CAPITULO 1. VIAJE OBLIGADO
Se hallaba Arthur Kirkland en la histórica capital estadounidense, ciudad que mas aborrecía por sobre todas las cosas debido a que en cada esquina encontraba algo que le recordaba la independencia de Alfred. Hacía varios días que había llegado a aquel fastidioso lugar, y no podía irse de ahí ya que sus altos mandos le habían ordenado permanecer en estados unidos por un tiempo indefinido, mientras tanto, era guiado, cuidado y atendido por su cordial y súper héroe anfitrión Alfred J. Jones.
-¡iggy! ¡iggy!- gritaba el americano intentado llamar la atención de su invitado ingles –ven vamos a ver el monumento a Lincon-. Arthur quien se encontraba siendo arrastrado por su anfitrión, permanecía en silencio y con cara de pocos amigos –mira iggy ¿no es fabuloso?- continuaba hablando entusiasmado el joven americano.
Por su parte, el joven ingles intentaba recapitular su vida -¿Cómo llegue a esto?- pensaba molesto al tiempo que sus recuerdos empezaban a emerger….
++++++++ Varios días atrás +++++++++
Era una agradable mañana de primavera en la residencia Kirkland ubicada en las afueras de Londres, un joven de alborotados cabellos rubios se hallaba sentado en la sala disfrutando de un delicioso te matinal acompañado por unos recién hechos scones, todo era paz y tranquilidad en aquel lugar, hasta que el timbre del teléfono irrumpió. Con molestia, el joven camino hacia el teléfono –buenos días, habla a la residencia Kirkland- musito.
Del otro lado de la línea, un señor de voz gruesa le contesto –buen día joven Kirkland, llamamos para informarle que se solicita su presencia el día de mañana en Washington-.
El joven quien escucho atentamente la orden, aspiro profundo y ordeno sus ideas, cuando estaba a punto de alzarle la voz al emisario, fue cortado.
-Por insistencia del reinado de Inglaterra y el presidente de estados unidos, es obligatoria su presencia- sentencio e inmediatamente corto la comunicación dejando al joven Kirkland con las palabras en la boca.
Después de aquella llamada, el joven ingles se dispuso a preparar su maleta, una muy sencilla por cierto, donde llevaba lo que creía necesario, un par de bóxers, ropa para dos o tres días, su colonia para eventos especiales y la del diario. Para cuando llego el taxi del aeropuerto a recogerlo, este todavía se hallaba dando los últimos retoques a su casa antes de partir, apurado, tomo su cartera y se la metió en el bolsillo interior de su chaleco, posteriormente tomo sus llaves para cerrar la puerta y se marcho, no sin antes mirar una vez más a su adorada casa.
El vuelo a estados unidos fue de lo más normal, las aeromozas le brindaron el mejor servicio de primera, la comida que le ofrecieron era carne con patatas y chicharos acompañadas por un buen vino francés y finalmente, exhibieron una película sobre un hombre que naufrago en una isla y su mejor amigo era un balón. Cuando por fin arribó al aeropuerto estadounidense, lo primero que noto fue un enorme letrero colorido en el cual tenía escrito "Iggy here!", el joven ingles rápidamente se dio cuenta de quién era la persona que vino a buscarlo haciendo sacarle un suspiro –ese idiota- .
Fingiendo no haber visto el letrero, Arthur lentamente empezó a avanzar rumbo a la salida de la terminal, sin embargo, fue detenido por una ruidosa voz -¡iggy espérame!- gritaba a lo lejos un joven de lentes -¡porque me ignoras si hasta te hice un letrero muy bonito!-.
-¡¿bonito?!- grito Arthur sarcásticamente volteando a ver al joven de gafas -¡eso no es bonito!-
-¡que malo eres iggy!- sonreía el americano quien por fin había alcanzado a su invitado.
El joven ingles prefirió ignorar al americano y continuo avanzando hacia la salida -¿Dónde está el auto?- pregunto mirando de reojo a su anfitrión.
El americano tomo de la muñeca del ingles y empezó a dirigirlo –está muy cerca- sonreía tontamente. Cuando por fin llegaron a la zona de estacionamiento, Alfred fue a pagar la cuota por el tiempo que estuvo ocupando espacio al tiempo que le daba instrucciones a Arthur de cómo llegar al auto. Más tarde, cuando el americano regreso de pagar lo del estacionamiento, noto que su acompañante tenía una cara de pocos amigos –¿Qué sucede?- pregunto curioso.
