Capítulo 18:

INTERRUPTUS

Un poco de perfume por el escote y las muñecas al oír la habitación de en frente cerrarse.

Retocarse el peinado, con un poco más de volumen de lo habitual al escuchar sus precipitados pasos.

Extender el carmín rojo pasión por sus labios mientras la puerta se abría. Cubrirse con el batín rápidamente cuando la puerta se cerró.

Se dio la vuelta y le sonrió, de una manera amorosa como lo hacía siempre, pero también provocativa, más acorde con su atuendo.

El rubio la escaneó apresuradamente, sin ni siquiera molestarse en imaginar lo que escondía bajo ese batín, porque realmente no quería perder ni un segundo.

Bastante se había demorado ya este esperado encuentro. Desabrochándose con precipitación los botones de la camisa, se dirigió a la mujer.

-¿Y la niña?.- cuestionó ella.

El hombre gruñó, tirando de malas maneras la camisa.

-Dormida.

Sora sonrió juguetona, dando un paso hacia atrás.

-¿Y el niño?

Ishida depositó su intimidante mirada sobre ella un instante, para después empezar a desabrocharse el pantalón.

-Dormido.

Él se acercó, pero nuevamente la diseñadora lo esquivó, irritando considerablemente al astronauta.

Hoy no tenía ganas ni de juegos, ni de esperas.

-¿Y los digimons?

Yamato, que se había sentado en la cama para despojarse de sus pantalones sin matarse, volvió a examinarla con esa mirada de demente que tanta gracia le causaba a Takenouchi.

-Amordazados.- dijo entredientes, levantándose bruscamente.

Pero Sora se las apañó para volver a esquivarlo. Alzó una ceja con desaprobación.

-¿Cómo?

Y su esposo, al límite de la cordura, esbozó una sonrisa tan falsa como desesperada.

-Quiero decir que están en su habitación y saben que no deben molestar.

Sus brazos se abrieron para atrapar a su escurridiza pelirroja, pero esta saltó por la cama, haciendo que el hombre cayese de bruces contra el colchón.

Apretó los dientes furioso.

-¿Y el perro?.- interrogó Takenouchi con un ápice de maldad que se camufló con esa adorabilidad tan característica en ella.

-No sabe abrir puertas.- contestó el portador de la amistad, con la respiración acelerada. Estaba a punto de perder los nervios, si no los había perdido ya.

Takenouchi tuvo la necesidad de mirar hacia la puerta de su habitación, que como bien había dicho su esposo estaba cerrada, sin embargo, lo que nunca imaginó fue que ese sería su gran error.

Aprovechando su distracción, Yamato, que ya se había recuperado de su caída, la atrapó del tobillo, deslizándola irremediablemente por la cama, hasta lograr tenerla donde había deseado durante todo este largo día: bajo su cuerpo.

-¡Yamato no seas bestia!.- medio protestaba ella, porque por sus risas, no sonaba muy convincente.

-Sora por favor, no me vengas con delicadezas a estas alturas, ya no pico.- fue su contestación, mientras su mano hurgaba por dentro de esa batín, acariciando su muslo, y la otra recaía en una de sus muñecas, inmovilizándola.

Sin más preámbulos, sus labios se apoderaron de una manera más salvaje de la habitual de los rojizos labios de su mujer.

Y a ella ese besó electrizante y pasional le excitó de tal manera que decidió olvidar cualquier clase de juego que tuviese preparado para esta noche tan especial.

Sin duda alguna, mejor era ir directamente a la acción, más sabiendo lo impertinentes que podían llegar a ser sus hijos, compañeros y mascota.

Con la mano que tenía libre abrazó contra sí el cuerpo desnudo de su marido, al mismo tiempo que Ishida, al encontrarla por fin receptiva, liberaba su otra mano. Ella no tardó en guiarla a la nuca de él, perdiéndola por su pelo, removiéndolo al compás de su incandescente beso.

El rubio elevó la mano hasta el abdomen de ella, concretamente a ese lacito que cerraba el dichoso batín. Tomó un extremo entre los dedos, separando momentáneamente sus labios, para dedicarle esa sonrisilla pícara que tan loca le volvía.

-Veamos que esconde el dichoso batín.- anunció, tirando del lacito a cámara lenta.

-No quería que lo vieses así, eres un impaciente.- medio recriminó ella, pero ya sin hacer ningún amago de retenerle.

Se había rendido.

Estaba a punto de soltarse cuando paró en seco. Quedó paralizado, al igual que la mujer.

La puerta se había abierto.

El hombre cerró los ojos y tragó saliva rezando porque no fuese su pequeña. Vio en los rubís de Sora que ella tenía el mismo temor. Suspiraron, y al mismo tiempo giraron sus cabezas, sin variar de posición.

Takenouchi se llevó la mano a la frente y se dejó caer al verla. Yamato en cambio apretó los dientes furioso, dedicándole su mirada más asesina.

-¿Qué parte de no molestar no has entendido pájaro entrometido?

La compañera de Sora, miraba la escena con desgana, sosteniendo el mando de la wii del momento.

-Se le han acabado las pilas.- lo agitó.

Yamato, al límite del paro cardiaco, irguió el torso, quedando de rodillas, todavía con su mujer abajo, que aprovechó a hacerse a un lado y recolocarse el batín.

-No es hora de jugar a la wii. Deberías estar en la cama, dormidos o haciendo lo que sea que hagáis los digimons equivalente a hacer el amor, si en verdad hacéis algo, cosa que por otra parte, no me interesa en absoluto.- finalizó, teniendo un pequeño escalofrío.

La digimon frunció el ceño. No le gustaba como habían hablado de sus intimidades.

-A ti te voy a contar lo que haga, no soy una exhibicionista como tú.- alzó el pico con chulería.

Yamato resopló, viéndose que estaba en boxers y con su chibi-amigo en su esplendor.

Saltó de la cama, para intentar cubrirse un poco, cuando la compañera de Sora brincó hacia su posición.

-Sora dame pilas por favor. Estaba ganando a Gabumon al tenis, ¿a qué estás orgullosa de mí?

Notablemente sofocada por la situación, la miró con desaprobación.

-No puedes entrar en nuestra habitación con ese descaro.

-¿Cómo iba a saber que estabais mostrándoos físicamente vuestro afecto?.- se encogió de hombros la digimon con carita lastimosa.- deberíais poner una señal.

