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Ucrania estaba llorando, como de costumbre. Se encontraba sola en medio de su habitación: una pieza mal iluminada, no demasiado grande y con una cama modesta en una esquina. Seguramente habría pasado muchas noches así, mientras deseaba volverse un país fuerte e independiente, pero esta vez no lloraba por ninguno de esos motivos, y tampoco lloraba sola como lo hacía regularmente.

Él estaba con ella al otro lado de la línea telefónica.

-Tranquila, no llores, - habló Canadá buscando palabras de consuelo, - yo… hablaré con él… y…-tragó saliva tratando de sonar lo más convincente posible, en serio, es él ¿O el caño de Rusia se vio más grande de lo normal?

-Pe-pero…- gimoteó la ucraniana, mientras se encogía sobre su cama. Había tenido mucho miedo esa tarde, mucho más de lo que recordaba haber sentido en varios años. Rusia, el país que siempre la había protegido pese a que ella se empeñaba en escapar de él, el pequeño niño al que había criado como a su propio hijo, se había mostrado ante ellos como nunca antes lo había visto, y por primera vez Ucrania sintió verdadero pavor de él.

Y no por ella, sino por Canadá…

-No… no quiero que te lastime… yo… ¡No podría resistirlo!

Por supuesto que él menos, pensó el canadiense colocando una mano sobre su cabeza. Dios, en serio se supone que las cosas no debieron salir de esta forma… al estarse preguntando cómo pudo haberse Rusia enterado, todo aquello obtuvo respuesta al momento en que América llegó detrás de él completamente bofeado y…

-Supongo que es algo que no se pudo evitar. Mi hermano… no sé qué es lo que también estaba pensando. Sabía que decirle en ese momento sería mala idea.

-¡No!- exclamó la chica precipitadamente, mientras se inclinaba hacia el frente como si de verdad el canadiense pudiera verla. -N-no, no es tu culpa… Fue culpa mía… Yo… si tan sólo se lo hubiera dicho a mi hermano desde el principio, nada de esto hubiera sucedido… Si tan sólo no hubiera sido tan cobarde…- y empezó a llorar otra vez, desconsoladamente.

Uno podía estar casi seguro de que uno que otro 'boing' se escuchaban por toda la habitación en aquellos momentos.

Canadá cerró los ojos sonrojándose e intentó concentrarse, - N-no, tú no tienes la culpa de nada, si tan sólo…- se levantó de golpe decidido, tirando un par de cosas de la mesita de noche al jalar el teléfono sin querer y lo sostuvo más fuerte, - ¡No importa! Iré… iré a verte justo ahora, ¡No importa si tengo que enfrentar al Señor Rusia!

Ucrania, quien aún sollozaba contra el teléfono, abrió sus ojos y se cubrió la boca con una mano. Ah~ Canadá era tan valiente... ¿Cómo no podría amarlo de la forma en que lo hacía? Aún así se sentó sobre el borde de la cama, apoyando una mano sobre el colchón, y negó con su cabeza.

-Si vienes ahora estoy segura de que mi hermano te matará antes de que puedas decir una sola palabra… Así que por favor… por favor, prométeme que serás prudente…

El canadiense tragó nuevamente saliva, algo que había hecho varias veces en esta conversación. Sin embargo, si podía aguantar los golpes de América y del Señor Cuba, los de Rusia seguramente no serían tan peligrosos… n-no que lo esté llamando débil.

Sonrió levemente al escuchar a Ucrania terminar de hablar, - descuida, ya verás que todo irá bien.

Eso es lo que ella quisiera pensar, pero… aún así…

-Si no soy capaz de convencerte, entonces… por favor, ten mucho cuidado, mo-moya lyubov…- y se ruborizó.

Pareciera que Canadá se quedó observando la pared, aunque en realidad la mirada la tenía completamente perdida e incluso su curveado mechón rebotó por unos segundos. – L-lo tendré… -se detuvo por unos segundos y después sus labios se movieron nuevamente, - mon amour, - murmuró al final y sintió hervir sus mejillas al mismo tiempo que se relajaba.

Para cualquier alma inconforme, desolada o enfurecida, qué mejor que un helado para calmarla. América sabía, según él, cómo hacer aquello funcionar a la perfección, por lo que después del lío de Ucrania y Canadá, decidió que para apaciguar a Rusia no había mejor que cualquier helado de su preferencia para lograrlo.

