A todas las personas que esperaron pacientemente por este proyecto les digo: MUCHAS GRACIAS. Si bien "Una noche en la trinchera" puede sonar algo rarito, si entienden a lo que me refiero, es una historia con un contenido no muy rarito xD...

La causa por la que me retrace es por que era un capitulo largo y además el capitulo final. Es tragedia, así que ustedes diran el resultado de tanta odisea.

Otra cosa que quisiera comentarles es que estoy muy feliz pero al mismo tiempo atonita por algo que me ha sucedido.

Quede en la Universidad de Guadalajara para estudiar Medicina, si bien es algo magistral, posiblemente esta carrera reduzca mi tiempo, asi que los nervios no se ahcen esperar. Je, je, bien...

Era todo lo que les queria comentar. Muchas gracias por su apoyo y que tengan un buen día.


-7-

Más allá de la ironía, amigo mío.


Si bien las cosas no van de mal en peor, entonces es por que me estoy volviendo paranoico. Ja, si claro. La noche después de la muerte de Suigetsu me sentí tan mal por ello, pues él era mi amigo y me había apoyado tanto en las buenas y en las malas. Me sentía terrible por no haberlo ayudado.

Pero, debía ser fuerte y enfrentar lo que estaba pasando.

Kakashi me había dado cena y un uniforme nuevo, hasta el momento en el que me separaron de Naruto no me habló. Se mantuvo mudo por todo el momento, después, me hizo un interrogatorio tan cuidadoso que sentí que eran los alemanes los que me entrevistaban.

Le dejé claro que yo no había traicionado a mi país, sino a los principios con los que la guerra se regía. No era un traidor hacia Francia, sino hacia la guerra. Kakashi no comprendió aquello, dijo que cualquier soldado competente estaría de acuerdo con que se deben asesinar a un enemigo cuando se tiene la oportunidad. Pero al parecer yo lo había desconcertado.

Se fue de ahí y me dejó con un cómodo catre y mantas para pasar la noche. Sabía a donde iba, iría tras Naruto, tal vez para hacerle una fila de preguntas sosas que seguramente ya me había hecho a mí.

Confié con que no era un hombre desquiciado y que quizá la seguridad de Naruto estaría en sus manos.

Con ese pensamiento estúpido e hilarante conservé un buen sueño hasta que la trompeta del regimiento me despertó cerca de las cinco de la madrugada. La ignore y volví a dormir. Me levante a las ocho de la mañana, fui a la instalación de alimentos y desayune.

No creo necesario el mencionar las injurias que decían los soldados a mis espaldas, ni las frías y febriles miradas que me dedicaban.

Mas no me importaba, me daba igual lo que pensaran.

Me robe dos peras, un pan y una manzana y a escondidas llegue a donde tenía a Naruto como prisionero. Cuando entré, este estaba en el suelo dormido, con una mísera cobija que seguro no lo había salvado del frio.

Lo comprobé cuando lo solté y me dijo lo terrible que había sido su noche. Estuvimos hablando de Kakashi, por que sabía que tuvo que hacer ido tras él.

Después de eso hablamos del teniente de Naruto y finalmente de algo sumamente delicado.

—Oye, Sasuke…

—¿Hmm?

—Si te vas… ¿Puedes pedirle a tus superiores que no sean rudos conmigo?

—¿Cómo?

—Es que… seguramente me fusilaran, sé que lo merezco pero me gustaría que me dieran una última voluntad.- su rostro era triste, no me gustaba esa expresión derrotista. —Quiero que mi madre reciba mi cuerpo… si es que el fin es inevitable.

Eso me desconcertó. Naruto pensaba que lo iban a matar… y sinceramente yo igual.

—No lo creo. –mentí para darle confianza. —Tú no morirás…

—¿Qué?

—Te sacare de aquí. Iras a mi casa… te encontraremos un refugio, y cuando todo esto termine… podrás irte con tu madre. – le asegure con una voz tan firme que hasta me lo creí yo.

—Pero… Sasuke… - pensaba discutirlo.

—No, Naruto… tú no mereces morir.

—Sasuke, agradezco lo que estás haciendo, pero no creo que sea necesario… ahora que tienes la libertad para dejar el ejército, deberías tomarla. No atorarte por mi culpa.

—Tú me salvaste de morir tres veces, Naruto. Y yo sólo dos, te debo una, ¿No crees?

—No es necesario, amigo.

—Lo es… - lo miré con tristeza. —No quiero que otro de mis camaradas muera… no lo soportaría, Naruto. – me acerque a él y coloque mi mano sobre su hombro. —Eres mi amigo…

—Gracias. – sonrió libremente. —Pero aún así creo que no es necesario.

—Basta de mentiras, claro que lo es. – me levante. —Escaparemos de aquí.

—¿Y cómo? No puedo caminar…

—Buen punto. – lo pensé, tenía que ideas una manera de engañar a los guardias y decirles que necesitaba trasladarlo.

Mmm, no se por que, pero creo que esto sería muy fácil.

—No te preocupes, Uzumaki, ya se me ocurrirá algo.

—Ah, sabes mi apellido. – me dijo contrariado. —Yo no sé el tuyo… ¿Cómo te apellidas?

