Nota importante:
Bueno, primero, ¿qué tal?
Yo sé que soy una irresponsable que se la pasa subiendo nuevas historias sin atender las viejas, pero créanme cuando les aseguro que no las abandono, solo tardo un poquito más en actualizarlas.
Tenía unas tremendas ganas de escribir un fic bajo al concepto de 'Ley matrimonial', así que conociéndome, no he podido resistirme. Sé que es una idea en tremendo rebuscada pero, ojalá esté a la altura del reto. Quiero aclarar que esta historia sigue el canon sin contar el epílogo.
Es de clasificación M. Contiene hasta ahora, mi lemmon más largo y el que, en lo personal, más me ha gustado cómo quedó.
No es un long-fic (máximo 5 capítulos), porque con tantos que ya me traigo cargando en la espalda, sería suicidio y muchos empezarían a odiarme por iniciar cosas y nunca terminarlas (incluyéndome)
Soy consciente que tal vez mi Draco o mi Hermione son un poco OoC pero… qué le vamos a hacer.
Desde aquí, agradezco que te tomes el tiempo de leerme y de paso, si eres de las personas que tiene la educación de dejar su comentario, entonces también te empiezo a agradecer desde ahorita.
Sin más brebaje no cultural, ojalá lo disfruten.
Disclaimer: los personajes son propiedad de JK Rowling. El resto, es mío.
Soundtrack del capítulo (altamente recomendado, yo sé lo que les digo): ''Circles'' de Hollywood undead
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"APAGA LA LUZ"
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Capítulo I
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Pesa. Mucho. Este maldito vestido pesa más que cualquier otra cosa que hubieses vestido antes. Y no, no pica, pero cuánto deseas que lo haga.
Te encantaría decir que es horroroso. Feo. Una atrocidad. Que te hace lucir gorda, pálida, indeseable.
Y por un momento lo hace. Te hace sentir náuseas, ganas de que la tierra te trague y que la realidad te aplaste para nunca más tenerte que levantar.
Es hermoso.
Nunca habías tocado una tela tan suave ni usado una pieza tan perfecta, amoldada a tu cuerpo como si fuera una segunda piel de la que no quieres salir nunca. El color es un blanco tan puro que te sorprende no quedarte ciega de tan solo mirarlo. Y con hermosas perlas incrustadas, ni de plástico o cristal.
Es una obra de arte y tú estás atrapada en ella. Respirar es difícil, pero tiene alguna clase de hechizo que provoca que en realidad no te importe. Y es tan largo… ruegas que también tenga uno para que no tropieces mientras caminas por ese largo pasillo en él.
No te has visto en el espejo, y no quieres hacerlo. Por una extraña y obvia razón no quieres guardar ninguna imagen en tu memoria de ti en este día… no te quieres recordar reflejada en ese gran espejo; vistiendo un vestido que jamás debió haber sido tuyo, joyas de una familia que jamás será parte de ti, ni ver el velo que cae como una cascada uniforme por los contornos de tu rostro, cual invitación al beso de un hombre al que no le pertenecen tus besos.
Vas a gritar. Y correr. Arrancar este estúpido, hermoso, perfecto vestido de tu cuerpo y huirás. Renunciarás a la magia. Llorarás y maldecirás a este mundo que se suponía sería perfecto después de sacrificar tu juventud para defenderlo.
-Respira, Hermione-
Ginny te trae a la realidad, con sus dos brazos sobre tus hombros desnudos, sacudiéndote un poco. Le queda el color verde, contrastando con su hermoso cabello rojo recogido en un moño alto.
-Tranquila, respira por favor, tranquila-
Probablemente haz de verte un poco paranoica, con la mirada perdida y los pies a un segundo de salir despedidos del suelo. Pero cómo evitarlo. Si cada fibra en tu ser berrea desesperada.
-Ginny, no… no puedo- gimes.
No puedes. No quieres. No quieres. No puedes.
No.
-Sé que es difícil, Hermione, pero tienes que asimilarlo, hoy más que nunca debes ser valiente- te dice con una voz firme pero sin tanta convicción como debería –Estás hermosa, y vas a ser fuerte y enfrentar la situación y sacar lo mejor de ella-
Te voltea hacia al espejo y tu mayor miedo (del momento) se hace realidad.
Frente a ti, algo parecido a una muñeca se refleja. Pero jamás tuviste muchas y nunca te detuviste de niña en los aparadores para admirarlas.
