D: J.K. Rowling es dueña de HP.

N/a: Volviendo a las andadas, falta un cap para cerrar con broche de oro lo que alguna vez creí no terminar. Pero aquí estoy ^^ y quiero más! adljaflkjdksfaj, quiero más Sirius y Bella! Que me pasó? Había olvidado lo mucho que me gusta esto. Espero ansiosa sus comentarios, quiero saber que piensan sobre la despedida que Bellatrix le dio a Sirius. ¿Que les pareció? ¿Faltó más? ¿Fue demasiado bondadosa? A mi me se me antojaba más acción pero en aquellas circunstancias me conforme con esto (si hubiera sido más Sirius me hubiera enviado varios crucios y luego un ramo de rosas jajaja)... Muchos saludos, Mel.

Capitulo 11: La despedida.

Quiero romper el hechizo que has creado, intenté renunciar a ti… pero soy un adicto.


Estaba sentada en el borde de la cama. Sola. Esperando. Ansiosa. Pronto sería libre de nuevo. En cuestión de minutos, quizá una hora, volvería a ver a su Lord. Volvería a ser Bellatrix Lestrange, la despiadada. La letal. La mejor mortifaga de todos. Y cobraría su venganza. Solo pensar en ello, sentía como su respiración se tornaba irregular, como la sangre comenzaba a circular más rápido. Se relamió los labios, inquieta. Tenía que tener paciencia. Todo estaba calculado, nada podía salir mal a estas alturas.

En aquel lúgubre y pequeño dormitorio de Grimmauld Place, lugar que nunca pensó en volver a pisar, esperaba la señal. Severus Snape le había dicho que en el momento adecuado ella bajaría hasta la cocina donde estaría la entrada hacia su liberación.

Supo que era tiempo, cuando el pasillo enfrente de ella quedó solo. Tenía la tentación de salir pero si lo hacía se arriesgaba a que lo planeado se estropeara.

Agudizó el oído y se quedo quieta, expectante. Unos pasos se lograron percibir desde lejos. Aumentaban cada vez más.

Y no pudo evitar que las comisuras de sus labios se levantaran, al ver una figura negra e imponente en el umbral de la puerta. Entró al cuarto con rapidez y cerró la puerta detrás de si.

-Acércate, rápido- Susurró una voz fría y carente de toda emoción.

Bellatrix odiando que le mandarán, obedeció. Snape levantó su varita que sostenía en la mano izquierda y cuando tuvo a la mortifaga enfrente de él, la posó en la coronilla de esta. Unos fuertes golpes continuaron antes de que la mujer sintiera como hilos fríos le recorrían todo el cuerpo. La estaba desilusionando.

Iba a abrir la boca para preguntar el porque, pero el hombre la calló hablando primero.

-Saldrás detrás de mí. Mundungus me esta esperando afuera.- La bruja frunció el ceño como si no entendiera muy bien lo que le estaba diciendo el mortifago. Severus resopló.

-¿Creerías que la Orden me iba a dejar subir hasta acá solo? Muchos no se fían de mí, en especial tu querido primo. Así que me han enviado con ese vagabundo. No se atrevió a entrar, es un cobarde.

Para ese entonces el cuerpo de la mujer había adquirido el tono y textura exactos a lo que tenía detrás de ella. Dando la sensación de que fuera invisible, aunque no del todo. Bellatrix se contempló.

-Saldremos y en cuanto ponga un pie en la cocina, tú te agacharas hasta el piso. Te arrastraras, sin hacer el más mínimo ruido hasta mi silla. Hay una separación entre mi asiento y él de Bill Weasley, donde fácilmente podrás escabullirte hasta debajo de la mesa. El túnel ya esta abierto, lo verás sin problemas.- Finalizó y sin esperar, Snape dio media vuelta y abrió la puerta.

Ella le siguió. Trataba de memorizar las instrucciones, en realidad parecía bastante sencillo, tanto que atemorizaba.