—Uc—

—Sasuke. – pero la puerta se abrió estrepitosamente, Kakashi acababa de entrar. —Buenos días, imagine que estarías aquí. – miró a Naruto. —¿Fraternizando con el prisionero? Eso no se debe de hacer.

—Hmp. – lo ignore.

—¿Y usted? – le dijo a Naruto. —¿Qué tal la noche?

—No me quejo. – le respondió con seriedad.

—Ya veo. – me miró. —Ven conmigo…

—¿Para qué?

—Sólo obedéceme… soy tu superior, anda.

Me mordí los labios y lo seguí.

No me gustaba la idea de dejar solo a Naruto, por que algo en el ambiente me decía que este no sería un buen día. Me llevó a una oficina vieja, un lugar propicio para entablar una conversación sin ser molestado.

—Sasuke, tenemos que hablar… es sobre tu amigo, el alemán.

—Se llama Naruto.

—Como sea… - se levantó y con las manos en la espada comenzó a dar vueltas en la sala. —Mande una notificación a la capital.

—¿Qué dijeron?

—Lo lógico.

—Lo quiere fusilar. – me enfrié.

—Así es. – respondió Kakashi.

—¿Le has explicado todo?

—Una noche de paz en la trinchera no les conmoverá el corazón, Sasuke… es un alemán, un enemigo y como tal, debe morir.

—¡Naruto me salvó la vida! – elevé la voz. Más me parecía un insulto que una conversación civilizada.

—No servirá de nada esa excusa.

—No es justo… -apreté con fuerza los nudillos.

—Nada en esta vida es justa, Sasuke. Personalmente, no creo que sea justo que Naruto pague por cosas tan triviales como actos de guerra… Pero tienes que considerar que si la capital lo pidió, entonces hay que respetar.

Me levante molesto de mi asiento.

—Pues no creo que la capital lo conozca bien. – avance a la puerta.

—Sasuke… - me detuvo del hombro. —Si cruzas esa puerta… y haces algo indebido no podre ayudarte.

—Nunca me ayudaste. – me lo quite de encima y seguí lo mío.

—Sasuke. – volvió a llamarme. —Por favor, por honor a tu padre… No hagas ninguna estupidez.

—Mi padre está muerto, Kakashi… murió en la guerra. – lo encare. —Protegió a su país y su familia con valor. Ahora estoy en su posición, protegeré a mi familia. – tal vez fue mucha cursilería, pero creo que puse a Kakashi en su lugar.

Kakashi y mi padre eran amigos, se conocían desde que eran cadetes. Papá solía contarnos historias de su juventud junto a Kakashi, una vez nos contó sobre cómo se robaron un cerdo de un cuartel vecino sólo con un cordel y unas espuelas.

Ignoro cómo lo lograron, pero no puedo negar que fue interesante.

Ahora todos esos cuentos acababa de mandarlos a volar. Estaba decidido, así deshonrara a mi país, protegería a mi amigo…

Corrí hasta donde estaba Naruto y me fije por las rendijas de su puerta, él estaba acostado entre las cobijas sucias. Respire profundamente y entré.

Cuando supo que era yo abrió los ojos, buscándome.

—¿Qué tan bueno eres para guardar datos en la memoria?

—No soy perfecto, pero tengo mis momentos.

—Escucha con atención…

Esa tarde planeamos todo. En la madrugada, cuando la guardia estuviera somnolienta, aprovecharíamos para robar uno de los automóviles de la artillería, huiríamos ahí, rumbo a mi casa.

El plan sería fácil… a prueba de tontos.

Hay que admitir, que si me hubiera quedado más tiempo en el ejército hubiera podido llegar lejos.

La noche cayó y como era costumbre, le cena llegó puntualmente. Cuando un soldado llevó su cena a Naruto, me asegure de darle un puño de bicarbonato de sodio, el cual, con la mezcla de saliva adecuada, provocarían la ilusión perfecta.

El guardia le trajo agua, pan y queso para que pasara la noche. Naruto no mostró ningún comportamiento extraño, simplemente comió su pan y queso, dejando el agua hasta el final.

Una vez que terminó, se le procedió a quitarle el plato y los cubiertos.

—¿Puedo quedarme con el agua? – pidió inocentemente. —En las noches me da una sed tremenda…

El guardia no vio nada extraño, le concedió quedarse con el agua. Naruto tenía buen comportamiento, por lo que un vaso con agua no cambiaría nada.

Todo pasó tan rápido que ni yo mismo lo hubiera hecho mejor, quien diría que Naruto era un increíble actor y por sobre todo, un buen soldado.

Esperamos a media noche, como teníamos planeado, me las había arreglado para ir al hangar y ocupar un automóvil todo terreno, conseguí combustible y un repuesto. No estaba en mi mejor forma pero debía de aparentar.

—¿Para que lo necesitas? – un joven cadete me preguntó, era guardia de ese almacén.

—Me ha llegado una autorización de la capital, puedo irme a casa. También se me concedió que podía llevar un auto y combustible.

Era sorprendente la manera en la que me creyó. Me permitió llevarme las cosas.

Me monté en el auto y lo escondí cerca del calabozo. Con suerte, si nos apurábamos a llegar, escaparíamos de ahí antes de que Kakashi se diera cuenta.

