N/A: Twilight o cualquiera de sus personajes no me pertecen.
Resumen: Edward y Bella pasan su sábado en su hermosa pradera donde se declaran su amor. Al día siguiente, Edward la llevó a su casa para presentarle a su familia, pero las cosas no suceden como lo hicieron en Crepúsculo. Alguien envió la Saga de Crepúsculo a los Cullen y la familia y Bella se reunieron en el salón para leerlo y saber lo que el futuro tenía reservado para ellos.
N/T: Reading Twilight no me pertenece, la historia es de Kiseger. Yo solo me adjudico la traducción.
GRUPO SANGUINEO
Empecé. El título por sí solo era suficiente para Edward. Él se echó a reír y me sonrojé, mientras que los otros nos miraban confundidos.
Me dirigí a clase de Lengua aún en las nubes, tal era así que al entrar ni siquiera me di cuenta de que la clase había comenzado.
—Gracias por venir, señorita Swan —saludó despectivamente el señor Masón.
- El Sr. Mason es realmente rudo a veces - Dijo Alice.
Me sonrojé de vergüenza y me dirigí rápidamente a mi asiento.
No me di cuenta de que en el pupitre contiguo de siempre se sentaba Mike hasta el final de la clase. Sentí una punzada de culpabilidad
- No hace falta. – Gruñó Edward.
pero tanto él como Eric se reunieron conmigo en la puerta como de costumbre, por lo que supuse que me habían perdonado del todo. Mike parecía volver a ser el mismo mientras caminábamos, hablaba entusiasmado sobre el informe del tiempo para el fin de semana. La lluvia exigía hacer una acampada más corta, pero aquel viaje a la playa parecía posible. Simulé interés para maquillar el rechazo de ayer.
- Me encanta tu grandioso corazón, que es capaz de perdonar. Pero no debes esforzarte tanto en hacer feliz a Newton – Murmuro Edward.
- ¿Estás celoso Edward? – Bromeó Alice.
- Terriblemente – Sonrió Jasper.
Mire a Edward que estaba lanzándoles dagas por los ojos a sus hermanos. Entonces sus ojos se posaron en los míos y su expresión se suavizo al instante. Me dio un beso en la mandíbula antes de regresar su vista hacia el libro.
Resultaría difícil; fuera como fuera, con suerte, sólo se suavizaría a los cuarenta y muchos años. . Pasé el resto de la mañana pensando en las musarañas. Resultaba difícil creer que las palabras de Edward y la forma en que me miraba no fueran fruto de mi imaginación. Tal vez sólo fuese un sueño muy convincente que confundía con la realidad. Eso parecía más probable que el que yo le atrajera de veras a cualquier nivel.
Edward gimió y hundió la cara en mi pelo.
- Oh, cariño ¿Por qué tienes una opinión tan baja de ti misma? Posees todo lo que necesita cualquier chico – Me sonrió Esme amablemente.
- Esme tiene razón. Eres una joven maravillosa – Dijo Carlisle.
- Tú eres mi mejor amiga, o lo serás. Así que no puedes ser otra cosa que increíble – Alice rebotó en su asiento con una sonrisa segura.
- Eres totalmente impresionante para ser humana – Sonrió Emmett con sus ojos brillantes de emoción.
- Tú no eres una humana ordinaria, eso esta claro – Murmuró Rosalie.
- ¿Bella? – Preguntó Jasper en voz baja - ¿te gustaría sentir lo que Edward siente por ti?
Di un grito ahogado. Edward levantó la cabeza al instante y me miró. Nos miramos el uno al otro por un momento y luego asintió soriendo.
- Por favor, Jasper – resople.
Entonces lo sentí. Llenaba mi pecho por completo, era como lava caliente extendiéndose dentro de mi. Caliente y palpitaba a través de mis venas, y me hacía sentir mil veces más viva. Todo mi cuerpo empezó a temblar y me quede sin aire. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho. Sentí una mezcla de emociones muy poderosas.
- Necesidad -Susurré.
- Para mi existencia. Por tú cercanía, tu amor y aceptación hacía mi- murmuró Edward en mi oído. Sus brazos me abrazaron con fuerza.
- Miedo.
- De perderte. De no ser suficiente para ti. Que te des cuenta del mounstro que realmente soy y huyas de mi gritando- Su voz temblaba.
- Adoración.
- Bueno, tú eres la criatura más increíble que he conocido- Sonrió.
- A-Amor. Amor puro- Tartamudeé. Esa era la emoción más poderosa y abrumadora de entre todas.
- Nadie ha amado a nadie tanto como te amo yo- Susurró.
Sentí una lágrima rodando por mi mejilla lentamente. Yo nunca entendí por qué le gustaba tanto, pero nunca volvería a subestimar sus sentimientos hacia mí.
- Te amo - sopló en mi oído y dejó un suave beso en mi frente.
- Edward, ¿te gustaría sentir sus sentimientos por ti? - Preguntó Jasper.
Edward me miró por un momento, sus dedos fríos secaron mis lágrimas con amor, entonces asintió.
Sentí su cuerpo tenso debajo de mí. Sus labios entreabiertos mientras jadeaba. Sentía como sus manos comenzaron a temblar en mi cintura. Puse mis manos en sus mejillas y lo acaricié suavemente.
- Oh Dios. - Se ahogó luego volteó la cabeza para besar mi mano. - No lo sabía. Lo siento. Lo siento mucho.
-¿Cómo? - Le pregunté confundida. - ¿Por qué?
- Pensé que no podías sentirte de esta manera, tan profundamente, de modo irrevocable, simplemente porque eres humana. Las emociones humanas por lo general no son tan fuertes y no duran mucho tiempo, pero eres tan especial, incluso ahora. Siento haber subestimado tu amor hacia mi.
- Te amo – Le sonreí.
- Gracias, Jasper - dijimos al unísono, echándonos a reír.
- De nada – Sonrió Jasper.
Me acurruqué más en los brazos de Edward y me volví hacia el libro.
Por eso estaba tan impaciente y asustada al entrar en la cafetería con Jessica. Le quería ver el rostro para verificar si volvía a ser la persona indiferente y fría que había conocido durante las últimas semanas o, si por algún milagro, de verdad había oído lo que creía haber oído esa mañana. Jessica cotorreaba sin cesar sobre sus planes para el baile —Lauren y Angela ya se lo habían pedido a los otros chicos e iban a acudir todos juntos—, completamente indiferente a mi desinterés.
Un flujo de desencanto recorrió mi ser cuando de forma infalible miré a la mesa de los Cullen.
- ¿Me extrañaste? –Bromeó Edward.
- Sí-. Me reí.
Los otros cuatro hermanos estaban ahí, pero él se hallaba ausente. ¿Se había ido a casa? Abatida, me puse a la cola detrás de la parlanchina Jessica. Había perdido el apetito y sólo compré un botellín de limonada. Únicamente quería sentarme y enfurruñarme.
- Así que por eso estabas tan deprimida. Me preguntaba el por qué. – Comentó Edward- Yo era la razón. Una vez más. -hizo un mohín.
- ¿Dónde estabas? ¿Te habías vuelto a escapar?- Preguntó Esme.
- No- Edward sacudió la cabeza. Su pelo me hizo cosquillas en el oído en el proceso.
—Edward Cullen te vuelve a mirar —dijo Jessica; interrumpió mi distracción al pronunciar su nombre—. Me pregunto por qué se sienta solo hoy.
- Oh. ¿La estabas esperando? - Esme sonrió ampliamente y Edward asintió.
- Bueno, no por ti, querida Jessica. - Alice murmuró. - No me gusta esta chica.
- ¿ Y lo dices tú? - Edward rodó sus ojos. - Yo soy el que tiene que verse a si mismo desnudo con ella en sus pequeñas fantasías, juguetonas. Por lo menos una vez al día.- murmuró sombríamente, a continuación, se estremeció.
Esme lo miró horrorizada. Emmett se echó a reír mientras yo me sonrojaba furiosamente. Los otros sólo trataron de ahogar su propia risa.}
Volví bruscamente la cabeza y seguí la dirección de su mirada para ver a Edward, con su sonrisa picara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la cafetería al que solía sentarse. Una vez atraída mi atención, alzó la mano y movió el dedo índice para indicarme que lo acompañara. Me guiñó el ojo cuando lo miré incrédula.
— ¿Se refiere a ti? —preguntó Jessica con un tono de insultante incredulidad en la voz.
