• Fandom: Axis Powers Hetalia.
• Titulo: De crisis nerviosas y el maestro del maestro.
• Claim: Italia (Norte & Sur), EUA, Canadá, Corea del Sur.
• Resumen: Ni Alfred ni Matthew creían poder sobrevivir a más semanas así, por desgracia para ellos, el estrés sería parte de su vida todo el semestre. Y si tan solo Im Yong So hiciera algo...
• Advertencias: Algún que otro insulto por parte de Lovino 8D
• Notas: Pueden ver fotos del circuito si acceden a la entrada de mi LJ para historias, lo tengo en mi perfil, y es que FF net no acepta estas cosas. ¿La historia tras la historia? Una amiga y yo nos quedamos hasta las seis terminando esa cosa, y sí, sólo teniamos que cambiar unos cables, cosa que no hicimos por no seguir el instinto. Fin de la historia, fue estresante xD... lo que sí, al terminar, estabamos todas locas (la adrenalina post-estrés).
• Disclamer: Hetalia pertenece a Himaruya, el resto a mí 3.
• Dedicatoria: A mi manitu Scath, porque sabe todo lo que tardé en escribir esto y sabe por qué. Y también, porque sin ella el estrés y las prácticas no serían lo mismo, ¿verdad? 8D
Llegaron tarde a la escuela, supuestamente los llevaría su padre, pero éste se había entretenido instalando una de las impresoras y los había llevado a la hora justa, la profesora de matemáticas apenas los había dejado entrar.
—¡No está! —chilló Matt, con su voz poco audible pareció más bien que hablaba y no gritaba—. ¿Dónde está Im Yoong So? —Alfred negó con la cabeza, incapaz de responder aquello.
Den, el profesor de Circuitos de Control, les había encargado una práctica "sencilla" (según él) para el martes, porque el viernes tendrían una kermés, pero ésta había sido cancelada y la práctica iba a revisarse ese día. Matthew y Alfred habían estado armando la práctica el día anterior, pero no habían logrado hacerlo funcionar, y como no podían quedarse más tarde, Im Yoong So, su compañero de equipo, les dijo que se quedaría él y lo haría. Pero ahora no lo veían por ningún lado.
—Seguramente, como siempre, estará en taller —respondió el holandés, calmando el repentino ataque de estrés de los gemelos.
El equipo de ellos se conformaba por Lovino, Feliciano, Im Yoong So, Alfred y Matthew, el holandés y Ludwig estaban haciendo equipo, ya que el profesor había querido equipos de cuatro y no lo habían convencido de armar uno de siete. «Equipos de números exactos» había dicho.
Alfred iba a decirles algo, tratando de sonar igual de alegre que siempre, pero la profesora los mandó a callar, diciéndoles que si no entregaban el trabajo serían puntos menos, aunque realmente a nadie le importaba (pues a ninguno de ellos les importaba Estadística desde que habían cambiado al profesor Roma para poner a una profesora que no sabía nada de la materia).
Apenas la profesora se volteó, ellos la ignoraron con saña y siguieron en la especialidad. En realidad, si se tomaba una mirada cuidadosa del salón, se podía apreciar perfectamente que todos se encontraban haciendo la práctica del "Rey Nórdico" como habían apodado a Den, por su ascendencia danesa y por ser el profesor que le habían enseñado "todo" a Kirkland. Cómo había dicho muy graciosamente Lovino, en una de sus diatribas sisañosas «El alumno, aunque brillante, no supera al maestro. Y el maestro del maestro, es Dios». Claramente no lo dijo en la cara de Kirkland.
Eso quedaba confirmado cuando Den, en la primer sesión, les dijo muy alegremente: «¡Ah, el grupo de Artie! Espero que sean muy buenos, que deben de, ya que Artie les ha dado clases y él ha sido mi mejor alumno en todos los años que llevo enseñando. Sí, una mente brillante, mucho talento… aunque bastante rebelde».