Arthur volteo a ver con mirada asesina a su anfitrión -¿Por qué trajiste una Hummer?- cuestiono molesto al tiempo que señalaba el enorme auto color negro.
Alfred observo la reacción de Arthur y luego volteo a ver el auto –pensé que te gustaría viajar en uno- comento sonriente.
-idiota- susurro el ingles –mejor vámonos antes que cambie de idea- ordeno al tiempo que intentaba subirse al colosal transporte.
El joven de lentes observo entretenido como su acompañante hacia enormes esfuerzos para subirse, sin embargo, todos fallaban, -realmente en momentos así se veía tan adorable- pensó y decidió ayudarle.
-¡¿pe… pero que ha… haces idiota?!- gritaba nervioso el ingles quien ahora estaba siendo cargado por su anfitrión.
-¿Qué no ves, te ayudo a subirte a la Hummer?- declaro divertido mientras lo metía a la cabina.
Minutos más tarde, después de haber soportado las patadas y rasguños de su invitado, Alfred subió al asiento del conductor y arranco el vehículo.
-¡ponte tu cinturón de seguridad!- regaño Arthur al americano.
-Buuuu eres taaan aburrido- se quejo Alfred al tiempo que se lo colocaba.
-la seguridad no nada aburrida te lo aseguro- bufo el ingles quien tenía bien puesto su cinturón.
Y así ambos jóvenes emprendieron marcha hacia donde Arthur se quedaría, desgraciadamente por insistencia del americano, este se hospedaría en su casa. En el camino, quedaron atrapados en el trafico, Alfred quien parecía estar acostumbrado a eso, encendió su estéreo, puso un disco de música de rap y le subió todo el volumen que podía, aquella estridente música se hacía escuchar dentro y fuera del vehículo al tiempo que el americano agitaba violentamente su cabeza; Arthur al oír y presenciar aquello se espanto terriblemente, por un instante llego a pensar que su acompañante sufría de un ataque epiléptico o peor aún, había sido poseído por un espíritu. Armándose de fuerza, Arthur tomo el hombro de Alfred -¡el volumen está muy alto!- le regaño, el joven quien no comprendía lo que el otro dijo, se acerco -¡que dijistee!- pregunto y el ingles volvió a repetir -¡el volumen está muy altooo!- gritándole en el oído, para esto, Alfred quien no podía escuchar los regaños de Arthur, le había bajado todo el volumen.
-¡iggy! No estoy sordo así que no tienes porque gritarme tan fuerte en el oído- chillo dolido Alfred mientras se tallaba los oídos con el dedo.
-no es mi culpa haberte gritado en el oído- dijo Arthur regresando a su asiento y cruzando sus brazos –¡avanza! Hace rato que nos están pitando- cambio el tema.
El americano encogió sus hombros y tomo el volante para avanzar otro tramo más; después de una espantosa hora atrapados en el trafico, empezaron a avanzar nuevamente, ahora hacia la zona más lujosa de la ciudad, el ingles busco distracción observando las casas que pasaban, muchas eran enormes, lujosas, con albercas, otras con excentricidades tremendas como un bungi o un helicóptero, definitivamente América era el sitio para las cosas enormes.
-ya llegamos- anuncio contento el americano
-¡por fin!- atino a decir Arthur quien se sentía entumecido de estar tantas horas sentado –América idiota ayúdame a bajarme- ordeno impaciente por tocar el suelo.
Alfred acostumbrado a las palabras hirientes del ingles, bajo del auto y se dirigió a abrirle la puerta a su invitado, como si se tratase de un niño pequeño, lo tomo de la cintura mientras este se apoyaba en sus hombros al bajarlo.
Cuando el ingles toco el suelo, se aparto del joven de gafas y corrió hacia la puerta –date prisa y abre- apresuro a su anfitrión. El americano camino aprisa y abrió la puerta, tan pronto fue abierta, el ingles se metió corriendo, tomo un teléfono y marco a su madre patria –Arthur Kirkland reportándose desde Washington- hablo seriamente, del otro lado de la línea, una voz áspera le empezaba a dar instrucciones detalladas de lo que haría hasta que llegara el momento del evento, muy pronto, la cara seria de Arthur se transformo en una de furia -¡como que me tengo que quedar por una semana!- grito furioso.
