Alguien importante.

La imagen que me devolvía el espejo delante de mí, era algo tan raro que me demoré mucho más de lo que solía hacerlo (que eran siempre unos escasos segundos, si es que llegaba a observar mi aspecto antes de salir a cualquier lado), contemplando mi reflejo. Una sonrisa se dibujó en mis labios, y a la vez un ligero rubor coloreó mis pálidas mejillas.

Estaba bonita.

No era de esas chicas que se esmeraban demasiado en parecerlo. Ni mucho menos lo era. Suponía que tampoco era algo espantoso, pero jamás me había visto de esta forma. No me encontraba producida en lo más mínimo. Llevaba un vestido sumamente sencillo: gris, con un lindo detalle en el cuello cuadrado, al final de las mangas, y por debajo; color negro. Apenas tenía maquillaje y llevaba mi cabello en una coleta casual pero bien recogida, con algunos pelos rebeldes que colgaban delante de mi rostro. Pero lo que hacía la diferencia en mí, se podía percibir claramente en mi sonrisa. Era sincera, y no tenía nada de forzada. Y en mis ojos, los cuales por una extraña razón, ajena a lo que yo podía imaginar, tenían un brillo particular y especial.

Quizás no era exactamente que estaba bonita. En realidad, sería más preciso decir que me sentía de esa forma. Y se notaba en todo mi cuerpo.

Claro que había un por qué para todos estos lindos sentimientos que me embargaban. El mismo que desde que el avión había aterrizado en Forks, parecía haber sido un problema que me había traído muchas soluciones. Quien había apaciguado un poco el dolor permanente que sentía por la partida de mi madre (aún no me atrevía a pensar siquiera en la palabra correcta). Alguien que me robaba los pensamientos así fuera de día o de noche, así estuviera despierta o dormida. Alguien con el poder de deslumbrarme con mantenerme la mirada por unos cuantos segundos…

…Alguien que era oficialmente el novio de mi mejor amiga.

Desde aquel día que Edward y yo nos quedamos charlando en la cafetería de Port Angels, las cosas parecían pasar muy rápido. Las dos semanas que le siguieron a aquella tarde pase prácticamente todos los días junto a Ángela y su novio. Salíamos a almorzar, a tomar un helado, a ver una película en la casa de Áng, a dar un paseo por el bosque, a dar alguna vuelta por Seattle o Port Ángels. Cualquier excusa era buena, y entre los tres nos habíamos unido mucho. Hasta podía decir, a pesar del poco tiempo en el que en realidad lo conocía, que Edward y yo ya éramos… amigos.

No sabía cómo reaccionar ante esta relación a la que habíamos llegado. Obviamente me ponía muy feliz estar más cerca cada vez de él, saber que él estaba empezando a ser no sólo un conocido, novio de mi amiga; si no que ahora estaba empezando a ser parte de la mía (aunque yo bien sabía que él lo había sido desde la primera vez que cruzamos nuestras miradas); pero ahora tenía un motivo para yo ser parte de la suya, más allá de "la amiga de su novia". Pero desgraciadamente eso no llegaba a ser suficiente para mí. Por más contenta que estuviera de este gran avance en tan poco tiempo, no podía decir que era eso exactamente lo que yo quería.

Aún así tenía muy bien en claro, me gustara o no, que era ahí lo más lejos a lo que podría llegar. Cosa que me disgustaba más de lo que debería, pero no podía decir nada al respecto. Debía conformarme con lo que había logrado y ponerle la mejor cara posible, aunque la mayoría del tiempo era forzada.

No sabía si era por la gran intuición de mi amiga, porque ella me conocía demasiado bien, o porque yo no era nada disimulada (aunque intentaba con todas mis fuerzas serlo), pero tenía la leve sospecha de que ellos algo sabían, sobre estos sentimientos que se me hacía muy difícil catalogarlos. O al menos barajaban la pasibilidad de que yo no viera a Edward sólo como a un amigo. Ya que noté que los dos no se trataban, por lo menos en mi presencia, como novios. Y cuando yo hablaba con Ángela por teléfono o en algún momento en que las dos nos quedábamos solas, ella nunca sacaba ningún tema que tuviera que ver con él. Ni tampoco había oído que hubieran salido en estas dos semanas los dos solos, a cenar, a dar un paseo, ni nada que se le pareciera. Debía decir que me sentía un poco mal o culpable si ese fuera el caso, si ellos estaban tratando de disimular (y les salía demasiado bien) para que yo no sufriera. Pero jamás había querido planteárselo cara a cara a mi amiga. Supongo que era una actitud cobarde y egoísta, pero no podía evitar sentirme mejor si los veía con esa actitud que parecía más de amigos que de pareja.

