña silla de madera que no combinaba con el sillón que ocupaba él, bajo el umbral de la gran ventana abierta.
Sonrió levemente antes de prestarle más atención. Una manguerilla de suero y analgésicos estaba conectada a su brazo izquierdo a la altura del antebrazo. La miró con algo de fastidio, llevaba con ella los últimos dos días, y no había pasado ni siquiera una semana desde que había llegado desde Japón. Su cuerpo había empezado a combatir con los efectos secundarios del veneno. Según sus propios conocimientos ya debería estar muerto, pero algo estaba retrasando el final. Y de alguna forma estaba agradecido, a veces sentía que le faltaban pensar y decir cosas antes de partir. Otras, las más quizás, miraba de reojo su arma de fuego en busca de una salida rápida y sin tanto dramatismo. Después de todo era un mafioso con una imagen que mantener.
-Shamal vendrá en una hora a revisar tu estado.—Asintió en respuesta. Bianchi se levanta con una calma que le sorprende cada vez que la nota y se aleja sin antes tocarle el hombro, en una muda forma de decirle que está allí.
Escucha la puerta del cuarto cerrarse, y vuelve a prestar atención al mar.
Aún rememora a veces las palabras de algunos de los guardianes cuando se despidieron de él en la mansión Vongola. Trató de evitar dicha escena de todas las formas posibles, pero Tsuna no le dejó escapatoria. Todos le prometieron una visita, después de asegurarse de que la mansión y el Vongola estaban a salvo de peligro. Hasta Hibari en su extraña forma de comunicarse por medio de amenazas.
Su mente no pudo evitar murmurarle que aquello no llegaría a pasar. Que sería la última vez que vería a todos. Que aquel juego de la mafia, aquella parte de su vida que lo había transformado todo a su paso, había dejado de existir frente a sus ojos justo en el momento en que giraba sobre sus talones y salía de aquel lugar acompañado de Shamal y su hermana.
Atrás quedaba ser parte de aquella familia, de aquellas personas que lo habían acogido por tanto tiempo. Atrás quedaba también el bombardero.
….
Yamamoto Takeshi le había abrazado con fuerza. Aquello lo había dejado helado por un momento. Había superado por creces lo que había creído que era una amistad que sólo los vinculaba por la existencia de Tsuna. Había entendido de forma rápida, de que no había un tercero entre ellos. Que eran amigos. Que lo habían sido siempre y que el Guardián de la Lluvia le quería a su manera.
Le palmeó la espalda con fuerza y le murmuró un par de palabras que no llegó a pensar demasiado, pero que lograron que el otro le soltara. Le sonrió.
Ryohei se acercó imitando a Yamamoto de forma rápida. Murmuró alguna de sus frases extremas y se fue sin decir nada más.
Recordaba la mirada de Tsuna mientras los guardianes se acercaban a él a darle la mano, aunque no dijeran palabra. Aquellos ojos con algo de impotencia que a veces no podía ocultar, menos a él, que había pasado años estando a su lado, observándole, apoyándole y siendo el segundo al mando.
Habría querido poder… No. Ya no se puede pensar en aquello. los "habría" ya no estaban dentro de su vocabulario.
Elevó sus ojos al cielo y lo supo. Su corazón se aceleró por un instante. Sonrió.
-El sol brilla tanto. —Dijo elevando su mano derecha hacia el cielo azul inmenso frente a él, mientras el sol le bañaba con calidez que ya no podía generar por sí mismo. Y lo entendió.
Los funerales de Gokudera Hayato se efectuaron en la propiedad de su familia paterna. Su tumba ocupó el espacio bajo un gran árbol de olivo que había estado por muchas generaciones en el lugar.
Nadie ocupó su lugar en la Generación Décima de Vongola. No había que pensarlo demasiado. No había cuestionamientos sobre aquello. Era imposible. Inapropiado. Sólo había existido un Guardián de la Tormenta para el Décimo.
…
…..
FIN
DarkCryonic
04-11-2012 22:11:42