La Casa del Lago.
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Disclaimer: los nombres propios así como los lugares aquí mencionados pertenecen a la Fantástica J.K Rowling.
Editado: domingo 14 de noviembre del 2010
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I.
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— ¿Y tú para qué mierda quieres la casa del lago? Jamás te gusto estar ahí. Esa casa el mía, mía y de Emily—,gritó colérica Hermione Granger desde su asiento.
—Esa casa la pagué yo. Está a mi nombre y por lo tanto es mía—dijo arrastrando las palabras sin querer demostrar la furia que sentía. Draco Malfoy miraba fijamente a su aún esposa Hermione Granger; el codo en el posabrazos de la silla al tiempo que apoyaba la cien en sus dedos índice y medio.
La castaña se levantó intempestivamente de su asiento mientras sujetaba la orilla de la mesa con tal fuerza que los nudillos comenzaban a tornarse blancos. —Eres una maldita serpiente egoísta y cabrón, ¿lo sabías?
—Últimamente no te cansas de decírmelo, gracias.
— ¡Si serás, te voy a…
—Señora Malfoy es mejor que se tranquilice—la interrumpió el abogado de Draco, Theodore Nott. —No es necesario que lleguemos a esto. Podemos ponernos de acuerdo.
—Sí Hermione, siéntate por favor—dijo la hermosa rubia sentada a la izquierda de la castaña, su mejor amiga y abogada Luna Lovegood.
Hermione la miró intensamente antes de asentir con la cabeza y hacerle caso.
—Bien. Está claro que muchos de estos problemas se habrían evitado su hubiesen hecho un acuerdo prenupcial—,Hermione bufó y Draco la miro mas fijamente—pero dadas las circunstancias tendremos que ponernos todos de acuerdo. Señora Malfoy…
—Granger—, le corrigió Hermione.
—Granger…—continuó Theo.
—Malfoy—, recalcó Draco—Aún eres Malfoy querida, no lo olvides.
—Aún pero no por mucho tiempo no lo olvides, querido.
Theo y Luna sólo se volteaban a ver con cierta pena en lo ojos. Era realmente lamentable que un matrimonio como el que sus amigos tenían se fuera a acabar. Ambos fueron testigos de todos lo obstáculos que la pareja había tenido que sortear para llegar a casarse.
Un mortífago redimido y un héroe nacional enamorados, no era algo para lo que la sociedad mágica estaba preparada, ni la sociedad, ni los amigos de ella, ni los padres de él.
Muchos les habían dado la espalda, sólo muy pocos estuvieron con ellos el día de su boda, entre estos estuvieron Theodore y Luna. Y ahora todo eso se acababa.
— ¡Draco, Hermione, basta!—. La siempre calmada y soñadora voz de Luna Lovegood llegó hasta ellos callándolos en el acto, y es que de ahora de calmada y soñadora no tenía nada. —Puedo entender lo difícil e incomodo que esto puede llegar a ser para ustedes, pero con insultos no solucionarán nada. Como mi colega dijo, si hubiesen firmado un acuerdo prenupcial nos habría evitado todo esto. No lo hicieron, ahora se aguantan.
Hermione resopló molesta al tiempo que cruzaba los brazos.
Un acuerdo prenupcial decían. Pavadas. Cuando uno se casa total y completamente enamorada, con la ilusión que tu matrimonio y amor duraría toda la vida en lo último que piensas es en un acuerdo. Es más, en ese tiempo la sola idea de pensar en uno se le antojaba estúpida, absurda. Draco era el hombre de su vida, con quien pasaría los años que le restaran. El padre de sus hijos, aquel, el único que la hacía feliz, pero él lo había echado todo a perder.
—Mi cliente insiste en quiere quedarse con la propiedad establecida en North Yorkshire. Usted se quedará obviamente con la casa principal en Surrey así como la finca en Escocia. Está demás decir que él se encargará de todos los gastos de la pequeña Emily.
—Yo puedo mantener a mi hija muchas gracias. No necesita de tu caridad.