Pudo ver como al final del pasillo, donde comenzaban las escaleras, un hombrecillo con el cabello anaranjado y de aspecto desaliñado estaba recargado en la pared. Se levantó de golpe al ver a Snape acercarse. Este lo ignoró y pasó de largo. El hombre se puso junto con él y empezaron a bajar las escaleras.

Un penetrante olor a tabaco y alcohol, inundó el ambiente. Tartamudeó un poco antes de preguntar con cierto temor.

-¿Qué dijo?

Bellatrix fue testigo de ver como el mortifago lo fulminaba con la mirada mientras ella trataba de no pisarle el bajo de la tunica, pero el mago andrajoso no se percató, estaba demasiado nervioso.

-Nada- Contestó con simpleza Severus llegando al vestíbulo. Torcieron a la derecha adentrándose a un oscuro salón. Mundungus abrió la boca para decir otra cosa, pero se lo pensó mejor y decidió cerrarla.

Llegaron segundos después a la estancia iluminada que era la cocina. Antes de pegarse al suelo, Bellatrix analizó la situación. La mesa estaba cubierta por un largo mantel. Supuso que aquello no era una mera coincidencia. Sin duda la tela le cubriría en su escape. Todos estaban en silencio observando como Snape y el otro tomaban asiento.

La mortifaga se puso a gatas y avanzó por el desgastado suelo de madera. Tenía que apurarse. Con una agilidad y sigilo propios de un felino, avanzó con facilidad hasta debajo de la mesa. Deslizándose entre las piernas de Snape.

Respiró cosa que momentos antes había sido incapaz de hacer. El primer paso estaba concluido. Ante ella veinte pares de piernas se extendían y rodeaban el gran comedor rectangular. Pronto divisó un diminuto agujero, como si fuera una madriguera en el centro del reducido espacio. Se acercó a ella, y asomó su cabeza, su largo cabello desilusionado le cayó a los costados de la cara.

Dentro del hoyo todo estaba oscuro. Tragó saliva. Se había adentrado a cosas peores. Escuchó como Dumbledore empezaba a hablar, con su voz serena y amable. Casi podía sentir los movimientos que hacían al otro lado de la madera. Gracias al tono claro del mantel la luz se filtraba.

Se irguió lo más que pudo, quedando sentada con la cabeza inclinada. Volvió a recorrer su vista por todos los presentes, algunos creyó reconocer otros le eran totalmente extraños, pero encontró lo que buscaba. Identificó a su presa en el otro extremo de la mesa, justamente en la cabecera. Alzó las cejas, con una sonrisa venenosa. ¿Cuánto tardaría? No mucho, suponía.

Esquivando el túnel, alcanzó el otro lado de la mesa. Se sentía como niña pequeña a punto de cometer la mejor travesura de todos los tiempos. ¿Cómo tocarlo sin que se sobresaltase? Imposible.

Espero unos instantes, tenía que buscar un momento con ruido. O algo que distrajese a los demás. Se mordió el labio inferior, concentrada. De otra manera Sirius Black se alarmaría al sentir unas manos sobre él. Y no quería eso.

Se percató de que a tres sillas de distancia, alguien se balanceaba apoyándose solo en las patas traseras. Aquella infantil actitud solo podía ser de una sola persona. Nymphadora Tonks se convirtió en el blanco perfecto para Bellatrix. Sospechaba que la mocosa iba a ser útil algún día.

Solo fue cuestión de alargar la mano, y darle un pequeño empujoncito. La fuerza de gravedad se encargó del resto.

Una exclamación se escuchó justo cuando la mortifaga posaba sus manos en las pantorrillas de su primo, apresándolas. El sordo golpe de alguien caer sucedió después. Sintió como Sirius saltaba en su asiento. Bellatrix sonrió. Algunos se levantaban para ayudar a la chica que maldecía por ser tan torpe.

Subió sus invisibles manos hasta los muslos que tomaban el color negro del pantalón. En el acto fueron apresadas por otras masculinas, más grandes y fuertes. Entonces supo que tenía que hacer la presentación. Alzó un poco el largo mantel para sacar su cabeza, procurando que solo el animago la viera.