-¡La puerta cerrada es la señal!.- exclamó la mujer con irritación.- normalmente solo la dejamos empujada, con una rendija, si está cerrada, es que no se nos puede molestar.

-Pio.- susurró la compañera de Sora.- siento haberte molestado.- bajó la cabeza con excesivo dramatismo, caminando a la puerta de manera ralentizada, de tal forma que, como pretendía, conmovió a la pelirroja.

-No me molestas Piyo, todo está bien.

Yamato se revolvió ansioso al escuchar esas palabras. Conociéndola, era capaz de transformar su noche de amor y pasión en una noche de juegos familiares en la wii.

No podía permitirlo.

-¡Voy a buscar pilas!.- propuso, antes de que Sora pudiese seguir hablando.- para que puedas seguir jugando con Gabumon toda la noche. ¡Y ganarle al tenis!

La ilusión desbordó de los ojitos de la plumífera.

-¡Muchas gracias Yamato!.- se abrazó al hombre emocionada.

-Me haces cosquillas.- rió él, al sentir esas plumitas por su desnudo cuerpo.

Ella se separó.

-No te hagas ilusiones.- advirtió, dejando al humano estupefacto.

Agitó la cabeza no queriendo imaginar nada que le pudiese crear un trauma mental y sexual.

Y mientras la primera interrupción abandonaba la habitación, Yamato se volvió a la mujer, dedicándole esa mirada de lobo hambriento.

-Tú no te muevas de ahí, porque cuando vuelva nada impedirá que haga trizas ese batín.

La diseñadora le devolvió la mirada, esbozando también una sonrisa.

-A ver si es verdad.- provocó.

El rubio gruñó, devorándola mentalmente.

-No despiertes a la bestia.

Sora rió, dulcificando su mirada. Simplemente, no podía no adorar a ese hombre.

Suspiró con pesadumbre al quedarse sola. Ni quería, ni podía mostrarlo ante él, pero esta situación le estaba resultando más dificultosa de lo que había imaginado.

Recogió de su tocador un calendario muy especial, el conmemorativo a la misión Ares2024, o lo que era lo mismo, la expedición espacial más grande de la historia, que alejaría a su marido de ella, si todo iba bien, al menos un año.

Mañana mismo volaría rumbo a EEUU, y en una escasa semana estaría fuera de órbita, fuera de su mundo, durante, lo que estaba segura que le iba a parecer una eternidad.

Dejó el calendario torpemente e intentó volver a estar radiante para su esposo cuando le escuchó entrar. Supo que había sido en vano, que Yamato había visto donde tenía la cabeza, justo en el mismo lugar que él, aunque había hecho todo lo posible para que esta noche especial todo desapareciese, solo estuviesen ellos dos.

Sora bajó la cabeza tratando que no viese su tristeza, mientras él la rodeó tierna y protectoramente por detrás.

-No pienses en eso ahora, por favor.- susurró en su oído estremeciéndola.- esta noche es para no pensar en nada salvo nosotros dos, como estaba planeado.

Puede que sus palabras no fuesen convincentes, pero sí sus acciones, empezando por ese recorrido de húmedos besos que trasladó desde su lóbulo hasta la nuca.

Y Sora no quiso pensar en otra cosa que no fuesen esas sensaciones tan placenteras que estaba sintiendo. Ya tendría tiempo de echarlo de menos, ahora disfrutaría al máximo de él.

Se volteó, mientras el astronauta le tomaba de las manos tiernamente, caminando hacia atrás, guiándola hasta su lecho.

-¿Por dónde íbamos?.- preguntó, cuando sus piernas chocaron con el bordillo de la cama.

La pelirroja arqueó una ceja y lo empujó del pecho, más fornido de lo habitual.

El entrenamiento para esta misión había sido exhaustivo.

Yamato se dejó caer y Sora no perdió un segundo, sentándose a horcajadas en su abdomen. Apoyó las manos en el colchón, a cada lado de la cabeza de Ishida, e inclinó su cara hacia la de él.

-¿Ya no te acuerdas?.- cuestionó a milímetros de sus labios.

-Tengo muy mala memoria.- contestó, intentando hacer desaparecer la distancia entre sus labios.

Pero la mujer lo impidió, colocándole un dedo en la boca.

-No, no…

Ishida atrapó ese dedo entre sus dientes con salvajismo.

Ella se mordió el labio inferior, apartando el dedo humedecido de la boca de él, guiándolo por el pecho de su esposo, siguiendo un camino hasta su ombligo.

El rubio suspiró y fue la señal para que Sora se detuviese y lo mirase con esa picardía que tanto le enloquecía.

-¿Hacia dónde sigo ahora?.- preguntó, haciendo círculos por la suave pelusilla rubia que crecía alrededor de su ombligo y se perdía por debajo de su boxers.

Yamato miró hacia abajo y sonrió.

-Creo que solo hay un camino posible.- contestó entre sofocado y divertido.

Adoraba cuando su esposa se ponía tan juguetona, porque cuando eso pasaba, solía mostrarse muy complaciente con él.

La diseñadora le devolvió la sonrisa, inclinándose hacia su cuerpo, para capturar con sus labios su mentón y bajar con sensualidad por su cuello, al mismo tiempo que su mano recorría su abdomen y se deslizaba por dentro de sus boxers.

Ishida gimió de placer, para satisfacción y orgullo de la pelirroja, cuyos labios ahora estaban demasiado ocupados jugueteando con uno de sus pezones, cuando de repente, entre suspiros, gemidos y risas se coló otro ruido que no salía de ninguno de los dos, que venía de la puerta.

Sora paró en seco aterrada al interiorizar esta información.

¡La puerta se había abierto!

Rezando porque no fuese quien creía que era, giró la cabeza, sin ni siquiera sacar todavía la mano de los boxers de su marido.

Palideció, pues como había pronosticado, era su hija la que se encontraba frente a ellos, eso sí, tallándose los ojos más cerca del mundo de los dormidos que de los despiertos. Eso esperanzó a la pelirroja, que sacó rápidamente la mano de ese lugar, irguiendo su cuerpo.

Sin embargo, Yamato protestó, debido a que él estaba tan emocionado que ni se había percatado de esta nueva interrupción.

