(10/07/2013)

Hola hola! Después de mucho tiempo desde que esta historia vio la luz, ha llegado el momento de reeditarla y hacerla aceptable. Dios, que vergüenza al leerla y ver fallos y cosas sin sentido. Perdonarme! Espero que os guste como la primera vez. Besos

El comienzo

Habían pasado 4 años desde que nuestros amigos abandonaran Hogwarts, 4 años desde que Voldemort fue derrotado. Las vidas de nuestros amigos continuaron desde donde ellos la dejaron, Harry se casó con Ginny de la cuál esperaba un hijo, Ron y Hermione continuaron juntos, pero después de encontrar a Ron con una mujer Hermione lo dejó.

Los 3 amigos cumplieron su sueño, Harry y Ron eran aurores, mientras que Hermione trabajaba para el Ministerio de Magia. Poco después de encontrar a Ron en aquella situación, decidió desaparecer, dejándolo todo para embarcarse en una nueva aventura, una que nunca supo ni esperó tener. A partir de aquí comienza la historia, la historia de cómo empezó todo, de cómo se da veracidad al dicho "el roce hace al cariño".

En una calurosa noche de verano unos jóvenes yacían tumbados sobre el césped que daba a una gran casa, apoyaban la cabeza sobre sus brazos, miraban al cielo como si fuera lo más interesante del mundo.

-¿Sabes qué? Echo de menos a Hermione, en estos momentos me gustaría que estuviera aquí con nosotros… como hacíamos antes -la tristeza de Harry se pudo reconocer por el tono de su voz.

-Tienes razón amigo –dijo Ron- Fui un gilipollas, fue mi culpa, no debí hacerlo…- se intentaba disculpar con las mejillas sonrojadas.

-No hace falta que lo jures Ron, eres mi amigo, mi hermano, mi cuñado –hizo una pausa- pero estoy decepcionado contigo, después de lo que pasasteis, todos los baches… no te entiendo.

Ron cerró los ojos y exhaló aire.

-Ni yo mismo me entiendo.

No muy lejos de allí en un pequeño y apacible parque había un columpio dónde todas las noches una joven, con el cabello castaño estaba sentada, como cada noche, recordando lo desdichada y sola que estaba. Se le podía ver unos ojos marrones brillantes a causa de las lágrimas que por ellos corrían. Había dejado unos días atrás su trabajo, "Directora de oficina contra el uso de artes oscuras", ¿Cómo tuvo fuerzas para dejarlo? Con todo lo que le había costado… la respuesta era obvia, y por su cabeza corría un único nombre, ¡Ron! Ese mal nacido por el cual ella lo había ayudado en todo lo que podía.

¿Ahora qué haría? Ella, la mejor bruja de su generación, por primera vez, no sabía qué hacer. No tenía respuesta, y eso era lo que más la hundía.

Pero ella era una Gryffindor, una luchadora, valiente y leal. Leal a sus principios, valiente y luchadora a todo lo que se le presentara. No se iba a derrumbar, ni hundir por un inútil llamado Ronald Weasley.

-Es hora de cambiar de ambiente, ¡ya basta de lamentos! -se dijo a sí misma en voz alta- buscaré un trabajo, no me daré por vencida, cueste lo que cueste lo conseguiré.

Se levantó decidida, sacó su varita y desapareció.

El lugar dónde apareció se encontraba situado en un largo y ancho campo donde en medio había una elegante y majestuosa casa con su jardín. La casa no era de ella, cuando se fue no tenía donde ir, pero su amiga Luna la acogió con gusto hasta que encontrara algo. Hermione no sabía cómo agradecérselo, aquello que hacía por ella era... no tenía palabras para definirlo. Había que decir que Luna parecía menos Lunática y cambió en muchos sentidos, seguía teniendo sus excentricidades pero tenía un gusto impecable para decorar su casa.

Cruzó el gran jardín hasta la puerta, la abrió y subió por las elegantes escaleras de mármol, recorrió el pasillo hasta llegar a su cuarto. Al entrar tenía una carta encima de la almohada.

Querida Hermione:

He salido porque mi padre ha tenido un problema en casa, no sé cuándo volveré. Tienes comida en la nevera y tarta de chocolate. En 3 días o así nos vemos.

PD: No hagas locuras.