Pero podrías jurar, si no fuera porque no quieres pecar de vanidosa, que nunca habías visto algo más hermoso.
Empiezas a llorar.
-No, ¡arruinarás tu maquillaje!- Ginny comienza a limpiarte con cuidado y al parecer, ella también está luchando por no llorar –Mamá me enseñó un hechizo para que no salgan las lágrimas-
Es calor lo que sientes en la parte trasera de tus órbitas cuando Ginny ha levantado la varita por unos instantes.
Las lágrimas ya no salen.
Pero las ganas de llorar siguen ahí.
-No creo poder ser tan fuerte como tú…- le susurras, sin despegar la mirada del reflejo frente a ti.
Puedes sentir cómo tú mejor amiga, la que es tu hermana sin necesidad de compartir lazos de sangre, tiembla.
-A veces siento que voy a volverme loca- te susurra –Pero no es para siempre, Hermione, sólo un poco más y seremos libres-
Asientes y tragas hondo. Ginny lleva sufriendo este martirio más de dos meses y sigue aquí, parada, estoica, valiente. Tú no vas a defraudarle ni mostrar menos carácter.
-Hagámoslo de una vez-
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-Hermione, te ves hermosa, mi pequeña- Tú papá te sonríe, con una expresión grande, feliz.
Él está llorando, pero a diferencia de tus lágrimas, las de él son de puro orgullo.
Por supuesto que no le has dicho que todo esto es una farsa. Que este vestido no es tuyo, esa familia no forma parte de ti y que ese hombre no es dueño de tu corazón pero sí de todos tus pensamientos negativos.
¿Cómo decirles a las personas que más te aman en el mundo, que vas a sacrificar tu felicidad?
Por un mundo por el que los sacrificaste a ellos, tu juventud, y arriesgaste tu vida un sinfín de veces. Sólo para que una bola de políticos cobardes, que nunca tomaron lados y supieron ocultarse en el extranjero o bajo sus gruesas cuentas bancarias, ahora gobiernen las cosas y de pronto dictaminaran que debías casarte con alguien a quien no amas para re-popular la población mágica y sanar las relaciones entre pura sangres e hijos de muggles.
¿Cómo explicárselos al mismo tiempo que les dices, que estás dispuesta a hacerlo, con tal de poder conservar tu varita y esa otra familia que ahora se ha vuelto como una segunda extensión?
Ellos tal vez no entenderían. No, no lo entenderían. Y cómo desearías que lo hicieran.
-Gracias, papá- le sonríes, con esa mueca que practicaste varias veces en el espejo durante los últimos dos meses que ha durado la planeación de este cuento de terror.
La música comienza. A lo lejos ves un par de cisnes mágicos, muchas telas blancas flotando en el aire, flores. Percibes un olor hermoso invadiendo todas partes y el cielo está despejado. Porque Narcissa no permitió nada menos que los jardines de Kent para que su maravilloso y único hijo se casara.
Ni siquiera quieres imaginar cuánto ha costado todo esto.
De pronto, sientes cómo tu papá aumenta un poco la presión sobre tu brazo izquierdo y te das cuenta que es hora.
Vas a caminar por ese altar, directa a tu mayor pesadilla.
Un paso, dos pasos, tres pasos.
Primero el derecho y luego el izquierdo. De nuevo el derecho, otra vez el izquierdo. Ginny fue la que se ofreció a ensañarte esta parte, cuando ella misma tuvo que llevarla a cabo en su boda con el sobrino mayor de Dirk Cresswell.
Agradeces. El vestido sí tiene un hechizo para no tropezarte.
Y la música se torna más fuerte. Levantas un poco la vista y realmente se te va el aliento.
Todo aquí es… sublime. Blanco, tonos de verde, luces plateadas. Majestuoso, todo. Si no estuvieses tan aterrada, sabrías que la música de cuerda es exquisita y que el extraño día soleado está siendo bienvenido por un pequeño puñado de nubes que sin duda, llorarán entrada la noche.
Levantas un poco la mirada y lo ves. A él. Ahí.
Draco Malfoy. Tu futuro esposo.
Tus pies se paran un instante. Efímero.
Tu cerebro galopa, garrafal. Vas a salir corriendo. ¿Qué importa la varita? ¿Para qué quieres un mundo así? Sal Hermione. Huye.
Papá aprieta un poco más tu brazo -¿Todo bien, pequeña?-
Tragas hondo y asientes.
