M T R II

1.

"Camina hacia el futuro."

Ésta frase había llegado a su vida de la forma mas inesperada que Lewis pudo haberse imaginado, y desde entonces no la había abandonado. ¿Cómo iba a hacerlo? Le había abierto las puertas a algo realmente maravilloso.

A su familia.

Desde aquel momento en que volvió a la feria de ciencia, todo había dado un vuelvo fantástico, convirtiéndose en lo que ahora podía llamar orgullosamente presente.

Ahora vivía en la mansión Robinson, con sus queridos padres adoptivos – Bud y Lucille-, tenía varios inventos ya patentados y estaba por terminar la universidad.

Sí... Grandes cosas habían pasado desde que aquella gran frase había llegado a su vida, hace un año.

Volaba el tiempo, de veras que sí.

Por primera vez había vivido un cumpleaños fuera del orfanato, y había apagado sus trece velitas en una pequeña fiesta, llena de globos, regalos, amigos y mucho amor fraternal. Incluso se había dado a sí mismo un regalo que había estado esperando ya hace tiempo: Carl. Bueno, en realidad aún no lo había encendido, pero le alegraba verle por fin, terminado.

En la escuela había fundado una comunidad llamada "S.C.S.A" o lo que es lo mismo "Sociedad Científica S.A, a la cual asistían varios chicos que lo habían conocido en la feria, como Lizzie, Thomas, o incluso Franny.

Por supuesto, Lewis se dedicó a conocerla mejor. Resultando ser la chica dulce y amable que le habían presentado en le futuro; y a cada momento que la escuchaba hablar entusiasmada de sus ranas musicales, Lewis quedaba cautivado por su única personalidad.

Sus inventos habían sido como una ola de grandes oportunidades y fama por todos lados, más allá de su ciudad. Gente de todos lados venían a visitarle para platicarle de temas serios, como en algunas ocasiones, el calentamiento global; gente del gobierno también, hasta le pareció conocer a un miembro de la ONU, aunque no le entendió nada, pues éste le hablaba entusiasmadamente, en español. Incluso maestros de toda la región, le pedían que diera conferencias en sus escuelas para que así motivara a los alumnos, a proseguir en sus estudios y no descartaran el consagrar su vida a la ciencia, según sus propias palabras.

Sí, todo aquello era grandioso, pero nada se comparaba con la hermosa experiencia de tener una familia.

Ahora vivía con gran emoción el ser querido por unos padres que le amaban. Sabía ahora, lo que era que una madre le preparara el almuerzo para ir a la escuela, o los cuidados que dedicaba en un día de fiebre. Conocía bien el sentarse a lado de papá y platicar plácidamente de temas interesantes para ambos. Gustaba de ser escuchado por su mamá acerca de sus experiencias, asimismo que escuchar los consejos que ella le daba. Le encantaba la muy nueva experiencia de tener tíos – aunque jóvenes- y platicar con ellos. Amaba, más que nada, la sensación de un abrazo cariñoso de su madre o un beso de buenas noches de su padre.

Sí, todo aquello era hermoso, casi como un sueño.

De hecho, las primeras veces, Lewis tenía miedo que así fuera, y al dormir las primeras veces en su habitación, temía que al despertar descubriera que seguía en el orfanato, y que nada de aquello había ocurrido jamás.

Pero tiempo después, eso quedó en el pasado.

Ahora Lewis C. Robinson podía levantarse de su cama y mirar por la ventana, orgullosamente diciendo:

Éste es mi presente.

Pero, incluso ahora, ante toda esa realidad, había algo que le calaba un hueco en su corazón.

Algo llamado nostalgia.

Así es, Lewis extrañaba a Wilbur Robinson.

Y aquella mañana de julio había despertado precisamente con ese sentimiento invadiendo su corazón. Y en parte venía al haber venido a su memoria todo aquello que había vivido en este año. Pero había algo que guardaba muy en el fondo de sí: era la esperanza de volverlo a ver un día de estos.

¿Pero qué te pasa, Lewis? – Se dijo a sí mismo mientras se sentada rápidamente en su cama. – Jamás volverá... La única forma en que lo verás de nuevo... será siguiendo el curso natural del tiempo.

