CAZADOR DE DEMONIOS
ROJO GRIFFINDOR, ROJO SANGRE
Harry había pasado las últimas noches empaquetando todas sus pertenencias. Su baúl, aun abierto, mostraba su contenido. Sus libros escolares, apilados en el fondo, junto a su caldero de pociones y la escasa ropa que le quedaba razonablemente bien apenas llenaban la mitad del mismo. Sobre el montón, reposaban sus mas preciadas posesiones: su capa, el álbum de fotos de sus padres con el mapa del merodeador asomando entre sus paginas, y su escoba, su Saeta de Fuego, adornada con la pluma de Buckbeack.
En la papelera, viejas plumas y trozos de pergaminos arrugados y desgarrados, botes de tinta y de ingredientes vacíos, envoltorios de chucherias y otras cosas creaban un abigarrado y colorido mosaico.
En un rincón del cuarto, junto a la única silla, las ropas que no le servían estaban metidas en una bolsa, aguardando para ser tiradas a la basura. El Griffindor estaba esperando a que en la mañana sus amigos acudieran a rescatarle por fin de los Drusley. Faltaba apenas una hora para su decimoséptimo cumpleaños, y sería libre de usar la magia, por fin legalmente adulto en el mundo de los magos.
Tumbado sobre la cama, con una vieja camiseta y unos shorts raídos que se resbalaban de su cintura, contempló el cielo a través de la ventana abierta de su cuarto, agobiado por el asfixiante calor. Su primo y sus tíos disponían de aire acondicionado en sus dormitorios, pero ese era un lujo que no iban a proporcionarle a él. Decidió darse una ducha refrescante y cogió unos bóxers limpios de su baúl. Apenas tardó quince minutos y regresó a su cuarto, sin molestarse en secarse ni vestirse, dejando que el agua helada resbalase desde su revuelto pelo húmedo por su espalda levemente bronceada. Había crecido algo durante aquel mes de verano y aunque estaba delgado, su cuerpo había ensanchado, sus hombros y espalda más llenos y anchos, sus piernas y brazos más musculosos.
Estaba inquieto, nervioso, triste y aun conmocionado por la muerte de Dumbledore. Se sentó en el alfeizar de su ventana, las piernas colgando en el vacío, mientras acariciaba distraídamente su varita, sujeta a su antebrazo derecho en un arnés al efecto, similar al que usaban muchos aurores.
Las cartas de felicitación de sus amigos y de Lupin descansaban en su pequeña mesa, y el joven las miró de reojo, sonriendo tristemente. Sus regalos le aguardaban en Grimauld Place, y Ron le había prometido una fiesta sonada.
"Ya falta menos para salir de aquí"
La brisa caliente había secado rápidamente su piel desnuda, y tan solo su pelo permanecía aún levemente húmedo. Su rostro se tensó cuando vio a lo lejos la inconfundible silueta de una lechuza, aproximándose sin duda hacia su ventana. Con el ceño fruncido, el joven se recolocó las gafas en un gesto inconsciente y trató de reconocer al animal. No era Pig – demasiado grande - ni tampoco Hermes. Cuando sobrevoló las casas vecinas, por fin distinguió claramente que el animal era un enorme búho real y se desconcertó. No recordaba haber visto antes a este ejemplar, pero saltó al interior de su habitación, dejándole paso al animal.
En silencio, el búho se deslizó por la ventana y se posó sobre la vieja percha de Hedwig, y de la que había sido incapaz de deshacerse, haciéndola estremecer. Girando hacia él sus enormes ojos llameantes, el búho tendió su pata, mostrando un pergamino atado a ella. Su plumaje era un tanto distintivo, si bien las marcas y manchas seguían el habitual patrón, los colores eran extremos, pasando del usual pardo oscuro combinado con crema anaranjado a un color negro con marcas naranja muy intenso por el dorso y la cola, y naranja salpicado de las diminutas manchas típicas en el pecho, vientre y el interior de las alas.