Tú eres valiente. Sobreviviste una guerra y ayudaste a Harry a enfrentarse a un monstruo. Puedes con esto.
Izquierdo. Derecho. Comienzas a contarlos. Uno, dos, tres, cuatro.
Y llegas. Ya no hay más nada que caminar. Tu papá besa tu mejilla, con unas lágrimas escapándosele de los ojos, y entrega, amoroso, tu pequeña mano al hombre que ahora está junto a ti.
-Cuídala- le dice a Draco Malfoy.
Si tan sólo supiera.
-Lo haré- responde él, serio, impasible, sereno. No comprendes cómo él ha llegado a aceptar esto tan fácil. Casarse con una hija de muggles, y tú de entre todas las personas.
Tu papá asiente y va a colocarse al lado de tu mamá, que llora a rienda suelta, con una sonrisa de orgullo y nostalgia en el rostro.
No te atreves a dirigir la mirada a los Weasley. Sería demasiado y ver a Ronald con su esposa, una hermosa hija de muggles, sería demasiado. No ahora, no puedes verlos ahora.
Aprietas los ojos un momento y sientes cómo él no ha soltado tu mano. La sostiene entre sus dedos, largos y tibios.
Supones que es por precaución, por si intentas salir corriendo de nuevo.
Y una pequeña parte de ti, diminuta, está agradecida. Apostarías la vida porque él, aunque no lo ha demostrado y en ningún momento (al menos no en tu presencia) profesó disgusto de no estar de acuerdo con esto, también aborrece la situación. Y le provoca el mismo o inclusive más malestar. Te recuerdas que no estás sola en esto.
Podrán compartir su miseria por los siguientes cinco años que debe durar esta trágico-comedia.
El actual Ministro de Magia es quien lleva a cabo la ceremonia. Los Malfoy no hubiesen consentido menos. Un sangre pura, con ideas 'nuevas y revolucionaras', que incluso, obligó a su propia hija a casarse contra su voluntad, con un hijo de muggles de algún rincón en el sur de Francia.
No lo escuchas hablar.
Te desconectas y centras toda tu atención en la suave música de fondo y tus dedos aún capturados en la mano de Draco Malfoy, recordándote constantemente que no debes salir corriendo.
Eres más fuerte que todo esto, te repites.
Vienen los votos. Para una boda mágica, no dista mucho de una muggle, a excepción que, después que intercambien anillos, también intercambiarán un hechizo entre sus varitas y luego firmarán el acta.
Cuando es momento de los anillos, no te atreves a subir la mirada. Tal vez si imaginas que es Ron a quien le calzas esa gruesa banda de oro en el dedo, puedas sentirte un poquito mejor.
Pero el bastardo de Malfoy logra arruinar tus momentos perfectos desde ahora. Aprieta tu muñeca, en clara señal de molestia, obligándote a levantar los ojos y chocarlos con los suyos.
Cuando él desliza la banda más delgada de oro por tu dedo, justo después de ese pesado anillo de compromiso que nunca te ha gustado porque es más antiguo que la misma civilización romana y el diamante es demasiado ostentoso, él no deja de mirarte a la cara.
Ni a los ojos.
Es una sensación extraña. No sabes por qué está haciéndolo. Probablemente para intimidarte o decirte 'yo aquí seré el que manda'.
Como si fueses a permitirlo, por amor a Merlín.
Pero aún así, te coloca el anillo, con sus grandes y tibias manos, sin dejar de penetrar tus ojos con sus orbes grises, y al terminar, por un instante, podrías jurar que te ve de esta manera casi… cálida.
Cuando menos lo supones, la ceremonia ha terminado, y un beso casto es puesto sobre tus labios.
Y él no ha soltado tu pequeña mano todavía.
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La fiesta es un sinfín de cosas que te esperabas y otras que no.
Lo único bueno que puedes verle a esta ley, es que en realidad, pareciera que efectivamente está terminando con todas esas tendencias de 'yo soy un sangre pura, me siento de este lado' y 'yo soy hijo de muggles, estoy orgulloso y me sentaré lejos de ustedes, malnacidos prejuiciosos'
Las mesas son una diversidad de familias recién formadas en el último año que esta ley ha entrado en curso.
Sangre puras, hijos de muggles, algunas mujeres ya embarazadas listas para traer un montón de 'mestizos con sangre fuerte fluyendo por sus venas' al mundo mágico.