Ante estas últimas palabras, saltó de su cama, un tanto triste al resignarse a tal pensamiento. Así fue entonces hacia el cuarto de baño, donde hizo lo de rutina. Mientras le ponía pasta a su cepillo, se escuchó el eco del sonido del timbre de la puerta, de inmediato recordó a Lefty, pero a lo demás, no le dio importancia. Siguió lavándose los dientes.

Momentos después, alguien llamó a su puerta.

Adelante – dijo Lewis, con la boca llena de pasta, esperando ser entendido

¿Dónde estás Cornelius? – Preguntó su madre.

Aquí – balbuceó éste mientras abría la puerta. Lucille se acercó.

Te buscan en la puerta. – Lewis, lo supuso.

Si son mis amigos, diles que me esperen, la junta será dentro de media hora.

Bueno, no son precisamente ellos – Dijo Lucille – Es un muchacho, que no conozco.

Lewis no se inmutó, había muchos que lo venían a visitar, cuando ni el mismo sabía quiénes eran.

Dice que es del orfanato – Dijo su madre, tranquila. Lewis tomó su vaso.

¿Y cómo se llama? – Preguntó, mientras le daba un sorbo.

Me dijo que se llamaba Wilbur.

Por un momento, Lewis sintió que se ahogaba, por lo que rápidamente escupió en el lavabo. Miró a su madre, incrédulo.

¿Cómo? – Exclamó. Su madre quedó un tanto impresionada. Con sus redondos ojos abiertos, le respondió.

Sí, dijo que su nombre era Wilbur... – Le decía a su hijo, mientras éste corría a cambiarse el pijama. – Hijo, ¿te sucede algo? Preguntó preocupada, no era natural verle de aquella manera, tan nervioso.

Eh... sí – Respondió Lewis, de forma lacónica, mientras pasaba la cabeza por el cuello rojo de su camiseta blanca con un cohete al frente, una de sus favoritas. Al terminar, titubeó unos momentos antes de salir. – Mamá – dijo acercándosele a Lucille - ¿Segura que es Wilbur?

Lucille no salía de su sorpresa. Y, al parecer, Lewis tampoco.

Segura. –Contestó simplemente.

¿Y dónde está?

En la sala. – Lewis salió con paso firme y rápido.

La mente le volaba en muchos pensamientos y emociones. Parecía que él mismo lo había invocado, no podía creer que a unos cuantos momentos de haberle recordado, e incluso rendirse ante la idea de nunca jamás volverlo a ver, había tocado el timbre de su casa y preguntado por él. Pero aún después de todos esos acontecimientos, todavía faltaba lo más importante: verle en persona.

Al llegar a la puerta de la sala, se detuvo. Sentía que la emoción se le atoraba en el pecho, casi como cuando tienes un grito en la garganta que está por salir a la luz. Tal era esta sensación, que hacía que la respiración le temblara y no pudiera fluirle con naturalidad; incluso las manos le empezaron a sudar. Trató de calmarse, dando un suspiro que ayudó a tragarse la emoción. Sigilosamente y con un seguro empujón de su mano izquierda, abrió la puerta.

Parecía vacía, aquel inmenso salón, a no ser por una flacucha y más o menos larga presencia, que se encontraba cerca de la mesa de centro.

Allí frente a él, se encontraba de espaldas un muchacho alto, de cabello negro, peinado con un cuidado que sólo podía venir de un adolescente; llevaba playera negra, desfajada y pantalones de mezclilla azul marino, que hacían juego con su camiseta y los tenis también. Sus manos no parecían ligeras, pues estaban amarradas con cuatro o cinco pulseras de listón de colores totalmente asonantes a su ropa. Lewis no pudo evitar una sonrisa. Allí estaba, su amigo, su mejor amigo, cambiado ya, ahora más alto y delgado, por la edad. Wilbur se encontraba, interesado por la lámpara junto al sofá, pues la prendía y apagaba , averiguando la función de tal aparato, que para él era algo simplemente antiguo. Lewis entró, intentando sorprenderlo, pero fue su visitante quien le sorprendió.

Vaya que haz crecido, Lewis – Dijo Wilbur al voltear a verle, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.


Bien éste fue el 1er capítulo, espero les haya gustado... por favor dejen reviews. :D