Hola a todos… ¿Qué tal el fin de semana largo? Espero que se hayan divertido y descansado, y que estén ya listos a empezar la nueva semana. Por lo pronto yo les traigo una pequeña historia, dividida en cinco partes, las cuales, como siempre, ya están terminadas y guardadas en mi querida PC. Esta historia es ligera y espero que los entretenga.
Antes de leer, lo de siempre:
Los personajes (todos lo sabemos) son de JKR, no gano nada más que entretenerme al escribir sobre ellos. Lo que le pase a los personajes a partir de ahora si va por mi cuenta.
Advertencias: Este fic es slash, significa chico/chico en una relación, si esto no es de tu agrado y caíste de casualidad por aquí, te recomiendo no leer.
Habrá: infidelidad, lemmon (explícitos), celos, partes empalagosas, y algo OC, así que quedan advertidos.
CONTRICIÓN
I PARTE
—Bueno, al fin y al cabo, no sé qué es lo que Fred quiere, no puede ir por el mundo engañando a todas las chicas que conoce, ¿no crees? —preguntó Ginny, refiriéndose al último escándalo ocurrido en la tienda de bromas de sus hermanos, donde una chica había ido a hacer un escándalo tremendo porque decía que Fred la había engañado, y claro, la revista "Admuravi", experta en escándalos, no había perdido la oportunidad de colarse durante el altercado, tomar fotografías y hacer un gran artículo al respecto, contando además con una entrevista de la ex novia de Fred, con la cual había terminado en malos términos, ya que según ella, Fred la había engañado repetidas veces.
—Y bueno… si le vas a creer a esa revista de cuarta —suspiró Harry, verdaderamente poco interesado en los chismes sobre Fred, o de cualquier otro ser que habitara el maravilloso mundo mágico de Reino Unido; además su mente no estaba del todo presente en ese momento.
—No es una revista de cuarta —reprochó Ginny, mientras dejaba la revista a un lado y se servía un poco más de jugo de calabaza.
—Lo dices porque Lavender trabaja allí.
—Lo digo porque no todo lo que publica son chismes —negó rápidamente Ginny —, no dirás que existe un solo diario o revista que publique el cien por ciento de cosas verdaderas. —Harry negó con la cabeza y estaba a punto de replicar cuando Ginny se apresuró a continuar, levantando un poco más la voz—. Además, ella no trabaja sólo para esa revista, es periodista libre, vende sus artículos al mejor postor.
—A lo que llaman periodista —Harry bufó y dejó a un lado la tostada que estaba comiendo para levantar con un par de dedos la revista y acercarla más a él —y aún así, mira esto, el capitán del equipo de Las Avispas de Wimbourne fue visto hace unos días en un restaurante muggle con Divakaruni, dueño de Los Appleby Arrows, ¿a quién le importa si este tipo quiere fichar con ellos el año que viene? Tal vez sólo sean amigos…
—¡Oh, vamos! —suspiró Ginny—, todos saben que es un vendido, en el último partido ni siquiera hizo el intento de alcanzar la Snitch.
—Claro… y no olvidemos que eso le sirvió bastante a tu equipo, pues hizo que fuera más difícil quitarles el primer lugar.
—Tal vez… pero eso no quita que sea un vendido —refutó Ginny, negando con la cabeza.
—Aja, ¿y qué me dices de esto?, la vocalista de las Brujas de Salem decidió que quería cambiar su aspecto y se pasó toda la tarde por la tienda de Vêlâminis —Harry, sin esperar respuesta alguna pasó a la siguiente página, en cuanto leyó el encabezado de esa página se quedó sin voz, y algo se oprimió en su garganta.
—Ah… sí, Malfoy —resopló Ginny —, desde hace unos días que está haciendo noticia, y lo sé porque me lo ha contado Lavender, lo han estado siguiendo por días… parece que ha decidido sentar cabeza.
—¿Sentar cabeza? —preguntó Harry, mirando sin recato la fotografía tomada en medio de una de las discotecas más exclusivas de Inglaterra, de ambiente, por supuesto, en ella Draco salía agitándose de manera descarada contra el cuerpo de un chico sin camisa, con los músculos marcados y ojos claros, su cabello era corto y sus labios rojos y sonrientes, mientras ponía ambas manos sobre las caderas del rubio y susurraba algo.
—Claro… ya sabes que a Malfoy nadie lo ha visto nunca con un chico por más de un día, y hace meses que se estaba portando bien, pero ahora aparece con este tal… —Ginny inclinó la cabeza hacia la revista y asintió —Lior Freuchie Friern, extranjero, y parece no despegarse de él en ningún momento, si es que se está exhibiendo de esa manera es porque es algo serio, ¿no? Al menos es lo que piensa Lavender, ¿sabes que tiene una obsesión con él? —Ginny soltó una carcajada, pero Harry no le prestó atención, seguía mirando a Draco, agitándose descaradamente contra ese otro… extranjero —, dice que es una de las cosas más sexys que hay en el mundo, y que bueno, es una pena que sea gay y no que sea homofóbica, pero ya ves que es un desperdicio de…
—Debo irme, recordé que tengo algo pendiente —interrumpió Harry, poniéndose en pie y casi volcando la mesa en el proceso, Ginny dejó de hablar y arqueó una ceja hacia él.
—¿Algo que hacer?
—Sí… te quedas en casa… tal vez tarde un poco en volver y…
—¡Pero hoy es el almuerzo en la madriguera! —protestó, mirando de manera desconfiada a Harry.
—¡Cierto! —Harry se pateó mentalmente, ese día no tenía que ir a la oficina, y además almorzarían todos juntos —. Llegaré pronto, nos vemos allá.
—¿Estás seguro de que todo está bien?
—De maravilla —asintió mientras salía de la cocina.
—¿No se te olvida nada? —preguntó Ginny, cruzándose de brazos.
Harry se giró y le dio una rápida mirada a la mesa y luego alrededor, fue sólo cuando Ginny comenzó a taconear fuerte, que entendió a qué se refería.
—Lo siento —musitó, acercándose a ella y dándole un beso en los labios.
La chica puso los ojos en blanco y soltó una carcajada.
—A veces eres tan despistado.
Harry no contestó, el nudo en su garganta se había hecho mayor y después de todo, tenía que darle razón a la chica.
Sin querer demorar más, se metió a la chimenea y recitó el nombre de su oficina, en el Ministerio.
La mujer de recepción, Mandy, que siempre era amable con él, le sonrió en cuanto lo vio llegar.
—Buen día, señor Potter.