Es por eso que tomando esa decisión, ahora ambos se encontraban dentro de uno de los famosos restaurantes de helados de Estados Unidos, sentados en una mesa hallada completamente invadida de vasos y platos vacios y manchados como evidencia de que no hace pocos minutos había cualquier tipo de postre en ellos.

América recogía los últimos restos de su helado del vaso, pasando la cucharita en cada esquina para después llevársela a la boca. Más ruido, seguramente, no podría hacer… Y tal vez si ahora se pusiera a lamer el fondo del recipiente Rusia se sentiría menos irritado de lo que ya estaba, porque siempre se agradecía tener algo de lo qué burlarse.

El ruso sabía bien lo que Estados Unidos pretendía habiéndolo llevado a ese lugar, y se sentía bastante culpable por no poder corresponder a sus esfuerzos. Se sentía además traicionado: que el americano lo hubiera detenido mientras intentaba ponerle fin a aquello desde la raíz no tenía perdón alguno…

Bien, lo entendía. Se trataba de su hermano a final de cuentas, y seguramente él hubiera hecho lo mismo si las cosas fueran al revés, pero… ¡Vamos! Ni Bielorrusia ni Ucrania habían intentado, ni lo harían, aprovecharse de ninguno de los hermanos del rubio.

Todo lo contrario… Cerdos capitalistas; inmundos pervertidos.

El americano terminó de prácticamente limpiar el vaso y miró disimuladamente hacia el helado intacto del otro, casi derritiéndose. Dejó la cucharita y desvió los ojos hacia otro lado mientras sacaba la punta de su lengua para limpiarse una manchita de chocolate en la esquina de sus labios. Después se rascó la cabeza, observando de nuevo el punto anterior.

-Uhm…- inició América, colocando ambas manos sobre la mesa con sus dedos moviendo sólo un poco, buscando las palabras que podría decir. – Ni si…eh…¿No te lo comerás?

La mirada que Rusia le dedicó no era nada fuera de lo normal… si eres ruso, claro está.

-¿Lo quieres?- ya se había estado esperando aquella pregunta, de todos modos, mientras observaba el modo en que su helado de nata se derretía lentamente dentro del barquillo.

Lo cierto es que no tenía nada de ganas de estar ahí, más bien rompiéndole el cuello a alguien. Incluso al americano que lo veía con ojos dudosos.

América miró el postre. – Eh… nah, - respondió, pensando que si tal vez el helado no estuviera en aquél estado y situación, no dudaría en comérselo. –Mira…-volvió a hablar, reacomodándose en la silla.

-Da?- el otro le devolvió la mirada, arqueando una sonrisa que resultó aterradoramente tranquila. Sí, claro que estaba enojado, y aunque su rostro tenía una perfecta máscara de pasividad, cualquiera que lo conociera bien sabría por dónde iban los tiros.

Las cejas de América se fruncieron y observó a Rusia con una mueca que mantenía entreabierta su boca, una expresión que se acercaba a la extrañeza, desconocimiento o atinadamente se podía descifrar que pensaba en algo como…. "raro" se dijo a si mismo, - no deberías ponerte así, - habló manteniendo la misma pose en sus facciones, ni siquiera molestándose en disimular, si es que realmente se estaba dando cuenta de lo que hacía. Tampoco pensó en lo que se supone que debería decir, estaba demasiado distraído concentrándose en su último pensamiento que la respuesta salió así nada más.

-¿A qué te refieres con "ponerme así"?- inquirió el euroasiático, a su vez, lanzándole una mirada escalofriante. Seguramente, si fuera cualquier otro, por ejemplo alguno de los bálticos, ya se habría puesto a temblar.

Aunque siendo América, la reacción obtenida pocas veces era la esperada.

-Así…- dijo Estados Unidos, reafirmando su semblante y encogiendo los hombros – No sé por qué haces tanto lío, quiero decir, estamos hablando de Canadá. Tú debes saber más o menos como es con sólo verlo, era obvio que saldría así con todas esas…eh… cosas que había hecho antes con tu he… Ucrania y además-¡Deja de verme de esa forma! ¡Es raro!

El ruso ladeó la mirada, enfocándola en los restos de helado derretido que tenía sobre la mesa.