Entonces Draco si pareció enfurecerse, se incorporó en su asiento inclinándose peligrosamente hacia delante, mirando fijamente a Hermione. —Dejemos a Emily fuera de esto. Ella es mi hija también y la amo. Y aunque no te guste, no pienso desatenderme de ella. El que tú y yo nos separamos no significa que vaya a abandonar a mi hija, entiéndelo sólo te estoy dejando a ti.
Hermione se levantó rápidamente y con toda la fuerza de la que era poseedora, estrelló su mano contra la blanca mejilla de Draco. —Te odio Draco Malfoy —, después se giró, tomó su abrigo colgándose el bolso sobre el hombro. —Ya no puedo con esto, Luna—dijo volteando a mirarla mientras hacía un esfuerzo por contener las lágrimas—, confío plenamente en ti. Has lo que tengas que hacer, yo me largo, no creo poder seguir viéndole a cara a éste—, miró despreciativamente al rubio. —Theo, fue un gusto volver a verte.
Con estas palabras salió rápidamente del lugar cerrando la puerta fuertemente tras de sí.
Media hora después en la que Draco se había sumido en un completo mutismo y los abogados hacían su trabajo, el rubio decidió retirarse también del lugar, dejándolo todo en manos de su amigo.
Cuando la rubia y moreno se quedaron solos, voltearon a verse fijamente con una gran sonrisa en el rostro.
— ¿Te gustaría salir conmigo a tomar un copa esta noche?
Luna levantó las cejas— ¿Sólo a tomar una copa?—, preguntó sugerente.
—Ya veremos después qué se nos ocurre, ¿Qué dices, aceptas?
—Acepto.
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—Hola papi—, decía una hermosa niña de largos y rizados cabellos castaños y unos penetrantes ojos grises, por teléfono. —Te extraño mucho. ¿Cuándo vas a venir por mí?
Draco, desde el otro lado de la línea, contuvo la respiración mientras el dolor se instalaba en su pecho.
—Muy pronto princesa, yo también te extraño. ¿Está tu mami por ahí?
—No, ella salió.
— ¿Salió? ¿Te dejó sola?
—Nope tontín, mi abuela Jean está conmigo.
— ¿Y viste a tu mama salir? ¿Iba muy arreglada? ¿Pasó alguien por ella?
—No, iba sola. Y mi mami se veía hermosa papi, ella es muy bonita.
—Sí princesa, lo es.
— ¿Papi?
— ¿Sí cariño?
— ¿Por qué te divorcias de nosotras?—. Emily, aún con sus cuatro años recién cumplidos, era una niña sumamente inteligente y astuta, haciéndoles honor a sus progenitores.
Un nudo asfixiante se formó en la garganta de Draco. ¿Cómo explicarle qué lo menos que quería era abandonarlas, que aun amaba a su madre con todas las fuerzas de su corazón, y que daría lo que fuera por tenerlas de nuevo junto a él?
—Princesa, pásame a tu abuela por favor.
—Sip papi…Te quiero.
—Y yo a ti.
— ¿Draco?—, dijo Jean Granger tomando el teléfono.
—Hola Jean.
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La noche era tempestuosa y negra. La lluvia caía sin tregua sobre el parabrisas del auto de Hermione. El frío reinante le calaba los huesos haciendo a su piel tiritar.
Sólo unos metros más y llegaría a la casa del lago que en un tiempo atrás les perteneciera a los tres, a ella, a Draco y a su hija.
No pudo evitar que tibias lágrimas corrieran por su rostro mojando sus mejillas. Cerró los ojos sólo un momento permitiendo que recuerdos de una vida pasada inundaran su ser.
Habían sido tan felices en aquel lugar. Si se concentraba casi podía escuchar la risa de su hija cuando apenas comenzaba a caminar, cuando dio sus primeros chapoteos en la orilla del lago siempre bajo la atenta mirada de Draco.
Se permitió lanzar un suspiro a salud de los viejos tiempos que jamás volverían.
Derrapando sobre el embarrado suelo, detuvo el auto frente a la entrada del lugar. Apagó el motor, se estiró para alcanzar su pequeña maleta en el asiento trasero del coche, y con rapidez salió del automóvil. Caminaba a paso acelerado mientras cientos de gotas le mojaban la piel.