En su baúl aun quedaba unas chucherias de lechuza, y tomando unas cuantas, las ofreció al animal que ululó agradecido mientras le acariciaba el suave plumaje. Cogió la carta y el sello le resultó desconocido. La desconfianza le había salvado la vida varias veces, así que vaciló.
La única manera de saber si la carta era segura era comprobarla con magia, pero hasta dentro de unos minutos le estaba prohibido hacerlo, al menos usando su varita. Frunció el ceño y tendió la mano sobre la carta, dejando fluir su magia, ya que aunque Harry lo ocultaba celosamente, tenía una habilidad natural para la magia sin varita que había ido perfeccionando a lo largo de los años.
Cuando su Especialis-revelo no desveló magia alguna, salvo el esperado hechizo de privacidad y un juramento inscrito en la carta, rompió el sello. El pergamino estaba escrito en una rara tinta pardo rojiza y una inspección atenta le hizo comprender que era sangre. Alzó una ceja muy sorprendido. Eso explicaba la promesa revelada, escribir con sangre era una magia simple y antigua, pero efectiva. Quien quiera que fuese, quería asegurarse de que creyese sus palabras, o al menos en su sinceridad. Comenzó a leer, la carta, recostado en las almohadas de su cama.
Harry,
Quiero que sepas que todo esto es cierto, al menos hasta donde mi conocimiento alcanza. No tengo intención de lastimarte o mentirte nunca, te lo prometo. Si mis sospechas son ciertas, esta noche vas a recibir tu herencia mágica. Ya sé que se supone que eso ocurre en el decimosexto cumpleaños, pero como siempre, tú eres la excepción a la regla, no?
Puedes morir en el proceso si no recibes la ayuda adecuada. Tus amigos no saben nada, y si logran averiguar que te pasa a tiempo, no estoy seguro de que acepten tu verdadera naturaleza. Se exactamente que hacer y lo tengo todo dispuesto, solo por si acaso. Si empiezas a sentir malestar o dolor de cualquier clase, será la señal de que el cambio ha empezado. Te lo explicare todo cuando estés aquí.
Por favor, llama a Dobby inmediatamente, el sabrá encontrarme.
D. M.
P.D. Por si me equivoco, que tengas un feliz cumpleaños Harry, y disfruta de tu nueva mascota, se llama Flames.
Alzó los verdes ojos del pergamino, curioso y extrañado. Un mes de amargas reflexiones habían bastado para enfriar su resentimiento hacia el muchacho, e incluso para apaciguar su odio hacia Snape, haciéndolo tolerable, sobre todo después de recibir una carta póstuma de Dumbledore en la que le explicaba que Snape había actuado siguiendo su ruego, ya que de todas maneras, se estaba muriendo a causa de una maldición.
"Malfoy? ¿Draco Malfoy me ha regalado... una lechuza? Que alguien me pellizque, porque debo estar alucinando."
Sus ojos releyeron la breve carta de nuevo y las promesas escritas con sangre en la letra picuda y cuidada del Slytherin. Al menos la sinceridad del muchacho quedaba fuera de toda duda y mientras se preguntaba porque Malfoy creía que alguna cosa iba a ocurrirle, sus ojos se desviaron al viejo despertador que reposaba en su mesilla. La manecilla se movió y marcó las 12 en punto mientras Harry contenía imperceptiblemente el aliento. Durante unos instantes no sucedió nada, y el Griffindor pensó con una repentina sonrisa:
"Bien, al menos ya se como encontrarle. Supongo que la Orden se alegrará de poder interrogarle y se harán cargó de él..."
La manecilla avanzó otro minuto y la nausea repentina le acometió, haciéndole gemir de sorpresa. Su estomago se rebeló contra su propietario y sus pulmones se unieron entusiasticamente a la rebelión, haciéndole jadear para inhalar dolorosamente un aire que abrasó su garganta. Todas sus entrañas parecieron retorcerse y recolocarse, haciéndole marearse aun más, cuando su corazón decidió poner su granito de arena y desbocarse repentinamente. Tragando aire con esfuerzo, y decidiendo que después de todo, la promesa de sinceridad de Malfoy era más importante que su pasado, logro articular apenas una palabra estrangulada:
Dobby!
