Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de la bella Stephanie Meyer, a mi me pertenece solo la historia.

Juegos del Destino ha sido registrada, por autoria de Betzacosta. Todos los derechos reservados. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarrería las consecuencias penales y administrativas pertinentes.

Hola a todos. Quiero informarles que Juegos del destino será beteado por un grupo del primer curso de betas realizado por mundofanfiction . blogspot . com, es por lo cual esta historia está desde el inicio de nuevo. Por ahora solo será revisada, tal vez le agregue algunas cosas nuevas, dependiendo de cómo se vaya desarrollando los acontecimiento.

Quiero agradecer especialmente Larosaderosas, quien es la beta tutora y a su equipo EleGL, Meelii21, AlePattz por hacer esto, gracias chicas por todo. Es muy apreciado por mí su gran trabajo.


Año 1942. Nueva York. Cárcel Yorkshire.

El día estaba nublado y oscuro, a pesar de ser por la mañana, Bella se preguntaba si a su estado de ánimo le afectaba el estado del tiempo, o tal vez era que lo viera más oscuro y triste debido a su depresión repentina.

Generalmente trataba de estar animada y sentirse feliz sin importar las circunstancias, pero en días como aquel, en que el constante encierro y el estrés de evitar que otra mujer le asalte, insulte o le quite algo se unen en su contra, no podía evitar recordar los eventos que hicieron que su vida llegara a este punto. Los sentimientos de rabia y frustración por la gran injusticia que cometieron con ella surgían en su corazón sin poder hacer nada para poder evitarlo, creando una gran tristeza en ella, donde su única esperanza y consuelo es que su hermana, Alice salió indemne de todo esto y no fue juzgada por el delito que cometió, logró escapar al inculparse Bella.

Habían pasado siete años desde que su vida cambió completamente. Tenía unos padres amorosos y atentos, aunque tan pobres que vivían todos en una sola habitación en Brooklyn, y se conformaban con comer una vez al día. Su padre Charlie, trabajaba lustrando zapatos y su madre, Renée atendía la casa y a su hermana Alice de ocho años de edad. Alice, era la luz de sus ojos. Era blanca como ella, delgada y de cabellos largos y negros como su padre y con los ojos claros como su mamá.

Isabella a los diez años de edad siempre se preguntaba de donde había sacado esos ojos marrones como el chocolate y el cabello castaño, de un color parecido, ya que ninguno de sus padres lo tenía ni remotamente similar. Un día se lo preguntó a su padre y Charlie, abrazándola y cargándola en su regazo, le dijo que eran los ojos más hermosos que había visto y que se parecían a los de su bisabuela a lo que ella contestó con una gran sonrisa y abrazándolo fuertemente. La relación con Renée, era más cautelosa ya que siempre estaba cansada por los oficios de la casa. Aunque Bella hacía lo que podía para ayudarle, no era tan cariñosa como su padre, pero la quería y la respetaba.

Un día todo cambió para la vida de Bella, a su padre lo mataron mientras trataban de robar al hombre al que le estaba lustrando los zapatos. El ladrón se puso nervioso, disparó y el tiro que era para ese sujeto, cayó en la espalda de Charlie. Murió desangrado, ya que no se pudo pagar ningún tipo de atención médica.

Después de perder a su padre, Bella empezó a trabajar en lo que podía, realizando el mismo empleo que él, lustrando zapatos a hombres importantes con ropas elegantes y que poseían más dinero del que ella podría soñar de por vida. Llegaba a casa con la mitad del dinero que su padre conseguía, no por falta de esfuerzo sino porque al ser mujer y una niña, le pagaban la mitad de lo que debían, era pobre y no era nadie, así que lo aceptaba pero luchaba para tratar de conseguir el sustento necesario para mantener al resto de su familia.

Su madre nada más soportó esa situación tres meses. Un día Bella llegó a su casa luego de trabajar dieciocho horas seguidas y con tres dólares en el bolsillo. Encontró a Alice llorando desconsolada contándole que Renée se había ido no sin antes gritar que no podía soportarlo más, que para ella no tenía hijas y que a partir de ese momento lucharan como pudieran o se fueran a un orfanato. Cualquier cosa sería preferible a seguir viviendo en esa miseria. Bella se sintió desconsolada, abandonada y su cuerpo tembló de pánico al pensar qué iba a hacer ahora, con tan solo once años de edad y la responsabilidad de cuidar a su hermana menor de nueve años. Ella nunca abandonaría a su hermana, aunque solamente sabía leer y escribir, era lo suficientemente inteligente como para saber que si se quedaban en esa habitación y la gente se daba cuenta que estaban solas, sin compañía de ningún adulto, las meterían en un orfanato o las separarían. No podía permitirlo, Alice era la única familia que le quedaba.