Al menos, la población de Squibs se verá reducida.
Casi todos los Weasley están ya casados. Bill con Fleur (la ley no se metió entre matrimonios ya formados con anterioridad), Percy y Audrey, George y Angelina (comprobaron su compromiso de año y medio, y les permitieron casarse), Ron y su nueva esposa, Anna, Ginny y su marido, Terrance, Charlie y su futura esposa, otra hija de muggles que al parecer, es originaria de Rumania.
Harry se ha librado de la pesadilla, siendo el héroe por excelencia y un mestizo.
Pero estas familias representan mezcla, no necesariamente unión.
Un matrimonio forzado no te parece la mejor forma de limar asperezas.
Draco Malfoy está sentado a tu lado. No ha dicho palabra ni tú tampoco, y honestamente, lo prefieres así. ¿Qué podrían decirse a estas alturas?
Comes en silencio. Es algo sumamente delicioso. El vino de elfo, ése no lo tocas ni de broma. Primero, porque va contra todos tus principios, y segundo, si comienzas a beber, bien podrías acabarte una botella entera, hacer el ridículo, perder la consciencia y saltarte el 'requisito indispensable' de la noche de bodas.
Comes en silencio.
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No te has quitado el vestido. Supones que hubiese sido una forma de distracción y la 'situación' podría acabar así más rápido, para después intentar dormir por los próximos cien años hasta que toda esta locura termine.
Pero no puedes quitarlo de tu cuerpo. Las manos te tiemblan demasiado como para intentar maniobrar.
Narcisa removió el velo y la larga cola. Te dio una sonrisa inusual, apretó tus manos entre las suyas y te llevó a la magnífica habitación en la que estás ahora, en un ala opuesta a la que se alojan ella y su marido, Lucius, dentro de la mansión Malfoy.
Miras a tu alrededor. Todo aquí es extraño, nuevo, terroríficamente perfecto.
La chimenea está encendida. Hay vino servido en dos copas.
Al menos, no hay pétalos de flores esparcidos por la cama, porque estás segura que eso hubiese quebrado tu resolución y estarías corriendo por el pasillo en este preciso instante.
No hay música, ni velas. El aire huele a limpio, con una pizca de incienso de alguna otra época.
Las manos te tiemblan.
Nunca imaginaste que tu primera vez sería así. No eres una romántica empedernida, siempre has sido más práctica, realista. Pero al menos, habías imaginado que sería con alguien a quien… amases. O mínimo, le tuvieras un profundo respeto y cariño.
¿Pero con Draco Malfoy? El universo juega bromas pesadas y no crees soportarlo sin desmoronarte primero.
La puerta cruje. Alguien llega.
Y por más que desees que sean cabellos rojos, castaños, azules, negros, verdes… Son rubios y Draco Malfoy entra en la habitación.
-Hola- susurras.
Es lo único que te puede salir de la boca, porque estás nerviosa y las manos te han sudado tanto que estás segura que si bajas la mirada, verás a un charco rodeando tus pies.
-Hola- te contesta él de regreso.
Él también sigue vestido. Traje negro, impecable. Una corbata plateada que combina con los bordados en tu vestido blanco, el cabello peinado hacia atrás.
Si no estuvieras tan nerviosa, esta situación marchase diferente, y él no fuese Draco Malfoy, te atreverías a pensar que es un mago bastante… atractivo.
Y alto.
No dices nada más. Y él tampoco.
A decir verdad, no has hablado mucho con él. Casi siempre fue con Narcisa, que te contactaba para decirte cuándo debías presentarte para la prueba del vestido, o el ensayo, probar el pastel, dar tu lista de invitados.
Y él casi nunca estuvo ahí.
Ahora deseas haberlo enfrentado antes, para que esta situación fuese menos incómoda.
Por primera vez en la noche, haces a un lado tus propios prejuicios y tomas la copa de vino que está sobre la pequeña mesa. Das un trago grande. Y luego otro.
Si caes inconsciente, a él no le quedará más remedio que tomarte dormida y así no tendrás por qué recordar nada.
Valiente plan, resoplas silenciosa.
Él camina despacio. Hacia ti. Mientras se deshace el nudo de la corbata con una lentitud meticulosa.
No deja de verte con esos ojos grises y la copa de pronto es muy pesada entre tus dedos.
Él llega hasta donde tú estás. Contienes la respiración.
