Los personajes son de Kishimoto
Mis más sinceras disculpas por tardar tanto. Aquí lo téneis. El nuevo capítulo, extraño. Aún no he decidido si me gusta o no.
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"Dime que me quieres. Dímelo porque yo jamás me atreveré a decírtelo primero"
Quiéreme si te atreves
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Mientras se lava las manos en el agua refrescante del baño de mujeres de la empresa Hyûga no deja de observar su propio reflejo en el enorme espejo. Se ha maquillado ligeramente y viste un sencillo traje de chaqueta, oscuro. Es el día de la junta anual del negocio familiar, el único día que se implica, realmente, en el asunto.
Pero eso no es lo importante. Es la primera asamblea Hyûga para Itachi. Y sólo han pasado tres semanas desde que su acercamiento se ha hecho real. No han avanzado gran cosa. Pequeños pasos de bebé, suele recordarse Hinata. Pero son pasos al frente, y son maravillosos.
Ridículas cosas como que Itachi vaya a buscarla a la salida de su trabajo o ambos salgan juntos a comer al pequeño restaurante occidental de la zona vieja de la ciudad.
Ha descubierto muchas cosas de su marido que, sorprendentemente, le gustan. Ahora sabe que, el frío e inaccesible Uchiha, tiene una debilidad – infantil y cuasicómica – por la crema que la leche forma sobre el café. Sabe también que cuando se relaja lo suficiente tiende a soltar su larga melena y peinarla con los dedos. Y a veces ronca. Eso hace que una sonrisa se asome a sus labios mientras se seca las manos. El hombre que parece tener todo controlado siempre, perfectamente; ronca.
Hinata vuelve a mirarse en el espejo al tiempo que retoca la coleta alta que mantiene sujeto su pelo. Toma aire alentándose a sí misma. Hiashi la espera y es hora de la función. Se pone su máscara de hija perfecta, se maquilla de honorable Hyûga y se perfuma de valor inexistente.
Pero hoy hay algo diferente, porque cuando abre la puerta para ver los ojos negros de Itachi fijándose en los suyos, se lo olvida todo. El pesado manto Hyûga que la ha cubierto desde su nacimiento se vuelve más ligero, mientras que el apellido Uchiha – y en especial el nombre de Itachi – la elevan haciéndola caminar, quizá por primera vez, con seguridad y sin miedo.
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Las palabras de Hiashi suenan lejanas para sus oídos. No le apetece atender a la verborrea inacabable de su suegro, que se encuentra evidentemente feliz y esplendoroso. Itachi observa el edificio de las empresas Hyûga, que no difiere tanto del de su familia excepto por el toque más tradicional y austero en la decoración. Hay imágenes de varios hombres de rasgos Hyûga colgados en una de las paredes, desde retratos hechos a lápiz – visiblemente antiguos – hasta fotos en blanco y negro, y a color más adelante. Son los líderes de la familia, de generación en generación. La última imagen es la de Hiashi, claramente más joven.
_ La siguiente será la vuestra_ mira al hombre al oírle.
_ ¿Nuestra?
_ Hinata y tú_ la sonrisa divertida de Hiashi es bastante desconcertante para Itachi, que no creía que ese hombre supiese lo que era eso.
_ ¿No debería ser la de ella?
_ Claro que no. Esto ahora es de ambos, igual que el negocio Uchiha. Vosotros dos seréis los primeros de una nueva tradición familiar.
Puede que a otra persona eso le sonase grandioso, no a Itachi. No quiere ser marcado como alguien grande, formar parte de la historia, ser único o primero en alguien. No quiere. Eso sólo cargará más peso sobre sus hombros, sobre su nombre y lo convertirá un poco más en un reflejo de su padre o, aún peor, de su suegro, y eso es lo último que desea.
Empieza a sentir la presión. La horrible bruma de un futuro planeado, de un camino marcado a seguir con las ramas del árbol genealógico Uchiha – y ahora el Hyûga también – haciendo sombra sobre él.
Lo odia.