Tan solo nos quedaban dos semanas antes de tener que empezar el instituto, algo que nunca me había molestado en absoluto, ya que solía irme bien y no era una tortura para mí, como sí para la gran mayoría, tener que estudiar. Pero esta vez era diferente por varios motivos: en primera, aún me sentía muy afectada por lo sucedido con mi madre, y no tenía ánimos de tener que concentrarme en las clases; en segunda, de verdad estaba pasando momentos excelentes y me estaba divirtiendo mucho, como para tener que dejarlo para estudiar (algo que nunca me había pasado, ya que no era de esas personas con muchos amigos); y tercero, este era mi último año, después tendría que irme a la universidad y eso me atemorizaba bastante.

Así que tenía en mente intentar pasar lo mejor posible estas dos semanas para después poder concentrarme en mi último año, ya que sabía que sería decisivo para poder conseguir una beca en una buena universidad, que sabía que yo por mi cuenta, y ni siquiera con la ayuda de mi padre, podría costear.

El timbre sonó y, repentinamente, me invadieron unos nervios que no había sentido hasta ahora. Claramente, toda esta producción no había sido en vano, había una razón: hoy conocería a la madre de Edward. No es como si fuera a conocer a mi suegra o algo así, (Ya quisieras Bella. ¿Mencioné que mi subconsciente estaba cada vez más rebelde?) pero aún así quería dar mi mejor impresión. No sabía mucho de ella, sólo que estaba enferma desde la muerte de su esposo, el padre de Edward. Él no hablaba mucho del tema, ni siquiera con Ángela, que según me había dicho no sabía mucho más que yo, pero ella si la conocía.

Bajé trastabillando las escaleras, y antes de abrir la puerta miré por el pestillo para asegurarme de que todo estaba en orden. Como era de esperarse, no lo estaba. Lo vi a Edward, sólo, parado de espaldas; aunque estaba completamente segura de que era él, ese cabello broncíneo era inconfundible para mis ojos. Sólo. ¿Mencioné el pequeño detalle de que no podía lograr ver a Ángela con él? Tranquilízate de una vez Bella, ella debe estar en el auto, o quizás delante de él, conserva la cordura. Já, cordura. Eso era algo de lo que ya hacía un tiempo que no tenía registros.

Tragué en seco y abrí la puerta. Edward dio media vuelta al escuchar el ruido y me miró semi-sonriente. Estaba perfecto, con unos pantalones negros, una camisa blanca con los primeros tres botones abiertos dejando a la vista un poco de su torneado torso y el pelo prolijamente despeinado. Casi me desmayo ahí mismo.

—Wow, Bella, te ves muy hermosa. — me miró de arriba abajo y luego pestañó varias veces, como pensando en lo que acababa de salir de su boca. Aunque claro, yo estaba demasiado ocupada tratando de descifrarlo por mí misma. ¿Había oído bien? Su sonrisa se ensanchó después de unos segundos y me forcé a mi misma a contestar.

—Oh, gr-gracias Edward. Tú tampoco estas nada mal. —intenté parecer casual, juro que lo hice. —Mmm, ¿y Ángela? —aún seguía sin poder divisarla.

— ¿No te dijo? —su rostro se tornó confuso y algo sorprendido.

—La verdad no hablo con ella desde que salimos anteayer al bosque. ¿Qué es lo que no me dijo?

—Hace un rato me llamó para decirme que ayer estuvo todo el día enferma, parece que pescó un fuerte resfriado, hacía demasiado frío el otro día. Y parece que aún no se ha recuperado.

¿Cómo me haces esto Ángela? ¡Lindo día escogiste para enfermarte! ¿Y ahora qué? No puedo ir a su casa sola con él, no éramos tan cercanos aún, ¿o sí? Además, es el novio de Ángela, no puedo simplemente ir y conocer a su madre, ¿no? ¿Y qué se supone que tengo que hacer ahora? —Oh. —eso es todo lo que salió de mis labios. Si decía algo más, definitivamente me tomaría por desquiciada, y no era la idea.