-¿Por qué te detienes?.- alzó el tronco.

Sora no contestó, su vista continuaba fija en su pequeña. Extrañado, el rubio dirigió la mirada a eso que tan aterrada mantenía a su mujer.

Abrió los ojos como una rana al ver a su hijita.

-¡Cielito!.- exclamó, levantándose, con tanto ímpetu que derribó a la pelirroja hacia atrás.

Aiko dejó de tallarse los ojos, despertándose al fin, al ver a su madre tirada por los suelos.

Observó a su papá, que completamente nervioso, ayudaba a ponerse en pie a Sora, mientras esta le dedicaba unas cuantas maldiciones.

Inclinó una ceja con desconcierto.

-¿Qué hacéis?

Yamato negó con una sonrisa nerviosa, mientras Sora, con la misma sonrisa se pegaba al cuerpo de su marido, cruzándose todo lo posible su batín.

-Nada especial cariño.

La niña los miró nada convencida, pero finalmente alzó los hombros dejándolo pasar. Realmente no le apetecía indagar más en estos temas de adultos.

Los padres respiraron aliviados viendo las acciones de su hija, que ahora se dirigía a la cama de ellos, subiéndose con total descaro.

Se miraron incrédulos, preguntándose si estaría sonámbula o algo por el estilo, porque sin más pregunta de por medio, la niña comenzó a saltar, alejándose a cada brinco del mundo de Morfeo.

-Cariño, ¿no estabas dormida?.- cuestionó la diseñadora, dedicándole a su esposo una mirada de reproche.

-Sí.- contestó la niña, que ya saltaba en su mundo todo feliz.- pero mi hermanito me despertó y ya no tengo sueño.

En realidad el sueño había desaparecido al ver esa suculenta cama en la que podría hacer una de sus mayores diversiones desde que tenía memoria: saltar hasta caer rendida.

Ishida resopló, llevándose la mano a la frente tratando de limpiar su sudor, mientras Sora, una vez más, intentaba poner lógica a esta situación.

Se sentó en la cama, atrapando las manitas de su hija para que dejase de saltar.

-¿Por qué te ha despertado Yuujou?, ¿le ha pasado algo?.- preguntó con preocupación.

Aiko se agitó, recordando al fin porque había irrumpido en la habitación de sus padres.

En realidad la pobre niña era un zombi cuando la despertaban a mitad de la noche.

-¡Sí, es verdad!, ¡mi hermanito está asustado y quiere que vayas!

El instinto maternal de la pelirroja se activó de inmediato.

-¡Mi pequeñito!, ¿qué le habrá ocurrido?

Se llevó la mano a la boca, dispuesta a salir al consuelo de su varoncito.

Fue entonces cuando otra alarma totalmente diferente se activó en Yamato, que se resumía en que si Sora salía de esa habitación seguramente acabaría acostada en la cama de su niñito del alma, achuchándole para que dejase de tener miedo, y la noche de pasión y desenfreno de Sora y Yamato se iría por el retrete de nuevo.

Actuó lo más rápido posible, interponiéndose en su camino.

-¡Yo me ocupo!

La mujer lo miró con incredulidad.

-¿Tú?

No es que dudase de las aptitudes de su esposo, aunque después de ver lo "dormida" que estaba Aiko tenía motivos de sobra, pero la cuestión era que conocía demasiado bien a su vástago, lo apegado que estaba a ella y lo cabezón que podía llegar a ser y que muy seguramente no se conformase con la presencia paterna.

-Sora, son esta clase de situaciones en las que puedo conectar con él.

Verdaderamente, Yuujou pasaba bastante de su padre, reclamando siempre a su madre.

-Además, voy a estar lejos de él mucho tiempo, si ahora apenas me reconoce como su padre imagínate cuando vuelva.

-No digas eso.- intentó darle ánimos su mujer.- Yuujou te adora, y cuando estés fuera, yo me encargaré de que cada día te adore más.

Yamato sonrió, sintiéndose dichoso por tener a esa mujer.

-Gracias mi amor.- le acarició los brazos con ternura.- pero ahora voy a calmarle yo, no dejaré que te secuestre de mi lado toda la noche.- sentenció, descolocando a la mujer.

Todo el discurso de querer conectar con su hijo no era más que una excusa para que Sora no acabase esta noche en los brazos de su hombrecito en vez de en los suyos. Bueno, seguramente tampoco fuese eso, y algo de verdad hubiese en su sincero discurso. No era de ella de la única que iba a estar separada por tiempo tan largo, también de sus hijos, por lo que también debía asegurarse de que no le olvidasen.

-Mami…

Yamato sonrió enternecido al escuchar la vocecita del pelirrojo.

Caminó hasta sentarse al borde de su cama.

-Solo que en rubio y con voz… gravota.- agravó más su voz con diversión.

El pequeño de poco más de dos años no pareció demasiado entusiasmado por ver a su padre. Estrujó más contra sí a Punimon y bajó la cabecita.

-Mami…- repitió, alzando la mirada en dirección a la puerta.

El astronauta respiró fuertemente con seriedad, mirando detenidamente a ese pequeño. Evidentemente no podía ni quería recriminarle nada, pero en cierta manera le dolían ese tipo de desplantes que su hijo realizaba, claro está, de una forma totalmente inocente.

No quiso darle más vueltas, se inclinó hacia él, dándole con la cabeza en el hombro suavemente, de la misma forma mimosa que solía hacer con Aiko.

-Puedes contármelo a mí, si quieres.

El bebé lo miró unos instantes, para acabar alzando a su Punimon contra su rostro, escondiendo justo su boquita.

-Nada…- susurró.

El padre lo inspeccionó, metiendo la mano por el interior de su mantita, palpando su braguita protectora. Hacía tan solo unas semanas que su niñito había dejado el pañal, empleando tan solo para dormir un protector, y como era de esperar, se despertaba mojado más de una vez.

Estaba seco y Yamato no pudo retener su sonrisa de orgullo. Sin embargo, el niñito parecía terriblemente asustado.

Su rostro reflejó otra vez preocupación, mientras le acariciaba la cabecita.

-¿Tienes miedo campeón?

Yuujou negó. En realidad sí estaba asustado, pero por alguna extraña razón se negaba a reconocerlo ante su progenitor. Si hubiese venido su madre todo hubiese sido más fácil, pues no habría dudado en ningún momento en reconocer que tenía miedo y tirarse a los brazos de ella para que le mimase.