Con rapidez introdujo la llave en el picaporte de la puerta, abriéndola después rápidamente.
El olor a guardado mezclado con madera y tierra mojada inundó sus fosas nasales.
Una pequeña pero acogedora sala se abría ante ella, con mullidos sillones rojos, una suave alfombra beige y una chimenea apagada. Un pequeño bar-capricho de Draco-, a su izquierda la cocina, y cruzando la sala una puerta abierta le mostraba la habitación principal del lugar y justo al lado de ésta, la habitación de la pequeña Emily.
Lentamente se adentró al lugar, se dirigió hacia el dormitorio, abrió la maltea y se dispuso a darse un baño. Cuando salió no tuvo ánimos de vestiste, cubrió su cuerpo desnudo con una bata y se encaminó hacia la cocina a prepararse una tasa de chocolate caliente.
Ya con la humeante bebida entre sus manos, se acomodó en una esquina del sillón, subiendo los pies sobre éste y pegándolos hacia su pecho. La chimenea ya encendida frente a ella lanzaba decenas de destellos dorados sobre su cara, ensombreciendo algunas de sus facciones e iluminando otras.
Con la mirada recorrió la instancia.
Ella misma la había decorado. Esa cabaña fue un regalo que Draco había mandado a construir sólo para ella en su primer aniversario de casados. Fue en aquel lugar donde concibieron a Emily, fue ahí mismo donde Draco se enteró que iba a ser padre y fue en esa sala donde celebraron la noticia.
Como rollos de película en su cabeza, las imágenes se reproducían una y otra vez. Era como si hubiese sido ayer.
Aún recordaba la exacta sensación de Draco tomándola por la cintura, alzándola y comenzando a dar vueltas con ella mientras reía a carcajada abierta. Podía percibir claramente su olor a hombre en todo el lugar. Sus manos recorriéndola mientras lentamente la acomodaba sobre ese mismo sillón en el que estaba sentada, sus labios besando su cuerpo, el peso de él sobre el suyo, el adictivo aroma de su piel, el lento y calido aliento golpeando sus sentidos, mientras lentamente la hacía suya.
Pero todo eso ya estaba en el pasado, muerto y enterrado. Nunca, jamás volvería a pasar, eso lo tenía muy claro, por eso decidió ir aquella noche. Reviviría una vez más los recuerdos, permitiría que de sus heridas abiertas brotara todo el dolor, después ya liberada del estigma de Draco, se iría de ahí para nunca volver.
Era la despedida, el adiós a su amor por Draco Malfoy.
Las horas pasaban lentas para ella, afuera el cielo se caía a pedazos, casi de la misma manera que su corazón. El ritmo acompasado de su respiración y el lento crepitar de las llamas acompañaban las lagrimas que derramaba. Las gruesas gotas de lluvia que golpeaban los cristales silenciaban sus sollozos y el tronar de negro firmamento enmudecían el nombre de Draco que de vez en cuando se escapaba de sus labios.
De pronto un ruido desconocido irrumpió su armonía. Provenía de la parte posterior de la cabaña, más precisamente parecía como si intentaran forzar la puerta de la cocina. Con sus sentidos totalmente en alerta y la respiración acelerándose paulatinamente a causa del miedo, fue recorriendo el camino hasta le cocina. Era ahora cuando se golpeaba mentalmente por no haber traído su varita, así que sin más recursos para poder defenderse, cogió un sartén considerablemente grande y pasado de la repisa. Se posicionó estratégicamente a un lado de la puerta, para que cualquiera que se atreviera a entrar, recibiera un sartenazo certero y efectivo en la cabeza.
El picaporte de la puerta su movía cada vez con mayor insistencia, Hermione contuvo la respiración y alzando el sartén lo más alto posible, esperó a que la puerta se abriera dejando expuesto al extraño invasor.
Entonces la chapa cedió ante sus intentos, la puerta se fue abriendo lentamente al tiempo que por ella un alto y encapuchado individuo allanaba la estrecha cocina.