Parece que Edward notó que no tenía pensado decir nada más, entonces habló él. —Aún así puedes venir conmigo, mi madre está ansiosa por conocerte. Claro, sólo si te sientes bien con la idea.

La vocecilla dentro de mi cabeza estaba descontrolada, gritándo y golpeándome por dentro para que buscara un forma cortés de decirle que no, que no me sentía cómoda. A pesar de que eso era verdad, mi corazón me decía lo que quería de verdad hacer. Sentía que una guerra interna se formaba dentro de mi pequeño cuerpo, y no sabía exactamente qué bando iba a ganar. Y de repente una idea se me cruzó por la cabeza para decidir qué hacer.

—Mmm, por qué no pasas un momento. Me gustaría llamar a Ángela, sólo para saber cómo está. —vas a recibirte de mentirosa profesional si sigues así, Bella. —Siéntete como en tu casa, enseguida vuelvo.

—Con permiso. —dijo, y entró cuidadosamente. En ése momento me di cuenta de que Edward no conocía más que la entrada de mi casa. Le dediqué una sonrisa para que de verdad se pusiera cómodo y subí las escaleras para usar el teléfono que estaba en mi habitación. Casi me caigo al intentar subirlas a una velocidad en la que mis pies no podían coordinar, y sumándole los nervios que siempre sentía cada vez que estaba sola con Edward, fue un milagro que mis reflejos me hubiesen ayudado a agarrarme de la baranda antes de matarme. Rogué porque no me hubiera visto, pero al segundo lo escuche decir:

— ¿Te encuentras bien? —no entendía cómo no estaba retorciéndose de la risa. En lugar de eso se oía preocupado. Como si no me conociera ya.

—Sí, no te preocupes. Lo mismo de siempre… —dije y lo escuché reir.

Entré en mi cuarto y cerré la pieza para asegurarme de que no se escuchara nada. Tomé el teléfono y marqué el número de mi mejor amiga, mirando por la ventana. Después de dos pitidos, contestaron.

— Familia Weber.

— ¿Señora Weber? Habla Bella.

— Oh, Bella, cariño. ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que me llames Nancy? ¿Cómo estás?

— Muy bien señ… Nancy, gracias. ¿Podría hablar con Ángela un momento?

— Claro, espera que le alcance el teléfono. Adiós Bella.

—Adiós Nancy, muchas gracias.

Escuché el ruido de una puerta ser tocada, y a continuación mi nombre de la voz de la señora Weber.

— ¿Bella? —dijo mi amiga con una voz bastante extraña, más baja de lo normal.

—Ang, ¿cómo estás? ¿Cómo no me avisaste que estabas enferma?

—Bueno, tú tampoco preguntaste. —dijo y rió bajito. —Estoy bien, supongo. Un poco mejor que ayer. Pero no quería arriesgarme a salir y estar peor.

— ¿Quieres que vaya a hacerte compañía un rato? —bien, ese era un plan perfecto.

—Claro que no, ¿no ha llegado Edward aún? Tienen planes.

Rayos. —Sí, está abajo, él fue quien me contó. Por eso llamaba, para asegurarme que estuvieras bien, y saber si necesitabas algo.

—Sí, mamá, gracias por preocuparte. —Dijo sarcásticamente —Ahora no hagas esperar más a la mamá de Edward y vayan. No te preocupes por mí, en uno o dos días ya estaré como nueva. — ¿De verdad quería que fuera sola con él a su casa? En realidad no era nada tan grave, yo era la que le daba una importancia que no tenía.

—Mmm, ¿de verdad no necesitas nada? Mira que puedo llegar a tu casa en…

—Deja de buscar escusas, —me interrumpió — ¿es que no quieres ir? No seas vergonzosa Bella, Elizabeth es una mujer muy buena y amable, verás que estarás bien.

—Bien, si tú dices. Pero prométeme que me llamarás si necesitas cualquier cosa, ¿sí?

—De acuerdo. Ahora ya vete, y dale mis saludos a Edward y a Elizabeth.

—Está bien, cuídate.

—Adiós, te quiero. —y colgó.

