NADA DE ESTO ES MÍO

Primer Año: El tren

Caminas por el andén con tus padres, están llegando tarde, como siempre, como cada vez que vas acompañado a algún lugar con tu madre, incluso con polvos flu, en auto o con escobas voladoras, no sabes como lo hace, pero, siempre se las arregla para llegar tarde a cualquier lado al que va.

Caminas un poco apurado, cuando la ves por primera vez, una chica pelirroja rodeada de un montón de gente, la ves y es como si te hubieran dado un golpe en el medio del estómago, - de hecho al principio crees que así es. - fue una sensación demasiado difícil de explicar, la más extraña que habías sentido hasta el momento. Lo que más te sorprende – además de tu sensación. – es que tu padre saludo (a su manera) a las personas que la acompañaban.

- ¿Asustado hijo? - pregunta tu madre mientras sonríe.

- Estoy bien. - respondiste tratando de sonar calmado, tal vez era eso sentiste eso, estabas nervioso, eso era lo que había provocado esa sensación.

- Bien asustado. - dice tu padre en tono divertido.

- Papá, soy un Malfoy y nosotros no nos asustamos. - explicas con soberbia.

- Si se asustan, - replica tu madre. - sólo que... no lo demuestran.

Ríes ante el comentario, tu padre no parece muy contento, pero... intenta disimularlo.

- Sube, si no partirá sin ti... - dice. ¿Eso era posible? ¿Qué dejaran alumnos atrás?

Prefieres no averiguarlo siendo el que se queda en el andén, asíque, saludas y te subes al tren.

Te das vuelta, tu madre te saluda enérgicamente con la mano, hecho que te hace quedar bastante mal, con lo cual, le devuelves un saludo tímido y te alejas de la ventana lo más rápido posible, antes que alguien se de cuenta de que es a ti al que saluda de esa forma, no quieres empezar el Colegio siendo la burla de todos.

El tren comienza a andar y tú te pones a buscar algún compartimento vacío, lo que más deseas es poder viajar completamente solo, no eres bueno en eso de hacer sociales con la gente, y menos, con los que no conoces, nunca se te ha dado bien eso de mantener una conversación y menos… iniciarla.

Pero, pese a que buscas por todos lados, todo esta completamente lleno de gente, todos están repletos de chicos gritando y riendo.

Al darte vuelta ves a la misma pelirroja del andén, caminaba hacia ti con paso despreocupado, y... al verla, la misma sensación, hasta el momento desconocida, vuelve a embargarte, ¿Es qué sigues estando nervioso, o es algo más?.

- Hola. – dice con voz dulce. Como respuesta sólo logras mover un poco la cabeza. – El tren esta realmente lleno ¿Verdad? No pensé que iba a estar así. ¿Ya has conseguido un lugar? Puedes entrar aquí si quieres - comentó hablaba mucho más rápido de lo que tus pobres oídos acostumbrados a la calma podían descifrar, pero, por una extraña razón, comprendías exactamente todo lo que te estaba diciendo.

Asientes: - Gracias. – dices de forma amable y la sigues, cuando entra al compartimiento.

- Él es Albus. Yo soy Rose y… ¿Tu?

- Scorpius… Scorpius Malfoy.

Estas acostumbrado a que la gente te mire mal cuando dices tu apellido… pero, esos chicos no te miran con odio o con… lastima, como usualmente lo hace el resto de la gente, te miran sorprendidos, por mucho que te cueste creerlo.

- Mu… mucho gusto. – dice Rose. – Vamos, siéntate. – dice al mismo tiempo que ella se sienta al lado de Albus.

Tú te sientas frente a éste, no deja de mirarte, como si fueras algún fenómeno de circo, tratas de no mirarlo, de fijar tu vista en la ventana, pero, aún así sientes sus ojos intensamente verdes clavados en ti.

Los minutos pasan muy lentamente hasta que te animas a confrontarlo, no vas soportar todo un viaje con es imbécil mirándote como si estuviera en una exposición.

- ¿Qué? – dices altaneramente, con ese tono tan común en tu familia, ese tono que con el que has escuchado a tu padre hablarle a la gente, en contadas ocasiones, si, pero, igualmente ha quedado marcado en ti. - ¿Qué tengo? ¿Por qué me miras así? – preguntas molesto.

- Nada. – se apresura a decir Rose. – Es que…

- Porque no dejar que responda tu amiguito, es a él al que le pregunté. – no puedes evitar contestarle bruscamente, odias que la gente se entrometa en las conversaciones y ella no es la excepción por muy raro que te haga sentir cuando la miras. – Es que soy un Malfoy ¿Verdad? ¿Temes contagiarte de alguna enfermedad o algo? – continúas.

- No. Bueno… si. – responde la chica, sin duda esta acostumbrada a estar en todas las conversaciones que la rodean. – No es que te tengamos miedo o algo por el estilo es que… pues… habíamos imaginado que eras más… no sé… más…

- Malfoy. – dijo Albus. – Ya sabes, pedante, soberbio, egoísta.

- Mi padre siempre me ha…

- ¿Quién es tu padre? – preguntas bruscamente, ya no te importa lo que ella piense de ti.

- Ron… Ron Weasley. – dice la chica con voz baja. – Y el es mi primo Albus Potter.

- Con razón. Los hijos del trío dorado, era obvio que sus padres hablaran de mi familia como la peor de las pestes.

- No es cierto. – dijo Albus en respuesta. – Nuestros padres nunca nos han hablado mal de tu familia, de hecho mi padre me ha contado muchas veces como tu abuela le salvo la vida… no guarda resentimiento hacia tu familia, para nada, es que… no importa ¿Sabes? No tengo que justificarme contigo.

- Yo tampoco. – dices enojado. – Mejor me voy. No quiero ser el responsable de llevar por el mal camino a una Weasley y a un Potter. –dicho esto te levantas dispuesto a salir y deseando nunca volver a cruzarte con esos dos idiotas.

- Espera. Enserio, no te vallas, no quisimos molestarte. – dice la chica en tono dulce. – Quédate, esta todo lleno y si te vas, vas a tener que quedarte en los pasillos todo el camino. Te juro que no volveremos a hablar del asunto de nuestros apellidos, enserio. Que importan ahora los apellidos ¿Verdad?

- Si, a además a nosotros también nos miran raro cuando decimos nuestros nombres y, para ser sincero, eres el único que nos ha confrontado, créeme, es aburrido cuando todo el mundo se siente en deuda contigo, o… con tus padres. – comenta Albus mitad en broma, mitad en serio.

Ríes por lo bajo y vuelves a tu lugar.

El tiempo comienza a pasa más rápido de lo que crees cuando hablas con esos dos chicos que ahora ya no te parecen tan malos, sino, todo lo contrario, te parecen las personas más agradables e inteligentes que has conocido en ese viaje y de pronto, ya no te resulta tan complicado charlar, de hecho has comenzado a disfrutar de ello.

Lo único que esperas, ahora, es poder quedar en la misma Casa que ellos, para que de ese modo, la amistad que habían comenzado a entablar no se arruinara por las enemistades propias de dos Casas diferentes.