La comida se le estaba enfriando...
La comida se le estaba enfriando y eso era imperdonable para él. ¿Por qué cojones tenía que decidir ahora ese idiota que no, ahora voy a dormir y se acabó? Con los puños apretados y la mirada enfurecida salió de la cocina dispuesto a ir a buscarle. De ninguna manera permitiría que aquel delicioso manjar que había preparado con tanta ilusión se echara a perder.
Tocó tres veces a la puerta con fuerza y estando totalmente seguro de que le habría oído se adentró sin más dilación en el cuarto de los hombres. Lo que no esperaba era encontrarse con semejante escena: Franky y Zoro cara a cara, manos entrelazadas, mejillas sonrojadas, el aliento entrecortado...
—¿Q-q-q-qué...? —no le costó demasiado entender que estaban haciendo eso. Sí, ESO. Y a plena luz del día, sin importarles echar el pestillo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero y con las orejas echando humo como un volcán a punto de entrar en erupción salió pegando un portazo—. ¡¿Qué coño tiene ese estúpido cíborg pervertido que no tenga yo? —gritó al viento mientras corría dramáticamente, mordiendo su corbata con desesperación y ansias.
—Uhm, ¿ese de ahora no era el cocinero? —preguntó el espadachín, girándose para ver la puerta cerrada.
—Sí, eso me temo. Buff, de verdad, no tenía ni idea que el alcohol me pusiera tan violento —señaló el compartimento abierto de su estómago, mostrando tres botellas de licor ya vacías—. ¿Probamos otra vez?
FIN