Mientras tanto Naruto hacia su parte. Justamente cuando el reloj marcó las doce de la noche. El chico comenzó a removerse violentamente en su lugar. Los temblores tan violentos y los gritos ahogados llenaron la atención de carcelero. Quien entró desesperado al ver espuma en la boca de Naruto, producto del bicarbonato de sodio.

Sin saber que hacer, intentó moverlo, pero Naruto no se dejaba tomar. Se tiraban y temblaba con más fuerza cada vez que el carcelero intentaba voltearlo.

He de acotar, que cuando alguien tiene un ataque epiléptico lo que se debe de hacer es poner a la persona de lado.

Derrotado y con Naruto en una consecuente convulsión pensó que era mejor ir por ayuda, mas no pudo huir de ahí por que al momento que cruzó la puerta se tropezó con mi puño extendido.

Así lo noqueé y me dispuse a levantar a Naruto del suelo.

—Buena actuación.

—Todo está en la baba. – dijo riéndose.

Lo apoye contra mi costado y usando mi fuerza lo arrastre afuera de la prisión. Me fui por la parte de atrás sin hacer ningún ruido. Fue un escape muy sencillo. Demasiado.

Pero gracias al cielo no hubo complicaciones, encontramos el auto entre unas ramas, lo puse así para camuflarlo. Subí a Naruto en el asiento del copiloto y dando un saltó me senté al volante, prendí el motor y arranque acelerado hacia el bosque. No me importó si era seguro o no.

Sabía lo que estaba pasando.

Mañana iban a fusilar a Naruto… y no lo permitiría.

No estoy seguro de cuantos kilómetros conduje. Pero me detuve cuando el combustible se agotó completamente, todavía era de madrugada aunque la luz rojiza de la mañana nos dejaba ver más allá de nuestros pies. Baje con Naruto a un pastizal alto…

Me fije muy bien alrededor del terreno para ver si no había peligro. Ya saben: soldados, perros o granjeros.

—Vamos, Naruto… - le dije mientras lo despertaba. —El combustible se acabo…

—De acuerdo.- se había quedado dormido. A duras penas se bajó del auto, lo cargue sobre mi hombro y lo obligue a caminar a mi lado.

No tenia idea de cuanto tiempo habíamos viajado, tampoco era consiente de la hora, pero de alto sí estaba seguro… logramos llegar a mi hogar. Estábamos a salvo.

—Naruto… - lo zarandee un poco. Desde hace media hora dormitaba en mi hombro. —Llegamos…

—¿A dónde? – murmuró con un bostezó.

—A mi casa. – le dije con enorme satisfacción. Naruto levantó la cabeza con cansancio y logó ver mi hogar. Una modesta casa de madera con fachada francesa y no muy grande, modesta, de campo y digna de gente trabajadora.

Al lado de la casa l con el olmo y el arroyuelo… también la tumba de mi madre.

—Es algo pequeña.

—Te parecerá el palacio de Versalles una vez adentro. – lo arrastre hasta llegar al lado del olmo, íbamos delante de la tumba de mi madre cuando me detuve. La mire atentamente… aferré el agarre con el que sostenía a mi amigo alemán. Esto le llamó la atención.

—¿Quién descansa aquí?

—Mi madre. – dije serio. Después comencé a murmurar en voz baja un plegaría; le daba gracias Dios por traerme con vida, le agradecía también por proteger este lugar de la guerra. Le agradecía por muchas cosas, pero sobre todo… le anunciaba que estaba de regreso.

Después de rezar, enderecé la cabeza y con una leve reverencia con la cabeza me dispuse a seguir caminando.

—¿Estaba enferma? – se atrevió a preguntar Naruto.

—Sí…

—¿Qué tenía?

—Tristeza.

El silencio se apoderó de nosotros a escasos metros de la tumba. Después Naruto me preguntó otra cosa.

—¿Por qué?

—Por que mi padre y mi hermano murieron en la guerra. – le dije con una seriedad pasmosa. —Pero lo que más le dolió fue la muerte de mi hermano… y también a mí. Eso la mató…

—Tú hermano debió ser un gran hombre.

—Fue el mejor. – corregí. —No sólo era mi hermano, era mi ejemplo a seguir, mi mejor amigo… Pero… todo eso acabó.

—Lo siento…

—Está bien… después de todo, ¿Quién podría saberlo?

Guardamos silencios un momento más. Fue ahí el momento que arribamos al pórtico de mi humilde casa. Senté a Naruto en unas escaleritas de madera para subir al pórtico y busque minuciosamente en una maceta vieja hasta sacar un par de llaves doradas.

—Que original forma de esconder las llaves. – abogó mi compañero.

—En tiempos como estos no es seguro dejarle las llaves de tu casa a alguien. – procedí a abrir el candado y después el picaporte con su cerrojo integrado.

Una vez hecho esto ayude a Naruto a levantarse y a entrar. Sólo basto cruzar la puerta para sentir la tranquilidad en mi corazón, el aire en mis pulmones y el abrazo acogedor de un lugar seguro. Una lágrima descendió por mi mejilla, estaba eufórico.

—Tenías razón. – dijo Naruto. —Es el palacio de Versalles.