-No es malo tener miedo.- lo intentó nuevamente el padre.

Casi por primera vez, Yuujou lo miró.

-Ocuro….- dijo no sin dificultad.

El rubio sonrió creyendo que al fin había entendido lo que le sucedía. Normalmente dormía con una lucecita, y luego él mismo se encargaba de apagársela. Se habría despertado a mitad de la noche y al no ver su luz se habría asustado.

-Lo solucionamos en seguida.- dijo, dando al interruptor.

Automáticamente, una luz roja, proveniente del planeta Marte, ese que Yamato visitaría en breve, iluminó la estancia.

-¿Te gusta Marte o prefieres Júpiter?.- cuestionó, bajando una posición el interruptor.

La esfera que se iluminó ahora fue la más grande de las ocho que colgaban de su techo. Su sistema solar particular.

El pelirrojo miró las diferentes esferas con angustia. Negó apurado, ya que eso, no era suficiente.

-Ocuro…- repitió, esta vez señalando la ventana.

Yamato siguió su dedito.

-Tampoco está tan oscuro ahí fuera.

El hijo de Yamato se volteó, escondiendo más todavía la cara en Punimon y gimoteando levemente.

Le daba miedo la oscuridad de la noche, pero para quitarle ese miedo absurdo, Yamato pensó, que debería mostrarle que la noche no era tan oscura y fea como se creía a esa tierna edad.

Lo cogió en brazos y se encaminó a la ventana.

Agarrando fuertemente a su digimon como si fuese un peluche, Yuujou escondió la cabeza en el hombro de su padre a cada paso que se acercaba a ese cristal que tanto miedo le daba.

-Mira campeón.- le balanceó un poco.

El bebé gimió, incrustando la cara mas fuertemente al cuello de Yamato.

-No… feo….ocuro

El astronauta abrió la ventana y volvió a zarandear un poco a su hijo.

-La noche es más bonita de lo que crees.

Yuujou negó y Yamato no pudo evitar reír.

-Hazme caso y mira.

-No… mami…- repitió de forma desamparada.

El hombre suspiró sin saber muy bien como actuar. Esto era totalmente nuevo para él, ya que con Aiko, nunca se había encontrado en esta situación. A diferencia de su hermano, la niña nunca tuvo miedo a nada o casi nada, y sobre todo, confiaba plenamente en su padre y si este le decía que mirase algo lo hacía como si fuese un mandato divino.

En ese aspecto, no sabía si calificar a Yuujou como más miedoso o como más cabezón. En ese caso, entendía porque se llevaba tan bien con su madre, porque eran igual de tercos.

Sonrió por pensar en ello, ya que si ese niño se parecía un poco a Sora, no debería resultarle tan difícil llegar a comprenderle y manejarlo. Con Takenouchi se había desenvuelto bastante bien en estos veinte años.

Le depositó un beso en la sien.

-Campeón, confía en mí, nada malo te sucederá jamás mientras estés en mi brazos. Yo cuidaré de ti, y cuando no esté, no olvides que también seguiré haciéndolo.

Funcionó, el niño sacó su cabecita y miró a su padre. Este se derritió por ver esa mirada rubí tan inocente. Definitivamente, sabía como manejar al hijo de Sora, básicamente de la misma forma que la manejaba a ella: otorgándole mimos y protección.

-Así me gusta campeón, ahora mira atentamente o te lo perderás.

No estaba del todo convencido, pero aunque no fuese su adorada mami, sabía que el hombre rubio de voz gravota, es decir, su padre, jamás le mentiría y como bien había dicho no dejaría que la noche mala le hiciese daño.

Lo veía en sus ojos y en la dulce, aunque fuese gravota, voz con la que le decía siempre las cosas.

Titubeante, pero el niño giró la cara, eso sí, agarrándose con más ímpetu al cuello de su padre.

-¿Ves?.- señaló Yamato hacia arriba.

El pelirrojo alzó la mirada.

-Si no se hiciese de noche, jamás podríamos ver esas lucecitas tan bonitas.

Quedó unos segundos absorto contemplando lo que le indicaba su padre. En verdad no parecía que esos puntos brillantes le pudiesen hacer nada malo. Sonrió, cada vez con más confianza en sí mismo, llegando a soltar una mano del fuerte agarre, para señalar junto a su padre.

-Etellas…- indicó, mirando luego a Yamato, que sonreía orgulloso.

-Sí, son estrellas, ¿cómo lo sabías?

El niño apuntó ahora al interior de su habitación. Yamato no pudo distinguirlo pero señalaba a la fotografía en la que salían sus dos hijos.

-I-chan…

-¿Ai-chan te ha dicho lo que eran?.- cuestionó, no demasiado sorprendido.

Yuujou asintió con una sonrisa de felicidad por pensar en su adorada hermana.

-¿Y te ha dicho también como se llama eso?.- preguntó, señalando ese cuarto de luna.

-Luna godota.- contestó, dando una palmada.

Ishido rió.

-Pero ahora no está gordota, ahora se está empequeñeciendo.- explicó el rubio.

El pelirrojo lo miró con máxima atención, pero sin llegar a entender lo que le decía. Sonrió, dando una nueva palmada.

-I-chan guta luna godota.

Y Yamato no pudo reprimirlo, estalló a carcajadas besando la frente de su hijo.

-Te quiero mi campeón.

La respuesta de su pequeño fue acariciar el rostro de su padre con ambas manos, con esa sonrisa que ocupaba completamente su cara.

-Papi…- susurró.

El rubio se conmovió tanto, que decidió dejarlo por hoy, aunque eso supondría dejarlo por alrededor de un año. Pero de lo contrario era muy posible que nunca pudiese soltar a ese pequeño de sus brazos.

Cerró la ventana.

-¿Ya no tienes miedo a la noche?

Yuujou negó.

-No bebé, no miedo…- dijo, enterneciendo nuevamente a Ishida.

-Muy bien, ¿quieres ir a hacer pipi?.- cuestionó antes de depositarlo en la cama.

El niño asintió aún en brazos de su padre.

-Está bien, porque te voy a enseñar a hacer pipi como un machote.

-¿Oinal?- cuestionó.