-No lo bebas- habla quedo, mientras con sus dedos largos roza los tuyos envueltos en la copa y la retira de tus manos –Hermione Granger no toma vino de elfo-
¿Es una burla? ¿Cumplido? ¿Reconocimiento?
-Yo…-
Sus labios de pronto están sobre los tuyos.
Abres los ojos sorprendida. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué demonios…?
Y los cierras.
Sus labios son tan tibios.
Y firmes. Suaves. El olor varonil de pronto es todo lo que te envuelve y el calor que emana.
Es alto y ha tenido que inclinarse un poco para besarte.
Y Merlín, que sus labios son tibios, firmes, suaves, perfectos. Y ya no son solo sus labios, es un beso. Un verdadero beso. Sientes cómo te abre la boca despacio pero determinado. Con su lengua entrando poco a poco, invadiendo, derritiendo, quemando.
¿Cómo llegaste a esto?
Las piernas te fallan. Con los reflejos de todo un ex jugador de Quidditch, te atrapa con sus brazos y ahora no solo te está besando y lo estás besando, sino que estás pegada a él, doblada hacia atrás, con las piernas disfuncionales y el cerebro licuado.
Él sabe a vino. ¿O eres tú la que sabe a vino?
Las entrañas te carbonizan. Sus labios no dejan de maniobrar sobre los tuyos, su lengua es diestra. No puedes hacer otra cosa que corresponderle.
Él libera uno de sus brazos de tu cintura, lo lleva hasta tu cabello y empieza a deshacer el peinado que al estilista de Narcisa le tomó dos horas y media en hacer.
Gimes un poco.
Oh Merlín, has gemido.
Y él lo toma como una invitación para enterrar sus dedos en tu cabello ahora suelto, apretar su otro brazo aún más en tu cintura y devorarte la boca sin piedad.
-Hermione…- susurra, gime, sisea.
¿Cómo? Está él pensando en… ¿ti? Creíste que con los ojos tan cerrados y la pasión que claramente emana, él estaba pensando en otra. Tú por instantes pensabas en Ron.
Ahora te sientes fatal.
Y a punto de bullir.
-¿Sí?- articulas en un instante que él libera tu boca.
Y te mira con esos ojos que ya no se ven tan grises y en su lugar, son casi negro líquido.
Toma tu rostro ahora con ambas manos, y es un gesto tan personal, que no sabes si interpretarlo pueda llevar a algo bueno.
-No te haré daño-
Oh Merlín.
Él ha… y tú…
La última defensa cae. Abisal. Ruidosa. Destructiva.
No sabes por qué, tal vez un demonio te ha poseído o tu razón se ha derretido junto a tu masa cerebral. Pero le crees.
Eliges creerle.
Necesitas creerle.
Solo por esta noche.
Ya no piensas en Ron.
Y él dijo que no va a hacerte daño.
Asientes nerviosa, pero un poco más tranquila. Él se acerca de nuevo y te da un beso suave y pequeño en los labios, que tú correspondes.
Te voltea. Ves la cama frente a ti.
De pronto se siente muy frío eso de no tener sus labios contra los tuyos.
Hasta que sientes cómo el empieza a zafar los cordones del vestido. Lento, demasiado lento, te dice una vocecita molesta.
Tiemblas, las manos te tiemblan. Y mientras él sigue con los cordones, besa tu cuello, tus hombros. Haciendo tu cabello a un lado, la base de tu nuca.
Te besa de nuevo el hombro izquierdo y...
El vestido cae al suelo.
Estás desnuda.
Oh Merlín. Estás desnuda de la cintura para arriba.
Las manos, los brazos, el vientre, el alma, todo te está temblando.
Él comienza a besar otra vez tus omóplatos, el inicio de tu columna. Sus dedos de pronto se sienten un poco más cálidos, recorriendo tus caderas, cerca del ombligo y rodeando tu cintura.
Gimes de nuevo.
Merlín.
Te gira de nuevo. Te sientes uno de esos muñequitos con eje rotacional.
Estás desnuda.
Sí, estás desnuda. Tus pechos están desnudos. Y estás de frente a Draco Malfoy.
Respirar es lo último que haces.
Él te ve de esta forma… Merlín, ¿cómo llamas a la forma en la que él te está mirando? ¿Cálida? ¿Hambrienta?
Y comienza a quitarse él solo la camisa. Despacio, lento. Demasiado lento.