—Hola, Mandy
—¿Trabajará hoy?
—No… sólo hacía una escala —Harry hizo un gesto de despedida y luego enrumbó hacia la salida, usaba esa treta cuando no quería que Ginny –o algún otro que estuviera cerca – supiera a dónde iba, pues no era muy difícil para la mayoría de sus amigos rastrear las desapariciones.
Cuando llegó al vestíbulo, salió hacia el callejón trasero, sólo entonces se permitió aparecer en el lugar al que realmente le urgía ir.
La oficina estaba tal como siempre, con las amplias ventanas abiertas de par en par, el aire fresco de primavera entrando y perfumando todo, al fondo, con una mirada curiosa, un rubio levantaba una ceja, se había quedado con la mano en la que sujetaba la pluma en alto y parecía mucho más que desconcertado.
—Por un momento pensé que me habrías quitado el privilegio de entrar —dijo a modo de saludo, mientras se dejaba caer en la silla frente al escritorio del rubio, con la confianza que tantos meses visitándolo le habían dado.
—Buen día, Potter, todo un milagro tenerte por aquí, y siempre con tus maravillosos modales.
—Ya deja eso y dime qué pretendes —reprochó Harry, inclinándose hacia el frente y mirándolo con atención, estudiando sus ojos y su expresión; tratando de encontrar algún resquicio que le mostrara sus sentimientos, a veces era tan difícil leerlos.
—Terminar con este contrato, antes de la hora del almuerzo de preferencia, tengo planes y tal vez no pueda volver hasta la noche —explicó Draco con tono calmado, dejando la pluma dentro del tintero y recostándote contra la silla, había algo de triunfal en su mirada.
—Sabes que no me refiero a eso.
—¿Nuevamente esperas que adivine tus pensamientos?
—¿Quién es Lior?
—Ah… —Draco suspiró y desvío la mirada al jardín un momento, como meditando, antes de retomar la atención en Harry —Lior Freuchie Friern: su padre era amigo de mi padre, accionista de algunas empresas, está planeando quedarse una temporada en Inglaterra…
—Me refiero a qué hacías con él en medio de una discoteca hace tres noches.
—Siempre he dicho que deberías andar por las discotecas para saber qué se hace allí, estoy seguro de que la pasarías genial… aunque claro, es todo un problema con eso de tratar de andar de incógnito, ¿cierto?
—No me presiones —replicó Harry, apretando los labios y poniéndose de pie en un salto; Draco pareció alertado por un instante, aunque casi inmediatamente retomó su pose desinteresada.
—Mira… Harry —dijo lentamente —, creo que tienes un pequeño problema de roles, lo que yo haga, o no haga, no es tu asunto, yo no te pido explicaciones de lo que tú y la comadrejita hacen.
—No le digas así.
—Si no quieres escuchar que la llame así, simplemente no te aparezcas por aquí.
Harry entrecerró los ojos y sin mediar palabra alguna, desapareció.
Draco arqueó una ceja y se dejó caer un poco más contra la silla, ni siquiera había terminado de respirar tranquilo cuando nuevamente Harry apareció, luciendo mucho más molesto aún.
—¡Esto no es justo! —espetó Harry, caminando hasta Draco, sujetándolo por la camisa y levantándolo un poco.
—¡Hey! —jadeó Draco —¿Qué demonios…?
—Tú dijiste que me querías.
—¡Oh, por favor! —gruñó Draco, soltándose de él y poniéndose en pie.
—¿A qué estás jugando?
—Tú y yo dejamos de jugar hace mucho, Potter —respondió Draco —, si no mal recuerdo, el día que te pedí que dejaras de hacer eso precisamente, jugar, que escogieras de una vez por todas… ¿y qué escogiste?
—Nada, no escogí nada, dije que necesitaba tiempo… que no era tan simple, que…
—Ya, ya —interrumpió Draco, moviéndose hasta el otro lado de la habitación —, pues lo he hecho simple para ti, no tienes que decidir, porque lo he hecho yo, quédate con ella y con todo lo bueno y bello que su relación te ofrece —dijo con sarcasmo —, que yo ya me cansé de esperar.
—Pero… Yo, Draco, yo siento cosas por ti y…
—Y no son lo suficientemente grandes como para hacer nada.
—¡No es justo!
—No, lo que no es justo es que quieras que me quede en casa esperando para ver si algún día te decides y me eliges, o para que me pases la invitación a tu boda, que creo que es lo que ocurrirá pronto… Más de un año con la misma chica, Potter, ya va siendo tiempo de sentar cabeza, estoy seguro que todos te lo dicen siempre… y tú les harás caso.
—¿Y por eso vas y te enredas con el primer…?
—No, no es por eso, es porque él, a diferencia tuya, no tiene miedo ni le gusta andar escondiéndose, él sí me ofrece seguridad, sé que no me dejará a la primera insinuación de desaprobación de la gente, o de su familia y amigos, como verás, él no es un cobarde.
Harry abrió la boca y la cerró nuevamente, antes de dar varios pasos hacia Draco, que se quedó quieto en su sitio, con una mirada retadora, de aquellas que hacían que su piel hirviera.
—¿Eso te ha dicho? ¿Qué quiere algo formal contigo? ¿Y tú eres tan iluso que le crees? Lo único que han hecho es andarse magreando en una discoteca exclusiva y…
—Si tú quieres creer que es lo único que hemos hecho, es tu problema —le interrumpió Draco —, no tengo porqué explicarte nada.
Harry entrecerró los ojos y rápidamente terminó de recorrer la distancia que los separaba, sujetando al rubio de los brazos y pegándolo a su cuerpo, pudo sentirlo estremecerse, aunque su mirada no cambió en absoluto.
—Sabes que lo que tú y yo tenemos es especial… que no lo puedes olvidar, y menos por un extranjero que seguramente no sabe siquiera pronunciar tu nombre correctamente.
Draco bufó y trató de soltarse, pero Harry era más fuerte y lo apretó más aún.
—Tú y él no tienen nada —continuó Harry, acercándose a sus labios, antes de poder saborear el beso, Draco giró el rostro, tratando de apartarse de él con más fuerza.
—Él y yo tenemos algo, algo serio, y a diferencia tuya, Potter, no me gusta andarle poniendo los cuernos a mi pareja.
Harry lo miró impactado, sus manos resbalaron por los brazos de Draco lentamente, mientras su mente procesaba lo que acababa de escuchar.