-Sin orinal.- respondió Ishida padre con convencimiento.

Sabía que no era recomendable enseñarle a miccionar de pie y sujetándose la pilila a un niño que hacía dos semanas aún usaba pañal y que por supuesto ni tan siquiera llegaba al retrete, pero Yamato no lo valoró. Simplemente sintió la necesidad de dejarle un legado a su hijito, y como aún era muy imberbe como para enseñarle a afeitarse, no le quedó más remedio que enseñarle a hacer pis.

Además, como iba a estar fuera de casa un año, Sora no podría reprocharle nada y cuando volviese, estaría tan feliz de volver a verlo, que tampoco se lo reprocharía entonces.

Era el plan perfecto.

-… y entonces le dije a Yagami… ¡Yagami eres un caraculo! Y él muy tonto me dijo, ¡pues tú no pareces una chica!, y entonces le mordí la oreja, él me estiró del pelo y me pegó una patada pero no me dolió, y luego me retorció el brazo, pero tampoco me dolió porque le pegué un codazo en toda su barrigota, y entonces el muy tonto vomitó…- terminó en estruendosas carcajadas, sin parar de saltar por ningún instante.

Su madre la miraba entre atónita y aterrada.

-¿Pero estáis bien?, ¿seguís siendo amigos?

La rubia dejó de botar un segundo, para mirar a su madre extrañada. Según ella esa pregunta no venía a cuento.

-Sí claro, es mi mejor amigo.- confirmó con seriedad, para seguidamente volver a saltar.

La diseñadora quedó tan estupefacta, que no supo que añadir.

-Definitivamente es como su padre.

Y como si hubiese escuchado su invocación, el hombre en calzoncillos apareció en la habitación.

-¡Papi!.- exclamó la niña, botando más fuerte.- ¿saltas conmigo?

-Otro día cielito.- contestó, atrapándola en uno de sus botes.

Se la llevó bajo el brazo como cual saco de patatas, para diversión de la niña y confusión de Sora.

-¿Qué haces?

-¡Recuperar nuestra noche!

El niño sonrió desde su camita y hasta lo celebró con una de sus características palmadas.

Su padre había cumplido su promesa.

-Aquí la tienes campeón.- soltó a la rubia en la cama del varón.

La niña se rascó la nuca desorientada, mirando a su padre.

-Vas a dormir con tu hermanito, ¿no quieres dormir con tu hermanito?.- cuestionó, dibujando automáticamente una sonrisa ilusionada en la chica.

Los niños eran muy fáciles de complacer.

-¡Claro que quiero!, ¡porque mi hermanito es lo más bonito y lo que más quiero del mundo mundial!.- exclamó con euforia Aiko, mientras restregaba amorosamente su mejilla con la de Yuujou, abrazándolo como un osito de peluche.

-I-chan… buena… I-chan bonita - señaló feliz incrustando su dedo en el moflete de su hermana

Ella sonrió repleta de ternura, contemplando a su querido hermanito, hasta que llegó a su abultada parte baja, es decir, su pañal nocturno.

-¿Te harás pipi?.- cuestionó con preocupación.

Adoraba a Yuujou pero no quería despertarse envuelta en orina de su hermano, por mucho que lo quisiese.

Entonces ocurrió lo que ninguno de los rubios había imaginado jamás, el feliz Yuujou frunció el ceño.

-¡No bebé!, ¡No pipi!, ¡pipi como papá!, ¡machote!.- reclamó con un genio nunca visto.

Padre e hija se miraron asombrados, sin saberlo realmente, acababan de presenciar la primera muestra del mini orgullo Ishida.

La rubia no pudo estar más orgullosa de compartir apellido con ese niño.

-Mi hermanito es muy listo, porque es un Ishida, no un estúpido Yagami.

Ishida padre zarandeó a su hija felicitándole.

-Ahí te doy la razón. Y como sois tan listos vais a jugar a un juego muy interesante.- empezó con sicología, consiguiendo la atención de los dos infantes.- se llama "Yo vigilo tu sueño" y consiste en mirar al otro dormir sin levantarse de la cama en ningún momento. Gana el que antes se duerma, ¿entendido?

-¡Sí!.- alzó los brazos Aiko dispuesta. Yuujou la imitó y Yamato sonrió satisfecho.

Definitivamente, los niños eran muy fáciles de complacer.

Por tercera vez en esta larga noche repleta de interrupciones, Yamato regresó a su alcoba como un toro desbocado.

Con los brazos en jarra y una ceja enarcada, su paciente esposa miró sus acciones, como sin mediar palabra, tiraba un poco de su batín para empotrarla contra él y así comenzar a cubrir de besos su cuello.

Ella no se mostró receptiva en ningún instante.

-¿Y los niños?.- preguntó, obteniendo como respuesta un gruñido de Yamato.

-Dormidos.- susurró roncamente, cuando sus labios atrapaban su lóbulo.

Sora tiró un poco la cabeza hacia atrás para poder observarle a los ojos.

-¿Cómo lo estaban hace una hora?

Ishida chasqueó la lengua con molestia. No estaba dispuesto a soportar los reproches de su amada nuevamente, no cuando, en teoría, hacía una hora que debía estar haciéndole el amor.

Sonrió de esa forma seductora que excitaba a Sora de sobremanera.

-¿Sabes que para hacer el amor no hace falta hablar tanto?.- cuestionó con provocación, empotrándola de nuevo.

Su voz y sus roces, estremecieron a Takenouchi, que no pudo evitar bajar la guardia.

-Lo único que hace falta que digas es mi nombre entre gemidos.- susurró besando su mejilla con erotismo, mientras su mano subía por su muslo, llegando a su nalga, elevándola

Y fue lo necesario para que Sora enganchase sus brazos a su cuello y rodease con sus piernas su cintura, dejando por fin, que su marido la condujese hasta el lecho.

La depositó, recostándose él encima muy suavemente.

Sora tomó su rostro entre sus manos y le besó de una manera pausada y profunda y Yamato sonrió entendiendo lo que le pedía.

Nada de juegos, nada de sexo desenfrenado, nada de experimentos adolescentes, simplemente quería que le hiciese el amor lenta y delicadamente. De la mejor manera que sabía hacerlo Ishida, de la manera que más le gustaba, recreándose en cada caricia y sensación.