- Esa chica es realmente horrible – Suspiró Esme.
—Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología —musité para contentarla—. Eh, será mejor que vaya a ver qué quiere.
- Tarea de Biología, si claro – Emmett y Jasper se echaron a reír.
Pude sentir cómo me miraba al alejarme.
- Sí. Ella lo hizo. Y su cabeza estaba llena de pensamientos no tan buenos de ti y de mí. - Edward sacudió la cabeza.
Insegura, me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de Edward al llegar a su mesa.
— ¿Por qué no te sientas hoy conmigo? —me preguntó con una sonrisa.
- Por lo que veo te comportas como un caballero nuevamente - Esme sonrió feliz.
Lo hice de inmediato, contemplándolo con precaución. Seguía sonriendo. Resultaba difícil concebir que existiera alguien tan guapo. Temía que desapareciera en medio de una repentina nube de humo y que yo me despertara.
Edward se echó a reír. –No voy a desaparecer. Nunca.
Él debía de esperar que yo comentara algo y por fin conseguí decir:
—Esto es diferente.
—Bueno —hizo una pausa y el resto de las palabras salieron de forma precipitada—. Decidí que, ya puesto a ir al infierno, lo podía hacer del todo.
- Eso es a lo que yo llamo un comienzo alegre y optimista. Como siempre – Emmett se echó a reír entre dientes.
Esperé a que dijera algo coherente. Transcurrieron los segundos y después le indiqué:
—Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres.
- Eras tan irritante con tus pequeños comentarios misteriosos- Le puse mala cara.
- Lo siento – se río Edward.
—Cierto —volvió a sonreír y cambió de tema—. Creo que tus amigos se han enojado conmigo por haberte raptado.
—Sobrevivirán.
Sentía los ojos de todos ellos clavados en mi espalda.
- Yo no estaría tan seguro de eso. Los seres humanos son mortales y si alguien puede morir de celos y envidia seguramente serían Mike Newton y Jessica Stanley.- sonrió Edward.
—Aunque es posible que no quiera liberarte —dijo con un brillo pícaro en sus ojos. Tragué saliva
- No tenías miedo de él, ¿verdad? - Preguntó Carlisle.
Negué con la cabeza.
y se rió. —Pareces preocupada.
—No —respondí, pero mi voz se quebró de forma ridícula—. Más bien sorprendida. ¿A qué se debe este cambio?
—Ya te lo dije. Me he hartado de permanecer lejos de ti, por lo que me he rendido. Seguía sonriendo, pero sus ojos de color ocre estaban serios.
— ¿Rendido? —repetí confusa.
- Eras realmente confuso- Sonrió Carlisle.
- Aún estaba batallando en mi interior, pero mi lado egoísta estaba cerca de ganar – Edward se encogió de hombros.
- No es egoísta querer estar con quien amas – Dijo Carlisle.
—Sí, he dejado de intentar ser bueno. Ahora voy a hacer lo que quiero, y que sea lo que tenga que ser.
Su sonrisa se desvaneció mientras se explicaba y el tono de su voz se endureció.
- Te diste cuenta de todo. Una vez más.- Edward sonrió con tristeza.
Sentí una presión dolorosa en el pecho. ¿Cómo podría hacerle entender que él no era un monstruo y que el querer estar conmigo no era un deseo egoísta?.
Tal vez estos libros podrían ayudar. Tal vez ayudaría a aliviar sus dudas. Realmente lo esperaba.
—Me he vuelto a perder.
La arrebatadora sonrisa reapareció.
- ¿Arrebatadora sonrisa? Oh, por favor. Emmett alzó las cejas. –Realmente has perdido la cabeza por él.
- ¿No crees lo mismo cuando Rosalie sonríe? Le pregunté para avergonzarlo.
Emmett abrió la boca para decir algo, pero luego volvió a cerrarla.
Edward sonrió.
—Siempre digo demasiado cuando hablo contigo, ése es uno de los problemas.
—No te preocupes... No me entero de nada —le repliqué secamente.
Todo el mundo se echó a reír.
—Cuento con ello.
—Ya. En cristiano, ¿somos amigos ahora?
- Si… Amigos – Alice soltó una risita.
—Amigos... —meditó dubitativo.
Eso definitivamente no era el tipo de cosas que nuestro Eddy quería. - Emmett se echó a reír.
Edward gruñó.
- No me llames Eddie - Le lanzó a su hermano una mala mirada - Y bueno, esa simplemente no era la palabra correcta para describir nuestra relación y mis sentimientos - murmuró mucho más suave.
—O no —musité.
Esbozó una amplia sonrisa.
—Bueno, supongo que podemos intentarlo, pero ahora te prevengo que no voy a ser un buen amigo para ti.
Una vez más. En realidad, Edward tienes que parar eso y simplemente aceptar que ustedes dos están hechos el uno para el otro. -Alice sacudió sus manos con enojo.
Me sonrojé. Sus palabras resonaron en mis oídos. Estábamos hechos el uno para el otro. Eso sonó tan bien, tan perfecto. Esa era la verdad. No podía imaginar un futuro para mí sin Edward en el.
El aviso oculto detrás de su sonrisa era real.
—Lo repites un montón —recalqué al tiempo que intentaba ignorar el repentino temblor de mi vientre y mantenía serena la voz.
—Sí, porque no me escuchas. Sigo a la espera de que me creas. Si eres lista, me evitarás.
Edward – Se quejó Esme.
Ella estaba muy feliz de que nos encontráramos, que Edward encontrara la felicidad después de estar años tan solo.
Yo no dejaría que los temores de Edward arruinarán su felicidad. Nuestra felicidad. Tenía que demostrar que no había nada malo con que el me amara y me quisiera.
—Me parece que tú también te has formado tu propia opinión sobre mi mente preclara.
Entrecerré los ojos y él sonrió disculpándose.
Todo el mundo se rió de nuevo.
Edward , la hiciste sentir mal consigo misma – Esme trato de sonar enfadada, pero no podía dejar de reírse.
Lo siento mamá – Sonrío Edward.
Rode los ojos.
—En ese caso —me esforcé por resumir aquel confuso intercambio de frases—, hasta que yo sea lista... ¿Vamos a intentar ser amigos?
—Eso parece casi exacto.
Busqué con la mirada mis manos, en torno a la botella de limonada, sin saber qué hacer.
— ¿Qué piensas? —preguntó con curiosidad.
- Nunca te había escuchado preguntar eso antes – Se río Carlisle.
Le gustaba mucho ver a su hijo perdidamente enamorado. Los demás se rieron con él, mientras que Edward suspiraba frustrado.
- Realmente no podías guardarlo por mucho más tiempo – Me reí.
- No – Me sonrío. – Me moría de ganas de saber. Saber todo sobre ti.
Me sonrojé.
Alcé la vista hasta esos profundos ojos dorados que me turbaban los sentidos y, como de costumbre, respondí la verdad:
—Intentaba averiguar qué eres.
- Oh. Eso fue inesperado. - Carlisle se inclinó hacia delante. Sus ojos dorados brillaban de emoción.
- Realmente nos asustó a todos nosotros con esa sorpresiva respuesta. - Dijo Jasper.
- Lo siento - Le sonreí inocentemente.
Edward besó la parte superior de mi cabeza.
Su rostro se crispó, pero consiguió mantener la sonrisa, no sin cierto esfuerzo.
— ¿Y has tenido fortuna en tus pesquisas? —inquirió con desenvoltura.
—No demasiada —admití.
Se rió entre dientes.
— ¿Qué teorías barajas?
Me sonrojé. Durante el último mes había estado vacilando entre Batman y Spiderman. No había forma de admitir aquello.
Y Emmett estaba en el suelo otra vez, riendo histéricamente.
- No es muy original. - Se rió Jasper.
- Oye, se trataba sólo de teorías - Murmuré sonrojándome furiosamente. - Y lo hice saber. - Añadí con aire de suficiencia.
- No sin ayuda - Señaló Edward
-Sí, pero aún así. - Le puse mala cara.
— ¿No me lo quieres decir? —preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa terriblemente tentadora.
Edward sonrío.
Negué con la cabeza.
—Resulta demasiado embarazoso.
—Eso es realmente frustrante, ya lo sabes —se quejó.
- Uh, oh. No hubieras dicho eso – Alice soltó una risita.