Los tacones de Hinata suenan en el frío suelo caminando hacia él firmes, seguros y hermosos. Allí está ella, la esposa que –se supone – no ama y por la que – cree- no siente nada, preciosa con la sonrisa en la boca y mirándole fijamente. Allí está ella como una pequeña barca flotando a la deriva, a la que poder amarrarse para, juntos, fijar un rumbo.
Y lo más curioso – y ya no tan terrorífico como antes – es que él le devuelve la sonrisa. Porque quiere, le apetece. Porque, eso sí que es sorprendente, ella se la merece.
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_ Las presentaciones no son necesarias. Todos aquí conocen a mi yerno, marido de mi primogénita Hinata e hijo de mi gran amigo Uchiha Fugaku; Itachi _ Hiashi pasea los ojos por la decena de participantes en la junta para terminar fijándola en el último mencionado_ él participa en nuestra junta por primera vez, después de su matrimonio.
Hinata ve a los miembros de su familia aceptar con inclinaciones de cabeza respetuosas a su marido. Está sentada al lado de su padre, en su otro flanco está Itachi. Le mira de reojo para encontrarse con el imperturbable rostro de él, atento a la reunión.
Se sorprende. No es posible. Toma aire profundamente y cierra los ojos brevemente. No funciona, sólo hace que su sorpresa sea mayor y se mezcle con un ligero miedo. Su corazón late desbocado. Quiere gritar, quizá llorar o tal vez reírse de forma psicópata. Conoce ese sentimiento, es extraño y familiar a la vez. Lo ha echado de menos en ocasiones mientras que en otras ha deseado no volver a saber nada de él. Pero ahí está. Inconfundible. Devastador. Salvador, quizá.
Su corazón late desbocado e Hinata sabe que – inesperadamente- está empezando a querer a Itachi.
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La asamblea es exactamente igual a las de su familia, con la única diferencia de que de él sólo se espera la asistencia. Y lo agradece. Porque hay algo extraño en el ambiente. Puede notar la mirada de Hinata sobre él y como se mueve, ligera y nerviosamente, en su asiento. Se pregunta qué sucede con ella. Está preocupado, lo que es un poco nuevo para él. Generalmente no le importa las cosas que ronden las mentes de los demás, ya tiene suficiente con mantener la suya ordenada y cuerda. Pero ahora no es así. Siente un irracional deseo de saber que está pensando su esposa, si hay algo que le preocupe.
Se siente idiota. Patético. Ridículo. Totalmente adolescente. E Hinata no deja de moverse en su silla.
Le gustaría tener una explicación razonable para lo que hace, pero no es así. Alarga la mano y toma la de Hinata, que se tensa y lo mira con los ojos – anatómicamente imposible – abiertos. Itachi hace círculos con su pulgar sobre la palma de la mano de su esposa que sigue mirándolo fijamente a los ojos, aún sorprendida pero visiblemente más relajada. Ha dejado de moverse, excepto sus dedos que se entrelazan con los de Itachi que decide dejar su mano ahí, donde está.
Así es como ambos permanecen con las manos unidas bajo la mesa durante toda la reunión. Y así es como Itachi sabe que – incluso él – es débil al amor.
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Hinata entra en el despacho de Sasuke dejándose caer exageradamente sobre el sillón de cuero que lo adorna. Él alza la vista, algo sorprendido y ligeramente molesto por las formas, para observarla.
_ ¡Hola Sasuke! ¿Qué tal tu mañana? ¿Te importa si me siento?_ refunfuña el Uchiha al ver la mirada ausente de Hinata, ironizando. Se da por vencido ante la falta de respuesta_ ¿Acabáis de volver? ¿Y mi hermano?
_ Uh_ Hinata baja de su propia nube en ese instante. La reunión acabó hace 45 minutos, lo suficiente para despedirse de los miembros de la empresa y llegar al edificio Uchiha. Su cuerpo está ahí, eso ella lo sabe. No puede decir lo mismo de su mente. Itachi le ha agarrado la mano durante todo el tiempo y ella necesita saber el significado de eso.
_ ¡Hey Hyûga!
Alza la cabeza para mirar a Sasuke.