—¿Alguna vez has estado en el palacio de Versalles?

—Nunca…

—Lo imagine. – camine por el corredor de la entrada y lo lleve hasta las habitaciones. Todo estaba condenadamente igual a como lo dejé. Llegue al dormitorio que yo e Itachi solíamos compartir. Dejé a Naruto en la cama de Itachi, mientras yo me recostaba en la mía. Una vez recostado en el colchón deje escapar un par de lágrimas más.

—Siempre es agradable volver a casa. – me dijo Naruto, mientras acomodaba su pierna entablillada en la cama.

—Y que lo digas. – contribuí. —Será mejor dormir…

—Sí, estas en lo cierto.

Nos quedamos completamente dormidos. Éramos piedras en el fondo marino, no sospechábamos que en la base militar, Kakashi ya movilizaba un escuadrón en nuestra búsqueda. Esta vez ya me había convertidito en un autentico traidor.

Como a las cuatro de la tarde di las primeras muestras de conciencia. Después de esa agradable "siesta" me desperté con un hambre voraz. Baje de mi cama con paso de plomo y fui a la cocina para buscar algún trozo de pan o algo de licor para mitigar el hambre. Mas no encontré nada.

Haciendo unos gestos de incomodidad tuve que ir a cambiarme de ropa y colocarme una más acorde al lugar. Con suerte la gente no me reconocería, la guerra había hecho grandes cambios en mí, no sólo de carácter, sino físicamente también. Estaba más pálido, más delgado y tenía terribles ojeras como Itachi, a eso sumándole que mi cabello era más largo que de costumbre. Salí de la casa con capucha en hombros y sin decirle nada a Naruto, por que seguía durmiendo fui en busca de algo de comer.


Me desperté cuando el sol ya iba casi para el atardecer. Sus rayos cálidos me avisaron que dejara de flojear y buscara algo de comer. Estire los brazos y después mi pierna buena. Una vez que hice eso busque a Sasuke con la mirada… no lo encontré en la habitación. Encogiendo los hombros me levante con voluntad de la cama y comencé a buscar un baño. Tenía muchas ganas de orinar.

La primera vuelta fui a dar a la cocina, no iba a orinar ahí así que no me di por vencido, regrese a la habitación de antes y encontré una puerta hacia otro segmento de la casa. Cuando me decidí a entrar me di cuenta que estaba profanando un lugar aparentemente intimo.

Era la habitación de los padres de Sasuke. Lo supe por el ambiente y también por el conjunto de fotografías familiares. Me acerque lentamente a un peinador y ahí tome una foto en mis manos. Era Sasuke de pequeño y un niño lo acompañaba.

Ese niño… me resultaba tan familiar. No se de donde… pero sentía que lo había visto algo. Trague saliva y viré la vista a otra foto. Estaba un poco borrosa, le limpie el polvo y la enfoqué bien.

Eran Sasuke y un hombre de aparentemente más edad. Ojos negros, facciones respingadas, coleta larga y ojeras extremas…

Un momento; ojeras, coleta, facciones de hombre fuerte… Una actitud perseverante y nunca cobarde. Voltee al reverso la foto y ahí decía en francés: Recuerdo del verano de 1905, Sasuke e Itachi Uchiha.

Itachi Uchiha… Itachi… Uchiha…

¡Dios mío! Tiré la foto como si me quemara y como un desquiciado me alejé del peinador. Pose ambas manos alrededor de mi cabeza y comencé a decir: Imposible… imposible… una y otra vez, como un maldito loco.

Itachi Uchiha, jamás me olvidaría de ese nombre. A ese militar yo lo había asesinado una noche, en una pelea que casi me cuesta la vida. Si no fuera por que me apoyaron mis compañeros hubiera muerto a sus manos.

¡Ese hombre, cuyo nombre se me tatuó en la mente debido a su respetable hazaña! ¡Era el hermano de Sasuke! y yo… lo había matado.

Sin esperar más salir de esa habitación y corrí hasta afuera de la casa. Me caí del pórtico y me lastime la pierna, pero no me importó, hui de ahí. No podría ver a la cara a Sasuke. Cuando pase por el olmo mi pierna no me respondió más, caí a los pies de la tumba de su madre…

Ahí llore desconsoladamente recordando lo que me dijo Sasuke:

Pero lo que más le dolió fue la muerte de mi hermano… y también a mí. Eso la mató…

Ahora no sólo era traidor a mi patria, sino también al único amigo que tuve. Soy de lo peor.


Mi suerte cambiaba, logre conseguir leche de cabra, miel de abeja y pan, además de una rica jalea de fresas que unos pueblerinos vendían con tanto ahincó. Tal vez no era un banquete real, pero seguramente nos mantendría con fuerzas para poder seguir.

Iba llegando a mi casa cuando me sorprendí al ver la puerta abierta. Eso me dio mala espina, corrí y entré forzosamente, intentando asuntar a lo que sea que entró. No había nadie en la casa, dejé las cosas en la cocina y fui a supervisar a Naruto. No estaba, eso me turbó, posiblemente se lo llevaron los soldados y lo matarían, mis esfuerzos serían en vano.