—No —disentí rápidamente con una dura mirada—. No concibo por qué ha de resultar frustrante, en absoluto, sólo porque alguien rehusé revelar sus pensamientos, sobre todo después de haber efectuado unos cuantos comentarios crípticos, especialmente ideados para mantenerme en vela toda la noche, pensando en su posible significado... Bueno, ¿por qué iba a resultar frustrante?
Hizo una mueca.
—O mejor —continué, ahora el enfado acumulado fluía libremente—, digamos que una persona realiza un montón de cosas raras, como salvarte la vida bajo circunstancias imposibles un día y al siguiente tratarte como si fueras un paria, y jamás te explica ninguna de las dos, incluso después de haberlo prometido. Eso tampoco debería resultar demasiado frustrante.
- Lo hiciste de nuevo, hermano. - Emmett se echó a reír. -La elección correcta de las palabras en el lugar y momento adecuado. Impresionante.
- Regla número uno. No enojar a tú mujer. - Carlisle se rió entre dientes.
Esme entrecerró los ojos.
—Tienes un poquito de genio, ¿verdad?
Le saque la lengua juguetonamente. Su risa tintineante llenó la habitación.
—No me gusta aplicar un doble rasero.
Nos contemplamos el uno al otro sin sonreír.
Miró por encima de mi hombro y luego, de forma inesperada, rió por lo bajo.
— ¿Qué?
—Tu novio parece creer que estoy siendo desagradable contigo. Se debate entre venir o no a interrumpir nuestra discusión.
Volvió a reírse.
- ¿Quién? – Preguntó Emmett confundido.
- Mike Newton. Pensó en sí mismo como su novio, aunque estaba lejos de eso. A decir verdad, él todavía cree eso. Siempre piensa en ella como su Bella, y que yo estoy tratando de alejarla de de él. – Explicó Edward.
Lo mire con incredulidad. No podía creer que Mike podría ser tan irracional. No es de extrañar por qué sus pensamientos irritaban a Edward todo el tiempo.
- ¿Realmente, qué les pasa a los niños de hoy en día?- Preguntó Esme.
—No sé de quién me hablas —dije con frialdad— pero, de todos modos, estoy segura de que te equivocas.
—Yo, no. Te lo dije, me resulta fácil saber qué piensan la mayoría de las personas.
Realmente no controlabas lo que salía de tu boca. Siempre decías demasiado – Carlisle sacudió la cabeza.
Edward se encogió de hombros.- Es demasiado fácil para mí estar cerca de ella.
Me sonrojé.
—Excepto yo, por supuesto.
—Sí, excepto tú —su humor cambió de repente. Sus ojos se hicieron más inquietantes—. Me pregunto por qué será.
Buena pregunta – murmuró Carlisle.
La intensidad de su mirada era tal que tuve que apartar la vista. Me concentré en abrir el tapón de mi botellín de limonada. Lo desenrosqué sin mirar, con los ojos fijos en la mesa.
— ¿No tienes hambre? —preguntó distraído.
—No —no me apetecía mencionar que mi estómago ya estaba lleno de... mariposas.
Que romántico. – Murmuró Alice.
Miré el espacio vacío de la mesa delante de él—. ¿Y tú?
Si, Edward. ¿No tienes hambre? – Bromeó Emmett.
—No. No estoy hambriento.
No comprendí su expresión, parecía disfrutar de algún chiste privado.
Realmente no puedo hacer ni decir nada sin que tu te des cuenta - Edward sonrió y me acarició la mejilla con suavidad.
– Nop – Le sonreí.
— ¿Me puedes hacer un favor? —le pedí después de un segundo de vacilación.
De repente, se puso en guardia.
—Eso depende de lo que quieras.
—No es mucho —le aseguré. El esperó con cautela y curiosidad.
—Sólo me preguntaba si podrías ponerme sobre aviso la próxima vez que decidas ignorarme por mi propio bien. Únicamente para estar preparada.
Mantuve la vista fija en el botellín de limonada mientras hablaba, recorriendo el círculo de la boca con mi sonrosado dedo.
—Me parece justo.
Apretaba los labios para no reírse cuando alcé los ojos.
- Eres demasiado adorable – Edward me besó la frente.
—Gracias.
—En ese caso, ¿puedo pedir una respuesta a cambio? —pidió.
—Una.
—Cuéntame una teoría.
- ¡Ah! Se lo tenías guardado. Buen trabajo – Dijo Emmett.
¡Ahí va!
—Esa, no.
- Demasiado tarde – Sonrío Jasper.
—No hiciste distinción alguna, sólo prometiste una respuesta —me recordó.
—Claro, y tú no has roto ninguna promesa —le recordé a mi vez.
—Sólo una teoría... No me reiré.
- Mentiroso – Le puse mala cara.
- Lo siento, me eché a reír. - Edward apretó los labios contra la parte superior de mi cabeza y me acarició el brazo con suavidad. Sentí que sonreía.
—Sí lo harás.
Estaba segura de ello. Bajó la vista y luego me miró con aquellos ardientes ojos ocres a través de sus largas pestañas negras.
—Por favor —respiró al tiempo que se inclinaba hacia mí.
Parpadeé con la mente en blanco. ¡Cielo santo! ¿Cómo lo conseguía?
Eso no fue justo - Murmuré.
Edward utilizó su encanto vampírico con la pobre Bella. Eso no es justo. – Esme movió la cabeza sonriendo. Edward se limitó a sonreír. Estúpido vampiro deslumbrante.
—Eh... ¿Qué?—pregunté, deslumbrada.
—Cuéntame sólo una de tus pequeñas teorías, por favor.
Su mirada aún me abrasaba. ¿También era un hipnotizador? ¿O era yo una incauta irremediable?
Todo el cuerpo de Edward se agitó debajo de mí.
- Es más divertida toda esta situación ahora, que allí en la cafetería, ¿no? - Le pregunté.
– Sí - Me mostró su sonrisa torcida. - Tus pensamientos son realmente divertidos.
Rodé los ojos y seguí leyendo, tratando de calmar mis erráticos latidos.
—Pues... Eh... ¿Te mordió una araña radiactiva?
—Eso no es muy imaginativo.
—Lo siento, es todo lo que tengo —contesté, ofendida.
—Ni siquiera te has acercado —dijo con fastidio.
— ¿Nada de arañas?
—No.
— ¿Ni un poquito de radiactividad?
—Nada.
—Maldición —suspiré.
—Tampoco me afecta la kriptonita —se rió entre dientes.
—Se suponía que no te ibas a reír, ¿te acuerdas?
Hizo un esfuerzo por recobrar la compostura.
- Ustedes dos son muy divertidos. ¿Todas sus conversaciones son iguales a esta? - Bromeó Emmett.
Edward gimió.
—Con el tiempo, lo voy a averiguar —le advertí.
- ¿Te das cuenta de que estabas amenazando a un vampiro? - Jasper sonrió.
- Sí. ¿Y sabes qué? Yo cumplí mi amenaza. - Le sonreí inocentemente.
—Desearía que no lo intentaras —dijo, de nuevo con gesto serio.
— ¿Por...?
— ¿Qué pasaría si no fuera un superhéroe? ¿Y si fuera el chico malo? —sonrió jovialmente, pero sus ojos eran impenetrables.
—Oh, ya veo —dije. Algunas de las cosas que había dicho encajaron de repente.
Exceso de información. Siempre dices demasiado.- Alice soltó una risita.
- Interesante- Dijo Carlisle - ¿De qué te diste cuenta en ese momento?
- Él es peligroso. - Me encogí de hombros con indiferencia.
Se me quedó mirando con incredulidad y confusión.
— ¿Sí?
De pronto, su rostro se había vuelto adusto, como si temiera haber revelado demasiado sin querer.
- Pero, ¿cómo? Quiero decir que realmente no dije demasiado - Preguntó Edward.
- Fue suficiente para ella.- Murmuró Rosalie.
- No sé como. Todo hizo clic de pronto. Como si alguien hubiera bajado la cortina y hubiese dejado entrar la luz. Fue intuición.- Le respondí.
— ¿Eres peligroso?
Era una suposición, pero el pulso se me aceleró cuando, de forma instintiva, comprendí la verdad de mis propias palabras. Lo era. Me lo había intentado decir todo el tiempo. Se limitó a mirarme, con los ojos rebosantes de alguna emoción que no lograba comprender.
Es realmente impresionante. – Murmuró Carlisle asombrado.
—Pero no malo —susurré al tiempo que movía la cabeza—. No, no creo que seas malo.