Te quiere, Luna

"A sí que estoy sola 3 días, ¡Genial!" Sus ojos se volvieron tristes, no tenía a nadie. Que haría ahora que Luna no estaba, sus amigos estarían ocupados, no querrían que ella los molestara, pasaron varios minutos hasta que se puso la mano en la cabeza, dándose un leve golpe, había olvidado contestar la carta que aquella mañana había recibido.

Se dirigió hacia su escritorio un mueble rústico de madera, donde había un cajón de terciopelo rojo y sacó un pergamino con la pluma y tinta. Se quedó pensando en lo que pondría así que comenzó a escribir:

Querida Ginny:

Estoy ya mucho mejor, no dejo que me afecte, poco a poco vuelvo a ser persona, mañana buscaré trabajo porque el Ministerio ya me agobia bastante y necesito despejarme, ambas sabemos el porqué. ¿Cómo va tu embarazo? Seguro que ya tienes una notable tripa, el bebé nacerá sano. Tengo muchas ganas de veros, cuando me establezca de una vez iré a veros. Saluda a Harry de mi parte, dile que lo echo mucho de menos.

Os quiere, Hermione

Enrolló la carta y se la ató en una pata a una de sus lechuzas, se quedó mirándola como salía de la casa hasta que se perdió de vista, veía como era libre, ella sabía que nunca podría. Se dio cuenta que los ojos se le iban cerrando a causa del cansancio y de tanto llorar, se fue hacía el armario y sacó uno de sus camisones blancos de seda que Luna le regaló, y se metió en la cama, tardó segundos en quedarse completamente dormida.

La mañana se levantó soleada, el cielo estaba despejado, los rayos entraban por las finas cortinas iluminando a una cama donde una chica joven dormía por primera vez en semanas, tranquilamente. Su pelo estaba esparcido por la cama, el camisón le hacía parecer un ángel dormido.

Poco a poco fue abriendo los ojos a causa de los primeros rayos de sol que se colaban, apenas le costó despertarse, se sentía renovada, con fuerzas, se sentía preparada para ese día, volvería a casa con un trabajo y triunfante. Se levantó y se fue hacia el armario, escogió un traje chaqueta color azul, dudó entre coger túnica o no. Decidió dejarla guardada. Se recogió el pelo haciéndose una coleta alta, aunque algunos rizos se escaparon, nunca fue muy mañosa con eso. Raramente lo hacía pero ese día se retocó los ojos y se puso pintalabios. Cuando bajó se hizo un zumo y comió dos piezas de fruta.

"El desayuno es la primera comida más importante del día" se decía.

Acto seguido cogió el periódico que la lechuza le había depositado y empezó a leer en la sección de empleo.

-Emm este no, demasiado aburrido, este tampoco demasiado peligroso...-tachón, tachón- ¡este es perfecto!- exclamó las castaña al leer el anuncio, " Se precisa bruja perfectamente preparada para hacer el trabajo de secretaria, se exige buena presencia, y modales, alto nivel de comunicación entre personas, absténgase memos."

"¿Absténgase memos?" Murmuró sorprendida. "Qué gilipollas el que lo haya escrito."

A pesar de eso los ojos de Hermione se iluminaron, ese puesto era perfecto para ella. Anotó en una hoja la dirección y salió directa hacia el pueblo de Hogsmeade. No tardó en encontrarlo, era fácilmente reconocible, pues comparado con el pueblo. El edificio era enorme, con la fachada en negro, en medio de ella se podía leer en un gran cartel plateado: L.M & D.M.

Le sonaban muchísimo esas iniciales, pero no podía distraerse en ese momento en identificarlas, ya lo haría más tarde. Ahora tenía que conseguir un trabajo.

Se preparó para entrar y cruzó la puerta con paso decidido, se asombró al verlo por dentro, una gran sala decorada con colores verdes y plateados. Había sillones a los lados y una pequeña recepción en medio, dónde una señora mayor atendió a Hermione.

-Querida, ¿quería usted algo?- Le preguntó con voz dulce, mientras seguía revisando unos papeles.

-Hola, sí. He visto el anuncio de secretaria y me gustaría informarme para solicitar el puesto.

- Espere un momentito por favor -cogió el teléfono y cuando pasaron 5 minutos le indicó a Hermione por dónde debía de ir.

Subió en ascensor hasta el piso cuatro, continuaba sorprendida por la dimensión de la sala.

Cuando llegó se sentó en uno de los sillones que había, como no había nadie se acomodó más, eran tan cómodos que se quedó relajada. El ruido de una puerta abriéndose hizo que se sobresaltara, una mujer no mucho más mayor que ella apareció con una carpeta en la mano y se acercó:

-Puede pasar señorita, enseguida le atenderán- Le dijo la mujer rubia, que le dedicó una sonrisa afable.