-Es una pena decirle eso joven Kirkland- se disculpo la voz del otro lado de la línea –pero el evento se recorrió una semana-.
El ingles sintió que el mundo le caía encima, tenía que quedarse en casa de Alfred una semana entera soportando sus hamburguesas, coca cola, café y sobre todo, ¡al Alfred mismo! -¡tiene que estar bromeando!- grito histéricamente.
-no, sabe perfectamente que en este tipo de cosas no bromeamos joven Kirkland- contesto seriamente la voz –le pedimos, más bien le ordenamos que por amor a la reina permanezca en estados unidos-.
Arthur al escuchar que era por amor a la reina se resigno a salir de dicho lugar –entendido, permaneceré en estados unidos hasta el día del evento- suspiro.
-perfecto, en ese caso hasta el día del evento- menciono la voz áspera y acto seguido colgó.
Alfred quien escucho detenidamente toda la conversación desde la otra línea, sonrió contento tramando un sinfín de actividades para él y su amigo ingles -Arthuuuur- tarareo llamando la atención de este -¡te aseguro que tu y yo nos divertiremos muchísimo!- expreso contento el americano quien corría a abrazar al ingles.
Desde ese día, Alfred llevo a Arthur a un sinfín de lugares, los mejores que estados unidos podía mostrar; visitaron el monte Rushmore, el gran cañón, Disneylandia, inclusive las vegas, un lugar que juro no regresar jamás. Todavía recordaba el vergonzoso suceso que aconteció esa vez.
Se hallaban ambos jóvenes en un lujoso casino VIP, Alfred se había emocionado apostando en las maquinitas de monedas mientras Arthur lo observaba -¿Qué chiste tiene jalarle a la palanquita?-. Alfred quien se hallaba sumergido en aquel juego simplemente respondió –es… adictivo- y continuo ignorando a su acompañante. Después de varios minutos, el ingles se aburrió de ver como su anfitrión gastaba sus monedas en una maquinita que no tenia chiste, así que opto por ir al bar del lugar. Ya en el bar, le pidió un buen whisky al barman, después pidió otro tras otro, hasta que finalmente perdió la cuenta de cuantos había bebido. Ya entrado de copas, decidió abandonar el bar, pero uno fue detenido –señor tiene que pagar la cuenta- menciono un mesero, Arthur tambaleante y sonrojado debido al efecto del alcohol señalo al joven que se encontraba jugando en la máquina de monedas –ponga la cuenta a nombre del idiota de América- balbuceo y se marcho del lugar.
Ahora un ebrio ingles paseaba por la ciudad más luminosa de todo estados unidos, con su risa atontada, tambaleaba de un lado al otro chocando con varios transeúntes quienes se hallaban en el mismo estado que él. Mientras tanto, Alfred quien se había aburrido de perder monedas en aquel maquina del mal, empezó a buscar a su tsundere acompañante -¡iggy donde estas!- gritaba; muy pronto, un joven mesero se interpuso en su camino -¿usted venia con un ingles?- pregunto, el joven de gafas asintió con la cabeza, acto seguido, el mesero le entrego una enorme factura –es la cuenta, dijo que usted la pagaría- sentencio. Alfred observo la cantidad impresa en la hojita -¡10 mil dls!- exclamo sorprendido por el alto consumo que había hecho Arthur, sin más remedio, saco su cartera y entrego un plástico rectangular –cárguelo a mi tarjeta de crédito- suspiro resignado.
Después de pagar la enorme suma, Alfred emprendió la búsqueda de Inglaterra -¿Dónde se habrá metido iggy?- se pregunto durante el recorrido. Irremediablemente, se encontraba en las vegas, un lugar donde se podía hacer de todo; usando su enorme capacidad mental, se sugirió varios sitios donde un ingles ebrio podría ir; primero recorrió todos los bares de la zona, al no encontrarlo, decidió irse al hotel, al confirmarle que aun no había regresado, volvió a salir a la calle para buscar a su acompañante, por último, decidió visitar los bares de strippers, los cuales aunque llenos de chicas mostrando mucha carne, no tenían rastros del ingles.