A pesar de que estaba bajo un encantamiento desilusionador, Sirius Black, pudo distinguir el rostro de su prima. Pálido como la cera apretujó con fuerza las manos de ella con las de él. Pero Bellatrix no dejaba de sonreír, con aquella mueca impregnada de maldad.

-Shh…- Susurró la bruja que volvía a esconderse debajo de la mesa. La escuchó claro, aún con el alboroto que se llevaba a cabo por la repentina caída de su sobrina, que más bien sospechaba, había sido la artimaña de Bellatrix para poder someterlo.

Aún la sujetaba de las manos, cuando se estableció el orden de nuevo. Intentó forcejear con ella cuando sintió que lo mordían, por instinto la soltó y alejó sus manos. ¿Qué pretendía hacer?

Dumbledore reanudó la discusión que hasta entonces habían mantenido. Pero Sirius ya no estaba concentrado.

Los finos dedos de la mortifaga se deslizaron por el interior de sus muslos, ascendían y descendían sobre la tela, hasta posarse en su objetivo, la entrepierna.

Pronto comenzó a desabrochar el cinturón con una rapidez tremenda. El animago se tensó al instante. Y escuchó la carcajada de triunfo, apenas imperceptible de su prima. ¿PERO QUE DEMONIOS?

Apretó los dientes, sus manos se aferraron al filo de la mesa, cuando percibió como la cremallera de su fino pantalón de vestir negro, se bajaba. Mierda. Mantenerse impasible era ahora su tarea. Cuando la ropa interior pasó a la historia en segundos, su respiración se aceleró y no pudo evitar cerrar los ojos por unas milésimas cuando la ávida y húmeda lengua de la mortifaga hizo contacto con su piel dibujando lentas líneas letales para Sirius.

Se mordió los carrillos internos, temblaba, pero no quiso averiguar el porque. Sus uñas se clavaron entonces en la silla. La voz de su antiguo director de Hogwarts se había convertido en un eco distante, en apenas una insinuación. Todo se tornaba borroso conforme Bellatrix avanzaba. Había aumentado el ritmo. Su corazón latía frenéticamente. ¡MALDITA PUTA!

Succiones, mordidas, incluso besos. ¿A que se estaba divirtiendo de lo lindo? La cocina era cada vez más lejana para Sirius Black, sus dedos estaban astillados por la presión ejercida sobre la madera, pero poco le importo. Podía percibir unas finas gotas de sudor nacer en su frente. ¡POR MORGANA Y TODOS SUS MALDITOS DESCENDIENTES!

Estaba en una situación espantosa. Y aun así ya no era capaz de detener a la mujer que lo estaba llevando a la perdición. Solo rogaba porque nadie se percatara de algo. Trataba de no tener una cara de sufrimiento, quería evitarse las preguntas.

Llegó a un estado de sopor, donde solo sentía la boca de su prima en aquella parte de su cuerpo, las manos de ella volvieron a atrapar las de él. Ya no podía moverse, estaba ahí a merced de Bellatrix. Palpitante, caliente. Conteniéndose por no gritar.

Y justo cuando creyó que se liberaría, que estaba a punto de llegar al clímax. Todo paró. Se fue como había llegado. Ya no estaba. Hubo unos momentos de confusión. Entonces los claros ojos de su amigo Remus Lupin, sentado al lado de él, se clavaron en los suyos, grises. La reunión había finalizado. Pero Sirius no estaba ahí.

Quería inspeccionar debajo de la mesa, pero la pregunta del licántropo lo detuvo. Un contacto de la vida real, que fue como un cubetazo de agua fría para el animago. Un escalofrió lo recorrió.

-Estuviste muy callado, ¿Te encuentras bien, Canuto?

-No.- Susurró con una voz inaudible. Solo por esos instantes prefirió estar en Azkaban en vez de ese maldito lugar. Porque le había gustado, si maldita sea, le había gustado y ese era el jodido problema.


mi dios ...