—¡Maldición! – salí de ahí y comencé a buscarlo. Lo encontré muy rápido, estaba posado, a los pies de la tumba de mi madre, en una posición la cual me parecía de un niño llorando. Me preocupe, pues para el rubio era extraño ese comportamiento.

Me acerqué con cuidado de no molestarle.

—Naruto. – le llamé despacito. —¿Estás bien?

Conseguí escuchar un fuerte jadeó ahogado. Lloraba. Luego, poco a poco se giró hacia mí, encarándome con una cara terriblemente demacrada y llorosa.

—Sasuke… Uchiha. – me dijo con la voz encogida. —Uchiha es tú apellido… ¿Verdad?

—Sí, lo es. ¿Por eso lloras?

Negó con la cabeza. Después respiró y se arrodilló frente a mí, llevó la cabeza al suelo como si el diera un beso a la tierra.

—Itachi Uchiha era tu hermano… - me dijo.

Mi corazón se aceleró y la intriga aumentó.

—Sí, era mi hermano mayor. ¿Cómo sabes sobre él? No te dije su nombre. – mi voz sonó más contrariada de lo que quería.

—Yo sé sobre por que… - tragó saliva. Después de limpio las lagrimas de sus ojos inútilmente. —Yo lo maté.

Esos fueron los segundos más horribles de mi vida. Sentí un nudo seco que profanaba mi garganta, un fuego atroz en mi pecho, ríos tibios en mis ojos y un acero irrompible en mis puños. Naruto me miró tímidamente y continuó:

—Fue una noche… mi batallón iba a cruzar cerca del primer eje de trincheras, nos topamos con un bando enemigo comandados por un gran capitán. Le hicimos frente… —hizo una pausa. —Pelee contra Itachi esa noche, casi me gana, si no fuese por mis refuerzos… yo fui, quien le dio la ultima apuñalada.

¡No, no, no! ¡Era un cruel mentiroso! ¡Él mentía…! ¿Cierto? ¡¿Cierto?

Trague saliva, sabía a sangre.

—¿Sasuke? – me llamó lastimeramente.

—¡Eres un maldito bastardo! – grité con todas mis fuerzas mientras me echaba encima de él. Lo tumbe bruscamente en el suelo y comencé a darle de puñetazos en la cara, uno a uno, su cara se ladeaba sin control sobre la grama. Después en el estomago, saliva y sangre emergían de su boca y nariz.

Estaba tan enojado…

Tomé su cuello entre mis manos y comencé a estrangularlo. Una furia ciega me decía que lo matara, que derramara su sangre como tributo a mi familia. Ya no lo salvaría la piedad que una vez despertó en mí, esa piedad había muerto al tiempo que confesó aquello.

Todo este tiempo… me mintió.

¿Por qué lo hizo, no? Es decir, él sabía desde el principio que Itachi era mi hermano, ¿No?

Lo solté sorpresivamente y Naruto llevó sus manos a su cuello, intentando apaciguar el ardor que produjeron mis manos.

—¡Responde! – amenace. Saque una pistola de mi bolsillo y le apunte en la sien. El mismo lugar que aquella vez en la trinchera. Naruto gimió de dolor. — ¡Tú sabias desde el principio que era mi hermano! ¿Era algún tipo de plan para hacerme caer? – le reclamé con fuerza.

Él me negó insistentemente con la cabeza. Estaba ahogado con su propia saliva.

—No…- musitó.

—¡Di la verdad!

—Es la verdad… - lagrimas emergieron de sus ojos. —Por favor… perdóname… lo siento, lo siento mucho… - lloriqueaba tristemente.

Apreté el cañón del arma sobre su piel.

—Todo este tiempo… - trague saliva. —Todo este tiempo le salve la vida al asesino de mi hermano… al asesino de mi familia. – sambutía más el arma contra la cabeza de Naruto. —¡Qué estúpido fui! ¡Tú mataste a mi familia! – comencé a llorar, mis lagrimas empapaban el rostro de Naruto. —Tú mataste a mi madre…

—Sasuke… - gimió. —Por favor… líbrame de mis pecados. – me pidió, sinceramente me quedé sorprendido. —Soy un asesino… mátame, por favor, no soporto la idea de vivir sabiendo el daño que te hice.

—¿Por qué dices eso? ¿No es la voluntad de un hombre vivir sobre todas las cosas? ¡¿Por qué me pides que te mate?

—Por que… - guardó un leve silencio. —Eres mi amigo… y no soporto el saber el daño tan terrible que te hice.

Eso me entró hasta el corazón. Me removió en el interior, pero apenas y si pude sentirlo, por que la ira volvió a aplacar esa misericordia inspirada en su discurso. Cerré los ojos un momento y respire continuamente. Los abrir después y me topé con la tumba de mi madre. ¿Qué podría pensar de mi en estos momentos?

¿Qué diría al saber que matare al único amigo que me queda por un arranque de venganza? Naruto mató a Itachi… aunque fuera para cumplir su deber de soldado.

Todo era tan confuso. Trague saliva y lentamente retire mi arma de su frente. Me levante y le di la espalda.

—Levántate y vete… no vuelvas a poner un pie en mi tierra. Que tu penitencia sea el sufrimiento propio al saber que eres causante de un daño mortal. – lo escuche reincorporarse.

—Sasuke.