Al final, después de prolongadas horas de búsqueda, había entrado la madrugada, esa ahora entre la media noche y las 5am donde las inhibiciones desaparecían y los instintos carnales se hacían presentes –tengo que encontrar a iggy- se decía preocupado. Muy pronto, su búsqueda se transformo en hambre y un rugido sonoro broto de su estomago –tengo que buscar un mcdonals- se auto ordeno emprendiendo la búsqueda de uno. Cuando al fin encontró un mcdonals abierto, corrió hacia la recepción donde un trasnochado cajero le tomo la orden –¡quiero una cajita feliz!-ordeno ansioso el americano; el cajero tomo la orden y se la confirmo, acto seguido le cobro por la orden –su orden estará en 15 minutos- dijo el cajero arrastrando las palabras.
Alfred impaciente corrió hacia la mesa más cercana que diera vista a la calle, si tenía que esperar por la cajita feliz, mínimo tenía que distraerse con algo. Pego su mejilla izquierda a la fría ventana observando de reojo a los transeúntes quienes parecían zombis ojerosos; aburrido, aparto la mirada de la calle y volteo a ver al cajero quien hacia minutos reposaba dormido en la caja. Tras varios minutos en silencio y la orden aun en proceso, Alfred volvió nuevamente su mirada hacia la calle, ahora se disponía a contar borrachos –un borracho, dos borrachos, tres borrachos… ha no, ese esta drogado- decía mientras los enumeraba con su dedo, de pronto, un borracho en particular llamo su atención, con interés se pego mas en el vidrio y empezó a analizar al sujeto el cual tenía rubios cabellos alborotados y una corbata amarrada sobre su cabeza –es idéntico a iggy- rio divertido y continuo viéndolo.
Tras varios minutos de estarlo observando, el sujeto se dispuso a entablar conversación con un poste de luz –déjeme decirle que usted es la dama más bella que he conocido- balbuceaba el rubio haciendo que Alfred estallara en risas -¡no me alce la voz con ese acento tan horrible!- continuaba balbuceando el joven quien parecía pelearse con poste -¡wuuuua es el idiota de Francia vestido de mujer!- termino de exclamar espantado y corriendo hacia el otro lado de la cera.
El joven de gafas escucho lo último que exclamo aquel borracho e instantáneamente supo que aquel sujeto era Arthur; el americano se levanto con prisa de su asiento y fue tras el ingles quien corría despavorido por toda la acera –¡iggy ven!- gritaba Alfred tratando de alcanzar a su amigo y así, después de varios minutos de persecución, Alfred logro apresar entre sus brazos a Arthur, con suma delicadeza lo alzo sobre su cabeza y se lo llevo de regreso a mcdonals donde su cajita feliz le esperaba.
-que hermosa eres- balbuceaba Arthur quien se estaba empezando a enamorar de la hamburguesa de Alfred.
-oye… ¿sabes que le estás diciéndole hermosa a una hamburguesa?- pregunto extrañado el americano.
-hamburguesa- repitió tontamente el ingles –es un nombre taaaan bonito- sonrió.
El americano empezaba a espantarse por el comportamiento tan inusual en su amigo -¿seguro que no estás drogado también?- pregunto.
-casémonos- dijo serio el ingles provocando que Alfred se sonrojara
-¿qu… quienes?- pregunto tartamudeante el joven de gafas.
-¡hamburguesa se mi esposa¡- grito Arthur arrebatándosela a Alfred de su mano y acto seguido, huyo corriendo con hamburguesa entre sus brazos.
Alfred observo atónito como su acompañante se fugaba con su cena al tiempo que le gritaba palabras de amor al ser grasiento – ¡iggy espera, no vayas a hacer algo de lo que luego te vayas a arrepentir!- exclamo el joven de gafas siendo razonable por una vez en su vida.
Arthur continuaba corriendo con su amada en una mano al tiempo que desesperadamente buscaba una capilla, muy pronto, logro vislumbrar una la cual estaba adornada por un sinfín de letreros luminosos y la foto de un Elvis gigante –mira mi amor, este será el lugar donde nos casaremos- comentaba eufórico el ingles mientras aceleraba su marcha.
