Bienvenidos a "El amor es...", una serie de 14 one-shots donde intentaré plasmar lo que piensan los caballeros dorados sobre el amor en cualquier forma de expresión: carnal, fraternal, etc.; ligando siempre una palabra con la que según yo vinculo a los caballeros.
Espero que les guste, si quieren pueden dejarme alguna sugerencia sobre algún caballero en especial. =)
Por lo pronto, aquí les dejo el primero: Kanon. (No yaoi, pero pueden darle esa connotación si gustan).
Ah! Nada mío, a menos que Kurumada me lo herede.
El amor es libertad.
"Libre".
Respiro profundamente mientras veo el sol otoñal teñir de rojos y naranjas el pulcro azul de la bóveda celeste, y no sólo eso...tiñe también ese azul mucho más profundo, hermético y magnetizante: el mar. Ese azul oscuro que resulta amenazante, inquietante y pasional, todo al mismo tiempo. Ese azul que me llama, que se refleja en mis pupilas mientras pierdo la calma al verlo tan poderoso, tan imponente. Tan libre.
Suspiro, escondiendo mis manos en los bolsillos de la chaqueta de cuero. Sí, ese mar que antes me recibía en su cálido abrazo, ahora tiene las puertas cerradas para mí. Ha pasado de ser "mi hogar" a convertirse en un efímero recuerdo que se escurre día a día entre mis dedos. No puedo regresar y lo sé bien, lo comprendí desde el momento en que le di el adiós mudo, en que di la vuelta y deje de ser una marina para ser...Kanon, simplemente. En el momento en que me dio la libertad.
El aire frío del anochecer se cuela entre la abertura que tiene mi pantalón al nivel de la rodilla, pero no se compara en nada con el frío que siento dentro de mí. Me siento...vacío. Sí, eso. Cuando por fin pude escapar del aprisionamiento de mi hermano, cuando termine en el mar, y respiré tranquilamente por primera vez en años, no pude más que sentirme vivo, libre. "Libre" sin saber que en ese mismo instante había caído en un pozo más, por decisión propia, pero caí. Me até y poco a poco la soga fue subiendo hasta un punto sin retorno. Me sentía ahogado, presionado, sentía mi cosmos arder sin poder liberarlo porque no podía liberar ni mi alma misma, ¿de quién? de mí.
La siguiente vez fue aquella que me atreví a dejar todo por la emoción de lo desconocido. Tomé las pocas pertenencias que tenía y dije adiós sin mirar atrás. No soy hombre de sentimentalismos y no pude, o no quise, ni siquiera soltar un suspiro por todos aquellos años que dejaba en el abandono. Se convirtió de presente a pasado, a recuerdos y añoranzas que jamás creí extrañar tanto. Pero, en ese instante, con el futuro incierto y las manos en los bolsillos, fui libre otra vez.
Con solo la ropa de entrenamiento, gastada por el uso, terminé en el Santuario, no tanto por mi propio pie sino por algo que me llamaba dentro de mí. Quizás el llamado de la sangre, como dicen. Quizás el llamado de aquella a quien iba a ver. No sé. Tampoco me gusta pensar demasiado las cosas, siempre se piensa de más. Llegué y al sentirme juzgado una alegría contradictoria embargó mi corazón. Libre. No seguía lealtades, no tenía obligaciones, no tenía objetivos ocultos. Libre. Como la sangre que corría, escapando de mi cuerpo, al recibir los ataques de Escorpio. Libre como mi propio cosmos, sin nada que detuviera mi camino.
Pero, ahí mismo, juré lealtad nuevamente. Me até. Por mi propia boca, decidí que mi camino terminaba ahí. Libre, tomé mi decisión y corté mis alas. No me arrepiento, probé mi valía, probé mi poder y dejé una leyenda con mi nombre. Ya no más la sombra de lo que debió ser, ya no más un caballero sin identidad, un traidor. Ahora era, simplemente, Kanon.
El aire se mete hasta mis pulmones mientras parece limpiar mi interior, camino pesadamente hacia el Santuario, sin poner atención en lo que hacen mis pies. Camino por inercia, con la mirada pesada mirando el cielo que ahora está casi cubierto por la noche. La luna brilla, en la plenitud de la bóveda y las estrellas se cobijan bajo ella. Libres. Allá, la constelación de Géminis se muestra inmaculada.
Y, he ahí un nuevo problema. "Libre". La voz sincera y franca de Athena suena todavía en mis pensamientos. "Pero, si quieres, puedes quedarte.". Un silencio, dudoso, cayó sobre los dos, delante de todos los demás. Miradas expectativas. "Quédate, Kanon.". El susurro, suave, salió de sus labios y yo no pude más que asentir sin mirarla directamente. "Quizás". No pude añadir nada más, sentí su sonrisa sobre mí y cruce una mirada cómplice con el guardián de Libra. Di media vuelta y salí del templo; nuevamente sin mirar atrás. Y heme aquí, dos meses después, sin poder tomar una resolución.