-Gracias -Al pasar vio un gran despacho decorado elegantemente, detrás de un majestuoso escritorio, había un sillón dónde el individuo –que supuso que era el jefe- le daba la espalda a Hermione.

-Siéntese- ordenó con voz fría, aquella voz le sonaba de algo, sabía que no era una buena sensación, le recordaba a algo malo, oscuro. Un nombre le vino a la mente, y deseó en esos momentos que no fuera verdad.

La silla se volteó, dejando al descubierto quién era aquél hombre, su pelo era tan rubio que parecía casi platino, sus ojos grisáceos, como el acero, sus rasgos le daban un aire peligroso, intimidante. No podía ser, Hermione estaba boquiabierta.

-¿Malfoy? -preguntó incrédula, cuando consiguió hablar.

-Granger -Le contestó con tranquilidad, como si fueran conocidos de toda la vida. Aunque no se equivocaba.

Hermione ya lo entendía todo, la decoración, el cartel, su padre y él eran los dueños de la empresa. Vació entre quedarse e intentar conseguir el puesto o mandarlo a freír puñetas y con dignidad salir de ese infierno. Pero recordó que no tenía nada, y ella no era una cobardica. Si quería trabajar tendría que tragarse su orgullo y acceder, era un buen empleo aunque viniendo de Malfoy cualquier cosa se podía esperar.

- Con que viniste por el empleo, ¿no? –le preguntó, adivinando sus pensamientos-¿te crees capacitada? ¿Tu gran mente sabrá cómo hacerlo? ¿La "grandísima" Granger, podría trabajar para mí?

-Sin duda Malfoy -respondió Hermione con tono desafiante. Sabía que eso no lo soportaba.

-Pues olvídate- dijo secamente el rubio, dándose de nuevo la vuelta.

-¿Por qué?

Volvió a encararla. Esbozó una sonrisa burlona.

-Simple, porque no quiero y eres una asquerosa sangre sucia, sabelotodo, y ex-gryffindoriana –como si eso lo explicara todo- asique adiós -le hizo un gesto con la mano para que se fuera.

Hermione no iba a replicar, tratándose de Malfoy poco podía hacer y ella no iba a rebajarse. Habría sido ilusa si hubiera creído por un momento que él la había a aceptar para trabajar. Ese niñato mimado no iba a pisar su dignidad. Le mantuvo la mirada durante unos segundos, decidiendo si mandarle a la mierda o irse tan tranquilamente. Él la miraba detenidamente, algo planeaba, lo sabía, lo conocía. Posiblemente algún insulto más o alguna forma de intimidarla.

-¿Qué quieres?- preguntó algo molesta ante la mirada de Malfoy.

Sonrió.

-Te estaba observando, aunque no creas que eso me agrade –aclaró- estoy pensando que alomejor podría darte una oportunidad, al fin y al cabo tú y tus queridos amigos me salvasteis la vida -No para de mirarla de arriba abajo, midiéndola, analizándola. Eso le resultaba incómodo.

Cuando decidió marcharse, nada más coger el pomo, lo oyó y se quedó paralizada.

-Estás contratada, mañana a las 9 aquí, quiero que vengas arreglada y maquillada, te pagaré 1.600 libras ¿o prefieres dinero mágico? –Hermione negó- no quiero retrasos, ni excusas baratas, al mínimo fallo fuera, ¿entendido? –finalizó mirándola.

-De acuerdo- sin poder pronunciar alguna otra palabra. Tenía preguntas, muchas. Pero solo una salió sin poder evitarlo.- ¿Por qué?

Draco se reacomodó en su sillón y miró por la ventana.

-Tómalo como un favor, pero solo eso. No te acostumbres a estos favores.

Hermione no podía creerlo, su peor enemigo la estaba contratando, Draco Malfoy le estaba haciendo ese favor, sabía que iba a ser duro, pero lo afrontaría. Le demostraría que ella valía muchísimo.

Salió de la sala, sonriente, sin poder creérselo.

Malfoy observaba la puerta con una sonrisa macabra en su cara, tenía otros planes para ella.

"Ahora la tengo bajo mi poder podré humillarla y reírme de ella cuanto quiera, me vengaré por todos los años que se ha creído superior a mí, no sabe dónde narices se ha metido".