Se desabrocha uno a uno sus botones, sin dejar de verte a los ojos, a tu cuello, a tu pecho, tus caderas, el inicio de tus piernas.
Estás temblando. De nerviosismo y anticipación.
De no saber qué esperar y de pronto, quererlo todo.
Cuando ves su pecho y abdomen desnudos, recuerdas respirar tan sólo para poder contener el aliento de nuevo. Es… perfecto. Blanco, firme, y se ve tan suave.
Quieres tocarlo y comprobar si en realidad es tan suave.
Ahora lo ves quitarse el pantalón, la ropa interior, los zapatos. Y lo hace de una no sabes cómo manera, sin perder el equilibrio y sin dejar de verte a ti y a todo tu cuerpo.
Supones que ha de tener años de práctica encima.
Y ahora están ahí. Él desnudo y tú a punto de estarlo. Uno frente al otro. Él respirando agitado y tú sin soltar el aliento.
-Eres hermosa- te dice, mientras se acerca de nuevo.
Y ahora sabes que el hechizo se ha terminado porque una lágrima se te escapa del ojo derecho.
Merlín, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué sientes todo este choque de trenes en el estómago? ¿Por qué quieres besarlo hasta que se te desgasten los labios y hundirte en su calor hasta que ya no sepas qué es tuyo y quién es quién?
Lo tienes enfrente de nuevo. Con sus dedos largos apresa suavemente tu cuello.
Te paras de puntitas y ahora tú lo besas.
Realmente lo besas.
Si antes lo habías besado, entonces esto probablemente sea fundirte en su boca y tatuarla con la tuya.
Ahora es él quien gime.
Sientes que algo debajo de tus caderas y entre tus muslos se dispara en índices de temperatura y humedad. No ayuda mucho cuando sientes cómo algo aún más caliente, firme, duro, largo, se presiona contra la base de tu estómago.
Bendito Merlín.
¿Qué día es hoy? ¿Cómo dices que te llamas?
Ya nada importa.
Su pecho es suave, firme. Lo sabes porque te has atrevido a levantar tus manos y posarlas en la región de sus pectorales.
El mundo gira cada vez más rápido.
Y no puedes dejar de besarlo ni él de besarte. Es una danza sincronizada. Las lenguas son los bailarines y la saliva caliente una vibrante música de fondo.
Ahora subes tus manos un poco más, por su cuello, sus mejillas, las entierras en su cabello.
De repente estás en el aire, con tus dos piernas aferradas a su cintura y tu boca aún anclada a la de él.
Te lleva a la cama.
Te recuesta.
Vuelves a abrir los ojos.
Lo que ves se lleva lo último que te quedaba de cordura.
Él está ahí. Quieto, sobre ti. Desnudo, con esos ojos que no dejan de ser grises pero parecieran más oscuros, profundos, diferentes.
Con sus dedos largos, elegantes, tibios, acaricia tu mejilla derecha, limpiando los rastros que dejó esa lágrima escurridiza.
El corazón se te estruje.
¿Por qué te mira así? ¿Por qué pareciera que…?
Te besa.
Eso despeja cualquier razonamiento que pudiese estarse asomando de entre las nubes de lo que ahora estás segura es pasión que desborda.
Lo besas.
Sientes cómo, despacio, él comienza a jugar con la última prenda de ropa que te queda, bajándola por tus muslos, llegando a tus rodillas, descartándola después de los tobillos.
Durante todo el trayecto, él no ha dejado de besar tu boca, el inicio de tus pechos, el camino formado entre ellos.
Y quieres que los bese. Nunca habías querido algo tanto en la vida. Sabes que mañana recordarás esta idea y te parecerá absurda, pero por ahora, lo único que deseas sobre todas las cosas en esta simple vida que te ha tocado, es que Draco Malfoy bese tus pechos. Húmedo, caliente.
Así que te arqueas, con la esperanza de que uno de tus pezones acabe presa entre sus labios.
Él parece entender el mensaje. Se abalanza sobre de ti, succionado, lamiendo, profanando.
Y gimes. Merlín, que nunca habías gemido tanto en tu vida y ahora que lo haces, no parece tan malo. ¿Se puede quedar afónico por gemir?
Pero él pierde interés en tus pechos. Y vuelve a devorar tu boca. Te das cuenta que es lo que más le gusta besar. Y suena lógico.
Sólo tú buscarías la lógica en momentos como estos.
Te abre las piernas con una mano. La realidad regresa de golpe.
