Peligroso

Capítulo I

Fue prácticamente una coincidencia que se encontraran allí, bajo el mismo techo, en el mismo piso, uno frente al otro.

Naruto enfrentó aquellos ojos negros, no con temor, sino con picardía. Su primer gesto, un impulso naciente de su pecho jubiloso, fue una sonrisa de medio lado. No brillante, ni sincera. Fue fugaz, burlona y sombría. Entonces le sobrevino un ataque de risa, así como la vida se burlaba a su costa, él se reiría de ella, porque, a pesar de sus intentos por arruinarle la vida, no lograría derribarle, ni destrozarle, ni humillarlo. Y no porque le orillara a reencontrarse con el novio que le dejó muchas heridas, él volvería a caer.

Sasuke, por su parte, tanteó la llave en su bolsillo mientras veía como el rubio se partía de la risa. Quería entrar de inmediato a su habitación, pellizcar su brazo y saber que aquella situación era producto de la botella de coñac que se había bebido esa tarde. Aunque sabía que no era así, que la cabellera rubia que ondulaba frente a él era tan real como las llaves del auto que atenazaba en su mano izquierda.

―Naruto― fue un vago suspiro lo que salió de su boca y un aliento putrefacto de piña y alcohol en descomposición.

―¡Pero qué sorpresa!― Naruto se enjugó las lagrimillas y, sin dejar de sonreír, le tendió una mano al joven frente a él―. ¡Cuánto tiempo!― le instó a que le agarrase la mano pegándole ligeramente en el brazo.

―¿Qué haces aquí?― estrecharon sus manos, como en los muy viejos tiempos. Naruto sintió un escalofrío al rozar la frialdad de la piel de Sasuke. Sasuke no se sorprendió de la calidez de Naruto, de esa que jamás le abandonaba.

―¿No es obvio? Aquí vivo― se soltó del agarre, metió la mano al bolsillo del pantalón, se giró unos segundos, abrió la puerta y volvió a enfrentar a Uchiha―, ¿ves? Supongo que somos vecinos de ahora en adelante.

―¿Y desde cuándo se supone que eres mi vecino?― soltó Sasuke venenosamente, no le agradaba la idea de que un recuerdo del pasado viviera justo cruzando un pasillo de madera que llevaba semanas sin haberse lavado.

―Desde hoy, supongo― dijo al momento en que un bostezo se escapaba de su boca, lo cual le pareció muy descortés a Sasuke―. Siento no continuar con esta amena charla, pero tengo tanto sueño que creo que me quedaré dormido aquí mismo sino me doy prisa para entrar. Buenas noches Sasuke, que descanses.

Sasuke odio, no sólo el haberse quedado con las palabras en la boca, ni con miles de preguntas sin resolver en la cabeza, también el comportamiento de Naruto, tan relajado, tan educado y amable, tan como es. Odio ser tratado como cuando eran unos simples camaradas: con indiferencia y sobriedad.


Naruto inmediatamente corrió el cerrojo de la puerta, se quitó los zapatos y, antes de darse cuenta, ya estaba en su cama, mirando el portarretratos que descansaba sobre el buró, observando la fotografía tras el empolvado cristal de este. Era él en plena juventud, era él y su sonrisa eterna, él y su cara de chiquillo, él y un montón de fantasías escondiéndose tras los ojos azules, un sinfín de sueños que planeaba realizar con la persona a su lado.

―Sasuke― ni siquiera notó cuando ese susurro abandonó su lengua. Y lo supo.

De hecho, siempre lo había sabido, pero nunca lo había aceptado. La única diferencia, ahora, era que ya no podía negar lo que sentía.

Sí, seguía estando locamente enamorado de él. Y, contrario a lo que pensaba, un par de años no habían bastado para borrar toda esa furia imponente de pasión que arrasaba hasta con el más pequeño rastro de odio. Sasuke había dejado heridas profundas e imborrables, sin embargo, también había grabado en su corazón, en su mente y en su cuerpo, una serie de remembranzas lozanas y satisfactorias que abarcaban un sitio más grande del que lo hacían los malos recuerdos.

Meditando acerca de lo que haría, mientras contemplaba la foto de su feliz pasado, fue quedándose dormido.


Inmediatamente después de cerrar la puerta tras de sí prendió las luces de la lujosa sala. Todo estaba en orden. Todo menos su cabeza que estaba hecha un desastre.

Contempló la fotografía sobre la mesa de entrada, la que siempre veía antes de salir, la que siempre le recibía al entrar. Naruto no había cambiado. Su expresión infantil y soñadora prevalecía a pesar de los años, su sonrisa encantadora, sus ojitos chispeantes, sus gestos ligeros, todo estaba allí, embutido en el cuerpo de un joven de 25 años.

Y él jamás se había preparado para volverlo a ver, el nunca se había visto en esa situación tan deseable e indeseable al mismo tiempo, él no creyó que lo volvería encontrar. El destino ya se lo había arrancado una vez, ¿para qué volverlo a plantar junto a él?