—Dices que…
—Que no es un calentón de una noche, que tenemos algo formal, desde hace mucho que él ha estado interesado en mí, y hace unos días he decidido aceptarlo; como te dije, no te esperaré eternamente, simplemente he pasado a otra cosa, y tú deberías hacer lo mismo… regresa con tu novia y forma la maravillosa familia que deseas, no seré más un obstáculo para ti, es más, probablemente no me cruce más en tu camino.
—Pero… Draco, yo en verdad…
—No lo quiero oír, no necesito oírlo, ahora no, ahora sólo quiero que te vayas y que no vuelvas.
Draco caminó hacia la ventana y le dio la espalda, apreciando los jardines, mientras Harry lo observaba con atención, dándose cuenta de que en verdad lo había perdido, había pensado en él como alguien que estaría en su vida siempre, que nunca lo dejaría, a pesar de todo, pero ahora se daba de bruces con la cruel realidad, lo había perdido, Draco no lo había querido esperar más.
—Yo no quiero… —quiso decirle que no quería perderlo, que no estaba dispuesto a ello, que le diera un poco más de tiempo, que lo dejará arreglar las cosas… quiso repetir cada una de las excusas que había dado durante los últimos meses –casi un año- pero no pudo, porque algo se atoraba en su garganta, mientras su corazón latía con fuerza.
Un ligero pop lo hizo retroceder un paso, mientras un elfo doméstico se materializaba delante de ellos.
—Amo Draco, disculpe que lo interrumpa, señor, pero usted ordenó a Thirsk que le avisara cuando el señor Lior llegara, y ya ha llegado.
—Gracias Thirsk — respondió Draco sin girarse aún —, dile que en un momento estoy con él.
—Sí, amo, permiso, amo —dijo el elfo, antes de desaparecer le dio una mirada más a Harry e hizo un asentimiento.
—Draco…
—Ahora, como ves, estoy ocupado —interrumpió Draco, sin darle la cara —, ya sabes que tienes permiso para desaparecer, pero voy a quitarte los privilegios de aparecer aquí, no tendría sentido, después de todo.
Harry miró hacia el piso, recordando la tarde, tantos meses atrás, en que Draco le había dado los privilegios para aparecerse en el despacho de su Mansión, nadie nunca antes había tenido ese privilegio, eso le había dicho él, que lo hacía para que fuera más fácil llegar, para evitarle problemas y para que, en caso lo necesitara contactar con urgencia, lo pudiera encontrar.
—Y no quiero que te cruces con él —agregó, girando por fin y mirándolo seriamente.
Harry sintió su corazón hundirse en medio de su pecho, perdiéndose en un espacio vacío, como en un agujero negro que absorbía todo lo bueno que había alrededor, sus sentimientos, su risa, su vida.
—Claro… yo… —Harry negó con la cabeza, no quería verlo a la cara, no quería seguir presenciando lo que había perdido por cobardía.
—Ten una buena vida —agregó Draco, mientras caminaba hacia uno de los lados, donde Harry sabía, había un espejo de cuerpo completo, que Draco usaba para apreciar su atuendo antes de una reunión importante, aunque también lo habían usado para otras cosas…
—No te quiero perder —dijo al fin, avanzando hacia él. Draco lo miró a través del espejo, y acomodó su camisa un poco, antes de girarse.
—Tú y yo nunca nos pertenecimos —respondió, levantando la varita.
—Por favor… haré lo que sea…
—Ya no necesito que hagas nada —murmuró, antes de agitar la varita, Harry sintió perfectamente como era expulsado de la habitación, su cuerpo agitándose de un lado a otro, hasta que el aire llegó nuevamente hasta sus pulmones y entonces estaba de pie, en el callejón detrás del Ministerio, lejos de Draco y de la Mansión.
******
—Pero si es nada más y nada menos que Potter —dijo una voz a sus espaldas, Harry se giró rápidamente, para encontrarse cara a cara con Draco Malfoy, a quién no veía desde que la guerra había casi empezado, cuatro años atrás.
—¿Qué quieres Malfoy? ¿Un autógrafo? —respondió, mirando alrededor, era aún temprano y nadie había llegado a los vestidores.
—Oh, vamos, ¿en verdad crees que querría un autógrafo tuyo?
—Eres tú el que ha venido a buscarme, ¿no?
—¡Qué vanidoso que te ha vuelto el tiempo! —replicó Draco, apartándose un par de pasos y mirándolo de arriba abajo, con los brazos cruzados.
Harry no supo porqué, pero esa mirada logró ponerlo algo nervioso, mientras repasaba los cambios en su enemigo de escuela, ahora un poco más alto que él, con el cabello suelto y cayendo sobre su frente y hasta las orejas, sus ojos grises brillaban de una manera que jamás había visto.
—¿Y qué haces aquí entones?
—Soy uno de los organizadores, pensé que te lo habían informado —contestó Draco, apoyándose contra la pared opuesta y sonriendo orgulloso.
—Sí, lo sé.
Harry lo sabía, porque la carta con la invitación lo indicaba, un partido amistoso entre las celebridades que no pertenecían a los equipos de la liga inglesa de quidditch, organizado por la corporación Malfoy, entre otras, para lograr recaudar fondos para San Mungo, sólo por eso Harry había aceptado, no le gustaba que lo colocaran entre las celebridades, pero sabía bien que su presencia haría que las entradas se vendieran rápidamente.
—Sólo estoy revisando que todo esté en orden…
—Ah… Aún es temprano —respondió, girándose nuevamente y terminando de arreglar su uniforme, algo incómodo por la mirada de Malfoy.
—Sí, lo sé, pero me gustaría hablar contigo antes…
—Estás hablando.
—¿Qué tal una apuesta?
—Yo no apuesto, Malfoy —había respondido rápidamente.
—¡Oh, vamos! Un incentivo más para atrapar la Snitch.
—Tengo suficiente incentivo —se giró nuevamente y se dio cuenta de que Malfoy estaba más cerca de él ahora, trató de que la incomodidad no se le notara —, además, si mal no recuerdo, eres un pésimo perdedor.
—Oh —Malfoy hizo un gesto que, nunca antes había notado, era sexy, y sonrió —¿Has escuchado del modelo Pegasus 2002? Hablo de la versión de lujo, por supuesto.
—Claro… quién no ha oído hablar de ella, saldrá el año siguiente, sólo habrán cincuenta escobas de esas en el mercado, para coleccionistas y gente con demasiado oro.
Malfoy sonrió ampliamente.
—Veo que realmente sí estás al tanto.
—Son escobas —se encogió de hombros Harry, como si esa afirmación bastara de explicación.