Entonces tomó una decisión de la que se arrepentiría toda su vida. Cogió a Alice, guardó en un bolso un poco de ropa de ambas, los tres dólares que tenía y lo que quedaba en la alacena de su casa, que consistía en un pedazo de pan y un poco de jamón, y emprendió un nuevo camino con su hermana en contra del mundo.

Esa travesía, como se dio cuenta cuarenta y ocho horas después, era más difícil de lo que había previsto. No tenían donde dormir ni vivir, caminaban todo el día. Bella pasaba toda la jornada tratando de cumplir su trabajo lustrando zapatos, pero su aspecto cada día era más deplorable por falta de aseo y alimento. La gente huía de ellas pensando que iban a robarles o contagiarles una enfermedad. No tenían donde dormir por lo que se conformaban en hacerlo en un parque, mientras Alice lloraba. Normalmente tenían que salir corriendo a mitad de la noche ya que la policía, al darse cuenta que estaban durmiendo en un parque, las quería atrapar. Ella no iba a permitir que le quitaran a su hermana, la amaba y necesitaba protegerla del modo que su madre no había hecho.

Dos meses después, Alice estaba tan delgada y ojerosa que Isabella temía que fuera a enfermar o morir de inanición. No le preocupaba por su propia delgadez, sus ojeras o su debilidad que cada día se volvían más grandes, solo le preocupaba su hermana. Había conseguido dos dólares, limpiando los zapatos a un señor muy caritativo, lo agradeció de corazón, sin importarle que los lanzara al suelo o le escupiera en el proceso.

Alice estaba junto a Bella, se paró frente al aparador de una panadería en una calle de Brooklyn donde se observaban todos los manjares inimaginables. Bella se colocó a su lado, y su estómago se retorció solo por imaginar comer una especialmente apetecible tarta de chocolate que estaba siendo exhibida. Tan solo de soñar en masticarla su boca se hizo agua, por lo cual no se percató que Alice no estaba a su lado y que había entrado a la panadería sin que ella pudiera evitarlo. Salió desesperada a buscarla, teniendo un mal presentimiento sin saber por qué. Al entrar a la tienda, todas las personas voltearon a verla, Bella tembló irremediablemente al observar las miradas reprobatorias y de asco que le dirigían, encontró a Alice y salieron rápidamente del sitio.

-¿Por qué entraste a ese lugar?, es de ricos no podemos comprar nada de allí.

-No entré a comprar- dijo Alice, e inmediatamente sacó de su bolsa un pan grande.

-¿Qué diablos hiciste? ¡Dame eso inmediatamente! Lo devolveré. – Le ordenó arrebatándole el pan de las manos.

-¡No! ¡Estoy cansada de todo esto! Te odio Isabella. Odio el frío y el hambre. Hubiese sido mejor que me abandonaras como mamá, prefiero el orfanato a ti, no quiero estar más contigo.- Le gritó llorando con un odio que rompió el corazón de Bella en mil pedazos.

-Perdóname Alice, estoy tratando de hacer lo que puedo, sé que no es mucho pero verás cómo vamos a salir de esto. Solo tenemos que trabajar, nunca robar a los demás Alice, ¡no podemos hacer eso!

-¡Tengo hambre y frío! Estoy cansada Bella, no quiero esto - dijo Alice llorando.

Estaba tan afligida y alterada por lo que escuchaba de Alice, que no se percató de los gritos del dueño del local y de los pitos de la policía hasta que fue demasiado tarde y ya estaban cerca de donde se encontraban su hermana y ella.

-¡Oh Dios, Alice! Vienen por nosotras, ¡corre! Corre lo más rápido que puedas, aléjate yo resolveré esto - dijo Bella muy alterada y empujando a Alice para que huyera lo más rápido posible.

-¡Bella, no! ¡No te puedo dejar! Es mi culpa, yo hice esto, no te puedo abandonar – gritó Alice llorando.

-Vete Alice, no lo quiero repetir, volveré por ti, lo prometo.

Y Alice salió corriendo, alejándose de Bella. Esa fue la última vez que la vio.

Recordando su vida y las razones que la trajeron a ese sitio horrible, Bella casi sonrió irónicamente al imaginarse que alguien la quisiese escuchar disculparse por el robo del pan. Solamente le señalaron y detuvieron, lloró todo el tiempo repitiendo una y otra vez que lo sentía y que tenía hambre. No tenía otra defensa y no podía decir que fue su hermana, le daba terror imaginar que la pudieran perseguir y detener.

Su hermana… cada vez que pensaba en ella nuevas lágrimas inundaban sus ojos, ¿dónde estaría?, ¿estaría bien?, ¿viva?, ¿tendría hambre? Su sacrificio no significaría nada si su hermana no se hubiera salvado.

El día quince de Mayo del año 1936, después de un juicio de una hora, Bella Swan fue juzgada por el delito de robo y condenada a pasar seis años en la prisión de Yorkshire en Nueva York.


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