Pues nada, después de dos siglos, he vuelto (lo cual está siendo un suicidio, porque aunque tenía apuntadas las ideas de este capítulo no me acordaba de muchas cosas. En fin). Mi vida no se ha solucionado lo más mínimo, sino que más bien ha ido a peor. Sin embargo voy a intentar acabar todos mis fics, aunque sea a paso de tortuga con reuma.
Este, en principio, es el último capítulo de El cuervo y el escritorio. No sé si volveré a escribir algo sobre estos locos personajes, pero espero que sí. De verdad, no quiero perder esa locura tan tierna (y Chessur es TAN achuchable! *-* adoro escribir sobre él).
Chessur, mientras tanto, se ha evaporado (literalmente), y no queda ni rastro de él. Efectivamente, es cierto que le gusta irse sin hacer mucho ruido —más aún cuando de este modo puede escabullirse de un Tarrant verdaderamente furioso—, pero Alicia, que, a pesar de que sus visitas al Wonderland nunca han durado mucho tiempo, lo conoce bien, sabe que en realidad está esperando no muy lejos de allí a que el Sombrerero se descuide para poder hacerse con su adorado sombrero de copa. Alicia sonríe interiormente, preguntándose de dónde viene tanta devoción.
Tarrant sigue mirándola intensamente, y de pronto parece muy cansado, como si llevara mucho tiempo luchando solo. Alicia se da cuenta de que sigue sosteniéndole la cara con las manos y se siente extraña, incómoda. Muy consciente de sí misma a escasos centímetros de él. Aturdida, se separa rápidamente y deja caer los brazos. Carraspea y se agacha para recoger la aguja que ha estado aferrando desde que Tarrant se la lanzó al gato de Cheshire, y que sólo ha soltado para poner las manos en las mejillas del Sombrerero.
—Esto es tuyo —murmura, tendiéndosela.
Él no responde, y tampoco hace ningún gesto para recuperarla, así que Alicia se acerca un poco y engancha la aguja en la cinta de su sombrero de copa.
—Pareces cansado —comenta, en parte por decir algo—. ¿Por qué no vas a descansar mientras yo arreglo un poco este desastre?
Durante un momento el color de sus ojos se vuelve anaranjado y Alicia da un paso atrás.
—¿Y cómo sé que no te habrás ido cuando yo despierte? ¿Cómo sé que no volverá a ser todo igual? Que tú no estarás, que no volverás… ¡Alicia, me hace sentir furioso! —le espeta, avanzando amenazadoramente hacia ella.
Alicia intenta mantener la calma cuando las manos de él se cierran sobre sus muñecas, y replica:
—Tarrant, he venido para quedarme. Para siempre.
Quizás sea porque es la primera vez que pronuncia su nombre delante de él, o por lo que quieren decir sus palabras, pero los ojos del Sombrerero vuelven a ser verdes y él la suelta, como si de pronto quemase. Ella no puede evitar observar, divertida, que su amigo se ha ruborizado.
—A-A-Alicia —balbucea, con los ojos muy abiertos.
—De todos modos —continúa ella, sonriendo maliciosamente, como si él no hubiera dicho nada—, si te hace sentir más tranquilo, puedo dejarte algo mío. Para que sepas que no me iré.
Tarrant deja de hablar de golpe y la mira conteniendo la respiración. Alicia piensa con cuidado qué podría darle, pero recuerda, un poco desilusionada, que no lleva más que lo puesto. Se pasa una mano por el pelo y encuentra la solución prendida entre los mechones dorados. La hoja azul. Tiene la sensación de que al Sombrerero va a gustarle.
—Toma —le dice, ofreciéndosela—. ¿La quieres?
—¡Sí! —exclama él, moviendo nerviosamente las manos—. ¡Es azul! ¡Es azul, el azul perfecto! ¡El azul del mar, el azul del bosque, el azul del aire, el azul perfecto de Alicia, el azul del alma de Alicia! ¡El azul…!
—¡Sombrerero! —le recuerda ella, divertida.
—Estoy bien —le asegura él asintiendo firmemente con la cabeza. Aunque, como siempre, no parece muy convincente.
—Aunque, si no te parece suficiente —comenta Alicia. Él parece indignarse ante sus palabras—, podría darte un mechón de pelo.
El Sombrerero se acerca a Alicia y hunde los dedos entre sus rizos dorados, como pesándolos con la mirada y las manos.
—No —dice serio, solemne como después de matar al Galimatazo, pero ahora no hay tristeza, ni resignación, aunque sí la seguridad de saber algo que nadie más sabe—. Quizás antes sí lo habría querido. Pero cuando estás junto al mar no quieres una única gota de agua. Descansaré. Tú espérame aquí. Sé que me esperarás.