—Y Naruto… - me voltee con una mirada fría. —Si te atreves a decir algo en contra de mi patria… yo mismo te cortare la lengua. – bajó la cabeza. —Vete… y jamás vuelvas a pasearte enfrente de mí.

—Perdóname por favor.

—Sólo lárgate. – sentencia su exilio, aunque pensándolo bien sería más una condena de muerte, por que no podía sobrevivir por si solo en el bosque.

Lentamente escuche sus pasos que se perdían en poco a poco a distancia prudente. Me trague todo el odio y respire profundamente. Tenía que calmarme. Cuando no escuche más a Naruto me dejé caer sobre la tumba de mi madre. Recuerdo que llore tan perdidamente que el crepúsculo comenzó a cobijarme…

—Sasuke Uchiha. – escuche una voz muy conocida. Me reincorpore y observé a Kakashi, dos oficiales de armada le acompañaban y tenía desenfundada el arma de mano. Algo malo me aguardaba.

—Kakashi Hatake. – expresé con cierto desdén. El hombre no me respondió, en vez de eso miró a todos lados aperentando una búsqueda visual.

—¿Y el alemán?

—No está aquí. Se fue para siempre…

—Ah, es decir que… aparte de sacar a un prisionero de su celda a media noche, lo dejaste libre.

—Él se fue solo.

—Es lo mismo, Sasuke… - me dijo fastidiado. —¿Dónde fue?

—No lo sé y no me importa.

—Seguramente no sabes… - el sarcasmo ahora relucía en la conversación.

—Te he dicho que no lo sé. – reclame exasperado, Kakashi podía ser un fastidio.

—Entiendo… tráiganlo. – los dos oficiales que estaban con el me tomaron fuertemente de los brazos y me obligaron a seguirlos como si fuera un vil preso. Me recorrí hacia atrás, haciendo fuerzas para no dejarme ganar.

—¡Déjame en paz, Kakashi! – le grite. —Naruto se fue… ese bastardo jamás regresara… ¡No te metas más en mis asuntos!

—¡¿Tus asuntos? – me encaró molesto y tomó mi rostro con su mano, aferrando la quijada para que no lo perdiera de vista. —¡Estos no son tus asuntos solamente, Sasuke! – me gritó, realmente no me esperaba ese desenlace. —¡Me concierte a todo el maldito país! ¿Tienes idea de lo valioso que podría ser ese alemán como prisionero? ¡Y tú! – me soltó. —No quería hacer esto… nada de nada. Pero tú solo firmaste tu contrato de ejecución. Eres un traidor… y a los traidores se les acusa a muerte… - ahí fue cuando noté el peso de sus palabras. Kakashi no buscaba exclusivamente a Naruto… sino también me buscaba a mí. Nos iban a fusilar a los dos.

—¿Has venido a matarme? – le dije con toda la intuición por delante.

—Tú lo has dicho. – escupió aquello.

—Ya veo… - forcejee una vez más y en esta ocasión los oficiales me liberaron. Le di la espalda y me acerque al viejo olmo. Toque cuidadosamente la corteza y acaricie… con tristeza una vieja cicatriz que Itachi y yo le habíamos hecho cuando niños. Después de eso me arrodille sobre la tumba de mi madre y toque su nombre con dos dedos. Me persigné y dije una plegaria.

—¿Señor?

—Denle tiempo. – dijo Kakashi a un muchacho que lo acompañaba. Sabía que me acababa de dar por vencido.

Me levante y camine perezosamente hacia el árbol. Seguía dándole la espalda. Me pequé al árbol y recargue la frente sobre aquella cicatriz. Suspire.

—¿Alguna ultima petición? – Kakashi me mataría ahí mismo.

—Sólo una… Quiero que me entierren aquí… al lado del olmo.

—De acuerdo. ¿Es todo?

—Sí… es todo. – y cerré los ojos. Respire pausadamente, mi corazón tamborileaba muy fuerte. Mis manos comenzaron a sudar y en mi pecho se acumulaba un gran dolor.

Escuche el arma de Kakashi que se arreglaba para el golpe, le estaba poniendo municiones extras. Saturó el arma, preparó el gatillo y escuche algo que dijo.

—Por favor… perdóname.

—Que me perdone Francia. – le respondí.

—Estás perdonado.

Asentí entonces. Sería mejor cerrar los ojos para no quedarme con una imagen inusual. Apreté los puños y esperé.

—Uno…- el maldito comenzó a contar. —Dos… - sólo un numero más y se acababa todo. —Tres…

Disparó. De mis ojos salieron dos lagrimas… mi corazón dio un zumbido y los dientes me crujieron.

Nada había pasado, seguía vivo.

—No puede ser… - escuche decir a uno de los oficiales. Grandes jadeos se encontraban detrás de mi nuca. Me di valor para ver y quedé paralizado.

—Naruto. – musite sin aliento.

El joven se encontraba frente a mí, jadeando, su pierna bañada en sangre y temblando cruelmente. Comenzó a caer así que me apresure para tomarlo antes de que lo recibiera el suelo.

Se me secó la boca al ver la herida sobre su corazón. Su sangre era tan roja… jamás podre olvidar ese detalle. Pero a diferencia de su sangre, sus ojos resplandecían de azul celestial, con gruesas lágrimas de amistad.

