Disclaimer: Caraqueña, morena, bajita... No, no soy JK Rowling así que los personajes/lugares no me pertenecen.
Epílogo
Amores prohibidos, amores eternos
1.
El olor a pastel de manzana inundaba toda la casa, provocando que los nietos Weasley comenzaran a quejarse por la tardanza de la cena. Entre ellos, la primogénita de Ron y Hermione reía por las tonterías que su hermano relataba; realmente solo buscaba distraerse, porque la ansiedad la estaba matando. Desde la ventana se escuchaban los gritos de sus tíos tratando de organizar las mesas para la comida y sus tías intentando acomodar la vajilla y las copas. El cumpleaños número 17 de Rose estaba causando un gran revuelo en la familia, quienes habían repartido invitaciones a montones de amistades.
Los primeros en llegar habían sido los Wood, que amablemente habían incluido a Danny Wilde; el joven, tan apuesto y gentil, había caído como miel sobre hojuelas para las Weasley. Dominique y Lily no entendían como un hombre tan atractivo podía existir y llevaban gran parte de la tarde detrás de él con las pestañas rizadas agitándose coquetamente. El hijo de Oliver, Jason, en cambio había intentado decenas de veces caerle de sorpresa a Rose para ver si lograba alguna impresión. Pero aparte de despertar la molestia entre los varones de la familia, la pelirroja no demostró interés. Para ella solo existía una persona que merecía su atención, aunque ni siquiera había llegado.
-Rose, las Boot están aquí – el llamado de su abuelo Arthur le indicó que era momento de ejercer sus labores de anfitriona. Recibir a Vada fue un escándalo, porque su amiga estaba encantada con la oportunidad de asistir a la Madriguera. No llevaban más de tres meses de conocerse, gracias a cierta persona, pero cada día se hacían más inseparables. Con ella venía Alice Longbottom, quien inmediatamente buscó acompañar a Albus en su juego de gobstones, y la pandilla de las hermanas más divinas que habían pisado Hogwarts.
Every, cuya silueta era sujetada alegremente por Frank Longbottom mientras ella mostraba una expresión de forzada amabilidad, se permitió entregarle una bolsa con un león estampado a la cumpleañera. Rebeca y Samanta le cantaron brevemente unos sonetos que habían invitado en el camino y Lilah procuró esconderse a la sombra de un árbol no sin antes agradecerle a Rose la invitación. Ninguna de ellas pasó desapercibida, porque más pronto que tarde los primos Weasley se encargaron de mantener entretenidas a las gemelas al tiempo que Danny Wilde se desprendía velozmente de Dominique y Lily para correr hasta donde la menor de las Boot reposaba.
La llegada de Vada solo ponía más nerviosa a la dueña de la fiesta, porque significa que su invitado especial llegaría pronto. La puntualidad no era uno de sus mejores aspectos, pero la ojiazul se creía capaz de matarlo si él no se presentaba.
-Relájate, amiga. No se perderá la fiesta – le aseguró con confianza la atrevida castaña, dándole unas palmaditas en la cabeza. Louis se aproximó, dirigiéndole una fulgente mirada, mientras avisaba que faltaba poco para que la comida fuera servida. La Boot le sonrió divertida y despidiéndose de su amiga le solicitó al pelirrojo que le diera un paseo por la casa antes de comer. Rose la miró con reprobación, sabiendo que las intenciones de su amiga no eran precisamente inocentes.
Suspiró y los vio perderse escaleras arriba. Se sentó en uno de los sillones de la sala de estar, pensando en que nunca había estado tan nerviosa en su vida. Ron Weasley se sentó a su lado, regalándole una sonrisa paternal y amorosa; la joven intentó retribuirle el gesto, pero no fue capaz. Sabía que su padre no estaría feliz con la noticia que pensaba darle aquella tarde y sentía que solo iba a causarle amarguras. Ajeno a los dilemas internos que Rose tenía, el pelirrojo la abrazó y la acurrucó en su pecho, como si no quisiera dejarla ir nunca.
-Te quiero, Rose.
Aunque su hija deseaba responder la inesperada muestra de cariño, los toques en la puerta se lo impidieron. La abuela Molly salió de la cocina a pasos apresurados, intentando quitarse el sudor de la frene mientras se limpiaba las manos llenas de harina y azúcar nevada. Hermione venía detrás de ella, con un aspecto semejante, y rápidamente intercambió una mirada con su esposo, anticipando lo que estaba por suceder. Rose se levantó del sillón, con inusual torpeza, al mismo tiempo que la puerta de la Madriguera era abierta.