Pero había dos diferencias muy notables. Kirkland les daba más herramientas de apoyo, pues les daba notas y dictados, los hacía tratar de hacerlos solos, investigar y de lo que él dictaba ellos debían sacar las conclusiones de lo que iban a hacer en las practicas, o de que funciones tendrían sus circuitos. Den, por otra parte, no les daba nada de eso, aunque sus explicaciones podían abarcar de una a dos horas. La segunda diferencia y la más notable (entre todas) era la actitud: Mientras Kirkland era un "HP" como le decían cariñosamente, Den era mucho más amigable y amable, incluso accesible, ya que si se acercaban a preguntarle si lo estaban haciendo bien, o cómo iba una conexión, Den les explicaba y ayudaba (pero sin hacerlo por ellos), Kirkland les diría que "no fueran hasta que saliera el proyecto".
Al final, ninguno sabía a quién prefería, lo que sí notaban es que Kirkland pasaba muy seguido por su salón. Apenas era la primera hora y ya lo habían visto rondar dos veces, por lo menos. No sabían si era porque no quería que hicieran tonterías, o los de tercer semestre lo estresaban, y es que ellos estaban tan ocupados que no tenían ni si quiera tiempo de preguntar a los terceros si Kirkland los hacía llorar, o preguntarle indirectamente a éste si los "nuevos" tenían madera o no.
El estrés regía la semana, y Kirkland en un extraño acto piadoso (presentían con Den les había hecho el paro) había corrido el examen de inglés hasta el lunes.
Cuando la hora de Estadística terminó, todos guardaron los materiales de "El Rey Nórdico" en sus mochilas y se apresuraron a correr hacia el taller, esperando obtener los mejores materiales antes que los demás. Alfred iba a la cabeza de su equipo, corriendo desde su lejano salón hasta el taller, gritando "¡Quítense del camino, un héroe pasando!" mientras se llevaba de por medio a varios niños de primero, que eran empujados y golpeados por el resto del salón que iba a la siga. Antonio, que estaba rondando por ahí los vio y rió, saludando a los hermanos Vargas.
—¡Buena suerte en la práctica, Lovi, Feli! —les gritó, ignorando concienzudamente las quejas de una pareja de niños de primero, que habían sido empujados por el italiano mayor—. ¡Tengan cuidado, no olviden comer a la hora!
Uno de los alumnos murmuró que Antonio parecía una madre preocupada, pero luego se calló y huyó al ver la mirada seria del prefecto dirigiéndose hacia él y su iPod. Y es que Antonio era el "prefecto bueno" comparado con Sadiq, pero a veces andaba en "sus días" y podía meterte en problemas.
Por ejemplo, un dato de interés aunque poco relevante, es que Antonio traía manía con Peter, el hermano pequeño de Kirkland. No había día en que Antonio no le quitara la credencial por algún motivo, no importaba si era bueno o no; Peter se había ido a quejar con Kirkland, quien tomó sus represalias con Lovino (y los problemas del chico en inglés), quitándole porcentaje de pronunciación. Al final, tuvieron que llegar a una tregua, Kirkland no le quitaba injustamente puntuación a Lovino por tartamudear al leer, y Antonio dejaba en paz a Peter.
Sí, Kirkland era un maldito, pero sabía defender muy bien, y es por eso que aunque sus asesorados lo odiaban a muerte, cuando tenían problemas con otro maestro, o prefecto no dudaban en ir a quejarse, sabiendo que tendrían una buena defensa.
Al final, encontraron a Im Yong So en el taller, pero no haciendo lo que se suponía que debía: Avanzar la práctica. En lugar de eso estaba haciendo unas figurillas de origami, bastante complejas, murmurando cada dos por tres: "A Yao-hyung" le gustarán. Alfred estaba a punto de chillarle, perdiendo su pose de hero pero Matthew se detuvo, quitándole la tablilla de madera donde se encontraban los pequeños relevadores cuadrados, Alfred al verlo se dio cuenta de algo muy poco usual: su hermano estaba, realmente, molesto.
—¿Mattie? —llamó, mirándolo con ojos de cachorro, su hermano pasó de él, concentrándose en un diagrama sobre como tenía que ir armado el circuito—. Uh, espera, ya te ayudo —le dijo después, tomando asiento cerca de su hermano, mirando lo que iba a hacer.
—No debería, en realidad, me arrepentiré de preguntar pero… ¿Se puede saber qué hiciste en toda la tarde de ayer, Im Yong So? —preguntó Matthew, mirándolo con fustración.