Edward suspiró profundamente mientras Esme me sonreía con dulzura.
—Te equivocas.
Su voz apenas era audible. Bajó la vista al tiempo que me arrebataba el tapón de la botella y lo hacía girar entre los dedos. Lo contemplé fijamente mientras me preguntaba por qué no me asustaba. Hablaba en serio, eso era evidente, pero sólo me sentía ansiosa, con los nervios a flor de piel... y, por encima de todo lo demás, fascinada, como de costumbre siempre que me encontraba cerca de él.
- Eres tan increíble. - Edward susurró abrazándome más cerca de él. - No te merezco.
No hice caso a su última frase. Era yo quien no lo merecía. Pero tal vez eso no importara. Nos amábamos. Sabía exactamente lo mucho que me amaba, yo lo sentía. Era el mismo amor que yo sentía por él.
- Te amo. - Resoplé, dispuesta a recordarle lo que él significaba para mí, lo que yo sentía por él.
- Ya lo sé. - he smiled and relaxed instantly. sonrió y se relajo al instante.
El silencio se prolongó hasta que me percaté de que la cafetería estaba casi vacía. Me puse en pie de un salto.
—Vamos a llegar tarde.
—Hoy no voy a ir a clase —dijo mientras daba vueltas al tapón tan deprisa que apenas podía verse.
— ¿Por qué no?
—Es saludable hacer novillos de vez en cuando —dijo mientras me sonreía, pero en sus ojos relucía la preocupación.
- ¿Novillos? - Esme entrecerró los ojos.
- Grupo Sanguineo -Edward le recordó el título del capítulo.
- Oh– Dijo – Es saludable hacer novillos.
—Bueno, yo sí voy.
Era demasiado cobarde para arriesgarme a que me pillaran.
- Ojala me hubiese quedado – Suspiré.
Concentró su atención en el tapón.
—En ese caso, te veré luego.
Indecisa, vacilé, pero me apresuré a salir en cuanto sonó el primer toque del timbre después de confirmar con una última mirada que él no se había movido ni un centímetro.
Mientras me dirigía a clase, casi a la carrera, la cabeza me daba vueltas a mayor velocidad que el tapón del botellín. Me había respondido a pocas preguntas en comparación con las muchas que había suscitado. Al menos, había dejado de llover.
Tuve suerte. El señor Banner no había entrado aún en clase cuando llegué. Me instalé rápidamente en mi asiento, consciente de que tanto Mike como Angela no dejaban de mirarme. Mike parecía resentido
Edward resopló y rodo los ojos.
y Angela sorprendida, y un poco intimidada.
Entonces entró en clase el señor Banner y llamó al orden a los alumnos. Hacía equilibrios para sostener en brazos unas cajitas de cartón. Las soltó encima de la mesa de Mike y le dijo que comenzara a distribuirlas por la clase.
—De acuerdo, chicos, quiero que todos toméis un objeto de las cajas.
El sonido estridente de los guantes de goma contra sus muñecas se me antojó de mal augurio.
- Sí, he oído eso antes – Me estremecí.
—El primero contiene una tarjeta de identificación del grupo sanguíneo —continuó mientras tomaba una tarjeta blanca con las cuatro esquinas marcadas y la exhibía—. En segundo lugar, tenemos un aplacador de cuatro puntas —sostuvo en alto algo similar a un peine sin dientes—. El tercer objeto es una micro—lanceta esterilizada —alzó una minúscula pieza de plástico azul y la abrió. La aguja de la lanceta era invisible a esa distancia, pero se me revolvió estómago.
Me estremecí de nuevo. El recuerdo era todavía demasiado fresco.
Edward, en cambio, ya se estaba riendo. A pesar de que sus dedos dibujaban figuras en mi cintura tratando consolarme. Yo estaba muy agradecida por ello.
Los otros permanecieron en silencio, esperando con impaciencia lo que iba a suceder.
—Voy a pasar con un cuentagotas con suero para preparar vuestras tarjetas, de modo que, por favor, no empecéis hasta que pase yo... —comenzó de nuevo por la mesa de Mike, depositando con esmero una gota de agua en cada una de las cuatro esquinas—. Luego, con cuidado, quiero que os pinchéis un dedo con la lanceta.
Tomó la mano de Mike y le punzó la yema del dedo corazón con la punta de la lanceta. Oh, no. Un sudor viscoso me cubrió la frente.
- ¿Qué? - Preguntó Emmett con un brillo en sus ojos. - ¿Es realmente lo que creo? - Se rió entre dientes.
—Depositad una gotita de sangre en cada una de las puntas —hizo una demostración. Apretó el dedo de Mike hasta que fluyó la sangre. Tragué de forma convulsiva, el estómago se revolvió aún más.
- Santa mierda. - Gritó Emmett.
- ! Emmett! el vocabulario. – Le advirtió Esme, pero él estaba demasiado excitado.
- ¿Le tienes miedo a la sangre? - Preguntó Jasper.
Negué con la cabeza, confundiéndolo aún más.
— Entonces las aplicáis a la tarjeta del test —concluyó.
Sostuvo en alto la goteante tarjeta roja delante de nosotros para que la viéramos. Cerré los ojos, intenté oír por encima del pitido de mis oídos.
- ¿Te pone débil? - Preguntó Carlisle.
- Casi. Fue realmente horrible. - Le dije.
—El próximo fin de semana, la Cruz Roja se detiene en Port Angeles para recoger donaciones de sangre, por lo que he pensado que todos vosotros deberíais conocer vuestro grupo sanguíneo —parecía orgulloso de sí mismo—. Los menores de dieciocho años vais a necesitar un permiso de vuestros padres... Hay hojas de autorización encima de mi mesa.
Siguió cruzando la clase con el cuentagotas. Descansé la mejilla contra la fría y oscura superficie de la mesa, intentando mantenerme consciente. Todo lo que oía a mí alrededor eran chillidos, quejas y risitas cuando se ensartaban los dedos con la lanceta. Inspiré y expiré de forma acompasada por la boca.
- Oh, cariño. - Suspiró Esme con preocupación.
—Bella, ¿te encuentras bien? —preguntó el señor Banner. Su voz sonaba muy cerca de mi cabeza. Parecía alarmado.
—Ya sé cuál es mi grupo sanguíneo, señor Banner —dije con voz débil. No me atrevía a levantar la cabeza.
— ¿Te sientes débil?
—Sí, señor —murmuré mientras en mi fuero interno me daba de bofetadas por no haber hecho novillos cuando tuve la ocasión.
- Te lo dije. - Edward sonrió. Le puse mala cara.
—Por favor, ¿alguien puede llevar a Bella a la enfermería? —pidió en voz alta.
No tuve que alzar la vista para saber que Mike se ofrecería voluntario.
Edward gruñó.
— ¿Puedes caminar? —preguntó el señor Banner.
—Sí —susurré. Limítate a dejarme salir de aquí, pensé. Me arrastraré.
Todo el mundo se echó a reír otra vez. Pero en mi opinión, no era tan divertido.
Mike parecía ansioso cuando me rodeó la cintura con el brazo y puso mi brazo sobre su hombro. Me apoyé pesadamente sobre él mientras salía de clase.
- Tal vez debería tener una pequeña charla con ese muchacho – Murmuró Edward sombríamente.
- Edward – Le advertí y el me mostro su impresionante sonrisa. Tramposo.
Muy despacio, crucé el campus a remolque de Mike. Cuando doblamos la esquina de la cafetería y estuvimos fuera del campo de visión del edificio cuatro —en el caso de que el profesor Banner estuviera mirando—, me detuve.
— ¿Me dejas sentarme un minuto, por favor? —supliqué.
Me ayudó a sentarme al borde del paseo.
—Y, hagas lo que hagas, ocúpate de tus asuntos —le avisé.
Aún seguía muy confusa. Me tumbé sobre un costado, puse la mejilla sobre el cemento húmedo y gélido de la acera y cerré los ojos. Eso pareció ayudar un poco.
—Vaya, te has puesto verde —comentó Mike, bastante nervioso.
- Oh Jesús. ¿Podría este niño ser más estúpido? - Rosalie suspiró irritada.
— ¿Bella? —me llamó otra voz a lo lejos.
¡No! Por favor, que esa voz tan terriblemente familiar sea sólo una imaginación.
- Oh. ¿No estabas feliz de verme? Pensé que me extrañabas. - Edward puso mala cara.