Suspiré y cerré los ojos a la vez. ¿Por qué demonios me ponía tan nerviosa e incómoda? Era tonto, lo sabía, y ni siquiera podía darme a mi misma una explicación. No seas cobarde, Isabella. Y esta vez tenía que darle la razón a mi cabeza, así que lo repetí en vos alta y me di vuelta dispuesta a bajar. En ese momento pegué un grito al verlo a Edward recostado en la puerta de mi habitación, mirándome. ¿En qué momento había siquiera subido o abierto la puerta?

—Lo siento, no quería asustarte.

—Está bien, solo… me sorprendiste.

—Te estabas tardando, quería asegurarme de que todo estuviera bien. — ¿Cuánto tiempo había estado ahí parada? No podía ser mucho, ¿o sí? — ¿Está todo bien?

—Sí, lo siento. Ya podemos irnos. —dije, ahora un poco más segura. Sólo un poco.

— ¿Estás segura, verdad? Mira que no tienes que ir si no quieres. Puedo decirle a mi madre que tenías cosas que hacer. — ¿Habría escuchado algo de lo que había estado hablando con mi amiga momentos atrás?

—Claro que no. —Ya estaba sonando como Ángela —Yo también quiero conocerla. —dije y le sonreí para demostrarle que lo decía en serio.

—Entonces vamos. —Parecía un poco más feliz ahora. Y eso era todo lo que tomó para que me terminara de convencer de querer ir.

Salimos de mi casa y me abrió la puerta del copiloto de su Volvo. Me subí con cuidado y le agradecí el gesto. Era algo que siempre hacía, y todavía seguía sorprendiéndome que lo hiciera. Era todo un caballero.

Comenzamos a andar a una velocidad excesiva para los límites de esta ciudad. Todas las veces que habíamos salido utilizamos su auto, así que ya estaba acostumbrada a que manejara así, aún así decidí entablar una conversación para evitar ponerme nerviosa de nuevo.

— ¿Siempre conduces como un lunático? —dije en un tono de broma, aunque en realidad lo decía en serio.

—Odio manejar despacio, así como tú pareces odiar el permanecer de pie por mucho tiempo. —contraatacó.

Touché. Y en verdad no sé cuál de las dos cosas es más peligrosa. —era increíble lo fácil que me era hablar y reírme con Edward. Si hubiera sido cualquier otra persona la que me decía algo así, mi reacción hubiese sido otra muy diferente.

—Oh, definitivamente tú eres muy peligrosa Bella. —me miró por el rabillo del ojo un momento y después agregó. —Mucho más que la velocidad de mi auto.

Lo miré y le saqué la lengua con los brazos cruzados en un gesto infantil. Él dejó salir una sonora carcajada que me hizo sonrojar al instante. Amaba cuando se reía, en especial desde aquel día que Ángela me había advertido que a Edward parecía costarle desde que llegó a Forks, después de la muerte de su padre. Aunque a decir verdad, cuando estaba con él nunca pareció costarle, en lo absoluto.

Antes de que pudiera darme cuenta, ya habíamos llegado. Fue un viaje que pareció ser corto, pero habíamos ido bastante lejos, y nos metimos en un camino escondido hacia adentro del bosque, junto a la carretera. Avanzamos un poco más, y pude divisar detrás de unos árboles una especie de cabaña hecha de troncos y piedras blancas, bastante grande y cálida. Unas hermosas flores coloreaban el jardín delantero, tenía muchas ventanas y el tejado era negro. A mi parecer era hermosa.

—Wow. —fue lo primero que salió de mi boca.

Edward estacionó el auto en la entrada y rió bajito por mi comentario. — ¿Te gusta?

—Es bellísima Edward.

—Y aún no has visto nada.

Se bajó y en segundos apareció al lado de mi puerta para abrirla y tomó mi mano para ayudarme a salir. La sensación de su mano sosteniendo la mis se sentía tan bien, que no me di cuenta que las había dejado unidas hasta que llegamos a la puerta. Se la solté despacio y me ruboricé furiosamente. Creí ver una mueca de molestia en su rostro cuando lo hice, pero en cuanto vio mi rostro, sonrió.

Por dentro, la casa era aún más linda que por fuera. Amplia y luminosa, y la decoración era antigua y refinada. Tenía algunos toques sumamente originales, personalmente me encantó que hubiera flores decorando por todos lados. Era una casa de ensueños, parecía sacada de un cuento de hadas.