-Nunca…- lo has dicho tan bajo que te sorprende que él pueda escucharte, al parecer gemir si afecta la voz –Yo nunca he hecho esto- alcanzas a articular.
Él parece sorprendido y te ve de una nueva forma que ahora sí, por más que intentas analizar, no comprendes.
-Dolerá un poco- te dice después de lo que pareciera una eternidad –Seré gentil-
Draco Malfoy, ¿gentil?
¿Contigo? ¿Ahora?
No has acabado de decidir si quieres llorar, reír o correr, cuando sientes esa forma dura pulsar contra tu parte más íntima.
Por reflejo, alejas las caderas e intentas hundirlas en la cama.
-Tranquila- te susurra.
¿Tranquila? ¿Cómo demonios vas a estar tranquila si él está a punto de meter esa cosa en…?
Te besa.
Lo aborreces, porque con ese maldito beso se te acaba de olvidar lo que sea que estuvieses pensando.
Su boca, sus labios. Merlín, sus labios…
Caliente.
Oh, lo ha hecho.
Bendito cielo, lo ha hecho.
Ha metido su…
Duro.
Punzante.
Que invade.
Llena.
Desgarra.
Dejas de besarlo, echas la cabeza hacia atrás.
Duele, y es un dolor diferente, pero duele.
Él toma tu rostro con ambas manos –Relájate- susurra con sus labios a milímetros de los tuyos, y tiene una expresión concentrada, como si eso de estarse quieto le costara más trabajo del que debiera.
Asientes, porque a estas alturas no sabes qué más hacer.
El dolor morfa. Sigue siendo intenso, punzante, caliente. Pero es algo extraño, nuevo. Diferente a cualquier cosa que hayas sentido antes.
Una sensación de llenado sube por tu vientre y luego se aloja más abajo.
No, ya no duele. Son cosquillas.
No, no son cosquillas. Las cosquillas no…
Se siente bien.
Merlín, se siente bien…
¡Merlín! Se siente tan bien.
¿Moviste la cadera?
Oh sí, has movido la cadera y él…
¡Merlín!
Oh bendito todo. ¿Qué es esto? Él mueve sus caderas, tú las tuyas.
¿Qué está pasando?
Y tú pensando que no podía entrar más. Con cada aproximación de su cuerpo pareciera que se hunde un poco más en ti.
¿Y si se queda atorado?
Merlín, por favor que se quede atorado y nunca salga.
¿Qué demonios estás pensando?
Oh.
Aferras tus manos en su espalda, te arqueas, gimes.
Lo perforas con tus uñas, porque no vas a gritar, no vas a gritar.
Lava. Huracanes. Maremotos. Torbellinos. Incendios forestales. ¿Qué son las catástrofes naturales comparadas con esto?
-Mírame-
Y lo miras. No dejas de mirarlo. Lo mirarás todo lo que él quiera, pero por favor que siga haciendo lo que está haciendo.
Se te va a salir el corazón del pecho.
-Draco…- es la primera vez que dices su nombre.
Sus ojos parecen brillar cuando lo dices. Empieza a moverse más rápido, más fuerte.
¿Si lo dices de nuevo, se moverá aún más fuerte?
-Draco-
Oh señor.
Sí.
Gracias.
Gracias.
¡Sí!
-Draco…-
Jesús. Mahoma. Buda. ¿A quién hay que agradecer?
Te aplasta con su cuerpo, sin dejar de mover sus caderas contra las tuyas. Te besa, y qué beso.
Un beso incoherente, sin estrategia. De movimientos torpes.
La concentración está en otro lado.
Empiezas a marearte. Y ya no se están besando pero de tan solo verlo a los ojos, los labios se te deshidratan.
Él… su… y tú…
¿Estás balbuceando?
¿Se puede balbucear mentalmente?
Espera, ¿por qué está moviendo su mano hacia ahí abajo? ¿Para qué…?
¡Oh por todos los cielos!
Gritas.
-¡Merlín!-
Está presionando algo que tienes allí abajo que parce el interruptor a la felicidad más pura de todas.
-Ningún Merlín- ¿eh? ¿De qué habla? ¿Por qué habla?
¡Que no hable! Que siga haciendo lo que está… ¿Por qué se detiene? ¿Por qué demonios…?
Ya no se mueve tampoco.
¡¿Por qué?!
Te mira expectante. Serio. ¿Molesto?