Desenreda las manos de su pelo y es casi como si dejara ir algo muy preciado. Luego deposita el sombrero de copa sobre los rizos rubios y se gira para marcharse.
A Alicia le cuesta detener la vorágine de pensamientos inconexos, casi violentos, que desatan las palabras de Tarrant en su mente. Se muerde los labios. El sombrero sobre su cabeza es un peso ligero y cálido. Es original, atípico, claramente suyo. Es como si compartieran un secreto.
/…/
Alicia termina de apilar las tazas rotas en un rincón y aparta de un manotazo, sin darse la vuelta, la zarpa que se aproxima a su cabeza desde detrás de ella.
—¡Auch! —exclama Chessur, frotándose la pata. Se lamenta con el ceño fruncido—: Vas aprendiendo.
—Aunque te parezca mentira —responde ella, sonriendo mientras se gira esta vez—, a la tercera vez que lo dices deja de ser una sorpresa.
—Malvada —se queja él. Flota en el aire hasta situarse delante de ella y pregunta—: ¿Qué haces?
—Recoger un poco esto mientras el Sombrerero descansa.
—Lo necesita —coincide el gato. Luego añade, mirando con reproche el sombrero—: Parece que te las has arreglado bien con Tarrant.
—Os dije que él nunca me haría daño —replica Alicia testarudamente—. Al contrario que yo a él.
Chessur sonríe y apoya las zarpas en los hombros de ella, tratando de confortarla.
—No te culpes. Hiciste lo que debías.
Alicia suelta un bufido.
—Sonaría más convincente si no estuvieras intentando robarme el sombrero de Tarrant mientras tanto —replica, golpeando de nuevo las zarpas de Chessur.
—¡Auch! —exclama él—. Nuestras conversaciones están dejando de ser divertidas.
—Para ti —replica Alicia.
A pesar de sus palabras, el gato sonríe.
/…/
Alicia entra en la casa secándose las manos en el delantal mientras se ríe suavemente. En el jardín ha encontrado un búho con insomnio que tenía los ojos como platos. Literalmente. Cerámica inglesa, de hecho, decorada con diminutas petunias en los bordes.
Ha estado toda la mañana trabajando en su parte del jardín (Tarrant es demasiado maniático como para dejar que nadie más que él toque sus plantas), exactamente igual que todas las mañanas desde que el Sombrerero, aquel día en que ella volvió al Submundo, le dijo:
—Podrías quedarte.
Exactamente igual que después de matar al Galimatazo. Su respuesta también fue la misma.
—Es la idea más loca y maravillosa que oído jamás. De hecho, voy a ponerla en práctica.
Tarrant se había echado a reír. Luego la cogió por los hombros y la levantó por los aires, siempre riéndose, con esa sonrisa de dientes separados que ella conocía tan bien. Desde aquel momento Alicia había vivido en la casa del Sombrerero, abarrotada, caótica. El único lugar en ese mundo y en el de arriba, que Alicia podría llamar hogar.
Ahora oye el sonido afilado, casi rítmico, de las tijeras y sabe que él está en el taller, probablemente cosiendo algo para ella. Sonríe. Esos dos años que ella pasó ultimando los negocios de su familia con lord Ascott, Tarrant los dedicó a crear capas, vestidos y zapatos de todos los colores, todos dignos del País de las Maravillas. Aunque, sin duda, el color que predomina en toda la ropa que él le hizo es el azul.
—¡Zanjáfaro! ¡Ribulloso gato de humo!
—¿Qué ha pasado esta vez? —pregunta ella irrumpiendo en el taller.
Tarrant pega un respingo y se apresura a esconder algo entre distintos patrones de tela para después darse la vuelta y sonreír inocentemente. A Alicia le parece muy sospechoso.
—¿Qué haces?
—¡Nada! ¡Absolutamente nada! —responde él, sonriendo aún más pronunciadamente y encogiéndose de hombros.
—¿Ha sido Chessur? ¿Ha intentando quitarte otra vez tu sombrero?
—¡Sí! Está obsesionado con mi sombrero.
—¿Y tú no sabes por qué? —pregunta Alicia, acercándose a su mesa de trabajo. Su intención es distraer al Sombrerero lo suficiente como para descubrir lo que intenta ocultar. Sin embargo, Tarrant parece ponerse serio y ella se deja llevar por la curiosidad.
—El día en que mi clan fue aniquilado, Chessur huyó. El juego que se trae con mi sombrero es una forma de decirme que el valoraba y quería al clan Hightopp, y que si aquel día escapó fue por cobardía.
—No todo el mundo puede ser valiente —asiente Alicia.