—Tú casa es un sueño, Edward. —no pude evitar decir.

—La verdad es que esta casa es muy bonita, mucho mejor que la de Chicago. Y mi madre se esmeró en decorarla.

—Se nota, le quedo perfecta.

—Muchas gracias… Bella, supongo. —dijo una voz femenina a nuestro lado.

Giré mi cabeza para encontrarme con Elizabeth, la madre de Edward. Era una mujer de estatura normal, con el mismo cabello broncíneo y los ojos verde esmeralda que su hijo. En realidad, podía decirse que eran muy parecidos entre sí. La mujer era muy bella, pero parecía algo…apagada. Sus ojos estaban apagados, sin ningún brillo ni emoción, y rodeados por unas marcadas ojeras. Su piel parecía opaca y la sonrisa que llevaba en el rostro, a pesar de parecer sincera, intentaba cubrir una gran tristeza que se podía sentir.

—Mucho gusto, señora Masen. Es un placer conocerla. —la salude estirando la mano.

Ella se acercó despacio y me dio un suave abrazo. —El placer es mío. Y por favor llámame Elizabeth. —dijo amablemente.

—Su casa es preciosa en verdad.

—Gracias cariño. ¿Por qué no le enseñas el resto mientras yo termino de acomodar la cocina para el almuerzo, Edward?

—Claro mamá pero, ¿segura que no necesitas que te ayude?

—No te preocupes, vayan tranquilos, y yo les llamaré cuando todo esté listo.

Edward me hizo una seña para que subiera las escaleras de madera que estaban delante de nosotros, y yo comencé a caminar, seguida muy de cerca por sus pasos. Cuando llegamos arriba, me mostró el cuarto de su madre, un baño, una habitación para huéspedes y, por último, su habitación.

Era grande, toda cubierta de madera. Una gran cama haciendo juego, con un hermoso cobertor azul. Un sillón de cuero negro al otro lado, junto con un enorme mueble lleno de discos de música y libros. Al final del cuarto, había un enorme ventanal que daba al bosque que se encontraba detrás de la casa.

Entré, absorta, olvidándome por unos minutos que no era ni mi casa, ni mi habitación, hasta me había olvidado que Edward estaba allí, observando detalladamente cada uno de mis movimientos. Me dirigí directo a la colección de música y libros y, muy por encima, pude notar que la mayoría de ellos eran clásicos. Pose mi mano sobre el gran reproductor que había, y le pregunté:

— ¿Puedo?

Edward sacudió la cabeza en afirmación y yo apreté el botón de play. No me fue para nadar difícil descifrar la melodía que salió por los parlantes.

—Clair de Lune… —afirmé después de la tercer nota, con una sonrisa melancólica en el rostro.

— ¿Conoces a Debussy? —parecía sorprendido.

—A mi mamá le gustaba escuchar esta música. Esta es una de mis favoritas. —Estaba tratando con todas mis fuerzas que las lágrimas no empezaran a brotar de mis ojos. Me traía tantos recuerdos…

Sentí dos brazos envolverme por los hombros. Un escalofrío me recorrió toda la columna vertebral de arriba abajo, y suspiré.

— ¿Estás bien? —me preguntó preocupado. Yo sólo pude mover la cabeza en afirmación. —También es una de mis favoritas… —me dijo cerca del oído. El escalofrío ahora partía de mi oreja, para expandirse por todo mi cuerpo, hasta llegar a las puntas de mis pies. Tragué en seco.

Cuando me soltó creí que caería al piso. Su agarre era un sostén para mi, y más en lo que refería a mi madre. Con la única persona que siempre había hablado de problemas tan personales era con Ángela, pero en las últimas semanas, cada vez que la tristeza me invadía por algún recuerdo de mi madre, Edward había estado ahí para preguntarme si estaba bien, y a veces hasta verme sollozar. Edward se había convertido en un gran apoyo en mi vida, alguien sumamente importante. Seguramente más de lo que yo era para él.

Nos quedamos en su habitación un rato hasta que la mamá de Edward nos pidió que bajáramos a comer. No sentamos en la mesa del comedor, con todo ya servido y mantuvimos una charla muy agradable. Elizabeth era una mujer muy amable, tal y como me lo había dicho Ángela, y se notaba que quería mucho a su hijo. Pero esa aura de tristeza parecía rodearla todo el tiempo, era casi visible.