Con un plop, el elfo apareció a su lado y sus ojos saltones y acuosos se dilataron aterrorizados. El muchacho se retorció de dolor, y el elfo le ayudó a sentarse, murmurando nerviosamente mientras con un gesto encogía la escoba, que ahora cabía perfectamente dentro del baúl.
Dobby ya esta aquí Harry Potter. Y el joven Malfoy va a ayudarle a cuidar de el, Draco es un buen mago y quiere ayudar, sí señor.
Otro chasquido, y la basura y las ropas viejas se desvanecieron, mientras un indignado búho salía por la ventana al verse privado de su percha, que desapareció súbitamente. El elfo le sujetó por la muñeca y cerró el baúl con la otra mano, agarrandolo firmemente.
La aparición con un elfo era diferente, algo así como deslizarse por un túnel oscuro, menos sofocante, pero aun así, el Griffindor se bamboleó cuando sus pies desnudos tocaron de nuevo el suelo de su destino. Sus gafas se torcieron, resbalando en su ahora sudorosa piel, cuando los músculos de sus piernas, normalmente obedientes, se negaron a sostener su peso y el joven se tambaleó peligrosamente.
Unas manos fuertes le sujetaron por los hombros y el joven alzó la cabeza, justo a tiempo de ver la intensa preocupación en los ojos grises del otro. Sin poder evitarlo, vomitó ruidosamente, manchando las ropas y las botas del Slytherin, que pese a todo, siguió soportando su cuerpo, abrazándole decididamente por la cintura.
Cuando la nausea cedió un tanto, el Griffindor se encontró a si mismo en una bizarra situación. Casi desnudo, en un lugar desconocido y en la compañía de un elfo un tanto chiflado y de un joven que hasta hacia poco dedicaba su tiempo libre a hacerle sentirse miserable. Le dolía todo el cuerpo, - ¡por Merlín, si le dolía hasta el pelo! – y la cosa parecía ir en aumento rápidamente. Sentía como sus músculos se tensaban, comenzando a sufrir espasmos y se dejó llevar, mientras sus sentidos parecían volverse locos, hasta una cama en el rincón de la habitación.
Cuando Malfoy le tumbó con cuidado, casi como si supiera que cada contacto hacía arder su piel, sus ojos le interrogaron. Aunque su preocupación era evidente, el joven esbozó una tímida sonrisa y murmuró:
Más tarde, cuando estés mejor.
Las sabanas estaban frías y su piel agradeció el contacto infinitamente, antes de que su mente se perdiera en un estado de semiinconsciencia, solo perturbado por el dolor lacerante que le recorría. Harry perdió la noción del tiempo por completo, y aunque nunca llegó a desvanecerse, tampoco podía decirse que estuviera consciente plenamente. Sus ojos estaban velados, su visión enturbiada por lo que le estaba ocurriendo, y tremendamente sensibles a la luz, por lo que la habitación estaba prácticamente en penumbras. El dolor era la única constante, al principio con violentas nauseas, luego con calambres musculares. Sus párpados parecieron sellarse mas tarde, protegiendo sus frágiles pupilas de la luz y el moreno permaneció totalmente ciego y desnudo, tumbado sobre la cama, a solas con su antiguo rival.
El Slytherin era el único que le cuidaba, le bañaba constantemente con un trapo humedecido en alguna poción, calmando el continuo ardor de su piel, aunque Dobby entraba de vez en cuando brevemente a traerle alguna cosa, o la comida, Harry podía adivinarlo por el sonido de sus pies desnudos y por el olor de la criatura, que le incomodaba tremendamente.