- No en ese momento. Lo siento. No quería que me vieras tan débil. – Le sonreí.
- ¿Era Edward? - Preguntó Esme.
- ¿Quién más? -Rosalie rodo los ojos.
— ¿Qué le sucede? ¿Está herida?
Ahora la voz sonó más cerca, y parecía preocupada.
Yo estaba preocupado. Temí por ti. Eres tan frágil. - Murmuró en mi oído y enterró su cabeza en mi cabello.
No me lo estaba imaginando. Apreté los párpados con fuerza, me quería morir o, como mínimo, no vomitar.
Mike parecía tenso.
—Creo que se ha desmayado. No sé qué ha pasado, no ha movido ni un dedo.
—Bella —la voz de Edward sonó a mi lado. Ahora parecía aliviado—. ¿Me oyes?
—No —gemí—. Vete.
Se rió por lo bajo.
- ¿Sabes?, eso no era divertido. Me sentía horrible. - Le puse mala cara.
- Siento haberme reído de ti- Edward besó la parte superior de mi cabeza. - Pero era un poco divertido. Desde mi punto de vista. Tiene que admitirlo. - Sonrío.
—La llevaba a la enfermería —explicó Mike a la defensiva—, pero no quiso avanzar más.
—Yo me encargo de ella —dijo Edward. Intuí su sonrisa en el tono de su voz—. Puedes volver a clase.
—No —protestó Mike—. Se supone que he de hacerlo yo.
Si ese niño hubiese estado consiente de lo que eras, tendría miedo de haber sido asesinado en esa acera. – Murmuró Alice.
- Probablemente. - Edward asintió con la cabeza. – De todos modos no era más que un egoísta. No quería que yo llevara a Bella, porque el quería ser su héroe y tocarla nuevamente.
Me estremecí. Estaba agradecida por la ayuda de Mike, pero su toque ansioso muy amistoso me había hecho sentir incómoda. Era un gran amigo pero yo no quería mas nada de el.
De repente, la acera se desvaneció debajo de mi cuerpo. Abrí los ojos, sorprendida. Estaba en brazos de Edward, que me había levantado en vilo, y me llevaba con la misma facilidad que si pesara cinco kilos en lugar de cincuenta.
- Para mí, eres tan ligera como una pluma. - Murmuró Edward en mi oído.
— ¡Bájame!
Por favor, por favor, que no le vomite encima. Empezó a caminar antes de que terminara de hablar.
— ¡Eh! —gritó Mike, que ya se hallaba a diez pasos detrás de nosotros.
Edward lo ignoró.
—Tienes un aspecto espantoso —me dijo al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa.
- Edward – Se quejó Esme - Eso no fue agradable.
— ¡Déjame otra vez en la acera! —protesté.
El bamboleo de su caminar no ayudaba. Me sostenía con cuidado lejos de su cuerpo, soportando todo mi peso sólo con los brazos, sin que eso pareciera afectarle.
- Sí, levantó una camioneta frente a ti, después de todo. - Emmett se rió entre dientes.
— ¿De modo que te desmayas al ver sangre? —preguntó. Aquello parecía divertirle.
Todo el mundo se echó a reír, incluso Esme no podía ocultar su diversión. Y bueno, tuve que admitir que era un poco raro después de todo.
- Irónico. - Dijo Jasper.
No le contesté. Cerré los ojos, apreté los labios y luché contra las náuseas con todas mis fuerzas.
—Y ni siquiera era la visión de tu propia sangre —continuó disfrutando.
- Mucho – Sonrío Edward.
No sé cómo abrió la puerta mientras me llevaba en brazos, pero de repente hacía calor, por lo que supe que habíamos entrado.
—Oh, Dios mío —dijo de forma entrecortada una voz de mujer.
—Se desmayó en Biología —le explicó Edward.
Abrí los ojos. Estaba en la oficina. Edward me llevaba dando zancadas delante del mostrador frontal en dirección a la puerta de la enfermería. La señora Cope, la recepcionista de rostro rubicundo, corrió delante de él para mantener la puerta abierta. La atónita enfermera, una dulce abuelita, levantó los ojos de la novela que leía mientras Edward me llevaba en volandas dentro de la habitación y me depositaba con suavidad encima del crujiente papel que cubría el colchón de vinilo marrón del único catre. Luego se colocó contra la pared, tan lejos como lo permitía la angosta habitación, con los ojos brillantes, excitados.
- ¿Fue muy difícil para ti llevarme en brazos?, ya sabes al estar tan cerca de mi. – Le pregunto mirándolo.
- Bueno... sí. En primer lugar, el olor de tu sangre era muy fuerte. Pero por otro lado... - hizo una pausa.
- ¿Por otro lado? - Insté, ansiosa de escuchar su explicación.
- Mantenerte en mis brazos tan cerca de mí, fue increíble. - dijo sonriendo. Me sonrojé.
—Ha sufrido un leve desmayo —tranquilizó a la sobresaltada enfermera—. En Biología están haciendo la prueba del Rh.
La enfermera asintió sabiamente.
—Siempre le ocurre a alguien.
- Y, por supuesto, ahora tenía que ser nuestra Bella. - Bromeó Emmett.
Sin embargo, sus bromas no me molestaban este momento. Una de sus palabras me llamó la atención, "nuestra Bella". Abrí la boca y mi corazón empezó a correr en mi pecho. Edward puso su barbilla en mi hombro, sus labios rozaron suavemente mi cuello.
- Yo te amo, Lo sabes. Y tú eres mi amor, así que eres parte de la familia. - murmuró en voz baja.
Yo no sabía qué decir, así que continúe la lectura.
Edward se rió con disimulo.
—Quédate tendida un minutito, cielo. Se pasará.
—Lo sé —dije con un suspiro. Las náuseas ya empezaban a remitir.
— ¿Te sucede muy a menudo? —preguntó ella.
—A veces —admití. Edward tosió para ocultar otra carcajada.
Edward sonrió, frotando mi espalda lentamente con ternura, aún tratando de consolarme.
—Puedes regresar a clase —le dijo la enfermera.
—Se supone que me tengo que quedar con ella —le contestó con aquel tono suyo tan autoritario que la enfermera, aunque frunció los labios, no discutió más.
- Ella estaba celosa. - Edward hizo una mueca.
- ¿Celosa? - Le pregunté confundida.
-Sí, de ti.
- ¿De mí? - Levanté las cejas.
- Bueno, realmente no quieres saber los detalles, pero vamos a decir, que tenía algunos malos pensamientos acerca de mí. - Se estremeció.
- Pero ella es...
- ... Podría ser mi abuela, bueno, no técnicamente, pero aún así. - dijo.
Lo miré horrorizada por un largo rato. Esme hizo una mueca, mientras que Emmett encontraba todo esto muy divertido. Algo andaba mal con él.
—Voy a traerte un poco de hielo para la frente, cariño —me dijo, y luego salió bulliciosamente de la habitación.
¿Para qué? Ella tiene su propia bolsa de hielo en su novio. - Emmett se echó a reír.
- Él no era mi novio entonces. - Le dije.
- Él siempre ha sido tu novio, ustedes dos simplemente no lo sabían. - Se encogió de hombros sonriendo.
—Tenías razón —me quejé, dejando que mis ojos se cerraran.
—Suelo tenerla, ¿sobre qué tema en particular en esta ocasión?
A veces hermano eres realmente un dolor en el culo. – Murmuró Emmett.
- Así como tú. - Edward le mando una sonrisa burlona y luego me besó en la mejilla.
Su mano aún frotaba mi espalda suavemente. Era una sensación increíble.
—Hacer novillos es saludable.
Respiré de forma acompasada.
—Ahí fuera hubo un momento en que me asustaste —admitió después de hacer una pausa. La voz sonaba como si confesara una humillante debilidad—.
- No he tenido miedo en décadas. Pero entonces... – Susurró Edward.
- Está bien. No paso nada malo. Yo estaba... yo. - Me sonrojé.
Entonces apreté un rápido beso en su mandíbula. Él se rió entre dientes.
Creí que Newton arrastraba tu cadáver para enterrarlo en los bosques.
—Ja, ja.
Continué con los ojos cerrados, pero cada vez me encontraba más entonada.
—Lo cierto es que he visto cadáveres con mejor aspecto. Me preocupaba que tuviera que vengar tu asesinato.
—Pobre Mike. Apuesto a que se ha enfadado.