—Sasuke… - musitó.

—Naruto. – iba a posar mi mano sobre su herida, pero me detuvo.

—Déjalo… - me dijo casi presa de la muerte. —Sasuke… por favor… perdóname… lo siento…

—Basta… deja de hablar. – no soportaba aquel acto de valor y amistad… ¿Por qué lo hizo? Se supone que yo lo odiaba…¿Por qué regresó?

—Te juro… que no sabía que él era tu hermano…

—Ya, Naruto… no importa. – se moría y esta vez no podía salvarlo. —Ya no sigas… - mis mejillas se llenaban cada vez más de lagrimas tibias.

—Sasuke…

—¿Por qué lo hiciste?

—Por que… - sonrió delicadamente. —Eres mi amigo… y esa es la única razón y verdad que necesito…

Caía el rojo de la tarde… el cielo azul se extinguía. Al igual que la vida en su interior.

—Lo siento… lo siento tanto, Naruto. – intenté disculparme, el dolor me carcomía por dentro.

—No… no te preocupes… Por favor, quiero que me hagas un favor.

—¿Cuál?

—Escríbele a mi madre y dile… lo que pasó… dile que la amo y que me disculpe por no poder ir en persona.

—No… - negué lentamente. —¡No, sí iras! – perdí la noción de la verdad. —¡Iras y le contaras todo en persona! ¡Tú y yo seremos buenos amigos! Tendremos familias y nuestros hijos también serán amigos… No habrá guerras, sólo paz… - dibujó una sonrisa en su rostro, ¡Oh, Naruto! —¿Naruto? – ya no respiraba. —¿Naruto? – lo sacudí un poco. No respondió… lo único que quedaba de él era esa sonrisa esbozada. —Ay, Naruto… - cerré mi acuosa mirada y baje la cabeza.

Este día, había perdido dos cosas: A mi nación… y a mí mejor amigo.

—Sasuke…

Era Kakashi… me miraba con tristeza. Me sorprendí al ver brotes de lágrimas en sus ojos. Estaba llorando… lloraba por un alemán.

—Mátame ya… No me queda nada. – el negó con la cabeza, se agachó y colocó su mano en mi hombro.

—¿Quisieras hacer verdad su ultima voluntad?

—¿Podría?

—Sólo si esa es… - se le quebró la voz. —Si es tu última voluntad.

Me quede suspendido en sus palabras, estaba lleno de sentimientos acumulados por el tiempo…

Lo haría.

Amigo mío, lo haría.

—Sí.


Berlín, Alemania.

Aquella solitaria mujer descansaba sobre una mecedora, observando por la ventana a las personas que corrían de un lado a otro. Personas con problemas, niños jugando a ser soldados y policías en cada esquina, custodiando que todo esté en orden.

Nada estaba en orden. Por que el orden es algo que todas las partes de una misma nación disfrutan y cabía mencionar que definitivamente ella no disfrutaba de ese orden… en determinadas cuentas… de paz.

Era tarde, el sol estaba cayendo sobre los negruzcos edificios que adornaban la desventurada ciudad de Berlín. El humo de los incendios y los gritos de las personas que tenían prisas le aturdían y le molestaban sobremanera.

Con ese día se completaba aproximadamente dos años que no veía a su hijo. Después de la muerte de su marido, la soledad le inundó como una represa que se rompe lo hace a un pequeño y débil pueblito. Para ella… la soledad había sido esa agua que le ahogaba continuamente.

Aquella mujer tan briosa, llena de vida y gritona era un espejismo del pasado. Ella sólo era un esperpento de lo que anteriormente había sido.

—Minato… - suspiró con voz clara después del revoloteó de una paloma.

—¡Abran paso! – se escuchó a un hombre que monitoreaba el transito. Con su silbato asustaba a la desdichada gente.

Un auto de guerra, de aquellos que se usan para andar por todo terreno, se aparcó en la entrada de su casa. Su enorme casa… intrigada por aquello, bajó rápidamente para encontrarse con tan peculiares visitas. Cuando abrió la puerta la sorpresa le genero un estremecimiento inusual.

—Usted… - era aquel oficial que llegó a su casa una mañana, buscando a su marido para que se adentrara en la peligrosa cruzada.

—Señora… Necesito que venga conmigo, es muy importante.

—¿Qué quiere?

—Es sobre su hijo.

No lo pensó mucho para subir al auto y aferrarse a la maquinaria. El oficial le hizo escolta al lado y comenzó a conducir el auto hasta salir de la ciudad, en un campo militar de restricción. Kushina se sorprendió mucho al saberse en ese lugar.

El automóvil se estacionó enfrente de una carpa de alto techo de malla. Bajo cuidadosamente del auto y se topó con un oficial de alto rango del ejercito alemán.

—¿Dónde estoy? ¿Para que me llamaban?

El hombre se aclaró la garganta.

—¿Usted es la madre de Naruto Uzumaki?

—¡Sí, lo soy! – gritó desesperadamente. Tenía la sospecha de por que la habían mandado llamar. Lagrimas imprevistas surgieron de sus ojos.