—Yo tengo una —comentó Malfoy, lo hizo en voz más baja, casi como si le confesara un secreto.
—Pero, salen el año que viene Malfoy, harán una gran fiesta para lanzarlas y…
—Detalles —interrumpió Malfoy, agitando una mano —, eso es lo bueno de tener… ¿demasiado oro, dijiste?
—Y entonces… ¿Quieres presumir de una escoba cara? ¿No has aprendido nada desde la escuela acaso?
—No, en realidad no quiero presumir de ella, quiero hacer una apuesta contigo.
—Ya te dije que no me gusta apostar.
—Primero escucha, Potter, luego puedes decir que no.
Harry entrecerró los ojos pero finalmente asintió, dándole a entender que podía continuar.
—Como decía, el nuevo modelo Pegasus 2002; que se lanzará en mayo del año que viene, ya está en mi poder, y quiero dártela si es que ganas el partido.
—¿Acaso eso no es más bien un pago por ganar el partido?
—Oh… es que no he terminado —Malfoy agitó su cabello un poco hacia atrás y Harry se vio envuelto en el olor a frutas frescas que éste emanaba —, si tú pierdes, cosa que puede pasar, porque, siendo realistas, hasta el "magnífico niño que vivió y venció" puede perder —dijo con retintín, a lo que Harry gruñó y Malfoy sonrió más ampliamente —, como decía, en caso pierdas, me darás tu Saeta de Fuego, la que usaste en la escuela para ganar el último partido contra Slytherin, además de la Snitch que atrapaste.
Harry abrió la boca un instante, asombrado, aquellos objetos eran muy preciados para él, se trataban de lo último que tenía de la escuela, su escoba antigua estaba colgada en una de las paredes de su apartamento, ni siquiera la usaba ya, porque la consideraba toda una reliquia, con ella no sólo había ganado el último partido de la escuela, también la había usado bastante durante la guerra.
—Ni siquiera estuviste en la escuela cuando gané ese partido.
—¿Notaste mi ausencia? —le preguntó en un susurro.
—No. Bueno, sí. Faltaron tus pataletas la noche que le ganamos a Slytherin y le arrebatamos la copa —sonrió con engreimiento Harry, en esta ocasión fue Malfoy el que gruñó disconforme —; como sea, eso no es negociable, mi escoba y la Snitch, son cosas que valoro demasiado como para apostarlas.
—¿Ni siquiera por una Pegasus 2002?
—Para algunos el valor sentimental de algunas cosas es más importante que el oro.
—¿Te he ofendido? —preguntó Malfoy, su mirada dejó de parecer divertida y se volvió algo cauta —, no ha sido mi intención, es sólo que pensé que estarías tan seguro de ganar que no te podrías rehusar… además no he terminado de hacer la propuesta.
—¿Aún planeas más cosas? —exclamó sorprendido Harry, no pudiendo decidir si es que se había ofendido o no.
—Bueno, es que sería divertido que diéramos una vuelta en la Pegasus, antes que alguno se quede con ella, y por supuesto que podríamos aprovechar la ocasión para ponernos al día —Harry iba a protestar sobre que ellos en realidad no tendrían mucho de que ponerse al día, pero Malfoy continuó, sin darle opción a réplica —entonces sería la escoba más un trago, contra tu escoba, tu Snitch, y un trago. Podríamos vernos después del partido y volar por aquí cerca, conozco un sitio que no es visitado por muggles y bastante privado.
—¿Qué pretendes con esto? —inquirió, arqueando una ceja y de manera desconfiada.
—Limar asperezas, por supuesto, he pensado en que no hay razón para que tú y yo no seamos amigos… o al menos nos toleremos lo suficiente.
—¿No lo estamos haciendo ahora acaso?
—Ciertamente —masculló Malfoy con voz grave, algo se removió en el pecho de Harry, un sentimiento extraño —, si es que no aceptas, ni modo, no te rogaré…
Malfoy se acercó un poco más a él, y Harry, por instinto, retrocedió, sintiéndose intimidado de una manera diferente a la que normalmente relacionaba con Malfoy; pero entonces el rubio sonrió de manera ladina y se giró.
Harry lo vio acercarse hasta la puerta de salida y, siguiendo su habitual proceder, habló antes de siquiera pensarlo:
—De acuerdo, pero no hoy, ya tengo planes, mañana en la noche.
Malfoy se quedó quieto y demoró bastante en girar, en cuanto lo hizo su sonrisa era mucho más amplia y sus ojos brillaban de una manera que le pareció encantadora.
—Te enviaré una lechuza entonces. Suerte en el partido.
Harry asintió y entonces Malfoy se marchó, un instante después sus demás compañeros de equipo entraron, hablando bulliciosamente y saludándolo con mucho ánimo; había entrenado con ellos unos cuantos días antes, y ya los conocía a todos.
Cuando salió a la cancha, no pensó tanto en que si ganaba tendría una escoba exclusiva y aún no vendida, sino en que tal vez perdería su escoba y su Snitch, y que de cualquier forma en que acabara el partido, al día siguiente tenía una cita con Malfoy para volar un rato y tomar una copa.
Cuando sus dedos se cerraron, más de dos horas después, alrededor de la Snitch, soltó un grito de alegría, mientras volaba alrededor del estadio, acercándose a los palcos, donde Malfoy, junto con los otros organizadores, aplaudían de manera educada, sus ojos se conectaron un instante y casi estuvo seguro de haber visto algo de burla en ellos.
Harry no era tonto, o por lo menos eso quería creer él, durante los últimos tres años y medio, desde que la guerra había terminado, había andado mucho camino, y conocido muchas cosas, y que le cortaran una mano si es que Malfoy no había sugerido ese encuentro con una segunda intención, y aunque sentía algo de curiosidad, no se dejaría engatusar por él; si Malfoy pensaba que era un pobre chico impresionable, se llevaría una gran sorpresa.
Tiempo después tendría que admitir que el sorprendido fue él.
Malfoy, tal como había prometido, le escribió la mañana siguiente, felicitándolo por la victoria y enviándole además un traslador que, según le garantizó, lo llevaría hasta los jardines más alejados de su Mansión, donde nadie los molestaría y podrían volar durante todas las horas que quisieran.
No le había dicho a nadie acerca de la apuesta con Malfoy ni de su cita al día siguiente, sabía que sus amigos lo criticarían y pondrían muchos reparos en ella, estaba ya acostumbrado a hacer muchas cosas sin siquiera mencionárselas, pues, a falta de padres, todos parecían querer tomar el lugar de ellos y decirle qué era y qué no era correcto hacer. Además, algo le decía que esa cita no era tan inocente como dos viejos compañeros de escuela quedando para disfrutar de la tarde y no quería que Ginny se enfadara con él.