-…cosas que ha hecho con mi hermana…- SU hermana. SUYA. Y encima América lo menciona como si fuera lo más normal del mundo… -América-kun no lo entiende… No podría entenderlo, da? No es como si… -suspiró. Daba igual tratar de explicarle cualquier cosa a ese cabeza de hamburguesa a final de cuentas.

América soltó un suspiro, al mismo tiempo que la camarera colocaba otro pedido de Banana Split frente a él "¿entender qué?" pensó alzando la cucharita y mirando con el ceño fruncido el helado. No le gustaba que le dijeran que no entendía, por supuesto que podía entender -¿Cómo si qué? – preguntó volviendo a su helado.

-Como si…- los ojos violáceos del ex soviético lo miraron. ¿Cómo podía comer en una situación así? ¿No se supone que están discutiendo? Resopló, un poco indignado. –Escucha, no creo que tenga sentido seguir con esta conversación. Después de todo tú no piensas hacer nada al respecto, y a final de cuentas es mi problema.

La cuchara se quedó en la boca del rubio y parpadeó, mirando al ruso. -¿¡'ue!- exclamó, removiéndosela, revelando además las manchitas de helado alrededor de su boca. – Por supuesto que no es solamente tu problema, a partir de que querías usar tu….tubo – o esa cosa- en Canadá, se volvió mío también. ¿Qué quería que dijera? 'Si claro… desaparécelo del mapa ¡No hay problema!'"

-Eso hubiera sido agradable, gracias.- respondió Rusia, sonriendo. Ya sabía que era demasiado esperar un 'tus problemas también son mis problemas', pero aún así, durante la fracción de segundo en que consideró dicha posibilidad, se sintió bien.

Sin embargo, el estadounidense ya no sabía que más decir, salvo tal vez algo que había pensando durante unos segundos "bien, es sólo que si tu intención es hacerle algo a Canadá, entonces…" Revolvió su Banana Split, las intenciones de querer comérselo parecían haberse desaparecido y encogió levemente sus hombros.

Por su parte, el ruso tampoco dijo más. Se quedó observando el movimiento de la mano en torno a la cuchara y después levantó sus ojos hacia el rostro del americano. Se quedó viéndolo durante unos segundos hasta que finalmente sonrió.

-No pienso lastimar a tu hermano, si es lo que te estás imaginado.- una de sus manos se levantó por encima de la mesa y apoyó el dorso de sus dedos enguantados sobre la mejilla manchada de nata del rubio. –Solamente estoy preocupado por mi hermana… Creo que es normal.

El otro le regresó la mirada y ambas mejillas adquirieron un tono rojizo al sentir su tacto. Rió soltando un ligero resoplido y sonrió ampliamente. – Lo sé,- respondió estirado su mano para entrelazarla con la del ruso, manteniéndola a la misma altura. – Pero si…

Rusia estrechó levemente sus ojos, torciendo el labio inferior un tanto avergonzado. A pesar de todo era difícil estar enfadado 'seriamente' con Estados Unidos por largo rato.

-¿Pero si…?

-Uhm… – se quedó quieto pensando y manteniendo la misma posé, - ¡Hey, espera! – soltó de pronto, enderezándose un tanto entusiasmado. - ¡Lo tengo! ¡Qué tal si… se diera una oportunidad para estar más próximo con tu hermana y así no tendrías porque estar eh… preocupándote!

Los ojos del más alto parpadearon y lo miraron con incredulidad. -¿Oportunidad? ¿Qué tipo de oportunidad? –porque lo que era él, lo único que se le ocurría era encerrar para siempre a Ucrania y no permitir que volviera a ver a Canadá nunca más.

-Sí, sí,- América hizo un movimiento de despreocupación con su mano libre entornando ligeramente los ojos, - como… ver de cerca y de una forma diferente como podrían ser las cosas en realidad entre ellos dos. Porque mientras sigas acercándote poniendo esas caras hacia ellos, sólo huirán quien sabe por cuánto tiempo. Tal vez hasta… -hizo un corte dramático – Ucrania no quiera ni hablarte.

El castaño había escuchado cada una de sus palabras con sumo interés, y ni bien Estados Unidos hubo terminado de hablar soltó una exclamación en ruso que bien pudo haber significado lo peor que lo mejor, en tanto su rostro, ya de por sí pálido, se tornaba de un color casi azulado.