_ Uh-oh. Perdón Sasuke_ el nombrado gira los ojos ante la mirada perdida de su amiga y le da tiempo para ubicarse_ Itachi está con mi padre y el tuyo en su despacho. Acabamos de regresar.
El azabache asiente sin dejar de observarla. Hay algo allí, en sus ojos blancos, que ha cambiado.
_ ¿Me dirás que te tiene tan ausente o tendré que interrogarte?
_ No estoy ausente.
Y él gira los ojos. Hinata no sabe mentir. Y es pero todavía ocultado sentimientos. Parece mentira que todavía intente hacerlo.
_ No me jodas. Sólo suéltalo Hinata. ¿Qué ha pasado esta vez entre Itachi y tú?
A él le parece increíble que aún haya cosas que puedan sucederles a esos dos, su vida parece una mala novela rosa de las que lee su madre y con las que llora amargamente en el sofá.
_ Creo que le quiero…
_ Bueno eso tie… ¿disculpa?_ Sasuke no puede creerlo. Cualquier cosa, cualquier maldita cosa hubiese sonado menos irreal que esa frase. He visto un extraterrestre o creo que los cerdos vuelan; habrían sonado más reales para él_ ¿Has dicho que le quieres?
_ Que creo que lo hago, si.
Está sonrojada. Parece la pequeña Hinata de quince años. El rubor en sus mejillas y el inocente – e irritante – movimiento de frotar sus dedos, regresa.
_ Dios_ Sasuke no sabe que decir. Lo ha dejado sin palabras, lo cual le cabrea un poco _ ¿Cómo es posible?
_ No lo sé. Yo… me he dado cuenta hoy.
_ Eso es una buena noticia ¿no?
_ ¡Claro que no!_ Hinata alza la voz más de lo normal. Está nerviosa. Su amigo lo sabe porque ella se levanta y pasea de un lado a otro _ quiero decir, está bien quererlo. Pero él no lo hace.
_ ¿Te lo ha dicho él?
_ ¿Eh?
Sasuke comienza a frustrarse. La conversación es absolutamente absurda y el ir y venir de Hinata está sacándolo de sus casillas. Se levanta para detenerla apoyando sus manos en sus hombros. La mira fijamente.
_ ¡Joder, cálmate! Estás poniéndome de los nervios.
_ Perdón_ ambos toman aire profundamente para relajarse.
_ Bien. ¿Te ha dicho Itachi que no te quiere?
El mohín de Hinata es algo gracioso, causando media sonrisa en Sasuke. Puede que la historia entre su hermano y ella sea totalmente estresante pero, en cierta forma, le divierte. Y bueno, es una gran forma de torturar a su hermano durante el resto de su vida, y eso le da cierto encanto al asunto.
_ Él no ha dicho nada. Yo ni siquiera le he dicho esto… ¡y no voy a hacerlo! Las cosas estaban empezando a ir mejor, no es necesario volver a complicarlas de nuevo.
_ Por supuesto. Porque que hubiese amor entre vosotros haría todo muchísimo más difícil_ el tono exageradamente sarcástico de Sasuke hace a Hinata soplar de frustración. Desea pegarle, o mandarlo a la mierda. O algo mejor, llamar a Naruto y que él se encargue de desesperarle. Todos saben que nadie mejor que el Uzumaki para sacar de sus cabales al Uchiha.
_ Sasuke…
_ No. Escúchame Hinata. Esto es lo mejor que podía pasarte. Siempre creíste que te resultaría imposible amar a Itachi, ahora sabes que no es así. No dejes pasar esa oportunidad. Ni siquiera mi hermano es de piedra.
Hinata toma aire. Está asustada, no sabe muy bien de qué, pero el sentimiento está ahí. Se mezcla con la excitación del nuevo descubrimiento, pero es casi palpable.
_ ¿Y bien? ¿Se lo dirás?
_ Supongo que sí. Pero ¿Cómo se le dice a tu marido que has empezado amarle?
Y el silencio se instaura. Hinara mira a Sasuke ante su inusual mutismo. Hubiese esperado una broma cruel, un consejo cutre o una media sonrisa, tan característica suya. No aquello.