—Me aborrece por completo —dijo Edward jovialmente.
- Él va a morir de celos, estoy seguro de ello. - Dijo Edward. Edward en el mismo tono jovial.
—No lo puedes saber —disentí, pero de repente me pregunté si a lo mejor sí que podía.
- Él siempre lo sabe todo. O al menos es lo que él piensa. Acostúmbrate a eso.- Emmett se rió entre dientes de manera sombría.
- Siempre le dijiste demasiado. No cabe duda de porque ella descubrió nuestro secreto. - Carlisle sacudió la cabeza sonriendo.
- No es culpa mía. Es simplemente irresistible. No me podía controlar cuando estaba a su alrededor. Las palabras salían de mi boca sin ningún tipo de control. - Edward se encogió de hombros.
-Sí. Creo que lo hiciste a propósito. Quiero decir en el interior querías que lo supiera, que conociera tu verdadero yo. Querías conocerla por completo y que ella te conociera de la misma manera a ti – Dijo Carlisle.
- Puede que tengas razón. - Edward asintió con la cabeza.
—Vi su rostro... Te lo aseguro.
— ¿Cómo es que me viste? Creí que te habías ido.
Ya me encontraba prácticamente recuperada. Las náuseas se hubieran pasado con mayor rapidez de haber comido algo durante el almuerzo, aunque, por otra parte, tal vez era afortunada por haber tenido el estómago vacío.
- Hubiera sido tan divertido si lo vomitabas - Emmett hizo un mohín.
Rodé los ojos, mientras que Edward gruñía.
—Estaba en mi coche escuchando un CD.
Aquella respuesta tan sencilla me sorprendió.
¿Nada del otro mundo ni sobrenatural? Qué aburrido. - Emmett suspiró dramáticamente.
- Yo puedo ser normal. A veces.- Edward se encogió de hombros mostrándome su hermosa sonrisa torcida.
Oí la puerta y abrí los ojos para ver a la enfermera con una compresa fría en la mano.
—Aquí tienes, cariño —la colocó sobre mi frente y añadió—: Tienes mejor aspecto.
—Creo que ya estoy bien —dije mientras me incorporaba lentamente.
Me pitaban un poco los oídos, pero no tenía mareos. Las paredes de color menta no daban vueltas.
Pude ver que me iba a obligar a acostarme de nuevo, pero en ese preciso momento la puerta se abrió y la señora Cope se golpeó la cabeza contra la misma.
—Ahí viene otro —avisó.
Me bajé de un salto para dejar libre el camastro para el siguiente inválido. Devolví la compresa a la enfermera.
—Tome, ya no la necesito.
Entonces, Mike cruzó la puerta tambaleándose. Ahora sostenía a Lee Stephens, otro chico de nuestra clase de Biología, que tenía el rostro amarillento. Edward y yo retrocedimos hacia la pared para hacerles sitio.
—Oh, no —murmuró Edward—. Vamonos fuera de aquí, Bella.
- ¿Sangre? - Preguntó Carlisle.
Edward asintió con la cabeza.
- Y Mike Newton con sus pensamientos vulgares. - añadió.
Aturdida, le busqué con la mirada.
—Confía en mí... Vamos.
Di media vuelta y me aferré a la puerta antes de que se cerrara para salir disparada de la enfermería. Sentí que Edward me seguía.
—Por una vez me has hecho caso.
Estaba sorprendido.
—Olí la sangre —le dije, arrugando la nariz. Lee no se ha puesto malo por ver la sangre de otros, como yo.
¿Qué? - todos los Cullen preguntaron al unísono, a excepción de Edward, por supuesto. Él ya lo sabía.
- ¿Hablas en serio? - Preguntó Carlisle emocionado.
Asentí con la cabeza.
—La gente no puede oler la sangre —me contradijo.
—Bueno, yo sí. Eso es lo que me pone mala. Huele a óxido... y a sal.
Se me quedó mirando con una expresión insondable.
Realmente puedes olerla, ¿verdad? - Carlisle le susurró con temor.
- Y hace que se enferme. Impresionante. - Emmett se echó a reír.
— ¿Qué? —le pregunté.
—No es nada.
Entonces, Mike cruzó la puerta, sus ojos iban de Edward a mí. La mirada que le dedicó a Edward me confirmó lo que éste me había dicho, que Mike lo aborrecía. Volvió a mirarme con gesto malhumorado.
No me gusta ese chico. - Esme hizo un mohín.
- A ninguno de nosotros -Alice se encogió de hombros.
—Tienes mejor aspecto —me acusó.
—Ocúpate de tus asuntos —volví a avisarle.
—Ya no sangra nadie más —murmuró—. ¿Vas a volver a clase?
- ¿Estaba bromeando? Creo seriamente que ese niño esta discapacitado - Jasper sacudió la cabeza.
Edward se rió entre dientes. - Él no quería que Bella estuviese conmigo - se encogió de hombros.
— ¿Bromeas? Tendría que dar media vuelta y volver aquí.
—Sí, supongo que sí. ¿Vas a venir este fin de semana a la playa?
Mientras hablaba, lanzó otra mirada fugaz hacia Edward, que se apoyaba con gesto ausente contra el desordenado mostrador, inmóvil como una estatua.
Traté de bloquear su pensamientos. Eran realmente desesperante. – Murmuró Edward.
- ¿Qué estaba pensando? - Le pregunté.
- Pensaba que yo era rico, caliente y perfecto, demasiado perfecto en realidad, por lo que mi papá seguramente experimentó cirugía plástica en todos nosotros. - Le sonrió a Carlisle, que movió la cabeza sonriendo. - Pensaba que daba miedo, que era un bicho raro, y él no entendia lo que habías visto en mí. - negó con la cabeza. - Ah, y estaba pensando que a veces cuando lo miro pienso en matarlo, lo que hago, en realidad. A veces. - Él se rió entre dientes.
-Pensamientos interesantes. - Emmett y Jasper se rieron. - ¿Estabas celoso, hermano querido?.
- Como loco. - Edward suspiró.
Yo no pude contener mi risa.
Intenté que pareciera lo más amigable posible:
—Claro. Te dije que iría.
—Nos reuniremos en la tienda de mi padre a las diez.
Su mirada se posó en Edward otra vez, preguntándose si no estaría dando demasiada información. Su lenguaje corporal evidenciaba que no era una invitación abierta.
—Allí estaré —prometí.
—Entonces, te veré en clase de gimnasia —dijo, dirigiéndose con inseguridad hacia la puerta.
—Hasta la vista —repliqué.
Me miró una vez más con la contrariedad escrita en su rostro redondeado y se encorvó mientras cruzaba lentamente la puerta. Me invadió una oleada de compasión. Sopesé el hecho de ver su rostro desencantado otra vez en clase de Educación física.
- Eres demasiado buena. - Susurró Edward.
– Es por eso que te encanto. - Le sonreí.
Se echó a reír. -Sí. Por supuesto. Es una de las muchas razones.
—Gimnasia —gemí.
—Puedo hacerme cargo de eso —no me había percatado de que Edward se había acercado, pero me habló al oído—. Ve a sentarte e intenta parecer paliducha —murmuró.
Esto no suponía un gran cambio. Siempre estaba pálida, y mi reciente desmayo había dejado una ligera capa de sudor sobre mi rostro. Me senté en una de las crujientes sillas plegables acolchadas y descansé la cabeza contra la pared con los ojos cerrados. Los desmayos siempre me dejaban agotada.
Oí a Edward hablar con voz suave en el mostrador.
— ¿Señora Cope?
— ¿Sí?
No la había oído regresar a su mesa.
—Bella tiene gimnasia la próxima hora y creo que no se encuentra del todo bien. ¿Cree que podría dispensarla de asistir a esa clase? —su voz era aterciopelada. Pude imaginar lo convincentes que estaban resultando sus ojos.
- Pobre mujer. No tiene ninguna posibilidad - Esme suspiró.
—Edward —dijo la señora Cope sin dejar de ir y venir. ¿Por qué no era yo capaz de hacer lo mismo?—, ¿necesitas también que te dispense a ti?
—No. Tengo clase con la señora Goff. A ella no le importará.
—De acuerdo, no te preocupes de nada. Que te mejores, Bella —me deseó en voz alta. Asentí débilmente con la cabeza, sobreactuando un poquito.
— ¿Puedes caminar o quieres que te lleve en brazos otra vez?