Había cargado con su baúl de balones para Quidditch y había tomado el traslador a la hora acordada. Quedó maravillado del enorme "jardín" de la Mansión; Malfoy no había mentido en eso, al menos allí nadie los molestaría ni vería.
Se asombró cuando Malfoy apareció, un instante después que él, con dos escobas Pegasus 2002, en una estaba inscrito D.M y en la otra H.P.; Harry, pese a querer protestar por la segunda escoba, se quedó atónito al apreciar la que era ahora su propia escoba, las letras talladas, lo reluciente del mango, la magia que vibraba bajo sus manos.
—Quien puede pagar una, puede pagar dos —había explicado Malfoy, no sonaba presumido cuando hizo aquella declaración, lo que sorprendió más aún a Harry —, pero que conste que la tuya ni la he tocado.
—¿Estabas tan seguro de que ganaría?
—¿Cuándo has dejado escapar una Snitch? —preguntó Malfoy en respuesta, mientras miraba hacia el baúl que Harry había traído.
—Muchas veces, en realidad.
—Tienes razón —se encogió de hombros Malfoy, enderezándose para verlo mejor —¿Cuántas veces, estando completamente sano y concentrado en el juego, has dejado escapar una Snitch?
—Oh, pues… tienes un buen punto —aceptó Harry, sabiendo que era cierto, cuando había perdido había sido porque habían dementores cerca o alguna otra preocupación, nunca cuando estaba realmente concentrado en el partido.
—Y tenemos una buena tarde para volar —sonrió Malfoy, Harry tenía que reconocer que nunca lo había visto sonreír de esa manera, ni siquiera era de la misma forma que la noche anterior, cuando había conseguido convencerlo de esa apuesta descabellada y que, ahora más que nunca, le olía a trampa. Esta vez su sonrisa era limpia y sincera, sus ojos brillaban con entusiasmo cuando se subió a su escoba y se elevó, mientras lo llamaba para que se apresurara y comenzaran a jugar con la Snitch, el único balón que había soltado.
Harry, pese a su escepticismo, había disfrutado de aquel vuelo y de aquella tarde, de la forma como ambos se peleaban por llegar hasta la Snitch, de la forma en que Malfoy elevaba los brazos cuando por fin conseguía hacerse con la pelotita, o la mueca de fastidio que hacía, lanzando pullas, cuando la perdía.
No fue sino hasta que el sol se ocultó por completo, en que ambos bajaron de sus escobas, sudados y cansados, pero con una gran sonrisa en los labios.
Draco le propuso entonces que se fuera a tomar un baño y le dio la dirección de un bar donde podrían tomarse un trago, para culminar con el pago de la apuesta. Harry lo miró desconfiado una vez más, pensando en que la noche anterior había creído que Malfoy estaba coqueteando con él y que, sin embargo, ahora no parecía querer hacerlo en absoluto.
Cuando apareció en su departamento se metió rápidamente a la ducha y luego se demoró más del tiempo normal en escoger qué ponerse, se obligó a apurarse, sabiendo que se estaba haciendo demasiado tarde, y cuando finalmente se apareció en el lugar que Malfoy le había indicado, estaba algo agitado.
—¿Todo bien? —le preguntó el chico, mirándolo de manera preocupada, Harry notó lo calmado que se veía y se sintió un poco más tonto por eso.
—Sí… se me hizo tarde.
—Ah… ¿Vamos?
Y una copa se convirtieron en dos, y dos en tres, y luego en una cena, en un restaurante bastante lindo, a sólo unas calles de allí; le parecía increíble lo fácil que había sido conversar con él, lo rápido que habían conectado; Draco –porque ahora quería que lo llamara Draco- lo había entretenido comentándole cosas acerca de su vida en Paris, donde se había refugiado después de que Voldemort matara a sus padres y él escapara de los mortífagos, luego de brindar una amplia cantidad de información a Dumbledore. También de cómo había presentado sus E.X.T.A.S.I.S. en Francia, estudiando con algunos tutores particulares y lo mucho que había extrañado, pese a todo, la escuela por esos tiempos, cuando repartía su tiempo entre ser un estudiante y el administrador de la herencia de sus padres. Se mostró muy interesado en su carrera de auror y en su trabajo en el Ministerio, también de lo que estaban haciendo algunos de sus antiguos compañeros ahora; Harry sabía que Draco había vuelto a Londres casi un año atrás, y cuando le preguntó la razón, él simplemente contestó que había sentido que era el momento de volver a casa.
Cuando la cena terminó, cerca de media noche, contrario a lo que había esperado, Malfoy –a quien aún le costaba trabajo llamar Draco- no hizo ninguna insinuación ni ningún gesto de querer algo más con él, ni siquiera le propuso quedar otro día, simplemente declaró que se había entretenido mucho y que le agradecía la compañía; aquello lo desconcertó bastante, aún imaginando que en cualquier momento la coquetería que había visto la noche anterior saldría a relucir, y no podía negarse que se sentía decepcionado, sobre todo tras haber pasado tantas horas juntos, hablando y divirtiéndose, y, antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, ya lo estaba invitando para encontrarse nuevamente un par de días después. Draco pareció pensárselo un momento, lo que lo hizo sentirse más inseguro aún, pero finalmente aceptó, acordando encontrarse en el mismo bar alrededor de las siete de la noche.
No le comentó nada acerca de su relación, casi recién retomada, con Ginny, aunque estaba seguro de que el rubio lo sabía, pues había sido noticia en los diarios, y cada cierto tiempo sacaban una fotografía de ambos, en alguna tienda o restaurante.