Ronroneó, acariciando de una manera totalmente mimosa sus labios con su nariz. Esta aprovechó para darle un leve beso en la punta, para acto seguido concentrarse en sus labios.

Sin llegar a deshacer el dichoso lacito del batín, las manos de Ishida recorrieron la figura de su esposa, desde las caderas hasta el pecho, y aún sobre la ropa, la diseñadora lo sintió tan electrizante que creyó que le iba a dar una descarga.

No querían esperar mucho más, pues la pasión y el deseo ya les desbordaba por los poros de la piel, pero también estaban convencidos de que podían disponer de toda la noche para ellos dos, de que ya nada les interrumpiría, y por ello, tampoco hacía falta ser demasiado precipitados.

Una de las manos de Ishida se perdió por el interior del batín, notando la suavidad de la prenda que escondía, a su tacto le pareció de seda, y ya si fuese de color negro y con trasparencias, se volvería absolutamente loco de pasión.

Sonrió intentando conservar la ternura que Sora le exigía, pero sin poder remediar la picardía que le producía encontrarse ante aquello.

-¿Por fin vas abrirlo?.- le preguntó su esposa, repeinándole el cabello por detrás de la oreja.

-¿Es un regalo para mí?.- preguntó, jugueteando con el lacito.

-Solo para ti.- rozó su mejilla con el torso de los dedos.

Ishida cerró los ojos emitiendo un gemido de placer. Al abrirlos, Sora se reencontró con esa azul mirada seductora y deseosa.

-En ese caso no voy a esperar más.- susurró, aunque para sorpresa de su mujer separó las manos del cordón, llevándolas hasta las suyas. Las entrelazó, haciendo que Sora apoyase el dorso delas manos contra el colchón, totalmente inmovilizada por su esposo.

Aunque de esa manera, sus manos también estaban ocupadas, lo que extrañó a Takenouchi. Ya no quiso pensar más, pues su esposo tenía recursos para todo, y lo supo al notar sus labios bajando por su cuello, proporcionándole suaves y húmedos besos. Llegó hasta el escote, abandonando su piel, para seguir su recorrido por encima de su fina ropa, hasta que se detuvo a la altura de su vientre, justo donde se hallaba el nudo.

Dirigió su mirada hacia arriba, asegurándose de que ella lo estuviese mirando, y así fue, se encontró con sus rubís desprendientes de fuego de inmediato, y sin apartar sus ojos de ella, atrapó con los dientes uno de los cordones.

De una forma desesperadamente lenta, Yamato fue alzando la cabeza estirando de esa punta, deshaciendo ese nudo, dejando que la fina prenda se deslizase poco a poco por el cuerpo de Sora, hasta que finalmente se abrió.

-¡Es una puta broma!.- gritó Yamato como un desquiciado volviéndose, porque era la puerta lo que, una vez más, se había abierto antes que la prenda.

Asustada por el grito y avergonzada por la situación, Sora volvió a cubrirse, rodando fuera de la cama.

Ishida se irguió, resoplando furioso.

-¿Qué mierdas quieres tú ahora?

-Shhh… despertarás a los niños.- intentó apaciguar Takenouchi.

Aguantándose sus ganas de gritar tan fuerte que hasta en Marte pudiesen oírle, Yamato apretó los puños con violencia, dirigiéndose a su compañero.

-¿No te ha dicho Piyomon que no nos molestes?.- intentó sonar calmado, pero evidentemente no lo consiguió.

El digimon, escondido en un albornoz que le cubría por completo el rostro, mostró su garra desnuda, sosteniendo un grifo.

-Es que el grifo se ha roto.

El rubio se lo quitó violentamente.

-¿Quién te manda usar ahora el baño?

-Quería ir limpito al viaje, he lavado también mi piel.- comentó orgulloso.

Su humano se desesperó mientras Sora, recuperando la compostura, se acercó a observar el grifo.

-¿Es del baño de abajo?

-Ajá.

Miró a su esposo indignada.

-Dijiste que lo habías arreglado.

Ishida alzó las manos al cielo.

-¡Oh venga ya!, la culpa es de Gabumon, hay tres baños en casa y tiene que usar el estropeado.

-Es nuestro baño.- justificó el digital. Ya se llevó una buena bronca una vez por llenar de pelos los otros baños, no se arriesgaría de nuevo.

-Sí, no culpabilices a Gabu de lo que tú no has hecho.- recriminó la diseñadora.

Y por supuesto, la paciencia del astronauta ya estaba completamente desvanecida. Se supone que se iba a marchar por largo tiempo en una misión peligrosa, lo mínimo era un poco de complacencia sexual y comprensión emocional por parte de su mujer, no creía que fuese pedir tanto.

-¡Oh mierda!, perdona por estar demasiado ocupado preparando un hito para la Tierra como es un viaje a Marte y no haberme podido ocupar de tu ridículo grifo.

La pelirroja se molestó considerablemente.

-Eres tú el que, cuando te dije que iba a llamar a un fontanero me dijiste eso de "Sora, por favor, construyó naves espaciales, sé arreglar un estúpido grifo"… ¡pues ya lo veo!.- exclamó furiosa, arrebatándoselo.- ¡y lo peor es que te ibas a largar dejándome el grifo roto y sin decírmelo!

-¡No!, ¡lo peor es que me voy a largar y tú me vas a dejar el grifo lleno!.- replicó como un energúmeno.

Sora quedó blanca al igual que Gabumon, que decidió desaparecer de ahí.

-Creo que esta conversación ya no me interesa.

Una vez que fue asimilando semejante ordinariez de su esposo, Sora negó con desprecio.

-Pues si de eso es de lo único que te importa despedirte, por mí ya te puedes buscar cinco amigos, porque yo esta noche la doy por concluida Yamato Ishida.

Dicho esto, y reabrochándose todo lo posible su batín, la mujer abandonó su habitación con toda la dignidad posible, dejando a su marido, enfadado, desesperado y, como bien había dicho, a reventar.

-Menuda mierda de noche.- gimoteó, frotándose la cara.

-Pásame esa llave.

A pesar de todo, no pudo evitar sonreír al ver de nuevo esa garra desnuda.

-No hace falta que te tapes tanto con ese albornoz, yo ya te he visto sin piel. Hasta te he bañado en alguna ocasión.- comentó Yamato, mientras arreglaba el dichoso grifo.