No, pero el destino no se había encargado de nada. Él mismo se lo había quitado de encima, él mismo lo había empujado, más y más, poniéndolo a prueba, hasta que el rubio ya no resistió. La soledad volvió a ser su refugio, no obstante, antes le había parecido acogedora y cálida, ahora la sentía fría, aterradora y demasiado oscura.

Corrió al baño tras haber tomado un vaso con leche, en el retrete vació todo lo que su estómago había contenido desde la tarde.

Antes de irse a dormir pensó que su reencuentro con Naruto había sido aún más desafortunado bajo aquellas condiciones. Ahora su ex-novio pensaría que era un ebrio que se la vivía en una sucia cantina.


Sabes lo mucho que te amo, ¿verdad, Hinata? Que sin ti mi vida quedaría al borde de un abismo sin fondo. ¡Has sido mi salvación!― con paso apresurado Naruto bajó las escaleras, Sasuke escuchó el crujido de la puerta del edificio al cerrar. Por fin su alma pareció sentir alivio.

Por la noche no había hecho otra cosa que soñar con el rubiecito. Con los días de su largo noviazgo. Con las noches que compartieron en las habitaciones del internado sin que nadie más lo supiese. Con las miles de reglas que se pasaron por donde más les convino con el fin de estar juntos. Mas no sólo había fantaseado con imágenes de evocaciones pasadas, también habían desfilado millones de imágenes, como si de una película se tratase, de ellos en un ahora, de él haciéndole el amor a Naruto, de él besándole el cuello, de él deslizando su lengua sobre la polla erecta del rubio, de él volviéndole a sentir cerca una vez más.

Se había levantado con una dolorosa erección, como sucedía siempre que soñaba con él. Sólo que ahora su fantasía estaba a unos pasos, atravesando la puerta de su propio departamento. Y eso lo enfureció más, saber que lo tenía tan cerca, pero que la distancia que los separaba no se medía a partir de la puerta, sino de los años transcurridos y de las espinas clavadas. Se masajeó con rudeza hasta que se vino en su mano.

Fue un alivio saber que se marchaba. Aunque, ciertamente, le molestó el hecho de escuchar el verbo "amor" conjugado en presente junto a un sustantivo con nombre definido. Hinata. Antes de siquiera saber quién era ya la odiaba (porque si de algo estaba seguro es que esa persona era una mujer). ¿Y por qué la odiaba? ¿Por qué si se supone que él de ninguna manera estaba interesado en Naruto? ¿Por qué seguía siendo tan celoso con alguien que ni siquiera le pertenecía?

Él siempre te ha pertenecido, habló una vocecilla extraña en su mente, ¿sabes por qué? Porque tú siempre le has pertenecido. Decidió silenciarla, tomando el periódico y haciendo como que leía, no obstante, el eco de las últimas palabras siguió resonando: "…siempre le has pertenecido".


Te oyes cansado.

―¿Mmm? Sí, lo sé. Ayer no dormí tan placenteramente como me hubiese gustado hacerlo. Esto de mudarme no me sentó nada bien.

¿Por qué?― Naruto encendió el carro y, con cuidado, salió de su lugar de aparcamiento.

―Ya ves que hace mucho te conté de mi primer novio, pues, ¡adivina qué!― esto último lo dijo con un tono de falsa emoción.

Te lo has encontrado ayer por el rumbo.

―Casi Hinata querida, pero no. Gracias― el señor encargado de vigilar la entrada y salida de los autos le saludó―. Es mi vecino.

―¡Estarás de broma, Naruto!― escuchó la tímida risa de Hinata por el auricular, la imaginó tratando de contener la carcajada que seguramente pugnaba por salir. Después de todo, a su amiga jamás le había gustado ser escandalosa.

―Ojalá. Pues sí, te contaré. Ayer salí a comprar un poco de comida para el desayuno de hoy en la mañana. Regresé, subí por las escaleras y justo me paré enfrente de mi puerta cuando el sonido del elevador abriéndose se escuchó. El punto es que no le di mucha importancia hasta que un tipo se paró detrás de mí, de espaldas. Volteé y premeditadamente mi mente gritó: "¡Sasuke!". Él volteó, como si yo en verdad hubiese gritado su nombre. Y fue horrible. Quise llorar y reír al mismo tiempo, opté por reír. Allí estaba, Sasuke Uchiha: medio decente, medio borracho, medio reconocible. Pero después te sigo contando, esto de manejar y hablar por celular no es lo mío. Te veo en un rato en la oficina. Adiós.

Tiró el celular en el asiento vacío del copiloto. En el espejo retrovisor vio un carro pequeño lleno de niños pequeños y pensó que era una imprudencia de su parte el querer manejar y hablar al mismo tiempo. Más cuando se había comprobado científicamente que los hombres sólo podían hacer una cosa a la vez.