Sabía que Draco era gay, porque él mismo se lo comentó, no parecía preocupado por su reacción o la del mundo ante ello, ni lo hizo tema central de sus conversaciones, cuando quedaban para tomar un trago y que casi siempre terminaban en una larga cena, se la pasaban conversando de cómo les iba en el trabajo, de los problemas que Draco tenía con algún sindicato o algunos funcionarios del Ministerio, que pese a todo el oro que donaba y las obras de beneficencia que apoyaba, se mostraban reticentes a dejarlo trabajar tranquilo; Draco además lo escuchaba con bastante atención acerca de sus casos y su trabajo en el Ministerio, de las broncas que había tenido con sus compañeros de trabajo e incluso con Ron y Hermione, que cada vez que se peleaban lo querían usar de juez. No le mencionaba nada acerca de Ginny, y agradecía que él tampoco le comentara nada de sus salidas, se había enterado, más de una vez, sobre sus aventuras en los diarios y en los pasillos del Ministerio y el sentimiento de fastidio que le provocaba la idea de imaginarlo con otros era algo que aún no comprendía ni quería meditar mucho. Cierto que quería a Ginny, pero había algo en Malfoy que lo atraía de sobre manera, más aún cuando el chico, tras la conversación en el camerino, no se mostraba mínimamente interesado en él, no en ese aspecto al menos. Al inicio imaginó que se trataba simplemente de una obsesión pasajera, alimentada sobre todo por la falta de respuesta de Draco, y pensó, muchas veces, que tal vez cumpliendo por fin sus deseos, todo se le pasaría, y aunque cada vez tenía que controlarse más por saltar sobre él, no se decidía a actuar.
Hasta la quinta semana, en que no pudo más, e importándole muy poco el lugar dónde se encontraban, tras su cuarta copa de whisky, lo arrinconó, interrumpiéndolo cuando le estaba contando acerca de un problema que había tenido en una de sus empresas, y lo besó, se encontraban en la mesa más apartada del bar en el que se habían sentado a tomar un trago por primera vez, y aunque el lugar era algo oscuro, Harry sabia que probablemente muchos muggles los estarían mirando. Decir que Draco se mostró asombrado por ello sería mentir, el chico había correspondido al beso desde el inicio, sujetándolo de los brazos e impidiéndole alejarse, hasta que la necesidad se había hecho insoportable.
—Vamos a tu casa —le había susurrado, besando su cuello con lentitud.
Pero Harry no podía llevarlo allí, Ginny aparecía casi todo el tiempo sin avisar, pese a los entrenamientos y los días de concentración que tenía que hacer con los de su equipo, siempre se andaba escapando, y no quería arriesgarse.
—Yo… yo no puedo… —respondió entre jadeos, preguntándose si es que Draco se ofendería si lo llevaba a rastras a uno de los baños, o a cualquier otro sitio que estuviera a mano.
—Mmm… ¿problemas con la novia, Potter? —había murmurado entonces Malfoy, bajando su mano hasta la entrepierna de Harry, que la tenía tan dura que un par de caricias hubieran podido hacer que se corriera.
Harry negó con la cabeza, no era algo que quisiera responder en ese momento, o siquiera pensar, y se apartó un poco, sintiéndose frustrado.
Draco había hecho un ruido de descontento y luego le había dado una mirada intensa, como si estuviera decidiendo algo muy importante. Harry se quedó quieto, tratando de mantener a raya su deseo y esperando por el veredicto.
—¡Mierda, Potter! —jadeó, acercándose nuevamente a él y besándolo con rabia, Harry, que no entendía si es que Draco estaba o no con ganas de seguir en cualquier otro sitio, simplemente hizo lo único que su cuerpo le ordenaba en ese momento: se pegó a él, acariciando sus piernas para después subir hasta el bulto en sus pantalones, haciéndolo gemir y apartarse nuevamente, su mirada era ahora diferente.
—¡Oh, de acuerdo! —suspiró Draco, tomándolo de un brazo, para luego decirle que los aparecería en la Mansión.
Y entonces las cosas habían empezado…
Y ahora habían acabado.
Harry se giró en su cama una vez más, era imposible que concibiera el sueño, llevaba intentándolo por varios días, y cada vez que cerraba los ojos el recuerdo de Draco, echándolo de su casa, lo atormentaba, recordando que eso había sido enteramente su culpa, que él había tardado demasiado tiempo en reaccionar.
Aquella tarde, luego de hablar con Draco, no se había aparecido por la Madriguera, se había subido a su Pegasus y había sobrevolado alrededor de la Mansión Malfoy, imaginando mil y una cosas que Draco podía estar haciendo en ese momento con ese tal Lior, su mente no le había dado tregua y los pensamientos le habían carcomido el corazón hasta muy tarde.
Cuando había llegado a casa, cerca de la una de la mañana, Ginny ya lo esperaba, furiosa por haberla dejado plantada y reclamándole que tenía una sorpresa para él y que él ni siquiera había tenido la delicadeza de avisar que no se presentaría.
Él quería a Ginny, lo sabía bastante bien, pero también quería a Draco, y, tal como había hecho antes, tratando de averiguar qué era lo que sentía realmente, no le había dicho nada a ella, le había pedido perdón y le había inventado que se había presentado un caso nuevo que no había podido rehusar. Aquella excusa siempre funcionaba, y ella le daba unos días de tranquilidad para que pudiera trabajar en paz. Cuando ella se marchó y él se dejó caer en la cama, sintiéndose agotado, habían comenzado sus noches de insomnio.
Una semana después las cosas se pusieron peor, cuando en una cena exclusiva del Ministerio, dirigida a capturar inversionistas en obras de caridad, Draco no había tenido mejor idea que aparecer con ese extranjero, los periodistas habían estado alrededor de él, fotografiándolos y capturando cada instante, la forma como Draco ponía su mano sobre la de él mientras se inclinaba y le murmuraba algo, la forma como ese chico le sonreía o apretaba su brazo… Draco había sido catalogado el último año como el soltero más codiciado, por su juventud y la gran herencia de toda la ancestral familia Malfoy, la cual manejaba con bastante inteligencia, y que al parecer se hubiera emparejado no dejaba de ser noticia.
Pese a tratar de evitarlo, se había hecho con cada publicación que hablaba de ellos, desde las revistas de chismes más baratas y engañosas, hasta El Profeta y El Mundo Mágico Hoy, los dos diarios más respetables, en donde se encontraban fotografías, ya no solo de aquella cena, sino de otras reuniones más, de partidos de Quidditch, de fiestas de gala, e incluso de cenas en costosos restaurantes; además se enteró que ese tal Lior Freuchie Friern, holandés, y un par de años mayor que Draco, era hijo de Ulrico Freuchie Friern, un acaudalado hombre del mundo mágico europeo que había muerto un par de años antes, de una terrible enfermedad. Aunque Lior no era el hijo mayor ni el heredero inmediato, si era muy diestro en el manejo de negocios y tenía los suyos propios desde que había adquirido la mayoría de edad, en otras palabras, era un gran partido, sobre todo para alguien como Draco Malfoy, que estaba al fin cosechando el esfuerzo por enmendar el nombre de los Malfoy frente a la comunidad mágica de Reino Unido.