—Yo no esperaba que lo fuera —replica el Sombrerero—. Siempre he sabido que era un gato cobarde. Pero estar furioso con él era una forma de no culparme a mí mismo.
—Oh, Tarrant —musita ella rodeándolo con los brazos—. No te culpes, por favor.
Él la abraza a su vez y la mira con ojos entornados.
—No lo haré si tú me lo pides. Podría hacer (o podría no hacer, en este caso) cualquier cosa que tú me pidieras. Pídeme lo que sea —dice apretando los labios contra la sien de ella.
Su boca está caliente contra su piel, y es casi como un beso, y él huele a té y a canela y Alicia le tiemblan las piernas como antes de matar al Galimatazo.
—Tarrant.
—¿Qué es? Dime qué es lo que quieres.
Alicia no responde, pero se aferra con fuerza a la camisa del Sombrerero y lo mira mordiéndose los labios, incapaz de decir nada más.
Tarrant sonríe un poco, como si le saliera sin querer.
—¡Valiente Alicia! —exclama, divertido, antes de inclinarse y besarla en la boca.
/…/
Unos meses después del regreso de Alicia al Submundo, mientras Tarrant y ella están trabajando cada uno en su parte del jardín, el gato de Cheshire se acerca a la casa sin ser visto.
—Ya sé en qué se parecen un cuervo y un escritorio —comenta Alicia, que últimamente dedica mucho a tiempo a pensar en el Sombrerero y en sus acertijos.
—Quizás en que ambos tienen las plumas sumergidas en tinta* —propone Tarrant, bastante sorprendido consigo mismo: últimamente ha dejado de intentar encontrar respuesta para ese enigma en concreto porque su investigación sobre cosas que empiezan por la letra A casi no le deja tiempo para nada más. Azul. Alicia. El Sombrerero sonríe casi sin poder evitarlo.
—Esa respuesta es bastante ingeniosa. Más que la mía, en cualquier caso —responde ella—. Yo había pensado que, si son un escritorio y un cuervo del Submundo, ¡tendrían en común que ambos están locos!
—Ah, pero esa también es una buena respuesta —comenta Tarrant. Mira a Alicia alegremente y añade—: ¡Me gusta!
Chessur se aleja del jardín y se aproxima a la ventana de la casa que da al taller del Sombrerero. Allí, entre cofias, bombines, tricornios, bicornios, unicornios (estos últimos, puesto que son blancos, son relativamente apreciados por Mirana, a quien a pesar de su color no termina de entusiasmarle la idea de llevar un caballo con un cuerno en la cabeza), gorros de lana, sombreros de paja y, en general, todo tipo de sombreros, hay uno a punto de ser acabado. Es de copa, un poco más pequeño que el de Tarrant, de un color blanco helado y con una cinta azulona alrededor de la base. En él hay cosidos varios botones grises y una pluma de cuervo, y Chessur piensa que, si no le hubiera jurado ya lealtad eterna a otro bien conocido sombrero de copa, bien podría colarse en el taller de Tarrant y robar este. El gato sonríe de oreja a oreja y echa una mirada de soslayo al jardín.
«Son tal para cual», se dice a sí mismo. Tan extraños, tan como de otro mundo. El valiente y fiel Sombrerero y esa niña rubia que cayó del cielo como un pájaro herido. Tal para cual. A Chessur le da por reírse y se pregunta si Alicia sabrá que es costumbre en el clan Hightopp regalar un sombrero de copa a la muchacha a la que se quiere proponer matrimonio. Después de pensarlo un momento, se pregunta también si la Reina de Corazones y la Sota seguirán en el desierto, y si seguirá siendo tan delirantemente divertido hacerles rabiar. Con un ronroneo profundo y satisfecho de anticipación, el gato se desvanece en el aire, dejando su sonrisa detrás. Tras unos segundos, la sonrisa de luna también desaparece.
Pues ya está u.u Misión cumplida.
He perdido un poco el hilo con respecto al resto del fic, pero eso es porque lleva tanto tiempo en el baúl de los recuerdos que ha cogido un poco de polvo ^^' Bueno, pasamos a los asteriscos ^^ (es decir, asterisco, que esta vez sólo hay uno)
*Esta respuesta es cortesía de David B. Jodrey, Jr. (¡Qué ingenio, chico!)
En fin, quería agradeceros a todos los que habéis leído esta historia y a todos los que leáis este último capítulo después de tirarme meses sin actualizar . Muchas gracias, en serio. (Por cierto, ya veis que al final no podido resistirme a meter al gato en el último momento XDDD).
Que sepáis que para todos los que dejéis review hay un sombrero de copa customizado (cortesía de Tarrant). Y para los que no… ¡Uy, para los que no! ¡QUE LES COOOOOOOOOOOOOOORTEN LA CABEZA!