—Mi señora… - dijo con respeto. —Lamento decirle con mi más grande pésame, que su hijo murió en terreno enemigo… Lamento ser el portador de tan horribles noticias.

—¿Qué…? – musitó apenas. Corrió como alma que lleva el diablo hacia la carpa y entrando se encontró con un cuerpo envuelto en sabanas blancas. Una figura masculina de joven porte.

Quitó apresurada las sabanas para desmentir su curiosidad y en cuanto vio el rostro embalsamado del joven cayó de rodillas. Haciendo audible su llanto en todo el centro militar.

—¡Naruto! – gritó. —¡Mi hermoso Naruto! ¡Mi hijo…! ¿Por qué… por que tuviste que ir? – lamentaba en voz alta. Sin saber que era observada atentamente por una persona.

—Discúlpeme. – la señora se volteo al escuchar mi voz que también se quebraba en llanto.

—¿Quién eres tú? – musitó mientras se limpiaba las lagrimas.

—Sasuke Uchiha.

—¿Eres francés?

—Sí…

—¿Cómo es que estás aquí? – me encaró con dolor.

—Le suplico que se siente primero. – señalé una silla de madera que estaba lado de la camilla de Naruto. La señora se sentó esperando explicaciones…

—¿Me dirás ahora que haces aquí?

—Cumplo con la última voluntad de su hijo.

—¿Su ultima voluntad? – esta vez no entendió.

—Déjeme contarle desde el principio.

Esa noche le conté absolutamente todo lo que habíamos vivido. Cómo nos perdonamos al vida en aquellas trincheras llenas de sangre, los esfuerzos pro sobrevivir de ambos ejércitos, el crimen que Naruto había cometido hacia mi familia… y la desafortunada conclusión.

—… Me pidió entonces que le dijera esto y que pudiera al menos su cuerpo, estar con usted. – cuando termine ella se quedó en una sola pieza. Su cara era un trozo de porcelana exceptuando las lágrimas vividas que bajaban con melancolía de sus orbes.

—¿Todo lo que dijiste es verdad?

—La más absoluta… - gemí temiendo que no me creyera.

Pero la mujer sólo lloró y lloró sin decir nada más.

—Sasuke Uchiha… - el alemán anterior vino por mí. Kakashi estaba a su lado. —Es hora…

—Sí. – asentí.

—¿A dónde vas? – me preguntó la madre de mi amigo.

—A cumplir con mí sentencia…

—¿Cuál sentencia?

—Esta es mi última voluntad… - sonreí para tranquilizarla.

—Pero… no entiendo, ¿Qué pasara contigo?

—Adiós. – me despedí, besándole con cortesía el dorso de la mano.

Me aleje de ella y camine hacia Kakashi. El hombre me miraba con alto respeto. Colocó su mano sobre su frente y me saludo con respeto militar, después, me abrazó con paternal cariño.

—Eres un hombre de honor, Sasuke… digno, y de palabra. – suspiró. Después de eso se acercó a un batallón recién reunido. Me abotone bien la camisa y me coloqué bien la boina de mi uniforme.

Mire de soslayo a la madre de Naruto, quien intrigada aferraba sus manos a su pecho. Le sonreí con fraternidad y después camine diez pasos a sentido contrario del batallón. Trague saliva y se arrodille, hice una oración y me persigne lentamente. Después de eso… me levante y con la cara bien en alto espere.

—¡Pelotón! – Dijo Kakashi. —¡Presenten armas! – escuche el movimiento de las armas. — ¡Apunten! – el aire se agitó, pero por extraño que pareciera estaba en una total calma.

Subí mi mirada al cielo y antes de que la bala se adentrara por mi nuca y me arrebatara el futuro, recordé aquella vez en las que mi amigo y yo observábamos las estrellas, envueltos en una paz soberana. ¡Oh, trinchera!

—¡…Fuego!

El disparo se escuchó muy fuerte y se adentró con rapidez… pero yo ya no sentía ni escuchaba nada.


En la guerra todo es valido. Matar al enemigo es el principal punto que se debe cumplir para llegar a la victoria suprema, sin embargo… nos olvidamos del valor humano, del alma, y nuestra naturaleza se transforma temporalmente en un demonio que atenta contra nuestra luz.

Cuando la oscuridad desaparece y la luz nos llena por completo, vemos que somos seres temerosos y débiles, seres que anhelan la vida que harían cualquier cosa por ver, una vez más, el resplandor del sol. De poder ser guiados por la quietud y la serenidad… de ser libres y felices. Tantas ganas de vivir.

Quién podría creer que dos enemigos se vuelven amigos cuando esa oscuridad se desvanece y la piedad nos abre los ojos, dándonos a entender el valor de la vida y del mundo en el que vivimos.

Es irónico pensar que una trinchera, agujero oscuro lleno de muerte y de sangre… haya sido el nicho de tan sincera amistad.

Quizás esta sea una lección que todos debamos estudiar.


Fin.


EL final de esta historia puede ser rapida e incluso muy rara... si, quizas no se lo esperaban, pero desde un principio asi estaba visto por mí. Les agradezco de su apoyo, del tiempo que se tomaron para leer y por comentar. Muchas gracias por todo y nos vemos más adelante.

¿Merece un comentario?

Yume no Kaze.