-¡Señora Weasley! – La desilusión se apoderó del rostro de la cumpleañera al ver a su tía Ana, hermana de su madre. Detrás de ella venían los Lovegood. Emitiendo un suspiro resignado, bajo la atenta mirada de Ronald y Hermione, Rose se adelantó a su abuela y saludó a los visitantes. Recibió una lluvia de felicitaciones y regalos por parte de los gemelos y su tía, pero en ningún momento pudo responder adecuadamente a la efusividad del momento.
-Ahora que estamos todos, creo que es hora de sentarse a comer. – alegó la matriarca del clan Weasley, dirigiéndose nuevamente a la cocina para pedirle a Ginny que arreglara los últimos detalles. Sin embargo, Rose no podía moverse de su sitio mientras miraba como el portón principal se cerraba tras el último invitado.
¿Dónde estaba Scorpius Malfoy?
2.
Lilah frunció los labios cuando, de forma atrevida, Danny Wilde le tomaba la mano para sacarla a bailar a la improvisada pista que Fleur y Audrey Weasley habían instalado en el jardín trasero. Los mayores seguían sentados a la mesa, charlando amenamente al tiempo que comían pastel de manzana y fresas y bebían té. Un partido de Quiddich había iniciado hacía minutos por parte de los más jóvenes, que eran arbitrados por Teddy y Victoire; Las cuatro hermanas Boot restantes formaban el primer equipo, junto a Frank Longbottom y los gemelos Scamander. Jugaban contra los primos Weasley, que se turnaban para ejercer todo tipo de funciones dentro del equipo y eran alentados fogosamente por Dominique y Lucy desde el suelo.
-No soy buena bailando. – comentó con sequedad la pequeña morena. El sobrino de Wood le sonrió encantadoramente, dándole a entender que no importaba. Había pasado toda la velada intentando captar la atención de la singular joven, que por alguna extraña razón comenzó a gustarle desde hacía unas semanas cuando se habían topado en la lechucería.
-Solo déjate guiar – pidió Danny una vez su mano se apoyó en la delicada cintura de Lilah. Los orbes claros de esta se posaron sobre los suyos, sintiendo una inexplicable comodidad. De alguna forma se sentía correcto estar a su lado. Contra su voluntad, una leve sonrisa se dibujó en sus labios y se dejó hacer, agradecida por la ternura que él demostraba tener para con ella. La música no era suave, pero ellos se movieron con lentitud, tratando de adaptarse mutuamente. – No sé si me recuerdas, pero… tropezamos hace unos días. – añadió al cabo de unos minutos el joven para iniciar conversación.
-Te conocía desde antes – respondió la pelinegra. Al ver la expresión ilusionada de su acompañante se corrigió rápidamente – Por mi hermana; Vada me dijo una vez que eras bueno en pociones, que la ayudaste a resolver un filtro de paz. – Los ojos verdes del Wilde se apagaron, decepcionados. Aquello le causó gracia. – Si te hace sentir mejor, no suelo fijarme en los demás. Soy más… solitaria.
-Te he visto con Hugo Weasley – Danny se mordió la lengua al percatarse de lo que acababa de decir. Lilah se detuvo y lo miró fijamente, tratando de analizarlo y adivinar qué tipo de intenciones tenía. Logró ponerlo nervioso, porque pronto comenzó a hablar de nueva cuenta – Son bastante unidos, digo. Muchos rumorean que están saliendo juntos.
-Hugo está enamorado de Paula Krewski. – contestó parcamente.
-¿Y eso te molesta? – El castaño sabía que estaba tomando confianzas que no le habían dado y el rastro de fastidio pintado en las facciones de la Boot se lo certificó.
-No sé por qué habría de importarte a ti – se limitó a decir la joven mientras se alejaba de él. Ni siquiera le regaló una última mirada antes de girarse para marcharse, mas él no se lo permitió. La tomó del brazo y la apegó a su pecho, reanudando la danza.
-Me importa… porque me gustas, Lilah – la confesión la tomó desprevenida, pero logró captar su atención. Los orbes esmeraldas del joven se posaron en los de ella, haciéndole saber que hablaba en serio. – Por favor, disculpa si soné grosero… lo que quería hacer en realidad era… - se sonrojó, avergonzado y contagió de su congoja a la pelinegra – ¿Te gustaría salir conmigo?
