Disclaimer: Esto debería venir incorporado en ff, algo así como una aplicación, porque después de casi dos años en el sitio, cansa xD
Claim: Jared/Kim.
Advertencias: Pero si son dulces :3
Notas: Participa en el Reto Palabras para el recuerdo, del foro LOL.
Délicatesse
(26# Vergüenza)
Kim.
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No estaba segura de cómo todo había cambiado, ni tampoco de por qué lo había hecho (o por lo menos no hasta que él sintió que era momento de decírselo), pero realmente lo agradecía, si a fin de cuentas, era todo lo que ella había pedido alguna vez. Lo había pedido a él, y por esperar pacientemente, lo había obtenido, regalo del destino.
Él era suficiente, sus caricias, todos aquellos besos que le daba en cualquier parte de su rostro, aquellas risas a su oído o el simple hecho de que la abrazara y se quedara oliendo su cabello como si fuera lo más exquisito en el mundo (y estaba segura de que para él lo era y lo sería siempre). Todo aquello era suficiente para que ella le sonriera de regreso, le acariciara y besara, saboreando aquellos labios que tenían su nombre y que sabían a casa, a miel y a ella. A secreto, a voz y a madera seca. Memorizando aquella piel cálida en la que se encontraba siempre, que le hacía sonrojarse y le hacía sentirse en dónde pertenecía, porque ella pertenecía a sus brazos, a estar lo más juntos posible, tanto como para que ni una sola molécula de aire pudiera pasar entre ellos. Ella pertenecía a él y él a ella, y a eso se reducía la existencia de ambos.
Una sola mirada bastaba para que ella se sonrojara y él, como si alambres le empujaran, tomara su rostro delicadamente entre sus enormes manos para besar un sinfín de veces aquellas mejillas que concentraban el calor y le hacían ver mucho más hermosa de lo que ya lo era para él. Sólo un segundo bastaba para que Jared sintiera el impulso de mantener sus labios pegados a los de ella, o de mantener siempre el contacto entre pieles, queriendo evitar que ella alguna vez se alejase de su lado (y lo que ella pensaba entonces era que él no necesitaba preocuparse, que estaría junto a él todo el tiempo que ella estuviese viva, todo aquel en el que ambos estuviesen para el otro; entonce se veía en sus ojos y él volvía a besarle).
Kim no estaba segura de cómo había cambiado todo, pero cada vez que lo miraba a los ojos y le besaba con aquella dulzura que era miel, solamente podía pensar en cómo pudo haber tenido vergüenza alguna vez de decirle lo que sentía y haberse perdido unos cuantos años de no tenerlo a él, de no tener todo aquello, toda aquella delicadeza que era cada momento junto a él.
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