Esa fue su oportunidad, con toda la fuerza de la que era poseedora estrelló el sartén sobre la cabeza de aquel dejándolo atontado casi en el acto. No conforme con eso, gruñendo como una peligrosa leona, se lanzó sobre el tipo, se colgó a su cuello aforrándose a él ayudada por un abrazo y las piernas rodeándole la cintura.
Los jadeos a causa del forcejeo llenaban en lugar, los cuerpo entrelazados se movían de aquí para allá derribando todo lo que encontraban a su paso. No duró mucho hasta que ambos perdieron el equilibrio y fueron a dar sobre el suelo del lugar, y con Hermione encaramada sobre el tipo a modo de horcajadas, continuó lanzándole golpe tras golpe hasta que un par de manos la sujetaron por las muñecas deteniendo el ataque.
Fue entonces que se dio cuenta que la capucha de aquel se había caído revelando la identidad del intruso.
— ¿Draco?—, dijo totalmente contrariada cuando los mechones rubios del hombre se dejaron ver y sus ojos grises la taladraban. — ¿Qué haces aquí?
Draco jadeaba rápidamente, soltó una de las muñecas de Hermione para llevarse una mano a la cabeza y tocar el lugar del sartenazo. —Mierda Hermione casi me abres la cabeza. ¿Con qué me pegaste?
Hermione, aún sin moverse de aquella posición se encogió de hombros antes de contestar—Con una sartén.
Ninguno de los dos se movían, continuaron por varios segundos así, con Hermione arriba de Draco. Los dos se taladraban con la mirada al tiempo que sus reparaciones agitadas comenzaban a normalizarse. El retumbar del cielo los hizo rebotar del susto.
Hermione se levantó presurosa de Draco dirigiéndose hacia la puerta y cerrarla lentamente. Mientras tanto Draco a sus espaldas se ponía de pie y se quietaba la empapada capa de sus hombros.
Hermione se giró lentamente encarando al atractivo rubio. — ¿Por qué estás aquí? ¿Me seguiste acaso?
Draco bufó antes de contestar—Claro que no Granger.
— ¿Entonces?
—Las grandes mentes suelen pensar igual.
— ¿A qué viniste Malfoy?—. Hermione se cruzó de brazos mientras se dirigía hacia la sala.
Draco la siguió. —Creo que a lo mismo que tú—, la castaña levantó las cejas. — Mira Granger estoy cansado, si vine hasta acá es porque quería descansar. Qué te parece si nos vamos a dormir y mañana dialogamos sobre quién le robó la idea a quién.
La castaña asintió. —Puedes dormir en la sala. La cama de Emily es muy pequeña para que quepas ahí.
—Puedo agrandarla con un hechizo.
—Para querer quedarte tan fervientemente con esta cabaña se te olvidan muchas cosas de ella, como que aquí no se puede hacer magia.
Draco sonrío como si estuviera recordando algo gracioso por las palabras de Hermione—Tienes razón, no recordaba. Querías que todo fuera lo mas "Natural" posible.
No pudo evitar que una carcajada escapara de sus labios contagiando a la castaña quien también se rió con él.
—Sí, lo mas natural posible. Buenas noches Malfoy.
—Buenas noches.
Hermione se dirigió con paso lento hacia su habitación, al tiempo que Draco se quietaba los zapatos al igual que la camisa quedando con el torso desnudo, y se sentaba cómodamente en el mullido sillón que daba directamente hacia la puerta abierta del cuarto de Hermione.
La castaña se acostó de lado dándole la cara al rubio, mientras tanto él se acomodó aun más en su asiento para poder mirarla directamente.
Se estuvieron contemplando por minutos. Cada quien recordando los momentos vividos, los buenos y los malos. El día que Draco le propuso matrimonio haciendo aparecer un gran cartel en un partido de Quidditch al que ella había asistido, el día de su boda, cuando nació Emily. Habían sido tan felices, tanto, para Hermione todo era perfecto, entonces no entendía dónde había estado su error, qué fue lo que Draco buscó en aquella otra mujer que ella no le pudo dar. Una lágrima solitaria recorrió su rostro, no se molestó en limpiarla, la oscuridad que reinaba era suficiente como para ocultar su dolor.