De espaldas a la recepcionista, su expresión se tornó sarcástica.
- Eres una actriz horrible, amor. - Edward se rió y me besó en la frente.
—Caminaré.
Me levanté con cuidado, seguía sintiéndome bien. Mantuvo la puerta abierta para mí, con la amabilidad en los labios y la burla en los ojos. Salí hacia la fría llovizna que empezaba a caer. Agradecí que se llevara el sudor pegajoso de mi rostro. Era la primera vez que disfrutaba de la perenne humedad que emanaba del cielo.
—Gracias —le dije cuando me siguió—. Merecía la pena seguir enferma para perderse la clase de gimnasia.
—Sin duda.
Me miró directamente, con los ojos entornados bajo la lluvia.
—De modo que vas a ir... Este sábado, quiero decir.
Esperaba que él viniera, aunque parecía improbable. No me lo imaginaba poniéndose de acuerdo con el resto de los chicos del instituto para ir en coche a algún sitio. No pertenecía al mismo mundo
Interesante elección de palabras. - Carlisle sonrió.
- Tal vez lo habría hecho por ti. - Sonrió Edward. - Si hubieses estado en otro lugar, y no en La Push.
- ¿No puedes ir allí, por el tratado? - Le pregunté. Él asintió con la cabeza.
Pero la sola esperanza de que pudiera suceder me dio la primera punzada de entusiasmo que había sentido por ir a la excursión.
— ¿Adonde vais a ir exactamente? —seguía mirando al frente, inexpresivo.
—A La Push, al puerto.
Estudié su rostro, intentando leer en el mismo. Sus ojos parecieron entrecerrarse un poco más. Me lanzó una mirada con el rabillo del ojo y sonrió secamente.
—En verdad, no creo que me hayan invitado.
Suspiré.
—Acabo de invitarte.
—No avasallemos más entre los dos al pobre Mike esta semana, no sea que se vaya a romper.
Sus ojos centellearon. Disfrutaba de la idea más de lo normal.
- Buena respuesta, Hermano - Dijo Emmett.
-Sí. Estoy realmente sorprendida de que no le dijera que no podía poner los pies en la tierra de los Quileute. – Murmuró Rosalie.
—El blandengue de Mike... —murmuré, preocupada por la forma en que había dicho «entre los dos». Me gustaba más de lo conveniente.
Todo el mundo se rió de nuevo. Incluso en los labios sin defectos de Rosalie apareció una pequeña sonrisa. Me sonrojé, por supuesto.
Ahora estábamos cerca del aparcamiento. Me desvié a la izquierda, hacia el monovolumen. Algo me agarró de la cazadora y me hizo retroceder.
— ¿Adonde te crees que vas? —preguntó ofendido.
Edward me aferraba de la misma con una sola mano. Estaba perpleja.
—Me voy a casa.
— ¿Acaso no me has oído decir que te iba a dejar a salvo en casa? ¿Crees que te voy a permitir que conduzcas en tu estado?
— ¿En qué estado? ¿Y qué va a pasar con mi coche? —me quejé.
—Se lo tendré que dejar a Alice después de la escuela.
Me arrastró de la ropa hacia su coche. Todo lo que podía hacer era intentar no caerme, aunque, de todos modos, lo más probable es que me sujetara si perdía el equilibrio.
— ¡Déjame! —insistí.
Me ignoró. Anduve haciendo eses sobre las aceras empapadas hasta llegar a su Volvo. Entonces, me soltó al fin. Me tropecé contra la puerta del copiloto.
- Edward. – Me dijo Esme horrorizada. - ¿Cómo puedes tratar a una mujer asi?
- Lo siento. Yo no quería que ella me dejara - hizo un mohín. - Lo siento, amor. - Me besó en los labios suavemente. "- Yo no quería ser tan grosero. Sentí que no había tenido suficiente tiempo contigo.
Le sonreí y le acaricié su rostro de mármol. - Estás perdonado. - Le di un beso.
— ¡Eres tan insistente!—refunfuñé.
—Está abierto —se limitó a responder. Entró en el coche por el lado del conductor.
—Soy perfectamente capaz de conducir hasta casa.
- Pero yo no era capaz de dejarte ir. – Murmuró Edward.
Mi corazón latía en mi pecho con tanta fuerza. Fue muy embarazoso, sabiendo que todo el mundo podía escucharlo en la sala.
Permanecí junto al Volvo echando chispas. Ahora llovía con más fuerza y el pelo goteaba sobre mi espalda al no haberme puesto la capucha. Bajó el cristal de la ventanilla automática y se inclinó sobre el asiento del copiloto:
—Entra, Bella.
No le respondí. Estaba calculando las oportunidades que tenía de alcanzar el monovolumen antes de que él me atrapara, y tenía que admitir que no eran demasiadas.
- Sí, eso es un eufemismo. - Emmett se echó a reír.
- Pero yo no me sorprendería si en realidad hubiese tratado de hacerlo - Jasper se rió entre dientes.
Alice soltó una risita.
—Te arrastraría de vuelta aquí —me amenazó, adivinando mi plan.
Edward se rió entre dientes mientras rodaba los ojos.
Intenté mantener toda la dignidad que me fue posible al entrar en el Volvo. No tuve mucho éxito. Parecía un gato empapado y las botas crujían continuamente.
- Linda. - Emmett sonrió.
– Te veías adorable - Edward me susurró al oído. Se burlaba.
—Esto es totalmente innecesario —dije secamente.
No me respondió. Manipuló los mandos, subió la calefacción y bajó la música. Cuando salió del aparcamiento, me preparaba para castigarle con mi silencio —poniendo un mohín de total enfado—, pero entonces reconocí la música que sonaba y la curiosidad prevaleció sobre la intención.
- ¡Caramba! Bella enojada es tan divertida - Emmett hizo un mohín.
Yo no podía dejar de reír. Era como un niño pequeño.
— ¿Claro de luna?—pregunté sorprendida.
— ¿Conoces a Debussy? —él también parecía estar sorprendido.
—No mucho —admití—. Mi madre pone mucha música clásica en casa, pero sólo conozco a mis favoritos.
—También es uno de mis favoritos.
Nos miramos el uno al otro y sonreímos.
Siguió mirando al frente, a través de la lluvia, sumido en sus pensamientos.
Escuché la música mientras me relajaba contra la suave tapicería de cuero gris. Era imposible no reaccionar ante la conocida y relajante melodía. La lluvia emborronaba todo el paisaje más allá de la ventanilla hasta convertirlo en una mancha de tonalidades grises y verdes. Comencé a darme cuenta de lo rápido que íbamos, pero, no obstante, el coche se movía con tal firmeza y estabilidad que no notaba la velocidad, salvo por lo deprisa que dejábamos atrás el pueblo.
— ¿Cómo es tu madre? —me preguntó de repente.
Lo miré de refilón, con curiosidad.
—Se parece mucho a mí, pero es más guapa —respondí.
Edward soltó un bufido.
Alzó las cejas—; he heredado muchos rasgos de Charlie. Es más sociable y atrevida que yo.
- ¿Más atrevida? ¿Puede ser posible? Estas sentada en una habitación, a solas con siete vampiros. - Emmett preguntó con incredulidad.
- Estás sentada en el regazo de un vampiro, en sus brazos sin ningún atisbo de miedo. - Agrego Jasper.
Me encogí de hombros ruborizada.
También es irresponsable y un poco excéntrica, y una cocinera impredecible. Es mi mejor amiga —me callé. Hablar de ella me había deprimido.
- Oh, cariño. ¿De verdad la extrañas, no? - Esme llegó a acariciarme la mano con suavidad.
- Sí. Mucho. - Le dije en voz baja. Su cuidado maternal era realmente conmovedor.
—Bella, ¿cuántos años tienes?
Por alguna razón que no conseguía comprender, la voz de Edward contenía un tono de frustración. Detuvo el coche y entonces comprendí que habíamos llegado ya a la casa de Charlie. Llovía con tanta fuerza que apenas conseguía ver la vivienda. Parecía que el coche estuviera en el lecho de un río.
—Diecisiete —respondí un poco confusa.
—No los aparentas —dijo con un tono de reproche que me hizo reír.
- Sí, realmente no pareces de diecisiete años. Parece mucho más vieja, más madura. - Dijo Carlisle.
— ¿Qué pasa? —inquirió, curioso de nuevo.