—Pues… esperé a que Yao-hyung saliera, y le estuve ayudando en algunas tareas que me pedía y…
Alfred le cortó el rollo con una sonrisa cortés, antes de pasar de él. Matthew lo fulminó con la mirada, como pocas veces, para en seguida comenzar a dictarle a Alfred como tenía que ir armado el proyecto que tenían que entregar al día siguiente. Feliciano, con su sonrisa de siempre, trató de fingir no darse cuenta del tenso ambiente entre los gemelos e Im Yong So; Lovino, por su parte, le enviaba miradas de reojo al coreano, completamente frustrado, antes de pelar los cables que usarían para conectar el proyecto.
Im Yong So era un buen alumno, era listo, pero algo molesto en algunas ocasiones. Decía cosas fuera de lugar, y tenía una extraña fijación con decir que todo se había hecho en Corea (cosa que desagradaba a Alfred en ocasiones), tenía una extraña relación (algo amorosa) con un alumno llamado Yao Wang (lo único que los gemelos sabían —bueno, Matthew— es que era familiar lejano de Kiku, y que iba en tercer año de universidad), que cursaba varias materias en horario vespertino, por lo que Im Yong So había agarrado la manía de esperarle, dormir poco y preocuparse más de aquel sujeto que de sus propias cosas.
A Lovino le daba igual, a Feliciano se le hacía muy romántico, Matthew no se enteraba y Alfred, por la amistad que tenía con el coreano, se sabía cada detalle de la relación (y no le disgustaba, a menos que, como en esa ocasión, el coreano volviera a dejarlos botados).
Después de tres horas con lo mismo, el proyecto aún no estaba terminado, se habían saltado el almuerzo, y tanto él como Alfred habían caído en ese estado de "mírame y no me toques", típico de ellos cuando estaban realmente concentrados (y estresados) en algo. El hambre había desaparecido de ambos rubios, aunque sus amigos italianos si habían salido a comer «No somos inmunes como ustedes, ¡no vivimos de aire y alambres!», ni Alfred ni Matthew los culpaban.
—¡Agh! ¡Cosa estúpida! —chillo Alfred, después de un buen rato. Matthew se sobresaltó y volteó a verlo, casi se había perforado un dedo con él lápiz para soldar—. Lo siento.
—No importa, ¿volvemos a armarlo? Si no prende debe haber alguna falla al conectar. Pero según esto, todo está bien… —Matthew también estaba frustrado, y la cabeza había comenzado a dolerle.
—No quiero desarmar… —gimoteó Alfred, pero era inútil, Matthew ya había comenzado a desarmarlo todo, convencido de que había algo mal.
Era casi la hora de salida (se habían volado dos clases) y aún no conseguían que hiciera la función correcta. Los focos prendían, sí, pero no en el orden que debían, y tampoco se apagaban en el orden correcto (es más, uno prácticamente no podía ser apagado). Im Yong So, después de haber pasado por inexistente durante toda la sesión con el danés, se ofreció a ayudarles con el proyecto, pero los gemelos se negaron, esa cosa debía quedar para mañana, y probablemente el coreano no lo haría por mucho que dijera que sí.
Al final, cuando ya eran las cuatro de la tarde (dos horas después de su hora de salida), los gemelos italianos y los americanos seguían en el taller, fijándose en cuál podría ser el error.
—¿Eso no debe ir al revés? —dijo Feliciano, por decir algo, señalando una de las entradas del relevador—. Quiero decir, ese debería ser el cerrado y el otro el abierto, ¿no?
Alfred y Matthew se miraron entre ellos y después a Feliciano, Lovino también lo miraba con la misma incredulidad. Un "No, Im Yong So dijo que no, y ya lo checamos" salió de la boca de los gemelos.
—Cómo si Im Yong So hiciera algo, ese imbécil diría azul o verde, sin fijarse, por andar pensando en el chino ese primo de Kiku —gruñó Lovino, en parte por defender a su hermano, en parte por sacarse la frustración de encima insultando a alguien.
—Puede… —aceptaron los rubios, pero inmediatamente agregaron—. Pero es más confiable que Feli, por desgracia.
Media hora después, sin mayores avances, los italianos tuvieron que irse, pues ya era tarde y se habían perdido la siesta y la comida (y seguramente su abuelo estaría preocupado). Tras despedirse, el estómago de Alfred comenzó a rugir, y minutos después el de Matthew, ambos se miraron con ojos cansados: No habían comido nada en todo el día, ni si quiera desayuno por culpa de su padre.
