Los personajes están muertos, por tanto no me pertenecen. Y cuando estaban vivos tampoco lo hacían.

Un Momento

Huir, esconderse... odiaba tener que hacer eso; evidentemente lo prefería a volver estar rodeado de Dementors, pero él necesitaba ver a Harry, a Remus, contarles a ambos la verdad que no le habían dejado contar por años.

Le molestaba estar tan lejos y tan cerca a la vez, tenía que quedarse en el bosque, justo al lado de Hogwarts, no podía entrar, no de cualquier manera, porque podían descubrirlo.

Por suerte, pese a las noches frías, podía usar su forma de perro y pasarlas más o menos bien, pero era estar solo, era no poder hablar con nadie. Había soñado tantas veces con ser libre... y no era esto lo que se esperaba. Había esperado que todos lo recibieran con los brazos abiertos, miles de disculpas por el error... pero no, era un preso en fuga, nadie hablaría con él, primero lanzarían el hechizo, luego el beso del Dementor y tal vez luego le dejaran hablar... como si pudiera.

Se levantó en su forma de perro al oír algo y olisqueó el aire, alguien se acercaba, un olor conocido aunque medio olvidado. Se movió con sigilo, sus patas sin hacer prácticamente ruido al andar sobre el mullido suelo, algo húmedo por la lluvia de hacía unas horas.

Y después de unos metros se detuvo, viendo la figura inclinada, negra... por un momento sintió un escalofrío, recordándole a un Dementor, pero no, era un humano.

Dio unos pasos más, él no era un cobarde, quería saber quien era, por desgracia la tensión hizo que pisara una rama, partiéndola con un leve ruido, el suficiente para que la figura lo oyera y se irguiera, su rostro girado hacia él.

—¿Quién hay? —la voz imperativa, en la mano la varita preparada y Sirius se quedó muy quieto, finalmente reconociéndolo, quien otro que Snape para ir paseando de noche por el bosque. Vio el rostro tenso del hombre, la varita apuntándole y, al segundo siguiente, Snape se relajó—. ¿Un perro? —pareció preguntarse—. No serás una de las estúpidas mascotas de los alumnos, ¿verdad? —el tono sarcástico y desagradable de siempre, pero bajó la varita, dando un par de pasos hacia el animal y Sirius no pudo más que dar uno hacia atrás. Solo le faltaba esto.

Snape se detuvo al verle recular y ladeó ligeramente su rostro.

—No, supongo que no —murmuró para sí mismo, buscando por un momento entre los pliegues de su túnica, Sirius tensándose más ¿le iba a lanzar una poción? Tal vez lo quería para alguno de sus macabros experimentos—. Aquí está —dijo Snape en tono de victoria, algo en su mano y se agachó, quedando a la altura del perro, un ligero ruido, el mago haciendo algo y Sirius no pudo evitar dar medio paso hacia delante, estirando su cabeza, tratando de ver.

Y Snape no tardó en enseñarle, alargando su mano cerrada para luego abrirla en dirección al perro, mostrándole lo que ahí había y Sirius ladeó su rostro esta vez. ¿Un caramelo de limón?

—No traigo nada más conmigo —dijo Snape, como si tuviera que explicarse, cosa que le pareció curiosa al animago—. El director no para de dármelos cada vez que lo veo —siguió, manteniendo su mano tendida—. Tal vez a ti te gustarán.

Sirius lo miró, era muy extraño, realmente era una situación rarísima. Ahí tenía a Severus Snape, agachado frente a él, ofreciéndole comida, y ni tan solo se veía dispuesto a destriparle para usarlo en sus pociones, simplemente... parecía ¿entretenido? ¿sería eso? Dándole de comer, "hablándole" a un perro.

Dio otro medio paso hacia delante, olisqueando, el caramelo parecía suficientemente inofensivo pese a que quien se lo estaba ofreciendo no lo era.

Un par de pasos más, con mucho cuidado hasta que su hocico estuvo a un palmo de la mano de Snape, quien no se movió en ningún momento. Olisqueó de nuevo y, finalmente, con mucho cuidado de no tocar la mano, cogió el caramelo entre sus dientes, un movimiento rápido de su cabeza y lo tuvo en su boca, notando el sabor ácido del limón y apresurándose a tragar.

Oyó algo raro, mucho, algo que no había oído nunca. Snape reía.

—Pobre —dijo el hombre, negando por un momento—, supongo que es demasiado ácido para ti, ¿verdad? —preguntó y alargó un poco más su mano, tratando de tocarle, pero Sirius no pudo hacer más que gruñir ante el gesto—. Está bien —Snape apartó su mano sin verse molesto por el gruñido y se levantó, sacudiendo sus ropas por un momento—. Ve con cuidado por el bosque, hay un preso suelto y esa bestia es capaz de comerse lo que sea —le advirtió—. Es un problema, Albus no me va a dejar salir más y es una buena época para conseguir plantas para mis pociones —siguió, mirando hacia el bosque, sin fijar su vista en ningún punto en concreto—. Ve con cuidado —inclinó ligeramente su rostro como despedida, mirándole por un momento antes de irse, yendo de nuevo hacia el castillo.

Sirius se quedó en ese lugar por un buen rato, contemplando el camino que había tomado Snape y, finalmente, volvió a su forma humana.

—Por dios, estos caramelos de limón son horribles —tosió, aun con el sabor ácido del caramelo en su boca, decidiendo olvidar que, por un momento, Snape le había parecido humano.