Los días pasan, y a pesar de intercambiar algunas palabras con otros caballeros, no he podido encontrar aquí aquello que me haga llamarlo "casa". He estado lejos demasiado tiempo y no guardo recuerdos que me traigan de regreso épocas pasadas. No hay emociones escondidas y de repente puedo sentirme tan vacío como un cascarón. NO, no es fachada, es algo íntimo; como si estuviera secándome lentamente por dentro. Un respiro y cada vez menos humano, menos aquí.
Me quedo estático, fuera de Géminis, conociendo que allí solo me espera la soledad. Saga me ha estado esquivando y aunque siento su mirada sobre mí mientras cree que duermo, no digo nada tampoco. ¿Qué se dice cuando no hay lazos fuertes que nos unan? Y, sin embargo, espero. Espero aquí, día tras día, a que algo realmente fuerte me ate y me impida partir.
Esta libertad, tan deseada, tan añorada, me ahoga y me asfixia. Yo, que lo que siempre quise era ser libre de cualquier atadura, de cualquier prejuicio, me encuentro a la deriva sin nada que me haga regresar. Y sin nadie que me impida partir. La soledad me pesa, me pesa y se me hace pesada, mientras veo las relaciones crecientes entre los demás y sus vanos intentos por alcanzarme. ¿Porqué no es suficiente?
Me quito la chaqueta, dejando mis brazos al descubierto a pesar que hace frío. Quisiera solo encontrar aquella fuerza que me haga seguir. La motivación. El motivo. Cierro los ojos y me dejo arrullar por los sonidos de la noche, los grillos cantan a lo lejos con un canto triste y melancólico. Melancolía. Quizás lo más cercano a lo que siento ahorita. Extraño el perfume salado del mar, la pasividad aparente de las olas, la luna que me hechiza y hace subir y bajar mi torso al ritmo de la marea.
Abro los ojos con pesadez al sentir el cosmos conocido enfrente de mí. Me investiga, me estudia con la mirada penetrante que es característica en él. "¿Qué estás buscando?" me pregunta. No lo sé. No me molesta la pregunta, entiendo a que se refiere, siente la congoja que me embarga y la duda que me persigue. Me encojo de hombros al tiempo que se sienta junto a mí, casi sin dejar de mirarme. No me incomoda pero me siento como juguete nuevo para un niño que ya se ha cansado de los anteriores. Curiosidad, de ver a su igual siendo un completo desconocido.
Se sonríe y mira hacia enfrente. "Me da gusto que estés aquí". Casi un susurro pero bastante audible, la frase hace que mi corazón dé un vuelco. Si las cosas fueran tan fáciles y el pasado se borrara con palabras, podría comenzar de nuevo. Pero no se puede. Un sonido inentendible sale de mi boca y yo mismo no sé cómo interpretarlo. ¿Me da gusto verlo? Supongo que sí. Aunque a su lado me sienta de todo, menos libre.
"Kanon, yo...lamento todo esto". Se ha sonrojado levemente, o quizás es solo mi reflejo. Asiento y le miro, sabiendo que es verdad aunque me huya la mirada. "Yo también", le digo ahorita que estamos de confesiones. La noche es larga y se establece un silencio cómodo entre nosotros. "Como el mar", agrega él. "Como el mar", repito yo.
Posa su mano en mi hombro desnudo y la siento tan cálida que quiero que se quede ahí siempre. ¿Será cariño? El gesto me hace voltear y buscar su mirada. Todo estará bien, comprendo al ver que me causa la misma emoción que aquél lugar al que tanto tiempo considere mi lugar. La misma pasión y agresividad oculta tras la pasividad que ahora muestran sus pupilas, esperando para atacar. Libre, a menos hasta que yo decida lo contrario. Un motivo, solo uno bastaría. Dame uno.
"Quédate, Kanon", dice después de casi un siglo en silencio. Dos palabras que dicen tantas cosas, que prometen tanto. Mi carga se aligera y la melancolía aflora, aunque no demasiado. No soy hombre de sentimentalismos, lo sabe y lo sé. Sonrío y sonríe conmigo, unos instantes más y todo queda claro en mi mente retorcida. Lo que yo llamaba libertad ha quedado relegado a un segundo plano, para dar lugar a eso que podemos llamar "familia". Decido entonces arriesgarme e intentar crear lazos nuevos, fortalecer los viejos, liberarme de mis pasados y mis fantasmas. Respiro y siento el peso caer, me libera y por primera vez, ahí en medio de los sonidos de la noche, me siento realmente libre. Libre. Y, aferrándome a la idea de que todo estará bien, aunque tome su tiempo y sea paso a paso, no puedo evitar hacer otra cosa que asentir.
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