Luego comenzó a tener sed, una sed abrasadora, y aunque Draco le había ido dando sorbos de agua de vez en cuando, su cuerpo parecía necesitar algo más. No podía hablar, apenas podía quejarse, su garganta no cooperaba con él y sus mandíbulas dolían horrores. El joven Slytherin pareció darse cuenta y pronto una copa rozó sus labios. El olor era delicioso, y Harry bebió con ansias, sintiendo que su garganta dejaba de arder al contacto con el líquido, aterciopelado para su lengua, aunque no pudo tragar mucho, no mas que unos pocos sorbos.
A cada rato, a partir de ese momento, el rubio comenzó a suministrarle, además del agua, también la sabrosa bebida, y Harry cada vez toleraba mayor cantidad sin que su cuerpo protestase. Notó que cada vez el sabor era mas intenso y la consistencia mas densa, como un jarabe. El dolor en su espalda se volvió más penetrante, mientras que en el resto de su cuerpo parecía tornarse algo más soportable.
Draco le hizo tumbarse sobre un costado y siguió enjuagándole, insistiendo especialmente en los puntos más sensibles, mientras un dolor lacerante le atravesaba la espalda y los maxilares. Su garganta volvió a funcionar, al menos parcialmente y el aullido de dolor del joven desgarró la noche, haciendo que el Slyhterin le cogiera entre sus brazos, casi acunándole, mientras murmuraba una y otra vez:
Ya falta poco, Harry, aguanta solo un poco mas.
El moreno dejó que las irrefrenables lágrimas brotaran de sus ojos, sin cuestionarse siquiera las palabras del otro, confiando plenamente en él. El dolor le enloqueció, y se debatió, tratando de huir inútilmente de la tortura, y Draco le hizo beber, una vez más, calmando en parte su agonía.
EL Slytherin siguió abrazándole y Harry se dio cuenta por primera vez de que el aroma del muchacho era muy similar al de la deliciosa bebida que este le ofrecía, tan afín que sintió el irrefrenable y loco deseo de probar el sabor de su piel. Su lengua se deslizó entre sus labios y rozó apenas la piel del cuello del rubio y este le acarició el cabello con suavidad, mientras Harry gemía de necesidad.
¿Tienes sed Harry?
La voz de Draco era dulce y calmada, y el Griffindor asintió sin separarse del muchacho, gimiendo roncamente de nuevo, incapaz todavía de articular sonidos. Una copa se aproximó a sus labios y el moreno bebió hasta apurarla, exhalando un pequeño suspiro de satisfacción, porque el líquido había sido especialmente satisfactorio, mucho más que el que había probado antes y su paladar pudo discernir la sutil diferencia.
Draco le hizo acostarse y volvió a bañarle, empapando su piel y las sabanas en el proceso. La poción también olía bien, pero ahora Harry estuvo seguro de que el mejor olor del mundo era el de la piel de Draco, y después de ese, el de la última copa que le diera.
Harry no se cuestionó el porque de repente, podía diferenciarlo, pero cuando Draco volvió a ofrecerle una copa algo mas tarde, su olor y su sabor le dijeron que no era la misma y se quejó.
"¿Por qué no puedo tener otra vez aquella deliciosa bebida? Vale, hasta ahora me he sentido satisfecho con esta, pero después de probar la otra... quiero mas."
Hizo un mohín de disgusto y dejó de beber tras el primer sorbo, sorprendiendo a su solicito compañero. Draco le acercó de nuevo la copa a los labios, pero el moreno no bebió, aunque la sed abrasaba su garganta. El rubio le hizo sentarse, y le refrescó la piel mientras murmuraba con preocupación:
¿Puedes diferenciarlas verdad? ¿Ya no quieres más de esta, sino de la última?
Harry asintió a ciegas, mientras un suspiro escapaba de los labios del rubio que se sentó junto a él y le abrazó.
Está bien, pero solo un sorbo, no tengo mucha. Primero la copa Harry.
El moreno cedió y dejó que Draco le diera de nuevo la bebida y tomó la copa entre las manos apenas le rozó los labios, tragando con rapidez, ansioso por el premio prometido. El Slyhterin se levantó y retornó con una nueva copa, y su olor excitó el olfato y las papilas gustativas del Griffindor, que paladeó cada gota, lentamente, prolongando la sensación que despertaba en su lengua. Gimió su queja cuando la copa quedó limpia y brillante y su lengua no pudo encontrar rastro de la deliciosa sustancia.