—Mi madre siempre dice que nací con treinta y cinco años y que cada año me vuelvo más madura —me reí y luego suspiré—. En fin, una de las dos debía ser adulta
- Es muy triste.- Suspiró Esme.
—me callé durante un segundo—. Tampoco tú te pareces mucho a un adolescente de instituto.
- Es sólo un poco mayor - Alice soltó una risita.
Torció el gesto y cambió de tema.
—En ese caso, ¿por qué se casó tu madre con Phil?
Me sorprendió que recordara el nombre. Sólo lo había mencionado una vez hacía dos meses. Necesité unos momentos para responder.
Pero yo soy un vampiro, no puedo olvidar nada de lo que dijiste. - Edward sonrió.
—Mi madre tiene... un espíritu muy joven para su edad. Creo que Phil hace que se sienta aún más joven. En cualquier caso, ella está loca por él —sacudí la cabeza. Aquella atracción suponía un misterio para mí.
— ¿Lo apruebas?
— ¿Importa? —le repliqué—. Quiero que sea feliz, y Phil es lo que ella quiere.
- Eso es muy amable de tu parte. - Esme sonrió y miró a Carlisle.
—Eso es muy generoso por tu parte... Me pregunto... —murmuró, reflexivo.
— ¿El qué?
— ¿Tendría ella esa misma cortesía contigo, sin importarle tu elección?
De repente, prestaba una gran atención. Nuestras miradas se encontraron.
- ¿Te refieres a si le permitiría a su única hija salir con un viejo vampiro tenebroso? – Emmett se burlaba con una sonrisa de oreja a oreja.
- A ella le gustarías – Me giré y mire a Edward, haciendo caso omiso de las burlas de su hermano.
- ¿Está segura? – preguntó.
- Absolutamente. – sonreí.
- ¿Tiene previsto reunirte con su madre? - Preguntó Rosalie sorprendida y un poco irritada. Me puse rígida. ¿Acaso quería conocer a mi madre?
- Bella es mi novia, por supuesto que quiero conocer a su madre. Y a su padre también. - Respondió con seguridad. Mi corazón empezó a correr de nuevo y él se rió entre dientes, dándome un suave beso en la mejilla.
—E—eso c—creo —tartamudeé—, pero, después de todo, ella es la madre. Es un poquito diferente.
—Entonces, nadie que asuste demasiado —se burló.
Le respondí con una gran sonrisa.
— ¿A qué te refieres con que asuste demasiado? ¿Múltiples piercings en el rostro y grandes tatuajes?
Emmett estaba histérico de risa nuevamente.
—Supongo que ésa es una posible definición.
— ¿Cuál es la tuya?
Pero ignoró mi pregunta y respondió con otra.
— ¿Crees que puedo asustar?
Enarcó una ceja. El tenue rastro de una sonrisa iluminó su rostro.
—Eh... Creo que puedes hacerlo si te lo propones.
- Sus intuiciones e instintos son realmente fascinantes. – Dijo asombrado Carlisle.
— ¿Te doy miedo ahora?
La sonrisa desapareció del rostro de Edward y su rostro divino se puso repentinamente serio, pero yo respondí rápidamente—
—No.
La sonrisa reapareció.
- ¿Pensaste que estaba mintiendo? - Le pregunté.
- No pensé que estaba mintiendo, pero pensé que no me decías toda la verdad. – Sonrío Edward.
—Bueno, ¿vas a contarme algo de tu familia? —pregunté para distraerle—. Debe de ser una historia mucho más interesante que la mía.
- Mucho más. - Sonrío Emmett.
Se puso en guardia de inmediato.
— ¿Qué es lo que quieres saber?
— ¿Te adoptaron los Cullen? —pregunté para comprobar el hecho.
—Sí.
Vacilé unos momentos. — ¿Qué les ocurrió a tu padres?
—Murieron hace muchos años —contestó con toda naturalidad.
—Lo siento —murmuré.
—En realidad, los recuerdo de forma confusa. Carlisle y Esme llevan siendo mis padres desde hace mucho tiempo.
—Y tú los quieres —no era una pregunta. Resultaba obvio por el modo en que hablaba de ellos.
—Sí —sonrió—. No puedo concebir a dos personas mejores que ellos.
-Oh, cariño. Muchas gracias. Nosotros también te queremos. – Esme se apresuro y llego a nuestro lado para abrazarlo. Fue un poco incomodo conmigo sentada en su regazo. Por último Carlisle tiro suavemente de ella sonriendo. Parecía demasiado conmovido.
Edward parecía un poco nervioso y hundió la cara en mi pelo. Pero sentí que sonreía.
—Eres muy afortunado.
—Sé que lo soy.
— ¿Y tu hermano y tu hermana? Lanzó una mirada al reloj del salpicadero.
—A propósito, mi hermano, mi hermana, así como Jasper y Rosalie se van a disgustar bastante si tienen que esperarme bajo la lluvia.
- ¿Te hice sentir incómodo? –Le pregunté.
-No, yo no quería entrar en detalles, por que no quería mentirte. – Me explicó.
—Oh, lo siento. Supongo que debes irte.
Yo no quería salir del coche.
- Yo no quería eso tampoco. No quería que nuestro terminara - Murmuró Edward en mi oído.
—Y tú probablemente quieres recuperar el coche antes de que el jefe de policía Swan vuelva a casa para no tener que contarle el incidente de Biología.
Me sonrió.
—Estoy segura de que ya se ha enterado. En Forks no existen los secretos —suspiré.
Rompió a reír.
Todo el mundo se echó a reír. Bueno, definitivamente había un secreto, un secreto muy grande en el pequeño pueblo de Forks. Probablemente el único secreto aquí. Pero no lo era para mí.
—Diviértete en la playa... Que tengáis buen tiempo para tomar el sol —me deseó mientras miraba las cortinas de lluvia.
— ¿No te voy a ver mañana?
—No. Emmett y yo vamos a adelantar el fin de semana.
— ¿Qué es lo que vais a hacer?
Una amiga puede preguntar ese tipo de cosas, ¿no? Esperaba que mi voz no dejara traslucir el desencanto.
- Un amigo ... Sin duda.- Alice sonrió rebotando en su asiento.
—Nos vamos de excursión al bosque de Goat Rocks, al sur del monte Rainier.
—Ah, vaya, diviértete —intenté simular entusiasmo, aunque dudo que lo lograse. Una sonrisa curvó las comisuras de sus labios. Se giró para mirarme de frente, empleando todo el poder de sus ardientes ojos dorados.
- Tuve el placer de escuchar la decepción en tú voz. Estar contigo era todo lo que quería. – Suspiró Edward.
— ¿Querrías hacer algo por mí este fin de semana?
Asentí desvalida.
—No te ofendas, pero pareces ser una de esas personas que atraen los accidentes como un imán. Así que..., intenta no caerte al océano, dejar que te atropellen, ni nada por el estilo... ¿De acuerdo?
Esbozó una sonrisa malévola.
Todo el mundo se rió de nuevo y me ruboricé.
- Era difícil decir adiós. Incluso si se trataba de un adiós temporal. Eres tan suave y vulnerable, no quería dejarte salir de mi vista. Pero tenía miedo de quedarme contigo. - Dijo Edward. Hubo un atisbo de culpabilidad en su voz angelical.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho rápido y duro. Sus palabras me hicieron derretir. Yo no quería romper su ya de por si increíble autocontrol, pero no podía dejar de presionar para estar más cerca de él.
Mi desvalimiento desapareció mientras hablaba. Le miré fijamente.
—Veré qué puedo hacer —contesté bruscamente, mientras salía del volvo bajo la lluvia de un salto. Cerré la puerta de un portazo. Edward aún seguía sonriendo cuando se alejó al volante de su coche.
Este es el final del capítulo. – Dije.
- Fue muy interesante. - Carlisle se rió entre dientes.
-Sí. Nunca hemos visto a nuestro Edward coquetear con una chica antes. Fue muy divertido. - Emmett se rió con tanta fuerza, que sostenía su estómago.
Edward le gruñó.
- Está bien. Basta, muchachos. - Dijo Alice, levantándose y poniendo sus manos sobre sus caderas. Era pequeña, pero parecía aterradora. - No puedo esperar para saber lo que va a pasar. Voy a leer el próximo capítulo.
Ella danzó graciosamente hacia mí y tomó el libro de las manos de Edward con entusiasmo. Al siguiente momento estaba sentada junto a Jasper. Entonces empezó a leer.