En su mente seguían revoloteando un montón de ideas. Como cómo se iba a comportar frente al menor de los Uchiha o qué iba a hacer para evitarlo. Porque si de algo estaba absolutamente seguro es que no podía llevar una buena relación con Sasuke, ni ahora, ni nunca.

Aunque estaba seguro de que Sasuke también trataría de obviarlo, después de todo, hasta para el joven era difícil mantener la cabeza alta sabiendo el daño que le había hecho. A él que, sin embargo, no estaba libre de culpa.

De una u otra forma Naruto aceptaba que, por su parte, había cometido muchos errores, no tantos como su ex-pareja, pero sí algunos que no le atribuían toda la culpa a Sasuke. Él no había puesto un alto cuando debió haberlo hecho, él se dejó hacer y no había sido capaz, en un principio, de ver más allá de lo rosa y lo bonito. No había atendido a los llamados de sus amigos (los verdaderos), no había querido mirar lo obvio. De lo contrario, él no se hubiese herido tanto.

¿Cómo pudiste dejarme intrigada?― fue lo primero que escuchó al pulsar el botón verde.

―Lo siento, pero algunos de nosotros sí tenemos conciencia vial.

Pues te hubieses estacionado.

―No seas exagerada, ya estoy aquí, ya subo, ¿vale?

Bien, estoy impaciente.

Naruto rió, a estas alturas aún no podía creer el cambio radical que se había suscitado en la personalidad de Hinata, aunque sólo hubiese sido así con él.

―¿Entonces?― y allí estaba Hinata, fuera del elevador esperando respuestas.

―¿Buenos días?― dijo besándole la mejilla. Naruto se preguntó cuando habían cambiado sus sentimientos por ella y la había comenzado a ver como una hermana menor.

―Perdón, buenos días― le dedicó a Naruto una de esas sonrisas que tanto disfrutaba ver, tímida y a la vez resplandeciente, como cuando el sol a penas se deja ver en el horizonte por las mañanas.

―¡Horrible! Es de las situaciones más espantosas que he enfrentado en toda mi vida. No sabía que decir, ni hacer. Recuerdas que te conté que su mirada era aterradora y que en la oscuridad se acentuaba más. Pues no ha cambiado. Sus ojos negros siguen siendo tan intimidantes como siempre. Claro que yo intenté parecer de lo más natural, como si esta casualidad me la hubiese esperado desde siempre. Mas, posiblemente, la risa me delató. Ya sabes, solté una de esas risas nerviosas que demuestran exactamente lo que estoy sintiendo. Lo bueno es que él venía ebrio y su ojo calculador se nubla cuando no está en sus cinco sentidos, así que sospecho que no sabe lo mucho que me afectó el verlo de nuevo.

―¿Y crees que a él le haya afectado?

―Le costó mucho trabajo mantenerme la mirada, así que supongo que no fue fácil para él volverme a ver. Era como si jamás se lo hubiese siquiera planteado, de lo contario, créeme, hubiese tenido un discurso preparado.

―¿Tan metódico es?

―Obsesivo, querrás decir. Y sí, lo es.

―¿Qué vas a hacer?

―Lo que propongas.

―Invítalo a cenar― Naruto cerró de golpe la carpeta entre sus manos.

―¿Estás loca?

―¡Hey!― soltó indignada ―. No, no estoy loca, pero quiero conocerlo.

―Él no aceptará y yo no se lo propondré.

―Está bien, entiendo, yo lo haré.

―Sí que te has vuelto muy determinada Hinata. Pero aún no entiendo cómo funciona tu plan.

―Sí, es lo que te enseñan en la universidad. Mmm… ¿sabes a qué hora llega?

―No…― Hinata ya se apresuraba para alcanzar el elevador abierto.

―Pues hazlo y avísame cuando sepas ese dato. Tengo junta, nos vemos al rato― gritó, en un último intento por hacerse escuchar. Naruto asintió, pensando seriamente si había hecho bien en contarle a Hinata.


¡Muchas gracias por leer! (Y si comentan triple agradecimiento :P)

Notas:

No puedo creer que esté volviendo a escribir, es tan relajante hacerlo, ¡ojalá tuviera más tiempo para dedicárselo a este hobbie! Pero bueno, he disfrutado mucho escribiendo este capítulo, espero que hayan sentido lo mismo leyéndolo. Algo que necesito comentar es: perdón por poner a Hinata tan OOC, pero, tengo razones justificables para hacerlo. Primero, ella ya no es una niña, ¿de acuerdo? Y sería raro encontrarte con una persona de 25 años que sigue comportándose como una avergonzada niña de ocho. Segunda, es amiga de Naruto (y no, en mi historia no está enamorada de él), por tanto su comportamiento no puede ser igual al que tiene con los demás. Tercero, más adelante verán un poco más IC a Hinata, obvio, al estar en presencia de alguien diferente a Naruto, ¿vale?

¿Me harán saber que opinan?

¡Un beso!