-Nyet!- gimoteó, sacudiendo su cabeza repetidas veces. -¡Lo que sea, menos eso!- ya había sufrido bastante tratando de recuperar la cercanía con su querida hermana mayor como para echar a perder los pocos avances que había ido logrando con una estupidez semejante. -¿Qué es? ¿Qué es lo que se te ocurre? Lo que sea…

América apretó los labios simulando preocupación, - vaya, no lo sé realmente… estás…¿ seguro?

-¡Lo estoy! ¿Qué debería hacer ahora? N-no quiero que mi hermana…- no, ya ha sido bastante con las incontables ocasiones en que ella ha escapado de él como para añadir un motivo más a la lista.

-¡Bien! – exclamó Estados Unidos, volviendo a su habitual sonrisa y dando unas palmaditas animadas a la mesa conforme seguía hablando, - Porque estaba pensando en que podríamos... acompañarlos a cualquier lugar que vayan, no sé, como… como cita – terminó murmurando levemente, aun sonriendo.

Rusia guardó silencio, un poco turbado. Había bajado su mano también, para apoyarla sobre la mesa, a un costado de la otra, y miraba al americano con gesto pensativo. –Creo que no comprendo muy bien a lo que te refieres, da? ¿Quieres que vayamos a interrumpir una de sus citas? ¿Eso no sería…? –sería muchas cosas. Incluso ahora había opciones para escoger para que Ucrania lo odiara todavía más.

El estadounidense frunció el ceño, - ¡No, Rusia, no! No te estoy incitando a actuar más monstruo de lo que ya te viste,- suavizo sus facciones para volver a su gesto anterior, - me refería a…. acompañarlos con el debido… consentimiento de ellos….

-'Acompañamiento consentido'…- repitió el otro, con aire distante. -¿Es a lo que llamarías una cita doble?- casi sonrió. Tan típico de América, aunque no podía decir que fuera una mala idea. –¿Realmente vendrías conmigo?- bueno, eso era importante. Aunque pensándolo bien, ¿no lo más importante de todo era cómo iban a convencerlos de hacer algo así?

América sintió su rostro hervir un poco, pero supondrá que su cara no revela nada vergonzoso. – Eh… si algo así, - respondió bajito, para después aumentar su voz – Y por supuesto que iré- además, ¿quien más se supone que iría? – ¡Después de todo, soy el héroe que tiene que solucionar todos los conflictos!

Finalmente Rusia dejó que una sonrisa se estirara en sus labios. Apoyó su mentón sobre sus manos entrelazadas, y ladeó un poco la cabeza. –Me parece bien entonces. –al menos confiaba en que Ucrania se mostrara un poco más confiada si el cerdito estaba ahí. Acto seguido se puso de pie, haciendo caso omiso del helado que en ningún momento tocó, y se echó un extremo de la bufanda hacia atrás del cuello. –Vayamos ahora mismo a comunicarles lo que haremos a continuación.

-Eh? Bueno… veras….- dijo América, aun sentado y mirándolo, - estaba pensando que… sería mejor si solamente yo les informo.

-¿Tú?

Hubo una mueca de vacilación en el rostro del euroasiático, y después arrugó un poco el cejo. Era un tanto doloroso para su orgullo tener que permitirle ir a interceder por él, pero… bueno, Rusia tampoco era tonto. Sonrió pues, encogiéndose de hombros, y se volvió del todo hacia él.

-Entonces te lo encargo, por favor.

-¡Claro! ¡Confía en mi! – Bueno, aunque la verdad era un interceptor pésimo, pero cuando eran cosas del amor…. Pues también, pero está seguro de que podrá convencerlos si quieren seguir viviendo con la terrorífica presencia del ruso. – Ahora vamos, no me dejes comiendo solo otra vez, - no que le importara como lo veían, así que alzó de nuevo su mano, meneándola para llamar a la camarera.

Con una risita divertida que nada tenía que ver con su anterior estado de ánimo, Rusia se sentó otra vez. Pediría la rebanada de melón con helado que tanto se le había estado antojando y confiaría en que uno de los estúpidos planes de su compañero saliera bien por primera vez en su vida.

Sí…

Aunque en realidad todo aquello aún no le daba buena espina.