—Edward me dijo que perdiste a tu madre recientemente, —en cuanto dijo eso, Edward dejó de comer y levantó la cabeza para examinar mi expresión detenidamente —sólo quería decirte que lo siento. Se nota por cómo eres que debía ser una muy buena mujer.

—Gracias, la verdad es que sí lo era. —dije melancólica y con una sonrisa falsa.

— ¿Cómo lo llevas?

—Mamá… —le advirtió Edward sabiendo que no me gustaba hablar mucho del tema.

—Está bien Edward. —le dije mirándolo para que supiera que estaba bien, y después giré la cabeza hacia su madre. —Ha sido… bastante difícil. Además es muy reciente aún y la verdad es que la extraño demasiado. —agaché un poco la mirada. —Pero venir a Forks, creo que me está ayudando un poco. No habría podido soportarlo en Phoenix.

Era tan fácil hablar con ella como con su hijo. Sabía que ellos habían pasado por una gran pérdida también, y era notorio que ella seguía sufriéndola. Estaba segura de que entendía mi dolor, al igual que Edward. Pero, ¿podía compararse la pérdida de un padre o una madre con la del amor de tu vida? ¿El dolor sería el mismo? Esperaba nunca tener la oportunidad de contestar esa pregunta por mí misma.

Terminamos de comer unos minutos después y Edward y yo levantáramos la mesa. En la cocina, Edward se acercó y me dijo bajito:

—Disculpa eso, no quería que te sintieras incómoda.

—No te preocupes Edward, gracias, pero estoy bien. —Amaba que estuviera tan pendiente siempre de que me sintiera bien y cómoda. Me sonrió, y me corrió con su mano un pelo que colgaba de mi cara.

—Edward, querido, ¿te molestaría lavar la vajilla? Me gustaría seguir hablando con Bella un momento. —me di vuelta sobresaltada cuando escuché la voz de Elizabeth. No había notado que había entrado en la cocina.

Edward me miró a los ojos preguntándome en silencio si no tenía problemas con eso, y yo en respuesta le guiñé disimuladamente un ojo, y me acerqué a su madre. Nos fuimos a sentar a un sillón cerca de una ventana que daba al patio delantero. Elizabeth miró por la ventana, a las espesas y grises nubes del cielo.

—Parece que Forks es un refugio para los que perdimos a alguien especial. —dijo con voz más apagada de lo normal. Yo bajé la cabeza y me lamenté en silencio por ella. No quería imaginarme lo mucho que debía sufrir todos los días; quiero decir, tenía una vaga idea, pero ella parecía estar mucho más triste que yo. —Lamento si te estoy incomodando…

Sonreí fugazmente, era tan parecida a Edward. —No se preocupe, estoy bien. Yo… —era muy mala en esto, no podía ni consolarme a mí misma, menos iba a hacerlo por alguien más. —lo lamento, por lo de su esposo. Debe ser muy duro.

—No se lo deseo a nadie querida. —dijo, todo el tiempo mirando por la ventana. —Fue algo que a mí y a Edward nos destruyó. Pero lo que más me duele es no haber podido ayudar a mi hijo. Estaba tan absorbida por mi dolor que no pude acompañar el suyo. Él cambió mucho desde aquel día. —Hizo una pausa. —Toda su alegría, sus sonrisas, su música… todo se había ido, hasta… —dejó de mirar las nubes para mirarme a mí a los ojos. —Hasta que llegaste Bella.

Todas sus palabras me habían hecho sentir la piel de gallina. Estaba muy atenta escuchándola, hasta esa última frase. Abrí los ojos, sin entender mucho a qué se refería con eso.

—Ángela ha sido una muy buena amiga para él este tiempo, —continuó —pero nunca, en los últimos dos años, lo había visto tan contento, tan como antes; como en estas últimas semanas. Él había dejado de tocar el piano, y ahora empezó a tocar otra vez. No sabes lo importante que es eso para él… Y para mí también.

—No sabía que tocara. —Fue lo único que se me ocurrió decir.

Elizabeth me sonrió y me tomó una de las manos. —Tengo que agradecerte, Bella. Le has hecho tanto bien a mi hijo, más de lo que yo pude y puedo hacer. Parece que le hubieras vuelto la felicidad. Y eso es todo lo que me queda en esta vida, su felicidad.