—¿Quieres intentarlo? —dijo Matthew—. Lo hemos hecho todo, armar desde cero, checar todos los cables (incluso usamos otros), revisar el diagrama y compararlo, checar que el material esté funcionando… ¿qué más podemos perder?
—¿Hacerle caso a Feliciano? —dijo Alfred, con incredulidad—. Ninguna ofensa, pero el chico no es muy brillante, Mattie… ¿quieres arriesgar todo por una intuición?
—Pues… brillante o no, es lo único que falta por intentar…
Al final, decidieron no tomar en cuenta el consejo de Feliciano, y en vez de eso volvieron a revisar los focos, para ver si no se habían fundido, checaron los cables y finalmente volvieron a conectar, pero sin desoldar los relevadores. Eso les llevo cerca de una hora, y cuando volvieron a hacerlo funcionar, seguían sin hacerlo correctamente. Alfred se alejó del proyecto con actitud mortalmente seria, iba a golpear algo.
—¡Hey, chicos! —entró el profesor danés, con una sonrisa contagiosa—. ¿Qué hacen aquí?, ¿Aún no les sale? —interrogó, mirándolos con preocupación. No era tan difícil, debía haberles salido ya. Aunque claro, siempre había algunos con más audacia que otros.
—No… en realidad…
Den se acercó a la mesa y tomo el proyecto y el diagrama, dispuesto a examinarlo, algo debía estar muy mal para que esos chicos aún no hubieran podido armarlo. Lo prendió y observó el funcionamiento erróneo, después volvió a mirar el diagrama y las conexiones y se rió, dándoles el trabajo.
—Los relevadores han sido conectados al revés. Tienen cerrados en donde deberían ir los abiertos, por eso el circuito no apaga.
Después se marchó campante, como si fuera cosa de diario decir aquello. Alfred golpeó la mesa con fuerza, frustrado totalmente, Matthew agarró el cautín (lápiz para soldar) y se puso a arreglar el problema de los relevadores en silencio, aunque interiormente estaba furioso, indignado y hambriento.
¡Pudieron haberse ido temprano! Ah, pero no, habían escuchado a Im Yong So, entonces recordaron las sabias palabras de Kirkland: "Las estupideces más grandes pasan por confiar en gente distraída, por eso no les confió cosas importantes a ustedes."
—Al parecer Feli tenía razón —dijo Matthew, cuando estaban terminando de armar por última vez el circuito—. La próxima vez, si todo falla, le haré caso a lo que diga —Alfred asintió en mutuo acuerdo, sentía que las sienes le palpitaban horriblemente.
Lo volvieron a prender, cruzando los dedos y rezando por un milagro. Tras varios segundos de expectativa miraron el circuito, y sintieron que podían llorar de felicidad: Funcionaba.
Llegaron a las 7:30 p.m. casi las 8:30 p.m. a su casa. Iban hambrientos, cansados, estresados y con dolor de cabeza, y aún tenían que hacer el reporte de práctica, pero al menos lo importante estaba hecho. Su madre ya los esperaba, algo molesta, si bien sabía que iban a llegar tarde, no pensó que sería tanto, se habían pasado casi todo el día en la escuela, pero se contuvo de reñirlos al ver cómo iban.
Matthew y Alfred habían saludado muy escuetamente, no preguntaron qué había de cenar, y simplemente subieron a sus habitaciones, cuando su madre subió a avisarles que ya estaba lista la cena, los encontró dormidos, pero eso no fue lo que la preocupó y mortificó, sino el hecho de que iban tan cansados que no se habían quitado ni el uniforme ni los zapatos, así que ella fue les quito éstos últimos y los lentes, después cerró la puerta y por esa vez ignoró la llegada tarde, la falta de cortesía y que estuvieran perdiéndose la cena y oyendo música.
Al día siguiente, cuando bajaron a desayunar, ambos tenían un hambre voraz, su madre les preguntó si habían comido algo ayer, ellos simplemente rieron culpablemente antes de devorar su tercera ración de desayuno, ella los miró con una expresión molesta, antes de decirles que ello no había creado a dos hormigas obreras, y que esperaba que fuera la última vez que se quedaran tarde (y solos) haciendo el trabajo de todo el equipo.