Cuando el ingles y su amada por fin llegaron a la capilla, fueron atendidos personalmente por el padre el cual era un señor obeso de gran copete –soy Elvis, seré el padre que oficie en esta boda- se presento el señor al tiempo que les mostraba una credencial que decía "padre e imitador certificado de Elvis", posteriormente, los tres avanzaron hacia el centro de la capilla donde les aguardaba un gran vestuario.
-póngale el velo a la joven- ordeno el padre.
El ingles saco un pañuelo de su bolsillo y lo acomodo en la parte superior de la hamburguesa –está listo padre, por favor comience rápido- insistió.
En aquel momento, Alfred estaba ingresando al centro de la capilla y primero que sus ojos vislumbraron fue a Arthur sonriendo bobamente y sosteniendo a la hamburguesa que tenía una especie de velo improvisado al tiempo que un padre imitador de Elvis recitaba de memoria unas sabias palabras.
–Usted…su nombre por favor- se dirigió el padre al ingles quien rápidamente le susurro su nombre y el de su acompañante –ejem… usted Arthur Kirkland acepta como esposa a … hamburguesa para amarla y respetarla por toda la eternidad… hasta que se eche a perder- menciono.
El ingles asintió con la cabeza y el padre prosiguió –y usted hamburguesa, acepta a Arthur Kirkland como su legitimo esposo para amarlo, respetarlo por toda la vida- pregunto expectante a la respuesta de la hamburguesa la cual asintió con la ayuda de Arthur –bien, los declaro marido y hamburguesa- sentencio finalmente el padre.
Alfred enmudeció, nunca ni en sus más remotos sueños imagino ver a su amigo y ex-mentor contraer matrimonio con algo como… eso -¡nooooo iggy!- grito tratando de impedir el desenlace que se acercaba, lamentablemente era demasiado tarde, Arthur estaba besando apasionadamente a la hamburguesa al tiempo que les tomaban la foto del recuerdo.
Después que Alfred se repuso del shock, se acerco al imitador de Elvis para preguntar si la boda era real y en caso de serlo, qué medidas se podía tomar para el divorcio; afortunadamente, el padre le explico que él nunca casaría a un hombre con una hamburguesa, según el estatus legal de las vegas, eso estaba prohibido. Ya más relajado y con ánimos renovados, compro el video y las fotos concernientes al gran suceso –seguro que le encantaran a Arthur- rio.
A la mañana siguiente, con una gran resaca, el ingles se levanto encontrándose extrañamente oliendo a hamburguesa y con esta cubriéndole sus partes nobles -¿pero qué rayos sucedió anoche?- se dijo sosteniéndose la cabeza y quitándose de encima la hamburguesa.
Del otro lado de la habitación, se escuchaban ruidos y risas provenientes del americano –¿qué miras América?- pregunto curioso el ingles quien ingresaba a la habitación.
-el video de tu boda- respondió Alfred sin apartar la vista del televisor.
La cara de Arthur cambio su semblante a desconcierto -¿mi boda?- pregunto incrédulo al tiempo que se colocaba alado del americano.
-si, mira- contesto –llegaste en la mejor parte- le dijo sonriente.
En ese instante, se hizo presente una espantosa imagen, era el dándole un apasionado beso a una grasienta hamburguesa -¡debemos quemar eso!- grito intentando quitar la cinta de la video.
-no no no~- tarareo Alfred quien se había adelantado al movimiento del ingles y sosteniendo la cinta con una de sus manos –esto lo guardare en Fort Knox y será nuestro secreto- susurro pícaramente.
Lo bueno es que como dicen en las vegas "lo que pasa en las vegas se queda en las vegas", hasta por fin, remontarse al presente día.
++++++ en la actualidad ++++++
-y así fue como le quite Texas a México- declaro orgulloso el americano -¿me estas escuchando iggy?- cuestiono a su invitado.
Arthur quien no estaba prestando a los balbuceos de Alfred, simplemente asintió con la cabeza fingiendo interés.
-¿iggy quieres ir a un lugar en especial?- pregunto el joven de gafas intentando ser condescendiente con su invitado que tenía cara de pocos amigos.
El ingles sorprendido que Alfred le preguntara su opinión volteo a verle e intento articular palabras, sin embargo lo primero que salió de su boca fue –vamos a comer-. Alfred sonrió ampliamente –te llevare a un lugar súper genial- comento al tiempo que nuevamente arrastraba consigo al ingles.