—Yo… —sus palabras me llegaban al corazón, estaba muy emocionada. —No creo que yo sea la razón de ello, no tiene nada que agradecerme. Aunque me alegra mucho saber que él este mejor.

—Te aseguro que tienes, mucho, que ver Bella. El me habló mucho de ti desde que llegaste, y sé que también piensa en ti, todo el tiempo. Soy su madre Bella, y lo conozco como nadie. Y hoy he terminado de comprobarlo: la forma en que te mira, cómo sonríe y quiere asegurarse de que estés bien. Edward te adora. Eres muy importante para él, debes de saberlo.

Me había dejado sin palabras. No podía creer lo que me estaba diciendo. Todo lo que yo había querido, desde que lo vi por primera vez era que Edward estuviera bien, y ser parte de su vida, como él lo había sido desde el primer momento. Ahora estaba empezando a serlo, pero lo que me estaba diciendo su madre eran cosas que simplemente no podían ser ciertas. ¿Acaso yo era tan importante para él como él lo era para mí? Imposible.

—Yo…

— ¿Está todo bien? —uff, sí que te salvaste Bella.

—Muy bien. ¿No es así Bella?

—Claro. —dije, sonriéndole. Aún así, mi cabeza estaba maquinando miles de cosas a la vez. Estaba abrumada.

—Iba a llevarte a tu casa Bella, pero la tormenta está un poco fea. — ¿Tormenta? ¿En qué momento, precisamente, se había largado a llover? Miré por la ventana y sólo se veía una espesa capa de niebla y el vidrio mojado por la lluvia. Un rayo iluminó por segundo el cielo y mis ojos se abrieron con incredulidad, ¿cómo era posible que no hubiera notado eso? —Creo que será mejor que esperemos un poco antes de que te vayas.

—Sí, tienes razón. No se puede ver nada.

— ¿Vamos? —me dijo extendiéndome una mano con una linda sonrisa en el rostro. No pude evitar mirar en ese momento a Elizabeth, que miraba a su hijo con los ojos vidriosos y hasta con un destello de felicidad. Miré a Edward, tomé su mano y fuimos escaleras arriba.

Al llegar nuevamente a su habitación, cerró la puerta tras de sí. Cuando lo noté me puse un poco nerviosa. No es que desconfiara de Edward ni nada por el estilo, pero después de la conversación con su mamá, tenía muchas dudas y cosas rondando en mi mente.

—No quiero parecer entrometido pero… —parecía preocupado y un poco asustado. — ¿podría saber de lo que hablaron? No tienes que decirme todo si no quieres, es sólo que… —dejó de hablar.

— ¿Qué? —lo animé.

—Bueno, mi madre no es de hablar mucho con la gente, mucho menos el primer día que las conoce. Ni siquiera habla conmigo más de la cuenta.

—Sólo… —no podía contarle lo que me había dicho, ni siquiera entendía demasiado de aquella conversación todavía. —emm… me hablo de ti.

Frunció el seño y se rascó la nuca, parecía estar muy inquieto. — ¿Qué fue lo que te dijo de mí?

—Nada…quiero decir, nada malo. Sólo que últimamente, te veía más contento que antes. Y dijo algo sobre… —No. No podía decirle que su madre me había dicho que yo era la responsable de ese cambio. Eso no podía ser cierto, y no quería quedar como una tonta o en evidencia de que a mí sí me había cambiado la vida, de cierta forma.

— ¿Algo sobre qué?

—Eh… —vamos Bella, piensa en algo. —sobre que… tocabas el piano.

—Oh. —Al principio pareció aliviarse de que fuera eso, pero unos segundos después, pasó algo que no creí posible: se ruborizó. No daba crédito a mis ojos, ¡¿Edward ruborizándose? ! Era la cosa más bella y tierna que jamás había visto. —M-mi padre me enseñó cuando tenía cinco años. La verdad es que cuando él murió dejé de tocar hasta que… hasta hace poco.

—No tenía idea. Me gustaría escucharte tocar algún día… —le dije sonriéndole.

Su rostro se iluminó en cuanto dije eso, y todo el rubor de sus mejillas desapareció. En su lugar, una enorme y abierta sonrisa se dibujó en su cara. Era tan lindo cuando sonreía. Y cuando fruncía el seño. Y cuando se ruborizaba. Y… ¡concéntrate Bella!