-Sí, fue cuando empezaste a vivir con Sora y dijiste que no permitirías que ella tuviese que soportar mi peste. ¡Yo no apestaba!

Yamato suspiró melancólico por aquellos tiempos que ya parecían tan lejanos. Cuando su mayor prioridad era que todo estuviese perfecto para ella, que la pudiese impresionar cada día, que no pudiese encontrar ningún defecto en él.

Realmente quedaban muy lejanos esos días, porque ahora daba la impresión de que lo único que Sora veía en él eran sus carencias, y por supuesto, él ya no se molestaba en camuflarlas ¿Sería verdad que la convivencia arruinaba la magia?

Pero en ese caso, ese pronto dejaría de ser el problema ya que pronto dejarían de convivir durante alrededor de un año.

Dio unas vueltas más a la metálica tuerca y dejó caer la herramienta, a la vez que su ánimo.

-Soy un estúpido.

Sin comprenderle, Gabumon accionó el grifo.

-No lo eres, mira, ya va perfectamente. Ahora Sora ya no podrá estar enfadada contigo.

Enjabonó las manos en el lavabo, frotándose también la cara y la nuca, para ver si el agua al fin le refrescaba no solo el cuerpo sino también las ideas.

-Me comporto como un estúpido y por tanto soy estúpido.

El digital miró a su humano tiernamente, lo conocía demasiado bien como para reconocer uno de sus ataques de autocompasión y bajo autoestima. Y evidentemente, sabía la razón esta vez, la de casi siempre, desprenderse de lo que más amaba.

-No seas tan duro contigo mismo Yamato. Tú también vas a estar lejos de ellos, no solo ellos de ti.

-Pero soy yo el que se va y deja los grifos rotos.

-Pero ya lo has arreglado.- señaló el digimon con inocencia.

-¿Y los que se rompan cuando yo ya no esté?

Gabumon entendió lo que le trataba de trasmitir su compañero.

-Sora es muy fuerte, creo que es la chica más fuerte que conozco, no tienes que preocuparte por ella.

-No quiero dejar de preocuparme por ella nunca.

-Entonce preocúpate solo de que sea feliz.

Ishida lo escuchó y sonrió conforme. En realidad eso era lo que en teoría intentaba hacer desde que empezaron a salir juntos, no obstante, su carácter protector siempre hacía que tomase responsabilidades que no le correspondían, que sabía que Sora podría afrontar perfectamente, pero que él se obcecaba en querer hacerlas suyas para liberarla a ella.

Acarició la cabeza a su amigo.

-Gracias por bañarte antes del viaje Gabu, ni hubiese querido imaginar lo que habría sido aguantar tu peste en una nave cerrada durante tantos días.

Y el digimon enrojeció, pero debido al enfado.

-¡Que yo no apesto!

Se prometió a sí mismo, que esa sería la última vez que ayudaría a su compañero, aunque interiormente sabía, que esa promesa no duraría mucho tiempo.

Cuando Yamato regresó a su habitación, no se sorprendió encontrarse la luz apagada. Las despedida de Sora había sido muy clara y lo raro habría sido encontrarla con ese, imaginario picardías negro con trasparecías, dispuesta a seguir con lo que tanto habían pospuesto.

En realidad, para Yamato eso ya era lo de menos. Ni le importaba no hacer el amor con ella esta noche, le bastaría tan solo con que ella le dejase abrazarla, decirle que la amaba y permitirle dormir a su lado.

Tan solo quería que ella tuviese claro, que su felicidad era su única prioridad en la vida y que haría todo por dársela, aunque a veces no lo pareciese.

Tenía miedo a su rechazo, pero la conocía por lo que estaba casi seguro que ella le perdonaría. Sino, aunque no le gustase que pensase de esa forma, pero se sentiría culpable por despedirse de esta manera de su esposo.

Sora era así y en realidad amaba que fuese así, y no imaginaba que ninguna otra mujer pudiese comprenderle jamás como su Sora.

Se sentó al borde de la cama y posó la mano en el bulto.

-Cariño…

Ni se movió.

Le asustó pensar que ella de verdad no estuviese dispuesta a reconciliarse, porque daba por hecho que no estaba dormida. Sora nunca había podido dormir con tanta tranquilidad si había discutido con él. Al igual que a él también le era imposible conciliar el sueño en esa situación.

Se inclinó para buscarle el rostro.

-Sora por favor…

Fue a besarle la mejilla, pero todo le pareció increíblemente extraño, ya que juraría que notó un mejunje de babas, dedos, narices, pelo… ¡no podía tratarse de su Sora!

Encendió la luz alarmado y le enterneció, pero también le desesperó considerablemente lo que se encontró. Sus niños dormían abrazaditos, que parecían sacados de una postal, en su lecho. Sin embargo, no había ni rastro de su mujer.

Resopló mirando su alrededor, sin querer hacer demasiado ruido para no despertar a sus vástagos. Sus ojos escanearon todo lo que permitía la escasa iluminación, topándose con una nota que le llamó a la atención. Se encontraba encima del tocador, justo delante de una foto del matrimonio, cuando tan solo eran unos novios adolescentes.

Sin duda tenía que ser de Sora.

Con cierto apuro, porque así era como solían aparecer las dolorosas notas de abandono en las películas, Yamato la tomó.

Un mensaje que podría tener tanto un significado romántico como tétrico.

"Te espero en el cielo"

Le dio la vuelta a la hoja sin hallar nada más revelador y sus ojos azules quedaron presos automáticamente de la bóveda celeste que se dejaba ver desde la terraza.

Abrió las puertas y salió a ella, girando la cabeza todo lo posible, tratando de hallarla en las estrellas.

-¿Sora?.- susurró.

No hubo contestación.

Se asomó por la barandilla, para ver si estaba en el jardín o podía verla en algún lado, pero no hubo suerte. Ya abatido, iba a volver dentro, cuando sus ojos chocaron con una prenda con la cual había estado jugueteando toda la maldita noche.

El batín colgaba de las escaleras que conectaban su terraza al tejado de la vivienda.

¿Acaso su furiosa esposa estaba jugando a Pulgarcito?, no quiso pensar en nada más que en ella, la cual por fin estaría despojada de esa prenda, y subir por esas escaleras, que en efecto, le conducirían hasta el mismísimo cielo.