—En serio, Harry, nos estás preocupando —le dijo Ron, dándole un golpe en el brazo. Harry salió de su ensoñación y lo miró de manera interrogante.
—¿Qué?
—Eso mismo quiero saber —recriminó Ron, bajando un poco más la voz —, ¿qué es lo que tienes? Parece como si no estuvieras aquí.
—Yo no… no tengo nada, es sólo mucho trabajo —arguyó, dándole un sorbo más a su copa de vino, mirando hacia el frente, como si se mostrara realmente interesado en los demás miembros de la familia Weasley.
—No te preocupes, Ron —intervino Ginny en ese momento, sentándose a su lado y entrelazando su brazo —, pronto tendrá vacaciones… ya casi tengo todo planeado, podremos pasar unos días en la playa, en la casa de Bill y Fleur, antes de partir a Escocia, donde…
—Un momento —interrumpió Harry, pensando en que seguramente andaba demasiado distraído, pues no recordaba haber hecho todos esos planes con ella, se sonrojó un poco cuando notó que su reacción había sido demasiado agresiva y, bajando el tono de voz, preguntó: —¿De qué estás hablando?
—De tus vacaciones, por supuesto —explicó ella, que parecía no alterarse por el tono que había usado para hablarle y dándole una mirada de burla a Hermione, aunque su amiga no parecía demasiado divertida —, en un par de semanas más empiezan, lo tenías anotado desde hace meses, y he planeado todo para que podamos partir la misma noche en que termines con tu trabajo.
—No lo recordaba, pero…
—¡Ay, Harry!, a veces no sé qué harías sin mí —río ella, mientras le daba un beso en la mejilla, los señores Weasley les dieron miradas de aprobación, mientras Fred y George imitaban arcadas de vómito y Ron simplemente giraba la cabeza hacia un lado de manera dramática. Sólo Hermione permaneció mirándolo con atención. Ella siempre conseguía averiguar cosas sobre él, cosas que muchas veces ni él mismo sabía, con sólo mirarlo un momento.
—He hecho un gran esfuerzo para que esas vacaciones coincidan con las que nos dan en el equipo… —continuó explicando Ginny, a sus padres y hermanos, que la escuchaban de manera atenta, mientras Harry se perdía en sus palabras previas… ¿Qué haría sin Ginny? Seguro que la extrañaría, había sido su novia en la escuela, y luego de eso su amiga, para volver a ser su novia más de un año atrás, siempre había estado presente en su vida, durante los últimos diez años, y sabía que era parte importante de ella, pero… ¿Qué haría sin ella? Seguro que no morir de pena ni de celos, como le pasaba con Draco, con quien había compartido mucho menos tiempo.
Y entonces lo tuvo claro, quería a Ginny, claro que sí, ella era especial, en muchos aspectos, habían compartido muchas cosas, algunas íntimas, habían experimentado, se habían dado tiempo y habían vuelto a tratar, y había cariño, y mucho, pero no esa pasión que Draco le transmitía, no esa mirada retadora que hacía hervir su sangre, con Ginny las cosas serían fáciles, sería una gran madre y una buena esposa, estaba seguro, pero no tendría el reto diario que Draco representaba, no aceleraría su corazón y su respiración de la manera que Draco, y sólo Draco, sabía hacer. ¡Qué tonto había sido para notar eso tan tarde!
Aquella noche, luego del almuerzo dominical en la Madriguera, Harry tomó una decisión. En cuanto fue hora de marcharse, Ginny, como tenía costumbre, fue con él a su departamento, antes de dejar que la chica iniciara con todo el ritual que seguía antes de prepararse para dormir, y recién reparando en la gran cantidad de cosas que ella tenía en su casa, la atajó y la sentó en el viejo sofá de la sala, con la habitación a media luz y en susurros, se confesó ante ella, sentía que era justo y correcto hacerlo, dejar de actuar como un cobarde y explicarle la verdad, ella no se merecía una burda mentira.
Ginny lo miraba fijamente, apenas parpadeando de vez en cuando, sin mover ningún músculo, mientras le contaba que durante el tiempo de separación había notado que no sólo le gustaban las chicas, sino también los chicos, incluso pensaba que le gustaban mucho más que las chicas, que había experimentado algunas cosas y que cuando, un tiempo después, le había pedido volver a tratar, lo había hecho creyendo sinceramente que estaba preparado para sentar cabeza con ella, que estaba seguro de que juntos tendrían un futuro maravilloso, la familia que siempre había querido, el tipo de vida que siempre había deseado… pero que aquella idea había durado muy poco, que alguien más había aparecido: un chico, del cual no mencionó el nombre ni ningún dato que le pudieran dar una pista de su identidad, y que había pecado, que la había estado engañando por un tiempo, por mucho tiempo, hasta que las cosas habían llegado a su límite y le habían dado a escoger, que no había tenido el valor para hacerlo, sintiéndose demasiado cómodo en esa situación de tenerlos a ambos, y que él ahora lo había dejado, y que no podía soportarlo más, que estaba enamorado de él, y aunque hubiera podido seguir con ella y tratar de olvidarlo, algo en su interior le decía que no lo conseguiría, y que sólo conseguiría hacerla infeliz, arrastrarla con él hacia su propia desdicha, y que por supuesto, eso no sería justo.
Por un momento más, luego de terminar de hablar, agitado por la prisa con que había narrado todo, con la cara ardiéndole por la vergüenza y las manos sudándole por los nervios, ella no dijo nada, sólo lo observó, quizá asimilando toda la información que había recibido. La bofetada era algo que ya se esperaba, ni siquiera trató de esquivarla o detenerla, sabía que era lo mínimo que se merecía.
Ella respiraba agitada, mirándolo ahora indignada, con los labios apretados y sus mejillas sonrojándose, pese a eso no hubo más reclamos, después de esa bofetada todo se quedó en silencio por un rato más, hasta que Ginny habló, con voz ronca y rota.
—¿Tú lo quieres?
—Sí —susurró, bajando la cabeza.
—¿Y él te ha dejado? Él te aceptó a su lado, pese a saber que tenías… que me tenías a mí, y luego te ha dejado.
—Lo lamento, no te mereces esto.
—¡Por supuesto que no me lo merezco! —replicó airada, mientras se ponía en pie y agitaba la varita, la gran cantidad de cosas suyas que habían en el departamento comenzaron a volar desde todas direcciones, formando un pequeño montículo en el medio de la sala.