Pero no era necesario que Draco lo viera para poder sentirlo. No quería verla sufrir, ya no. En el pasado había cometido un error, el peor error, la hizo sufrir cuando él mismo le había prometido al pie del altar que jamás la lastimaría. Entonces, cómo fue que pudo enredarse con aquella mujer echando él mismo por la borda todas sus promesas, sus juramentos. En ese justo instante se había convertido en alguien muy parecido a su padre, cuando desde niño juró que no sería como él, que él jamás haría sufrir a su mujer como Lucius lo hizo con su madre.
Ahora, el ir hasta aquel lugar, el seguirla como lo hizo, era su última carta, su última esperanza de arreglar las cosas, de recuperarla, a ella y a su hija, de volver a ser una familia, porque sin no las tenía a ellas, su vida, la vida de Draco Malfoy era una verdadera mierda.
—Tengo hambre, ¿quieres cenar? Yo cocino—, habló Draco.
Hermione se incorporó lentamente hasta que dar sentada. Sus cabellos indomables coronaban su cabeza, brillando como si tuvieran luz propia. Los escasos rayos de luz que a través de las nubes lograban escapar, iluminaban su piel provocando que Draco contuviera el aliento ante la imagen casi divina que Hermione presentaba.
— ¿Sabes cocinar?
—Sí, claro. Unas de las cosas obligadas que tienes que aprender cuando vives solo.
Hermione se terminó de levantar de la cama y mientras caminaba hasta Draco, se cerraba con más fuerza la bata de baño que vestía. —Está bien. Sorpréndame señor Malfoy.
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— ¡Merlín Draco esto está buenísimo!—, exclama Hermione minutos después. Sentada en la redonda mesa con Draco a su derecha, disfrutaba del omelet que el rubio había preparado.
Draco rió orgulloso antes de contestar. —Gracias. Me alegro que te guste. ¿Quieres más?—, preguntó al ver que la castaña ya había acabado con todo lo que él le sirvió.
— ¡Oh! No—, se limpió los labios con la servilleta—quedé muy satisfecha. Gracias.
Draco en silencio se puso en pie y comenzó a recoger los platos, vasos y cubiertos de la mesa, llevándolos después hasta el fregadero, y mientras estaba en esta tarea Hermione se dedicó a contemplarlo.
¡Dios era hermoso! Divino. Su piel blanca y tersa, lisa, sin ninguna marca más que aquella que adornaba su antebrazo izquierdo. Su espalda ancha y fuerte, los músculos se tensaban exquisitamente con cada movimiento de sus brazos largos y definidos. Su abdomen plano y firme, delineado, sus caderas afiladas…y el pantalón negro acomodado contra ellas, defiendo sus formas, haciéndolo aún más perfecto.
— ¿Pasa algo Granger?—, preguntó Draco mientras se giraba a mirarla. Había sentido su mirada quemarlo. Y al girarse la descubrió comiéndoselo con la mirada. Ahora era él quien no despegaba sus ojos de ella, con los brazos cruzados a la altura del pecho y las cejas ligeramente alzadas.
Hermione al saberse descubierta bajo rápidamente los ojos y murmuró por lo bajo un "Mierda" que no fue lo suficientemente discreto como para no llegar hasta Draco. Levantó la mirada para clavarla en los ojos de Draco.
— ¿Cómo era ella Draco?—, preguntó segundos después.
Draco se tensó antes de contestar, pero no cambió de posición—No empieces Hermione.
—Quiero saber. ¿Cómo es? ¿Es bonita, mas bonita que yo?—. Draco desvió la mirada por unos instantes— ¿Cómo fue hacerlo con ella? Dime cómo fue.
—Diferente. Somos personas distintas, diferentes. Pero nada comparado a hacer el amor contigo.
Hermione pareció asimilar la respuesta. —Lo que más me duele de perderte es que eres un excelente amante.
Draco sintió nacer una chispa de esperanza en su pecho. Se aferraría a ella hasta sus últimas consecuencias. —Demuéstramelo—, la castaña lo miró confundida—si realmente crees que soy tan buen amante, demuéstralo.
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Gracias por leerme.
Besos
Gely :)