Pero qué…
-Sólo tú-
¿Tú dijiste eso? ¿Por qué has dicho eso?
-Solo yo-
Oh circe.
Él sonríe. ¿Draco Malfoy está sonriendo?
Pero si…
Y te besa. Lo besas. Y se mueve otra vez.
Oh gracias, gracias.
Te mueves también.
Te tortura con su mano ahí abajo y las uñas ya no te alcanzan, te aferras a su pecho, anclándote a su espalda.
Deberías buscarle lógica a todo esto, pero ya no importa nada.
Es calor. Es delirio.
Una quimera de desvarío, extravío, ensueño, alucinación.
Besos. Más besos.
Embestidas.
Ráfagas de frenesí. No sabes, lo quieres, anhelas, enardeces, te vuelves otra y caes desde la luna.
Sientes que te partes en dos.
Ahí.
Un poco más.
Solo un poco.
¿A dónde?
No sabes.
Pero es ahí. Justo…
Oh, oh, oh.
Sí. Ya casi.
Oh sí, ya casi.
-Casi…-
Él embiste una última vez y…
Ahí.
¡Ahí!
¡Oh cielo!
¡Ahí!
Juras que has visto negro.
Has visto…
Él explota.
¡Merlín!
Se siente tan… él ha explotado.
Esto fue... es... lo ves cerrar sus ojos. Lo miras arquearse y lo escuchas maldecir. Observas el sudor que tiene formado en la frente.
Te sientes tan... llena. Completa. Como si cada pieza estuviera en su lugar. Inclusive más satisfecha que cuando recibiste los resultados de tus TIMO's o esa beca en el Departameno de Leyes Mágicas.
¿Cómo es eso posible?
Admiras su piel tan blanca con pequeñas marcas rojas.
La marca de tus dedos. En sus brazos.
Ni siquiera recuerdas haberte aferrado a sus brazos.
¿Qué es la existencia misma comparada a esto?
Suena exagerado e irrealista pero...
Respiras agitada.
Él explotó, tú explotaste, cada tendón en tu cuerpo está en trance y la cadera te está matando…
Tiemblas.
Él sigue dentro pero no tan firme como antes y por favor quédate ahí.
Te besa.
Lo besas.
Despacio, preciso, concluyente. Como el último capítulo de un buen libro.
Tu mente empieza a aclararse de esa extraña neblina que la tenía ocupada en todo menos en pensar.
Él sale de ti.
Te sientes un poquito vacía.
Se acuesta a tu lado.
¿Deberías decir algo?
Vacía, dice una voz molesta, vacía. Intentas ignorarla.
Probablemente deberías decir algo, pero no tienes la más mínima idea de qué decir.
Para ser la bruja más brillante de tu generación, te has quedado corta. No como para estar orgullosa de ello, pero tampoco te culpas.
¿Y ahora?
Tal vez deberías salir de la habitación y evitar la vergüenza de decir algo que no…
-Duerme-
¿Y eso ha sido una orden? ¿Petición? ¿Sugerencia?
Te das cuenta que en realidad no lo conoces ni un poco. Draco Malfoy es un completo extraño y acabas de tener relaciones sexuales con un completo extraño.
Por muy casados que estén.
Los nervios son reemplazados por ira. La ira suplantada por tristeza. Y la tristeza sustituida por la desolación.
Cierras fuerte los ojos.
No tienes la resolución para moverte.
A través de la ventana puedes ver cómo comienza a llover y decides que el cielo está llorando lo que tú no llorarás.
Pronto el sueño llega y antes de que te arrastre consigo, sientes cómo el corazón pareciera habérsete encogido un poco.
Realmente esperas no despertar hasta dentro de los próximos cien años.
...
.
...
¿Qué tal? Yo sé que la 'riqueza verbal' de la protagonista fue declinando en la última escena pero… honestamente, en una situación así, ni siquiera Hermione Granger podría pensar con claridad.
Repito, sé que fue un poco OoC, porque uno imaginaría a Hermione más conocedora del tema y madura y bla. Pero para mí, ella es inteligente y culta en muchas cosas, pero en eso de las relaciones 'amorosamente humanas' es una ratona de biblioteca simpáticamente perdida.
Ojalá haya gustado y me lo hagan saber. Y si no, espero me lo hagan saber también, con comentarios constructivos que por supuesto tomaré en cuenta para el próximo capítulo.
Muchísimas gracias.
Sari
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