10.- Lights
No estaban aún donde deberían, pero aquello era parte del plan, si es que a eso se le podía llamar plan, la verdad es que se había estado dejando arrastrar por el destino.
Una brisa fresca entró por la ventana y acarició el rostro de Matt, que era quien dormía de ese lado de la cama. Sonrió un poco y se estiró enredándose entre las sábanas blancas. Sus ojos aguamarina se abrieron un poco y observó el pequeño y deprimente departamento en el que ahora vivían. Allá afuera una imponente nación asiática se extendía y rugía con la fiereza de un tigre, era una hermosa utopía futurista en la que no había pensado nunca que iba a terminar, los carros recorrían las venas de la ciudad desde horas muy tempranas y el lugar era ruidoso a todas horas.
Se quitó el flequillo de los ojos y volteó a su derecha para descubrir a un pequeño león retorciéndose en sueños a su lado. Su melena dorada se acomodaba con mucha gracia sobra la suave almohada y la luz de la mañana le daba a su piel un tono casi mágico. Sus labios carnosos de color coral estaban ligeramente entreabiertos y dejaban salir dulces suspiros provenientes de sus sueños, y el pelirrojo se preguntó como era que alguien podía verse tan bien incluso cuando babeaba dormido. Sus pies salían de las sábanas y sus dedos se estiraban delgados y pequeños hasta la orilla del colchón, dentro del departamento todo estaba tibio y cómodo, mientras fuera las personas caminaban cubiertas por grandes y pesados abrigos, el invierno estaba dando sus últimos estornudos.
Mello se removió y se estiró entre las sábanas por última vez antes de despertar y después abrió los ojos, se encontró con el pelirrojo a su lado y lo abrazó con torpeza, Matt le devolvió el abrazo y lo miró fijamente.
-Ya te lo he dicho- dijo Mello-, a veces me da miedo despertar y descubrir que te arrepentiste y decidiste regresar- una mueca extraña se apoderó de su rostro, Matt lo tomó por los hombros y lo vio directamente a los ojos por un momento.
-¿Cómo podría arrepentirme de esto?- preguntó sonriendo, Mello sonrió también y le dio un beso en los labios. Aquello era el paraíso y ahora nada podía quitárselos, soñar era lo único que quedaba.