Lilah pasó saliva, sumamente incómoda ante la situación. Entonces cometió el garrafal error de mirarlo a los ojos. Esos ojos color esmeralda llenos de excitación, que brillaban con intensidad solo por el hecho de verla a ella. Contra todo pronóstico, asintió no del todo convencida. Por primera vez en su vida, se dejó llevar.
Vada Boot, que acababa de ser sustituida por Lucy en el equipo, observó la escena desde lejos y pensó en acercarse, pero una mano la sujetó del brazo y se lo impidió. Al elevar la mirada se encontró con unos orbes azules llenos de picardía y diversión; la castaña le sonrió y atrapó entre sus dedos la mano de Louis Weasley. Desde que Rose y ella se habían hecho mejores amigas, había podido acercarse al atractivo rubio, quien constantemente le regalaba miradas intensas. Louis le gustaba más que cualquier otro y sabía que el afecto era mutuo, por eso le dejó adentrarse a su vida y permitió que la besara hacía algunas horas en uno de los rincones de la Madriguera.
-Debes dejar a tu hermana en paz, Vada. – reprochó con suavidad el hijo de Fleur y Bill. Ella asintió, no muy convencida, pero dispuesta a no iniciar una discusión sin sentido. Estaba demasiado contenta como para hacer una de sus locuras. Aún permanecían con las manos entrelazadas cuando Louis decidió añadir – V, ¿Te animas a acompañarme? – La ojicafé asintió, curiosa. Él sonrió satisfecho y comenzó a arrastrarla camino a la mesa donde se había servido la cena – Perfecto, quiero que conozcas a mis padres.
3.
Rose se apretujó entre las mantas que el abuelo Arthur había dispuesto en el sofá de la sala. El silencio rodeaba el lugar y en penumbras la Weasley intentaba olvidarse de aquel día tan lamentable. A pesar de que sus primos y Vada habían intentado de todo para animarla, ella no podía sacarse de la cabeza la idea de que Scorpius la había dejado plantada el día de su cumpleaños… El día más importante. Pensar en las delicadas facciones del rubio regalándole una sonrisa de disculpa le retorcía el estómago, porque no estaba segura si podría perdonarlo tan fácilmente. No quería que su rabia fuera ahogada por la amabilidad y el atractivo del Slytherin. Quería asestarle golpes, asesinarlo y servírselo al calamar del Lago.
Se hundió más sobre el mullido sillón, intentando que este la tragara. Había quedado como una tonta. ¿Y si él había estado jugando todo el tiempo con sus sentimientos? La verdad era que no llevaban demasiado tiempo juntos, pero no podía creer que el Malfoy tuviera malas intenciones… La imagen que había tenido de él durante años se había evaporado para ser sustituida por una buena persona. Demonios, ella le había entregado su confianza. ¿Cómo podía desbaratarse su mundo con tanta rapidez?
Cerró los ojos tratando de eliminar el ardor que le provocaban las lágrimas de cólera no derramadas. Si alguien de la familia bajaba y la encontraba llorando a medianoche sin duda se alarmaría y causaría un revuelo. No quería que nadie la viera así. Hundió el rostro entre sus manos, repitiéndose que ningún hombre valía la pena. Sin embargo, aunque lo que más deseaba era quedarse sola, supo que no lo estaba cuando unos susurros empezaron a escucharse desde afuera.
Alertada por el inesperado sonido, la pelirroja se levantó del sofá, dejando resbalar la sábana que cubría su desgastada piyama verde musgo. Inspirándose valor al estilo Gryffindor, se aproximó hasta la ventana principal, junto a la entrada de la casa. Quiso morirse ahí mismo cuando distinguió el cabello platinado de Scorpius Malfoy, quien agitaba los brazos para llamar su atención y no dejaba de sisear, frente a la Madriguera.
Valiéndose del sigilo, la Weasley se apresuró y cogió del perchero un chal de lana perteneciente a su abuela mientras se enfundaba las pantuflas y salía al jardín frontal. Prácticamente corrió hasta el ojigris, pero en vez de abrazarlo como él esperaba, lo haló fuertemente del brazo para refugiarse tras uno de los manzanos que su tía Ginny había plantado. Los ojos celestes chispeaban rabia cuando se posaron sobre los suyos.
-¿Qué diablos haces aquí? – cuestionó con sequedad, evitando perderse en la claridad de los orbes de Scorpius, quien la miraba con alegría y cariño. No parecía sorprendido por la brusquedad con la que era recibido.