-espera, ¿A dónde me llevas?- pregunto intrigado el ingles intentando seguir el paso del americano.
-es un secreto- declaro feliz Alfred quien guiaba gustoso a Arthur.
Después de caminar por varios minutos a través de la capital americana, ambos jóvenes vislumbraron un local de comida -¡taraaan! Aquí es- declaro Alfred sonriendo tontamente.
Arthur observo detenidamente donde se hallaban y lo primero que noto fue -¡un McDonals!- grito -¡quieres que comamos en mcdonals!- volvió a gritar histéricamente.
-por supuesto- respondió Alfred –lo acaban de inaugurar y quería que fueras el primer cliente junto conmigo- añadió.
El ingles guardo silencio y poco a poco empezó a caminar hacia atrás, cuando estuvo lo suficientemente lejos del alcance de Alfred, se hecho a correr de regreso a casa de este -¡wait iggy!- grito Alfred cuando se dio cuenta que el ingles estaba huyendo -¿Por qué te vas?- pregunto mientras corría tras su invitado.
Después de una intensa maratón, el ingles por fin había llegado a casa del americano –ese idiota, como se atreve a llevarme a comer a un mcdonals- refunfuñaba molesto al tiempo que intentaba recuperar el aliento. Minutos más tarde cuando se hubo recobrado completamente, camino hacia el sillón dispuesto a sentarse cuando sintió algo extraño en su espalda, con una mano intento alcanzar el objeto extraño y haciendo un gran esfuerzo, logro tomarlo. Al verlo mas detenidamente, se dio cuenta que era una hoja de papel común y corriente, sin embargo, había algo escrito en ella "América Rulz"; los ojos de Arthur se agrandaron y su cara se torno roja.
En ese preciso instante Alfred iba entrando a la casa -¡oh iggy hasta que te alcanzo!- expreso cansado por haber corrido una maratón.
El ingles volteo a verle -¡¿qué es esto?!- grito furioso mientras le restregaba en la cara el papelito al americano.
Alfred tomo el papelito entre sus manos y lo miro –pensé que no te darías cuenta- declaro riéndose.
-¡¿hace cuanto que lo tenía en la espalda?!- pregunto furioso el ingles.
El joven de lentes empezó a rascarse nerviosamente la cabeza y a soltar una risita tonta –desde la mañana- contesto.
Finalmente el ingles exploto -¡bloody hell Alfred!-grito furioso con todo lo que sus pulmones le permitieron -¡cómo te atreves a pegarme un papel diciendo que eres lo mejor!- gritaba exaltado -¡ya no aguanto estar en tu país de mierda!-
Alfred al escuchar las palabras ofensivas pronunciadas por su invitado se lleno de cólera –¡pues yo tampoco te soporto cejudo!-.
El ingles aun más molesto por haberlo llamado cejudo le regreso el insulto –¡eres un adulto con cerebro de niño!-
-¡ah si, pues tu estas viejo y sin amigos!- contesto entre gritos el americano
-¡no tendré amigos pero no estoy obeso!- gruñía el ingles
-¡por lo menos yo tengo carne en los huesos!- respondía el joven de gafas alzando mas la voz -¡en cambio tu eres un amargado estreñido por comer tanta comida toxica y sabes que, tus scones apestan!- le restregó –ademas, cuando te decia que tu comida sabia rica ¡MENTIA!- grito.
Arthur se ofendió mucho mas, no por lo de los scones, sino las cosas que su ex–colonia decía de él -¡es suficiente!- grito -¡ya no quiero volver a saber nada de ti, me regreso a mi país!- sentencio y corrió hacia la puerta.
-¡pues vete y no regreses!- gritaba molesto el joven de gafas -¡para mi tu estas muerto!- sentencio mientras veía como Arthur se marchaba corriendo.
Hola hola... despues de un tiempecito me animo a subir una historia nueva. Realmente inicie a escribirla a finales de enero, despues de haber tenido un sueño muy feo donde aparecian los personajes principales de esta historia y bueno, intentare actualizar por lo menos cada lunes, la historia ya casi la termino de escribir y por lo mismo, me anime a subir el primer capi, espero les agrade.