Nueva desilusión, pues en el tejado, no encontró a su sexy pelirroja esperándole.

-¿Sora?.- volvió a preguntar suavemente.

Tan solo le respondieron las hojas que vibraban con esa agradable brisa estival.

Bajó la cabeza y suspiró, dispuesto a regresar por donde había venido, pero entonces sintió sus suaves manos cubriéndole los ojos, su piel pegándose a la suya, y sus labios cosquilleándole la nuca.

-¿Te vas sin tu cielo?

Y Yamato sintió un inmenso placer, porque si era su cielo con quien estaba, ya estaba en el cielo, vivía en el más absoluto paraíso.

-Pensé que estabas enfadada.- dijo con voz desvalida, sin hacer en ningún instante el menor movimiento para apartar las manos de sus ojos.

No tenía prisa alguna.

-Y lo estaba, hasta que recordé lo mucho que te amo, lo mucho que te voy a echar de menos y lo poco que me gusta estar enfadada contigo.

-Gracias…

-Gracias a ti por subir.- le proporcionó un dulce beso en la mejilla.

Lentamente deslizó las manos por el rostro del rubio y Yamato se volteó a verla, aunque curiosamente, no fue su atuendo lo que miró, sino su rostro, sus ojos, el amor que desprendían.

Sin fijarse en nada más la besó, de la forma más amorosa posible.

-Te amo…- susurró, al mismo tiempo que sus dedos limpiaban esas rebeldes lágrimas que habían escapado de los ojos de Takenouchi.

-No me pongas triste…- rogó la diseñadora, intentando ocultar sus lágrimas

Por mucho que hubiesen querido camuflarlo, esta despedida era triste, pasaría mucho tiempo hasta que volviesen a compartir sus labios, sus cuerpos, y lo más importante, su presencia.

-Lo siento…- gimió Ishida, mientras la recostaba, sin dejar de besarla.- es que te amo.

Ahora fue Sora la que recogió las lágrimas, esta vez del rostro de Yamato.

-No hace falta que digas nada, conozco todos tus pensamientos.- calmó, sabiendo lo dificultoso que era todo esto para él, al mismo tiempo que dejaba que se posicionase sobre ella.

Y se amaron sin prisa alguna, con el firmamento, tan infinito como su amor, como único testigo. Y seguramente también el satélite Google, pero después de tantas interrupciones, a ninguno de los dos le dio por pensar en eso.

-Al final ni siquiera prestaste atención a mi regalo.- dijo la diseñadora, con un deje de decepción, mientras deslizaba el dedo por el pecho de su esposo placidamente.

Ishida alzó un poco la cabeza, para ver ese picardías tirado malamente por el techo.

-Es precioso…- se volteó a su mujer, que le miraba nada convencida.- pero tú eres más preciosa.

La tomó del mentón para darle un besito, que fue suficiente para volver a dibujar la sonrisa en la pelirroja.

La mujer se tapó un poco más con esa fina sábana que había subido a su noche en el "cielo", mientras desviaba la vista a las estrellas.

-Es eso, ¿verdad?.- señaló.

Extrañado, Yamato siguió su dedo, sin poder distinguir lo que le estaba indicando dentro de la inmensidad estelar.

-¿A qué te refieres?

-A Marte, es ese punto que no brilla, ¿a qué sí?

Ishida achicó los ojos para distinguirlo, pestañeando incrédulo.

-Sí, es eso, ¿cómo lo has sabido?

Sora sonrió orgullosa.

-Soy la mujer de un astronauta.

El hombre se irguió ilusionado por el interés de su esposa.

-Creo que es hora de que te dé mi regalo de despedida.

-¿Otro?.- preguntó la mujer con picardía.

El rubio le dio un toque en la nariz.

-No seas tontita y ven aquí.

Porque justamente ahí, en el tejado, era donde Yamato tenía el regalo especial para su Sora para estos días en los que iban a estar tan lejos. Era el lugar más indicado porque era de donde más cerca se podían ver todas las estrellas.

A Sora le impresionó ver semejante trasto. Era un telescopio, pero parecía increíblemente caro.

-¿De dónde has sacado eso?

-De la NASA.- contestó él, montándolo como si se tratase de un juguete nuevo.

-Pensé que ya tenías un telescopio guay.- dijo Sora, señalando su antiguo telescopio.

-Pero este es especial cariño.- dijo, tecleando en la pantalla táctil que incorporaba.- porque este va a seguir mis pasos cada día desde que salga de la Tierra hasta que vuelva.

Sora se asomó a verlo.

-¿Está programado para seguir tu cápsula?

-Así es.

-¿Y no hará falta que toque nada?.- preguntó con preocupación. Tenía la impresión de que si tocaba algo lo rompería.

-Exacto, porque ya lo voy a dejar montado y en marcha.

La miró, viendo que ella la observaba con esa adoración única en ella. Eso le ruborizó un poco, concentrándose de lleno en su trabajo.

-Así, cuando me eches de menos, lo único que tendrás que hacer es asomarte al telescopio y sabrás, que al otro lado estoy yo.

Sora lo abrazó.

-Te tengo aquí...- dijo, señalándose el pecho.- cada segundo, cada año luz.

Y con otro beso muestra de su perpetuo amor, Sora y Yamato sellaron su eterna promesa de esperarse y encontrarse siempre. Un beso que se prolongó durante el resto de la noche sin ningún tipo de interrupción de por medio, porque cuando dos almas estaban tan unidas como las suyas, quizá pudiese haber interrupciones físicas, pero jamás podrían evitar que siguiesen caminando en armonía, a través de ese cielo estrellado.

-OWARI-

.


N/A: soy tan cursi que a veces me doy asco, pero es que, para que engañarse, me encanta la cursilería, me encanta lo idílico, me encanta el romance y me encanta el sorato. Para realismo ya tenemos la vida, la escritura es para disfrutar, y yo disfruto así.

Sin más… dudas, quejas, preguntas (aunque seguramente no las responda, ya aviso, estoy demasiado off) botón review… y para lo demás… soratolove/sorato4ever

Gracias por ser sorato fan y seguir esta historia. Próximo capítulo, sino cambio de opinión, que es muy probable…. "Una novia para Takeru"

Publicado:29/07/13