-Feliz cumpleaños – sonrió deslumbrantemente, aunque no aplacó la furia de la Gryffindor. Esta chasqueó la lengua y se giró, dispuesta a marcharse y dejarlo ahí. Fue retenida rápidamente por el rubio, que la hizo retroceder y la encerró entre sus brazos. El abrazo se extendió debido a la sorpresa de Rose, cuyas mejillas habían enrojecido.
-Scorpius, si alguien te ve aquí…
-Nadie me verá, no seas tonta – la silenció con un susurro el joven. Se permitió hundir la nariz entre los rizos espesos de su compañera, deleitándose con el olor que desprendían. Olía a rosas, a flores silvestres – Lamento no haber llegado, pero tengo una buena razón.
-Realmente no me importa escuchar tus excusas – Scorpius no pudo evitar reír ante la frialdad del tono. La estrechó aún más, sintiéndose completo por primera vez en el día. – Se suponía que…
-Ya lo sé, pero créeme que te tengo una sorpresa que te hará perdonarme.
-Nada va a hacerme perdonarte, Malfoy. Te detesto.
-Ya lo veremos.
Y sin más, desapareció en la negrura de la noche, llevándose con él la menuda figura de Rose Weasley.
4.
Lo primero que alcanzó a divisar Rose fue un pozo hecho de ladrillos decolorados y madera vieja. Estaban rodeados por flores silvestres y la helada brisa de diciembre le congelaba la piel mientras agitaba los mechones de sus cabellos; a su alrededor se elevaban múltiples tumbas, pero curiosamente el ambiente no resultaba tétrico sino encantador. A lo lejos se podía ver una capilla antigua, con cruces y vitrales de colores que brillaban bajo la luz de la Luna. La pelirroja observó a Scorpius con extrañeza, olvidando momentáneamente que este prácticamente la había secuestrado.
Por alguna razón, sentía que aquel lugar era familiar. Había algo en el aire que la invitaba a quedarse por siempre ahí, alejada del mundo, en la compañía de Scorpius. Como si aquel sitio les perteneciera.
-¿Qué es este lugar? – preguntó finalmente la ojiazul una vez terminó de analizar el espacio. El Malfoy le sonrió y le guiñó un ojo de manera misteriosa mientras se aproximaba al pozo y la incitaba a acercarse. – No creerás que…
-Rose, no voy a empujarte dentro del pozo. ¿Podrías cooperar y sentarte junto a mí? – Scorpius extendió una mano en su dirección, sin borrar la expresión afectuosa de su rostro. Era demasiado tentador para negarse, pero demasiado bueno para aceptar. Rose dudó unos instantes más antes de entrelazar sus dedos con los del joven heredero, dejándose halar hasta su pecho. – Bienvenida al Pozo de la Esperanza.
-¿Para qué me trajiste aquí? – La pelirroja se dejó abrazar por la cintura mientras su mirada se enfocó en el semblante del Slytherin. Este se limitó a mirarla detalladamente, disfrutando la sensación de tenerla para él. Adoraba ver las facciones perfiladas de Rose, porque cada parte era única. Las pecas que adornaban sus pómulos, el tono blanquecino de su piel, las largas pestañas…
-Eres hermosa – dijo, sin prestarle mucha atención a las preguntas. Al instante la joven enrojeció, logrando arrancarle una sonrisa. – No quiero que más nadie te mire, Rose… Quiero que seas mía para siempre.
La Weasley no comprendía de dónde provenía la intensidad que residía en las palabras de Scorpius, pero supo al escucharlas que llevaba mucho tiempo esperándolas. Su rostro se elevó en dirección al rubio mientras sus ojos se cerraban, dándole a entender que apreciaba sus palabras; Sus labios se rozaron cuando él se inclinó hacia ella y una corriente eléctrica los atravesó, haciéndolos estremecerse. Entonces Rose, impaciente e imprudente como era, acortó la distancia, permitiéndoles saborear el primer beso entre ambos. Sin entender porque… sus labios parecían reconocerse.
El contacto duró lo suficiente como para que se dijeran todo lo que sentía. Dentro de sus corazones comenzaban a albergarse sentimientos inexplicables, sentimientos que volvían a renacer en el tiempo sin que ellos se percataran de ello. La sensación de seguridad se instauró entre ellos, como si un ciclo hubiera sido culminado.
-Te tengo un regalo – murmuró Scorpius, aun sosteniéndola entre sus brazos, sin ánimos de soltarla. Ella se apegó a su pecho, escuchándolo. – Pero debes prometerme que lo aceptarás sin protestar. - Rose se separó para verlo confundida.