—Es cierto, eres una gran chica, y no sabes lo que daría por quererte de la manera que te mereces, por no sentir lo que siento por él y…
—Tienes lo que te ganaste —le interrumpió ella, mirando hacia el montón de cosas y luego alrededor, antes de hacer un asentimiento y agitar la varita una vez más, todas las cosas desaparecieron con un suave pop.
—Ginny…
—Es cierto, Harry, jugaste, no sólo conmigo, también con él, pensaste que sería bueno entretenerte con ambos, y al final te has quedado solo. Es simplemente lo justo. No te diré ahora que te perdono, no puedo hacerlo, no tienes idea de cuánto me has lastimado y decepcionado, pero más aún porque no fueras capaz de enfrentar a tus sentimientos, de hacerme creer que las cosas iban bien durante tanto tiempo… De dejarme pensar que… que me querías tanto como te quiero yo a ti.
Por primera vez parecía que estaba a punto de ponerse a llorar y Harry sintió como su corazón se hacía un nudo por eso, por hacerla sufrir de esa manera.
Ella apretó los labios y lo miró un instante más, antes de desaparecerse, dejando tras ella una estela de silencio y recriminación.
Por mucho rato más Harry permaneció en el sofá, sentado y mirando hacia el frente, hacia el espacio vacío que era ahora su vida, sin ella y sobre todo sin Draco. Sintiéndose más desdichado de lo que nunca se había sentido antes.
Tres noches de insomnio más fueron lo máximo que aguantó. A la cuarta noche, cerca de la media noche, se puso en pie, no tenía caso seguir en la cama porque no dormiría. Se puso un abrigo largo sobre el pijama viejo y unas botas para protegerse del frío, y se apareció cerca de la Mansión Malfoy, comprobando con pena que en verdad Draco le había quitado la entrada directa a su oficina.
La noche estaba bastante oscura, y las nubes negras pronosticaban que pronto comenzaría a llover; tiritando de frío avanzó con pasos rápidos por el camino empedrado, hasta quedar frente a la enorme reja de la Mansión. Arrugó un poco la frente, mientras pensaba en cómo se suponía que podía pasar, nunca había usado ese camino, en un inicio Draco lo había transportado y luego le había dado el privilegio de aparecerse en el interior. Pero no tuvo que pensar mucho más tiempo, pues la reja, haciendo un siniestro chirrido, se abrió, y las luces del jardín se iluminaron, marcándole el sendero hasta la puerta principal.
Pensando en que tal vez Draco lo había dejado pasar, casi corrió hasta la enorme y oscura puerta principal, que también estaba abierta.
Ingresó hacia el pasillo, precariamente iluminado y rodeado de cuadros y adornos, y vio una figura al final, al pie de las escaleras, tan sólo le bastó unos pasos más para darse cuenta de que no se trataba de Draco, como había querido creer, sino del extranjero, usando sólo un pantalón de seda oscuro, dejando ver todo su maldito cuerpo perfecto, sus ojos claros refulgían, y sus labios estaban apretados.
—Hola… —saludó, sin saber qué más decir, no había pensado, ni por un instante, que Draco estaría con él esa noche, sobre todo siendo jueves, Draco se tomaba muy en serio eso de trabajar desde temprano durante la semana y dejaba las desveladas para los fines de semana.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó él con voz áspera, sus brazos se apretaron un poco más, marcando más aún sus músculos.
—Necesito hablar con Draco… sé que es tarde, pero es importante y…
—Sé quién eres, Harry Potter —le interrumpió el chico, con su acento marcado y avanzando un paso más hacia él —, Draco me ha dicho todo sobre ti y su infructuosa relación pasada, y sé perfectamente para qué estás aquí, pero Draco no está más disponible, deberías volver con tu novia, comportarte de manera correcta y sobre todo apartarte de mi novio.
Harry tragó duro, mirando por un instante hacia las escaleras, queriendo que Draco apareciera en cualquier momento, pero eso no ocurrió.
—Discúlpame, pero quisiera que fuera Draco el que me lo dijera —respondió, con la voz más firme que pudo.
—Él me ha enviado. Draco no tiene la mínima intención de hablar o verte, y me pidió que te dijera que no volvieras a aparecerte por aquí o por su oficina, que si es posible para ti no cruzarte más por su vida, le harías un enorme favor.
—Quiero hablar con él —replicó Harry, tratando de no demostrar cuánto le estaba doliendo esa declaración.
—Él está ahora en la cama, descansando, mañana tenemos que trabajar temprano y tu inoportuna visita sólo nos hace perder el tiempo.
—¿Tú… estás quedándote aquí? —preguntó a pesar de todo, en un murmullo.
—No es tu asunto, Potter, pero sí, Draco me pidió que viviera con él y he aceptado, después de todo, cuando uno está seguro de lo que siente, no necesita pensarlo mucho, ¿cierto?
Harry sintió como el alma se le caía a los pies, mientras miraba hacia ese chico y luego hacia las escaleras, Draco estaba realmente comprometido con él, tenían una seria relación, una en donde él ya no tenía cabida.
—Debo irme —dijo, no sabiendo que más decir, y sin esperar respuesta, se dio la vuelta y caminó por el pasillo, rumbo a la salida.
El jardín seguía iluminado y cuando cruzó la reja, ésta hizo el mismo chirrido, cerrándose con fuerza, dio una mirada más a la enorme mansión, con algunas luces encendidas, la habitación de Draco no se podía ver desde allí, pues daba hacia el jardín interior, así que no sabía si es que él estaba despierto o durmiendo, o si es que en verdad ya lo había olvidado, tal como proclamaba el noviecito ese.
La lluvia comenzó a caer en cuanto empezó a andar rumbo al punto en el que se podía aparecer, cuando llegó a su departamento, unos minutos después, estaba empapado y muriendo de frío, pero eso no era nada comparado al dolor que tenía en su pecho, por un tonto y estúpido momento había creído que encontraría a Draco a solas, que le contaría que había terminado con Ginny, que le confesaría que no podía vivir sin él y que lo podría convencer de dejar al extranjero ese y aceptarlo de vuelta. Qué estúpido e iluso había sido. Ginny tenía razón, él sólo tenía lo que se merecía, ni más ni menos.
Gracias a todos por leer, espero que les haya gustado este primer capítulo y que se animen a leer el que sigue.
Si todo sale bien, nos leemos el lunes siguiente, espero que se animen a dejar sus comentarios, opiniones, quejas y reclamos, ya saben que me encanta leerlos y responderlos.
Un beso para todos y que tengan linda semana.
Zafy