Estaba más sediento que nunca y se giró hacia la otra única fuente del olor que le atraía: Draco. Hundió su rostro en la curva de su cuello e inspiró profundamente, mientras se emborrachaba de su olor:
"Definitivamente, Draco huele y sabe mejor que nada en el mundo"
Pensó el moreno, lamiéndole suavemente la piel de nuevo. El rubio le acarició y murmuró en apenas un susurro:
No deberías hacer eso Harry. Vas a arrepentirte luego.
El Griffindor protestó, resoplando ruidosamente y se aferró con fuerza al único consuelo que le quedaba, y volvió a lamer una y otra vez su piel, antes de relajarse entre sus brazos, gozando de los escasos minutos de relativa calma que le proporcionaba la bebida.
Poco después, o eso le pareció a Harry, el dolor pareció remitir poco a poco y Draco finalmente le dejo beber cuanto quiso de la bebida. Sus ojos seguían fuertemente cerrados, y todo su cuerpo protestaba y crujía como si le hubiesen retorcido cada articulación al máximo una y otra vez. Pero esa era una clase de dolor tolerable, y saciado, el moreno se sumió en un sueño reparador por primera vez.
Cuando despertó de nuevo, sus ojos dolían y Harry se dio cuenta de que sus párpados se habían despegado durante su sueño. Miró hacia otro lado, donde la penumbra era mas intensa y sus ojos se aclimataron poco a poco. Draco dormía en un sillón, con las piernas sobre su cama, y una mano enlazada en la suya.
Aunque todo estaba muy oscuro, el Griffindor pudo ver con claridad su entorno. Una puerta y una ventana cubierta por un denso y tosco cortinaje eran las únicas aberturas del pequeño cuarto. El suelo y las paredes eran de piedras trabadas con argamasa, y el techo estaba formado por unas rústicas vigas de troncos apenas desbastados.
El lecho en el cual yacía, otro junto a la otra pared, el sillón y una mesita con los restos de una sobria comida parecían ser el único mobiliario de la estancia y por el olor, Harry supo que estaban cerca de una zona boscosa. La chimenea estaba casi apagada, tan solo unas brasas cerca de las cuales colgaba una tetera. Se incorporó y Draco abrió los ojos instantáneamente. Los ojos plateados le estudiaron con intensidad y una tímida sonrisa cubrió las facciones del muchacho, haciendo relucir sus ojos orlados de ojeras de cansancio.
¿Cómo te encuentras Harry?
Su voz sonó a música en sus oídos, y el Griffindor trató de averiguar si su garganta estaba en uso.
Bien.
Aunque un poco rasposa, su voz sonó aceptablemente, tal vez mas grave, y el moreno sonrió. Draco le preguntó con preocupación:
¿Tienes hambre o...sed?
Harry vaciló un poco. No estaba hambriento, y aunque la comida debería haber sido su primera necesidad, su cuerpo clamaba por algo más. Se sonrojó un tanto y se alegró de que la densa penumbra le cubriese, mientras asentía levemente.
El rubio se giró para buscar su bebida, retirando la bandeja con la cena a un lado mientras sacaba de una bolsa un frasco y comenzaba a verterlo en una copa. Harry, en un gesto inconsciente pensó "Lux" y la llama de la chimenea se alzó instantáneamente. Harry parpadeo, adaptándose a la luz, mientras el Slytherin dejaba escapar una exclamación de angustia:
Harry no!
El moreno abrió finalmente los ojos enfocando la silueta de su compañero y para su horror, vio que sus ropas estaban cubiertas de sangre. Entonces se percató de que sus propias manos, sus brazos - toda su piel en realidad - también estaban teñidos de rojo, al igual que las sábanas. El rubio sostenía entre sus manos una copa llena de sangre y sin pronunciar una sola palabra, Harry se desmayó.