—Quizás…Claro, algún día.

Nos quedamos en su cuarto discutiendo sobre música y libros. Teníamos gustos muy parecidos, con ligeras diferencias., más que nada en lo que respecta a algunos de mis personajes favoritos como Romeo y Heathcliff. Nos reímos en varias ocasiones, y las palabras de Elizabeth estuvieron todo el tiempo revoloteándome en la cabeza.

Después de un tiempo, noté que ya estaba empezando a oscurecer. El tiempo, cuando estaba con Edward, parecía no tener ningún sentido. Por momentos las agujas del reloj se negaban a avanzar, y por otro, lo hacían a tal velocidad que era imposible notarlo. Sabía que ya tendría que irme, pero no quería hacerlo sin antes preguntarle algo. Era tonto en realidad, pero en verdad quería ser parte de la vida de Edward, lo más cerca que pudiera, y conocía muy bien mis límites; así que tenía que dejar algo en claro.

—Edward, ¿puedo preguntarte algo?

—Cualquier cosa. —la determinación con la que dijo esas dos palabras me enfrió la piel.

—Somos amigos, ¿verdad?

Tardó un poco en contestar. Su rostro parecía sorprendido y confuso por la pregunta, pero había algo más que no pude identificar bien. —Claro que sí. En realidad… te convertiste en alguien muy importante para mí, Bella. —las palabras de Elizabeth atravesaron mi cerebro como un cuchillo: "Edward te adora. Eres muy importante para él, debes de saberlo.", pero escucharlo de sus labios era muy diferente. Se sentía demasiado bien; me sentía feliz.

—Yo…tú también eres importante para mí Edward. —Se lo dije de corazón.

Su sonrisa se ensanchó aún más, si eso era posible. Y sus ojos destilaban brillo, estaba totalmente perdida en ellos. Esos orbes esmeraldas eran hipnotizantes. Si quería, podía lograr que hiciera lo que él quisiera con sólo mirarme así por unos segundos. Sin que yo me diera cuenta, nuestros rostros se fueron acercando despacio, hasta quedar a centímetros el uno del otro. Recién fui capaz de darme cuenta de lo que estaba haciendo cuando el sonido de mi celular me hizo volver a la realidad como si me hubieran proporcionado un golpe en la cara. Y te lo hubieras merecido, ¡¿qué rayos estuviste a punto de hacer Isabella? ! ¡¿Es que te volviste loca? !

Contesté el celular antes de que mi propia mente me acecinara. — ¿Hola?

—Bella, ¿dónde estás? —Charlie sonaba preocupado. ¿Se habría hecho tan tarde?

—Lo siento papá. Estoy en la casa de Edward, creo que se nos hizo un poco tarde.

—Gracias a Dios. Creí que estabas viajando o algo así. No puedes salir de ahí Bella.

— ¿De qué estás hablando papá? — ¿A qué se refería con "no puedes salir de ahí"?

—La tormenta está muy fuerte Bella, es muy peligroso. Y dicen que no parará hasta bien entrada la madrugada. Yo me quedaré en la comisaría, por suerte hay algunas celdas vacías. —dijo en forma de broma. — ¿Crees que a Edward le importe que te quedes a dormir esta noche?

Mierda.


N/A: Bueno, como dije, acá está el cap nuevo. Gracias a las que votaron por que siguiera con esta historia, y a las que a pesar de todo, aún siguen ahí leyéndome. Espero que el cap les haya gustado, y prometo de ahora en mas tratar de subir mucho más seguido. No voy a por fechas porque siempre que hago eso no puedo cumplir mi palabra, pero será pronto.

En mi perfil voy a dejar el vestido de Bella de este cap y una foto de la casa donde viven Edward y su mamá. Y también estuve haciendo unas portadas para la historia. Espero pasen a verlas y después me dicen qué les pareció.

Les ruego que me dejen saber su opinión de este nuevo cap. Cualquier duda, pregunta, consejo o lo que sea, háganmelo saber, me es de muchísima ayuda, ya lo saben.

Y las que no lo hicieron POR FAVOR pasen por el OS que escribí para el concurso "New Year Contest" organizado por Diario Twilight, éste sábado empezaran las votaciones y su voto sería de gran ayuda.

No las aburro más, nos leemos pronto.

Besos Fríos.

-B.S.