Un gesto de satisfacción se pintó en la cara del Malfoy y metiendo una mano en su chaqueta sacó una cajita cuadrada de terciopelo rojo. Se lo tendió. La Gryffindor lo agarró y suavemente lo destapó. Sus ojos se abrieron ligeramente y jadeó al ver el hermoso anillo de oro que cargaba una piedrita incrustada. Por la textura y la forma, supo que se trataba de un diamante.
-Scorpius, esto debe costar más que la casa de mis abuelo – La pelirroja se negó a aceptarlo, tendiéndole la caja nuevamente. La mirada ofuscada del ojigris le hizo saber que su actitud no le gustaba. – No me veas así, es demasiado valioso… No puedo aceptarlo.
-Si vas a ser la novia de un Malfoy, debes acostumbrarte a este tipo de regalos. Y a no protestar – alegó con simpleza al tiempo que desviaba la vista hacia el cielo, desentendiéndose de lo que acababa de decir.
Rose enmudeció. ¿Estaba él pidiéndole…? Las manos, que aun sostenían el anillo, le temblaron inesperadamente. Nunca en toda su vida se había sentido de aquella forma. Era como si de pronto su alma se hubiera unido a la de aquel, que hacía solos unos meses consideraba un patán. Habían comenzado siendo amigos, la confianza entre ellos acarreaba respeto y amabilidad, poseía chispa y atracción. Bastaba con verlo a los ojos para saber que a su lado nada podría ir mal, como si estuviera dispuesta a realizar cualquier sacrificio. Scorpius le daba la fuerza necesaria para avanzar.
Scorpius, que empezaba a sentirse nervioso, la miró. Ella sonreía, pero por primera vez le sonreía con total entrega. Rose se acercó nuevamente para unir los labios con los de él delicadamente, pidiéndole que le correspondiera. Las manos del rubio cogieron con ternura el cuello pecoso de la Weasley, profundizando el beso entre ambos. Una vez se separaron, la pelirroja le pidió la varita; La punta de esta fue dirigida hacia el borde interno del pozo para después comenzar a dibujar los torpes trazos de un corazón y dos iniciales dentro.
R & S
-Te amo, Weasley – murmuró Scorpius sin pensarlo demasiado. Sus miradas volviendo a encontrarse, esta vez desbordando cada una de las emociones que resguardaban en su interior. Y aunque a Rose le resultaba una locura saberse amada tan pronto, no pudo evitar responderle.
-Te amo, Malfoy… siempre lo he hecho.
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Y junto a las iniciales de sus nombres, otras cinco reposarían hasta la infinidad de los tiempos.
N/A
Dios, ha pasado... ¿Un año? No estoy segura si todas las lectoras iniciales lograrán leer la culminación de esta historia, pero espero que alguien si lo haga. Dar razones de porqué tuvo que pasar tanto tiempo para que yo escribiera esto sería inútil. En aquel tiempo sencillamente me dediqué a otras cosas y este pendiente quedó rezagado.
Volver a escribir sobre las Boot y este singular proyecto fue extraño para mí, porque ciertamente he cambiado en el transcurso de estos años. El epílogo no tiene lo mejor de mí y obviamente tendrá algunas correcciones (errores de dedo que seguro hay). Pero es lo que siempre imaginé y es el bosquejo que tenía guardado. Sencillo, corto y significativo. Me gustó darle fin a este ciclo, creo que ahora podré vivir en paz jajaja
Añadiré que las partes en cursiva son escenas originales de la historia, que me parecieron necesarias para el final. Con esto quiero demostrar que, aunque las parejas no se dan de la misma manera que a lo largo del fic, están predestinadas. En negrita están los puntos claves, como habrán notado.
Agradezco de corazón a cada una de las personas que le dieron un voto de confianza a Derecho a un Amor Prohibido (Que hoy cambia a Amores Prohibidos). Sus reviews me animaron durante todo el proceso. Esto es por y para ustedes. Ojalá hayan disfrutado el final, tanto como yo lo hice. Este es el primer long fic que culminé, la primera idea estrafalaria que se me pasó por la cabeza. Le tengo mucho cariño. Gracias por acogerlo entre sus favoritos y por dedicarle tiempo.
No sé que más agregar, solo sé que me puse melancólica xD
Espero no despedirme eternamente de ustedes. Un barco jamás se queda estancado en el puerto y ciertamente el mío, donde tendrán un espacio reservado, arrancará siempre a nuevos y mejores rumbos.
Siempre suya,
FannyLu