Sasuke ni siquiera la está mirando, tiene la vista fija en algún lugar tras ella. Va a girarse para ver de qué se trata pero la respuesta llega antes de que pueda hacerlo.
_ Sasuke déjanos a solas, por favor.
La voz grave de Itachi paraliza todos sus músculos, excepto su corazón que comienza a retumbar irregularmente haciendo pitar sus oídos. Hinata quiere morirse allí, en aquel instante. Pero al mismo tiempo siente el alivio, lo ha soltado. Itachi ahora ya lo sabe y es un peso menos que cargar.
Siente la mano de Sasuke sobre su hombro y como murmura algo – inentendible para ella – a su hermano antes de irse, cerrando la puerta tras él.
_ Hinata mírame.
Tiene que tomar aire, contar hasta tres y muchas otras formas de relajación que recuerda haber leído en algún lugar, sin importancia ahora; pero finalmente obliga a sus pies a moverse y se da la vuelta para clavar sus ojos en los de Itachi. No importa lo que él vaya a decirle ahora, da igual.
Ella está segura, más que nunca.
Ese que está ahí ya no es el marido por obligación que era antes. Ese que está ahí es Itachi. Su marido. Al que – estúpidamente – ha empezado a amar.
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Hinata lo está mirando. Tiene muchos matices en su mirada. Itachi puede ver miedo, inseguridad, calor, vergüenza. Pero también hay seguridad, orgullo, confianza. No le importa. Él desecha todo eso, nada de eso es lo importante ahora. Él quiere lo otro. Lo que se vislumbra más claro. Ese sentimiento cálido y acogedor que se desprende hacia él, abrazándolo. Itachi quiere el amor. Ha escuchado a Hinata decirlo, que lo ama; pero ahora puede verlo.
Allí está la esposa por la que no sentía nada, y que – sorprendentemente – le ha robado el corazón.
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Cuando Itachi da un paso hacia ella, Hinata se mantiene allí; estática. Está a la espera. No va a decir nada más. Lo que ahora quiere hacer es escuchar.
Itachi avanza con seguridad. La duda no existe para él. No lo hizo el día de su boda cuando se casó por obligación, y no lo hará ahora que va camino de conseguir algo que quiere.
Si, algo que quiere él. Itachi, como persona. Algo para él. No para su familia, ni su empresa, ni los Hyûga. Sólo para él.
No se molesta en ser delicado y a Hinata no parece importarle cuando la agarra con rapidez y, quizá, más fuerza de la necesaria por la cintura pegándola a él y elevándola ligeramente para que sus frentes se toquen y sus labios queden separados por apenas unos milímetros.
Ella exhala aire ante el sorpresivo movimiento, pero después permanece quieta mirándolo fijamente a los ojos.
Itachi no la hace esperar. No es por caballerosidad, siendo sinceros él tampoco quiere esperar.
Entonces lo hace. La aprieta contra él un poco más, juntando sus cuerpos de forma casi imposible.
_ ¿Es cierto? ¿Me amas?
Hinata sólo traga saliva, asiente moviendo la cabeza y dibuja con sus labios un "sí" sin emitir ningún sonido.
Itachi no puede evitarlo, sonríe de medio lado. Jamás pensó que él estaría viviendo esa escena. De pie, en medio del despacho de su hermano pequeño con su mujer en el aire, fuertemente sujeta con sus brazos.
Y la besa. Antes de decir nada. No es su primer beso, pero se siente como si lo fuese. Quizá porque es el primero que se dan con sentimiento reales.
Es torpe, desesperado y corto. Pero es suficiente.
Vuelve a mirar a Hinata, que ya sonríe ligeramente y está sonrojada.
_ Sí, quiero_ y se siente tentado a reír a carcajadas al ver la perdida mirada de Hinata al oírle decir eso_ Yo también te amo. Me parecía el momento más adecuado para decir eso.
Hinata sonríe pasando sus manos por el cuello de Itachi.
_ Sí, quiero_ repite.
Y esas dos palabras, que apenas tienen sentido dichas de esa forma, son las más maravillosas para ambos que comienzan a reír – de forma casi histérica – ante su propia ridícula e infantil forma de actuar.
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¡Hasta pronto!